—𝕭𝖎𝖊𝖓𝖛𝖊𝖓𝖎𝖉𝖔𝖘.
𝘌𝘭𝘦𝘨𝘪𝘥 𝘤𝘶𝘢𝘭𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳 𝘴𝘵𝘢𝘳𝘵𝘦𝘳
ᵁⁿⁱᵛᵉʳˢᵒ ʸ ᵗᵉˣᵗᵒ ᵃᵈᵃᵖᵗᵃᵇˡᵉ | ᵃᶜᵗⁱᵛⁱᵈᵃᵈ ²/⁷
⊘ ᴺᵒ ᵐᵉⁿˢᵃʲᵉˢ, ᴺᵃᵈᵃ ᴼᶠᶠ ʳᵒˡᵉ, ᴺᵒ ᵍʳᵘᵖᵒˢ


T̸̨̥͕̬͙̹͍̜̳̀̿́̕͠e̵̡̲̫͒̕m̷̧̞̄͜ͅp̶̧̝̝̳͖̂̇͛́͝ͅu̴͓͉̠̣̾̃͒̄́̿̏̓s̵̢̡͔͖̘̺͍̩̩̖̔͑͆̒́̈́̐͊͝͝ ̵̨͇͉̯̜͙͚̯͉̟̓̇́̏̍̄̕&̸̰̔͗ Ö̵̱̟̖̗͠m̸̪̩̱̻͈͕͌͐̿̍̈́͊̑̓̅ñ̵͔̖̝͖͕͓͒̊̇̓̓ĭ̶̢̪̲͓̺̠̆̐̉̌͑͑̏͂̍a̷̧͇͕̞͉̻͈̥̘͐͌̈́


-𝓞𝓵𝓭 𝓡𝓸𝓵𝓮𝓹𝓵𝓪𝔂𝓮𝓻 -
  • Género Femenino
  • 53 Publicaciones
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  • Se unió en abril 2023
  • 77 Visitas perfil
Otra información
  • Tipo de personaje
    2D
  • Longitud narrativa
    Semi-párrafo , Multi-párrafo
  • Categorías de rol
    Fantasía , NSFW (+18)
Fijado
Ę̴̝͇̼̞̦̻̣̰̠̃͗̀̀̒̽͊̐̚r̶͚̖̮̱̬͙̤̗̮̅͑͝͝r̵͕̩̙͉̒̇͒̒̓ͅo̴̪̓̀̃̿̊r̴̨͕͇̠͗̉̔͑͒͌͂ ̸̹͉͚͎͕̜̔͂̀̌̈́͊̒̽̎͜͠4̴̦̫̹̽̏̀̏̄̌͋̀̾͌0̸̡̣̇͊̉̾͆4̷̛̈́́͋͛̚FICHAĘ̴̝͇̼̞̦̻̣̰̠̃͗̀̀̒̽͊̐̚r̶͚̖̮̱̬͙̤̗̮̅͑͝͝r̵͕̩̙͉̒̇͒̒̓ͅo̴̪̓̀̃̿̊r̴̨͕͇̠͗̉̔͑͒͌͂ ̸̹͉͚͎͕̜̔͂̀̌̈́͊̒̽̎͜͠4̴̦̫̹̽̏̀̏̄̌͋̀̾͌0̸̡̣̇͊̉̾͆4
En la penumbra de la eternidad, donde las sombras susurran y la luz se disuelve en hálitos de olvido, una mirada perdida se alza hacia el firmamento. En las noches estrelladas, cuando el velo del cosmos se rasga y revela su insondable abismo, contempla el cielo con un conocimiento que no debiera poseer. Ve destellos y sombras que otros no perciben, vislumbres de mundos que jamás...
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  • ・‥...━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・

    Se inclina con cautela, observando la superficie del agua inalterada. Pero la imagen que aparece reflejándose no es suya.

    Los ojos que devuelven la mirada son los mismos, verdes y antiguos, pero algo en ellos está... desplazado. Hay una vibración, un parpadeo errático en el borde de su silueta, como si su propia existencia fuera una vela oscilando al filo de la nada.

    Su mano, delgada y pálida, se acerca al agua con lentitud, pero antes de tocarla, la superficie se distorsiona por sí sola. Pequeñas ondas se expanden en círculos perfectos, como si algo en el fondo hubiese despertado antes que ella.

    Sus dedos se detienen a escasos centímetros. Algo está observándola desde atrás. Siente la presencia sutil aguardando en la distancia. Sin apartar la vista, el reflejo fracturado habla con la certeza de que quien esté allí la escuchará.

    —¿Habéis venido a buscar respuestas... O a cazar?

    El reflejo del agua tiembla tras decir aquello y desaparece, mostrando ahora solo el cielo, y dejándola a ella con el nuevo visitante.
    ・‥...━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・ Se inclina con cautela, observando la superficie del agua inalterada. Pero la imagen que aparece reflejándose no es suya. Los ojos que devuelven la mirada son los mismos, verdes y antiguos, pero algo en ellos está... desplazado. Hay una vibración, un parpadeo errático en el borde de su silueta, como si su propia existencia fuera una vela oscilando al filo de la nada. Su mano, delgada y pálida, se acerca al agua con lentitud, pero antes de tocarla, la superficie se distorsiona por sí sola. Pequeñas ondas se expanden en círculos perfectos, como si algo en el fondo hubiese despertado antes que ella. Sus dedos se detienen a escasos centímetros. Algo está observándola desde atrás. Siente la presencia sutil aguardando en la distancia. Sin apartar la vista, el reflejo fracturado habla con la certeza de que quien esté allí la escuchará. —¿Habéis venido a buscar respuestas... O a cazar? El reflejo del agua tiembla tras decir aquello y desaparece, mostrando ahora solo el cielo, y dejándola a ella con el nuevo visitante.
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  • ・‥...━━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・

    La noche se extendía sobre el mundo como un sudario de sombras, donde la luna, pálida y distante, velaba con su ojo espectral la senda de piedra resquebrajada por el paso de innumerables inviernos. Una figura solitaria avanzaba con pasos inaudibles, envuelta en el blanco inmaculado de sus vestiduras, un espectro errante entre la bruma de un tiempo olvidado. En su diestra, una lámpara de luz trémula se sacudía con el viento, apenas un resguardo contra la voracidad de la penumbra... Avisando a quien fuere, sobre su presencia...
    ・‥...━━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・ La noche se extendía sobre el mundo como un sudario de sombras, donde la luna, pálida y distante, velaba con su ojo espectral la senda de piedra resquebrajada por el paso de innumerables inviernos. Una figura solitaria avanzaba con pasos inaudibles, envuelta en el blanco inmaculado de sus vestiduras, un espectro errante entre la bruma de un tiempo olvidado. En su diestra, una lámpara de luz trémula se sacudía con el viento, apenas un resguardo contra la voracidad de la penumbra... Avisando a quien fuere, sobre su presencia...
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  • ・‥…━━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・

    Quien osara ascender todas las vetustas gradas de piedra que serpenteaban por la montaña habría de recibir una vital visión del destino; pero primero debía enfrentar no solo la extenuante fatiga del cuerpo, sino el juicio inexorable del alma, pues se decía que cada peldaño arrancaba un velo de la mente, exponiendo al viajero a sus más hondos temores y pecados olvidados... la niebla perpetua que cubría el sendero no era sino el aliento de aquellos que habían sucumbido en su ascenso, atrapados entre la ambición y la condena.

    A los pies de la montaña, congregábanse foráneos de miradas crédulas, guerreros con cicatrices de hierro y aventureros consumidos por preguntas que jamás debieron formularse, algunos preparándose con fervor para la subida y otros, espectros aún vivos, descendiendo en un mutismo sepulcral, sus ojos vacíos por visiones que la lengua no osaría describir.

    Aquel día, una mujer de ojos vendados se hallaba cerca del torii sagrado, umbral entre lo mundano y lo divino, su figura envuelta en un aire de inexorable predestinación; su postura, inmóvil, sugería a los ojos ajenos que parecía contemplar la idea de la peregrinación hacia lo más alto...
    ・‥…━━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・ Quien osara ascender todas las vetustas gradas de piedra que serpenteaban por la montaña habría de recibir una vital visión del destino; pero primero debía enfrentar no solo la extenuante fatiga del cuerpo, sino el juicio inexorable del alma, pues se decía que cada peldaño arrancaba un velo de la mente, exponiendo al viajero a sus más hondos temores y pecados olvidados... la niebla perpetua que cubría el sendero no era sino el aliento de aquellos que habían sucumbido en su ascenso, atrapados entre la ambición y la condena. A los pies de la montaña, congregábanse foráneos de miradas crédulas, guerreros con cicatrices de hierro y aventureros consumidos por preguntas que jamás debieron formularse, algunos preparándose con fervor para la subida y otros, espectros aún vivos, descendiendo en un mutismo sepulcral, sus ojos vacíos por visiones que la lengua no osaría describir. Aquel día, una mujer de ojos vendados se hallaba cerca del torii sagrado, umbral entre lo mundano y lo divino, su figura envuelta en un aire de inexorable predestinación; su postura, inmóvil, sugería a los ojos ajenos que parecía contemplar la idea de la peregrinación hacia lo más alto...
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  • —̷̺̻̺̩͚̪͙́ͅT̷̖̘̈́̂͠e̵̯̘̞͚͇͎͂̃̐͜ͅn̵̟̪͈̩̪̝̐̒̅̽͑e̶̟͖̿̐̂͒̈́̚b̷͚͓̺̰̰͓͈̆̓͐͗̓͠͠r̷̨̠̯̯̦̉͒̈̽̈́ą̷̺̙͎̪̟͑̈́e̶̫͖̲̜̪̖̙̲͔͋̎̌͐̓͗̑͜ ̶͕̝͖̺̺̯͚͔͌̍̄̂͜ṉ̴̨̧̣̝̬̪̓ö̸͎͉͙̙͙n̵͖͕͓̰͇̓̌̀̄̚͝ͅ ̵̣̪̲̼̹̫͙̤̘̊̊̋͂͛̐̾̒̋͆ō̷͖͍̻͖̲̙̠̫̖̪̕b̶̙̰̜̙̺͍̞̝̿͑͜͝ͅt̷͎̦̆͛̄̒͒͐̆̐͝͝ẹ̸͉͌̀́̾͗ṃ̴͕̙͇̺̼̮̣̓͑p̵̛̖͔̼͉̙̤̗̃̿̈͐́̕͘ͅe̸̢̱̗̦̯̰͚̜̹̊̽͆r̸̢͛̂̀̇̃̇̌̀̿̈͜ả̵͇̻̙̙̺̘̤̼̊̓͜ń̸͕̻͍̦͋̔̄͐͝t̶̢̫̲̠̺̪̤̗͑̓,̴͔̺̫̼̒̎̐̀ ̴̺͓͇̃̆̾͊͊̃͝ņ̶̗̬̘̰̮̬̯̤̀̔̃̌o̴̪͗̂n̷͉̲͔̊̓ ̴̥̑̈́͂̾̓s̷͍̜͊̀̂́e̵͙͍͔̦͓͚͚̾͘͜r̶̭͉͐͘v̶̡̪̘̜̺̎̒͊̾̏̑͐̚į̴̼̆̎͑̇̀̓͆͗̚͝u̸̝̦͓͍̻͛̉̇̃̔̆͝ņ̶̡̗̗̠̲͍̠̠̒̍̐́͗͋͝t̸̹͕̟̫̘̲̗͆̈́̈̽̑,̷̖̖͖̠̹̪̼̍͜ͅ ̶͕̓̾͋̇̄̽̾͘n̷̨̛͎̲̟͚̮̬͑̆͊͐̏̕ơ̷̛̫̞̊̽̔̈́́̔̊̓n̸̨̨͔̹̟̈̄̈́̈́͆̀ ̷̖̲̯̪̺̺̳̊̂͊͛͋̀̅̈́̑͠i̶̲̻̯͇̊n̸̠̹̘̓̽̏̀̄͜c̸̨̖̠͉̳͇͚̓͛͊͌̇̏͜l̷̡͕̹͈͖͕͔͙͛̄̑i̴̠̋̐n̶̝̝̥̼͒̋́͑̃̃̚̚͝ạ̸̄͛̅̾̎͌̐͘͠ǹ̶̮̰̼̺̈́̈́͒̏͊͗͝t̷̡̺̯̪̎̋̏̅͐̒͛ͅų̴̡͉̺̻̱͉͍̤̀͆̓͋̚r̶̫͒͆͆͒̂̕.̶̳̗̖̺̯͕̓̃̋̈̂̃͒͋ͅͅ ̴̧͓̻͕͈̗͛͌̋A̷̼̔͋̾̈́̕͠l̷̗̬̪͍̗͕̀̈́̈́̾͠͝ũ̸̙͕̿̈́̔̏͘̕̕͝n̶̛͔̞͙̭͊̓͝ţ̶̧͇̙̳̖̫̼̄̉͛̓̉͌͠ú̵̻r̷̜̲̰̣͍̬͈͐͒́̍.̸̨̭͍̗̂̋́͐͗͛͊̓̄͝ ̷̜͈̣̱͍͌̀̿̏̍̋͒́̈́̚Ë̷̩̪̲̭̱̝́̃̏x̴̛͙̜̲̻̱̙̬̩͚̓̎͑̚t̷̗̺̪͈̂̿͐́̉̉ȩ̸̺̖̞̤͎̮̬̣̰͗̏ņ̵̫͎͍͚̠̖̄̍d̴̢̼̤͈̘͇̤̩̭͑͑́̀̒͗̂͝ư̵̡̨͍̗̿̽̌͆̆̇͗n̵̨̞͒͂͒̈̉́͗͗͝͠ẗ̵̢̝̪̼̳͎͓͉̅͗̆͑̚͜ú̷̖̿͆̐́̃ȑ̴̢̢͍͈̻͎͖̲̝̕.̴̡̮̣̱̟̳͙͔̬̓̎

    [—𝔏𝔞 𝔬𝔰𝔠𝔲𝔯𝔦𝔡𝔞𝔡 𝔫𝔬 𝔬𝔟𝔢𝔡𝔢𝔠𝔢, 𝔫𝔬 𝔰𝔦𝔯𝔳𝔢, 𝔫𝔬 𝔰𝔢 𝔦𝔫𝔠𝔩𝔦𝔫𝔞. 𝔖𝔢 𝔞𝔩𝔦𝔪𝔢𝔫𝔱𝔞. 𝔖𝔢 𝔢𝔵𝔱𝔦𝔢𝔫𝔡𝔢.]
    —̷̺̻̺̩͚̪͙́ͅT̷̖̘̈́̂͠e̵̯̘̞͚͇͎͂̃̐͜ͅn̵̟̪͈̩̪̝̐̒̅̽͑e̶̟͖̿̐̂͒̈́̚b̷͚͓̺̰̰͓͈̆̓͐͗̓͠͠r̷̨̠̯̯̦̉͒̈̽̈́ą̷̺̙͎̪̟͑̈́e̶̫͖̲̜̪̖̙̲͔͋̎̌͐̓͗̑͜ ̶͕̝͖̺̺̯͚͔͌̍̄̂͜ṉ̴̨̧̣̝̬̪̓ö̸͎͉͙̙͙n̵͖͕͓̰͇̓̌̀̄̚͝ͅ ̵̣̪̲̼̹̫͙̤̘̊̊̋͂͛̐̾̒̋͆ō̷͖͍̻͖̲̙̠̫̖̪̕b̶̙̰̜̙̺͍̞̝̿͑͜͝ͅt̷͎̦̆͛̄̒͒͐̆̐͝͝ẹ̸͉͌̀́̾͗ṃ̴͕̙͇̺̼̮̣̓͑p̵̛̖͔̼͉̙̤̗̃̿̈͐́̕͘ͅe̸̢̱̗̦̯̰͚̜̹̊̽͆r̸̢͛̂̀̇̃̇̌̀̿̈͜ả̵͇̻̙̙̺̘̤̼̊̓͜ń̸͕̻͍̦͋̔̄͐͝t̶̢̫̲̠̺̪̤̗͑̓,̴͔̺̫̼̒̎̐̀ ̴̺͓͇̃̆̾͊͊̃͝ņ̶̗̬̘̰̮̬̯̤̀̔̃̌o̴̪͗̂n̷͉̲͔̊̓ ̴̥̑̈́͂̾̓s̷͍̜͊̀̂́e̵͙͍͔̦͓͚͚̾͘͜r̶̭͉͐͘v̶̡̪̘̜̺̎̒͊̾̏̑͐̚į̴̼̆̎͑̇̀̓͆͗̚͝u̸̝̦͓͍̻͛̉̇̃̔̆͝ņ̶̡̗̗̠̲͍̠̠̒̍̐́͗͋͝t̸̹͕̟̫̘̲̗͆̈́̈̽̑,̷̖̖͖̠̹̪̼̍͜ͅ ̶͕̓̾͋̇̄̽̾͘n̷̨̛͎̲̟͚̮̬͑̆͊͐̏̕ơ̷̛̫̞̊̽̔̈́́̔̊̓n̸̨̨͔̹̟̈̄̈́̈́͆̀ ̷̖̲̯̪̺̺̳̊̂͊͛͋̀̅̈́̑͠i̶̲̻̯͇̊n̸̠̹̘̓̽̏̀̄͜c̸̨̖̠͉̳͇͚̓͛͊͌̇̏͜l̷̡͕̹͈͖͕͔͙͛̄̑i̴̠̋̐n̶̝̝̥̼͒̋́͑̃̃̚̚͝ạ̸̄͛̅̾̎͌̐͘͠ǹ̶̮̰̼̺̈́̈́͒̏͊͗͝t̷̡̺̯̪̎̋̏̅͐̒͛ͅų̴̡͉̺̻̱͉͍̤̀͆̓͋̚r̶̫͒͆͆͒̂̕.̶̳̗̖̺̯͕̓̃̋̈̂̃͒͋ͅͅ ̴̧͓̻͕͈̗͛͌̋A̷̼̔͋̾̈́̕͠l̷̗̬̪͍̗͕̀̈́̈́̾͠͝ũ̸̙͕̿̈́̔̏͘̕̕͝n̶̛͔̞͙̭͊̓͝ţ̶̧͇̙̳̖̫̼̄̉͛̓̉͌͠ú̵̻r̷̜̲̰̣͍̬͈͐͒́̍.̸̨̭͍̗̂̋́͐͗͛͊̓̄͝ ̷̜͈̣̱͍͌̀̿̏̍̋͒́̈́̚Ë̷̩̪̲̭̱̝́̃̏x̴̛͙̜̲̻̱̙̬̩͚̓̎͑̚t̷̗̺̪͈̂̿͐́̉̉ȩ̸̺̖̞̤͎̮̬̣̰͗̏ņ̵̫͎͍͚̠̖̄̍d̴̢̼̤͈̘͇̤̩̭͑͑́̀̒͗̂͝ư̵̡̨͍̗̿̽̌͆̆̇͗n̵̨̞͒͂͒̈̉́͗͗͝͠ẗ̵̢̝̪̼̳͎͓͉̅͗̆͑̚͜ú̷̖̿͆̐́̃ȑ̴̢̢͍͈̻͎͖̲̝̕.̴̡̮̣̱̟̳͙͔̬̓̎ [—𝔏𝔞 𝔬𝔰𝔠𝔲𝔯𝔦𝔡𝔞𝔡 𝔫𝔬 𝔬𝔟𝔢𝔡𝔢𝔠𝔢, 𝔫𝔬 𝔰𝔦𝔯𝔳𝔢, 𝔫𝔬 𝔰𝔢 𝔦𝔫𝔠𝔩𝔦𝔫𝔞. 𝔖𝔢 𝔞𝔩𝔦𝔪𝔢𝔫𝔱𝔞. 𝔖𝔢 𝔢𝔵𝔱𝔦𝔢𝔫𝔡𝔢.]
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  • ・‥…━━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・

    El reino se vanagloriaba de su tesoro más efímero: las soltasias, aquellas flores doradas que parecían haber sido tejidas con los hilos mismos del sol. Por un breve instante en el año, la tierra estéril de los páramos se transformaba en un océano de resplandor, un milagro que desafiaba la frialdad de los meses previos. Nadie recordaba cuándo comenzaron a florecer ni por qué, pero la leyenda las rodeaba con un halo de misterio. Se decía que no eran simples flores, sino fragmentos de una promesa antigua, de un pacto sellado entre lo mundano y lo eterno. Y así, cada año, cuando la marea dorada se alzaba en el horizonte, los corazones de los aldeanos se llenaban de una reverencia que oscilaba entre el júbilo y el temor.

    Aquel mediodía, el tañido de las campanas recorrió los campos como un eco de otros tiempos, arrastrado por el viento y filtrándose entre los tallos luminosos. Era el apogeo de la floración, el instante en que la naturaleza parecía contener la respiración y rendirse a su propia belleza. Las risas y los cantos de la aldea se mezclaban con el suave susurro de los pétalos meciéndose en la brisa, creando una sinfonía de vida que disimulaba la extraña sensación que a veces se cernía sobre los más observadores. Porque, aunque el festival era un espectáculo de júbilo, en los rincones más apartados de los campos, donde la luz se tornaba incierta, se alzaban preguntas sin respuesta.

    Fue allí donde ella se deslizó, sus pasos ligeros apenas perturbando el tapiz dorado bajo sus pies. Sus dedos, curiosos y cautelosos, rozaban las soltasias como si trataran de descifrar un secreto oculto en su suavidad etérea. Pero entonces, su avance se detuvo. Ante ella, el fulgor se desvanecía, dando paso a un claro de tierra oscura, ajena a la bendición de la floración. El aire allí se sentía distinto, más denso, cargado de algo que no pertenecía a la armonía del festival. Y antes de que pudiera dar un paso atrás, lo sintió: la inconfundible presencia de alguien acercándose...
    ・‥…━━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・ El reino se vanagloriaba de su tesoro más efímero: las soltasias, aquellas flores doradas que parecían haber sido tejidas con los hilos mismos del sol. Por un breve instante en el año, la tierra estéril de los páramos se transformaba en un océano de resplandor, un milagro que desafiaba la frialdad de los meses previos. Nadie recordaba cuándo comenzaron a florecer ni por qué, pero la leyenda las rodeaba con un halo de misterio. Se decía que no eran simples flores, sino fragmentos de una promesa antigua, de un pacto sellado entre lo mundano y lo eterno. Y así, cada año, cuando la marea dorada se alzaba en el horizonte, los corazones de los aldeanos se llenaban de una reverencia que oscilaba entre el júbilo y el temor. Aquel mediodía, el tañido de las campanas recorrió los campos como un eco de otros tiempos, arrastrado por el viento y filtrándose entre los tallos luminosos. Era el apogeo de la floración, el instante en que la naturaleza parecía contener la respiración y rendirse a su propia belleza. Las risas y los cantos de la aldea se mezclaban con el suave susurro de los pétalos meciéndose en la brisa, creando una sinfonía de vida que disimulaba la extraña sensación que a veces se cernía sobre los más observadores. Porque, aunque el festival era un espectáculo de júbilo, en los rincones más apartados de los campos, donde la luz se tornaba incierta, se alzaban preguntas sin respuesta. Fue allí donde ella se deslizó, sus pasos ligeros apenas perturbando el tapiz dorado bajo sus pies. Sus dedos, curiosos y cautelosos, rozaban las soltasias como si trataran de descifrar un secreto oculto en su suavidad etérea. Pero entonces, su avance se detuvo. Ante ella, el fulgor se desvanecía, dando paso a un claro de tierra oscura, ajena a la bendición de la floración. El aire allí se sentía distinto, más denso, cargado de algo que no pertenecía a la armonía del festival. Y antes de que pudiera dar un paso atrás, lo sintió: la inconfundible presencia de alguien acercándose...
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  • ・‥…━━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・

    En el corazón de la espesura, un roble se erguía entre los demás como un guardián olvidado, adornado con cientos de listones rojos que pendían de sus ramas desnudas. Bajo él, una espada antigua, oscura y manchada por los años, descansaba flotante al ras de la tierra. Se decía que eran sellos de una prisión destinada a contener una criatura antigua, cuyo poder se rumoreaba devastador, pero hacía siglos que nadie había osado acercarse para confirmar las leyendas.

    Hace una semana, sin previo aviso, un incendio comenzó a arrasar el bosque con una furia desmedida. Las llamas, como bestias salvajes, devoraban todo a su paso mientras el cielo se oscurecía bajo una capa plomiza de ceniza. El viento traía consigo el olor de la destrucción, y los reinos circundantes comenzaron a alarmarse al ver cómo las partículas de ceniza cubrían sus campos y aldeas. Pero algo extraño ocurrió cuando el fuego alcanzó el epicentro: una luz dorada brilló momentáneamente debajo de la espada, y las llamas, voraces en todo lo demás, se detuvieron.

    En las próximas horas y días, los aldeanos lejanos comenzaron a hablar en susurros, sus historias llenas de miedo y advertencias. Decían que la criatura encerrada había despertado lo suficiente para proteger su prisión de ser destruida. Nadie sabía si aquello era un simple rumor o una advertencia verdadera de que el sello comenzaba a debilitarse. Entretanto, los gobernantes de los reinos, viendo las señales de destrucción desde la distancia, enviaron a sus mejores soldados a investigar. Los guerreros avanzaron cubiertos por una capa de ceniza, esperando encontrar un volcán o un pirómano que explicara el desastre, pero lo que hallaron fue algo mucho más inquietante.

    Se toparon con el árbol ancestral y solitario en medio de la desolación. El aire alrededor del árbol era denso, pesado, como si algo invisible estuviera observando desde las sombras. Ninguno de ellos había visto algo igual: Permanecía ileso, protegido por una fuerza misteriosa, mientras el resto del bosque había sido reducido a cenizas.

    Uno de los soldados, joven e imprudente, se adelantó hacia la espada misteriosa. Al extender su mano, una ráfaga de viento súbito lo hizo retroceder, moviendo los listones con una furia que no parecía natural. El capitán del grupo, más sabio y experimentado, ordenó detenerse. Comprendía que lo que enfrentaban no era un simple fenómeno natural, sino algo mucho más antiguo y peligroso. Las llamas habían respetado aquel lugar por una razón, y lo que yacía bajo la espada no debía ser despertado.

    Mientras los guerreros montaban guardia a gran distancia, esperando instrucciones de sus reinos, los rumores de la criatura aprisionada comenzaron a extenderse como la ceniza que aún flotaba en el aire. Los reyes y señores de las tierras cercanas deliberaban, divididos entre el temor y la ambición. Algunos creían que debían dejar el sello intacto, temerosos de desatar un mal imposible de controlar. Otros, seducidos por el poder que podría esconderse bajo el árbol, pensaban que era hora de tomar la espada y enfrentar el misterio que había permanecido oculto por tanto tiempo. El destino del reino pendía de un hilo, mientras la sombra de la criatura permanecía al acecho.

    ・‥…━━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・ En el corazón de la espesura, un roble se erguía entre los demás como un guardián olvidado, adornado con cientos de listones rojos que pendían de sus ramas desnudas. Bajo él, una espada antigua, oscura y manchada por los años, descansaba flotante al ras de la tierra. Se decía que eran sellos de una prisión destinada a contener una criatura antigua, cuyo poder se rumoreaba devastador, pero hacía siglos que nadie había osado acercarse para confirmar las leyendas. Hace una semana, sin previo aviso, un incendio comenzó a arrasar el bosque con una furia desmedida. Las llamas, como bestias salvajes, devoraban todo a su paso mientras el cielo se oscurecía bajo una capa plomiza de ceniza. El viento traía consigo el olor de la destrucción, y los reinos circundantes comenzaron a alarmarse al ver cómo las partículas de ceniza cubrían sus campos y aldeas. Pero algo extraño ocurrió cuando el fuego alcanzó el epicentro: una luz dorada brilló momentáneamente debajo de la espada, y las llamas, voraces en todo lo demás, se detuvieron. En las próximas horas y días, los aldeanos lejanos comenzaron a hablar en susurros, sus historias llenas de miedo y advertencias. Decían que la criatura encerrada había despertado lo suficiente para proteger su prisión de ser destruida. Nadie sabía si aquello era un simple rumor o una advertencia verdadera de que el sello comenzaba a debilitarse. Entretanto, los gobernantes de los reinos, viendo las señales de destrucción desde la distancia, enviaron a sus mejores soldados a investigar. Los guerreros avanzaron cubiertos por una capa de ceniza, esperando encontrar un volcán o un pirómano que explicara el desastre, pero lo que hallaron fue algo mucho más inquietante. Se toparon con el árbol ancestral y solitario en medio de la desolación. El aire alrededor del árbol era denso, pesado, como si algo invisible estuviera observando desde las sombras. Ninguno de ellos había visto algo igual: Permanecía ileso, protegido por una fuerza misteriosa, mientras el resto del bosque había sido reducido a cenizas. Uno de los soldados, joven e imprudente, se adelantó hacia la espada misteriosa. Al extender su mano, una ráfaga de viento súbito lo hizo retroceder, moviendo los listones con una furia que no parecía natural. El capitán del grupo, más sabio y experimentado, ordenó detenerse. Comprendía que lo que enfrentaban no era un simple fenómeno natural, sino algo mucho más antiguo y peligroso. Las llamas habían respetado aquel lugar por una razón, y lo que yacía bajo la espada no debía ser despertado. Mientras los guerreros montaban guardia a gran distancia, esperando instrucciones de sus reinos, los rumores de la criatura aprisionada comenzaron a extenderse como la ceniza que aún flotaba en el aire. Los reyes y señores de las tierras cercanas deliberaban, divididos entre el temor y la ambición. Algunos creían que debían dejar el sello intacto, temerosos de desatar un mal imposible de controlar. Otros, seducidos por el poder que podría esconderse bajo el árbol, pensaban que era hora de tomar la espada y enfrentar el misterio que había permanecido oculto por tanto tiempo. El destino del reino pendía de un hilo, mientras la sombra de la criatura permanecía al acecho.
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