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    Usuario: cambio de forma: color rubio

    Les puedo hacer una pregunta: ¿Ustedes saben porque un chico joven le interesa una mujer mayor o que se debe ello? Esa mi duda
    Usuario: cambio de forma: color rubio Les puedo hacer una pregunta: ¿Ustedes saben porque un chico joven le interesa una mujer mayor o que se debe ello? Esa mi duda :STK-49: :STK-78:
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  • Seguimos con el rescate de mi hija.
    Del engendro 001.

    El plan de Axel es tan simple como suicida: entrar reventando… y salir con la bestia.
    Sin rodeos. Sin segundas oportunidades.

    Avanzamos en un APC blindado, el motor rugiendo como una declaración de guerra. Las vallas de la prisión ceden bajo el peso del vehículo, doblándose como si nunca hubieran servido para contener nada realmente peligroso.

    Al llegar a la puerta principal, Axel escala la torreta con una calma que solo tienen quienes ya han aceptado la posibilidad de no salir vivos.
    Apunta.
    Dispara.

    El misil impacta en la torre de defensa y la explosión sacude la estructura entera de la prisión. Alarmas. Gritos. Caos.
    Es entonces cuando Veythra decide actuar.

    No por amor.
    No por compasión.

    Toma mi cuerpo porque 001 le pertenece. Porque es la más excepcional de todas las aberraciones engendradas. Porque algo así no puede quedar en manos humanas.

    Mi cuerpo es débil, roto, aún pagando partos imposibles… pero Veythra no pide permiso.
    Yo dejo de ser yo.

    Salto del APC y entro en la prisión bajo una lluvia de balas. Los disparos atraviesan mi carne una y otra vez, pero no me detienen. Poco a poco el sonido de las armas se apaga, ahogado por gritos desesperados. Los guardias caen de rodillas, suplicando por su vida… o por una muerte rápida. El dolor los consume desde dentro, algo invisible, absoluto.

    Serynthia entra también.
    Su poder es majestuoso y aterrador. Las paredes se derriten a su paso. Las armas se funden en las manos de los soldados, quemándoles la piel hasta el hueso. La sangre de nuestros enemigos hierve en sus venas, matándolos sin que ella siquiera los toque.

    Llegamos al lugar donde tienen a 001.
    Un laboratorio.
    Frío. Clínico. Profano.

    La han diseccionado viva. Han estudiado su regeneración, su simbiosis con un parásito, su resistencia a límites que no deberían existir. Los documentos son un tesoro para Faust, que trabaja incluso allí, incluso ahora. Guarda informes, muestras de sangre, piel, pelo. Conecta un USB al ordenador principal y extrae todo lo que puede, sin perder un segundo.

    Y entonces…
    Veythra se retira.
    Se disipa dentro de mi alma.
    Yo vuelvo.
    Y lo único que puedo hacer es mirar.

    La niña cuelga sin vida, suspendida por cadenas. Su cuerpo pequeño está marcado, herido, profanado. Me acerco con pasos temblorosos, la bajo con cuidado y la estrecho contra mí.

    La abrazo.
    La beso.

    Y rompo el juramento que me hice a mí misma de no mostrar afecto a los engendros del Caos.
    Porque al final…
    era mi hija.

    Mis lágrimas caen sobre su rostro, recorren su piel hasta llegar a sus labios. Y cuando una de ellas toca su boca…

    Sus ojos se abren de par en par.
    Las pupilas, completamente dilatadas, me miran desde un lugar que no debería existir. Se mueve. Se acurruca contra mi pecho como una bestia herida, buscando calor, buscando refugio.

    Tiembla.

    De sus labios salen palabras.
    No debería ser posible.
    Los engendros del Caos no tienen alma.

    No hablan.

    Y sin embargo, ella lo hace.

    —Tengo… frío…

    La estrecho con más fuerza.

    Serynthia Feu Naamah Lilim Agrat Eisheth Zenunim Faust Axel Koroved
    Seguimos con el rescate de mi hija. Del engendro 001. El plan de Axel es tan simple como suicida: entrar reventando… y salir con la bestia. Sin rodeos. Sin segundas oportunidades. Avanzamos en un APC blindado, el motor rugiendo como una declaración de guerra. Las vallas de la prisión ceden bajo el peso del vehículo, doblándose como si nunca hubieran servido para contener nada realmente peligroso. Al llegar a la puerta principal, Axel escala la torreta con una calma que solo tienen quienes ya han aceptado la posibilidad de no salir vivos. Apunta. Dispara. El misil impacta en la torre de defensa y la explosión sacude la estructura entera de la prisión. Alarmas. Gritos. Caos. Es entonces cuando Veythra decide actuar. No por amor. No por compasión. Toma mi cuerpo porque 001 le pertenece. Porque es la más excepcional de todas las aberraciones engendradas. Porque algo así no puede quedar en manos humanas. Mi cuerpo es débil, roto, aún pagando partos imposibles… pero Veythra no pide permiso. Yo dejo de ser yo. Salto del APC y entro en la prisión bajo una lluvia de balas. Los disparos atraviesan mi carne una y otra vez, pero no me detienen. Poco a poco el sonido de las armas se apaga, ahogado por gritos desesperados. Los guardias caen de rodillas, suplicando por su vida… o por una muerte rápida. El dolor los consume desde dentro, algo invisible, absoluto. Serynthia entra también. Su poder es majestuoso y aterrador. Las paredes se derriten a su paso. Las armas se funden en las manos de los soldados, quemándoles la piel hasta el hueso. La sangre de nuestros enemigos hierve en sus venas, matándolos sin que ella siquiera los toque. Llegamos al lugar donde tienen a 001. Un laboratorio. Frío. Clínico. Profano. La han diseccionado viva. Han estudiado su regeneración, su simbiosis con un parásito, su resistencia a límites que no deberían existir. Los documentos son un tesoro para Faust, que trabaja incluso allí, incluso ahora. Guarda informes, muestras de sangre, piel, pelo. Conecta un USB al ordenador principal y extrae todo lo que puede, sin perder un segundo. Y entonces… Veythra se retira. Se disipa dentro de mi alma. Yo vuelvo. Y lo único que puedo hacer es mirar. La niña cuelga sin vida, suspendida por cadenas. Su cuerpo pequeño está marcado, herido, profanado. Me acerco con pasos temblorosos, la bajo con cuidado y la estrecho contra mí. La abrazo. La beso. Y rompo el juramento que me hice a mí misma de no mostrar afecto a los engendros del Caos. Porque al final… era mi hija. Mis lágrimas caen sobre su rostro, recorren su piel hasta llegar a sus labios. Y cuando una de ellas toca su boca… Sus ojos se abren de par en par. Las pupilas, completamente dilatadas, me miran desde un lugar que no debería existir. Se mueve. Se acurruca contra mi pecho como una bestia herida, buscando calor, buscando refugio. Tiembla. De sus labios salen palabras. No debería ser posible. Los engendros del Caos no tienen alma. No hablan. Y sin embargo, ella lo hace. —Tengo… frío… La estrecho con más fuerza. [pulse_green_whale_937] [n.a.a.m.a.h] [nebula_charcoal_rat_655] [f_off_bih] [demonsmile01] [nebula_onyx_lizard_690] [Akly_5]
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  • El final de una mision y el comienzo de una aventura
    Fandom Mitología
    Categoría Acción
    Porfin la hemos encontrado, hacemos un buen duo no crees Akabane

    -miraria a su contraria con una sonrisa-

    [Despues de varios dias explorando Grecia en busca de la famosa espada de los dioses, el joven principe se unio a una joven que sabria donde encontrarla y junto a ella empezaria esta aventura. ¿Que le contara esa joven al principe del inframundo? ¿Seguiran de aventura o se separaran?]
    Porfin la hemos encontrado, hacemos un buen duo no crees Akabane -miraria a su contraria con una sonrisa- [Despues de varios dias explorando Grecia en busca de la famosa espada de los dioses, el joven principe se unio a una joven que sabria donde encontrarla y junto a ella empezaria esta aventura. ¿Que le contara esa joven al principe del inframundo? ¿Seguiran de aventura o se separaran?]
    Tipo
    Individual
    Líneas
    2
    Estado
    Terminado
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  • 𝗡𝗘𝗪 𝗬𝗢𝗥𝗞 𝗙𝗔𝗦𝗛𝗜𝗢𝗡 𝗪𝗘𝗘𝗞
    Categoría Original
    * Si había cosa que le encantaba a June era hacerse un hueco en la agenda y acudir a un evento de moda. La semana de la moda de Nueva York tenía un sitio especial en el corazón de la primera hija de los estados unidos y moviendo un par de hilos se las apañó para estar allí.

    Le habían concedido un sitio de privilegio en las primeras filas frente a la pasarela mientras su gente de seguridad, Cash y Amy, estaban a pocos metros procurando por el bienestar de la hija de su presidenta. La morena posó para algunas fotos, saludó cortésmente a todo aquel que quisiera un minuto de su atención, y cuando las luces se apagaron los ojos castaños de June fueron absorbidos por la maravillosa colección que se estaba presentando en dicha ocasión. Las diferentes pasadas eran un sueño para ella que se deshizo en aplausos cuando el desfile concluyó. No obstante la noche era joven, y tras un poco de persuasión, consiguió que Amy le acompañará a una de las fiestas que siempre se hacían al final de los eventos, la revista Vogue siempre le enviaba una invitación y casi nunca tenía tiempo para aceptarlo.

    Esa noche procuró pasárselo muy bien entre algunas celebridades con las que entabló entretenidas conversaciones.

    Cuando tuvo sed fue en búsqueda de una copa, y al parecer no fue la única con la misma intención. El mesero más cercano solo tenía una copa en su bandeja, cuando la morena estiró la mano para cogerla alguien más intentaba lo mismo. June se rió con buen ánimo y se la cedió.


    — Adelante, cogela tú.

    𝐕𝐞𝐧𝐢𝐜𝐞 𝐉𝐨𝐧𝐞𝐬
    * Si había cosa que le encantaba a June era hacerse un hueco en la agenda y acudir a un evento de moda. La semana de la moda de Nueva York tenía un sitio especial en el corazón de la primera hija de los estados unidos y moviendo un par de hilos se las apañó para estar allí. Le habían concedido un sitio de privilegio en las primeras filas frente a la pasarela mientras su gente de seguridad, Cash y Amy, estaban a pocos metros procurando por el bienestar de la hija de su presidenta. La morena posó para algunas fotos, saludó cortésmente a todo aquel que quisiera un minuto de su atención, y cuando las luces se apagaron los ojos castaños de June fueron absorbidos por la maravillosa colección que se estaba presentando en dicha ocasión. Las diferentes pasadas eran un sueño para ella que se deshizo en aplausos cuando el desfile concluyó. No obstante la noche era joven, y tras un poco de persuasión, consiguió que Amy le acompañará a una de las fiestas que siempre se hacían al final de los eventos, la revista Vogue siempre le enviaba una invitación y casi nunca tenía tiempo para aceptarlo. Esa noche procuró pasárselo muy bien entre algunas celebridades con las que entabló entretenidas conversaciones. Cuando tuvo sed fue en búsqueda de una copa, y al parecer no fue la única con la misma intención. El mesero más cercano solo tenía una copa en su bandeja, cuando la morena estiró la mano para cogerla alguien más intentaba lo mismo. June se rió con buen ánimo y se la cedió. — Adelante, cogela tú. [Jones_V]
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    20
    Estado
    Disponible
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  • Algún día aprenderé a hacerme buenas fotos como las que veo por aquí.
    Algún día aprenderé a hacerme buenas fotos como las que veo por aquí.
    Me enjaja
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  • -Ehehe~
    ¿Lo sientes? El universo se vuelve un poquito más suave cuando se acerca la Navidad.
    Las estrellas parpadean como luces en un árbol cósmico, y hasta los planetas parecen girar con más cuidado, como si no quisieran romper la magia.

    Yo solo… quiero quedarme aquí un ratito más, flotando entre galaxias, pensando en regalos pequeñitos pero sinceros.
    Porque aunque el espacio sea infinito, la calidez de estas fechas cabe justo aquí, cerquita del corazón.

    Así que ven, mira el cielo conmigo.
    La Navidad ya viene viajando entre estrellas, y prometo que será enorme… y acogedora

    Oh, aparte me volví la ayudante de santa así que cuidado con que se hayan portado mal eh
    -Ehehe~ ¿Lo sientes? El universo se vuelve un poquito más suave cuando se acerca la Navidad. Las estrellas parpadean como luces en un árbol cósmico, y hasta los planetas parecen girar con más cuidado, como si no quisieran romper la magia. Yo solo… quiero quedarme aquí un ratito más, flotando entre galaxias, pensando en regalos pequeñitos pero sinceros. Porque aunque el espacio sea infinito, la calidez de estas fechas cabe justo aquí, cerquita del corazón. Así que ven, mira el cielo conmigo. La Navidad ya viene viajando entre estrellas, y prometo que será enorme… y acogedora Oh, aparte me volví la ayudante de santa así que cuidado con que se hayan portado mal eh
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    — L̶a̶ ̶J̶a̶u̶l̶a̶ ̶I̶n̶v̶i̶s̶i̶b̶l̶e̶:̶ ̶E̶l̶ ̶V̶e̶r̶e̶d̶i̶c̶t̶o̶ ̶d̶e̶ ̶l̶a̶ ̶C̶a̶z̶a̶d̶o̶r̶a̶.


    El aire en el pasillo se volvió denso, cargado con el olor metálico del miedo y el almizcle húmedo de las alimañas. Las luces fluorescentes parpadeaban con un zumbido errático, proyectando sombras alargadas que parecían cobrar vida propia en las paredes. En el centro de ese caos visual, la figura de Makima permanecía como un ancla de calma absoluta; una quietud antinatural, casi depredadora.
    Ella no parpadeaba. Sus ojos, dorados y marcados por esos anillos concéntricos e hipnóticos, se clavaron en su presa con una intensidad que parecía desnudar el alma. A sus pies, un mar de ratas comenzó a emerger de las sombras, moviéndose no como animales individuales, sino como una masa única y obediente que rodeaba sus botas negras.

    —Dime... —comenzó ella, su voz fluyendo a través del pasillo como una seda fría que se enreda en la garganta—. ¿Conoces la fábula del ratón de campo y el ratón de ciudad?—

    Dio un paso al frente. El sonido de su tacón contra el suelo fue seco, definitivo. Las ratas se apartaron con una precisión militar, chillando suavemente mientras formaban un camino para su ama.

    —El ratón de ciudad se deleita con banquetes y lujos, pero duerme con un ojo abierto, sabiendo que el veneno o las trampas pueden terminar con él en cualquier instante. El ratón de campo, por el contrario, se conforma con granos secos y la seguridad de su agujero... una paz comprada con el precio de la mediocridad.—

    Se detuvo a una distancia mínima, obligando al otro a inclinar la cabeza hacia atrás para sostenerle la mirada. El aura de la mujer se expandió, una presión invisible que hacía que el pecho pesara y el instinto de supervivencia gritara por una salida que ella ya había bloqueado.

    —La mayoría de los humanos son ratones de campo. Prefieren la ilusión de la paz mientras se marchitan en su propia insignificancia. —Una sonrisa tenue, gélida y carente de rastro humano, curvó sus labios—. Pero los que me interesan... los que realmente valen la pena... son los que eligen el riesgo. ¿Y tú? Si te ofreciera la gloria a cambio de tu libertad... ¿qué tipo de ratón elegirías ser antes de que cierre la trampa?—

    La tensión en el aire era tan sólida que parecía a punto de cristalizarse. Ante el silencio sepulcral, solo roto por el frenético latido del corazón de su presa, Makima soltó una pequeña risa. Fue un sonido sutil, perturbadoramente dulce y cristalino, casi infantil, que desentonaba violentamente con la carnicería inminente.

    —Qué lástima... —murmuró, como quien lamenta un juguete roto—. Al final, todos los ratones terminan igual....—

    Con una elegancia letal, alzó su mano derecha. Cerró el puño dejando solo los dedos índice y corazón extendidos, apuntando directamente al centro del pecho de la figura frente a ella. El gesto era casual, casi un juego de niños.

    —Bang.~

    No hubo estruendo, solo una onda de choque invisible y devastadora. En un pestañeo, el cuerpo de su presa estalló desde dentro hacia fuera. Un torbellino de rojo intenso salpicó las paredes y el techo, dejando restos esparcidos en un cuadro dantesco de carne y silencio. La mujer ni siquiera se inmutó ante la lluvia carmesí. Permaneció allí un segundo más, con los ojos brillando en la penumbra, mientras las ratas a sus pies se agitaban en un frenesí salvaje.

    Lentamente, su figura comenzó a desdibujarse, fundiéndose con las sombras densas del suelo. Justo antes de que el último rastro de su presencia se desvaneciera en la oscuridad, el aire transportó un sonido final. No fue un lamento, ni una despedida, sino una risilla traviesa y juguetona; un eco breve que resonó en el pasillo ensangrentado como si todo lo ocurrido no hubiera sido más que un truco divertido.

    Luego, el silencio absoluto volvió a reinar, roto únicamente por el zumbido eléctrico de las luces parpadeantes sobre los restos de lo que alguna vez fue un ratón de ciudad.
    — L̶a̶ ̶J̶a̶u̶l̶a̶ ̶I̶n̶v̶i̶s̶i̶b̶l̶e̶:̶ ̶E̶l̶ ̶V̶e̶r̶e̶d̶i̶c̶t̶o̶ ̶d̶e̶ ̶l̶a̶ ̶C̶a̶z̶a̶d̶o̶r̶a̶. El aire en el pasillo se volvió denso, cargado con el olor metálico del miedo y el almizcle húmedo de las alimañas. Las luces fluorescentes parpadeaban con un zumbido errático, proyectando sombras alargadas que parecían cobrar vida propia en las paredes. En el centro de ese caos visual, la figura de Makima permanecía como un ancla de calma absoluta; una quietud antinatural, casi depredadora. Ella no parpadeaba. Sus ojos, dorados y marcados por esos anillos concéntricos e hipnóticos, se clavaron en su presa con una intensidad que parecía desnudar el alma. A sus pies, un mar de ratas comenzó a emerger de las sombras, moviéndose no como animales individuales, sino como una masa única y obediente que rodeaba sus botas negras. —Dime... —comenzó ella, su voz fluyendo a través del pasillo como una seda fría que se enreda en la garganta—. ¿Conoces la fábula del ratón de campo y el ratón de ciudad?— Dio un paso al frente. El sonido de su tacón contra el suelo fue seco, definitivo. Las ratas se apartaron con una precisión militar, chillando suavemente mientras formaban un camino para su ama. —El ratón de ciudad se deleita con banquetes y lujos, pero duerme con un ojo abierto, sabiendo que el veneno o las trampas pueden terminar con él en cualquier instante. El ratón de campo, por el contrario, se conforma con granos secos y la seguridad de su agujero... una paz comprada con el precio de la mediocridad.— Se detuvo a una distancia mínima, obligando al otro a inclinar la cabeza hacia atrás para sostenerle la mirada. El aura de la mujer se expandió, una presión invisible que hacía que el pecho pesara y el instinto de supervivencia gritara por una salida que ella ya había bloqueado. —La mayoría de los humanos son ratones de campo. Prefieren la ilusión de la paz mientras se marchitan en su propia insignificancia. —Una sonrisa tenue, gélida y carente de rastro humano, curvó sus labios—. Pero los que me interesan... los que realmente valen la pena... son los que eligen el riesgo. ¿Y tú? Si te ofreciera la gloria a cambio de tu libertad... ¿qué tipo de ratón elegirías ser antes de que cierre la trampa?— La tensión en el aire era tan sólida que parecía a punto de cristalizarse. Ante el silencio sepulcral, solo roto por el frenético latido del corazón de su presa, Makima soltó una pequeña risa. Fue un sonido sutil, perturbadoramente dulce y cristalino, casi infantil, que desentonaba violentamente con la carnicería inminente. —Qué lástima... —murmuró, como quien lamenta un juguete roto—. Al final, todos los ratones terminan igual....— Con una elegancia letal, alzó su mano derecha. Cerró el puño dejando solo los dedos índice y corazón extendidos, apuntando directamente al centro del pecho de la figura frente a ella. El gesto era casual, casi un juego de niños. —Bang.~ No hubo estruendo, solo una onda de choque invisible y devastadora. En un pestañeo, el cuerpo de su presa estalló desde dentro hacia fuera. Un torbellino de rojo intenso salpicó las paredes y el techo, dejando restos esparcidos en un cuadro dantesco de carne y silencio. La mujer ni siquiera se inmutó ante la lluvia carmesí. Permaneció allí un segundo más, con los ojos brillando en la penumbra, mientras las ratas a sus pies se agitaban en un frenesí salvaje. Lentamente, su figura comenzó a desdibujarse, fundiéndose con las sombras densas del suelo. Justo antes de que el último rastro de su presencia se desvaneciera en la oscuridad, el aire transportó un sonido final. No fue un lamento, ni una despedida, sino una risilla traviesa y juguetona; un eco breve que resonó en el pasillo ensangrentado como si todo lo ocurrido no hubiera sido más que un truco divertido. Luego, el silencio absoluto volvió a reinar, roto únicamente por el zumbido eléctrico de las luces parpadeantes sobre los restos de lo que alguna vez fue un ratón de ciudad.
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  • No me mires así… no fui yo quien eligió cargarlo. La calavera pesa menos que los recuerdos, pero grita más. Cada noche me susurra nombres que ya no responden, promesas rotas que aún sangran. Dicen que la muerte trae paz… mentira. Solo cambia de voz. Y ahora habla a través de mí.

    No me mires así… no fui yo quien eligió cargarlo. La calavera pesa menos que los recuerdos, pero grita más. Cada noche me susurra nombres que ya no responden, promesas rotas que aún sangran. Dicen que la muerte trae paz… mentira. Solo cambia de voz. Y ahora habla a través de mí.
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  • — Es momento de hacer compras que parecen inútiles, hasta que son necesarias. El objetivo de hoy: suéteres para gato gordo. —
    — Es momento de hacer compras que parecen inútiles, hasta que son necesarias. El objetivo de hoy: suéteres para gato gordo. —
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  • Debes aprender a escuchar a los perros salvajes que ladran en tu sótano... Pero ¿debes contener el impulso de morder o simplemente dejarlo salir?
    ¿La forma más sensata de vivir es vivir sin reglas?
    Autocontrol o salvajismo... Es difícil elegir un camino. Todos tienes pros y contras. Pero al final creo que la guía definitiva es preguntarse: "¿Quieres esto?"
    Debes aprender a escuchar a los perros salvajes que ladran en tu sótano... Pero ¿debes contener el impulso de morder o simplemente dejarlo salir? ¿La forma más sensata de vivir es vivir sin reglas? Autocontrol o salvajismo... Es difícil elegir un camino. Todos tienes pros y contras. Pero al final creo que la guía definitiva es preguntarse: "¿Quieres esto?"
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