• Habia una vez una gallina, y le metieron una escoba AAHAHAHHAHAHAHAHHAHAHAHAHHAHA
    Habia una vez una gallina, y le metieron una escoba AAHAHAHHAHAHAHAHHAHAHAHAHHAHA
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Holaaaaa eh estado pensando y ver qué el fandom de country humanos aún vive eh decidido usar este perfil que ya no tiene rol con nadie a hacer el country human de costa rica ya sea la versión masculina y la femenina así que cuando quieran aquí estara
    Holaaaaa eh estado pensando y ver qué el fandom de country humanos aún vive eh decidido usar este perfil que ya no tiene rol con nadie a hacer el country human de costa rica ya sea la versión masculina y la femenina así que cuando quieran aquí estara
    0 comentarios 0 compartidos
  • [Pastelería "Dulce Encanto", 9:37 a.m.]

    El sol se colaba entre las cortinas a rayas de la habitación de Elizabeth, dibujando líneas doradas sobre su cama desordenada. En el suelo, un par de medias desparejadas, un cuaderno con garabatos de nuevos postres, y un sombrero de chef a medio caer de una silla.

    Un bip bip insistente rompió la paz de la mañana. Elizabeth, enredada en las sábanas como una croissant mal enrollada, soltó un quejido ahogado. Estiró el brazo torpemente hasta encontrar el reloj... y al ver la hora, abrió los ojos de golpe.

    —¡¿Las nueve y media?! —chilló, saliendo disparada de la cama como si hubiera visto un fantasma con hambre de macarons.

    Tropezó con su propio pie, maldijo en voz baja, y corrió hacia la cocina todavía en pijama, recogiendo el cabello en un moño desordenado mientras lanzaba órdenes al aire, como si los utensilios pudieran obedecerla.

    —¡Horno encendido, vitrina limpia, masa de hojaldre fuera del refrigerador...! Ay, por Merlín, olvidé hacer los éclairs.

    Mientras encendía la cafetera con una mano y sacaba bandejas con la otra, un gato blanco con manchas grises —su fiel y perezoso compañero, Mousse— la observaba desde el mostrador con la dignidad de un crítico culinario.

    —No me mires así, Mousse, tú tampoco hiciste nada para despertarme.

    Al cabo de unos minutos, los primeros aromas de vainilla, canela y café comenzaron a llenar la pastelería, y Elizabeth, ya más tranquila, abrió la puerta principal con un suspiro y una sonrisa algo culpable.

    —Vale... abrimos tarde, pero abrimos con sabor.

    Un par de clientas habituales ya esperaban fuera. Una le guiñó el ojo.

    —¿Soñando con macarons otra vez?

    —Algo así —respondió Elizabeth, riendo mientras sonaba la campanita de entrada.
    [Pastelería "Dulce Encanto", 9:37 a.m.] El sol se colaba entre las cortinas a rayas de la habitación de Elizabeth, dibujando líneas doradas sobre su cama desordenada. En el suelo, un par de medias desparejadas, un cuaderno con garabatos de nuevos postres, y un sombrero de chef a medio caer de una silla. Un bip bip insistente rompió la paz de la mañana. Elizabeth, enredada en las sábanas como una croissant mal enrollada, soltó un quejido ahogado. Estiró el brazo torpemente hasta encontrar el reloj... y al ver la hora, abrió los ojos de golpe. —¡¿Las nueve y media?! —chilló, saliendo disparada de la cama como si hubiera visto un fantasma con hambre de macarons. Tropezó con su propio pie, maldijo en voz baja, y corrió hacia la cocina todavía en pijama, recogiendo el cabello en un moño desordenado mientras lanzaba órdenes al aire, como si los utensilios pudieran obedecerla. —¡Horno encendido, vitrina limpia, masa de hojaldre fuera del refrigerador...! Ay, por Merlín, olvidé hacer los éclairs. Mientras encendía la cafetera con una mano y sacaba bandejas con la otra, un gato blanco con manchas grises —su fiel y perezoso compañero, Mousse— la observaba desde el mostrador con la dignidad de un crítico culinario. —No me mires así, Mousse, tú tampoco hiciste nada para despertarme. Al cabo de unos minutos, los primeros aromas de vainilla, canela y café comenzaron a llenar la pastelería, y Elizabeth, ya más tranquila, abrió la puerta principal con un suspiro y una sonrisa algo culpable. —Vale... abrimos tarde, pero abrimos con sabor. Un par de clientas habituales ya esperaban fuera. Una le guiñó el ojo. —¿Soñando con macarons otra vez? —Algo así —respondió Elizabeth, riendo mientras sonaba la campanita de entrada.
    Me gusta
    6
    0 turnos 0 maullidos
  • "Caminando con los Muertos" (Parte IV)

    Tolek necesita dos cosas, por ahora, para no volver a perder el norte: un punto de referencia y un ojo en el cielo.

    Sin dejar de mirar al frente hacia donde la aparición, el brujo clava su bastón en el piso, destellos mágicos crecen como raíces sobre el lodo y abrazan el suelo a su alrededor tomando la forma de una sencilla telaraña de hilos plateados. Este es su punto de referencia, una baliza helada en medio de la nada.

    Luego, Tolek toma a Lester con una mano y lo lanza al cielo. El ave se apresura a extender las alas, orientarse y dirigirse hacia donde el brujo está mirando, sus ojos de cuervo llevan consigo la misma magia que le permite a su amo ver más allá.

    — Amo, ¡Veo las almas! —Exclama, emocionado—. Están reuniéndose más adelante, no sé por qué...

    De la misma forma que Lester no necesita emitir sonido alguno para comunicarse con su amo, este puede decirle sin hablar palabra alguna.

    — Adelántate, yo te sigo.

    Y la caminata duraría alrededor de quince minutos, si es que el caprichoso tiempo del mundo de los muertos se dejara medir. Quince minutos de silencio por parte del brujo, quien todavía arrastra el resabio del baño de angustia de las almas liberadas, y no quiere hablar. Lester podría querer empezar a hacer preguntas, y aun si escogiera no responderlas, cada pensamiento en la dirección incorrecta podría ser el único necesario para llevarle a perder el control.

    De pronto, una nube como un enjambre de almas perdidas se revela como una madeja enrollada entorno a... ¿Entorno a qué?

    — Amo, son demasiadas. No puedo ver qué las está atrayendo —reporta el ave desde su posición en las alturas, mientras vuela en círculos alrededor como un cazador que ha encontrado a su presa.

    El brujo sabe que sólo hay una forma de averiguar qué es lo que está llamando la atención de las almas y que Veles está interesado en que él encuentre.

    Camina con firmeza, con la prisa de la expectativa. Las almas son tantas que revuelven el ambiente como miles de banderas ondeando en la misma dirección llevadas por un viento salvaje que arrastra en la cercanía. La sensación es abrumadora, pero Tolek persiste e insiste en aproximarse cada vez más, empujando contra la fuerza que le repele.

    Basta que roce la superficie de la esfera para que un grito desolador escape partiendo el aire, como el grito de una banshee, aunque incapaz de congelar a quien ha nacido del hielo. Otras almas le hacen eco, angustiadas y agónicas, reconocen en el brujo una esencia parecida al que les condenó a la eterna miseria del dolor y el sufrimiento. Se retuercen, intentan alejarse de él alterando así la uniformidad de la madeja. El desbalance se acentúa conforme el terror se apodera de ellas hasta que finalmente, la bola colapsa y las almas vuelven a dispersarse como una burbuja que explota, sólo que en lugar de ser de jabón parece ser de aceite hirviendo. Tolek cierra los ojos por mero impulso.

    — ¿Lester?

    El cuervo grita en lo alto y el brujo entiende que él está bien. Luego, el brujo puede devolver su atención al frente, abriendo los ojos lentamente.

    — ¡Un huevo! —Exclama, indignado.

    Tolek levanta el puño al cielo.

    — ¿En serio? ¿Me estás viendo la cara de papá pato? ¡Más vale que no sea de dragón! —Protesta, maldiciendo su mala suerte.

    Una profunda risa gutural resuena no en el cielo, sino debajo en el suelo, como si fuera la tierra misma burlándose del brujo.

    — Sí, tú ríete... —agrega, tensando los labios.

    Veles es, en parte, el dios de las travesuras, después de todo.
    Pero el brujo nota algo que hace a este huevo algo peculiar, pequeños detalles que lo hacen similar a una de esas costosas piezas de joyería que solían presumir los zares en tiempos de antes.

    — Oh, ya veo. Es una de esas cosas... —piensa en voz alta, más relajado.

    El brujo se inclina para coger el objeto con cuidado, como si estuviera cayendo en una trampa de forma tan voluntaria como le caracteriza. El pequeño huevo, que puede rodear perfectamente con los dedos, se siente cálido al tacto y emana un suave aroma a hierba de ruda. Tolek se lo guarda en el bolsillo mágico de su abrigo antes de enderezarse.

    Y al levantar la mirada puede ver que hay detalles nuevos en el paisaje. En el cielo hay auroras brillando con el mismo tono que lo hacía el huevo antes de que lo tomara, pero más importante que ello, puede ver la brecha por la que han entrado las almas.

    — Amo, ya puedes presumir de que le agarraste un huevo a Veles.

    Pero Tolek no puede prestar atención al troleo de su familiar esta vez, su mirada está fija, perdida en la brecha que arde como una herida en el cielo. Puede ver más allá al interior de una diminuta abertura, un fondo de paredes cubiertas de un papel mural amarillento que reconoce.

    #ElBrujoCojo §iძ𝑬
    "Caminando con los Muertos" (Parte IV) Tolek necesita dos cosas, por ahora, para no volver a perder el norte: un punto de referencia y un ojo en el cielo. Sin dejar de mirar al frente hacia donde la aparición, el brujo clava su bastón en el piso, destellos mágicos crecen como raíces sobre el lodo y abrazan el suelo a su alrededor tomando la forma de una sencilla telaraña de hilos plateados. Este es su punto de referencia, una baliza helada en medio de la nada. Luego, Tolek toma a Lester con una mano y lo lanza al cielo. El ave se apresura a extender las alas, orientarse y dirigirse hacia donde el brujo está mirando, sus ojos de cuervo llevan consigo la misma magia que le permite a su amo ver más allá. — Amo, ¡Veo las almas! —Exclama, emocionado—. Están reuniéndose más adelante, no sé por qué... De la misma forma que Lester no necesita emitir sonido alguno para comunicarse con su amo, este puede decirle sin hablar palabra alguna. — Adelántate, yo te sigo. Y la caminata duraría alrededor de quince minutos, si es que el caprichoso tiempo del mundo de los muertos se dejara medir. Quince minutos de silencio por parte del brujo, quien todavía arrastra el resabio del baño de angustia de las almas liberadas, y no quiere hablar. Lester podría querer empezar a hacer preguntas, y aun si escogiera no responderlas, cada pensamiento en la dirección incorrecta podría ser el único necesario para llevarle a perder el control. De pronto, una nube como un enjambre de almas perdidas se revela como una madeja enrollada entorno a... ¿Entorno a qué? — Amo, son demasiadas. No puedo ver qué las está atrayendo —reporta el ave desde su posición en las alturas, mientras vuela en círculos alrededor como un cazador que ha encontrado a su presa. El brujo sabe que sólo hay una forma de averiguar qué es lo que está llamando la atención de las almas y que Veles está interesado en que él encuentre. Camina con firmeza, con la prisa de la expectativa. Las almas son tantas que revuelven el ambiente como miles de banderas ondeando en la misma dirección llevadas por un viento salvaje que arrastra en la cercanía. La sensación es abrumadora, pero Tolek persiste e insiste en aproximarse cada vez más, empujando contra la fuerza que le repele. Basta que roce la superficie de la esfera para que un grito desolador escape partiendo el aire, como el grito de una banshee, aunque incapaz de congelar a quien ha nacido del hielo. Otras almas le hacen eco, angustiadas y agónicas, reconocen en el brujo una esencia parecida al que les condenó a la eterna miseria del dolor y el sufrimiento. Se retuercen, intentan alejarse de él alterando así la uniformidad de la madeja. El desbalance se acentúa conforme el terror se apodera de ellas hasta que finalmente, la bola colapsa y las almas vuelven a dispersarse como una burbuja que explota, sólo que en lugar de ser de jabón parece ser de aceite hirviendo. Tolek cierra los ojos por mero impulso. — ¿Lester? El cuervo grita en lo alto y el brujo entiende que él está bien. Luego, el brujo puede devolver su atención al frente, abriendo los ojos lentamente. — ¡Un huevo! —Exclama, indignado. Tolek levanta el puño al cielo. — ¿En serio? ¿Me estás viendo la cara de papá pato? ¡Más vale que no sea de dragón! —Protesta, maldiciendo su mala suerte. Una profunda risa gutural resuena no en el cielo, sino debajo en el suelo, como si fuera la tierra misma burlándose del brujo. — Sí, tú ríete... —agrega, tensando los labios. Veles es, en parte, el dios de las travesuras, después de todo. Pero el brujo nota algo que hace a este huevo algo peculiar, pequeños detalles que lo hacen similar a una de esas costosas piezas de joyería que solían presumir los zares en tiempos de antes. — Oh, ya veo. Es una de esas cosas... —piensa en voz alta, más relajado. El brujo se inclina para coger el objeto con cuidado, como si estuviera cayendo en una trampa de forma tan voluntaria como le caracteriza. El pequeño huevo, que puede rodear perfectamente con los dedos, se siente cálido al tacto y emana un suave aroma a hierba de ruda. Tolek se lo guarda en el bolsillo mágico de su abrigo antes de enderezarse. Y al levantar la mirada puede ver que hay detalles nuevos en el paisaje. En el cielo hay auroras brillando con el mismo tono que lo hacía el huevo antes de que lo tomara, pero más importante que ello, puede ver la brecha por la que han entrado las almas. — Amo, ya puedes presumir de que le agarraste un huevo a Veles. Pero Tolek no puede prestar atención al troleo de su familiar esta vez, su mirada está fija, perdida en la brecha que arde como una herida en el cielo. Puede ver más allá al interior de una diminuta abertura, un fondo de paredes cubiertas de un papel mural amarillento que reconoce. #ElBrujoCojo [SideBlackHole]
    Me gusta
    Me endiabla
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • El cansancio pesaba como plomo sobre los frágiles hombros de Carmina, quien dedicaba cada día a mantener en pie el negocio familiar: aquella vieja tienda de conveniencia fundada por su abuelo muchos años atrás. Ahora, ese pequeño local era el sustento de ella y su abuela, el último hilo que las mantenía a flote tras tantas pérdidas.

    Esa noche, tras cenar en silencio y tomar un baño caliente, Carmina se dejó caer sobre la cama sin siquiera cambiar la expresión cansada de su rostro. Solo alcanzó a conectar su celular al cargador antes de hundir la cabeza en la almohada. En cuestión de segundos, el sueño comenzó a arrastrarla, aunque ella juraría que seguía despierta… simplemente acostada, inmóvil, con la vista perdida en el techo.

    Todo a su alrededor comenzó a tornarse difuso, como si un filtro opaco cubriera la realidad. Una niebla suave, casi imperceptible, envolvía su habitación. “Es el cansancio,” pensó, convencida de que solo estaba en esa frontera extraña entre el sueño y la vigilia.

    Entonces lo sintió.

    Unos brazos la rodearon por la espalda, envolviéndola en un abrazo cálido, apacible, profundamente familiar. No se asustó. Al contrario, su cuerpo se relajó como si lo hubiera estado esperando desde siempre. De reojo, distinguió una figura masculina tras ella… y supo, sin dudar, que lo conocía.

    Él empezó a murmurarle algo al oído, pero las palabras no lograban tomar forma: eran apenas un zumbido suave, como ruido blanco que acariciaba su mente sin dejarse entender.

    Carmina quiso girarse, quería verlo con claridad. Confirmar lo que su corazón ya le gritaba: “¿Eres tú?” Pero le era imposible moverse. Su cuerpo permanecía inmóvil, atrapado en esa bruma cálida e inestable. Hasta que, con un esfuerzo desesperado, finalmente logró voltearse.

    Por un instante, lo vio.

    Ese rostro… tan amado, tan añorado. Él le sonrió, como si todo estuviera bien.

    Y entonces desapareció.

    Carmina despertó de golpe, sola en su cama. Las luces seguían encendidas. El celular aún cargaba en la mesita de noche. El cuarto estaba exactamente igual que antes, pero el aire se sentía más frío.

    Solo había sido un sueño.

    Un sueño más.

    Tal vez la única manera en que volvería a verlo.

    Y su ausencia, una vez más, volvió a doler como una herida que nunca cerró.
    El cansancio pesaba como plomo sobre los frágiles hombros de Carmina, quien dedicaba cada día a mantener en pie el negocio familiar: aquella vieja tienda de conveniencia fundada por su abuelo muchos años atrás. Ahora, ese pequeño local era el sustento de ella y su abuela, el último hilo que las mantenía a flote tras tantas pérdidas. Esa noche, tras cenar en silencio y tomar un baño caliente, Carmina se dejó caer sobre la cama sin siquiera cambiar la expresión cansada de su rostro. Solo alcanzó a conectar su celular al cargador antes de hundir la cabeza en la almohada. En cuestión de segundos, el sueño comenzó a arrastrarla, aunque ella juraría que seguía despierta… simplemente acostada, inmóvil, con la vista perdida en el techo. Todo a su alrededor comenzó a tornarse difuso, como si un filtro opaco cubriera la realidad. Una niebla suave, casi imperceptible, envolvía su habitación. “Es el cansancio,” pensó, convencida de que solo estaba en esa frontera extraña entre el sueño y la vigilia. Entonces lo sintió. Unos brazos la rodearon por la espalda, envolviéndola en un abrazo cálido, apacible, profundamente familiar. No se asustó. Al contrario, su cuerpo se relajó como si lo hubiera estado esperando desde siempre. De reojo, distinguió una figura masculina tras ella… y supo, sin dudar, que lo conocía. Él empezó a murmurarle algo al oído, pero las palabras no lograban tomar forma: eran apenas un zumbido suave, como ruido blanco que acariciaba su mente sin dejarse entender. Carmina quiso girarse, quería verlo con claridad. Confirmar lo que su corazón ya le gritaba: “¿Eres tú?” Pero le era imposible moverse. Su cuerpo permanecía inmóvil, atrapado en esa bruma cálida e inestable. Hasta que, con un esfuerzo desesperado, finalmente logró voltearse. Por un instante, lo vio. Ese rostro… tan amado, tan añorado. Él le sonrió, como si todo estuviera bien. Y entonces desapareció. Carmina despertó de golpe, sola en su cama. Las luces seguían encendidas. El celular aún cargaba en la mesita de noche. El cuarto estaba exactamente igual que antes, pero el aire se sentía más frío. Solo había sido un sueño. Un sueño más. Tal vez la única manera en que volvería a verlo. Y su ausencia, una vez más, volvió a doler como una herida que nunca cerró.
    Me entristece
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    11
    0 turnos 0 maullidos
  • La tenue luz del baño parpadeaba por momentos, reflejándose en el espejo empañado por el vapor. Emma se sostenía el borde del lavamanos con ambas manos, la piel pálida por el cansancio y el sudor frío. Con lentitud, levantó la camiseta, revelando la cicatriz que surcaba su cuerpo desde el costado hasta el abdomen. A pesar del tiempo, aún ardía como si fuese reciente. Sus dedos rozaron la piel marcada, y el temblor en sus manos fue lo último que sintió antes de que el pasado la arrastrara sin piedad.

    [FLASHBACK]

    El lugar era oscuro, húmedo, con un hedor metálico que se mezclaba con el del miedo. Las manos de Emma estaban atadas por encima de su cabeza, colgando de una viga de hierro oxidado. La sangre goteaba lentamente desde su costado, y cada respiración era un suplicio.

    —No es nada personal, preciosa. Solo quiero ver cuánto puede soportar una pequeña policía como tú, —dijo una voz masculina desde la oscuridad. Luego, el filo del cuchillo volvió a rozarle la piel, y esta vez, descendió en línea recta por su abdomen. El grito de Emma se ahogó entre dientes apretados. No le daría el gusto.

    Durante días, tal vez semanas —había perdido la noción del tiempo—, la mantuvieron ahí. Tortura física, mental. Se burlaban de ella, le hablaban al oído cosas que no quería recordar. Pero nunca se quebró. Nunca lloró frente a ellos.

    Hasta que una noche, los gritos fueron otros. Gritos de hombres, disparos. Luces cegadoras. Todo fue rápido, confuso. Unos brazos firmes la descolgaron. Voces conocidas la llamaban por su nombre.

    —Tranquila, Emma. Ya estás a salvo. Te tenemos.

    Era la Unidad de Análisis de Conducta. Un operativo de rescate que nadie esperó para alguien como ella, una simple policía de bajo rango. Ellos la sacaron de ese infierno. Pero nunca atraparon al responsable principal. El que dio la orden. El que la eligió.

    [FIN DEL FLASHBACK]

    Emma se obligó a respirar profundo mientras volvía al presente. Observó su reflejo. No con lástima. Sino con determinación. Aquella cicatriz no era solo un recuerdo. Era una promesa.

    —Por eso estás en la UAC… para encontrarlo. Y terminar con él.
    La tenue luz del baño parpadeaba por momentos, reflejándose en el espejo empañado por el vapor. Emma se sostenía el borde del lavamanos con ambas manos, la piel pálida por el cansancio y el sudor frío. Con lentitud, levantó la camiseta, revelando la cicatriz que surcaba su cuerpo desde el costado hasta el abdomen. A pesar del tiempo, aún ardía como si fuese reciente. Sus dedos rozaron la piel marcada, y el temblor en sus manos fue lo último que sintió antes de que el pasado la arrastrara sin piedad. [FLASHBACK] El lugar era oscuro, húmedo, con un hedor metálico que se mezclaba con el del miedo. Las manos de Emma estaban atadas por encima de su cabeza, colgando de una viga de hierro oxidado. La sangre goteaba lentamente desde su costado, y cada respiración era un suplicio. —No es nada personal, preciosa. Solo quiero ver cuánto puede soportar una pequeña policía como tú, —dijo una voz masculina desde la oscuridad. Luego, el filo del cuchillo volvió a rozarle la piel, y esta vez, descendió en línea recta por su abdomen. El grito de Emma se ahogó entre dientes apretados. No le daría el gusto. Durante días, tal vez semanas —había perdido la noción del tiempo—, la mantuvieron ahí. Tortura física, mental. Se burlaban de ella, le hablaban al oído cosas que no quería recordar. Pero nunca se quebró. Nunca lloró frente a ellos. Hasta que una noche, los gritos fueron otros. Gritos de hombres, disparos. Luces cegadoras. Todo fue rápido, confuso. Unos brazos firmes la descolgaron. Voces conocidas la llamaban por su nombre. —Tranquila, Emma. Ya estás a salvo. Te tenemos. Era la Unidad de Análisis de Conducta. Un operativo de rescate que nadie esperó para alguien como ella, una simple policía de bajo rango. Ellos la sacaron de ese infierno. Pero nunca atraparon al responsable principal. El que dio la orden. El que la eligió. [FIN DEL FLASHBACK] Emma se obligó a respirar profundo mientras volvía al presente. Observó su reflejo. No con lástima. Sino con determinación. Aquella cicatriz no era solo un recuerdo. Era una promesa. —Por eso estás en la UAC… para encontrarlo. Y terminar con él.
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • En el LANTV Channel 4 Noticiero nocturno:

    La transmisión era en vivo, en el estudio principal una locutora con tono grave y profesional, pero con un leve temblor en la voz.

    -"Buenas noches. Una tragedia inimaginable ha sacudido a la comunidad de Santa Carolina esta madrugada. El exclusivo club nocturno ‘Ministry’, ubicado en el distrito portuario, fue consumido por una explosión masiva alrededor de la 3:33 a.m., mientras albergaba a cientos de asistentes a una fiesta privada. Autoridades están haciendo lo posible para apagar el incendio y encontrar sobrevivientes."

    Un corte a imágenes grabadas por testigos retrata como el edificio estalla en una bola de fuego silenciosa por un segundo, antes de que el sonido ensordecedor llegue a la cámara. Gritos de pánico se escuchan de fondo.

    Transiciona a un reportero con los cascos de bomberos desesperados detrás de él, hablando rápido.

    -"Claire, el caos aquí es indescriptible. La explosión fue tan violenta que ventanas a tres calles de distancia se hicieron añicos. Los equipos de rescate trabajan contra reloj, pero… Las llamas eran demasiado intensas. No hubo tiempo de evacuar."

    La cámara enfoca brevemente a una mujer en shock, envuelta en una manta térmica, hablando entre sollozos.

    -"¡Vi gente corriendo… pero las puertas no se abrían! Y luego… ¡Dios mío, el fuego los alcanzó primero a ELLOS…"

    El audio se corta abruptamente. Y vuelve al estudio, la locutora con ceño fruncido lee en voz alta un reporte de última hora.

    -" Según registros, el dueño del local, Christopher Baudelair, estaba presente. Baudelair, un empresario de baja exposición pública, había cerrado el club a medios de esta noche por un “evento exclusivo.’” Fuentes policiales sugieren que…"

    Hace una pausa incómoda.

    -"...El sistema de emergencia fue saboteado. Las salidas estaban bloqueadas desde dentro."

    Aparece una foto de Baudelair. Un hombre bello de unos 30 años, traje impecable, sonrisa fría. La imagen se desvanece para mostrar un primer plano de las ruinas en llamas que alguna vez fueron la fachada del edificio. Súbitamente la transmisión empieza a deteriorarse rápidamente, hasta llenarse de nieve estática.

    La locutora, forzando la calma.

    -"Parece que tenemos problemas técnicos. Volvemos con más después de estos mensajes.”

    El shock de los espectadores recibiría la frialdad de un aviso comercial sobre un nuevo modelo de automóvil eléctrico.
    En el LANTV Channel 4 Noticiero nocturno: La transmisión era en vivo, en el estudio principal una locutora con tono grave y profesional, pero con un leve temblor en la voz. -"Buenas noches. Una tragedia inimaginable ha sacudido a la comunidad de Santa Carolina esta madrugada. El exclusivo club nocturno ‘Ministry’, ubicado en el distrito portuario, fue consumido por una explosión masiva alrededor de la 3:33 a.m., mientras albergaba a cientos de asistentes a una fiesta privada. Autoridades están haciendo lo posible para apagar el incendio y encontrar sobrevivientes." Un corte a imágenes grabadas por testigos retrata como el edificio estalla en una bola de fuego silenciosa por un segundo, antes de que el sonido ensordecedor llegue a la cámara. Gritos de pánico se escuchan de fondo. Transiciona a un reportero con los cascos de bomberos desesperados detrás de él, hablando rápido. -"Claire, el caos aquí es indescriptible. La explosión fue tan violenta que ventanas a tres calles de distancia se hicieron añicos. Los equipos de rescate trabajan contra reloj, pero… Las llamas eran demasiado intensas. No hubo tiempo de evacuar." La cámara enfoca brevemente a una mujer en shock, envuelta en una manta térmica, hablando entre sollozos. -"¡Vi gente corriendo… pero las puertas no se abrían! Y luego… ¡Dios mío, el fuego los alcanzó primero a ELLOS…" El audio se corta abruptamente. Y vuelve al estudio, la locutora con ceño fruncido lee en voz alta un reporte de última hora. -" Según registros, el dueño del local, Christopher Baudelair, estaba presente. Baudelair, un empresario de baja exposición pública, había cerrado el club a medios de esta noche por un “evento exclusivo.’” Fuentes policiales sugieren que…" Hace una pausa incómoda. -"...El sistema de emergencia fue saboteado. Las salidas estaban bloqueadas desde dentro." Aparece una foto de Baudelair. Un hombre bello de unos 30 años, traje impecable, sonrisa fría. La imagen se desvanece para mostrar un primer plano de las ruinas en llamas que alguna vez fueron la fachada del edificio. Súbitamente la transmisión empieza a deteriorarse rápidamente, hasta llenarse de nieve estática. La locutora, forzando la calma. -"Parece que tenemos problemas técnicos. Volvemos con más después de estos mensajes.” El shock de los espectadores recibiría la frialdad de un aviso comercial sobre un nuevo modelo de automóvil eléctrico.
    Me shockea
    Me encocora
    Me endiabla
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • -18/6/1932-
    -venecia (Italia)
    -para: Roger Gregorio Bill

    "Querido tio Bill"
    "Espero y te encuentres bien , sano y tus negocios hayan sido prosperos"
    "Desde que se fue a la capital por asuntos junto con el duque , he estado cuidando de la pequeña chosa tal como usted me pidió , también le di de comer a las gallinas y me encargue de cuidar las flores de la casa del duque mientras no estaba"
    "Sin su prescencia , he podido sobrevir gracias a la señora margaret , siempre me lleva algo de pollo y pan y la leche, aunque de todos modos sin ella puedo resolver."
    "Hoy en dia todavia estoy muy agradecida con usted por sus nobles cuidados"

    -con amor Layla
    -18/6/1932- -venecia (Italia) -para: Roger Gregorio Bill "Querido tio Bill" "Espero y te encuentres bien , sano y tus negocios hayan sido prosperos" "Desde que se fue a la capital por asuntos junto con el duque , he estado cuidando de la pequeña chosa tal como usted me pidió , también le di de comer a las gallinas y me encargue de cuidar las flores de la casa del duque mientras no estaba" "Sin su prescencia , he podido sobrevir gracias a la señora margaret , siempre me lleva algo de pollo y pan y la leche, aunque de todos modos sin ella puedo resolver." "Hoy en dia todavia estoy muy agradecida con usted por sus nobles cuidados" -con amor Layla
    Me gusta
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • "𝚀𝚞𝚊𝚍𝚊𝚖 𝚍𝚒𝚎 𝚏𝚞𝚒 𝚍𝚘𝚖𝚒𝚗𝚞𝚜 𝚖𝚘𝚛𝚝𝚒𝚜 𝚎𝚝 𝚗𝚞𝚗𝚌 𝚗𝚎 𝚖𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚍𝚎𝚖 𝚟𝚒𝚍𝚎𝚛𝚎 𝚙𝚘𝚝𝚎𝚜𝚝."

    El mundo seguía cambiando y evolucionando con el paso de los siglos y con este, los humanos y sus civilizaciones.

    Nath-Rahel permanecía siendo el mismo día tras día, año tras año, siglo tras siglo, procurando adaptarse al mundo que le rodeaba y que parecía pudrirse y deteriorarse cada vez más rápido. Pero claro... ¿Podía alguien podrido y roto como él realmente quejarse del declive de la humanidad?

    Siglo tras siglo intentaba hallar la forma de recuperar su magnificencia, su inconmensurado poder, aquel que esa odiosa bruja que le maldijo, le arrebató.
    Buscaba en libros, viajaba a variados lugares del mundo en busca de posibles respuestas. Necesitaba volver a ser el poderoso y temido nigromante que un día fue. Y juraba vengarse de todo el linaje existente de aquella bruja una vez lo consiguiera.

    Ya hacía varios años que ejercía la misma profesión, debiendo mudarse a diversas ciudades y países cada ciertos años para no levantar sospechas por su carencia de rasgos de senectud, a pesar de sobrepasar con creces la esperanza de vida humana. Albañil. Ese era el empleo por el que optó y se le daba bastante bien, un lugar donde ejercer cierta fuerza para cansarse un poco, tranquilo, nadie le molestaba.
    Sus compañeros le tenían por alguien sombrío y solitario, pero a pesar de ello le creían muy buen hombre, amable, atento y de grato conversar. Una perfecta ilusión en la caía casi todo aquel que le conociera.

    [...]

    Ese día se encontraba trabajando en una obra relativamente nueva, a penas estaban empezando con los cimientos del edificio.

    Nath era un hombre que a simple vista podía parecer común, del montón, pero de cerca y con detalle tenía ciertas características que le hacían destacar. Alto, con un cuerpo tan bien trabajado que parecía piedra tallada por un cincel divino. Un rostro de facciones varoniles pero no muy abruptas, cabello del más oscuro azabache y sus ojos, aquello que más podía llamar la atención, unos bellos zafiros bordeados por marcadas y oscuras ojeras.

    Por supuesto que más de una vez se aprovechó de su para nada desagradable apariencia para atraer a alguien con quien experimentar e intentar recuperar parte de su poder y conocimientos.

    Ya había perdido la cuenta de cuántos cadáveres tuvo que deshacerse a lo largo de los últimos años.
    "𝚀𝚞𝚊𝚍𝚊𝚖 𝚍𝚒𝚎 𝚏𝚞𝚒 𝚍𝚘𝚖𝚒𝚗𝚞𝚜 𝚖𝚘𝚛𝚝𝚒𝚜 𝚎𝚝 𝚗𝚞𝚗𝚌 𝚗𝚎 𝚖𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚍𝚎𝚖 𝚟𝚒𝚍𝚎𝚛𝚎 𝚙𝚘𝚝𝚎𝚜𝚝." El mundo seguía cambiando y evolucionando con el paso de los siglos y con este, los humanos y sus civilizaciones. Nath-Rahel permanecía siendo el mismo día tras día, año tras año, siglo tras siglo, procurando adaptarse al mundo que le rodeaba y que parecía pudrirse y deteriorarse cada vez más rápido. Pero claro... ¿Podía alguien podrido y roto como él realmente quejarse del declive de la humanidad? Siglo tras siglo intentaba hallar la forma de recuperar su magnificencia, su inconmensurado poder, aquel que esa odiosa bruja que le maldijo, le arrebató. Buscaba en libros, viajaba a variados lugares del mundo en busca de posibles respuestas. Necesitaba volver a ser el poderoso y temido nigromante que un día fue. Y juraba vengarse de todo el linaje existente de aquella bruja una vez lo consiguiera. Ya hacía varios años que ejercía la misma profesión, debiendo mudarse a diversas ciudades y países cada ciertos años para no levantar sospechas por su carencia de rasgos de senectud, a pesar de sobrepasar con creces la esperanza de vida humana. Albañil. Ese era el empleo por el que optó y se le daba bastante bien, un lugar donde ejercer cierta fuerza para cansarse un poco, tranquilo, nadie le molestaba. Sus compañeros le tenían por alguien sombrío y solitario, pero a pesar de ello le creían muy buen hombre, amable, atento y de grato conversar. Una perfecta ilusión en la caía casi todo aquel que le conociera. [...] Ese día se encontraba trabajando en una obra relativamente nueva, a penas estaban empezando con los cimientos del edificio. Nath era un hombre que a simple vista podía parecer común, del montón, pero de cerca y con detalle tenía ciertas características que le hacían destacar. Alto, con un cuerpo tan bien trabajado que parecía piedra tallada por un cincel divino. Un rostro de facciones varoniles pero no muy abruptas, cabello del más oscuro azabache y sus ojos, aquello que más podía llamar la atención, unos bellos zafiros bordeados por marcadas y oscuras ojeras. Por supuesto que más de una vez se aprovechó de su para nada desagradable apariencia para atraer a alguien con quien experimentar e intentar recuperar parte de su poder y conocimientos. Ya había perdido la cuenta de cuántos cadáveres tuvo que deshacerse a lo largo de los últimos años.
    Me gusta
    Me encocora
    4
    1 turno 0 maullidos
  • Un sudor frío recorre la espalda del pelinegro mientras se mueve inquieto en la cama. Después de tomarse un par de pastillas para dormir con un vaso de whisky, se sumió en un sueño inquieto provocado por las imágenes que su cerebro ha conjurado para torturarle esa noche.

    Reconocía la habitación, era del Motel Lotus en Londres, hacía frío y afuera llovía a cántaros, normal en Londres, la habitación olía a humo de cigarro, whisky y colonia para hombre barata; en toda la habitación había envolturas de comida rápida, envases con comida aún en el interior, en la cama, yacía un muchacho de no más de 14 años, aparentemente dormía, sin embargo, al acercarse más, era evidente que lloraba pero apenas eran perceptibles sus sollozos, era como si no quisiera que nadie lo escuchara. En el baño de la habitación, una voz masculina canturreaba una alegre melodía mientras corría el agua de la ducha. El cuerpo del muchachito en la cama se sobresaltó cuando la puerta de abrió revelando al hombre que se encontraba ahí dentro, era un hombre joven, de unos 20, 30 años, rubio, con demasiados tatuajes en los brazos. Mientras se arreglaba, no prestaba atención al chico en su cama quién sólo intentaba no llamar la atención.

    — Vamos, pequeña zorra, ¿a caso estás llorando?, ay por favor, no me digas que te dolió...— se burló el mayor mirando de reojo la menuda figura que se aferraba a las cobijas como si fueran un escudo.

    Matthew quería salir de ahí, pero sus pies no sé movían, era como si su inconsciente lo estuviera obligando a quedarse ahí, a mirar y escuchar.

    — Cuando tu padre me dijo que podía jugar contigo, jamás me dijo que fueras una perra tan dramática...además, por la forma en que gemías se notó que lo disfrutaste, ¿o lo vas a negar?

    — Y...yo...n-no lo dis...disfruté...— dijo el pelinegro en la cama y entonces, Matt gritó con fuerza al reconocer su propia voz, era su voz, era...era él...— q...quiero irme a casa...— pidió el menor mientras se incorporaba haciendo una mueca de dolor. Y ahí, Matt se vio a sí mismo, a sus 14 años, su rostro daba pena, tenía moretones en las mejillas, los labios partidos y un par de cortes en las mejillas, el resto de su cuerpo no estaba en mejor estado, tenía marcas y golpes por todos lados y lo peor, lo peor estaba entre sus piernas, al quitarse las sábanas de encima, Matt pudo ver restos de sangre en las sábanas de la cama y entre sus piernas, además de otros fluídos que no hacía falta ser un genio para saber qué eran. El hombre lo miró y se rió como si el hecho de haberlo lastimado fuera la fuente de una inmensa alegría.

    Matt quiso correr pero no podía, estaba petrificado, quería dejar de mirar...de recordar, entonces, las paredes se empezaron a diluir como pintura bajo el agua, la escena cambió, ahora podía verse a sí mismo nuevamente pero el lugar era diferente, está vez se trataba de una habitación limpia, ordenada, podría decirse que incluso había cierta elegancia y lujo en ella, Matt ya no era un niño, era un adolescente de 16 años y Matt reconoció la escena, fue un par de meses antes de asesinar a su padre. El hombre que se encontraba ahí era el mismo de la primera escena pero había algo diferente, en esta ocasión, Matthew estaba porque quería.

    — Entonces dime, Logan...¿me vas a dar lo que te pedí?, sabes que te lo pagaré bien...— decía Matt mientras sus dedos jugaban con la corbata ajena. — Sólo necesito que me dejes el tiempo suficiente para hacer lo que debo hacer y nadie lo sabrá, sólo tú y yo...¿qué dices?

    Logan...hacía años que no recordaba ese nombre...su mente lo había 'bloqueado' como muchos recuerdos de su infancia y adolescencia.

    — Lo que quieres, pequeña putilla es que te ayude a matar al jefe y sabes lo que eso significa, ¿cierto?

    — Lo sé, pero no lo harás tú, lo haré yo, además...dijiste que, a cambio de qué follara contigo, me darías lo que quisiera, ¿lo olvidaste?

    — No, no lo he olvidado y has cumplido bien tu parte del trato, mejor que bien...— dijo Logan mirando con lujuria el cuerpo de Matt.

    — Entonces, dame lo que quiero y piénsalo, cuando mi padre esté muerto, tú ocuparás su lugar y ya sabes cómo me excitan los hombres con poder...ayúdame...— dijo Matthew mientras empezaba a desnudarse.

    Logan, sin más reparos, se abalanzó sobre él y comenzó a cogerlo sin más nada, con fuerza, haciéndole daño, Matt soportó aquello como lo había hecho durante los últimos años tan sólo por obtener un par de minutos sin la seguridad que rodeaba a su padre para deshacerse de él. En ese momento, en su mente empezaron a aparecer imagénes de los años en los que prácticamente fue la ' puta ' de Logan y, cuando sintió ganas de vomitar, despertó...

    — Ya no falta mucho...— murmuró para sí mismo, habían localizo al hombre que, después de verlo asesinar a su padre había huido sabiendo que Matthew jamás perdonaría lo que le había hecho pudiera perdonar las cosas que le había hecho a él y estaba en lo cierto. Durante los últimos 16 años, lo había buscado tan sólo para matarlo, a él y a todos los que habían abusado de él prometiéndole una ayuda que jamás llegó...la mayoría ya estaban muertos, pero era el turno de Logan...
    Un sudor frío recorre la espalda del pelinegro mientras se mueve inquieto en la cama. Después de tomarse un par de pastillas para dormir con un vaso de whisky, se sumió en un sueño inquieto provocado por las imágenes que su cerebro ha conjurado para torturarle esa noche. Reconocía la habitación, era del Motel Lotus en Londres, hacía frío y afuera llovía a cántaros, normal en Londres, la habitación olía a humo de cigarro, whisky y colonia para hombre barata; en toda la habitación había envolturas de comida rápida, envases con comida aún en el interior, en la cama, yacía un muchacho de no más de 14 años, aparentemente dormía, sin embargo, al acercarse más, era evidente que lloraba pero apenas eran perceptibles sus sollozos, era como si no quisiera que nadie lo escuchara. En el baño de la habitación, una voz masculina canturreaba una alegre melodía mientras corría el agua de la ducha. El cuerpo del muchachito en la cama se sobresaltó cuando la puerta de abrió revelando al hombre que se encontraba ahí dentro, era un hombre joven, de unos 20, 30 años, rubio, con demasiados tatuajes en los brazos. Mientras se arreglaba, no prestaba atención al chico en su cama quién sólo intentaba no llamar la atención. — Vamos, pequeña zorra, ¿a caso estás llorando?, ay por favor, no me digas que te dolió...— se burló el mayor mirando de reojo la menuda figura que se aferraba a las cobijas como si fueran un escudo. Matthew quería salir de ahí, pero sus pies no sé movían, era como si su inconsciente lo estuviera obligando a quedarse ahí, a mirar y escuchar. — Cuando tu padre me dijo que podía jugar contigo, jamás me dijo que fueras una perra tan dramática...además, por la forma en que gemías se notó que lo disfrutaste, ¿o lo vas a negar? — Y...yo...n-no lo dis...disfruté...— dijo el pelinegro en la cama y entonces, Matt gritó con fuerza al reconocer su propia voz, era su voz, era...era él...— q...quiero irme a casa...— pidió el menor mientras se incorporaba haciendo una mueca de dolor. Y ahí, Matt se vio a sí mismo, a sus 14 años, su rostro daba pena, tenía moretones en las mejillas, los labios partidos y un par de cortes en las mejillas, el resto de su cuerpo no estaba en mejor estado, tenía marcas y golpes por todos lados y lo peor, lo peor estaba entre sus piernas, al quitarse las sábanas de encima, Matt pudo ver restos de sangre en las sábanas de la cama y entre sus piernas, además de otros fluídos que no hacía falta ser un genio para saber qué eran. El hombre lo miró y se rió como si el hecho de haberlo lastimado fuera la fuente de una inmensa alegría. Matt quiso correr pero no podía, estaba petrificado, quería dejar de mirar...de recordar, entonces, las paredes se empezaron a diluir como pintura bajo el agua, la escena cambió, ahora podía verse a sí mismo nuevamente pero el lugar era diferente, está vez se trataba de una habitación limpia, ordenada, podría decirse que incluso había cierta elegancia y lujo en ella, Matt ya no era un niño, era un adolescente de 16 años y Matt reconoció la escena, fue un par de meses antes de asesinar a su padre. El hombre que se encontraba ahí era el mismo de la primera escena pero había algo diferente, en esta ocasión, Matthew estaba porque quería. — Entonces dime, Logan...¿me vas a dar lo que te pedí?, sabes que te lo pagaré bien...— decía Matt mientras sus dedos jugaban con la corbata ajena. — Sólo necesito que me dejes el tiempo suficiente para hacer lo que debo hacer y nadie lo sabrá, sólo tú y yo...¿qué dices? Logan...hacía años que no recordaba ese nombre...su mente lo había 'bloqueado' como muchos recuerdos de su infancia y adolescencia. — Lo que quieres, pequeña putilla es que te ayude a matar al jefe y sabes lo que eso significa, ¿cierto? — Lo sé, pero no lo harás tú, lo haré yo, además...dijiste que, a cambio de qué follara contigo, me darías lo que quisiera, ¿lo olvidaste? — No, no lo he olvidado y has cumplido bien tu parte del trato, mejor que bien...— dijo Logan mirando con lujuria el cuerpo de Matt. — Entonces, dame lo que quiero y piénsalo, cuando mi padre esté muerto, tú ocuparás su lugar y ya sabes cómo me excitan los hombres con poder...ayúdame...— dijo Matthew mientras empezaba a desnudarse. Logan, sin más reparos, se abalanzó sobre él y comenzó a cogerlo sin más nada, con fuerza, haciéndole daño, Matt soportó aquello como lo había hecho durante los últimos años tan sólo por obtener un par de minutos sin la seguridad que rodeaba a su padre para deshacerse de él. En ese momento, en su mente empezaron a aparecer imagénes de los años en los que prácticamente fue la ' puta ' de Logan y, cuando sintió ganas de vomitar, despertó... — Ya no falta mucho...— murmuró para sí mismo, habían localizo al hombre que, después de verlo asesinar a su padre había huido sabiendo que Matthew jamás perdonaría lo que le había hecho pudiera perdonar las cosas que le había hecho a él y estaba en lo cierto. Durante los últimos 16 años, lo había buscado tan sólo para matarlo, a él y a todos los que habían abusado de él prometiéndole una ayuda que jamás llegó...la mayoría ya estaban muertos, pero era el turno de Logan...
    Me gusta
    Me entristece
    3
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados