• Un Recuerdo de Perséfone: El Encuentro con Hades

    Recuerdo el día en que todo cambió, como si fuera ayer, aunque los años que han pasado desde entonces se mezclan entre sombras y luces, entre estaciones que nacen y mueren sin cesar.

    Estaba en los campos, rodeada de flores que se abrían al sol de la primavera, riendo entre las risas de las ninfas, sin saber que ese día mi vida tomaría un rumbo irreversible. En ese entonces, era la hija querida de Deméter, y todo lo que tocaba parecía florecer.

    Pero él llegó sin previo aviso. No vi su sombra acercándose, ni el eco de su paso en la tierra que amaba. De pronto, el suelo se abrió bajo mis pies y el aire se tornó frío. Hades, el rey del inframundo, me tomó por sorpresa, como un relámpago en una tarde tranquila. Su mirada, profunda y oscura, era como un abismo que absorbía todo a su paso. Sin palabras, sin promesas, me arrebató de la luz y me arrastró al reino que dominaba con mano firme, un reino alejado de todo lo que conocía.

    Durante los primeros momentos en el inframundo, todo fue frío, vacío. El silencio era denso, casi palpable, y sentí el peso de la soledad sobre mis hombros. Pero en él, en Hades, descubrí algo más. No era el monstruo que muchos temían, sino un ser cuya presencia contenía una fuerza que nunca había imaginado. A través de sus ojos, vi la tristeza y la soledad que cargaba, como si el reino de sombras que gobernaba fuera también su propia condena.

    No entendía, no podía comprender cómo alguien como él, tan oscuro, podía hablarme en susurros suaves, tan distintos al estrépito de las batallas que había oído hablar. Y sin embargo, algo en su mirada me atrapó, algo más allá del miedo y la desesperación. En su mundo sombrío, algo comenzaba a brotar, algo tan inusual como el invierno que, a veces, trae consigo la promesa de la primavera.

    A lo largo de los días, comencé a ver más allá de las sombras. Aprendí que el inframundo no era solo muerte, sino también el lugar donde las almas encontraban su descanso, donde todo aquello que moría se transformaba en algo distinto, en algo eterno. Y, en ese vasto silencio, en ese reino apartado, comenzaba a entender a Hades de una manera diferente.

    El hombre que me había raptado era también el guardián de los secretos de la vida y la muerte. Y aunque nunca habría esperado que algo naciera allí, entre las tinieblas, algo comenzó a florecer entre nosotros.

    Hefesto Greek Mitology
    Un Recuerdo de Perséfone: El Encuentro con Hades Recuerdo el día en que todo cambió, como si fuera ayer, aunque los años que han pasado desde entonces se mezclan entre sombras y luces, entre estaciones que nacen y mueren sin cesar. Estaba en los campos, rodeada de flores que se abrían al sol de la primavera, riendo entre las risas de las ninfas, sin saber que ese día mi vida tomaría un rumbo irreversible. En ese entonces, era la hija querida de Deméter, y todo lo que tocaba parecía florecer. Pero él llegó sin previo aviso. No vi su sombra acercándose, ni el eco de su paso en la tierra que amaba. De pronto, el suelo se abrió bajo mis pies y el aire se tornó frío. Hades, el rey del inframundo, me tomó por sorpresa, como un relámpago en una tarde tranquila. Su mirada, profunda y oscura, era como un abismo que absorbía todo a su paso. Sin palabras, sin promesas, me arrebató de la luz y me arrastró al reino que dominaba con mano firme, un reino alejado de todo lo que conocía. Durante los primeros momentos en el inframundo, todo fue frío, vacío. El silencio era denso, casi palpable, y sentí el peso de la soledad sobre mis hombros. Pero en él, en Hades, descubrí algo más. No era el monstruo que muchos temían, sino un ser cuya presencia contenía una fuerza que nunca había imaginado. A través de sus ojos, vi la tristeza y la soledad que cargaba, como si el reino de sombras que gobernaba fuera también su propia condena. No entendía, no podía comprender cómo alguien como él, tan oscuro, podía hablarme en susurros suaves, tan distintos al estrépito de las batallas que había oído hablar. Y sin embargo, algo en su mirada me atrapó, algo más allá del miedo y la desesperación. En su mundo sombrío, algo comenzaba a brotar, algo tan inusual como el invierno que, a veces, trae consigo la promesa de la primavera. A lo largo de los días, comencé a ver más allá de las sombras. Aprendí que el inframundo no era solo muerte, sino también el lugar donde las almas encontraban su descanso, donde todo aquello que moría se transformaba en algo distinto, en algo eterno. Y, en ese vasto silencio, en ese reino apartado, comenzaba a entender a Hades de una manera diferente. El hombre que me había raptado era también el guardián de los secretos de la vida y la muerte. Y aunque nunca habría esperado que algo naciera allí, entre las tinieblas, algo comenzó a florecer entre nosotros. [quasar_yellow_whale_469]
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • Historia Naciente
    Fandom OC
    Categoría Original
    Lunes por la mañana en la universidad xxxxx, clima soleado con apenas nubes presentes en el cielo, escuchándose en un pasillo vacío, el andar de un hombre de tez morena, semblante sereno y frío, mirada penetrante, acomodándose la chaqueta al llegar a una puerta de madera de roble color rojo profundo, levantando la mirada, procedía a abrir la puerta dando paso a una cacofonía de voces de los estudiantes presentes, un gran auditorio daba bienvenida al hombre quien daría una conferencia además de responder preguntas de los jóvenes estudiantes.

    — Damos la bienvenida al señor Joel Dallas, hijo mayor de la familia Dallas, dueños de conglomerados y empresas dedicadas a exportación e importación mercantil, una de las familias mas influyentes en el ámbito empresarial.

    Con las palabras del orador, un hombre mayor con pocas canas visibles, porte serio y un par de lentes adornando su rostro, después de presentar al hombre de tez morena dio paso a este ante el podio, dando inicio a la conferencia.

    — Como ha dicho vuestro maestro, me presentaré, Joel Dallas, para quienes no sepan, soy el responsable de las recientes expansiones de Dallas Company en el mercado extranjero, mi área va dedicada a administración, exploración comercial, además de inversiones.

    Iniciando la conferencia, en la pantalla delantera se vio salir el logo empresarial de la familia.

    || Rol con Ney Nixays
    Lunes por la mañana en la universidad xxxxx, clima soleado con apenas nubes presentes en el cielo, escuchándose en un pasillo vacío, el andar de un hombre de tez morena, semblante sereno y frío, mirada penetrante, acomodándose la chaqueta al llegar a una puerta de madera de roble color rojo profundo, levantando la mirada, procedía a abrir la puerta dando paso a una cacofonía de voces de los estudiantes presentes, un gran auditorio daba bienvenida al hombre quien daría una conferencia además de responder preguntas de los jóvenes estudiantes. — Damos la bienvenida al señor Joel Dallas, hijo mayor de la familia Dallas, dueños de conglomerados y empresas dedicadas a exportación e importación mercantil, una de las familias mas influyentes en el ámbito empresarial. Con las palabras del orador, un hombre mayor con pocas canas visibles, porte serio y un par de lentes adornando su rostro, después de presentar al hombre de tez morena dio paso a este ante el podio, dando inicio a la conferencia. — Como ha dicho vuestro maestro, me presentaré, Joel Dallas, para quienes no sepan, soy el responsable de las recientes expansiones de Dallas Company en el mercado extranjero, mi área va dedicada a administración, exploración comercial, además de inversiones. Iniciando la conferencia, en la pantalla delantera se vio salir el logo empresarial de la familia. || Rol con [galaxy_violet_eagle_913]
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    1
    15 turnos 0 maullidos
  • Mair estaba camianndo por el jardín, con su vista perdida en las nubes. Pronto tropezo con una pequeña caja que estaba en su camino, al abrirla encontró esa nota y aquella preciosa rosa.

    -Que bella... muchas gracias desconocido...

    Agradeció el elemental al aire, esperando que el viento llevara esas palabras a quien debían.
    Mair estaba camianndo por el jardín, con su vista perdida en las nubes. Pronto tropezo con una pequeña caja que estaba en su camino, al abrirla encontró esa nota y aquella preciosa rosa. -Que bella... muchas gracias desconocido... Agradeció el elemental al aire, esperando que el viento llevara esas palabras a quien debían.
    Me gusta
    2
    13 turnos 0 maullidos
  • Conviviendo entre mortales:
    La maestra Mei.
    Earthrrealm — Fangjiang.

    (Autoconclusivo)

    Una mañana, Mei descendió al corazón de la aldea en busca de provisiones. El mercado bullía con vida, entre risas, regateos y el sonido de los morteros machacando hierbas. Tras adquirir lo necesario, se detuvo frente al antiguo templo del pueblo. Allí, entre incienso y cintas de oración, se rendía culto a los dioses... en especial a su padre.

    Observó en silencio las ofrendas de frutas, flores, estandartes y pequeñas estatuillas de Fujin. El respeto y devoción que los aldeanos le profesaban la conmovía profundamente. Él, el dios de los vientos, el guardián de las tormentas suaves y los susurros del cielo… era amado. Y lo merecía. Él era cálido, risueño, protector. Más cercano al corazón humano que su hermano Raiden, cuya severidad inspiraba temor más que afecto.

    Mientras meditaba, un grupo de niños se acercó, curiosos. Uno de ellos, un niño de cabellos revueltos y sonrisa astuta, le preguntó:

    —¿Tú también vienes a pedirle cosas a los dioses?

    Mei despertó de sus pensamientos y les regaló una sonrisa serena.

    —Sí… también yo pido cosas, aunque a veces solo vengo a dar las gracias.

    —¡Yo también le pido cosas al dios Fujin! —dijo el pequeño con entusiasmo—. A veces me escucha… otras no tanto.

    —Mi abuela dice que hay que dejarle dulces si quieres que te escuche siempre —agregó una niña, muy convencida.

    Mei rió suavemente.

    —¿Quieren escuchar una historia sobre los dioses?

    Un coro de voces al unísono exclamó: “¡Sí!”

    Y así, los condujo hasta la sombra de un gran cerezo, no muy lejos del templo. Allí se sentaron, y Mei, con voz dulce y clara, comenzó a relatar las aventuras que había presenciado en los salones celestiales. Habló de dragones y estrellas, de batallas que no dañaban y de danzas de viento sobre las montañas. Omitía su nombre, pero dejaba que su alma se filtrara entre las palabras.

    Los niños, embelesados, regresaban cada día. Al principio por las historias, luego por las preguntas, más tarde por el conocimiento. Mei, al ver su sed de saber, decidió que su hogar debía acoger esa nueva misión.

    Junto al jardín, construyó un salón pequeño, cálido y perfumado con flores. Colgó dibujos de animales, mapas del cielo, frases de sabiduría. Cuando estuvo listo, llevó a los niños allí, y sus ojos se iluminaron. Desde entonces, cada mañana, se sentaban con ella a aprender, a preguntar, a imaginar.

    Y así, sin saberlo del todo, Mei dejó de ser solo la sanadora… para convertirse en maestra.

    Porque enseñar también era sanar.

    Y bajo el mismo cielo, donde antes fue hija de un dios, ahora era guía de pequeñas almas humanas.
    Conviviendo entre mortales: La maestra Mei. Earthrrealm — Fangjiang. (Autoconclusivo) Una mañana, Mei descendió al corazón de la aldea en busca de provisiones. El mercado bullía con vida, entre risas, regateos y el sonido de los morteros machacando hierbas. Tras adquirir lo necesario, se detuvo frente al antiguo templo del pueblo. Allí, entre incienso y cintas de oración, se rendía culto a los dioses... en especial a su padre. Observó en silencio las ofrendas de frutas, flores, estandartes y pequeñas estatuillas de Fujin. El respeto y devoción que los aldeanos le profesaban la conmovía profundamente. Él, el dios de los vientos, el guardián de las tormentas suaves y los susurros del cielo… era amado. Y lo merecía. Él era cálido, risueño, protector. Más cercano al corazón humano que su hermano Raiden, cuya severidad inspiraba temor más que afecto. Mientras meditaba, un grupo de niños se acercó, curiosos. Uno de ellos, un niño de cabellos revueltos y sonrisa astuta, le preguntó: —¿Tú también vienes a pedirle cosas a los dioses? Mei despertó de sus pensamientos y les regaló una sonrisa serena. —Sí… también yo pido cosas, aunque a veces solo vengo a dar las gracias. —¡Yo también le pido cosas al dios Fujin! —dijo el pequeño con entusiasmo—. A veces me escucha… otras no tanto. —Mi abuela dice que hay que dejarle dulces si quieres que te escuche siempre —agregó una niña, muy convencida. Mei rió suavemente. —¿Quieren escuchar una historia sobre los dioses? Un coro de voces al unísono exclamó: “¡Sí!” Y así, los condujo hasta la sombra de un gran cerezo, no muy lejos del templo. Allí se sentaron, y Mei, con voz dulce y clara, comenzó a relatar las aventuras que había presenciado en los salones celestiales. Habló de dragones y estrellas, de batallas que no dañaban y de danzas de viento sobre las montañas. Omitía su nombre, pero dejaba que su alma se filtrara entre las palabras. Los niños, embelesados, regresaban cada día. Al principio por las historias, luego por las preguntas, más tarde por el conocimiento. Mei, al ver su sed de saber, decidió que su hogar debía acoger esa nueva misión. Junto al jardín, construyó un salón pequeño, cálido y perfumado con flores. Colgó dibujos de animales, mapas del cielo, frases de sabiduría. Cuando estuvo listo, llevó a los niños allí, y sus ojos se iluminaron. Desde entonces, cada mañana, se sentaban con ella a aprender, a preguntar, a imaginar. Y así, sin saberlo del todo, Mei dejó de ser solo la sanadora… para convertirse en maestra. Porque enseñar también era sanar. Y bajo el mismo cielo, donde antes fue hija de un dios, ahora era guía de pequeñas almas humanas.
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • ༒☬реконструкция☬༒

    𝐒𝐢 𝐦𝐢 𝐦𝐞𝐦𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐧𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐮𝐯𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐭𝐚𝐧 𝐣𝐨𝐝𝐢𝐝𝐚, 𝐧𝐨 𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐚𝐫í𝐚 𝐭𝐮 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐚... 𝐋𝐨 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐬𝐨.

    La gata pareció entender, de una forma casi imposible. Su hocico cálido se deslizó por su mejilla antes de dejar una breve lamida en la punta de su nariz. Un gesto simple. Calmante. Como si buscara aplacar el caos que llevaba dentro.

    Ser secuestrado. Torturado con una crueldad que su cuerpo aún recordaba. Y encima, perder años enteros de memoria.
    No era solo molesto. Era una forma distinta de tortura.

    Un fracaso. Absoluto.

    Kiev no reaccionó hasta que el felino cruzó la puerta. Solo entonces apartó la mirada, ya enturbiada, y se dejó caer en el sillón de la sala. Sentía cada parte de su cuerpo como una carga. La cabeza fue hacia atrás con un suspiro que no aliviaba nada. Su mano apretó el bastón con fuerza. No por necesidad… por obstinación. Por mantenerse en pie.

    No pensaba depender de él por mucho tiempo. El cuerpo sanaría. Lento, sí, pero constante. Y en cuanto estuviera listo, lo dejaría atrás. Como todo lo demás.

    La habitación se mantuvo en silencio. Pero su mente, no.

    Las palabras de Ryan aún flotaban en el aire. Pegajosas. Incómodas. Como moho sobre las paredes.

    "había alguien"

    Un chasquido seco interrumpió sus pensamientos: el nudillo golpeando sin querer la parte metálica del bastón.

    ¿Algo más? ¿Él? ¿Kiev?

    La idea le resultaba irrisoria. Incluso ofensiva.

    Había vivido entre pólvora, sangre y mentiras demasiado tiempo como para haberse creído capaz de anhelar algo así. Un futuro. Una vida compartida. No era el tipo de hombre que buscaba vínculos. O eso creía.

    ¿Y por qué demonios no lo recordaba?

    La imagen de Ryan regresó con su mezcla de culpa y agotamiento. No parecía estar fingiendo. Y eso lo hacía más difícil de aceptar.

    Porque si era verdad…

    Entonces alguien se había acercado.
    Demasiado.
    Había estado dentro.
    Y lo había dejado.

    El pecho ardía. No de dolor físico. Era algo más crudo, más oscuro. Una furia muda, dirigida a una figura sin rostro. A una presencia que se sentía como una amenaza… y, al mismo tiempo, como una ausencia que dolía más de lo que admitía.

    "Te abandonó apenas pudo."

    Por supuesto.
    Era lógico.
    ¿Quién se quedaría con alguien como él?

    Y sin embargo, algo se resistía. Una sensación difusa. Una idea de paz que alguna vez pudo haber tenido. Un eco. Inalcanzable. Tan leve como un susurro entre ruinas.

    Chasqueó la lengua, molesto consigo mismo. Hurgar en el pasado no traía nada. Especialmente cuando estaba podrido. Mejor dejarlo enterrado.

    Se incorporó. Cada músculo se quejaba, pero no se detuvo. Caminó hacia el ventanal. La luz de la tarde se apagaba poco a poco, como si el día también quisiera olvidar.

    —Estás muerto, Kiev —murmuró con voz baja—. Lo que vino antes no importa.

    Tenía que seguir. Mantenerse firme. Retomar el control de lo que quedaba.

    Rubí se había ido quien sabe donde. Marcos solo le dejó informes de personas que el italiano había mandado. Según Ryan, eran figuras clave en su vida antes del secuestro.

    Ahora solo eran desconocidos en papeles sin alma.

    Pero debía comenzar por ahí.

    Poner orden. Recordar lo que pudiera.
    Después de todo, esto no era un juego.
    Y en la mafia, la ignorancia era una condena.
    ༒☬реконструкция☬༒ 𝐒𝐢 𝐦𝐢 𝐦𝐞𝐦𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐧𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐮𝐯𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐭𝐚𝐧 𝐣𝐨𝐝𝐢𝐝𝐚, 𝐧𝐨 𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐚𝐫í𝐚 𝐭𝐮 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐚... 𝐋𝐨 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐬𝐨. La gata pareció entender, de una forma casi imposible. Su hocico cálido se deslizó por su mejilla antes de dejar una breve lamida en la punta de su nariz. Un gesto simple. Calmante. Como si buscara aplacar el caos que llevaba dentro. Ser secuestrado. Torturado con una crueldad que su cuerpo aún recordaba. Y encima, perder años enteros de memoria. No era solo molesto. Era una forma distinta de tortura. Un fracaso. Absoluto. Kiev no reaccionó hasta que el felino cruzó la puerta. Solo entonces apartó la mirada, ya enturbiada, y se dejó caer en el sillón de la sala. Sentía cada parte de su cuerpo como una carga. La cabeza fue hacia atrás con un suspiro que no aliviaba nada. Su mano apretó el bastón con fuerza. No por necesidad… por obstinación. Por mantenerse en pie. No pensaba depender de él por mucho tiempo. El cuerpo sanaría. Lento, sí, pero constante. Y en cuanto estuviera listo, lo dejaría atrás. Como todo lo demás. La habitación se mantuvo en silencio. Pero su mente, no. Las palabras de Ryan aún flotaban en el aire. Pegajosas. Incómodas. Como moho sobre las paredes. "había alguien" Un chasquido seco interrumpió sus pensamientos: el nudillo golpeando sin querer la parte metálica del bastón. ¿Algo más? ¿Él? ¿Kiev? La idea le resultaba irrisoria. Incluso ofensiva. Había vivido entre pólvora, sangre y mentiras demasiado tiempo como para haberse creído capaz de anhelar algo así. Un futuro. Una vida compartida. No era el tipo de hombre que buscaba vínculos. O eso creía. ¿Y por qué demonios no lo recordaba? La imagen de Ryan regresó con su mezcla de culpa y agotamiento. No parecía estar fingiendo. Y eso lo hacía más difícil de aceptar. Porque si era verdad… Entonces alguien se había acercado. Demasiado. Había estado dentro. Y lo había dejado. El pecho ardía. No de dolor físico. Era algo más crudo, más oscuro. Una furia muda, dirigida a una figura sin rostro. A una presencia que se sentía como una amenaza… y, al mismo tiempo, como una ausencia que dolía más de lo que admitía. "Te abandonó apenas pudo." Por supuesto. Era lógico. ¿Quién se quedaría con alguien como él? Y sin embargo, algo se resistía. Una sensación difusa. Una idea de paz que alguna vez pudo haber tenido. Un eco. Inalcanzable. Tan leve como un susurro entre ruinas. Chasqueó la lengua, molesto consigo mismo. Hurgar en el pasado no traía nada. Especialmente cuando estaba podrido. Mejor dejarlo enterrado. Se incorporó. Cada músculo se quejaba, pero no se detuvo. Caminó hacia el ventanal. La luz de la tarde se apagaba poco a poco, como si el día también quisiera olvidar. —Estás muerto, Kiev —murmuró con voz baja—. Lo que vino antes no importa. Tenía que seguir. Mantenerse firme. Retomar el control de lo que quedaba. Rubí se había ido quien sabe donde. Marcos solo le dejó informes de personas que el italiano había mandado. Según Ryan, eran figuras clave en su vida antes del secuestro. Ahora solo eran desconocidos en papeles sin alma. Pero debía comenzar por ahí. Poner orden. Recordar lo que pudiera. Después de todo, esto no era un juego. Y en la mafia, la ignorancia era una condena.
    Me gusta
    Me encocora
    Me endiabla
    Me shockea
    Me entristece
    23
    3 turnos 0 maullidos
  • No te metas mi flauta por el culo, por favor
    Fandom Yaoi, BL, OC
    Categoría Slice of Life
    En algún lugar del Cielo, un oscuro y frío planeta se aleja del Sol como cada año. En algún rincón perdido de esta austral ciudad, Byron debiera sentirse más sólo y mas perdido que nunca.

    Pero esta vez es diferente.
    Porque el Sol, está en su casa.

    Han pasado 27 días desde que Ivory Dominguito ha llegado a sus dominios, es casi un mes, pero By siente que ha pasado toda la vida.
    Aún si es un agente del caos y la destrucción de sus pertenencias, siente que la vida lo ha preparado con una dureza excepcional, sólo y para sentir cosquillas ante las palabras afiladas de esa pelusita con piernas.

    No es difícil de alimentar, no es difícil de vestir o entretener, no tiene que luchar para que asista al baño, la casa es grande para que haya una distancia cuando By no quiere a nadie cerca, pero lo suficientemente pequeña como para poder escuchar muy bien, su respiración escondida.

    Le ha asignado una taza, la celeste pastel. La ha escogido luego de revisar minuciosamente sus 247 tazas. La colección no iba a aumentar, le gustaba ese número y jamás se molestó en preguntarse porqué. Pero el mueble estaba diseñado para contener 247 piezas y se daría cuenta de inmediato cuando una faltara.

    Las lluvias han sido copiosas, nublan el paisaje exterior y otorgan un sonido perenne que apacigua sus ánimos. Son los mejores días para trabajar...si estuviera trabajando, claro.
    Está viviendo una Luna de miel simbólica con su roomie y el ritual que más le interesa cumplir puntual es el que tiene siempre todos los Viernes, Viernes de película.

    Tiene una gran pantalla y comodidad, para no tener que ir nunca al cine a compartir nada con toras personas. Nada lo pone mas odioso que escuchar como cogen a su alrededor mientras intenta concentrarse y peor: cogen mal.
    Se cumplen 27 días y Remi está decidido a venir, porque lo conoce, sabe bien que cada tanto su mina de oro favorita intenta petatearse de la manera mas creativa y excéntrica posible. Ah... ¿cómo lo encontrará ese viernes? ¿Colgado de los tobillos para morir por derrame? ¿Ahogándose con un guisante? La sorpresa es el condimento más excitante. Se va preparado con todo, porque además de ser su mánager, su relacionista, su editor y su arregla-cagadas, es su amigo. Al menos, Remi lo considera su amigo, y como todo cánido, sin importa lo áspero que sea su compa, él le es fiel, es leal.
    En algún lugar del Cielo, un oscuro y frío planeta se aleja del Sol como cada año. En algún rincón perdido de esta austral ciudad, Byron debiera sentirse más sólo y mas perdido que nunca. Pero esta vez es diferente. Porque el Sol, está en su casa. Han pasado 27 días desde que Ivory Dominguito ha llegado a sus dominios, es casi un mes, pero By siente que ha pasado toda la vida. Aún si es un agente del caos y la destrucción de sus pertenencias, siente que la vida lo ha preparado con una dureza excepcional, sólo y para sentir cosquillas ante las palabras afiladas de esa pelusita con piernas. No es difícil de alimentar, no es difícil de vestir o entretener, no tiene que luchar para que asista al baño, la casa es grande para que haya una distancia cuando By no quiere a nadie cerca, pero lo suficientemente pequeña como para poder escuchar muy bien, su respiración escondida. Le ha asignado una taza, la celeste pastel. La ha escogido luego de revisar minuciosamente sus 247 tazas. La colección no iba a aumentar, le gustaba ese número y jamás se molestó en preguntarse porqué. Pero el mueble estaba diseñado para contener 247 piezas y se daría cuenta de inmediato cuando una faltara. Las lluvias han sido copiosas, nublan el paisaje exterior y otorgan un sonido perenne que apacigua sus ánimos. Son los mejores días para trabajar...si estuviera trabajando, claro. Está viviendo una Luna de miel simbólica con su roomie y el ritual que más le interesa cumplir puntual es el que tiene siempre todos los Viernes, Viernes de película. Tiene una gran pantalla y comodidad, para no tener que ir nunca al cine a compartir nada con toras personas. Nada lo pone mas odioso que escuchar como cogen a su alrededor mientras intenta concentrarse y peor: cogen mal. Se cumplen 27 días y Remi está decidido a venir, porque lo conoce, sabe bien que cada tanto su mina de oro favorita intenta petatearse de la manera mas creativa y excéntrica posible. Ah... ¿cómo lo encontrará ese viernes? ¿Colgado de los tobillos para morir por derrame? ¿Ahogándose con un guisante? La sorpresa es el condimento más excitante. Se va preparado con todo, porque además de ser su mánager, su relacionista, su editor y su arregla-cagadas, es su amigo. Al menos, Remi lo considera su amigo, y como todo cánido, sin importa lo áspero que sea su compa, él le es fiel, es leal.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    30
    Estado
    Disponible
    Me encocora
    1
    9 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    #DiezCosasSobre 𝔸𝕥𝕣𝕠𝕡𝕠𝕤.


    ◆ 1. Ama la poesía, leerla y escribirla.
    No por sentimentalismo, sino porque las palabras tienen filo. Cada verso que crea es como una hoja oculta entre pétalos. Hermoso, pero letal. Como ella.

    ◆ 2. Sólo un par de personas no le resultan insoportables.
    No es amor. No es ternura. Es algo más tenue, más antiguo: una forma torcida de aprecio que no se atreve a nombrar. No lo demuestra, pero lo siente... y eso, para alguien como ella, ya es demasiado.

    ◆ 3. Detesta la doble moral.
    No hay nada más repulsivo que quien predica luz y actúa en sombras. Para Atropos, la falsedad merece el hilo más fino y rápido.

    ◆ 4. Rechaza a quienes buscan encajar.
    Los que moldean su alma para pertenecer, olvidan que el destino no premia máscaras. Y ella corta sin mirar disfraces.

    ◆ 5. No corta por gusto. Corta por orden.
    Su poder no nace del placer, sino de la necesidad. La compasión nunca fue parte del contrato.

    ◆ 6. Escucha el tiempo como otros oyen música.
    Cada tic, cada segundo, es una nota en la sinfonía del final. Y ella baila al compás de su propia condena.

    ◆ 7. Prefiere la noche.
    No porque sea más amable, sino porque el mundo baja la voz. Y es más fácil oír el momento exacto en que un alma se rinde.

    ◆ 8. No busca compañía, pero rara vez está sola.
    Hay cosas que se arrastran tras ella: recuerdos, arrepentimientos, fragmentos de voces que suplicaron demasiado tarde.

    ◆ 9. No miente. Jamás.
    La verdad es su única arma, y también su condena. A veces, la dice con una mirada. A veces, con la ausencia.

    ◆ 10. No es la muerte, pero camina con ella.
    Ella no llega cuando mueres, sino cuando es tiempo. La muerte obedece. Atropos decide.
    #DiezCosasSobre 𝔸𝕥𝕣𝕠𝕡𝕠𝕤. ◆ 1. Ama la poesía, leerla y escribirla. No por sentimentalismo, sino porque las palabras tienen filo. Cada verso que crea es como una hoja oculta entre pétalos. Hermoso, pero letal. Como ella. ◆ 2. Sólo un par de personas no le resultan insoportables. No es amor. No es ternura. Es algo más tenue, más antiguo: una forma torcida de aprecio que no se atreve a nombrar. No lo demuestra, pero lo siente... y eso, para alguien como ella, ya es demasiado. ◆ 3. Detesta la doble moral. No hay nada más repulsivo que quien predica luz y actúa en sombras. Para Atropos, la falsedad merece el hilo más fino y rápido. ◆ 4. Rechaza a quienes buscan encajar. Los que moldean su alma para pertenecer, olvidan que el destino no premia máscaras. Y ella corta sin mirar disfraces. ◆ 5. No corta por gusto. Corta por orden. Su poder no nace del placer, sino de la necesidad. La compasión nunca fue parte del contrato. ◆ 6. Escucha el tiempo como otros oyen música. Cada tic, cada segundo, es una nota en la sinfonía del final. Y ella baila al compás de su propia condena. ◆ 7. Prefiere la noche. No porque sea más amable, sino porque el mundo baja la voz. Y es más fácil oír el momento exacto en que un alma se rinde. ◆ 8. No busca compañía, pero rara vez está sola. Hay cosas que se arrastran tras ella: recuerdos, arrepentimientos, fragmentos de voces que suplicaron demasiado tarde. ◆ 9. No miente. Jamás. La verdad es su única arma, y también su condena. A veces, la dice con una mirada. A veces, con la ausencia. ◆ 10. No es la muerte, pero camina con ella. Ella no llega cuando mueres, sino cuando es tiempo. La muerte obedece. Atropos decide.
    Me gusta
    6
    8 comentarios 0 compartidos
  • Ina está sentada en medio del templo, escribiendo con tinta que brilla como la Vía Láctea.

    —¡Mmmm~ 'Galletas de Ina edición especial' —murmura mientras escribe sus propias palabras en un grimorio— con sabor a: '¿Qué diablos acabo de comer?' pero adictivo~... y con toques de nostalgia tóxica.

    Lanky, su tentáculo, escupe una nube de glitter cosmico sobre la página. Ina lo ignora y sigue concentrada en la receta.

    —... Paso 1: Añadir una taza de eco de risas... —pausa dramática— ...si, de esas que se repiten en tu cabeza... —murmura antes de continuar escribiendo— Paso 2: Mezclar con polvo de estrellas ebrias... —pausa reflexiva— Hmmmh, ¿Que venía luego...? ¡Ah, claro! Paso 3: Agregar 2 cucharadas de ternura perturbadora~ Yyy, decorar con... —mira a Glitter, otro de sus tentáculos— ¿Tú qué opinas?

    Glitter, con aire de experto en gastronomía abismal le arroja un frasco de pétalos de rosas congelados en el tiempo. Ina asiente y escribe frenéticamente.

    —¡Eso! ¡Pétalos de rosas congeladas en el tiempo! Para un toque de drama~... —cierra el grimorio y se prepara para ir a cocinar— ¿A ver, a ver, quien se ofrece a probarlas? —Tiny se esconde— ...¡Cobardes!
    Ina está sentada en medio del templo, escribiendo con tinta que brilla como la Vía Láctea. —¡Mmmm~ 'Galletas de Ina edición especial' —murmura mientras escribe sus propias palabras en un grimorio— con sabor a: '¿Qué diablos acabo de comer?' pero adictivo~... y con toques de nostalgia tóxica. Lanky, su tentáculo, escupe una nube de glitter cosmico sobre la página. Ina lo ignora y sigue concentrada en la receta. —... Paso 1: Añadir una taza de eco de risas... —pausa dramática— ...si, de esas que se repiten en tu cabeza... —murmura antes de continuar escribiendo— Paso 2: Mezclar con polvo de estrellas ebrias... —pausa reflexiva— Hmmmh, ¿Que venía luego...? ¡Ah, claro! Paso 3: Agregar 2 cucharadas de ternura perturbadora~ Yyy, decorar con... —mira a Glitter, otro de sus tentáculos— ¿Tú qué opinas? Glitter, con aire de experto en gastronomía abismal le arroja un frasco de pétalos de rosas congelados en el tiempo. Ina asiente y escribe frenéticamente. —¡Eso! ¡Pétalos de rosas congeladas en el tiempo! Para un toque de drama~... —cierra el grimorio y se prepara para ir a cocinar— ¿A ver, a ver, quien se ofrece a probarlas? —Tiny se esconde— ...¡Cobardes!
    Me gusta
    Me encocora
    12
    0 turnos 0 maullidos
  • #DiezCosasSobre Mi.

    — ¿Matar? Bah. Una solución vulgar, apresurada… impropia de alguien con mi sensibilidad estética. Sí, lo admito, hay momentos en que la muerte se presenta como un bocado dulce, un capricho para una noche particularmente aburrida. Pero lo verdaderamente redituable, lo sublime, lo exquisito, es prolongar la agonía. Preservarla para exprimir cada gota de miseria que aún no ha fermentado.

    — La empatía es una ficción patética, un artilugio emocional de ovejas para ovejas, para cuidar del rebaño. No la poseo, ni la necesito. Lo que tengo, en cambio, es una intuición casi divina para diseccionar el alma. Puedo leer una emoción antes de que siquiera se forme. Sé dónde tocar, qué decir, cuándo mirar… y sobre todo, cuándo callar. La manipulación, después de todo, es un arte de precisión.

    — Soy viejo, más de lo que tu sabes y yo recuerdo. Y, como el viejo que soy, me aburro con facilidad. La repetición es el cáncer de la creatividad. Detesto las fórmulas, rehuyo las rutinas. La misma receta, dos veces, me resulta insoportable. Y no hablo sólo de alimentos… hablo de emociones, traumas, desgracias. Y personas sin personalidad. Necesito variedad. Sufrimiento con textura.

    — ¿Mi origen? Qué pregunta tan insulsa. Nadie lo conoce, ni siquiera yo. Tal vez nací de un grito, de un pensamiento prohibido, de las sombras que se retuercen sobre una montaña de porquería. Poco importa. Lo único relevante es que estoy aquí, y ustedes… ustedes me perciben, aunque preferirían no hacerlo.

    — Todo cambia. Y yo también. Adopto la forma que me apetezca. Desde el más atractivo hasta el más repulsivo. De inmenso a diminuto en un parpadeo. Soy así el antagonista de todas tus pesadillas.

    — Poseo un sentido de pertenencia muy particular. Territorial, dirían algunos. Si una criatura despierta mi interés, considero una ofensa personal que otra entidad ose interferir. La presa que me cautiva, es mía. No la comparto. No la suelto.

    — La fe… la esperanza… qué nociones tan irritantes. Luz artificial en un teatro de sombras. Me repugnan. Pero reconozco que destruirlas lentamente tiene un encanto dramático innegable.

    — ¿Estoy vivo? ¿Muerto? Ambas y ninguna. Di un paso más allá. Mi naturaleza trasciende los límites. Me deslizo entre planos, existo entre percepciones. No pertenezco a ningún lugar y por ello puedo estar en todos. Soy un eco sin fuente. Sangre sin herida.

    — Algunos han intentado exterminarme con símbolos vetustos, palabras olvidadas, círculos y rezos. Los aplaudo: hay diversión en su esfuerzo inútil. Pueden debilitarme, sí… por instantes. Pero aniquilarme, eso está fuera de sus posibilidades.

    — Mi percepción física es… ¿Cómo explicarlo? Mínima. No siento dolor, ni placer, ni el roce del mundo tangible. Pero no por ello carezco de habilidad. Puedo acariciar como una pluma, o cortar con la meticulosidad de un relojero suizo. No necesito sentir para perfeccionar. La práctica, como bien saben, hace al maestro… y yo he tenido siglos para ensayar.
    #DiezCosasSobre Mi. — ¿Matar? Bah. Una solución vulgar, apresurada… impropia de alguien con mi sensibilidad estética. Sí, lo admito, hay momentos en que la muerte se presenta como un bocado dulce, un capricho para una noche particularmente aburrida. Pero lo verdaderamente redituable, lo sublime, lo exquisito, es prolongar la agonía. Preservarla para exprimir cada gota de miseria que aún no ha fermentado. — La empatía es una ficción patética, un artilugio emocional de ovejas para ovejas, para cuidar del rebaño. No la poseo, ni la necesito. Lo que tengo, en cambio, es una intuición casi divina para diseccionar el alma. Puedo leer una emoción antes de que siquiera se forme. Sé dónde tocar, qué decir, cuándo mirar… y sobre todo, cuándo callar. La manipulación, después de todo, es un arte de precisión. — Soy viejo, más de lo que tu sabes y yo recuerdo. Y, como el viejo que soy, me aburro con facilidad. La repetición es el cáncer de la creatividad. Detesto las fórmulas, rehuyo las rutinas. La misma receta, dos veces, me resulta insoportable. Y no hablo sólo de alimentos… hablo de emociones, traumas, desgracias. Y personas sin personalidad. Necesito variedad. Sufrimiento con textura. — ¿Mi origen? Qué pregunta tan insulsa. Nadie lo conoce, ni siquiera yo. Tal vez nací de un grito, de un pensamiento prohibido, de las sombras que se retuercen sobre una montaña de porquería. Poco importa. Lo único relevante es que estoy aquí, y ustedes… ustedes me perciben, aunque preferirían no hacerlo. — Todo cambia. Y yo también. Adopto la forma que me apetezca. Desde el más atractivo hasta el más repulsivo. De inmenso a diminuto en un parpadeo. Soy así el antagonista de todas tus pesadillas. — Poseo un sentido de pertenencia muy particular. Territorial, dirían algunos. Si una criatura despierta mi interés, considero una ofensa personal que otra entidad ose interferir. La presa que me cautiva, es mía. No la comparto. No la suelto. — La fe… la esperanza… qué nociones tan irritantes. Luz artificial en un teatro de sombras. Me repugnan. Pero reconozco que destruirlas lentamente tiene un encanto dramático innegable. — ¿Estoy vivo? ¿Muerto? Ambas y ninguna. Di un paso más allá. Mi naturaleza trasciende los límites. Me deslizo entre planos, existo entre percepciones. No pertenezco a ningún lugar y por ello puedo estar en todos. Soy un eco sin fuente. Sangre sin herida. — Algunos han intentado exterminarme con símbolos vetustos, palabras olvidadas, círculos y rezos. Los aplaudo: hay diversión en su esfuerzo inútil. Pueden debilitarme, sí… por instantes. Pero aniquilarme, eso está fuera de sus posibilidades. — Mi percepción física es… ¿Cómo explicarlo? Mínima. No siento dolor, ni placer, ni el roce del mundo tangible. Pero no por ello carezco de habilidad. Puedo acariciar como una pluma, o cortar con la meticulosidad de un relojero suizo. No necesito sentir para perfeccionar. La práctica, como bien saben, hace al maestro… y yo he tenido siglos para ensayar.
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    Me endiabla
    10
    18 turnos 0 maullidos
  • Míralos.
    Juntando palabras como si fueran joyas, creyendo que la belleza del envoltorio les dará el peso que su cerebro jamás tuvo.
    Repetidores de frases robadas, creyendo que citar a otro los convierte en sabios.
    No piensan, no sienten, no entienden.
    Pero sonríen. Y con eso basta.
    Porque el mundo no quiere verdad, quiere decorado.

    Prefieren una mentira bien maquillada que una verdad que les arranque la venda de los ojos.
    Hablan por hablar. Se escuchan sólo para amarse un poco más a sí mismos en el eco de su propia estupidez.
    No hay nada detrás de sus ojos, nada más que el deseo de ser validados por otros igual de huecos.
    Y se aplauden entre ellos como focas amaestradas.

    Qué patético.

    Qué humano.

    Asco.
    Míralos. Juntando palabras como si fueran joyas, creyendo que la belleza del envoltorio les dará el peso que su cerebro jamás tuvo. Repetidores de frases robadas, creyendo que citar a otro los convierte en sabios. No piensan, no sienten, no entienden. Pero sonríen. Y con eso basta. Porque el mundo no quiere verdad, quiere decorado. Prefieren una mentira bien maquillada que una verdad que les arranque la venda de los ojos. Hablan por hablar. Se escuchan sólo para amarse un poco más a sí mismos en el eco de su propia estupidez. No hay nada detrás de sus ojos, nada más que el deseo de ser validados por otros igual de huecos. Y se aplauden entre ellos como focas amaestradas. Qué patético. Qué humano. Asco.
    Me gusta
    Me encocora
    8
    17 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados