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    Vaya semana eh?.. oh! Qué día es? (?

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  • "Feliz Navidad, rubia"

    — Lo malo de Dean Winchester es que es de pocas palabras, pero el regalo tiene la mejor de las intenciones, realmente. Sabe lo frías que son las noches de cacería. Y en su instinto de proteger a la rubia... Ha encontrado el que cree que es el regalo perfecto—

    Claire Novak

    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #Navidad3D
    "Feliz Navidad, rubia" — Lo malo de Dean Winchester es que es de pocas palabras, pero el regalo tiene la mejor de las intenciones, realmente. Sabe lo frías que son las noches de cacería. Y en su instinto de proteger a la rubia... Ha encontrado el que cree que es el regalo perfecto— [WxywardGrl] #Personajes3D #3D #Comunidad3D #Navidad3D
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  • De la cena de Navidad, ya sólo quedaban platos por lavar, envoltorios por barrer. El silencio de la madrugada hacía más intensa la música de las luces navideñas.

    —¿Y vas a ver... hmph... delfines? —la rubia se esforzaba por luchar contra la somnolencia para seguir hablando.

    —¿Delfines? ¿De dónde salió eso? —Hilde sacudió la cabecita rubia, involuntariamente, por la risilla que le había causado esa pregunta.

    —No sé... Los delfines son bonitos, creo ¿Te gustan los delfines, Hilde? —

    —Okay... te estás muriendo de sueño. Ya, ve a la cama, Lillet—.

    —No quiero. Te vas pronto. ¿Qué tal si esta es la última vez que hablo contigo, y nunca más puedo preguntar qué piensas de los delfines? ¿Que tal si... es la última Navidad que pasamos juntas? —

    —¿De nuevo con eso? Por favor, no hagas esto más difícil de lo que debe ser—.

    —Perdón... Es sólo que... ah, no importa, olvídalo —la rubia suspiró. Se aferró a su hermana, aspiró su aroma con mucha fuerza.

    Hilde la miró. Normalmente, hubiera tenido para ella palabras para tranquilizarla, hacerle entender que era un viaje de rutina.

    Pero esta noche, a menos de dos días de su vuelo... dudó. Por primera vez en toda su vida, Hilde sintió incertidumbre. Por primera vez, el futuro logró asustarla.

    —¿...Hilde? —la vocecita de Lillet se hizo presente cuando su hermana tardó más de la cuenta en responder.

    —Lillet... ¿por qué quieres ser una bruja? —

    Lillet abrió los ojos. La pregunta pareció desconcertarla. —¿Por qué quiero ser bruja? —

    —Sí, ¿por qué? ¿No sería más fácil una vida normal? Tener un trabajo como cualquier otro, conocer a alguien, casarte, tener hijos... olvidarte de esto. De todo esto—.

    —Porque quiero ayudar a la gente. Y porque quiero estar contigo —aunque la pregunta pareció confundirla, Lillet respondió con total naturalidad.

    —¿Lo haces por mí?—

    —Siempre lo he hecho por ti—.

    —¿Qué? —algo dentro de Hilde, una de esas piezas de ese rompecabezas que era ella, pareció moverse de su sitio.

    —Si yo hubiera podido hacer magia, antes... Habría podido ir contigo. Con... el Rey, ¿recuerdas? —

    —...—

    —Habría podido acompañarte. No tendrías que haber ido sola. ¿Te sentías sola, Hilde? Siempre me pregunté qué hacías ahí, tan lejos, por tanto tiempo, o si sabías lo mucho que Mamá, Papá y yo te extrañábamos—.

    Opacos. Los ojos de Hilde habían perdido el brillo, y no lograban siquiera reflejar el color de las luces navideñas.

    —Si yo fuera una mejor bruja, podría ayudarte. No tendrías tanto qué hacer, pasaríamos más tiempo juntas —Lillet bostezó cuando terminó de explicar.

    Silencio.

    El temporizador apagó las luces. Lo único que ahí se escuchaba era el suave siseo de la respiración de Lillet. Se había quedado dormida en los brazos de su hermana.

    Hilde no pudo dormir. Ni esa noche, ni la siguiente, ni la que le siguió a esa.

    De la cena de Navidad, ya sólo quedaban platos por lavar, envoltorios por barrer. El silencio de la madrugada hacía más intensa la música de las luces navideñas. —¿Y vas a ver... hmph... delfines? —la rubia se esforzaba por luchar contra la somnolencia para seguir hablando. —¿Delfines? ¿De dónde salió eso? —Hilde sacudió la cabecita rubia, involuntariamente, por la risilla que le había causado esa pregunta. —No sé... Los delfines son bonitos, creo ¿Te gustan los delfines, Hilde? — —Okay... te estás muriendo de sueño. Ya, ve a la cama, Lillet—. —No quiero. Te vas pronto. ¿Qué tal si esta es la última vez que hablo contigo, y nunca más puedo preguntar qué piensas de los delfines? ¿Que tal si... es la última Navidad que pasamos juntas? — —¿De nuevo con eso? Por favor, no hagas esto más difícil de lo que debe ser—. —Perdón... Es sólo que... ah, no importa, olvídalo —la rubia suspiró. Se aferró a su hermana, aspiró su aroma con mucha fuerza. Hilde la miró. Normalmente, hubiera tenido para ella palabras para tranquilizarla, hacerle entender que era un viaje de rutina. Pero esta noche, a menos de dos días de su vuelo... dudó. Por primera vez en toda su vida, Hilde sintió incertidumbre. Por primera vez, el futuro logró asustarla. —¿...Hilde? —la vocecita de Lillet se hizo presente cuando su hermana tardó más de la cuenta en responder. —Lillet... ¿por qué quieres ser una bruja? — Lillet abrió los ojos. La pregunta pareció desconcertarla. —¿Por qué quiero ser bruja? — —Sí, ¿por qué? ¿No sería más fácil una vida normal? Tener un trabajo como cualquier otro, conocer a alguien, casarte, tener hijos... olvidarte de esto. De todo esto—. —Porque quiero ayudar a la gente. Y porque quiero estar contigo —aunque la pregunta pareció confundirla, Lillet respondió con total naturalidad. —¿Lo haces por mí?— —Siempre lo he hecho por ti—. —¿Qué? —algo dentro de Hilde, una de esas piezas de ese rompecabezas que era ella, pareció moverse de su sitio. —Si yo hubiera podido hacer magia, antes... Habría podido ir contigo. Con... el Rey, ¿recuerdas? — —...— —Habría podido acompañarte. No tendrías que haber ido sola. ¿Te sentías sola, Hilde? Siempre me pregunté qué hacías ahí, tan lejos, por tanto tiempo, o si sabías lo mucho que Mamá, Papá y yo te extrañábamos—. Opacos. Los ojos de Hilde habían perdido el brillo, y no lograban siquiera reflejar el color de las luces navideñas. —Si yo fuera una mejor bruja, podría ayudarte. No tendrías tanto qué hacer, pasaríamos más tiempo juntas —Lillet bostezó cuando terminó de explicar. Silencio. El temporizador apagó las luces. Lo único que ahí se escuchaba era el suave siseo de la respiración de Lillet. Se había quedado dormida en los brazos de su hermana. Hilde no pudo dormir. Ni esa noche, ni la siguiente, ni la que le siguió a esa.
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  • La decisión de Inari
    Fandom Oc
    Categoría Fantasía
    * Rol con 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆 *

    Llegó el día de la noche más larga del año: el Tōji, conocido comúnmente como el solsticio de invierno.

    Aquella mañana, Kazuo se levantó temprano para bajar a la ciudad a los pies del monte Inari. Su primera tarea fue recoger la bolsa de yuzu olvidada en el puesto de comida del señor Yamamoto, quien había guardado la fruta con amabilidad. Más tarde, se dirigió a la tienda de telas y kimonos de la señora Fujimoto. Allí, la dueña del lujoso local tenía listas las prendas de la pareja: ambas piezas en un elegante color turquesa, cuidadosamente diseñadas siguiendo las indicaciones de Elizabeth.

    Los kimonos eran un auténtico espectáculo visual. Los bordados y los exquisitos detalles los convertían en verdaderas obras de arte.

    Kazuo agradeció enormemente a la señora Fujimoto por su trabajo impecable, como siempre. Con sus encargos hechos, se dispuso a regresar al templo, no sin antes detenerse en una pastelería para comprar unos dulces típicos que serían el desayuno de ambos.

    Al llegar al templo, el sol apenas comenzaba a asomarse débilmente entre las nubes. Probablemente Elizabeth todavía estaría durmiendo, así que Kazuo tenía tiempo suficiente para alistar todo lo necesario para el ritual de purificación y preparar el desayuno.

    Llevó el té, los dulces y el yuzu a las termas. Con paciencia, llenó una alberca de madera utilizando un balde, hasta que estuvo completa. Luego troceó los frutos de yuzu y los dejó caer al agua. Decidió añadir también algunas ramas de romero, una planta poco común en la región pero conocida en muchas culturas por sus propiedades purificadoras. El agua pronto adquirió un aroma cítrico y herbal embriagador.

    Con el baño y el desayuno listos, Kazuo regresó al templo. Al entrar en su dormitorio, encontró a Elizabeth todavía dormida en el lecho que compartían. Se recostó a su lado y, con suaves caricias, la despertó.

    —Mi vida… Hoy es el día. Tengo algo preparado en las termas —dijo con dulzura.

    Elizabeth, adormilada, se estiró en la cama, su cabello carmesí desordenado. Sus palabras terminaron de despertarla.

    —¿Qué? ¿Es hoy? ¿Cómo llegó tan rápido? ¡No estoy preparada para esto! —exclamó con nerviosismo.

    Kazuo le dedicó una sonrisa cálida y acarició su rostro entre sus manos.

    —Estamos preparados, mi amor. Confío plenamente en nosotros y en lo que sentimos —le susurró con extrema ternura.

    Finalmente, logró que Elizabeth se levantara, y juntos se dirigieron a las termas.

    Al llegar, todo estaba dispuesto. La alberca llena de agua cálida con yuzu y romero desprendía un vapor fragante. En el agua flotaba una bandeja con dos tacitas de té y los dulces que Kazuo había comprado.

    Ambos iniciaron el rito: sumergirse en esas aguas para purificar el espíritu y atraer buena suerte y longevidad, algo que ambos deseaban con fervor. Disfrutaron del desayuno mientras se vertían mutuamente la infusión con cuencos hechos con sus manos. Era un acto íntimo y sagrado, reservado únicamente para ellos.

    Terminado el ritual de Yuzuyu, se vistieron con los kimonos diseñados por la señora Fujimoto. Con amor y cuidado, se ayudaron mutuamente a ponerse cada prenda.

    Kazuo quedó sin aliento al ver a Elizabeth lista. Era como una diosa; su belleza rivalizaba con la de las rosas más perfectas.

    Esperaron pacientemente hasta el ocaso, cuando la línea que separa el mundo humano del de los espíritus es más débil. Tomados de la mano, caminaron por el sendero que cruzaba un viejo torii rojo.

    Kazuo se detuvo frente al torii, extendió su mano hacia la estructura y la envolvió en llamas azules, tan brillantes como sus ojos. Tomó la mano de Elizabeth y la acercó a la suya, rodeándola también con aquel fuego que, aunque parecía intenso, no quemaba; apenas emitía un leve frío.

    Un orbe salió disparado de sus manos hacia el torii, dejando una estela azul antes de desaparecer al cruzar la puerta. Las llamas se extinguieron lentamente.

    Ambos sintieron una mezcla de nerviosismo y emoción. Elizabeth apretó suavemente la mano de Kazuo, dándole la seguridad que necesitaba. Sin dudar, atravesaron juntos el torii, sintiendo una caricia invisible recorrer sus cuerpos, como si emergieran del agua.

    Música, luces y risas los recibieron al otro lado. El mundo de los espíritus no era sombrío ni lúgubre. Era un lugar lleno de vida y alegría, donde demonios, espíritus y criaturas sobrenaturales se movían entre un ambiente festivo.

    La ciudad era enorme, envuelta en una noche perpetua pero iluminada con lámparas de papel y aceite en todos los colores imaginables. El cielo estaba decorado por enormes peces koi espirituales que flotaban majestuosamente.

    Elizabeth observaba todo con fascinación, deteniéndose en cada detalle. Aunque para Kazuo aquel lugar no era nuevo, ver la emoción en los ojos de su amada le hacía redescubrirlo como si fuera la primera vez.

    Al fondo, una imponente estructura con una escalera dorada conducía a un majestuoso templo. Allí, las deidades celebraban el solsticio de invierno. En ese lugar se determinaría el destino de ambos.
    * Rol con [Liz_bloodFlame] * Llegó el día de la noche más larga del año: el Tōji, conocido comúnmente como el solsticio de invierno. Aquella mañana, Kazuo se levantó temprano para bajar a la ciudad a los pies del monte Inari. Su primera tarea fue recoger la bolsa de yuzu olvidada en el puesto de comida del señor Yamamoto, quien había guardado la fruta con amabilidad. Más tarde, se dirigió a la tienda de telas y kimonos de la señora Fujimoto. Allí, la dueña del lujoso local tenía listas las prendas de la pareja: ambas piezas en un elegante color turquesa, cuidadosamente diseñadas siguiendo las indicaciones de Elizabeth. Los kimonos eran un auténtico espectáculo visual. Los bordados y los exquisitos detalles los convertían en verdaderas obras de arte. Kazuo agradeció enormemente a la señora Fujimoto por su trabajo impecable, como siempre. Con sus encargos hechos, se dispuso a regresar al templo, no sin antes detenerse en una pastelería para comprar unos dulces típicos que serían el desayuno de ambos. Al llegar al templo, el sol apenas comenzaba a asomarse débilmente entre las nubes. Probablemente Elizabeth todavía estaría durmiendo, así que Kazuo tenía tiempo suficiente para alistar todo lo necesario para el ritual de purificación y preparar el desayuno. Llevó el té, los dulces y el yuzu a las termas. Con paciencia, llenó una alberca de madera utilizando un balde, hasta que estuvo completa. Luego troceó los frutos de yuzu y los dejó caer al agua. Decidió añadir también algunas ramas de romero, una planta poco común en la región pero conocida en muchas culturas por sus propiedades purificadoras. El agua pronto adquirió un aroma cítrico y herbal embriagador. Con el baño y el desayuno listos, Kazuo regresó al templo. Al entrar en su dormitorio, encontró a Elizabeth todavía dormida en el lecho que compartían. Se recostó a su lado y, con suaves caricias, la despertó. —Mi vida… Hoy es el día. Tengo algo preparado en las termas —dijo con dulzura. Elizabeth, adormilada, se estiró en la cama, su cabello carmesí desordenado. Sus palabras terminaron de despertarla. —¿Qué? ¿Es hoy? ¿Cómo llegó tan rápido? ¡No estoy preparada para esto! —exclamó con nerviosismo. Kazuo le dedicó una sonrisa cálida y acarició su rostro entre sus manos. —Estamos preparados, mi amor. Confío plenamente en nosotros y en lo que sentimos —le susurró con extrema ternura. Finalmente, logró que Elizabeth se levantara, y juntos se dirigieron a las termas. Al llegar, todo estaba dispuesto. La alberca llena de agua cálida con yuzu y romero desprendía un vapor fragante. En el agua flotaba una bandeja con dos tacitas de té y los dulces que Kazuo había comprado. Ambos iniciaron el rito: sumergirse en esas aguas para purificar el espíritu y atraer buena suerte y longevidad, algo que ambos deseaban con fervor. Disfrutaron del desayuno mientras se vertían mutuamente la infusión con cuencos hechos con sus manos. Era un acto íntimo y sagrado, reservado únicamente para ellos. Terminado el ritual de Yuzuyu, se vistieron con los kimonos diseñados por la señora Fujimoto. Con amor y cuidado, se ayudaron mutuamente a ponerse cada prenda. Kazuo quedó sin aliento al ver a Elizabeth lista. Era como una diosa; su belleza rivalizaba con la de las rosas más perfectas. Esperaron pacientemente hasta el ocaso, cuando la línea que separa el mundo humano del de los espíritus es más débil. Tomados de la mano, caminaron por el sendero que cruzaba un viejo torii rojo. Kazuo se detuvo frente al torii, extendió su mano hacia la estructura y la envolvió en llamas azules, tan brillantes como sus ojos. Tomó la mano de Elizabeth y la acercó a la suya, rodeándola también con aquel fuego que, aunque parecía intenso, no quemaba; apenas emitía un leve frío. Un orbe salió disparado de sus manos hacia el torii, dejando una estela azul antes de desaparecer al cruzar la puerta. Las llamas se extinguieron lentamente. Ambos sintieron una mezcla de nerviosismo y emoción. Elizabeth apretó suavemente la mano de Kazuo, dándole la seguridad que necesitaba. Sin dudar, atravesaron juntos el torii, sintiendo una caricia invisible recorrer sus cuerpos, como si emergieran del agua. Música, luces y risas los recibieron al otro lado. El mundo de los espíritus no era sombrío ni lúgubre. Era un lugar lleno de vida y alegría, donde demonios, espíritus y criaturas sobrenaturales se movían entre un ambiente festivo. La ciudad era enorme, envuelta en una noche perpetua pero iluminada con lámparas de papel y aceite en todos los colores imaginables. El cielo estaba decorado por enormes peces koi espirituales que flotaban majestuosamente. Elizabeth observaba todo con fascinación, deteniéndose en cada detalle. Aunque para Kazuo aquel lugar no era nuevo, ver la emoción en los ojos de su amada le hacía redescubrirlo como si fuera la primera vez. Al fondo, una imponente estructura con una escalera dorada conducía a un majestuoso templo. Allí, las deidades celebraban el solsticio de invierno. En ese lugar se determinaría el destino de ambos.
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  • El señor oscuro se encontraba de espaldas y no procuro darse la vuelta.
    Sauron inclino la cabeza, quizás en una muestra de reconocimiento mas que de servilismo. Las palabras de Morgoth, llenaron el lugar.
    —Los que se arrastran ante mi suelen titubear al cruzar estos umbrales, pero tu…no dudas.
    El señor oscuro se encontraba de espaldas y no procuro darse la vuelta. Sauron inclino la cabeza, quizás en una muestra de reconocimiento mas que de servilismo. Las palabras de Morgoth, llenaron el lugar. —Los que se arrastran ante mi suelen titubear al cruzar estos umbrales, pero tu…no dudas.
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  • — Entre el bullicio de la gente, no soy más que una extraña que camina con pasos disonantes, que se distorsiona con las eras venideras, en pocas palabras, una reliquia de eras antiguas.—
    — Entre el bullicio de la gente, no soy más que una extraña que camina con pasos disonantes, que se distorsiona con las eras venideras, en pocas palabras, una reliquia de eras antiguas.—
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  • Papá siempre me dijo: "No te beses con mujeres ya que eres una", "Deja en paz a Eva y molesta a Adan" y por ultimo "Ignora las palabras de Lilith". Esa ultima es imposible de cumplir, digo ¿han visto a Lilith? Tiene lindas caderas y labios dulces... ¡Santo padre infernal! Si soy lesbiana D:
    Papá siempre me dijo: "No te beses con mujeres ya que eres una", "Deja en paz a Eva y molesta a Adan" y por ultimo "Ignora las palabras de Lilith". Esa ultima es imposible de cumplir, digo ¿han visto a Lilith? Tiene lindas caderas y labios dulces... ¡Santo padre infernal! Si soy lesbiana D:
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  • Sostuvo la daga entre sus dedos, notando el peso exacto del arma. No era especialmente grande ni ostentosa, pero su filo relucía bajo la luz, impecable y mortal. Giró el mango con la mano, examinando la forma en que encajaba contra su palma. No era una daga común, no para alguien como él. Había algo en ese simple objeto que le resultaba desconcertante, algo que no tenía nada que ver con el arma en sí, sino con el acto de entregarla.

    Miró el filo una vez más, como si pudiera encontrar una respuesta grabada en su superficie. Su reflejo en el metal le devolvió una mirada dura, cansada, pero lo que realmente veía era otra cosa. Un mensaje, una intención. El tipo de gesto que alguien como él no estaba acostumbrado a recibir.

    —Hmph... —Murmuró, casi para sí mismo, mientras le daba vueltas al objeto. Sus pensamientos eran un remolino de preguntas que no sabía cómo formular, y tampoco estaba seguro de querer responderlas. No era un hombre que pensara demasiado en regalos, y mucho menos en el significado detrás de ellos. Pero esto... esto tenía peso, más allá del metal.

    Giró la daga una última vez y dejó escapar un largo suspiro. La apoyó con cuidado sobre la mesa cercana, dejando que el eco metálico rompiera el silencio. No sabía cómo recibir algo así. No sabía cómo aceptarlo sin sentir que estaba tomando algo que no era suyo, algo que no merecía.

    —Es solo un arma. —Se dijo, pero no podía engañarse. No era solo un arma. Era confianza, era algo que alguien le estaba ofreciendo de manera genuina, y eso lo ponía más incómodo que cualquier pelea que hubiera tenido.

    Se pasó una mano por la nuca, mirando la daga de reojo como si pudiera morderlo. Podía haberla rechazado, devolverla, decir que no la necesitaba. Pero algo en él sabía que no sería lo correcto. Aceptarla significaba algo. Algo que él no sabía si estaba listo para cargar. Finalmente, tomó la daga de nuevo y la sostuvo frente a su rostro. El filo capturó la luz de la lámpara, enviando un destello que casi lo hizo parpadear.

    —Bien... —Murmuró, en voz apenas audible.— Supongo que alguien como yo puede hacerle justicia.

    La deslizó dentro de su chaqueta, en un lugar donde pudiera alcanzarla rápido si lo necesitaba. La sensación del metal frío contra su costado lo hizo sentir algo extrañamente familiar. No era solo el arma. Era la idea de que alguien creyera que él podría usarla, que él podría proteger algo, o a alguien.

    De espaldas a la habitación, se permitió un leve gesto: una sonrisa apenas perceptible que desapareció tan rápido como había llegado. No era un hombre de palabras dulces ni de grandes gestos, pero en ese momento decidió algo.

    —Si la uso, será para algo que importe... —dijo en voz baja. Luego, cerró los ojos por un instante, dejando que el peso de aquel inesperado regalo se asentara, no solo en su chaqueta, sino en algún rincón olvidado de su alma.
    Sostuvo la daga entre sus dedos, notando el peso exacto del arma. No era especialmente grande ni ostentosa, pero su filo relucía bajo la luz, impecable y mortal. Giró el mango con la mano, examinando la forma en que encajaba contra su palma. No era una daga común, no para alguien como él. Había algo en ese simple objeto que le resultaba desconcertante, algo que no tenía nada que ver con el arma en sí, sino con el acto de entregarla. Miró el filo una vez más, como si pudiera encontrar una respuesta grabada en su superficie. Su reflejo en el metal le devolvió una mirada dura, cansada, pero lo que realmente veía era otra cosa. Un mensaje, una intención. El tipo de gesto que alguien como él no estaba acostumbrado a recibir. —Hmph... —Murmuró, casi para sí mismo, mientras le daba vueltas al objeto. Sus pensamientos eran un remolino de preguntas que no sabía cómo formular, y tampoco estaba seguro de querer responderlas. No era un hombre que pensara demasiado en regalos, y mucho menos en el significado detrás de ellos. Pero esto... esto tenía peso, más allá del metal. Giró la daga una última vez y dejó escapar un largo suspiro. La apoyó con cuidado sobre la mesa cercana, dejando que el eco metálico rompiera el silencio. No sabía cómo recibir algo así. No sabía cómo aceptarlo sin sentir que estaba tomando algo que no era suyo, algo que no merecía. —Es solo un arma. —Se dijo, pero no podía engañarse. No era solo un arma. Era confianza, era algo que alguien le estaba ofreciendo de manera genuina, y eso lo ponía más incómodo que cualquier pelea que hubiera tenido. Se pasó una mano por la nuca, mirando la daga de reojo como si pudiera morderlo. Podía haberla rechazado, devolverla, decir que no la necesitaba. Pero algo en él sabía que no sería lo correcto. Aceptarla significaba algo. Algo que él no sabía si estaba listo para cargar. Finalmente, tomó la daga de nuevo y la sostuvo frente a su rostro. El filo capturó la luz de la lámpara, enviando un destello que casi lo hizo parpadear. —Bien... —Murmuró, en voz apenas audible.— Supongo que alguien como yo puede hacerle justicia. La deslizó dentro de su chaqueta, en un lugar donde pudiera alcanzarla rápido si lo necesitaba. La sensación del metal frío contra su costado lo hizo sentir algo extrañamente familiar. No era solo el arma. Era la idea de que alguien creyera que él podría usarla, que él podría proteger algo, o a alguien. De espaldas a la habitación, se permitió un leve gesto: una sonrisa apenas perceptible que desapareció tan rápido como había llegado. No era un hombre de palabras dulces ni de grandes gestos, pero en ese momento decidió algo. —Si la uso, será para algo que importe... —dijo en voz baja. Luego, cerró los ojos por un instante, dejando que el peso de aquel inesperado regalo se asentara, no solo en su chaqueta, sino en algún rincón olvidado de su alma.
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  • [ADVERTENCIA:TEXTO MUY LARGO]


    ㅣCulminacion De Una Tragediaㅣ
    Parte 2/3


    —Sirius combatio contra sus hermanas,luchando contra su propia sangre espada contra espada,gracias a la resistencia de su armadura,aguanto un par de espadazos inesperados,ellas se separaraban y atacaban a la vez a Sirius,cosa que no podría defender,pero como sabia las virtudes de sus hermanas,sabia como posicionarlas en una forma de combate incómoda para ellas,asi que buscaba separarlas y poner a prueba su estrategia—



    —Como Hana no era buena defendiendose,ella fue la primera en ser atravesada por la espada de Sirius,al hacer esto,El tambien sintio ese dolor en el pecho,esa sensacion de que su alma se fragmentaba,asi como cuando asesino a su padre—


    Holly:"¡¡NOOOOOO!!"


    —Holly al presenciar esto,desato su furia ante Sirius,empezando a propinarle una rafaga de ataques certeros,haciendo que Sirius retroceda,antes de darle el golpe de gracia,Sirius logro encajarle un espadazo a su hermana,ella solo vio su casco plateado,no sabia como,no sabia porqué,pero sabia que era Sirius,dandole una linda sonrisa para despues desplomarse—


    —No se puede explicar con palabras lo que pasaba dentro de esa armadura,no se podia explicar como su corazon latia,solo se podia decir que era un hombre muerto por dentro,el sintio como Cassandra se acerco a el por la espalda,tomando su hombro con cuidado—


    Cassandra:"Impresionante...Mi Lord"

    —El solo se volteo y la abrazo con todas sus fuerzas,ella correspondio el abrazo sin dudarlo,al cabo de unos minutos,el clavo la espada de su padre en el vientre de Casandra,para luego susurrale al oido—


    —Eso fue...por todos los Wimbleton...


    —Ella se separo del abrazo mientras se tomaba el vientre sangrando,viendolo triste y furiosa,justo antes de desplomarse,el la tomo con cuidado y la dejo en el suelo con delicadeza,para luego retirarse del lugar para ir a buscar a su hijo,con la excusa de que Cassandra lo envió,el tomo a Hank,lo abrigo muy bien y salio de la alcaldia a escondidas,para luego salir de la Alcaldia con su hijo en brazos,tomando un auto y escapando de la ciudad a escondidas,dejando todo atras,cuando llego a un pueblo Kilomentros lejos de aquella ciudad,fue a un bosque para enterrar su armadura completa,incluyendo su espada y la de sus hermanas,conservando solo la de su padre—
    [ADVERTENCIA:TEXTO MUY LARGO] ㅣCulminacion De Una Tragediaㅣ Parte 2/3 —Sirius combatio contra sus hermanas,luchando contra su propia sangre espada contra espada,gracias a la resistencia de su armadura,aguanto un par de espadazos inesperados,ellas se separaraban y atacaban a la vez a Sirius,cosa que no podría defender,pero como sabia las virtudes de sus hermanas,sabia como posicionarlas en una forma de combate incómoda para ellas,asi que buscaba separarlas y poner a prueba su estrategia— —Como Hana no era buena defendiendose,ella fue la primera en ser atravesada por la espada de Sirius,al hacer esto,El tambien sintio ese dolor en el pecho,esa sensacion de que su alma se fragmentaba,asi como cuando asesino a su padre— Holly:"¡¡NOOOOOO!!" —Holly al presenciar esto,desato su furia ante Sirius,empezando a propinarle una rafaga de ataques certeros,haciendo que Sirius retroceda,antes de darle el golpe de gracia,Sirius logro encajarle un espadazo a su hermana,ella solo vio su casco plateado,no sabia como,no sabia porqué,pero sabia que era Sirius,dandole una linda sonrisa para despues desplomarse— —No se puede explicar con palabras lo que pasaba dentro de esa armadura,no se podia explicar como su corazon latia,solo se podia decir que era un hombre muerto por dentro,el sintio como Cassandra se acerco a el por la espalda,tomando su hombro con cuidado— Cassandra:"Impresionante...Mi Lord" —El solo se volteo y la abrazo con todas sus fuerzas,ella correspondio el abrazo sin dudarlo,al cabo de unos minutos,el clavo la espada de su padre en el vientre de Casandra,para luego susurrale al oido— —Eso fue...por todos los Wimbleton... —Ella se separo del abrazo mientras se tomaba el vientre sangrando,viendolo triste y furiosa,justo antes de desplomarse,el la tomo con cuidado y la dejo en el suelo con delicadeza,para luego retirarse del lugar para ir a buscar a su hijo,con la excusa de que Cassandra lo envió,el tomo a Hank,lo abrigo muy bien y salio de la alcaldia a escondidas,para luego salir de la Alcaldia con su hijo en brazos,tomando un auto y escapando de la ciudad a escondidas,dejando todo atras,cuando llego a un pueblo Kilomentros lejos de aquella ciudad,fue a un bosque para enterrar su armadura completa,incluyendo su espada y la de sus hermanas,conservando solo la de su padre—
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  • [ADVERTENCIA:TEXTO MUY LARGO]


    ㅣCulminacion De Una Tragediaㅣ
    Parte 1/3

    —La ciudad estuvo bajo el mando de Cassandra y de Sirius,durante nueve meses mantuvieron el embarazo de ella en completo secreto,luego de nueve meses llenos calor y tibieza,su hijo al fin nacio,el nuevo Wimbleton llego en un contexto lleno de violencia y un amor transtornado en el frio cruel de un invierno nevado y blanco—


    —Despues de 5 meses despues de que Hank Ryan Wimbleton,el hijo de Sirius naciera en las habitaciones ocultas de la alcaldia,Cassandra y Sirius volvieron al mandato de la ciudad sin levantar sospecha.
    Una mañana nevada,mientras la familia estaba en el despacho de la alcaldesa,el cual usaban como sala comun para su hogar,escucharon disparos afuera,ella reviso las camaras y vieron a dos figuras femeninas abriendose paso por las puertas de la alcaldia hasta meterse a la fuerza en ella—


    "Son tus hermanas...Diles a las Nodrizas que se lleven a Hank a la habitación del panico"


    —Ella se acerco a Sirius y lo tomo de ambas mejillas—


    "Ya sabes que tienes que hacer,Lord Executor"



    —Sirius asintió y dejo a su hijo con aquellas mujeres,acto seguido se puso su polvorienta armadura y con ayuda de sus garras,trepo por las paredes de las habitaciones hasta dar con el vestíbulo,el cual era oscuro y frio,ellas no detectarian su presencia hasta que el baje.
    Una vez llego al vestibulo en silencio y se quedo colgado en el techo,presto atención a una conversacion que aquellas mujeres mantenian entre si—


    Holly:"La democracia es algo que es sagrado,inquebrantable,¿Porque romperla?"


    Cassandra:"A veces....para que el proletariado se levante en contra del poderoso,hay que romper las reglas..."


    Hana:"¿Y ese mensaje tiene que reclamar víctimas inocentes?"

    Cassandra:"Vicitimas de guerra,diria yo"

    —Las hermanas Wimbleton desenfundaron sus espadas y se prepararon para el combate—


    Cassandra:"Yo creo que yo no soy a la que deben enfrentar,yo creo que deben afrontar sus pecados....yo las declaro culpables de sus pecados..y las condeno a muerte,¿El verdugo?...Mi Lord"


    —Sirius se dejo caer,cayendo de pie frente a ellas,mostrando su apariencia plateada amenazante,ellas no sabian quien era,exceptuando Cassandra—


    Cassandra:"El verdugo se encargara de ustedes"


    —Cassandra giro su cabeza solo para ver a Sirius de espaldas,dirigiendo las siguientes palabras a el—


    Cassandra:"Ahora se decide todo,Mi Lord......Sirve a tu familia como padre y esposo,y entregate a mi,dejando tu apellido y tu pasado atras"


    —Las hermanas Wimbleton solo veian al guerrero plateado,hablando confiandas—

    Holly:"Otro pendejo mas para la tumba"

    Hana:"Hemos enfrentado a rivales mucho mas fuertes e importantes que tu"


    —Sirius al fin tomo la palabra,aprovechando su amplificador de voz aplicado en el traje—

    —No como yo....
    [ADVERTENCIA:TEXTO MUY LARGO] ㅣCulminacion De Una Tragediaㅣ Parte 1/3 —La ciudad estuvo bajo el mando de Cassandra y de Sirius,durante nueve meses mantuvieron el embarazo de ella en completo secreto,luego de nueve meses llenos calor y tibieza,su hijo al fin nacio,el nuevo Wimbleton llego en un contexto lleno de violencia y un amor transtornado en el frio cruel de un invierno nevado y blanco— —Despues de 5 meses despues de que Hank Ryan Wimbleton,el hijo de Sirius naciera en las habitaciones ocultas de la alcaldia,Cassandra y Sirius volvieron al mandato de la ciudad sin levantar sospecha. Una mañana nevada,mientras la familia estaba en el despacho de la alcaldesa,el cual usaban como sala comun para su hogar,escucharon disparos afuera,ella reviso las camaras y vieron a dos figuras femeninas abriendose paso por las puertas de la alcaldia hasta meterse a la fuerza en ella— "Son tus hermanas...Diles a las Nodrizas que se lleven a Hank a la habitación del panico" —Ella se acerco a Sirius y lo tomo de ambas mejillas— "Ya sabes que tienes que hacer,Lord Executor" —Sirius asintió y dejo a su hijo con aquellas mujeres,acto seguido se puso su polvorienta armadura y con ayuda de sus garras,trepo por las paredes de las habitaciones hasta dar con el vestíbulo,el cual era oscuro y frio,ellas no detectarian su presencia hasta que el baje. Una vez llego al vestibulo en silencio y se quedo colgado en el techo,presto atención a una conversacion que aquellas mujeres mantenian entre si— Holly:"La democracia es algo que es sagrado,inquebrantable,¿Porque romperla?" Cassandra:"A veces....para que el proletariado se levante en contra del poderoso,hay que romper las reglas..." Hana:"¿Y ese mensaje tiene que reclamar víctimas inocentes?" Cassandra:"Vicitimas de guerra,diria yo" —Las hermanas Wimbleton desenfundaron sus espadas y se prepararon para el combate— Cassandra:"Yo creo que yo no soy a la que deben enfrentar,yo creo que deben afrontar sus pecados....yo las declaro culpables de sus pecados..y las condeno a muerte,¿El verdugo?...Mi Lord" —Sirius se dejo caer,cayendo de pie frente a ellas,mostrando su apariencia plateada amenazante,ellas no sabian quien era,exceptuando Cassandra— Cassandra:"El verdugo se encargara de ustedes" —Cassandra giro su cabeza solo para ver a Sirius de espaldas,dirigiendo las siguientes palabras a el— Cassandra:"Ahora se decide todo,Mi Lord......Sirve a tu familia como padre y esposo,y entregate a mi,dejando tu apellido y tu pasado atras" —Las hermanas Wimbleton solo veian al guerrero plateado,hablando confiandas— Holly:"Otro pendejo mas para la tumba" Hana:"Hemos enfrentado a rivales mucho mas fuertes e importantes que tu" —Sirius al fin tomo la palabra,aprovechando su amplificador de voz aplicado en el traje— —No como yo....
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