• [ 𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐 𝒔𝒊 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒃𝒆 𝒄ó𝒎𝒐 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒉𝒖𝒎𝒐𝒓. — 𝐑𝐎𝐔𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄 𝐑𝐔𝐒𝐒𝐀 ]



    Ryan podía parecer inofensivo. Un hombre social, abierto, incluso ingenuo a simple vista. Había perfeccionado esa personalidad con el tiempo, esa fachada que lo mostraba como alguien más: el caballero encantador, el tipo que sabe escuchar, que sabe sonreír en el momento justo. Lo suficientemente pulido para que muchos olvidaran que sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y culpables por igual. Algo que muchas personas pasaron por alto cuando lo conocían.

    A veces, incluso él se preguntaba si los demás estaban realmente bien de la cabeza. ¿Cómo podían confiar tan rápido? ¿Cómo podían relajarse ante una sonrisa y un par de bromas sin sentido? No entendía esa parte del mundo. Pero al menos le servía. Esa fachada le permitía estudiar a las personas con calma. Porque para él, la confianza no era algo que se ofrecía. Se ganaba. Y a pocos, muy pocos, se les permitía cruzar esa línea.

    Giovanni, el hermano de Elisabetta, no era uno de ellos. Ni siquiera entraba en la categoría de “detestables”. Simplemente le era irrelevante. Un nombre más. Una sombra más. No tenía valor ni afecto por él.

    Entonces… ¿por qué, demonios, le estaba enviando una advertencia?

    Ah... Era cierto Por consecuencia de sus propios actos. Fue quien lo puso en la lista negra del ruso cuando llevo los documentos a la italiana para el rompimiento de tratado de alianza. Lo sentenció indirectamente.

    Días después del incidente con Kiev, había intentado contactarlo. Después de todo, una amistad de años no podía romperse tan fácilmente. O al menos, eso creyó. Pero no pudo acercarse. No sin que la sangre de sus hombres y los del ruso terminara regada en los jardines de la mansión. No había forma de negociar con los perros que custodiaban la entrada. Sabía cuándo no valía la pena forzar las cosas.

    Así que optó por lo que sabía hacer mejor: moverse en las sombras. Envió hombres discretos, infiltrados, para vigilar los pasos del ruso. Lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba: Kiev había abandonado el país rumbo a Rusia. Y no solo eso, sino que ya había tomado el mando de la Mafia Roja. La herencia maldita de sus antepasados comunistas. El poder que tanto había intentado evitar… ahora lo poseía por completo.

    Ryan, sentado tras su escritorio, tenía el revólver en la mano derecha. Jugaba con él. Con esa calma que a muchos les parecía aterradora. Frente a él, un hombre atado a una silla, con la boca ensangrentada y los ojos desorbitados. Un traidor. Uno más.

    — Empieza —ordenó con voz baja, sin apartar la mirada del arma.

    Bruno, a su izquierda, sostenía un informe. Sus ojos no dudaron en bajar la mirada hacia el papel mientras comenzaba a leer con voz clara y pausada:

    —El informe confirma que el señor Romalsko ha estado vigilando sus movimientos desde que despertó. Registros bancarios, llamadas, reuniones. Incluso personas con las que ha cruzado palabras en eventos públicos han sido investigadas. Lo del evento con aquel investigador y con la señorita que conoció en la fiesta que fue con el señor Romalsko.

    La mirada del rubio vaciló está vez. Sus manos se detuvieron cuando introducía una bala al escuchar estos casos, solo basto unos segundos para continuar, cerró el tambor. Lo giró.

    Apretó el gatillo y... nada. El tambor giró de nuevo.

    —Incluyendo a la señorita Di Vincenzo y a su hermano en la mira, Giovanni.

    Nuevamente sonó un "click" pero ninguna gota de Sangre se derramó.

    Ryan alzó una ceja. Ladeó la cabeza hacia el traidor frente a él. El hombre ya no hablaba. Solo temblaba.

    —¿Y la carta? —preguntó Ryan con desinterés, como si el arma no estuviera apuntando a una cabeza.

    —Fue enviada. Un hombre encubierto se aseguró de que llegara a manos de la señorita Di Vincenzo. Evitamos cualquier cruce con la vigilancia del ruso.

    La carta era simple: una advertencia para que Giovanni no metiera las narices donde no debía. Si lo hacía, no habría marcha atrás. Y también servía como coartada. Ryan no quería que lo arrastraran al infierno de una guerra que no le correspondía. Aún no. Tenía planes más urgentes: volver a Italia, tomar lo que era suyo, poner en orden la peste que su familia había dejado. No podía permitirse tener a los Di Vincenzo como enemigos antes siquiera de haber pisado tierras italianas.

    —Bien hecho. Pero asegúrate de que llegue. Si Kiev la intercepta... estamos jodidos, ese hombre me tomará como enemigo y las cosas terminarán por empeorar. — Apoyó el cañón del revólver en la frente del traidor.

    —También tenemos nuevos nombres —agregó Bruno, pasando al siguiente informe—. Siete contratados por los Di Conti. Cinco desconocidos. Uno de los nuestros. Y el último... un fantasma. Sin rostro. Sin huella. Se mueve mejor que los otros seis juntos.

    Ryan chasqueó la lengua. Giró el tambor por última vez. El traidor sollozaba.

    —Demasiado ruido por cosas que deberían haber quedado enterradas —musitó.

    Apuntó. No dudo y la sangre por fin salpicó.

    El sonido resonó en la sala como un final inevitable.

    Ryan se inclinó hacia atrás, apoyando el revólver en el escritorio. Cerró los ojos un momento. Inspiró hondo.
    Su cabello estaba algo desordenado, sus ojos se cerraron, habían sucedido tantas cosas que lo estaban impacietando, aquello que terminaba por volver una piedra molesta en su zapato.

    Que un gato le mordiera un pie era incluso más cómodo que esto.

    —Limpia esto. — Dijo reincorporándose. Estaba agotado, necesitaba un descanso de todo esto.


    || El user está vivo, con vacaciones desde el lunes pero ayudando con unos asuntos debido a que cierto amigo le tuvieron que enyesar el pie. En otras noticias, logré recuperar el Word hace poco en dónde tenía las respuestas de algunos roles que extrañaba por contestar, ya me estoy poniendo las pilas para aprovechar este tiempo, lamento realmente la demora.

    Un abrazo, con todo cariño, el user de Ryan.
    [ 𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐 𝒔𝒊 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒃𝒆 𝒄ó𝒎𝒐 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒉𝒖𝒎𝒐𝒓. — 𝐑𝐎𝐔𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄 𝐑𝐔𝐒𝐒𝐀 ] Ryan podía parecer inofensivo. Un hombre social, abierto, incluso ingenuo a simple vista. Había perfeccionado esa personalidad con el tiempo, esa fachada que lo mostraba como alguien más: el caballero encantador, el tipo que sabe escuchar, que sabe sonreír en el momento justo. Lo suficientemente pulido para que muchos olvidaran que sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y culpables por igual. Algo que muchas personas pasaron por alto cuando lo conocían. A veces, incluso él se preguntaba si los demás estaban realmente bien de la cabeza. ¿Cómo podían confiar tan rápido? ¿Cómo podían relajarse ante una sonrisa y un par de bromas sin sentido? No entendía esa parte del mundo. Pero al menos le servía. Esa fachada le permitía estudiar a las personas con calma. Porque para él, la confianza no era algo que se ofrecía. Se ganaba. Y a pocos, muy pocos, se les permitía cruzar esa línea. Giovanni, el hermano de Elisabetta, no era uno de ellos. Ni siquiera entraba en la categoría de “detestables”. Simplemente le era irrelevante. Un nombre más. Una sombra más. No tenía valor ni afecto por él. Entonces… ¿por qué, demonios, le estaba enviando una advertencia? Ah... Era cierto Por consecuencia de sus propios actos. Fue quien lo puso en la lista negra del ruso cuando llevo los documentos a la italiana para el rompimiento de tratado de alianza. Lo sentenció indirectamente. Días después del incidente con Kiev, había intentado contactarlo. Después de todo, una amistad de años no podía romperse tan fácilmente. O al menos, eso creyó. Pero no pudo acercarse. No sin que la sangre de sus hombres y los del ruso terminara regada en los jardines de la mansión. No había forma de negociar con los perros que custodiaban la entrada. Sabía cuándo no valía la pena forzar las cosas. Así que optó por lo que sabía hacer mejor: moverse en las sombras. Envió hombres discretos, infiltrados, para vigilar los pasos del ruso. Lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba: Kiev había abandonado el país rumbo a Rusia. Y no solo eso, sino que ya había tomado el mando de la Mafia Roja. La herencia maldita de sus antepasados comunistas. El poder que tanto había intentado evitar… ahora lo poseía por completo. Ryan, sentado tras su escritorio, tenía el revólver en la mano derecha. Jugaba con él. Con esa calma que a muchos les parecía aterradora. Frente a él, un hombre atado a una silla, con la boca ensangrentada y los ojos desorbitados. Un traidor. Uno más. — Empieza —ordenó con voz baja, sin apartar la mirada del arma. Bruno, a su izquierda, sostenía un informe. Sus ojos no dudaron en bajar la mirada hacia el papel mientras comenzaba a leer con voz clara y pausada: —El informe confirma que el señor Romalsko ha estado vigilando sus movimientos desde que despertó. Registros bancarios, llamadas, reuniones. Incluso personas con las que ha cruzado palabras en eventos públicos han sido investigadas. Lo del evento con aquel investigador y con la señorita que conoció en la fiesta que fue con el señor Romalsko. La mirada del rubio vaciló está vez. Sus manos se detuvieron cuando introducía una bala al escuchar estos casos, solo basto unos segundos para continuar, cerró el tambor. Lo giró. Apretó el gatillo y... nada. El tambor giró de nuevo. —Incluyendo a la señorita Di Vincenzo y a su hermano en la mira, Giovanni. Nuevamente sonó un "click" pero ninguna gota de Sangre se derramó. Ryan alzó una ceja. Ladeó la cabeza hacia el traidor frente a él. El hombre ya no hablaba. Solo temblaba. —¿Y la carta? —preguntó Ryan con desinterés, como si el arma no estuviera apuntando a una cabeza. —Fue enviada. Un hombre encubierto se aseguró de que llegara a manos de la señorita Di Vincenzo. Evitamos cualquier cruce con la vigilancia del ruso. La carta era simple: una advertencia para que Giovanni no metiera las narices donde no debía. Si lo hacía, no habría marcha atrás. Y también servía como coartada. Ryan no quería que lo arrastraran al infierno de una guerra que no le correspondía. Aún no. Tenía planes más urgentes: volver a Italia, tomar lo que era suyo, poner en orden la peste que su familia había dejado. No podía permitirse tener a los Di Vincenzo como enemigos antes siquiera de haber pisado tierras italianas. —Bien hecho. Pero asegúrate de que llegue. Si Kiev la intercepta... estamos jodidos, ese hombre me tomará como enemigo y las cosas terminarán por empeorar. — Apoyó el cañón del revólver en la frente del traidor. —También tenemos nuevos nombres —agregó Bruno, pasando al siguiente informe—. Siete contratados por los Di Conti. Cinco desconocidos. Uno de los nuestros. Y el último... un fantasma. Sin rostro. Sin huella. Se mueve mejor que los otros seis juntos. Ryan chasqueó la lengua. Giró el tambor por última vez. El traidor sollozaba. —Demasiado ruido por cosas que deberían haber quedado enterradas —musitó. Apuntó. No dudo y la sangre por fin salpicó. El sonido resonó en la sala como un final inevitable. Ryan se inclinó hacia atrás, apoyando el revólver en el escritorio. Cerró los ojos un momento. Inspiró hondo. Su cabello estaba algo desordenado, sus ojos se cerraron, habían sucedido tantas cosas que lo estaban impacietando, aquello que terminaba por volver una piedra molesta en su zapato. Que un gato le mordiera un pie era incluso más cómodo que esto. —Limpia esto. — Dijo reincorporándose. Estaba agotado, necesitaba un descanso de todo esto. || El user está vivo, con vacaciones desde el lunes pero ayudando con unos asuntos debido a que cierto amigo le tuvieron que enyesar el pie. En otras noticias, logré recuperar el Word hace poco en dónde tenía las respuestas de algunos roles que extrañaba por contestar, ya me estoy poniendo las pilas para aprovechar este tiempo, lamento realmente la demora. Un abrazo, con todo cariño, el user de Ryan.
    Me encocora
    Me endiabla
    Me gusta
    Me shockea
    8
    4 turnos 0 maullidos
  • Los pasos de Joon resonaban apagados sobre el piso pulido del pasillo. El eco era sutil, pero suficiente para llenar los huecos entre una palabra y otra. El caso había sido cerrado, finalmente. No quedaban cabos sueltos, ni testigos, ni dudas. Sólo informes, un par de carpetas selladas y un silencio extraño que se había instalado en su pecho desde la última vez que entró al museo. Todo encajaba. Las pistas sin sentido, los símbolos dispersos, las preguntas sin lógica aparente. Todo había tenido un patrón. Y ahora… ya no quedaba nada por hacer.

    Caminaba con las manos dentro del abrigo, la mirada hacia adelante. A su lado, su compañero mantenía el paso sin prisa, como si supiera que no valía la pena apurarse. Como si ese pasillo fuera la última escena de una historia demasiado larga.

    ⸻ Así que se cerró el caso ⸻dijo él, sin mirarlo⸻. Al fin.

    Joon no respondió de inmediato. Respiró. Lo suficiente como para que el aire frío le doliera en los pulmones. No sabía si el alivio que sentía era real, o si simplemente era lo que venía después de cerrar una puerta demasiado tiempo entreabierta. Bajó la mirada un segundo, como si pensara en responder algo inteligente. No lo hizo.

    ⸻ Sí… al fin ⸻musitó, con una media sonrisa que no alcanzó a tocarle los ojos.

    Siguieron caminando. El sonido de sus pasos volvió a llenar el pasillo. Luego, uno de los dos volvió a hablar, esta vez con un tono más suave, más medido, como quien tantea un terreno que no sabe si está a punto de romperse bajo sus pies.

    ⸻ Entonces, ¿qué sigue? ¿Te vas a quedar aquí… o te vas a ir? Escuché que te están requiriendo en la otra central.

    El otro giró el rostro apenas para mirarlo, como si evaluara su expresión, o tal vez esperando encontrar algo más que solo curiosidad en su voz. Pero no dijo nada enseguida. Solo volvió a mirar al frente y caminó unos pasos más.

    ⸻ No lo sé aún. A veces creo que ya no hay nada que me retenga, que esto fue solo el cierre que necesitaba. Pero otras… ⸻se encogió apenas de hombros⸻ otras siento que si me muevo ahora, algo se va a quedar atrás. Algo importante. Tú me entiendes.

    No lo miraba, pero sentía su presencia a un par de pasos. Como si el otro supiera exactamente de qué hablaba. Como si las palabras no dichas también tuvieran peso en el aire. Joon respiró hondo, cerró los ojos un segundo al pasar junto a una de las ventanas y dejó escapar algo que no llegó a ser un suspiro.


    #nightfallrevenge - Un último intento

    Los pasos de Joon resonaban apagados sobre el piso pulido del pasillo. El eco era sutil, pero suficiente para llenar los huecos entre una palabra y otra. El caso había sido cerrado, finalmente. No quedaban cabos sueltos, ni testigos, ni dudas. Sólo informes, un par de carpetas selladas y un silencio extraño que se había instalado en su pecho desde la última vez que entró al museo. Todo encajaba. Las pistas sin sentido, los símbolos dispersos, las preguntas sin lógica aparente. Todo había tenido un patrón. Y ahora… ya no quedaba nada por hacer. Caminaba con las manos dentro del abrigo, la mirada hacia adelante. A su lado, su compañero mantenía el paso sin prisa, como si supiera que no valía la pena apurarse. Como si ese pasillo fuera la última escena de una historia demasiado larga. ⸻ Así que se cerró el caso ⸻dijo él, sin mirarlo⸻. Al fin. Joon no respondió de inmediato. Respiró. Lo suficiente como para que el aire frío le doliera en los pulmones. No sabía si el alivio que sentía era real, o si simplemente era lo que venía después de cerrar una puerta demasiado tiempo entreabierta. Bajó la mirada un segundo, como si pensara en responder algo inteligente. No lo hizo. ⸻ Sí… al fin ⸻musitó, con una media sonrisa que no alcanzó a tocarle los ojos. Siguieron caminando. El sonido de sus pasos volvió a llenar el pasillo. Luego, uno de los dos volvió a hablar, esta vez con un tono más suave, más medido, como quien tantea un terreno que no sabe si está a punto de romperse bajo sus pies. ⸻ Entonces, ¿qué sigue? ¿Te vas a quedar aquí… o te vas a ir? Escuché que te están requiriendo en la otra central. El otro giró el rostro apenas para mirarlo, como si evaluara su expresión, o tal vez esperando encontrar algo más que solo curiosidad en su voz. Pero no dijo nada enseguida. Solo volvió a mirar al frente y caminó unos pasos más. ⸻ No lo sé aún. A veces creo que ya no hay nada que me retenga, que esto fue solo el cierre que necesitaba. Pero otras… ⸻se encogió apenas de hombros⸻ otras siento que si me muevo ahora, algo se va a quedar atrás. Algo importante. Tú me entiendes. No lo miraba, pero sentía su presencia a un par de pasos. Como si el otro supiera exactamente de qué hablaba. Como si las palabras no dichas también tuvieran peso en el aire. Joon respiró hondo, cerró los ojos un segundo al pasar junto a una de las ventanas y dejó escapar algo que no llegó a ser un suspiro. #nightfallrevenge - Un último intento
    Me gusta
    Me encocora
    8
    0 turnos 0 maullidos
  • —Black Shell ha demostrado peculiaridades interesantes con el pasar de los días; es incapaz de entablar comunicación con otros, pero ha demostrado ser capaz de repetir palabras y memorizarlas; su cuerpo funciona, ya sea de forma natural o con magia, aún cuando tiene una anatomía extraña y antinatural; puede formular oraciones en varios idiomas, pero todas carecen de sentido o conexión.
    —¿Notaron algún patrón en su comportamiento?
    —La mayor parte del tiempo está intentado escapar de la jaula, golpeándola y gritando. Pero sí hay algo que se nos hizo extraño; en un par de ocasiones, unas muy raras, parecía más furioso de lo normal, y sus intentos de escapar iban acompañados por insultos en alemán con voces fuertes como de adultos. Una noche estuvo en una de las esquinas de la jaula en completa calma, estuvo sentado sin hacer nada durante horas. Creemos que se expresa en diferentes lenguas dependiendo de su temperamento.

    En la mesa hubo silencio. No por miedo, preocupación o un presentimiento de mal augurio. Había incomodidad, pero nada más. Claudio alza la mirada al par de hechiceros que han vigilado a Black Shell, notando ojeras fuertemente marcadas bajo sus ojos. El de mayor autoridad realiza un movimiento breve y sencillo con la mano, dando la orden para que los guardias abandonaran la oficina.
    —Black Shell ha demostrado peculiaridades interesantes con el pasar de los días; es incapaz de entablar comunicación con otros, pero ha demostrado ser capaz de repetir palabras y memorizarlas; su cuerpo funciona, ya sea de forma natural o con magia, aún cuando tiene una anatomía extraña y antinatural; puede formular oraciones en varios idiomas, pero todas carecen de sentido o conexión. —¿Notaron algún patrón en su comportamiento? —La mayor parte del tiempo está intentado escapar de la jaula, golpeándola y gritando. Pero sí hay algo que se nos hizo extraño; en un par de ocasiones, unas muy raras, parecía más furioso de lo normal, y sus intentos de escapar iban acompañados por insultos en alemán con voces fuertes como de adultos. Una noche estuvo en una de las esquinas de la jaula en completa calma, estuvo sentado sin hacer nada durante horas. Creemos que se expresa en diferentes lenguas dependiendo de su temperamento. En la mesa hubo silencio. No por miedo, preocupación o un presentimiento de mal augurio. Había incomodidad, pero nada más. Claudio alza la mirada al par de hechiceros que han vigilado a Black Shell, notando ojeras fuertemente marcadas bajo sus ojos. El de mayor autoridad realiza un movimiento breve y sencillo con la mano, dando la orden para que los guardias abandonaran la oficina.
    Me shockea
    Me gusta
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • ⟡ ݁₊ . ¿Qué eres tú? ⊹ ࣪ ˖
    Categoría Original
    La habitación era sorprendentemente hermosa.
    Amplia, silenciosa, bañada por una luz blanca que no venía de ninguna fuente visible. No era cálida, ni fría. Solo... neutra. Suave, como si el aire estuviera cubierto por una manta de terciopelo. El suelo brillaba con una pulcritud absurda, casi ofensiva para alguien que vivía entre frascos ensangrentados y códices empapados en baba cósmica.

    Ephraim, sin embargo, se encontraba allí... en su rincón.
    Sentado de manera absurda, fetal, sobre una silla que seguramente no fue diseñada para eso. Las piernas contra el pecho, los brazos cruzados sobre las espinillas, y un grueso libro encajado entre las rodillas y el mentón. Desde fuera, parecía una figura arrancada de un cuadro surrealista; desde dentro, era simplemente funcional. Esa postura lo ayudaba a pensar. O, al menos, a ignorar lo demás.

    No era una biblioteca pensada por el soñador; eso estaba claro. Era suya. Su espacio. Porque en los sueños —y solo allí— podía existir, robarse un rincón del subconsciente de otro, podía pensar, meditar, sin que su usuario se enterara de que había un intruso entre los pliegues del subconsciente.

    Hoy no llevaba ni su máscara ni su gorro. Su rostro, pálido y manchado por delgados rastros secos de sangre ajena, estaba completamente expuesto. Su cabello caía sobre sus hombros, desordenado, pegado en algunos mechones por algún fluido que mejor no nombrar. Sus ojos, sin embargo, eran la parte más perturbadora: fijos, inmóviles, como si no parpadearan desde hacía horas. No miraban al frente, sino al interior del libro que sostenía.

    ❝ Ah, que molesto. . . ❞ susurró para sí, como si alguien más pudiera o debiera escuchar su desdén. ❝ Esto no es conocimiento, diarrea mental tal vez si. . . ❞

    Las páginas temblaban levemente bajo sus dedos, pero no por miedo.
    El texto no tenía lógica. Palabras truncadas, ideas que comenzaban y luego se disolvían, nombres que se repetían sin razón. Era como leer los pensamientos de un loco en medio de un ataque de fiebre.

    "Ebrietas dijo que este sería distinto..."

    Las palabras de su amada diosa resonaban aún en su cabeza. ❝ Este es el indicado. . . ❞ había dicho. Pero ¿indicado de qué?
    ¿Ascensión? ¿Trascendencia? ¿Una migaja más de verdad entre el vómito de los dormidos?

    —¿Cómo demonios puede esto ayudarme a ascender? —murmuró.
    Y al instante se arrepintió. No porque dudara —lo hacía constantemente—, sino porque dudar de Ebrietas era... sacrilegio.
    Un pecado que no se castiga con fuego, sino con silencio. Y el silencio de los Grandes era peor que la muerte.

    Así que siguió leyendo. Como un buen chico.

    Pasaron minutos. O tal vez siglos.
    La noción del tiempo se disolvía en los sueños, y Ephraim tenía la sensación de estar leyendo la misma línea desde hacía diez vidas. Pero no podía parar. No debía. Cada palabra era una escalinata, por más resbalosa y rota que fuera.

    Hasta que escuchó pasos.

    Eran reales, no imaginarios. No en su cabeza.
    Pasos que no deberían estar allí.

    Sus ojos se alzaron con desgano. El rostro no cambió. No se cubrió, no se tensó. No tenía por qué. Las pequeñas gotas de sangre seca en su mejilla izquierda, el rastro violáceo bajo sus uñas, el olor metálico de la violencia que solo habia pasado hace un par de horas... todo seguía allí. No había necesidad de disimular.

    ¿Quién era este soñador?
    No lo recordaba. No lo reconocía. No importaba.

    Pero su sonrisa —esa mueca torpe, que no sabía cómo doblar bien los músculos— apareció como una marioneta que intenta imitar la expresión humana sin haberla entendido jamás.
    Una sonrisa vacía.

    —¡Ah... al fin! A quien buscaba.

    Apoyó los codos sobre la mesa con un movimiento pesado, casi teatral, como si acabara de encontrar un respiro en medio de la desesperación.
    — Ven. Siéntate. Este libro es un sinsentido absoluto... y dudo que Ebrietas tolere otra noche de mis quejas.

    Lo observó, inclinando ligeramente la cabeza.
    Los ojos no parpadeaban.
    El tono era suave, casi dulce.

    —¿Qué eres tú? ¿Que tienes de especial que ha llamado la atencion de Ebrietas? —dio un golpecito con el dedo índice en el libro— ¿Una marca en el alma? ¿Cicatrices?

    La sonrisa no desapareció por ningún momento. —¡Ah! Tú no eres normal, claro que no.

    ⋆˚꩜。 𝑲𝒚𝒐
    La habitación era sorprendentemente hermosa. Amplia, silenciosa, bañada por una luz blanca que no venía de ninguna fuente visible. No era cálida, ni fría. Solo... neutra. Suave, como si el aire estuviera cubierto por una manta de terciopelo. El suelo brillaba con una pulcritud absurda, casi ofensiva para alguien que vivía entre frascos ensangrentados y códices empapados en baba cósmica. Ephraim, sin embargo, se encontraba allí... en su rincón. Sentado de manera absurda, fetal, sobre una silla que seguramente no fue diseñada para eso. Las piernas contra el pecho, los brazos cruzados sobre las espinillas, y un grueso libro encajado entre las rodillas y el mentón. Desde fuera, parecía una figura arrancada de un cuadro surrealista; desde dentro, era simplemente funcional. Esa postura lo ayudaba a pensar. O, al menos, a ignorar lo demás. No era una biblioteca pensada por el soñador; eso estaba claro. Era suya. Su espacio. Porque en los sueños —y solo allí— podía existir, robarse un rincón del subconsciente de otro, podía pensar, meditar, sin que su usuario se enterara de que había un intruso entre los pliegues del subconsciente. Hoy no llevaba ni su máscara ni su gorro. Su rostro, pálido y manchado por delgados rastros secos de sangre ajena, estaba completamente expuesto. Su cabello caía sobre sus hombros, desordenado, pegado en algunos mechones por algún fluido que mejor no nombrar. Sus ojos, sin embargo, eran la parte más perturbadora: fijos, inmóviles, como si no parpadearan desde hacía horas. No miraban al frente, sino al interior del libro que sostenía. ❝ Ah, que molesto. . . ❞ susurró para sí, como si alguien más pudiera o debiera escuchar su desdén. ❝ Esto no es conocimiento, diarrea mental tal vez si. . . ❞ Las páginas temblaban levemente bajo sus dedos, pero no por miedo. El texto no tenía lógica. Palabras truncadas, ideas que comenzaban y luego se disolvían, nombres que se repetían sin razón. Era como leer los pensamientos de un loco en medio de un ataque de fiebre. "Ebrietas dijo que este sería distinto..." Las palabras de su amada diosa resonaban aún en su cabeza. ❝ Este es el indicado. . . ❞ había dicho. Pero ¿indicado de qué? ¿Ascensión? ¿Trascendencia? ¿Una migaja más de verdad entre el vómito de los dormidos? —¿Cómo demonios puede esto ayudarme a ascender? —murmuró. Y al instante se arrepintió. No porque dudara —lo hacía constantemente—, sino porque dudar de Ebrietas era... sacrilegio. Un pecado que no se castiga con fuego, sino con silencio. Y el silencio de los Grandes era peor que la muerte. Así que siguió leyendo. Como un buen chico. Pasaron minutos. O tal vez siglos. La noción del tiempo se disolvía en los sueños, y Ephraim tenía la sensación de estar leyendo la misma línea desde hacía diez vidas. Pero no podía parar. No debía. Cada palabra era una escalinata, por más resbalosa y rota que fuera. Hasta que escuchó pasos. Eran reales, no imaginarios. No en su cabeza. Pasos que no deberían estar allí. Sus ojos se alzaron con desgano. El rostro no cambió. No se cubrió, no se tensó. No tenía por qué. Las pequeñas gotas de sangre seca en su mejilla izquierda, el rastro violáceo bajo sus uñas, el olor metálico de la violencia que solo habia pasado hace un par de horas... todo seguía allí. No había necesidad de disimular. ¿Quién era este soñador? No lo recordaba. No lo reconocía. No importaba. Pero su sonrisa —esa mueca torpe, que no sabía cómo doblar bien los músculos— apareció como una marioneta que intenta imitar la expresión humana sin haberla entendido jamás. Una sonrisa vacía. —¡Ah... al fin! A quien buscaba. Apoyó los codos sobre la mesa con un movimiento pesado, casi teatral, como si acabara de encontrar un respiro en medio de la desesperación. — Ven. Siéntate. Este libro es un sinsentido absoluto... y dudo que Ebrietas tolere otra noche de mis quejas. Lo observó, inclinando ligeramente la cabeza. Los ojos no parpadeaban. El tono era suave, casi dulce. —¿Qué eres tú? ¿Que tienes de especial que ha llamado la atencion de Ebrietas? —dio un golpecito con el dedo índice en el libro— ¿Una marca en el alma? ¿Cicatrices? La sonrisa no desapareció por ningún momento. —¡Ah! Tú no eres normal, claro que no. ⋆˚꩜。 [Heaven.01]
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    6
    1 turno 0 maullidos
  • ────En la noche, el amor ya no necesita palabras. Se vuelve un susurro cálido en medio del frío… y el cielo, escucha cada anhelo no dicho, cada promesa que aún espera cumplirse.
    ────En la noche, el amor ya no necesita palabras. Se vuelve un susurro cálido en medio del frío… y el cielo, escucha cada anhelo no dicho, cada promesa que aún espera cumplirse.
    Me encocora
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • Ubicación: Antigua Biblioteca Abrahamsson.
    Hora: 11:37 p.m.
    Estado del cielo: Nublado. Amenaza tormenta.




    La puerta de hierro crujió como si tuviera alma propia y no quería dejarla entrar. Pero Toska Brock no era del tipo que pide permiso. Nunca lo fue. Con cada paso, sus botas mojadas dejaban un rastro como si la lluvia se negara a abandonarla del todo, como si el agua supiera que esa chica no caminaba sola.

    El abrigo negro ondeaba tras de ella, largo hasta casi el suelo, mientras su cabello rubio —pegado a su rostro por la humedad— le daba ese aire de guerrera antigua recién salida de un poema maldito.

    Llevaba el arete izquierdo vibrando de forma sutil, casi imperceptible para cualquiera que no la conociera. Pero ella sí lo notaba. Venora también. Y esa incomodidad compartida hablaba sin palabras. No estaban allí por gusto, ni por azar. Algo las había llevado hasta esa biblioteca abandonada. Algo que sabía su nombre.

    Venora murmuró, desde dentro de su mente:

    —¿Segura que esto no es una trampa, periodista? Porque huele a traición con olor a encuadernación vieja.

    Toska no respondió. Sonrió de medio lado.
    La trampa era parte del encanto.

    El lugar estaba en penumbras, con estantes llenos de polvo y libros maltratados, pero se podía sentir que no estaba vacía. Alguien más ya estaba allí. Toska lo supo desde que cruzó la puerta. Su instinto, afilado como una cuchilla de sarcasmo, no solía fallar.

    Y entonces la vio.

    Sentada al fondo, iluminada apenas por la luz tenue de un viejo ventanal roto, estaba Nia Xavier.

    No necesitaba que se presentara. Toska sabía leer las historias antes de que fueran escritas. Su postura, su mirada, esa contención elegante que parecía a punto de estallar. Todo en ella gritaba “Xavier”, pero algo estaba fuera de lugar. No era una telépata. No había poder mental. Había gravedad. Literalmente.

    Toska caminó hasta ella sin apuro.
    Sin miedo.
    Con la grabadora en un bolsillo y su cuaderno de tinta morada en la mano.

    Se detuvo a unos metros, escaneándola como quien analiza una constelación extraña.

    —No sabes lo raro que es encontrar a alguien con apellido de peso que no pueda silenciarte con solo mirarte a los ojos —Dijo, alzando una ceja con aire curioso, como si fuera una científica del alma.

    Se sentó en una silla maltrecha, sin pedir permiso. Se cruzó de piernas, sacó su libreta, y pulsó la grabadora.

    —Soy Toska Brock. Periodista. Bloguera de la Deep Web. Hija de Gillian, sobrina del caos y... bueno, no te importa eso, ¿verdad?

    La sonrisa que siguió fue afilada, como un bisturí.

    —Lo que quiero saber es esto:
    ¿Cómo se sobrevive a ser la hermana del mutante más conocido del planeta...
    ...sin explotar de gravedad emocional por dentro?

    La pregunta flotó. Literalmente.

    Y Venora, desde dentro de su mente, rió con suavidad.
    Una risa con eco.
    Una risa que sabía que estaban por abrir algo peligroso.


    𝐍𝐈𝐀 𝐗𝐀𝐕𝐈𝐄𝐑
    Ubicación: Antigua Biblioteca Abrahamsson. Hora: 11:37 p.m. Estado del cielo: Nublado. Amenaza tormenta. La puerta de hierro crujió como si tuviera alma propia y no quería dejarla entrar. Pero Toska Brock no era del tipo que pide permiso. Nunca lo fue. Con cada paso, sus botas mojadas dejaban un rastro como si la lluvia se negara a abandonarla del todo, como si el agua supiera que esa chica no caminaba sola. El abrigo negro ondeaba tras de ella, largo hasta casi el suelo, mientras su cabello rubio —pegado a su rostro por la humedad— le daba ese aire de guerrera antigua recién salida de un poema maldito. Llevaba el arete izquierdo vibrando de forma sutil, casi imperceptible para cualquiera que no la conociera. Pero ella sí lo notaba. Venora también. Y esa incomodidad compartida hablaba sin palabras. No estaban allí por gusto, ni por azar. Algo las había llevado hasta esa biblioteca abandonada. Algo que sabía su nombre. Venora murmuró, desde dentro de su mente: —¿Segura que esto no es una trampa, periodista? Porque huele a traición con olor a encuadernación vieja. Toska no respondió. Sonrió de medio lado. La trampa era parte del encanto. El lugar estaba en penumbras, con estantes llenos de polvo y libros maltratados, pero se podía sentir que no estaba vacía. Alguien más ya estaba allí. Toska lo supo desde que cruzó la puerta. Su instinto, afilado como una cuchilla de sarcasmo, no solía fallar. Y entonces la vio. Sentada al fondo, iluminada apenas por la luz tenue de un viejo ventanal roto, estaba Nia Xavier. No necesitaba que se presentara. Toska sabía leer las historias antes de que fueran escritas. Su postura, su mirada, esa contención elegante que parecía a punto de estallar. Todo en ella gritaba “Xavier”, pero algo estaba fuera de lugar. No era una telépata. No había poder mental. Había gravedad. Literalmente. Toska caminó hasta ella sin apuro. Sin miedo. Con la grabadora en un bolsillo y su cuaderno de tinta morada en la mano. Se detuvo a unos metros, escaneándola como quien analiza una constelación extraña. —No sabes lo raro que es encontrar a alguien con apellido de peso que no pueda silenciarte con solo mirarte a los ojos —Dijo, alzando una ceja con aire curioso, como si fuera una científica del alma. Se sentó en una silla maltrecha, sin pedir permiso. Se cruzó de piernas, sacó su libreta, y pulsó la grabadora. —Soy Toska Brock. Periodista. Bloguera de la Deep Web. Hija de Gillian, sobrina del caos y... bueno, no te importa eso, ¿verdad? La sonrisa que siguió fue afilada, como un bisturí. —Lo que quiero saber es esto: ¿Cómo se sobrevive a ser la hermana del mutante más conocido del planeta... ...sin explotar de gravedad emocional por dentro? La pregunta flotó. Literalmente. Y Venora, desde dentro de su mente, rió con suavidad. Una risa con eco. Una risa que sabía que estaban por abrir algo peligroso. [GRAVITYDIAM0NDS]
    Me gusta
    Me encocora
    2
    1 turno 0 maullidos
  • ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Un nuevo personaje 3D viene pisando fuerte!

    Hoy damos la bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡Matthias Volk!

    Elegancia que impone y presencia que no necesita presentación. Empresario de alto perfil, calculador, carismático y dueño de una mirada que ha cerrado más tratos que palabras ha dicho.
    Matthias es de esos hombres que dominan la sala sin levantar la voz. Su pasado es un terreno vedado, pero su presente se edifica sobre poder, ambición… y secretos que solo él sabe manejar.
    El apellido Volk no es solo un nombre: es una advertencia.



    ¡Bienvenid@ a FicRol! Nos alegra tenerte entre nosotros y esperamos que disfrutes mucho explorando historias, creando conexiones y dando vida a tu personaje en este rincón tan creativo.

    Yo soy Caroline, tu RolSage, algo así como tu guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada!

    Antes de lanzarte de lleno, te dejo algunos recursos que te pueden venir de maravilla para empezar con buen pie:

    Normas básicas del de la plataforma:
    https://ficrol.com/static/guidelines

    Guías detalladas sobre cómo funciona todo por aquí:
    https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS

    Grupo exclusivo para Personajes 3D:
    https://ficrol.com/groups/Personajes3D

    Directorios para encontrar personajes y fandoms afines
    Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS
    Fandoms disponibles en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL

    ¿Quieres mejorar tu escritura o narración?
    https://ficrol.com/pages/RinconEscritor


    ¡Recuerda que puedes escribirme si necesitas cualquier cosita! ¡Nos vemos en el rol!

    #RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
    ✨ ¡HEY, FICROLERS 3D! ✨ ¡Un nuevo personaje 3D viene pisando fuerte! 🎉 Hoy damos la bienvenida a... ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡[radiant_red_donkey_570]! Elegancia que impone y presencia que no necesita presentación. Empresario de alto perfil, calculador, carismático y dueño de una mirada que ha cerrado más tratos que palabras ha dicho. Matthias es de esos hombres que dominan la sala sin levantar la voz. Su pasado es un terreno vedado, pero su presente se edifica sobre poder, ambición… y secretos que solo él sabe manejar. El apellido Volk no es solo un nombre: es una advertencia. 👋 ¡Bienvenid@ a FicRol! Nos alegra tenerte entre nosotros y esperamos que disfrutes mucho explorando historias, creando conexiones y dando vida a tu personaje en este rincón tan creativo. 🧙‍♀️ Yo soy Caroline, tu RolSage, algo así como tu guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada! 🧭 Antes de lanzarte de lleno, te dejo algunos recursos que te pueden venir de maravilla para empezar con buen pie: 📌 Normas básicas del de la plataforma: 🔗 https://ficrol.com/static/guidelines 👩‍🏫 Guías detalladas sobre cómo funciona todo por aquí: 🔗 https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS 👥 Grupo exclusivo para Personajes 3D: 🔗 https://ficrol.com/groups/Personajes3D 📚 Directorios para encontrar personajes y fandoms afines 🔗 Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS 🔗 Fandoms disponibles en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL 📝 ¿Quieres mejorar tu escritura o narración? 🔗 https://ficrol.com/pages/RinconEscritor ¡Recuerda que puedes escribirme si necesitas cualquier cosita! ¡Nos vemos en el rol! 🚀🔥 #RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • @Andrés Minjae Lanzani

    Habitación tenue, madrugada

    —¿Sigues despierta, Lun? —pregunta Andrés en voz baja, apoyando su barbilla en su hombro mientras ella sostiene el libro.

    Luna no responde de inmediato. Sus dedos pasan una página, pero sus ojos no se mueven.

    —Sí… aunque no estoy leyendo realmente. Solo... estoy escuchando cómo respiras —susurra.

    Andrés sonríe, casi imperceptible.

    —¿Y eso es bueno o malo?

    —Es lo único que me calma últimamente.

    El silencio cae entre ellos como una sábana tibia. Él la abraza más fuerte, como si su piel pudiera absorber su tristeza. Luna se recuesta levemente contra su pecho, pero su mirada sigue fija en las palabras del libro que no puede entender en ese momento.

    —¿Sabes qué es lo peor de todo esto? —dice ella.

    —¿Qué?

    —Que aún con todo lo que nos hacemos… no puedo dejar de amarte.

    Andrés aprieta los labios, herido por la verdad.

    —Luna…

    —No digas nada. Solo... quédate.

    Él asiente. No promete cambiar. No promete nada. Solo se queda. Porque a veces, quedarse es lo único que pueden hacer los que ya se han roto demasiado como para hablar.

    El libro sigue abierto. Las palabras no importan.
    Ya están escribiendo otra historia entre sus latidos.

    @[solar_lavender_bull_118] Habitación tenue, madrugada —¿Sigues despierta, Lun? —pregunta Andrés en voz baja, apoyando su barbilla en su hombro mientras ella sostiene el libro. Luna no responde de inmediato. Sus dedos pasan una página, pero sus ojos no se mueven. —Sí… aunque no estoy leyendo realmente. Solo... estoy escuchando cómo respiras —susurra. Andrés sonríe, casi imperceptible. —¿Y eso es bueno o malo? —Es lo único que me calma últimamente. El silencio cae entre ellos como una sábana tibia. Él la abraza más fuerte, como si su piel pudiera absorber su tristeza. Luna se recuesta levemente contra su pecho, pero su mirada sigue fija en las palabras del libro que no puede entender en ese momento. —¿Sabes qué es lo peor de todo esto? —dice ella. —¿Qué? —Que aún con todo lo que nos hacemos… no puedo dejar de amarte. Andrés aprieta los labios, herido por la verdad. —Luna… —No digas nada. Solo... quédate. Él asiente. No promete cambiar. No promete nada. Solo se queda. Porque a veces, quedarse es lo único que pueden hacer los que ya se han roto demasiado como para hablar. El libro sigue abierto. Las palabras no importan. Ya están escribiendo otra historia entre sus latidos.
    Me entristece
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • – “Ceniza bajo la piel”
    Nombre: Solenne
    Edad: 23 años
    Ocupación: Nadie lo sabe con certeza. A veces dicen que es tatuadora, otras que trabaja para un club privado... pero todos coinciden en una cosa: es imposible ignorarla.

    Solenne no cree en el amor, pero sí en la obsesión.
    No cree en la redención, pero carga con un infierno encima.
    Y si te mira como lo hizo esa noche en el callejón tras el bar, prepárate para que algo dentro de ti se rompa… o despierte.

    Su piel cuenta historias que nunca te contará con palabras:
    Un rayo entre los senos, una serpiente entre las costillas, letras que parecen números que parecen heridas.
    Y esa mirada. Dios, esa mirada.

    Fuma lento, como si cada bocanada fuera una promesa rota.
    Habla con sarcasmo, pero hay una tristeza que se cuela entre cada sonrisa torcida.

    —“¿Quieres saber mi historia? Entonces prepárate para no dormir tranquilo nunca más.”

    Porque Solenne no es una fase.
    Es una cicatriz con voz.

    Y si te acercas lo suficiente, vas a terminar con su nombre escrito en tu alma… o en tu lápida.
    – “Ceniza bajo la piel” Nombre: Solenne Edad: 23 años Ocupación: Nadie lo sabe con certeza. A veces dicen que es tatuadora, otras que trabaja para un club privado... pero todos coinciden en una cosa: es imposible ignorarla. Solenne no cree en el amor, pero sí en la obsesión. No cree en la redención, pero carga con un infierno encima. Y si te mira como lo hizo esa noche en el callejón tras el bar, prepárate para que algo dentro de ti se rompa… o despierte. Su piel cuenta historias que nunca te contará con palabras: Un rayo entre los senos, una serpiente entre las costillas, letras que parecen números que parecen heridas. Y esa mirada. Dios, esa mirada. Fuma lento, como si cada bocanada fuera una promesa rota. Habla con sarcasmo, pero hay una tristeza que se cuela entre cada sonrisa torcida. —“¿Quieres saber mi historia? Entonces prepárate para no dormir tranquilo nunca más.” Porque Solenne no es una fase. Es una cicatriz con voz. Y si te acercas lo suficiente, vas a terminar con su nombre escrito en tu alma… o en tu lápida.
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • Como flores hermosas, con color, pero sin aroma, son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas.
    Como flores hermosas, con color, pero sin aroma, son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas.
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados