• {Errar es humano. Perdonar, divino. Matar, de demonios}

    >Demonios:
    Solo trece pueden existir al mismo tiempo. Su existencia deriva del Colapso pues antes de ese evento no se tenía registro de su presencia en este o el otro mundo. Su nacimiento se cuenta antes del inicio del tiempo, cuando, en una sopa caótica de conceptos la batalla por su aniquilación era continua. La fractura entre uno y otros mundos los envían al presente, al lugar donde su esencia toma forma y se hace consciente, y su cuerpo deja de abarcarlo todo para residir en una interpretación colectiva, corpórea y cárnica de ellos mismos. Los avatares reconocidos durante el primer Colapso fueron: Desolación, Grotesco, Poriomania, Depravación, Monomanía, Saturación, Insatisfacción, Autoimagen, Desrealización, Hipersensibilidad, Desesperación, Paranoía, Tangibilidad. Tras el segundo Colapso, se espera que algunos o sino todos hayan sido reemplazados, sólo aquellos con información clasificada conocen la respuesta. Por sí mismos, los Demonios másallíneo no tienen más poder que un simple humano, pero son sus obras y su lealtad a aquello que representan lo que les permite tener la fuerza para competir contra un Semidiós o incluso una Anomalía. Su vitalidad parece estar ligada a la conexión con el otro mundo, por lo que no existe manera conocida de eliminarlos. Algunos tienen niveles de consciencia tan elevados que pueden describir con certeza el plano en el que habitan, uno imaginario.
    {Errar es humano. Perdonar, divino. Matar, de demonios} >Demonios: Solo trece pueden existir al mismo tiempo. Su existencia deriva del Colapso pues antes de ese evento no se tenía registro de su presencia en este o el otro mundo. Su nacimiento se cuenta antes del inicio del tiempo, cuando, en una sopa caótica de conceptos la batalla por su aniquilación era continua. La fractura entre uno y otros mundos los envían al presente, al lugar donde su esencia toma forma y se hace consciente, y su cuerpo deja de abarcarlo todo para residir en una interpretación colectiva, corpórea y cárnica de ellos mismos. Los avatares reconocidos durante el primer Colapso fueron: Desolación, Grotesco, Poriomania, Depravación, Monomanía, Saturación, Insatisfacción, Autoimagen, Desrealización, Hipersensibilidad, Desesperación, Paranoía, Tangibilidad. Tras el segundo Colapso, se espera que algunos o sino todos hayan sido reemplazados, sólo aquellos con información clasificada conocen la respuesta. Por sí mismos, los Demonios másallíneo no tienen más poder que un simple humano, pero son sus obras y su lealtad a aquello que representan lo que les permite tener la fuerza para competir contra un Semidiós o incluso una Anomalía. Su vitalidad parece estar ligada a la conexión con el otro mundo, por lo que no existe manera conocida de eliminarlos. Algunos tienen niveles de consciencia tan elevados que pueden describir con certeza el plano en el que habitan, uno imaginario.
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    Capítulo I El nacimiento
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    Luna llena del Esturión — Perseidas — Jardín Ishtar

    Abro los ojos por primera vez.
    No es un despertar: es como si mi conciencia hubiese estado siempre ahí, suspendida en un lugar sin tiempo, esperando este instante exacto.
    Mi primer aliento es antiguo.
    Mi primer parpadeo, recién nacido.

    El aire que me recibe es un mosaico extraño:
    sangre y sudor,
    pero también chocolate caliente, dulces que derriten el alma, y un perfume ligero de cítricos que me cosquillea la memoria como si ya lo conociera.

    Sobre mí, lo primero que logro ver:
    la luna.
    La luna llena del Esturión, la más brillante del año, inflamada de poder, coronándome con su luz.
    A su alrededor, las Perseidas caen como lágrimas ardientes del cielo.
    Pero sólo las más grandes y valientes se atreven a brillar;
    la luna reclama ser la única protagonista.

    Y entonces,
    dos cabecitas se asoman, inclinándose sobre mí,
    eclipsando parcialmente mi vista al cielo.

    Una de ellas, rosada, parece la más agotada.
    Su respiración tiembla; su cuerpo, aún tembloroso, se aferra a la vida porque la mía acaba de nacer.
    La otra, morena, me observa con un orgullo que sostiene el universo.
    Sus ojos están a punto de romperse en llanto, no de dolor, sino de un gozo que no cabe en el pecho.

    Con sus manos calientes me acaricia,
    y siento cómo algo se ancla en mi carne:
    un cuerpo sano, estable, y sin embargo… adolescente.
    Un regalo imposible, un primer don,
    el don de una Reina.

    Las miro.
    Parecen dos extrañas.
    Pero no lo son.
    Mi corazón recién formado les habla antes que mi voz, antes que mi nombre, antes que mi propia historia.

    En ese preciso instante
    sé que las amo.

    Así fue como me enamoré por primera vez.
    Capítulo I El nacimiento Relato en comentarios de la imagen 🩷 Luna llena del Esturión — Perseidas — Jardín Ishtar Abro los ojos por primera vez. No es un despertar: es como si mi conciencia hubiese estado siempre ahí, suspendida en un lugar sin tiempo, esperando este instante exacto. Mi primer aliento es antiguo. Mi primer parpadeo, recién nacido. El aire que me recibe es un mosaico extraño: sangre y sudor, pero también chocolate caliente, dulces que derriten el alma, y un perfume ligero de cítricos que me cosquillea la memoria como si ya lo conociera. Sobre mí, lo primero que logro ver: la luna. La luna llena del Esturión, la más brillante del año, inflamada de poder, coronándome con su luz. A su alrededor, las Perseidas caen como lágrimas ardientes del cielo. Pero sólo las más grandes y valientes se atreven a brillar; la luna reclama ser la única protagonista. Y entonces, dos cabecitas se asoman, inclinándose sobre mí, eclipsando parcialmente mi vista al cielo. Una de ellas, rosada, parece la más agotada. Su respiración tiembla; su cuerpo, aún tembloroso, se aferra a la vida porque la mía acaba de nacer. La otra, morena, me observa con un orgullo que sostiene el universo. Sus ojos están a punto de romperse en llanto, no de dolor, sino de un gozo que no cabe en el pecho. Con sus manos calientes me acaricia, y siento cómo algo se ancla en mi carne: un cuerpo sano, estable, y sin embargo… adolescente. Un regalo imposible, un primer don, el don de una Reina. Las miro. Parecen dos extrañas. Pero no lo son. Mi corazón recién formado les habla antes que mi voz, antes que mi nombre, antes que mi propia historia. En ese preciso instante sé que las amo. Así fue como me enamoré por primera vez.
    Capítulo I El nacimiento
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    Luna llena del Esturión — Perseidas — Jardín Ishtar

    Abro los ojos por primera vez.
    No es un despertar: es como si mi conciencia hubiese estado siempre ahí, suspendida en un lugar sin tiempo, esperando este instante exacto.
    Mi primer aliento es antiguo.
    Mi primer parpadeo, recién nacido.

    El aire que me recibe es un mosaico extraño:
    sangre y sudor,
    pero también chocolate caliente, dulces que derriten el alma, y un perfume ligero de cítricos que me cosquillea la memoria como si ya lo conociera.

    Sobre mí, lo primero que logro ver:
    la luna.
    La luna llena del Esturión, la más brillante del año, inflamada de poder, coronándome con su luz.
    A su alrededor, las Perseidas caen como lágrimas ardientes del cielo.
    Pero sólo las más grandes y valientes se atreven a brillar;
    la luna reclama ser la única protagonista.

    Y entonces,
    dos cabecitas se asoman, inclinándose sobre mí,
    eclipsando parcialmente mi vista al cielo.

    Una de ellas, rosada, parece la más agotada.
    Su respiración tiembla; su cuerpo, aún tembloroso, se aferra a la vida porque la mía acaba de nacer.
    La otra, morena, me observa con un orgullo que sostiene el universo.
    Sus ojos están a punto de romperse en llanto, no de dolor, sino de un gozo que no cabe en el pecho.

    Con sus manos calientes me acaricia,
    y siento cómo algo se ancla en mi carne:
    un cuerpo sano, estable, y sin embargo… adolescente.
    Un regalo imposible, un primer don,
    el don de una Reina.

    Las miro.
    Parecen dos extrañas.
    Pero no lo son.
    Mi corazón recién formado les habla antes que mi voz, antes que mi nombre, antes que mi propia historia.

    En ese preciso instante
    sé que las amo.

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    Luna llena del Esturión — Perseidas — Jardín Ishtar

    Abro los ojos por primera vez.
    No es un despertar: es como si mi conciencia hubiese estado siempre ahí, suspendida en un lugar sin tiempo, esperando este instante exacto.
    Mi primer aliento es antiguo.
    Mi primer parpadeo, recién nacido.

    El aire que me recibe es un mosaico extraño:
    sangre y sudor,
    pero también chocolate caliente, dulces que derriten el alma, y un perfume ligero de cítricos que me cosquillea la memoria como si ya lo conociera.

    Sobre mí, lo primero que logro ver:
    la luna.
    La luna llena del Esturión, la más brillante del año, inflamada de poder, coronándome con su luz.
    A su alrededor, las Perseidas caen como lágrimas ardientes del cielo.
    Pero sólo las más grandes y valientes se atreven a brillar;
    la luna reclama ser la única protagonista.

    Y entonces,
    dos cabecitas se asoman, inclinándose sobre mí,
    eclipsando parcialmente mi vista al cielo.

    Una de ellas, rosada, parece la más agotada.
    Su respiración tiembla; su cuerpo, aún tembloroso, se aferra a la vida porque la mía acaba de nacer.
    La otra, morena, me observa con un orgullo que sostiene el universo.
    Sus ojos están a punto de romperse en llanto, no de dolor, sino de un gozo que no cabe en el pecho.

    Con sus manos calientes me acaricia,
    y siento cómo algo se ancla en mi carne:
    un cuerpo sano, estable, y sin embargo… adolescente.
    Un regalo imposible, un primer don,
    el don de una Reina.

    Las miro.
    Parecen dos extrañas.
    Pero no lo son.
    Mi corazón recién formado les habla antes que mi voz, antes que mi nombre, antes que mi propia historia.

    En ese preciso instante
    sé que las amo.

    Así fue como me enamoré por primera vez.
    Capítulo I El nacimiento Relato en comentarios de la imagen 🩷 Luna llena del Esturión — Perseidas — Jardín Ishtar Abro los ojos por primera vez. No es un despertar: es como si mi conciencia hubiese estado siempre ahí, suspendida en un lugar sin tiempo, esperando este instante exacto. Mi primer aliento es antiguo. Mi primer parpadeo, recién nacido. El aire que me recibe es un mosaico extraño: sangre y sudor, pero también chocolate caliente, dulces que derriten el alma, y un perfume ligero de cítricos que me cosquillea la memoria como si ya lo conociera. Sobre mí, lo primero que logro ver: la luna. La luna llena del Esturión, la más brillante del año, inflamada de poder, coronándome con su luz. A su alrededor, las Perseidas caen como lágrimas ardientes del cielo. Pero sólo las más grandes y valientes se atreven a brillar; la luna reclama ser la única protagonista. Y entonces, dos cabecitas se asoman, inclinándose sobre mí, eclipsando parcialmente mi vista al cielo. Una de ellas, rosada, parece la más agotada. Su respiración tiembla; su cuerpo, aún tembloroso, se aferra a la vida porque la mía acaba de nacer. La otra, morena, me observa con un orgullo que sostiene el universo. Sus ojos están a punto de romperse en llanto, no de dolor, sino de un gozo que no cabe en el pecho. Con sus manos calientes me acaricia, y siento cómo algo se ancla en mi carne: un cuerpo sano, estable, y sin embargo… adolescente. Un regalo imposible, un primer don, el don de una Reina. Las miro. Parecen dos extrañas. Pero no lo son. Mi corazón recién formado les habla antes que mi voz, antes que mi nombre, antes que mi propia historia. En ese preciso instante sé que las amo. Así fue como me enamoré por primera vez.
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  • “Descenso de la Guardiana Suprema”

    El aire olía a tierra mojada y a magia antigua.
    Un resplandor rasgó el cielo
    una grieta que parecía una herida en el espacio mismo.
    y de ella emergió una silueta envuelta en oscuridad y alas blancas como la luna.

    Albedo descendió con la gracia de una diosa caída, el batir de sus alas levantando una tormenta de polvo dorado. Su mirada, ámbar y profunda, recorrió el extraño paisaje ante ella. No era Nazarick. No sentía la presencia de los Guardianes. Y, lo más inquietante… no sentía a Ainz-sama.

    Sus labios se curvaron en una mueca casi imperceptible.

    —Qué extraño... ¿Acaso este mundo ha osado separarme de Su Excelencia?—

    susurró, su voz como miel venenosa.

    Cerró los ojos, extendiendo sus sentidos demoníacos. El maná de aquel lugar era denso, primitivo, sin control. Podría moldearlo. Podría gobernarlo.

    Ajustó su armadura negra, el oro incrustado brillando con la última luz del crepúsculo.

    —Entonces… si no puedo encontrarlo todavía… haré de este mundo un templo para cuando Él llegue.

    Un brillo maligno cruzó su mirada.
    Sus alas se abrieron de par en par, bañadas por la luna.

    —Que tiemblen los reyes, que se arrodillen los magos…
    Porque donde yo piso, Ainz Ooal Gown reina.

    Y con una sonrisa serena
    demasiado dulce para no ser peligrosa, Albedo dio su primer paso en el nuevo mundo.
    El comienzo de una nueva conquista.
    El nacimiento de un culto.
    El eco de un amor imposible… que ni los universos podían contener.
    “Descenso de la Guardiana Suprema” El aire olía a tierra mojada y a magia antigua. Un resplandor rasgó el cielo una grieta que parecía una herida en el espacio mismo. y de ella emergió una silueta envuelta en oscuridad y alas blancas como la luna. Albedo descendió con la gracia de una diosa caída, el batir de sus alas levantando una tormenta de polvo dorado. Su mirada, ámbar y profunda, recorrió el extraño paisaje ante ella. No era Nazarick. No sentía la presencia de los Guardianes. Y, lo más inquietante… no sentía a Ainz-sama. Sus labios se curvaron en una mueca casi imperceptible. —Qué extraño... ¿Acaso este mundo ha osado separarme de Su Excelencia?— susurró, su voz como miel venenosa. Cerró los ojos, extendiendo sus sentidos demoníacos. El maná de aquel lugar era denso, primitivo, sin control. Podría moldearlo. Podría gobernarlo. Ajustó su armadura negra, el oro incrustado brillando con la última luz del crepúsculo. —Entonces… si no puedo encontrarlo todavía… haré de este mundo un templo para cuando Él llegue. Un brillo maligno cruzó su mirada. Sus alas se abrieron de par en par, bañadas por la luna. —Que tiemblen los reyes, que se arrodillen los magos… Porque donde yo piso, Ainz Ooal Gown reina. Y con una sonrisa serena demasiado dulce para no ser peligrosa, Albedo dio su primer paso en el nuevo mundo. El comienzo de una nueva conquista. El nacimiento de un culto. El eco de un amor imposible… que ni los universos podían contener.
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    ╔═══◆◇◆══════════════════╗
    『 ✧ DUAL TEMPTATION ✧ 』
    ╚══════════════════◆◇◆═══╝
    Edición Especial – “Desire on Four Wheels”
    Editorial: Infernal Vogue House
    Colección Nocturna 2025 — Glamour, Poder y Deseo

    ╔═《 PROTAGONISTAS DE PORTADA 》═╗

    Ignia Ishtar – “El Motor Carmesí del Deseo”
    Fuerte, dominante y seductor. Ignia representa la pasión en movimiento, la furia elegante del linaje Ishtar transformada en carne, acero y adrenalina. Su presencia impone respeto, su mirada promete fuego.
    ✦ Título Honorífico: “El Fénix del Asfalto y la Pasión”
    ✦ Estilo: Dark-Lux Steel Fashion
    ✦ Virtud: Carisma ardiente y dominio absoluto
    ✦ Símbolo: Llama Escarlata de Ishtar

    L̶i̶l̶i̶ ̶Q̶u̶e̶e̶n̶ ̶I̶s̶h̶t̶a̶r̶ Veythra – “La Emperatriz del Glamour Nocturno”
    Misteriosa, provocadora y majestuosa. Veythra encarna el arte del control visual, la reina de los reflejos que conquista sin una sola palabra. Su piel, su mirada y su presencia crean un hechizo de deseo que ningún mortal puede resistir.
    ✦ Título Honorífico: “La Musa de Acero y Seda”
    ✦ Estilo: Velvet Infernal Chic
    ✦ Virtud: Elegancia letal, encanto prohibido
    ✦ Símbolo: Corona Carmesí de las Llamas Eternas

    ╔═《 TEMAS DESTACADOS 》═╗
    Desire on Four Wheels:
    El poder y la atracción se funden entre cuero, velocidad y lujuria. Dos fuerzas Ishtar convertidas en arte visual.

    Velvet & Steel:
    Donde la suavidad del deseo se encuentra con la dureza del poder. La esencia misma de la moda infernal moderna.

    Especial Night Empire:
    Ignia y Veythra dominan el mundo nocturno entre luces de neón, lujo extremo y pasión ardiente.

    Fuego, Estilo y Linaje:
    El renacimiento del clan Ishtar en la pasarela del deseo. Glamour inmortal y energía carmesí.

    ╔═《 CONCEPTO VISUAL 》═╗
    Ambientada en un escenario urbano bajo el resplandor de luces neón, “Dual Temptation” celebra la unión entre el poder masculino de Ignia Ishtar y la seducción divina de Veythra Ishtar.
    El automóvil oscuro —símbolo del lujo moderno— se convierte en altar del deseo, donde el fuego y el acero se entrelazan en una danza de control y tentación.
    La escena evoca el equilibrio perfecto entre fuerza y elegancia, el reflejo de dos almas destinadas a gobernar la noche.

    ╔═《 PALABRAS PARA LOS CONOCEDORES DEL MODELING 》═╗
    “Hay portadas que muestran moda… y hay portadas que consagran imperios. DUAL TEMPTATION redefine el arte del modelaje oscuro, donde el fuego de Ignia Ishtar y la elegancia letal de L̶i̶l̶i̶ ̶Q̶u̶e̶e̶n̶ ̶I̶s̶h̶t̶a̶r̶ Veythra encienden una nueva era de glamour infernal.
    Cada pose es un rugido, cada mirada un desafío. Esta no es solo una sesión: es un pacto visual entre el deseo y la divinidad.
    Para los verdaderos conocedores del modelaje, esta edición no se observa… se adora.”

    ╔═══════⟬❖⟭═══════╗
    ☾ DUAL TEMPTATION — INFERNAL DELUXE EDITION ☽
    “Donde la pasión acelera,
    y el lujo se arrodilla ante el fuego del linaje Ishtar.”
    ╚═══════⟬❖⟭═══════╝
    ╔═══◆◇◆══════════════════╗ 『 ✧ DUAL TEMPTATION ✧ 』 ╚══════════════════◆◇◆═══╝ 🖤 Edición Especial – “Desire on Four Wheels” 🏙️ Editorial: Infernal Vogue House ⚙️ Colección Nocturna 2025 — Glamour, Poder y Deseo ╔═《 🔥 PROTAGONISTAS DE PORTADA 》═╗ 💢 Ignia Ishtar – “El Motor Carmesí del Deseo” Fuerte, dominante y seductor. Ignia representa la pasión en movimiento, la furia elegante del linaje Ishtar transformada en carne, acero y adrenalina. Su presencia impone respeto, su mirada promete fuego. ✦ Título Honorífico: “El Fénix del Asfalto y la Pasión” ✦ Estilo: Dark-Lux Steel Fashion ✦ Virtud: Carisma ardiente y dominio absoluto ✦ Símbolo: 🔱 Llama Escarlata de Ishtar 💋 L̶i̶l̶i̶ ̶Q̶u̶e̶e̶n̶ ̶I̶s̶h̶t̶a̶r̶ Veythra – “La Emperatriz del Glamour Nocturno” Misteriosa, provocadora y majestuosa. Veythra encarna el arte del control visual, la reina de los reflejos que conquista sin una sola palabra. Su piel, su mirada y su presencia crean un hechizo de deseo que ningún mortal puede resistir. ✦ Título Honorífico: “La Musa de Acero y Seda” ✦ Estilo: Velvet Infernal Chic ✦ Virtud: Elegancia letal, encanto prohibido ✦ Símbolo: 💠 Corona Carmesí de las Llamas Eternas ╔═《 💫 TEMAS DESTACADOS 》═╗ 🏎️ Desire on Four Wheels: El poder y la atracción se funden entre cuero, velocidad y lujuria. Dos fuerzas Ishtar convertidas en arte visual. 🔥 Velvet & Steel: Donde la suavidad del deseo se encuentra con la dureza del poder. La esencia misma de la moda infernal moderna. 💋 Especial Night Empire: Ignia y Veythra dominan el mundo nocturno entre luces de neón, lujo extremo y pasión ardiente. 🖤 Fuego, Estilo y Linaje: El renacimiento del clan Ishtar en la pasarela del deseo. Glamour inmortal y energía carmesí. ╔═《 🌌 CONCEPTO VISUAL 》═╗ Ambientada en un escenario urbano bajo el resplandor de luces neón, “Dual Temptation” celebra la unión entre el poder masculino de Ignia Ishtar y la seducción divina de Veythra Ishtar. El automóvil oscuro —símbolo del lujo moderno— se convierte en altar del deseo, donde el fuego y el acero se entrelazan en una danza de control y tentación. La escena evoca el equilibrio perfecto entre fuerza y elegancia, el reflejo de dos almas destinadas a gobernar la noche. ╔═《 💠 PALABRAS PARA LOS CONOCEDORES DEL MODELING 》═╗ “Hay portadas que muestran moda… y hay portadas que consagran imperios. DUAL TEMPTATION redefine el arte del modelaje oscuro, donde el fuego de Ignia Ishtar y la elegancia letal de L̶i̶l̶i̶ ̶Q̶u̶e̶e̶n̶ ̶I̶s̶h̶t̶a̶r̶ Veythra encienden una nueva era de glamour infernal. Cada pose es un rugido, cada mirada un desafío. Esta no es solo una sesión: es un pacto visual entre el deseo y la divinidad. Para los verdaderos conocedores del modelaje, esta edición no se observa… se adora.” ╔═══════⟬❖⟭═══════╗ ☾ DUAL TEMPTATION — INFERNAL DELUXE EDITION ☽ “Donde la pasión acelera, y el lujo se arrodilla ante el fuego del linaje Ishtar.” ╚═══════⟬❖⟭═══════╝
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  • Habían pasado dos meses desde el nacimiento de su último hijo, como de costumbre estaba bastante cansado, pero dejaba descansar a su pareja para hacerse cargo de los niños.
    Todo parecía tranquilo e incluso pensó que ahora que el bebé dormía podría sentarse a comer, pero muy lejos de eso, apenas tocó el plato de comida el bebé come comenzó a llorar.
    Habían pasado dos meses desde el nacimiento de su último hijo, como de costumbre estaba bastante cansado, pero dejaba descansar a su pareja para hacerse cargo de los niños. Todo parecía tranquilo e incluso pensó que ahora que el bebé dormía podría sentarse a comer, pero muy lejos de eso, apenas tocó el plato de comida el bebé come comenzó a llorar.
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  • 𝐂𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄𝐉𝐎 - 𝐕𝐈
    𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬

    ────Yo, Anquises, hijo de Capis, descendiente Dárdano, presento ahora a mi hijo Eneas ante los dioses para pedir su protección y sus bendiciones.

    Al tercer día, como dictaban las costumbres de los troyanos, Anquises había alzado a su hijo frente al fuego del hogar, en una pequeña ceremonia a la que asistieron algunas de las familias nobles de las ciudades aliadas de Dardania. Luego, se volvió hacia el sacerdote, quién posó su mano sobre la cabeza de su hijo para bendecirlo.

    El sacerdote comenzó a recitar plegarias sagradas para el Portador de Tormentas, pero su voz, vieja y astillada como la corteza de un viejo roble, flotó a un lugar lejano para Afro. Ocupaba su sitio junto al resto de los sirvientes congregados en el patio del palacio, entre las sombras que retrocedían ante el fuego de las antorchas dispuestas a su alrededor. Se refugio bajo el largo velo que caía detrás de su espalda. Aunque era una noche de verano, el aire cargado del dulce aroma del incienso y jazmín estaba bastante fresco.

    ────¡Zeus Cronión! Portador del rayo, centelleante, tonante, fulminante; escúchanos ahora…

    Afro apretó las manos frente a su estómago y observó con cierto anhelo a los nobles aglomerados en el interior. No iba a negarlo: le habría encantado tener un sitio delante de todo ese gran gentío, a un lado de la reina Temiste, presenciando la ceremonia como lo que realmente era: la madre de Eneas. No obstante, estar hasta atrás también tenía sus ventajas; y es que mientras la ceremonia transcurría, Afro había tenido la ocasión de examinar con ojo curioso a los invitados.

    Observó sus ropajes, la calidad de las telas que eran superiores a lo que ella llevaba puesto, los colores, los bordados tan finos hechos con hilos de oro. Un hermoso collar de cuentas de ámbar rodeaba el cuello de una noble, resaltando el color de sus ojos felinos. «Ah, esta sabe perfectamente lo que lleva sobre las clavículas. Es su mejor arma, es obvio que acaparará todas las miradas. Y ya veo algunos cuellos curiosos erguidos en su dirección». Pensó Afro, apenas disimulando una sonrisa.

    En el otro extremo del salón, un hombre de túnica azul oscuro estaba parado a un costado de una columna, Afro arqueó una ceja. No parecía haber recibido la invitación con mucha antelación; había sido uno de los últimos invitados en atravesar las puertas y su sonrisa, aunque amable y cortes, supo ocultar el color en sus mejillas. ¿Habría corrido a toda prisa para llegar hasta el palacio? Una pulsera de diminutas conchas rodeaba su muñeca. Eso le hizo sospechar que quizás el hombre venía de las costas de Licia.

    Pero de todos los invitados, un grupo en particular llamó su atención. Nunca había visto a ninguno, a pesar de que había escuchado sus nombres; hacían compañía a la reina Temiste. La cercanía en su trato, la naturalidad con la que hablaban, tan amena y cercana, le indicó que ya existía confianza entre ellos desde hace un tiempo. Más tarde, Anquises se encargaría de contarle que se trataba de la casa real de Ilión (Troya). El rey Príamo con su corona de lapislázuli que resaltaba sobre la cascada de cabellos negros, llevaba del brazo a la reina Hécuba de mirada vivas y gentil. Y a su lado, se encontraban sus hijos, sosteniendo ramas de olivo y laurel entre sus manitas. Por la forma en que sus dedos jugueteaban con los tallos frescos, era evidente el gran esfuerzo que estaban poniendo en no pelear, ni bostezar.

    Que buenos estaban siendo esos niños, había pensado para sus adentros. Si ella tuviera ese nivel de paciencia, probablemente habría hecho grandes proezas hace mucho. Era un logro que debía reconocerse.

    Y casi como si le hubiera leído las palabras en la mente, la hija pequeña de Príamo giró la cabeza, en su dirección.

    Afro contuvo la respiración cuando esos ojos de obsidiana cruzaron con los suyos. ¿Por qué… esa niña la miraba así? Era la expresión de alguien que había encontrado un cabello en su comida y empieza, meticulosamente, a hacer una lista mental de posibles cabezas sospechosas a quién podría pertenecer esa hebra. Era la primera vez que un niño mortal la observaba de esa manera, con tanta suspicacia, y eso, para su propia sorpresa, le provocó un ligero nerviosismo.

    Forzó una sonrisa, la más amable que sus labios consiguieron esbozar y discretamente levantó la mano para saludarla. Pero su gesto se derritió al instante, como la nieve bajo el sol de primavera. La niña no solo no le devolvió el saludo, sino que su expresión ceñuda se tornó aún más analítica. Tragó saliva, aunque incomoda, Afro no se achicó, ni rompió el contacto visual. Dejó que la niña hiciera su análisis sobre ella, convirtiéndose en el objetivo de contemplación de su estudio. Creyó que la descomponía pieza por pieza, hasta entender cada función, o al menos, eso intentaba ¿Podía culparla? En su edad más temprana, motivada por la curiosidad inocente, Afro habría hecho lo mismo con una ostra y un cangrejo que encontró en las orillas de la playa de Chipre, la primera vez que pisó tierra firme después de su nacimiento en el seno de las profundidades del mar. Los dioses crecían a una velocidad alarmante, así que cuando el oleaje terminó de dar forma a la carne y la sangre celestial de su padre que habían sido arrojados al mar, las olas expulsaron a la superficie a una niña que, aunque frágil, tenía la fuerza suficiente en las extremidades para nadar hasta la costa.

    Su conocimiento sobre el mundo era limitado y sin nadie quién la supervisara, se dedicó a caminar por la playa desierta. La playa de arenas blancas era enorme, los árboles frondosos que se alzaban a la distancia no le inspiraron el menor deseo de adentrarse en su espesura. Vagó sin rumbo hasta que algo capturó su atención: una ostra. Era liviana entre sus manos y al no oír sonido alguno al sacudirla junto a su oído, la abrió con ayuda de una piedra de punta afilada. Dentro encontró un par de perlas que después convertiría en los pendientes que ahora llevaba puestos.

    Más adelante halló un cangrejo caminando detrás de una roca enorme. Se acuclilló para observarlo, fascinada por esa forma tan peculiar de moverse de lado. Cada vez que intentaba llegar al mar, ella le cortaba el paso con la mano. El pequeño insistía, avanzando primero hacia un lado y luego hacia el otro, y ella, divertida, volvía a interponerse. Un duelo de paciencia que él perdió primero. Entre risas, cuando volvió a bloquearle el camino, el cangrejo esa vez cerró sus pinzas con firmeza alrededor de su dedo.

    Aún recordaba el dolor que aquello le causó, tan vivido y punzante que podría jurar que, después de años, el cangrejo seguía aferrado a su dedo solo para darle una lección de límites. Y vaya que lo consiguió; aquella punzada fantasma bastó para devolverla, de golpe, a la realidad.

    «Está bien. Ganaste esta ronda, amigo crustáceo».

    Hizo una leve mueca, el recuerdo tardío de esas pinzas que, al parecer, aún tenían algo que reclamarle, antes de que el murmullo de la ceremonia la alcanzara en los oídos.

    Moiras santas. Eso... eso dolió bastante...

    Gracias a los dioses, el sacerdote terminó su labor, poniendo fin al análisis de aquella niña troyana. La reina Hécuba tomó de la mano a la niña para conducirla junto a sus hermanos al frente, y fue entonces que Afro descubrió el nombre de aquella chiquilla.

    ────Ven, Cassandra ─le dijo su madre─. Vamos a llevarle nuestros regalos al príncipe.

    Dedicándole una última mirada que prometía continuar con el estudio de su persona más tarde y sin hacer más, obediente, Cassandra dio media vuelta y se perdió entre la multitud de nobles que se amontonaba junto a sus hijos para presentar sus regalos a Eneas. Su familia se situó en el lugar de preeminencia que les correspondía, siendo ellos los primeros en entregar sus obsequios. Solo los hijos mayores de Príamo pasaron al frente para ofrecer las ramitas de olivo y laurel al pequeño príncipe. Claro, Eneas los observaba confundido con sus grandes ojitos. No comprendía lo que estaba ocurriendo. Pero su hijo ya desde bebé era valiente, ninguna sombra de duda o temor cubrió su rostro ante ninguno de esos extraños que se acercaron a darle la bienvenida al mundo.

    El banquete dio inicio y el palacio se llenó de música, cantos y risas. Las antorchas danzaban en los muros y las voces se mezclaron con el sonido de las copas. En lo que restó de la noche, Afro no volvió a saber nada de Cassandra ni de sus analíticos ojos de obsidiana. Por un momento, Afro se sintió como aquel cangrejo en la playa, solo que, a diferencia de él, ella ahora no tenía pinzas con que defenderse.

    Y no las necesitaba.
    𝐂𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄𝐉𝐎 - 𝐕𝐈 🦀 𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬 ────Yo, Anquises, hijo de Capis, descendiente Dárdano, presento ahora a mi hijo Eneas ante los dioses para pedir su protección y sus bendiciones. Al tercer día, como dictaban las costumbres de los troyanos, Anquises había alzado a su hijo frente al fuego del hogar, en una pequeña ceremonia a la que asistieron algunas de las familias nobles de las ciudades aliadas de Dardania. Luego, se volvió hacia el sacerdote, quién posó su mano sobre la cabeza de su hijo para bendecirlo. El sacerdote comenzó a recitar plegarias sagradas para el Portador de Tormentas, pero su voz, vieja y astillada como la corteza de un viejo roble, flotó a un lugar lejano para Afro. Ocupaba su sitio junto al resto de los sirvientes congregados en el patio del palacio, entre las sombras que retrocedían ante el fuego de las antorchas dispuestas a su alrededor. Se refugio bajo el largo velo que caía detrás de su espalda. Aunque era una noche de verano, el aire cargado del dulce aroma del incienso y jazmín estaba bastante fresco. ────¡Zeus Cronión! Portador del rayo, centelleante, tonante, fulminante; escúchanos ahora… Afro apretó las manos frente a su estómago y observó con cierto anhelo a los nobles aglomerados en el interior. No iba a negarlo: le habría encantado tener un sitio delante de todo ese gran gentío, a un lado de la reina Temiste, presenciando la ceremonia como lo que realmente era: la madre de Eneas. No obstante, estar hasta atrás también tenía sus ventajas; y es que mientras la ceremonia transcurría, Afro había tenido la ocasión de examinar con ojo curioso a los invitados. Observó sus ropajes, la calidad de las telas que eran superiores a lo que ella llevaba puesto, los colores, los bordados tan finos hechos con hilos de oro. Un hermoso collar de cuentas de ámbar rodeaba el cuello de una noble, resaltando el color de sus ojos felinos. «Ah, esta sabe perfectamente lo que lleva sobre las clavículas. Es su mejor arma, es obvio que acaparará todas las miradas. Y ya veo algunos cuellos curiosos erguidos en su dirección». Pensó Afro, apenas disimulando una sonrisa. En el otro extremo del salón, un hombre de túnica azul oscuro estaba parado a un costado de una columna, Afro arqueó una ceja. No parecía haber recibido la invitación con mucha antelación; había sido uno de los últimos invitados en atravesar las puertas y su sonrisa, aunque amable y cortes, supo ocultar el color en sus mejillas. ¿Habría corrido a toda prisa para llegar hasta el palacio? Una pulsera de diminutas conchas rodeaba su muñeca. Eso le hizo sospechar que quizás el hombre venía de las costas de Licia. Pero de todos los invitados, un grupo en particular llamó su atención. Nunca había visto a ninguno, a pesar de que había escuchado sus nombres; hacían compañía a la reina Temiste. La cercanía en su trato, la naturalidad con la que hablaban, tan amena y cercana, le indicó que ya existía confianza entre ellos desde hace un tiempo. Más tarde, Anquises se encargaría de contarle que se trataba de la casa real de Ilión (Troya). El rey Príamo con su corona de lapislázuli que resaltaba sobre la cascada de cabellos negros, llevaba del brazo a la reina Hécuba de mirada vivas y gentil. Y a su lado, se encontraban sus hijos, sosteniendo ramas de olivo y laurel entre sus manitas. Por la forma en que sus dedos jugueteaban con los tallos frescos, era evidente el gran esfuerzo que estaban poniendo en no pelear, ni bostezar. Que buenos estaban siendo esos niños, había pensado para sus adentros. Si ella tuviera ese nivel de paciencia, probablemente habría hecho grandes proezas hace mucho. Era un logro que debía reconocerse. Y casi como si le hubiera leído las palabras en la mente, la hija pequeña de Príamo giró la cabeza, en su dirección. Afro contuvo la respiración cuando esos ojos de obsidiana cruzaron con los suyos. ¿Por qué… esa niña la miraba así? Era la expresión de alguien que había encontrado un cabello en su comida y empieza, meticulosamente, a hacer una lista mental de posibles cabezas sospechosas a quién podría pertenecer esa hebra. Era la primera vez que un niño mortal la observaba de esa manera, con tanta suspicacia, y eso, para su propia sorpresa, le provocó un ligero nerviosismo. Forzó una sonrisa, la más amable que sus labios consiguieron esbozar y discretamente levantó la mano para saludarla. Pero su gesto se derritió al instante, como la nieve bajo el sol de primavera. La niña no solo no le devolvió el saludo, sino que su expresión ceñuda se tornó aún más analítica. Tragó saliva, aunque incomoda, Afro no se achicó, ni rompió el contacto visual. Dejó que la niña hiciera su análisis sobre ella, convirtiéndose en el objetivo de contemplación de su estudio. Creyó que la descomponía pieza por pieza, hasta entender cada función, o al menos, eso intentaba ¿Podía culparla? En su edad más temprana, motivada por la curiosidad inocente, Afro habría hecho lo mismo con una ostra y un cangrejo que encontró en las orillas de la playa de Chipre, la primera vez que pisó tierra firme después de su nacimiento en el seno de las profundidades del mar. Los dioses crecían a una velocidad alarmante, así que cuando el oleaje terminó de dar forma a la carne y la sangre celestial de su padre que habían sido arrojados al mar, las olas expulsaron a la superficie a una niña que, aunque frágil, tenía la fuerza suficiente en las extremidades para nadar hasta la costa. Su conocimiento sobre el mundo era limitado y sin nadie quién la supervisara, se dedicó a caminar por la playa desierta. La playa de arenas blancas era enorme, los árboles frondosos que se alzaban a la distancia no le inspiraron el menor deseo de adentrarse en su espesura. Vagó sin rumbo hasta que algo capturó su atención: una ostra. Era liviana entre sus manos y al no oír sonido alguno al sacudirla junto a su oído, la abrió con ayuda de una piedra de punta afilada. Dentro encontró un par de perlas que después convertiría en los pendientes que ahora llevaba puestos. Más adelante halló un cangrejo caminando detrás de una roca enorme. Se acuclilló para observarlo, fascinada por esa forma tan peculiar de moverse de lado. Cada vez que intentaba llegar al mar, ella le cortaba el paso con la mano. El pequeño insistía, avanzando primero hacia un lado y luego hacia el otro, y ella, divertida, volvía a interponerse. Un duelo de paciencia que él perdió primero. Entre risas, cuando volvió a bloquearle el camino, el cangrejo esa vez cerró sus pinzas con firmeza alrededor de su dedo. Aún recordaba el dolor que aquello le causó, tan vivido y punzante que podría jurar que, después de años, el cangrejo seguía aferrado a su dedo solo para darle una lección de límites. Y vaya que lo consiguió; aquella punzada fantasma bastó para devolverla, de golpe, a la realidad. «Está bien. Ganaste esta ronda, amigo crustáceo». Hizo una leve mueca, el recuerdo tardío de esas pinzas que, al parecer, aún tenían algo que reclamarle, antes de que el murmullo de la ceremonia la alcanzara en los oídos. Moiras santas. Eso... eso dolió bastante... Gracias a los dioses, el sacerdote terminó su labor, poniendo fin al análisis de aquella niña troyana. La reina Hécuba tomó de la mano a la niña para conducirla junto a sus hermanos al frente, y fue entonces que Afro descubrió el nombre de aquella chiquilla. ────Ven, Cassandra ─le dijo su madre─. Vamos a llevarle nuestros regalos al príncipe. Dedicándole una última mirada que prometía continuar con el estudio de su persona más tarde y sin hacer más, obediente, Cassandra dio media vuelta y se perdió entre la multitud de nobles que se amontonaba junto a sus hijos para presentar sus regalos a Eneas. Su familia se situó en el lugar de preeminencia que les correspondía, siendo ellos los primeros en entregar sus obsequios. Solo los hijos mayores de Príamo pasaron al frente para ofrecer las ramitas de olivo y laurel al pequeño príncipe. Claro, Eneas los observaba confundido con sus grandes ojitos. No comprendía lo que estaba ocurriendo. Pero su hijo ya desde bebé era valiente, ninguna sombra de duda o temor cubrió su rostro ante ninguno de esos extraños que se acercaron a darle la bienvenida al mundo. El banquete dio inicio y el palacio se llenó de música, cantos y risas. Las antorchas danzaban en los muros y las voces se mezclaron con el sonido de las copas. En lo que restó de la noche, Afro no volvió a saber nada de Cassandra ni de sus analíticos ojos de obsidiana. Por un momento, Afro se sintió como aquel cangrejo en la playa, solo que, a diferencia de él, ella ahora no tenía pinzas con que defenderse. Y no las necesitaba.
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  • La zorra dio a luz a sus cachorros, fuertes y sanos. Sus pelajes, de un naranja con vetas rojas de fuego, reflejaban los colores mismos de la tierra.

    Pero aún faltaba uno más… Este se resistía a salir, y parecía que aquello tendría un triste final.

    Inari, testigo de la escena, descendió de los cielos bajando por una escalera dorada que aparecía y se desvanecía con cada paso. Sin importar la suciedad del suelo —incluidos los desechos del nacimiento—, la diosa se arrodilló a su lado.

    Acarició a la exhausta zorra, desde la cabeza hasta el vientre aún abultado. El animal la miró con súplica en los ojos, como si comprendiera por instinto quién era aquella presencia divina.

    —Te concederé la gracia de la vida. Bendeciré a tu hijo, con la condición de que también será mío. Será reclamado, su futuro sellado, su cometido sagrado —dijo la diosa con una voz que sonaba como un eco lejano.

    Su mano se iluminó, posándose sobre el vientre de la madre. Entonces, las fuerzas que le faltaban a la zorra regresaron, como el agua que el desierto reclama.

    El último de sus hijos nació. Era más pequeño, más frágil. Y su pelaje… el blanco plateado de este rivalizaba con el brillo de la luna llena de aquella noche. Su madre lamió su rostro, y él abrió los ojos: azules, como el zafiro; intensos, profundos. Aquella mirada evocaba que se trataba de algo sagrado.

    El kami Inari se desvaneció en un suspiro, como si el aire mismo se hubiera contenido en su presencia. El sonido nocturno regresó junto con la oscuridad, pero aquellos ojos azules tenían brillo propio: dos diminutos faros que guiaban en la noche.
    La zorra dio a luz a sus cachorros, fuertes y sanos. Sus pelajes, de un naranja con vetas rojas de fuego, reflejaban los colores mismos de la tierra. Pero aún faltaba uno más… Este se resistía a salir, y parecía que aquello tendría un triste final. Inari, testigo de la escena, descendió de los cielos bajando por una escalera dorada que aparecía y se desvanecía con cada paso. Sin importar la suciedad del suelo —incluidos los desechos del nacimiento—, la diosa se arrodilló a su lado. Acarició a la exhausta zorra, desde la cabeza hasta el vientre aún abultado. El animal la miró con súplica en los ojos, como si comprendiera por instinto quién era aquella presencia divina. —Te concederé la gracia de la vida. Bendeciré a tu hijo, con la condición de que también será mío. Será reclamado, su futuro sellado, su cometido sagrado —dijo la diosa con una voz que sonaba como un eco lejano. Su mano se iluminó, posándose sobre el vientre de la madre. Entonces, las fuerzas que le faltaban a la zorra regresaron, como el agua que el desierto reclama. El último de sus hijos nació. Era más pequeño, más frágil. Y su pelaje… el blanco plateado de este rivalizaba con el brillo de la luna llena de aquella noche. Su madre lamió su rostro, y él abrió los ojos: azules, como el zafiro; intensos, profundos. Aquella mirada evocaba que se trataba de algo sagrado. El kami Inari se desvaneció en un suspiro, como si el aire mismo se hubiera contenido en su presencia. El sonido nocturno regresó junto con la oscuridad, pero aquellos ojos azules tenían brillo propio: dos diminutos faros que guiaban en la noche.
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  • Hoy es un buen dia para dar una caminata al bosque

    -miraba el paisaje, suspirando levemente estando frustrada, decidi despejarme ya que por el momento la mafia, estaba escondida ya que los policias estaban al acedio-

    Ahhhh

    -respire profundamente, para despues exhalar sintie do el aire relajante de los arboles empezando a caminar, subiendo las montañas y tomando agua de algunos nacimientos de rios-
    Hoy es un buen dia para dar una caminata al bosque -miraba el paisaje, suspirando levemente estando frustrada, decidi despejarme ya que por el momento la mafia, estaba escondida ya que los policias estaban al acedio- Ahhhh -respire profundamente, para despues exhalar sintie do el aire relajante de los arboles empezando a caminar, subiendo las montañas y tomando agua de algunos nacimientos de rios-
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  • A pesar que la caza de los Templarios está constantemente en su mente, a veces Connor se toma un tiempo para descansar y volver a admirar la naturaleza que lo rodeó desde su nacimiento.

    El invierno empezó a notarse, cubriendo el suelo y diferentes superficies de un fino blanco, el aliento de cada individuo viéndose como un leve vapor en el aire. Cuando las ventiscas llegasen se le haría más fácil el pasar desapercibido entre los casacas rojas y el seguir a sus objetivos.

    Por ahora, armó una pequeña fogata y tomó asiento, a lo mejor la caza de animales sería un buen ejercicio para despejar la cabeza.
    A pesar que la caza de los Templarios está constantemente en su mente, a veces Connor se toma un tiempo para descansar y volver a admirar la naturaleza que lo rodeó desde su nacimiento. El invierno empezó a notarse, cubriendo el suelo y diferentes superficies de un fino blanco, el aliento de cada individuo viéndose como un leve vapor en el aire. Cuando las ventiscas llegasen se le haría más fácil el pasar desapercibido entre los casacas rojas y el seguir a sus objetivos. Por ahora, armó una pequeña fogata y tomó asiento, a lo mejor la caza de animales sería un buen ejercicio para despejar la cabeza.
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