• Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Tenlo en cuenta al responder.
    Pido disculpas por haberme ausentado y mas a mi adorada cereza seguro debe estar algo molesta ya que no estuve . Pero ya me.di cuenta que pasó un buen en mi ausencia .... Ahora sí ya entiendo porque alastor andaba de mal humor al menos avísenme para entrarle al desmadre hahaha y no creas que no me di cuenta que trajiste a yabami al menos no trajiste a ese par de Leviatán

    [Lord_Seshumaru]
    𝑶⃨𝒔⃨𝒄⃨𝒂⃨𝒓⃨ 𝑭⃨𝒓⃨𝒂⃨𝒏⃨𝒄⃨𝒐⃨𝒊⃨𝒔⃨ 𝒅⃨𝒆⃨ 𝑱⃨𝒂⃨𝒓⃨𝒋⃨𝒂⃨𝒚⃨𝒆⃨𝒔⃨
    Pido disculpas por haberme ausentado y mas a mi adorada cereza seguro debe estar algo molesta ya que no estuve . Pero ya me.di cuenta que pasó un buen en mi ausencia .... Ahora sí ya entiendo porque alastor andaba de mal humor al menos avísenme para entrarle al desmadre hahaha y no creas que no me di cuenta que trajiste a yabami al menos no trajiste a ese par de Leviatán [Lord_Seshumaru] [Rosa_de_versalles]
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  • RED TIDE.
    Fandom Game Of Thrones
    Categoría Romance
    STARTER PARA 𝚂𝙰𝙽𝙳𝙾𝚁 𝙲𝙻𝙴𝙶𝙰𝙽𝙴


    La entrada a la Torre de la Mano estaba flanqueada por más guardias. El interior olía a papiro viejo, a cera derretida y a madera encerada. Pero su vista no se posó en los estantes, ni en la mesa central, ni siquiera en la figura menuda que la esperaba allí.
    Aquel lugar le traía demasiados recuerdos. Recuerdos dolorosos. ¿Cuánto tiempo hacía que la había castigado con su ausencia? Ahora, estar allí solo le hacía sentir una cosa: que lo necesitaba más de lo que quería admitir. No solo era el olor de los libros o los muebles, era el suyo, el de él. Ahí dentro olía demasiado al hombre que tanto deseaba, y aquello solo hizo que desestabilizarla.
    Serenna cerró los ojos un segundo, como si el aroma le trajera de vuelta no solo los recuerdos en su mente, sino en su cuerpo. Podía sentirlo: sus manos, sujetándola, incitándola a seguir leyendo. Deteniéndola, manejándola a su antojo.
    Tyrion, que la observaba desde el centro de la estancia, no dijo nada al principio. Se limitó a mirarla. Sus ojos, pequeños y astutos, leyeron cada gesto. Sabía a quién buscaba. Y también por qué.
    —Él no está aquí —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. Se ha marchado antes del amanecer. Supongo que también os habéis preguntado dónde está vuestro sabueso. No irán lejos, pero no volverán hasta bien entrada la noche.
    —Él no es mi sabueso —lo corrigió ella, avanzando hacia la mesa—. Pero sí, me lo he preguntado —tomó asiento—. ¿Dónde han ido?
    Tyrion la miró con un deje de ternura, incluso de lástima.
    —Volverán. Sanos y salvos —Tyrion enarcó una ceja, y entonces, se corrigió—: O eso espero.
    Serenna lo miró con advertencia.
    —Es lo habitual —continuó Tyrion—. Ya conocéis a mi padre. Lo ha sido también para vos. Aunque de una forma muy distinta... —dijo, más para sí mismo que para ella—. Estáis acostumbrada a esto.
    La mesa estaba cubierta de mapas, libros abiertos, pergaminos que olían a sal y tinta seca. Tyrion había reunido todo lo necesario para una lección completa sobre las casas del Mar Angosto, y en especial, sobre los Velaryon.
    —¿Dónde concluisteis vuestras lecciones la última vez? —preguntó. Pero la mirada que le dedicó Serenna no fue del todo afable.
    Recordarle a Tywin solo hacía que tensarla más. Como si estuviera riéndose del castigo que él mismo le había impuesto, recordándoselo, restregándoselo.
    —Ya... —dijo entonces, apretando los labios, enarcando una ceja—. Creo que lo mejor será tomar un nuevo rumbo. ¿Qué tal vuestra descendencia?
    Serenna no respondió, su mirada se paseó por la estancia, como si ver algo en distinto lugar pudiera hacerle verle ahí: reubicando, tocando, manipulando.
    Cuánto lo echaba de menos... Cuánto deseaba volver a verle, volver a… sentirle.
    —Vuestra sangre es antigua —comenzó, al ver que ella no parecía querer colaborar—. Noble. Rica. Terriblemente incómoda de llevar, imagino.
    Ahora sí, lo miró. Pero una vez más, no parecía estar en la misma conversación que él, ni querer continuar.
    Tyrion no dijo nada al respecto. En lugar de eso, desenrolló un pergamino con el escudo de su casa: el hipocampo plateado sobre el verde marino.
    —Los Velaryon fueron navegantes antes de que muchas casas aprendieran a flotar. Antes de que los dragones surcaran el cielo, ellos surcaban el agua. Hicieron fortuna, guerra, alianzas, y leyendas.
    Serenna inclinó la cabeza.
    —¿Y por qué debería importarme una historia hecha de sal y hombres muertos?
    —Porque sois el final de esa historia —respondió él sin perder el ritmo—. Porque cuando seáis Reina de Marcaderiva, y os digan que sois una bastarda con suerte, tendréis que recordarles que vuestro linaje hunde raíces más profundas que sus espadas. Y más viejas que sus prejuicios.
    Ella lo miró. Por primera vez desde que había entrado, lo miró de verdad.
    Y entonces, un espasmo. Fuerte, sordo, implacable.
    Serenna se tensó. Sus hombros se recogieron, su vientre se contrajo, y un leve gesto crispó su rostro antes de que pudiera evitarlo. Cerró los ojos un instante. Su mano derecha se apoyó sobre el borde del banco. Respiró por la nariz.
    Tyrion dejó de hablar al instante.
    No hizo preguntas. Solo la observó. Un parpadeo lento, un leve cambio en su postura.
    —¿Mi Lady?… —preguntó, alzando ambas cejas.
    —Estoy bien —respondió con la voz contenida, pero firme.
    Él por supuesto no insistió. Solo se reclinó un poco en el asiento y bajó la mirada hacia los pergaminos, carraspeando la garganta.
    —Como decía, vuestra familia está acostumbrada al mar. No sois la primera Velaryon en detestar la tierra firme. Vuestros antepasados tenían tanto de pez como de hombre. Dormían en cubiertas abiertas, comían lo que pescaban, y según algunos poetas... respiraban sal.
    Serenna volvió a mirar el escudo de su casa.
    —¿Y vos creéis en esas cosas? —preguntó—. ¿En las leyendas?
    Tyrion tomó un sorbo de su copa, luego giró uno de los pergaminos, mostrando una línea de tiempo pintada con esmero.
    —La historia es una suma de mentiras que el tiempo ha vuelto útiles. Pero algunas leyendas... tienen raíces demasiado profundas como para ignorarlas.
    Ella lo miró un segundo más, como evaluando algo. Luego bajó la vista.
    —He oído que los Velaryon se relacionaron con los Targaryen —murmuró—. Que… engendraron hijos, juntos.
    Tyrion arqueó una ceja. El tono había cambiado. Ya no hablaba solo por curiosidad. Había algo en su voz… algo más íntimo, más personal.
    —Lo hicieron —admitió con un tono más grave—. En más de una ocasión, de hecho. No era extraño que las casas valyrias entrelazaran su sangre… sobre todo cuando esa sangre era considerada sagrada.
    Silencio.
    Tyrion la observó sin disimulo, con una perspicacia que rara vez se permitía mostrar tan abiertamente.
    —¿Y vos? —preguntó entonces—. ¿Creéis que en vuestras venas hay algo más que sal y tormentas?
    Serenna no respondió de inmediato. Su mirada se perdió un momento en la superficie de la mesa, donde la tinta trazaba rutas marítimas. Luego alzó los ojos, y los clavó en él.
    —Creo que si en mis venas corriera sangre Targaryen vuestro padre ya hubiera acabado conmigo. ¿Me equivoco?
    Tyrion no parpadeó, pero su expresión cambió, como si aquella frase hubiera hendido una capa más profunda.
    —No os equivocáis —dijo al fin, con calma—. Pero tampoco estáis del todo en lo cierto.
    Se inclinó hacia delante, despacio, con el ceño levemente fruncido.
    —Mi padre no mata a alguien porque sí. No si puede usaros primero. No si puede exprimiros hasta dejaros seca… y convertiros en un estandarte útil.
    —¿Entonces por qué me permite seguir aquí?
    —Porque, de momento, lo que sois… le conviene.
    —¿De verdad creéis que es por la relación que tuvo con mi padre?...
    —Creo que eso ayudó —admitió—. Pero no es la razón —Se echó hacia atrás, con un suspiro que arrastró parte de la tensión, pero no la disipó del todo—. Tywin Lannister no mantiene a alguien a su lado por afecto, Serenna. Guarda todo lo que pueda usar a su favor cuando llegue el momento. Vuestro padre fue útil, sí. Pero vos también lo sois. Ahora.
    —No se me ocurre por qué podría resultarle útil… Él mismo lo dijo: que era una idiota, una necia por lo que había hecho. Por eso llevo todo este tiempo encerrada. Porque no me… considera útil.
    —El error que cometisteis —prosiguió Tyrion—, no fue escapar al mar. Fue recordarle que no puede controlarlo todo. Ni siquiera a vos. Y eso… eso enfurece a mi padre más de lo que podríais imaginar.
    —¿Y qué debo hacer para que me perdone? ¿Para poder… volver al mar?...
    Tyrion suspiró despacio, apoyando los codos sobre la mesa, entrelazó los dedos y la miró.
    —Nada —dijo al fin—. No hay gesto o palabra que os garantice su perdón.
    —¿Entonces?...
    —Saldréis cuando él vea que encerraros le cuesta más que teneros suelta. Cuando vuestra ausencia pese más que vuestra desobediencia —Hizo una pausa—. Y eso solo lo lograréis convirtiendo vuestra jaula en un trono. No llorando tras los barrotes… sino aprendiendo a gobernar desde ellos.
    —No os entiendo...
    —¿Conocéis la diferencia entre un peón y una reina?
    Serenna negó.
    —El peón se lanza hacia delante. La reina espera, se mueve cuando quiere… y cuando lo hace, nadie puede detenerla.
    —Pero yo no soy ninguna reina. Ni pretendo serlo. Y está claro que él nunca me verá como tal.
    Tyrion sostuvo su mirada con una intensidad insólita. Por un instante, sus ojos dejaron de ser los de un Lannister y se tornaron los de un hombre que conocía de cerca lo que era ser menospreciado.
    —Eso es lo que os convierte en una amenaza aún mayor —dijo, con voz baja pero firme—. Las reinas que nacen para reinar son previsibles. Las que no lo hacen… son impredecibles. Y las impredecibles hacen temblar los cimientos.
    Serenna apretó los labios. Sus manos se cerraron sobre el faldón de su vestido, como si contuviera en los puños algo que no sabía cómo liberar.
    —No quiero hacer temblar nada. Solo quiero volver a ser libre.
    —Exacto —Tyrion alzó una ceja, casi con ternura—. Esa es precisamente la diferencia. Él os encerró creyendo que rompería vuestra voluntad. Pero seguís deseando lo único que él no puede daros. La libertad no se otorga, Serenna, se escoge. Se toma.
    Ella bajó la mirada, despacio, frunciendo el ceño, con aquellos pensamientos tomando forma en su mente.
    —Mi Lord… —dijo, y Tyrion sonrió, como si no estuviese acostumbrado a que lo trataran… bien—. Antes hablasteis sobre los Targaryens y los Velaryon. Sé que ellos tenían dragones. Los Velaryon… ¿qué teníamos que pudiera interesar a alguien como… los Targaryen?
    Tyrion dejó la copa a un lado, despacio. La sonrisa se desvaneció con suavidad, no por desagrado, sino porque aquella pregunta le intrigaba.
    —Los Targaryen eran fuego —dijo en un too reverente—. Los Velaryon… eran el mar. —Hizo una pausa—. No teníais dragones —continuó—. Pero navegasteis antes que nadie. Surcasteis las rutas entre islas cuando otros apenas sabían mirar más allá de la costa. Había quien decía que los Targaryen eran los conquistadores… pero sin los Velaryon, su conquista no habría cruzado jamás el mar Angosto.
    —Creo que no me estáis…
    —Y hay más —la interrumpió—. Leyendas apenas susurradas. Antiguas incluso para Valyria. En lo profundo, en lo oscuro, criaturas que no vuelan, pero que se deslizan entre corrientes y ruinas olvidadas. Serpientes, leviatanes. Sombras con ojos.
    Ella no se movió, pero sus labios se entreabrieron apenas, como si algo dentro de sí reconociera aquella idea.
    —¿Habláis de… monstruos… marinos?
    —Algunos los llaman monstruos —dijo Tyrion, inclinándose apenas hacia adelante—. Otros, dioses. Depende de a quién preguntéis… y de cuánto haya visto.
    Serenna contuvo la respiración.
    —Mi madre solía hablar de eso —dijo, con un hilo de voz—. Decía que algunas líneas de sangre podían despertar a esas criaturas. Que no respondían al hierro… sino a la llamada de su linaje.
    Tyrion frunció el ceño apenas.
    —Una vez oí hablar de una criatura en las Islas del Verano —continuó—. Dicen que emergía solo cuando los niños desaparecían. Que tenía alas membranosas y una cabeza tan alargada como la vela mayor de un barco. Se movía sin romper la superficie, deslizándose. Como una sombra bajo el mundo.
    —¿Y creéis que son reales? Esas... criaturas... Mi Lord...
    —No lo sé. Pero cuando un marinero vive más de sesenta años y aún no ha tocado fondo...
    Serenna se quedó en silencio un momento más. Miró el mapa, luego el mar pintado con tinta azul, y el hipocampo de su escudo.
    —Tal vez no todos los dragones vuelen —susurró.
    Tyrion la observó en silencio.
    —Los que caen y sobreviven, Lady Serenna —dijo al fin—, suelen ser los más peligrosos.
    Y por fin, Tyrion pudo ver el atisbo de una sonrisa.
    —Lord Tyrion… De… existir esas criaturas… ¿Creéis que alguna de ellas habría vivido aquí? ¿En Poniente?… En… el mar que nos rodea.
    Tyrion entrecerró los ojos.
    —En Poniente… —repitió, con lentitud—. Hay quienes creen que las profundidades del Mar del Ocaso no tienen fin. Que hay grietas tan hondas que ni la luz ni el tiempo las alcanzan. Que en las aguas al sur de Rocadragón, a veces los barcos desaparecen sin dejar rastro.
    —Mi padre hablaba del estrecho de Marcaderiva —dijo de pronto—. Decía que había zonas donde las redes salían rasgadas. Donde los peces no volvían.
    Tyrion la contempló en silencio, atento.
    —Pero también hablaba de estas aguas… —continuó, casi para sí misma—. Decía que el mar de aquí no se parece a ningún otro. Que parece manso, seguro. Pero que en realidad…
    Tyrion frunció el ceño, ladeando la cabeza, curioso.
    —¿En realidad…?
    —…es el más inseguro —Levantó la mirada—. Contaba historias de reyes y de príncipes que dormían tranquilos en sus fortalezas, convencidos de que el poder les pertenecía solo por ocupar un trono. —Sus dedos rozaron el borde del mapa, distraídos—. Creían que el peligro venía del norte, de los campos de batalla, de la traición de los hombres. Pero bajo sus castillos, Mi Lord… bajo sus torres de piedra, bajo su orgullo… dormían criaturas que no conocen de leyes, ni coronas. Criaturas que podrían reducir un reino entero a ruinas con el solo batir de su cola. Y ellos ni siquiera tendrían tiempo de mirar hacia abajo.
    Tyrion la observó durante unos segundos más. En el rostro de Serenna no quedaba rastro de duda. Lo que antes era tristeza o resignación se había tornado en algo más sutil y mucho más difícil de controlar: determinación.
    Y aquello, lo inquietó.
    Desvió la mirada con un suspiro casi imperceptible. Apoyó las manos en el borde de la mesa, como si de pronto el peso de la conversación lo reclamara de vuelta a tierra firme.
    —Bien —dijo, en voz baja, con una leve sacudida de cabeza—. Creo que hemos hablado suficiente por hoy.
    Intentó sonreír, pero la mueca apenas alcanzó a suavizar el gesto. No era cinismo lo que temblaba en sus labios, sino cautela.
    —Mi intención era distraeros un poco, no… daros alas —añadió con tono más ligero, aunque no del todo convincente—. O branquias, en este caso.
    Ella no respondió. Seguía absorta, los ojos clavados en el mapa como si, de repente, lo viera por primera vez.
    —Mi Lady... —la llamó Tyrion, más serio esta vez—. Escuchad... Solo son... leyendas. No os dejéis arrastrar por lo que podría ser. No ahora. Lo último que necesitáis es otro motivo para desafiarlo.
    Ella alzó la vista con lentitud.
    Tyrion se enderezó con suavidad y recogió un par de papeles del escritorio. Luego, al pasar junto a ella, se detuvo brevemente.
    —Mañana hablaremos de comercio marítimo y alianzas entre casas. Algo… menos poético, y mucho menos propenso a tentaros a nadar hasta la ruina —le dedicó una última mirada, casi a modo de advertencia—. No le deis a mi padre más razones para manteneros encerrada...
    Colocó su mano sobre la de ella, un ligero apretón. Y es que, realmente la apreciaba. Él no era Cersei, él quería a esa chica por quien era, no por lo que su hermana creía que les había arrebatado. Ella no tenía la culpa de que su padre la hubiera elegido.
    Él ya hacía tiempo que se había resignado, y la envidia no formaba parte de sí.
    Tyrion se marchó. La puerta se cerró con suavidad, dejándola sola con el mapa y el escudo.

    La noche caía sobre Desembarco del Rey con lentitud propia. Las torres de la Fortaleza Roja, recortadas contra un cielo encapotado, comenzaban a encender sus antorchas mientras la ciudad se sumía en su habitual murmullo nocturno. La brisa del mar traía consigo el olor del puerto y el rumor constante de los navíos meciéndose en los muelles.
    Una tropa de hombres montados a caballo, atravesaban la Puerta del Río sin ceremonia. Sus capas polvorientas y el barro seco en los flancos de los caballos hablaban de un viaje largo.
    Habían cabalgado hasta Rosby aquella mañana, tras una carta urgente llegada al amanecer. Un asunto de recursos, según Tywin: un cargamento de suministros que se retrasaba, una deuda que debía cobrarse con presencia, y una amenaza velada de deslealtad por parte de un vasallo menor. Rosby no quedaba lejos, apenas una jornada de ida y vuelta si se apresuraban.
    No necesitaba a Sandor para negociar, pero sí para recordar que la disuasión podía ir más allá de las palabras. Su sola presencia bastaba para sembrar el respeto.
    El camino de regreso fue tranquilo, pero no silencioso del todo. Tywin encabezaba al grupo de hombres, siempre reflexivo tras cerrar un trato. Cabalgaba con el entrecejo fruncido, ordenando pensamientos y estrategias. Sandor lo seguía, casi a su misma altura.
    —Tenéis algo en la mente, Clegane —dijo Tywin, sin mirarlo.
    STARTER PARA [THEH0UND] La entrada a la Torre de la Mano estaba flanqueada por más guardias. El interior olía a papiro viejo, a cera derretida y a madera encerada. Pero su vista no se posó en los estantes, ni en la mesa central, ni siquiera en la figura menuda que la esperaba allí. Aquel lugar le traía demasiados recuerdos. Recuerdos dolorosos. ¿Cuánto tiempo hacía que la había castigado con su ausencia? Ahora, estar allí solo le hacía sentir una cosa: que lo necesitaba más de lo que quería admitir. No solo era el olor de los libros o los muebles, era el suyo, el de él. Ahí dentro olía demasiado al hombre que tanto deseaba, y aquello solo hizo que desestabilizarla. Serenna cerró los ojos un segundo, como si el aroma le trajera de vuelta no solo los recuerdos en su mente, sino en su cuerpo. Podía sentirlo: sus manos, sujetándola, incitándola a seguir leyendo. Deteniéndola, manejándola a su antojo. Tyrion, que la observaba desde el centro de la estancia, no dijo nada al principio. Se limitó a mirarla. Sus ojos, pequeños y astutos, leyeron cada gesto. Sabía a quién buscaba. Y también por qué. —Él no está aquí —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. Se ha marchado antes del amanecer. Supongo que también os habéis preguntado dónde está vuestro sabueso. No irán lejos, pero no volverán hasta bien entrada la noche. —Él no es mi sabueso —lo corrigió ella, avanzando hacia la mesa—. Pero sí, me lo he preguntado —tomó asiento—. ¿Dónde han ido? Tyrion la miró con un deje de ternura, incluso de lástima. —Volverán. Sanos y salvos —Tyrion enarcó una ceja, y entonces, se corrigió—: O eso espero. Serenna lo miró con advertencia. —Es lo habitual —continuó Tyrion—. Ya conocéis a mi padre. Lo ha sido también para vos. Aunque de una forma muy distinta... —dijo, más para sí mismo que para ella—. Estáis acostumbrada a esto. La mesa estaba cubierta de mapas, libros abiertos, pergaminos que olían a sal y tinta seca. Tyrion había reunido todo lo necesario para una lección completa sobre las casas del Mar Angosto, y en especial, sobre los Velaryon. —¿Dónde concluisteis vuestras lecciones la última vez? —preguntó. Pero la mirada que le dedicó Serenna no fue del todo afable. Recordarle a Tywin solo hacía que tensarla más. Como si estuviera riéndose del castigo que él mismo le había impuesto, recordándoselo, restregándoselo. —Ya... —dijo entonces, apretando los labios, enarcando una ceja—. Creo que lo mejor será tomar un nuevo rumbo. ¿Qué tal vuestra descendencia? Serenna no respondió, su mirada se paseó por la estancia, como si ver algo en distinto lugar pudiera hacerle verle ahí: reubicando, tocando, manipulando. Cuánto lo echaba de menos... Cuánto deseaba volver a verle, volver a… sentirle. —Vuestra sangre es antigua —comenzó, al ver que ella no parecía querer colaborar—. Noble. Rica. Terriblemente incómoda de llevar, imagino. Ahora sí, lo miró. Pero una vez más, no parecía estar en la misma conversación que él, ni querer continuar. Tyrion no dijo nada al respecto. En lugar de eso, desenrolló un pergamino con el escudo de su casa: el hipocampo plateado sobre el verde marino. —Los Velaryon fueron navegantes antes de que muchas casas aprendieran a flotar. Antes de que los dragones surcaran el cielo, ellos surcaban el agua. Hicieron fortuna, guerra, alianzas, y leyendas. Serenna inclinó la cabeza. —¿Y por qué debería importarme una historia hecha de sal y hombres muertos? —Porque sois el final de esa historia —respondió él sin perder el ritmo—. Porque cuando seáis Reina de Marcaderiva, y os digan que sois una bastarda con suerte, tendréis que recordarles que vuestro linaje hunde raíces más profundas que sus espadas. Y más viejas que sus prejuicios. Ella lo miró. Por primera vez desde que había entrado, lo miró de verdad. Y entonces, un espasmo. Fuerte, sordo, implacable. Serenna se tensó. Sus hombros se recogieron, su vientre se contrajo, y un leve gesto crispó su rostro antes de que pudiera evitarlo. Cerró los ojos un instante. Su mano derecha se apoyó sobre el borde del banco. Respiró por la nariz. Tyrion dejó de hablar al instante. No hizo preguntas. Solo la observó. Un parpadeo lento, un leve cambio en su postura. —¿Mi Lady?… —preguntó, alzando ambas cejas. —Estoy bien —respondió con la voz contenida, pero firme. Él por supuesto no insistió. Solo se reclinó un poco en el asiento y bajó la mirada hacia los pergaminos, carraspeando la garganta. —Como decía, vuestra familia está acostumbrada al mar. No sois la primera Velaryon en detestar la tierra firme. Vuestros antepasados tenían tanto de pez como de hombre. Dormían en cubiertas abiertas, comían lo que pescaban, y según algunos poetas... respiraban sal. Serenna volvió a mirar el escudo de su casa. —¿Y vos creéis en esas cosas? —preguntó—. ¿En las leyendas? Tyrion tomó un sorbo de su copa, luego giró uno de los pergaminos, mostrando una línea de tiempo pintada con esmero. —La historia es una suma de mentiras que el tiempo ha vuelto útiles. Pero algunas leyendas... tienen raíces demasiado profundas como para ignorarlas. Ella lo miró un segundo más, como evaluando algo. Luego bajó la vista. —He oído que los Velaryon se relacionaron con los Targaryen —murmuró—. Que… engendraron hijos, juntos. Tyrion arqueó una ceja. El tono había cambiado. Ya no hablaba solo por curiosidad. Había algo en su voz… algo más íntimo, más personal. —Lo hicieron —admitió con un tono más grave—. En más de una ocasión, de hecho. No era extraño que las casas valyrias entrelazaran su sangre… sobre todo cuando esa sangre era considerada sagrada. Silencio. Tyrion la observó sin disimulo, con una perspicacia que rara vez se permitía mostrar tan abiertamente. —¿Y vos? —preguntó entonces—. ¿Creéis que en vuestras venas hay algo más que sal y tormentas? Serenna no respondió de inmediato. Su mirada se perdió un momento en la superficie de la mesa, donde la tinta trazaba rutas marítimas. Luego alzó los ojos, y los clavó en él. —Creo que si en mis venas corriera sangre Targaryen vuestro padre ya hubiera acabado conmigo. ¿Me equivoco? Tyrion no parpadeó, pero su expresión cambió, como si aquella frase hubiera hendido una capa más profunda. —No os equivocáis —dijo al fin, con calma—. Pero tampoco estáis del todo en lo cierto. Se inclinó hacia delante, despacio, con el ceño levemente fruncido. —Mi padre no mata a alguien porque sí. No si puede usaros primero. No si puede exprimiros hasta dejaros seca… y convertiros en un estandarte útil. —¿Entonces por qué me permite seguir aquí? —Porque, de momento, lo que sois… le conviene. —¿De verdad creéis que es por la relación que tuvo con mi padre?... —Creo que eso ayudó —admitió—. Pero no es la razón —Se echó hacia atrás, con un suspiro que arrastró parte de la tensión, pero no la disipó del todo—. Tywin Lannister no mantiene a alguien a su lado por afecto, Serenna. Guarda todo lo que pueda usar a su favor cuando llegue el momento. Vuestro padre fue útil, sí. Pero vos también lo sois. Ahora. —No se me ocurre por qué podría resultarle útil… Él mismo lo dijo: que era una idiota, una necia por lo que había hecho. Por eso llevo todo este tiempo encerrada. Porque no me… considera útil. —El error que cometisteis —prosiguió Tyrion—, no fue escapar al mar. Fue recordarle que no puede controlarlo todo. Ni siquiera a vos. Y eso… eso enfurece a mi padre más de lo que podríais imaginar. —¿Y qué debo hacer para que me perdone? ¿Para poder… volver al mar?... Tyrion suspiró despacio, apoyando los codos sobre la mesa, entrelazó los dedos y la miró. —Nada —dijo al fin—. No hay gesto o palabra que os garantice su perdón. —¿Entonces?... —Saldréis cuando él vea que encerraros le cuesta más que teneros suelta. Cuando vuestra ausencia pese más que vuestra desobediencia —Hizo una pausa—. Y eso solo lo lograréis convirtiendo vuestra jaula en un trono. No llorando tras los barrotes… sino aprendiendo a gobernar desde ellos. —No os entiendo... —¿Conocéis la diferencia entre un peón y una reina? Serenna negó. —El peón se lanza hacia delante. La reina espera, se mueve cuando quiere… y cuando lo hace, nadie puede detenerla. —Pero yo no soy ninguna reina. Ni pretendo serlo. Y está claro que él nunca me verá como tal. Tyrion sostuvo su mirada con una intensidad insólita. Por un instante, sus ojos dejaron de ser los de un Lannister y se tornaron los de un hombre que conocía de cerca lo que era ser menospreciado. —Eso es lo que os convierte en una amenaza aún mayor —dijo, con voz baja pero firme—. Las reinas que nacen para reinar son previsibles. Las que no lo hacen… son impredecibles. Y las impredecibles hacen temblar los cimientos. Serenna apretó los labios. Sus manos se cerraron sobre el faldón de su vestido, como si contuviera en los puños algo que no sabía cómo liberar. —No quiero hacer temblar nada. Solo quiero volver a ser libre. —Exacto —Tyrion alzó una ceja, casi con ternura—. Esa es precisamente la diferencia. Él os encerró creyendo que rompería vuestra voluntad. Pero seguís deseando lo único que él no puede daros. La libertad no se otorga, Serenna, se escoge. Se toma. Ella bajó la mirada, despacio, frunciendo el ceño, con aquellos pensamientos tomando forma en su mente. —Mi Lord… —dijo, y Tyrion sonrió, como si no estuviese acostumbrado a que lo trataran… bien—. Antes hablasteis sobre los Targaryens y los Velaryon. Sé que ellos tenían dragones. Los Velaryon… ¿qué teníamos que pudiera interesar a alguien como… los Targaryen? Tyrion dejó la copa a un lado, despacio. La sonrisa se desvaneció con suavidad, no por desagrado, sino porque aquella pregunta le intrigaba. —Los Targaryen eran fuego —dijo en un too reverente—. Los Velaryon… eran el mar. —Hizo una pausa—. No teníais dragones —continuó—. Pero navegasteis antes que nadie. Surcasteis las rutas entre islas cuando otros apenas sabían mirar más allá de la costa. Había quien decía que los Targaryen eran los conquistadores… pero sin los Velaryon, su conquista no habría cruzado jamás el mar Angosto. —Creo que no me estáis… —Y hay más —la interrumpió—. Leyendas apenas susurradas. Antiguas incluso para Valyria. En lo profundo, en lo oscuro, criaturas que no vuelan, pero que se deslizan entre corrientes y ruinas olvidadas. Serpientes, leviatanes. Sombras con ojos. Ella no se movió, pero sus labios se entreabrieron apenas, como si algo dentro de sí reconociera aquella idea. —¿Habláis de… monstruos… marinos? —Algunos los llaman monstruos —dijo Tyrion, inclinándose apenas hacia adelante—. Otros, dioses. Depende de a quién preguntéis… y de cuánto haya visto. Serenna contuvo la respiración. —Mi madre solía hablar de eso —dijo, con un hilo de voz—. Decía que algunas líneas de sangre podían despertar a esas criaturas. Que no respondían al hierro… sino a la llamada de su linaje. Tyrion frunció el ceño apenas. —Una vez oí hablar de una criatura en las Islas del Verano —continuó—. Dicen que emergía solo cuando los niños desaparecían. Que tenía alas membranosas y una cabeza tan alargada como la vela mayor de un barco. Se movía sin romper la superficie, deslizándose. Como una sombra bajo el mundo. —¿Y creéis que son reales? Esas... criaturas... Mi Lord... —No lo sé. Pero cuando un marinero vive más de sesenta años y aún no ha tocado fondo... Serenna se quedó en silencio un momento más. Miró el mapa, luego el mar pintado con tinta azul, y el hipocampo de su escudo. —Tal vez no todos los dragones vuelen —susurró. Tyrion la observó en silencio. —Los que caen y sobreviven, Lady Serenna —dijo al fin—, suelen ser los más peligrosos. Y por fin, Tyrion pudo ver el atisbo de una sonrisa. —Lord Tyrion… De… existir esas criaturas… ¿Creéis que alguna de ellas habría vivido aquí? ¿En Poniente?… En… el mar que nos rodea. Tyrion entrecerró los ojos. —En Poniente… —repitió, con lentitud—. Hay quienes creen que las profundidades del Mar del Ocaso no tienen fin. Que hay grietas tan hondas que ni la luz ni el tiempo las alcanzan. Que en las aguas al sur de Rocadragón, a veces los barcos desaparecen sin dejar rastro. —Mi padre hablaba del estrecho de Marcaderiva —dijo de pronto—. Decía que había zonas donde las redes salían rasgadas. Donde los peces no volvían. Tyrion la contempló en silencio, atento. —Pero también hablaba de estas aguas… —continuó, casi para sí misma—. Decía que el mar de aquí no se parece a ningún otro. Que parece manso, seguro. Pero que en realidad… Tyrion frunció el ceño, ladeando la cabeza, curioso. —¿En realidad…? —…es el más inseguro —Levantó la mirada—. Contaba historias de reyes y de príncipes que dormían tranquilos en sus fortalezas, convencidos de que el poder les pertenecía solo por ocupar un trono. —Sus dedos rozaron el borde del mapa, distraídos—. Creían que el peligro venía del norte, de los campos de batalla, de la traición de los hombres. Pero bajo sus castillos, Mi Lord… bajo sus torres de piedra, bajo su orgullo… dormían criaturas que no conocen de leyes, ni coronas. Criaturas que podrían reducir un reino entero a ruinas con el solo batir de su cola. Y ellos ni siquiera tendrían tiempo de mirar hacia abajo. Tyrion la observó durante unos segundos más. En el rostro de Serenna no quedaba rastro de duda. Lo que antes era tristeza o resignación se había tornado en algo más sutil y mucho más difícil de controlar: determinación. Y aquello, lo inquietó. Desvió la mirada con un suspiro casi imperceptible. Apoyó las manos en el borde de la mesa, como si de pronto el peso de la conversación lo reclamara de vuelta a tierra firme. —Bien —dijo, en voz baja, con una leve sacudida de cabeza—. Creo que hemos hablado suficiente por hoy. Intentó sonreír, pero la mueca apenas alcanzó a suavizar el gesto. No era cinismo lo que temblaba en sus labios, sino cautela. —Mi intención era distraeros un poco, no… daros alas —añadió con tono más ligero, aunque no del todo convincente—. O branquias, en este caso. Ella no respondió. Seguía absorta, los ojos clavados en el mapa como si, de repente, lo viera por primera vez. —Mi Lady... —la llamó Tyrion, más serio esta vez—. Escuchad... Solo son... leyendas. No os dejéis arrastrar por lo que podría ser. No ahora. Lo último que necesitáis es otro motivo para desafiarlo. Ella alzó la vista con lentitud. Tyrion se enderezó con suavidad y recogió un par de papeles del escritorio. Luego, al pasar junto a ella, se detuvo brevemente. —Mañana hablaremos de comercio marítimo y alianzas entre casas. Algo… menos poético, y mucho menos propenso a tentaros a nadar hasta la ruina —le dedicó una última mirada, casi a modo de advertencia—. No le deis a mi padre más razones para manteneros encerrada... Colocó su mano sobre la de ella, un ligero apretón. Y es que, realmente la apreciaba. Él no era Cersei, él quería a esa chica por quien era, no por lo que su hermana creía que les había arrebatado. Ella no tenía la culpa de que su padre la hubiera elegido. Él ya hacía tiempo que se había resignado, y la envidia no formaba parte de sí. Tyrion se marchó. La puerta se cerró con suavidad, dejándola sola con el mapa y el escudo. La noche caía sobre Desembarco del Rey con lentitud propia. Las torres de la Fortaleza Roja, recortadas contra un cielo encapotado, comenzaban a encender sus antorchas mientras la ciudad se sumía en su habitual murmullo nocturno. La brisa del mar traía consigo el olor del puerto y el rumor constante de los navíos meciéndose en los muelles. Una tropa de hombres montados a caballo, atravesaban la Puerta del Río sin ceremonia. Sus capas polvorientas y el barro seco en los flancos de los caballos hablaban de un viaje largo. Habían cabalgado hasta Rosby aquella mañana, tras una carta urgente llegada al amanecer. Un asunto de recursos, según Tywin: un cargamento de suministros que se retrasaba, una deuda que debía cobrarse con presencia, y una amenaza velada de deslealtad por parte de un vasallo menor. Rosby no quedaba lejos, apenas una jornada de ida y vuelta si se apresuraban. No necesitaba a Sandor para negociar, pero sí para recordar que la disuasión podía ir más allá de las palabras. Su sola presencia bastaba para sembrar el respeto. El camino de regreso fue tranquilo, pero no silencioso del todo. Tywin encabezaba al grupo de hombres, siempre reflexivo tras cerrar un trato. Cabalgaba con el entrecejo fruncido, ordenando pensamientos y estrategias. Sandor lo seguía, casi a su misma altura. —Tenéis algo en la mente, Clegane —dijo Tywin, sin mirarlo.
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    (Un breve y triste OFF TOPIC)

    Anoche falleció por un accidente de motocicleta el guitarrista Brendt Hinds de una de mis bandas favoritas de metal MASTODON. Lo terrible del asunto es que hace unos meses, él salió de la banda en muy malos términos y peleado con sus ex compañeros y amigos de la banda, y lamentablemente falleció sin poder tener una reconciliación con ellos, por lo cual será un episodio y una cicatriz permanente para la banda que va a acompañarlos hasta el fin del proyecto.

    ¿Por qué menciono esto aquí? Si usted, amigo o amiga rolero o rolera, tiene alguna situación difícil con una persona, o está peleado con alguien, por favor, traten de hablar, de reconciliarse si es que pueden, de limar las asperezas, porque la vida es muy frágil, y nadie querría que al momento del final, lo último que vivieron juntos fue una pelea, odio, o alguna incomodidad. Uno nunca sabe cuándo va a dejar este mundo.

    Descanse en poder Baron Brendt. Que siempre los recordaremos escuchando los grandiosos álbumes de Mastodon como "Leviathan", "Blood Mountain" o "Crack the Skye".

    https://youtu.be/TsdIO8RHMTc?si=lMKOEmReoYUP2tfK
    (Un breve y triste OFF TOPIC) 😔 Anoche falleció por un accidente de motocicleta el guitarrista Brendt Hinds de una de mis bandas favoritas de metal MASTODON. Lo terrible del asunto es que hace unos meses, él salió de la banda en muy malos términos y peleado con sus ex compañeros y amigos de la banda, y lamentablemente falleció sin poder tener una reconciliación con ellos, por lo cual será un episodio y una cicatriz permanente para la banda que va a acompañarlos hasta el fin del proyecto. ¿Por qué menciono esto aquí? Si usted, amigo o amiga rolero o rolera, tiene alguna situación difícil con una persona, o está peleado con alguien, por favor, traten de hablar, de reconciliarse si es que pueden, de limar las asperezas, porque la vida es muy frágil, y nadie querría que al momento del final, lo último que vivieron juntos fue una pelea, odio, o alguna incomodidad. Uno nunca sabe cuándo va a dejar este mundo. Descanse en poder Baron Brendt. Que siempre los recordaremos escuchando los grandiosos álbumes de Mastodon como "Leviathan", "Blood Mountain" o "Crack the Skye". https://youtu.be/TsdIO8RHMTc?si=lMKOEmReoYUP2tfK
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  • Dentro del Palacio de Hades, en el corazón del Inframundo, detrás de una puerta forjada en hierro meteórico y sellada con juramentos olvidados por los vivos yace la habitación de Melíone, la hija velada de Perséfone, engendrada en los silencios profundos del Inframundo.

    Ubicada en una de las torres más antiguas del palacio de Hades, donde ni siquiera Cerbero se atreve a rondar, la habitación de Melíone no fue construida: fue convocada. Surgió del eco del primer suspiro que Perséfone soltó tras que Hades sacara de su vientre a su hija, el suspiro que mezcló lo fértil de la tierra con lo inmutable de la muerte.

    Con paredes traslucidas donde sombras se mueven libremente como peces dentro del firme mármol negro. Cada sombra representa una parte del alma de Melíone que jamás tocará la luz del mundo mortal. Inscritas en las paredes hay palabras órficas en espiral, que giran muy lentamente, revelando profecías a quien sepa leerlas sin enloquecer.

    El techo no existe. En su lugar, hay una apertura a un firmamento interior donde flota el Nyktaión, una luna artificial creada por la propia Melíone: negra como la tinta del río Estigia, pero brillante con la luz de las almas que han sido juzgadas con justicia.

    Su lecho está hecho con huesos de leviatanes del Tártaro, suavizado con plumas que cayeron de las alas de Pegaso. A su lado duerme un pequeño espíritu de fuego azul, un antiguo guardián que sólo responde a su voz, y que puede volverse un cometa de furia si se la amenaza.

    El aire en su cámara está lleno de aromas imposibles: la esencia de la flor de asfódelo mezclada con incienso lunar, y la humedad dulce de los campos élisicos, donde su linaje se entrelaza con la esperanza de redención. En un rincón, una fuente derrama eternamente agua del Lete, el río del olvido. Melíone a veces la contempla, aunque jamás bebe de ella. Guarda la memoria de su madre, de los mortales que la invocan en sus sueños, y de las antiguas ceremonias en las que fue honrada con su nombre temido: la oscura hija, la del rostro oculto, la de los pasos que no dejan huella.

    Un lugar donde no cualquiera puede entrar o salir sin el permiso de la tenebrosa Melinoe, se cuenta que dentro aun se escuchan los susurros de aquellos valientes o tontos que se atrevieron a entrar pero nunca salieron.

    Y aunque Hades rara vez sube hasta su torre, se dice que hay una inscripción en la entrada, grabada con su propia mano:

    “Aquí mora la hija que no fue concebida por el tiempo,
    ni por la voluntad de los dioses,
    sino por el equilibrio sagrado entre lo que muere y lo que renace.”


    //Yo no escribí esto, me lo envió alguien más lo cambie poquito pero ella fue la que lo hizo
    Dentro del Palacio de Hades, en el corazón del Inframundo, detrás de una puerta forjada en hierro meteórico y sellada con juramentos olvidados por los vivos yace la habitación de Melíone, la hija velada de Perséfone, engendrada en los silencios profundos del Inframundo. Ubicada en una de las torres más antiguas del palacio de Hades, donde ni siquiera Cerbero se atreve a rondar, la habitación de Melíone no fue construida: fue convocada. Surgió del eco del primer suspiro que Perséfone soltó tras que Hades sacara de su vientre a su hija, el suspiro que mezcló lo fértil de la tierra con lo inmutable de la muerte. Con paredes traslucidas donde sombras se mueven libremente como peces dentro del firme mármol negro. Cada sombra representa una parte del alma de Melíone que jamás tocará la luz del mundo mortal. Inscritas en las paredes hay palabras órficas en espiral, que giran muy lentamente, revelando profecías a quien sepa leerlas sin enloquecer. El techo no existe. En su lugar, hay una apertura a un firmamento interior donde flota el Nyktaión, una luna artificial creada por la propia Melíone: negra como la tinta del río Estigia, pero brillante con la luz de las almas que han sido juzgadas con justicia. Su lecho está hecho con huesos de leviatanes del Tártaro, suavizado con plumas que cayeron de las alas de Pegaso. A su lado duerme un pequeño espíritu de fuego azul, un antiguo guardián que sólo responde a su voz, y que puede volverse un cometa de furia si se la amenaza. El aire en su cámara está lleno de aromas imposibles: la esencia de la flor de asfódelo mezclada con incienso lunar, y la humedad dulce de los campos élisicos, donde su linaje se entrelaza con la esperanza de redención. En un rincón, una fuente derrama eternamente agua del Lete, el río del olvido. Melíone a veces la contempla, aunque jamás bebe de ella. Guarda la memoria de su madre, de los mortales que la invocan en sus sueños, y de las antiguas ceremonias en las que fue honrada con su nombre temido: la oscura hija, la del rostro oculto, la de los pasos que no dejan huella. Un lugar donde no cualquiera puede entrar o salir sin el permiso de la tenebrosa Melinoe, se cuenta que dentro aun se escuchan los susurros de aquellos valientes o tontos que se atrevieron a entrar pero nunca salieron. Y aunque Hades rara vez sube hasta su torre, se dice que hay una inscripción en la entrada, grabada con su propia mano: “Aquí mora la hija que no fue concebida por el tiempo, ni por la voluntad de los dioses, sino por el equilibrio sagrado entre lo que muere y lo que renace.” //Yo no escribí esto, me lo envió alguien más lo cambie poquito pero ella fue la que lo hizo
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  • Los humanos son tan graciosos. Se fijan en las más ínfimas cosas para creer que son superiores a ti, cuando ni se dan cuenta de que ellos están en nuestro juego. Leviathan, qué gran trabajo has hecho querido hermano. Me quito el sombrero ante ti.
    Los humanos son tan graciosos. Se fijan en las más ínfimas cosas para creer que son superiores a ti, cuando ni se dan cuenta de que ellos están en nuestro juego. Leviathan, qué gran trabajo has hecho querido hermano. Me quito el sombrero ante ti.
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  • M.. Veo que mi querido hermano Leviathan ha estado divirtiéndose últimamente. How delightful.
    M.. Veo que mi querido hermano Leviathan ha estado divirtiéndose últimamente. How delightful.
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  • "Bad Moon Rising"
    Fandom The Vampire Diaries ~ Supernatural
    Categoría Fantasía
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    ㅤㅤㅤㅤI s𝑒e tℎe b𝑎d m𝑜o𝑛 𝑎-𝑟i𝑠i𝑛'
    ㅤㅤㅤㅤI s𝑒e t𝑟o𝑢b𝑙e o𝑛 𝑡h𝑒 𝑤a𝑦
    ㅤㅤㅤㅤ𝐼 𝑠e𝑒 𝑒a𝑟tℎq𝑢a𝑘e𝑠 𝑎n𝑑 𝑙i𝑔h𝑡n𝑖n'
    ㅤㅤㅤㅤ𝐼 𝑠e𝑒 𝑏a𝑑 𝑡i𝑚e𝑠 𝑡o𝑑a𝑦

    ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤㅤ˹ Maya Lockwood


    ㅤㅤㅤHabía escuchado la historia sobre la tía Patience como un millón de veces. La nieta de una conocida médium que se había resistido a sus poderes durante muchos años y que, en su adolescencia y, a pesar de ser una alumna estrella había decidido dejar su prometedora carrera estudiantil a un lado para ayudar a la tia Claire, la tia Jody y las demás a salvar los culos de Sam y Dean Winchester… En cierto modo, puede que hasta le debiera su vida a Patience… Si no hubiera intervenido, Dean podría haber estirado la pata y él nunca hubiera nacido…

    RJ era una improbabilidad dentro de las improbabilidades. Si ya había sido improbable el nacimiento de su madre, una hija tríbrida de un hibrido original y una loba… El de RJ parecía una imposibilidad estadística y, aun asi… Robert John Winchester había llegado al mundo dentro de dos de las familias mas importantes del mundo sobrenatural.

    “La familia no termina en la sangre”, repetía siempre su padre. Y, por eso, a pesar de que biológicamente solo contaba con un tio, lo cierto era que su familia era mucho más grande que eso: La tia Claire, Kaia, Alex, Patience, Jody, Donna, Garth, Bess y sus hijos Sam y Castiel, el tio Bobby y la tia Charlie (los cuales venían de otro universo y decidieron no regresar a sus hogares, una locura)… Y a esto había que sumarle a toda la familia Mikaelson al completo…

    Era muy complicado mantenerse al margen de una familia tan grande y cuando su tia Patience, alguien con quien tenia una gran afinidad desde crio, lo llamó para avisarle de una catástrofe que estaba a punto de ocurrir, RJ no pudo mantenerse al margen.

    -¿RJ? No localizo a tus padres… Tienes que advertirles… He tenido una visión… Una visión horrible… Por favor, has de decirles exactamente lo que voy a contarte… -pidió Patience cuando RJ descolgó el teléfono.

    Pero en lugar de recurrir a sus padres, RJ decidió demostrar su valía, que no era un crio y que hacía mucho que había dejado de serlo. Que era capaz de resolver asuntos importantes… Fue por eso por lo que, aprovechando que su familia había salido a resolver los problemas del mundo, RJ pasó todo aquel día inmerso entre libros que pudieran darle una respuesta. Su mirada se detuvo horas después delante de una pagina que mostraba un extraño reloj de bolsillo. No había números, pero, en cambio sí había manecillas que no parecían apuntar nada con ningún sentido… pero la leyenda bajo este rezaba que este objeto permitía a su portador controlar el flujo del tiempo, acelerándolo, ralentizándolo, deteniéndolo o incluso permitiéndole eliminar según qué instantes llegando a poder manipular la realidad… Actualmente este artilugio obraba en poder del Tejedor del Tiempo. Y en este objeto, RJ encontró la clave para el problema que Patience le había advertido. Si le pedía al Tejedor del tiempo que detuviera el tiempo y que cambiara la realidad de aquella catástrofe, probablemente no tendrían nada que lamentar.

    Lo paradójico de las visiones es… que no se pueden cambiar. Hagas lo que hagas se terminarán cumpliendo… Nunca está en nuestra mano controlar aquella clase de cosas…

    Aun asi RJ encontró el modo de llegar hasta el Tejedor del Tiempo. Su casa estaba llena de relojes de todo tipo: de sol, de cuco, de arena, de manecillas, de cuerda… y ninguno parecía dar la hora al mismo tiempo, por lo que cada dos por tres sonaba una alarma, un cuco o una campanada en algún lugar de aquella enorme casa.

    Había relojes rotos apilados por doquier y depende de en qué habitaciones parecía que nadie había limpiado desde hacia bastante tiempo…

    -¿Me ves cara de buen samaritano, muchacho? Crees que soy como ese niñato memo que se sienta en el trono del jefazo? -preguntó el Tejedor antes de dejar ir una carcajada- No, no voy a salvar el culo a la estúpida humanidad… No tengo ese poder…

    -Sí lo tienes…- protestó RJ- Si tú…

    -Es cierto. Lo tengo. Pero no lo haré. No estoy a tu disposición, chico… Pídele ayuda a tu padre. Por lo que tengo entendido trabaja para uno de los peces gordos…

    No pudo sacar más ayuda de aquel hombre y RJ pensó que aquella era una de esas ocasiones en que “si quieres que algo salga bien, habrás de hacerlo tu mismo”.

    Perdido entre los innumerables pasillos de aquella mansión, RJ tardó aun un rato bastante largo en encontrar el reloj que había ido buscando. Pero encontrarlo desató sobre él y sobre su familia algo mucho peor que todos los males a los que se hubieran enfrentado.

    Por supuesto, la bronca por parte de sus padres fue apoteósica. Recién enterados del aviso de Patience, pues esta al fin había conseguido localizarlos, se dieron cuenta de que su hijo había provocado precisamente lo que intentaba evitar… Y es que la venganza del Tejedor iba más allá de aquel tiempo… Resultó que su ira contra RJ iba mucho más allá de aquel tiempo, decidiendo erradicar a la familia Winchester desde su misma raíz…

    Fue el propio RJ quien demostró algo de sensatez y se ofreció voluntario para resolver aquella puta locura. Su padre sugirió abrir un portal al pasado para viajar al mismo tiempo desde donde el Tejedor había decidido empezar a trazar su venganza. Encontrarlo y eliminarlo. Y cuando RJ se ofreció voluntario aun le costó trabajo hacer entender a sus padres las razones de su decisión…

    -¿No crees que te volverías majara si vieras una versión de ti mismo en tu mismo plano? Pensarías que esos leviatanes han vuelto o… te meterías un tiro a ti mismo por considerarte un cambia formas… Y entonces… Se acabó… Estaríamos jodidos… Déjame hacer esto, papá… Por favor…

    Sus padres no parecían demasiado convencidos pero la experiencia les había enseñado que a veces se necesitaban medidas desesperadas. Además, a fin de cuentas, RJ tambien era un Winchester…

    -De acuerdo -asintió Dean- Nosotros pelearemos desde aquí con lo que venga… Pero prométeme que nos buscarás… A tu madre o a mi… Cuando me encuentres… Di “Poughkeepsie”. Sabré que eres amigo, que eres familia…

    -Volveré pronto…

    Esas palabras y un ultimo abrazo por parte de sus padres fue lo que RJ Winchester se llevó consigo antes de atravesar el portal que se había abierto en mitad de la cocina del bunker. ¿Cómo los Winchester habían conseguido abrir un portal temporal? Esa es una larga historia y tendrá su propio momento de ser contada.

    >> Era de noche cuando RJ cayó al suelo y rodó sobre si mismo contra el suelo de barro y hojarasca. Llevaba consigo un macuto con un par de pertenencias y en su bolsillo todavía portaba el reloj que le había robado al Tejedor.

    Se arrodilló sobre el suelo y olisqueó el aire. Reconocía aquel lugar… Había recorrido aquellos bosques mas de una vez. Aquellos eran los bosques del pantano de Luisiana… Su abuela-tia Hayley había sido Alfa de aquel lugar… Lo conocía bastante bien… ¿Por qué había caído allí? Lo desconocía…

    -Lucem demonstra…- dijo convencido el tríbrido creando en su mano una esfera de luz que iluminó el camino frente a él. Estaba rodeado de árboles, arbustos y todo era oscuridad… Pero sabia, gracias a sus sentidos sobrehumanos que no estaba solo…



    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #Starter #NuevoStarter #TVD #SPN #Lockchester
    ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤI s𝑒e tℎe b𝑎d m𝑜o𝑛 𝑎-𝑟i𝑠i𝑛' ㅤㅤㅤㅤI s𝑒e t𝑟o𝑢b𝑙e o𝑛 𝑡h𝑒 𝑤a𝑦 ㅤㅤㅤㅤ𝐼 𝑠e𝑒 𝑒a𝑟tℎq𝑢a𝑘e𝑠 𝑎n𝑑 𝑙i𝑔h𝑡n𝑖n' ㅤㅤㅤㅤ𝐼 𝑠e𝑒 𝑏a𝑑 𝑡i𝑚e𝑠 𝑡o𝑑a𝑦 ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤㅤ˹ [thxlastL0ckwood] ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤHabía escuchado la historia sobre la tía Patience como un millón de veces. La nieta de una conocida médium que se había resistido a sus poderes durante muchos años y que, en su adolescencia y, a pesar de ser una alumna estrella había decidido dejar su prometedora carrera estudiantil a un lado para ayudar a la tia Claire, la tia Jody y las demás a salvar los culos de Sam y Dean Winchester… En cierto modo, puede que hasta le debiera su vida a Patience… Si no hubiera intervenido, Dean podría haber estirado la pata y él nunca hubiera nacido… RJ era una improbabilidad dentro de las improbabilidades. Si ya había sido improbable el nacimiento de su madre, una hija tríbrida de un hibrido original y una loba… El de RJ parecía una imposibilidad estadística y, aun asi… Robert John Winchester había llegado al mundo dentro de dos de las familias mas importantes del mundo sobrenatural. “La familia no termina en la sangre”, repetía siempre su padre. Y, por eso, a pesar de que biológicamente solo contaba con un tio, lo cierto era que su familia era mucho más grande que eso: La tia Claire, Kaia, Alex, Patience, Jody, Donna, Garth, Bess y sus hijos Sam y Castiel, el tio Bobby y la tia Charlie (los cuales venían de otro universo y decidieron no regresar a sus hogares, una locura)… Y a esto había que sumarle a toda la familia Mikaelson al completo… Era muy complicado mantenerse al margen de una familia tan grande y cuando su tia Patience, alguien con quien tenia una gran afinidad desde crio, lo llamó para avisarle de una catástrofe que estaba a punto de ocurrir, RJ no pudo mantenerse al margen. -¿RJ? No localizo a tus padres… Tienes que advertirles… He tenido una visión… Una visión horrible… Por favor, has de decirles exactamente lo que voy a contarte… -pidió Patience cuando RJ descolgó el teléfono. Pero en lugar de recurrir a sus padres, RJ decidió demostrar su valía, que no era un crio y que hacía mucho que había dejado de serlo. Que era capaz de resolver asuntos importantes… Fue por eso por lo que, aprovechando que su familia había salido a resolver los problemas del mundo, RJ pasó todo aquel día inmerso entre libros que pudieran darle una respuesta. Su mirada se detuvo horas después delante de una pagina que mostraba un extraño reloj de bolsillo. No había números, pero, en cambio sí había manecillas que no parecían apuntar nada con ningún sentido… pero la leyenda bajo este rezaba que este objeto permitía a su portador controlar el flujo del tiempo, acelerándolo, ralentizándolo, deteniéndolo o incluso permitiéndole eliminar según qué instantes llegando a poder manipular la realidad… Actualmente este artilugio obraba en poder del Tejedor del Tiempo. Y en este objeto, RJ encontró la clave para el problema que Patience le había advertido. Si le pedía al Tejedor del tiempo que detuviera el tiempo y que cambiara la realidad de aquella catástrofe, probablemente no tendrían nada que lamentar. Lo paradójico de las visiones es… que no se pueden cambiar. Hagas lo que hagas se terminarán cumpliendo… Nunca está en nuestra mano controlar aquella clase de cosas… Aun asi RJ encontró el modo de llegar hasta el Tejedor del Tiempo. Su casa estaba llena de relojes de todo tipo: de sol, de cuco, de arena, de manecillas, de cuerda… y ninguno parecía dar la hora al mismo tiempo, por lo que cada dos por tres sonaba una alarma, un cuco o una campanada en algún lugar de aquella enorme casa. Había relojes rotos apilados por doquier y depende de en qué habitaciones parecía que nadie había limpiado desde hacia bastante tiempo… -¿Me ves cara de buen samaritano, muchacho? Crees que soy como ese niñato memo que se sienta en el trono del jefazo? -preguntó el Tejedor antes de dejar ir una carcajada- No, no voy a salvar el culo a la estúpida humanidad… No tengo ese poder… -Sí lo tienes…- protestó RJ- Si tú… -Es cierto. Lo tengo. Pero no lo haré. No estoy a tu disposición, chico… Pídele ayuda a tu padre. Por lo que tengo entendido trabaja para uno de los peces gordos… No pudo sacar más ayuda de aquel hombre y RJ pensó que aquella era una de esas ocasiones en que “si quieres que algo salga bien, habrás de hacerlo tu mismo”. Perdido entre los innumerables pasillos de aquella mansión, RJ tardó aun un rato bastante largo en encontrar el reloj que había ido buscando. Pero encontrarlo desató sobre él y sobre su familia algo mucho peor que todos los males a los que se hubieran enfrentado. Por supuesto, la bronca por parte de sus padres fue apoteósica. Recién enterados del aviso de Patience, pues esta al fin había conseguido localizarlos, se dieron cuenta de que su hijo había provocado precisamente lo que intentaba evitar… Y es que la venganza del Tejedor iba más allá de aquel tiempo… Resultó que su ira contra RJ iba mucho más allá de aquel tiempo, decidiendo erradicar a la familia Winchester desde su misma raíz… Fue el propio RJ quien demostró algo de sensatez y se ofreció voluntario para resolver aquella puta locura. Su padre sugirió abrir un portal al pasado para viajar al mismo tiempo desde donde el Tejedor había decidido empezar a trazar su venganza. Encontrarlo y eliminarlo. Y cuando RJ se ofreció voluntario aun le costó trabajo hacer entender a sus padres las razones de su decisión… -¿No crees que te volverías majara si vieras una versión de ti mismo en tu mismo plano? Pensarías que esos leviatanes han vuelto o… te meterías un tiro a ti mismo por considerarte un cambia formas… Y entonces… Se acabó… Estaríamos jodidos… Déjame hacer esto, papá… Por favor… Sus padres no parecían demasiado convencidos pero la experiencia les había enseñado que a veces se necesitaban medidas desesperadas. Además, a fin de cuentas, RJ tambien era un Winchester… -De acuerdo -asintió Dean- Nosotros pelearemos desde aquí con lo que venga… Pero prométeme que nos buscarás… A tu madre o a mi… Cuando me encuentres… Di “Poughkeepsie”. Sabré que eres amigo, que eres familia… -Volveré pronto… Esas palabras y un ultimo abrazo por parte de sus padres fue lo que RJ Winchester se llevó consigo antes de atravesar el portal que se había abierto en mitad de la cocina del bunker. ¿Cómo los Winchester habían conseguido abrir un portal temporal? Esa es una larga historia y tendrá su propio momento de ser contada. >> Era de noche cuando RJ cayó al suelo y rodó sobre si mismo contra el suelo de barro y hojarasca. Llevaba consigo un macuto con un par de pertenencias y en su bolsillo todavía portaba el reloj que le había robado al Tejedor. Se arrodilló sobre el suelo y olisqueó el aire. Reconocía aquel lugar… Había recorrido aquellos bosques mas de una vez. Aquellos eran los bosques del pantano de Luisiana… Su abuela-tia Hayley había sido Alfa de aquel lugar… Lo conocía bastante bien… ¿Por qué había caído allí? Lo desconocía… -Lucem demonstra…- dijo convencido el tríbrido creando en su mano una esfera de luz que iluminó el camino frente a él. Estaba rodeado de árboles, arbustos y todo era oscuridad… Pero sabia, gracias a sus sentidos sobrehumanos que no estaba solo… #Personajes3D #3D #Comunidad3D #Starter #NuevoStarter #TVD #SPN #Lockchester
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  • Búsqueda en las montañas
    Fandom OC
    Categoría Acción
    || ROL CON: [Satoshi_1]
    Yaken y Satoshi fueron a las montañas, saliendo de un pequeño bosque, para poder buscar a un demonio, el mismo demonio que le quito su vida demoniaca a Yaken. Estaba enfadado al punto de que acepto la ayuda OBVIAMENTE VOLUNTARIA de su compañero Satoshi

    Empezaban a subir la montaña, estaba llena de neblina y animales, parecía que era de noche a pesar de que era de tarde. En esta montaña habían criaturas no antes vistas por los humanos, pero si por los demonios que habitaban en la superficie, muchos sabían que eran peligrosos, pero había uno que hasta el mismo Lucifer temía, "Leviat", una bestia enorme que vivía en las montañas, era muy fuerte y resistente, su piel de casi unas 10 capaz, parecía indestructible y la única forma de matarlo era por dentro de el, pero claro, no todos quieren entrar dentro de el asi que nadie sabe como matarlo

    ── ¡Vamos, Sato!, ¡Tenemos que buscar al demonio que me hizo esto aunque tengamos que ir a Perú!

    Seguia caminando por la montaña mientras caminaba como militar viendo a Satoshi a su lado. Iban buscando al demonio pero no sabia los peligros que habrían de por medio...
    || ROL CON: [Satoshi_1] Yaken y Satoshi fueron a las montañas, saliendo de un pequeño bosque, para poder buscar a un demonio, el mismo demonio que le quito su vida demoniaca a Yaken. Estaba enfadado al punto de que acepto la ayuda OBVIAMENTE VOLUNTARIA de su compañero Satoshi Empezaban a subir la montaña, estaba llena de neblina y animales, parecía que era de noche a pesar de que era de tarde. En esta montaña habían criaturas no antes vistas por los humanos, pero si por los demonios que habitaban en la superficie, muchos sabían que eran peligrosos, pero había uno que hasta el mismo Lucifer temía, "Leviat", una bestia enorme que vivía en las montañas, era muy fuerte y resistente, su piel de casi unas 10 capaz, parecía indestructible y la única forma de matarlo era por dentro de el, pero claro, no todos quieren entrar dentro de el asi que nadie sabe como matarlo ── ¡Vamos, Sato!, ¡Tenemos que buscar al demonio que me hizo esto aunque tengamos que ir a Perú! Seguia caminando por la montaña mientras caminaba como militar viendo a Satoshi a su lado. Iban buscando al demonio pero no sabia los peligros que habrían de por medio...
    Tipo
    Individual
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    Cualquier línea
    Estado
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  • X:"Hank no es un buen guerrero,solo enfrenta a humanos y algunos humanos modificados"


    Hank en su momento:

    1)Cazo y asesino a un Super Humano que daba brincos de 5 metros de altura,desgaraba la piel de sus victimas y se las comia

    2)Derroto a un ciclope fuera de el razonamiento humano,capaz de generar migranias agonizantes con solo verlo

    3)Mato en reiteradas ocasiónes a un ser de cinco dimensiónes simultáneas que podia manipular la realidad a su gusto

    4)Asesino a una criatura proviniente de una antigua leyenda evangelica,nacida de la sangre del mismo leviatan

    5)Asesino a un Doppleganger capaz de imitar a quien sea,matar a cualquier persona con una fuerza fuera de la capacidad humana y camuflarse
    X:"Hank no es un buen guerrero,solo enfrenta a humanos y algunos humanos modificados" Hank en su momento: 1)Cazo y asesino a un Super Humano que daba brincos de 5 metros de altura,desgaraba la piel de sus victimas y se las comia 2)Derroto a un ciclope fuera de el razonamiento humano,capaz de generar migranias agonizantes con solo verlo 3)Mato en reiteradas ocasiónes a un ser de cinco dimensiónes simultáneas que podia manipular la realidad a su gusto 4)Asesino a una criatura proviniente de una antigua leyenda evangelica,nacida de la sangre del mismo leviatan 5)Asesino a un Doppleganger capaz de imitar a quien sea,matar a cualquier persona con una fuerza fuera de la capacidad humana y camuflarse
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