• «POV: Kafka»

    Recuerdo haber vagado por las calles en busca de volver donde Boyka, mi visión era borrosa con cada paso que di y luego... —Y luego estoy aquí...—Un murmullo fugaz escapó de mis labios, a pesar de escucharse tan somnoliento y desganado. No sé cómo llegué, ni cuándo vine a parar en este sucio almacén donde su dueño apenas lo adornó con uno que otro mueble. Hay ventanas rotas por donde se pasea el viento frío del mar, creo haber visto agujeros en el techo y las paredes de lámina ya parecen más de óxido que de lámina.

    Tuve un sueño, uno extraño y de naturaleza ilógica; me sentía tan alto, tanto que creí poder robarme un pedazo de nube del cielo; me sentía tan ligero que parecía ser capaz de ganar una carrera contra el viento; tenía hambre, demasiada, y llegó al punto de soñar que me comía un espantapájaros. Pero nada de cómo llegué al almacén. Odio no poder recordar, es frustrante.

    ...

    «POV: ???»

    "¡Policía!"

    Ha pasado media hora desde el grito y la llegada de la policía que no dudó en arrasar con la parte superior de mi local. Hubo un par de gritos más, pero después todo calló.

    —Te dije que no te preocuparas. — Estoy encerrado en un sótano con una persona que me hace pensar que estoy más seguro con la policía que con él. Esos ojos dorados solo inspiran la desconfianza en la gente, temor en aquellos que no van con una pistola a mano.

    Aquí, en la bodega de mi bar, solo hay cuatro personas; dos de mis guardias más confiables, yo y el enfermo mental que tengo enfrente.

    —Boyka... ¿Cómo piensas que puedo hacer un encargo como ese?

    —Tienes influencia en toda la manzana, ¿por qué te costaría tanto? —Me cuestionó enseguida. Ese lunático de verdad está decidido a pagar por algo tan... ruin.

    He conocido varios tipos de criminales; adictos cegados por el placer, estafadores hundidos en estrés y chiflados con delirio de villano de película. No sé con cuál de esos calzaría mejor este remedo de brujo.

    —Si te descubren... ¿Qué me garantiza que la policía no estará en la puerta de mi casa? —En un disimulado movimiento busqué, tan lento y constante como me fue posible, la navaja oculta entre mi pantalón y mi ropa interior. En mis huesos presentía que la respuesta no iba a ser de mi agrado.

    —Yasuke... No. Mejor dicho... Jeremy. —

    Mi nombre. Él lo dijo con total tranquilidad.

    —Mueve un dedo y te doy un tiro en esos ojitos. —

    Mis guardias, amigos de total confianza, no dudaron en sacar las armas, no titubearon en apuntar y amenazar. Los tres estábamos sorprendidos, después de todo ninguno esperaba que ese enfermo supiera el nombre que he estado ocultando durante tantos años.

    —Jeremy... Dame lo que quiero, ahora que te lo pido con tanta paciencia. —Huevudo. Ni siquiera una amenaza de muerte, un tiro en la cabeza, fue capaz de borrarle la sonrisa del rostro.
    «POV: Kafka» Recuerdo haber vagado por las calles en busca de volver donde Boyka, mi visión era borrosa con cada paso que di y luego... —Y luego estoy aquí...—Un murmullo fugaz escapó de mis labios, a pesar de escucharse tan somnoliento y desganado. No sé cómo llegué, ni cuándo vine a parar en este sucio almacén donde su dueño apenas lo adornó con uno que otro mueble. Hay ventanas rotas por donde se pasea el viento frío del mar, creo haber visto agujeros en el techo y las paredes de lámina ya parecen más de óxido que de lámina. Tuve un sueño, uno extraño y de naturaleza ilógica; me sentía tan alto, tanto que creí poder robarme un pedazo de nube del cielo; me sentía tan ligero que parecía ser capaz de ganar una carrera contra el viento; tenía hambre, demasiada, y llegó al punto de soñar que me comía un espantapájaros. Pero nada de cómo llegué al almacén. Odio no poder recordar, es frustrante. ... «POV: ???» "¡Policía!" Ha pasado media hora desde el grito y la llegada de la policía que no dudó en arrasar con la parte superior de mi local. Hubo un par de gritos más, pero después todo calló. —Te dije que no te preocuparas. — Estoy encerrado en un sótano con una persona que me hace pensar que estoy más seguro con la policía que con él. Esos ojos dorados solo inspiran la desconfianza en la gente, temor en aquellos que no van con una pistola a mano. Aquí, en la bodega de mi bar, solo hay cuatro personas; dos de mis guardias más confiables, yo y el enfermo mental que tengo enfrente. —Boyka... ¿Cómo piensas que puedo hacer un encargo como ese? —Tienes influencia en toda la manzana, ¿por qué te costaría tanto? —Me cuestionó enseguida. Ese lunático de verdad está decidido a pagar por algo tan... ruin. He conocido varios tipos de criminales; adictos cegados por el placer, estafadores hundidos en estrés y chiflados con delirio de villano de película. No sé con cuál de esos calzaría mejor este remedo de brujo. —Si te descubren... ¿Qué me garantiza que la policía no estará en la puerta de mi casa? —En un disimulado movimiento busqué, tan lento y constante como me fue posible, la navaja oculta entre mi pantalón y mi ropa interior. En mis huesos presentía que la respuesta no iba a ser de mi agrado. —Yasuke... No. Mejor dicho... Jeremy. — Mi nombre. Él lo dijo con total tranquilidad. —Mueve un dedo y te doy un tiro en esos ojitos. — Mis guardias, amigos de total confianza, no dudaron en sacar las armas, no titubearon en apuntar y amenazar. Los tres estábamos sorprendidos, después de todo ninguno esperaba que ese enfermo supiera el nombre que he estado ocultando durante tantos años. —Jeremy... Dame lo que quiero, ahora que te lo pido con tanta paciencia. —Huevudo. Ni siquiera una amenaza de muerte, un tiro en la cabeza, fue capaz de borrarle la sonrisa del rostro.
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    «Kafka»

    —... Te voy a matar.

    No le pidas que hable con Santa.
    Ni mucho menos le exijas una olla llena de oro.
    «Kafka» —... Te voy a matar. No le pidas que hable con Santa. Ni mucho menos le exijas una olla llena de oro.
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  • «POV: Kafka»

    Es difícil moverse, especialmente cuando te han golpeado varias veces en varias partes del cuerpo. Además de estar rodeado por un montón de gente, del tipo de personas que esperas encontrarte en el bajo mundo, deseosas de ver la sangre de los dos tontos a los que rodean.

    Yo, Kafka, me convertí en un peleador clandestino. Una vez cumplida la mayoría de edad, cuando pasé a ser un joven adulto de dieciocho años, el orfanato donde crecí me dio una única salida: la calle misma, donde debía saber valerme por mí mismo o alguien más sabría cómo sacarme provecho.

    Pero encontré un lugar; conocía a alguien que estaría dispuesto a darme techo e incluso trabajo: Ivan Boyka, un viejo amigo de la infancia que también fue huérfano. Claro que jamás pensé que terminaría aquí, en un bar de mala muerte, rodeado por una multitud de ebrios y drogadictos, peleando casi a muerte con un contrincante que me dobla en estatura; un maldito moreno, delgado pero entrenado, de un metro con ochenta centímetros de altura.

    Estoy en desventaja; mi inexistente experiencia en combate me vuelve un blanco fácil de golpear, mi escaso entrenamiento de un mes y medio apenas me permite atajar uno que otro golpe, y mi estatura es una desventaja que él aprovecha para mantener la distancia.

    Fue un mes y medio muy movido; dejé el orfanato, me mudé con Boyka al almacén abandonado donde vive, entrené para esta pelea y ahora me están dando un monumental paliza. Mi entrenamiento fue intenso, pero no era nada del otro mundo. Creo que ni siquiera fue decente; apenas me enseñaron lo básico para dar un buen puñetazo, lo más básico en patadas y algo de reflejos.

    No me sorprende que, mientras pienso en esto, que no deja de darme vueltas en la cabeza, me hayan conectado una rodillazo en las costillas. Mi contrincante parece saber Muay Thai, lo digo porque reconozco la postura de una que otra película que vi. Yo, por otra parte, creo que calzaría en el estilo libre, si es que puede usarse de excusa para no decir que solo sé lanzar golpes rectos y patadas a la altura del torso.

    No sé si habrá pasado un minuto o dos, no hay un reloj a la vista y no es como que me dieran oportunidad para mirar. Pero estoy más que seguro de que para mañana voy a quedar igualito a Chucky: una ceja cortada, labio inferior partido, ojo izquierdo hinchado, moretones en el torso y por debajo de las rodillas.

    —¡Policía!

    Y entre la eufórica, pero nada ebria, multitud que no paraba de gritar el nombre de mi oponente, "Spike", alguien gritó algo sumamente alarmante y, seguido de eso, el sonido de las sirenas le puso una inquietante pausa a todo el bar. Yo había volteado para ver qué pasaba, cosa de la que me arrepentí al instante, y cuando volví, mi oponente me esperaba con sus nudillos en mi cara. El muy inmundo me golpeó a traición. ¡N#gro de mierda!
    No quedó absolutamente nadie; huyeron como gallinas cuando ven la puerta abierta. Todos salieron despavoridos, excepto los que estaban demasiado dopados como para hacerlo. Yo, por otro lado, también pude salir pero no corrí más lejos que un par de cuadras.

    No hubo ganador, aunque era obvio que yo iba a perder. Me da curiosidad saber que hará Boyka, como mi representante, y el coach de ese bastardo de Spike. Por ahora solo puedo seguir ocultandome en este callejón y esperar a no terminar en cana.
    «POV: Kafka» Es difícil moverse, especialmente cuando te han golpeado varias veces en varias partes del cuerpo. Además de estar rodeado por un montón de gente, del tipo de personas que esperas encontrarte en el bajo mundo, deseosas de ver la sangre de los dos tontos a los que rodean. Yo, Kafka, me convertí en un peleador clandestino. Una vez cumplida la mayoría de edad, cuando pasé a ser un joven adulto de dieciocho años, el orfanato donde crecí me dio una única salida: la calle misma, donde debía saber valerme por mí mismo o alguien más sabría cómo sacarme provecho. Pero encontré un lugar; conocía a alguien que estaría dispuesto a darme techo e incluso trabajo: Ivan Boyka, un viejo amigo de la infancia que también fue huérfano. Claro que jamás pensé que terminaría aquí, en un bar de mala muerte, rodeado por una multitud de ebrios y drogadictos, peleando casi a muerte con un contrincante que me dobla en estatura; un maldito moreno, delgado pero entrenado, de un metro con ochenta centímetros de altura. Estoy en desventaja; mi inexistente experiencia en combate me vuelve un blanco fácil de golpear, mi escaso entrenamiento de un mes y medio apenas me permite atajar uno que otro golpe, y mi estatura es una desventaja que él aprovecha para mantener la distancia. Fue un mes y medio muy movido; dejé el orfanato, me mudé con Boyka al almacén abandonado donde vive, entrené para esta pelea y ahora me están dando un monumental paliza. Mi entrenamiento fue intenso, pero no era nada del otro mundo. Creo que ni siquiera fue decente; apenas me enseñaron lo básico para dar un buen puñetazo, lo más básico en patadas y algo de reflejos. No me sorprende que, mientras pienso en esto, que no deja de darme vueltas en la cabeza, me hayan conectado una rodillazo en las costillas. Mi contrincante parece saber Muay Thai, lo digo porque reconozco la postura de una que otra película que vi. Yo, por otra parte, creo que calzaría en el estilo libre, si es que puede usarse de excusa para no decir que solo sé lanzar golpes rectos y patadas a la altura del torso. No sé si habrá pasado un minuto o dos, no hay un reloj a la vista y no es como que me dieran oportunidad para mirar. Pero estoy más que seguro de que para mañana voy a quedar igualito a Chucky: una ceja cortada, labio inferior partido, ojo izquierdo hinchado, moretones en el torso y por debajo de las rodillas. —¡Policía! Y entre la eufórica, pero nada ebria, multitud que no paraba de gritar el nombre de mi oponente, "Spike", alguien gritó algo sumamente alarmante y, seguido de eso, el sonido de las sirenas le puso una inquietante pausa a todo el bar. Yo había volteado para ver qué pasaba, cosa de la que me arrepentí al instante, y cuando volví, mi oponente me esperaba con sus nudillos en mi cara. El muy inmundo me golpeó a traición. ¡N#gro de mierda! No quedó absolutamente nadie; huyeron como gallinas cuando ven la puerta abierta. Todos salieron despavoridos, excepto los que estaban demasiado dopados como para hacerlo. Yo, por otro lado, también pude salir pero no corrí más lejos que un par de cuadras. No hubo ganador, aunque era obvio que yo iba a perder. Me da curiosidad saber que hará Boyka, como mi representante, y el coach de ese bastardo de Spike. Por ahora solo puedo seguir ocultandome en este callejón y esperar a no terminar en cana.
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    Un adelanto de los momentos más tranquilos entre Boyka y Kafka:
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  • -Kafka estaba concentrada en peinar meticulosamente el cabello de la joven cuando notó que ella no dejaba de mirar el dichoso aparato.-

    No podrías soltar la maquinita por unos segundos, Silver, (?) Ahg..estos jóvenes de hoy en día..-dijo con tono de reproche.-
    -Kafka estaba concentrada en peinar meticulosamente el cabello de la joven cuando notó que ella no dejaba de mirar el dichoso aparato.- No podrías soltar la maquinita por unos segundos, Silver, (?) Ahg..estos jóvenes de hoy en día..-dijo con tono de reproche.-
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  • - Kafka, había ido de un lugar a otro, buscando nuevos tripulantes excepcionales que pudieran marcar la diferencia en un mundo que necesitaba más que nunca de "héroes". La tarea no era sencilla; cada encuentro parecía desbordar en confrontaciones, una danza de egos y ambiciones que la dejaban exhausta. Sin embargo, su dedicación había hecho que lo extraordinario se convirtiera en su rutina.

    Finalmente, después de otra jornada intensa, llegó a su hogar. Al cruzar la puerta, una sensación de alivio la envolvió. Tiro el abrigo sobre la cama, dejando que cayera como un manto sobre sus preocupaciones. Deshacerse de los zapatos fue un ritual que la anclaba a la tierra, al calor familiar de lo cotidiano. Miró a su alrededor: su cuarto estaba patas arriba, una mezcla caótica de papeles, fotos y objetos recolectados en su búsqueda. Pero en ese instante, todo eso carecía de importancia.

    Kafka se dejó caer contra el frío colchón, sintiendo cómo el contacto con la tela le brindaba un leve consuelo. Un suave ronroneo escapó de sus labios mientras se acurrucaba como un gato buscando calor. La realidad se fue desdibujando lentamente, y sin darse cuenta, se perdió en un profundo sueño.-
    - Kafka, había ido de un lugar a otro, buscando nuevos tripulantes excepcionales que pudieran marcar la diferencia en un mundo que necesitaba más que nunca de "héroes". La tarea no era sencilla; cada encuentro parecía desbordar en confrontaciones, una danza de egos y ambiciones que la dejaban exhausta. Sin embargo, su dedicación había hecho que lo extraordinario se convirtiera en su rutina. Finalmente, después de otra jornada intensa, llegó a su hogar. Al cruzar la puerta, una sensación de alivio la envolvió. Tiro el abrigo sobre la cama, dejando que cayera como un manto sobre sus preocupaciones. Deshacerse de los zapatos fue un ritual que la anclaba a la tierra, al calor familiar de lo cotidiano. Miró a su alrededor: su cuarto estaba patas arriba, una mezcla caótica de papeles, fotos y objetos recolectados en su búsqueda. Pero en ese instante, todo eso carecía de importancia. Kafka se dejó caer contra el frío colchón, sintiendo cómo el contacto con la tela le brindaba un leve consuelo. Un suave ronroneo escapó de sus labios mientras se acurrucaba como un gato buscando calor. La realidad se fue desdibujando lentamente, y sin darse cuenta, se perdió en un profundo sueño.-
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  • «POV: Kafka»

    Dolor, eso es lo que siento y lo peor es que no puedo recordar desde cuándo. Intenté ignorarlo y no pude, era demasiado. Intenté reducirlo, arrancando la piel de mi propio cuerpo, pero fue inútil. Intenté aceptarlo, cosa que solo lo intensificó.

    ...

    Rojo, donde quiera que voltee, el color rojo es lo único que hay, tan extenso como el océano y tan ardiente como el aberno. Mi única compañía es una luz blanca, pura e intensa, que a duras penas atraviesa los espesos galones del inmenso cuerpo rojizo que me apresa en un inflexible abrazo. Posicionada en lo alto, cuál sol de medio día, yace estoica, esperando a que deje de hundirme para que pueda ascender y tomarla entre mis manos.

    ...

    Aquí abajo no me acompaña nadie, ni siquiera el resplandor que me dió consuelo durante mi dolorosa estancia en la parte más rojiza de este infierno sin llamas. Estoy solo, en un indefinido descenso a un irreconocible destino. Bajé tanto que ya no hay diferencia entre tener los ojos abiertos o cerrados, de todas formas todo está a oscuras.

    ...

    Desperté, aquí donde no había nada; Ni un resplandor, ni un mar rojo, ni una palpable penumbra. Abrí los ojos, justo en un lugar donde mi vista solo podía percibir incontables hectáreas de tierra blanca y agrietada.

    Un páramo blanco. Solo así podría describir este lugar tan... Liminal, si es que se le puede llamar así.

    "Remember who you are".

    —... ¿"Remember"?

    "Remember my name".

    Una voz, la voz de mi cabeza. No, solo suena idéntica... Pero como si estuviera en mi cabeza.

    Recordar... Algo debo recordar.

    "Remember, Remember".

    Todo empieza a dar vueltas, hasta el punto de que no puedo ni reconocer la distancia entre mis ojos y el suelo. Para colmo, como si no tuviera suficiente, esa voz, mi voz o lo que sea, no para de repetir lo mismo, una y otra vez.

    "I gonna live forever".

    —¡Cállate, Kaf...!

    Sudor frío recorre mi frente, se desliza por mi cien hasta dejar su huella húmeda por mis mejillas. Iba a decir un nombre, pero escapó de mi ser en un inquietante y fugaz segundo.

    —Ka... Kafff... ¡Carajo, Kaf...!

    Mis párpados están pesados, sin importar cuánta fuerza ponga para mantener los ojos abiertos. El páramo blanco que me rodea empieza a desvanecerse en una niebla blanquecina, seguida de la oscuridad de mis párpados cerrados.

    ¿De quién era ese nombre? Y ¿Cuál era el mío?
    ...

    ”Remember my name
    Fame!
    I'm gonna live forever
    I'm gonna learn how to fly
    High!..."

    La música llegó a mis oídos y enseguida me hizo conciente de un dolor punzante en mi cabeza. Estuve dormido, soñando cosas de las que apenas tengo memoria. La luz atraviesa el estrecho espacio entre mis entrecerrados párpados, dando paso a otro dolor; ardor en los ojos, como si hubiese estado despierto toda la noche.

    Me cago, tantas cosas y apenas estoy despertando. Lo único que puedo hacer es llevar mis manos hasta mi rostro, para sobar mis adoloridos ojos.

    —Ugh... Apaguen esa música de mierda...

    La jaqueca me mata, empeorando cada segundo que "Fame" hace retumbar mis oídos con su eufórico estribillo. Mi voz somnolienta era opacada, estaba tan desganado que me sorprende no haberlo susurrado. Sin embargo mi pedido fue, parcialmente, concedido; poco a poco bajaron el volumen hasta hacerla casi imposible de escuchar.

    —Veo que despertaste, bella durmiente. Arriba solecito, tenemos trabajo que hacer.

    Una voz ronca fue lo que hizo que por fin me dignara a abrir los ojos, así fue como pude ver al que estaba haciendo tanto bullicio con esa canción; un hombre musculoso, semidesnudo y sin vergüenza de mostrar sus pronunciados pectorales o su lavadero al que seguramente llama abdomen; piel palida, no tanto a decir verdad; una maltrecha cabellera azabache con mechones que parecen púas; una mirada penetrante, de ojos dorados que ahora me miran con algo de burla.

    "Ivan..."

    Un nombre brotó en mi mente, resonó como un susurro desganado que salió de la nada misma. ¿De dónde lo conozco?

    "Orfanato..."

    Sí, ya estoy recordando, estuvimos en el mismo orfanato... ¿Pero qué hago aquí? ¿Donde se supone que estoy?

    "Casa..."

    Cierto; no tenía a donde ir.

    —Dios... ¿Qué carajo pasó anoche? Me da vueltas el cerebro...

    Tanta mierda pasando, espero no haber tomado alguna basura. Solo me quejé, mientras me tiento a mi mismo con dejarme consumir por la acogedora superficie del aparente sillón en el estoy echado.

    —A eso se le llama jaqueca, tontito. Eso pasa cuando tomas mucho, en especial si es vodka puro. —Me regaña, pero notó perfectamente que en realidad se está burlando. —Levántate y deja de chillar. Iremos por unas pastillas de pasada. —Otra vez me ordenó que me levantara, pero no esperó a que respondiera; sentí su mano, callosa y firme, sujetando mi tobillo para jalar... Me caí de culo al piso.

    —¡Ay! —Grité, como todo macho y con voz muy grave. —¿¡Qué te pasa!? ¡Ya me iba a levantar!

    Tanta mierda, y eso que apenas estoy despertando.
    «POV: Kafka» Dolor, eso es lo que siento y lo peor es que no puedo recordar desde cuándo. Intenté ignorarlo y no pude, era demasiado. Intenté reducirlo, arrancando la piel de mi propio cuerpo, pero fue inútil. Intenté aceptarlo, cosa que solo lo intensificó. ... Rojo, donde quiera que voltee, el color rojo es lo único que hay, tan extenso como el océano y tan ardiente como el aberno. Mi única compañía es una luz blanca, pura e intensa, que a duras penas atraviesa los espesos galones del inmenso cuerpo rojizo que me apresa en un inflexible abrazo. Posicionada en lo alto, cuál sol de medio día, yace estoica, esperando a que deje de hundirme para que pueda ascender y tomarla entre mis manos. ... Aquí abajo no me acompaña nadie, ni siquiera el resplandor que me dió consuelo durante mi dolorosa estancia en la parte más rojiza de este infierno sin llamas. Estoy solo, en un indefinido descenso a un irreconocible destino. Bajé tanto que ya no hay diferencia entre tener los ojos abiertos o cerrados, de todas formas todo está a oscuras. ... Desperté, aquí donde no había nada; Ni un resplandor, ni un mar rojo, ni una palpable penumbra. Abrí los ojos, justo en un lugar donde mi vista solo podía percibir incontables hectáreas de tierra blanca y agrietada. Un páramo blanco. Solo así podría describir este lugar tan... Liminal, si es que se le puede llamar así. "Remember who you are". —... ¿"Remember"? "Remember my name". Una voz, la voz de mi cabeza. No, solo suena idéntica... Pero como si estuviera en mi cabeza. Recordar... Algo debo recordar. "Remember, Remember". Todo empieza a dar vueltas, hasta el punto de que no puedo ni reconocer la distancia entre mis ojos y el suelo. Para colmo, como si no tuviera suficiente, esa voz, mi voz o lo que sea, no para de repetir lo mismo, una y otra vez. "I gonna live forever". —¡Cállate, Kaf...! Sudor frío recorre mi frente, se desliza por mi cien hasta dejar su huella húmeda por mis mejillas. Iba a decir un nombre, pero escapó de mi ser en un inquietante y fugaz segundo. —Ka... Kafff... ¡Carajo, Kaf...! Mis párpados están pesados, sin importar cuánta fuerza ponga para mantener los ojos abiertos. El páramo blanco que me rodea empieza a desvanecerse en una niebla blanquecina, seguida de la oscuridad de mis párpados cerrados. ¿De quién era ese nombre? Y ¿Cuál era el mío? ... ”Remember my name Fame! I'm gonna live forever I'm gonna learn how to fly High!..." La música llegó a mis oídos y enseguida me hizo conciente de un dolor punzante en mi cabeza. Estuve dormido, soñando cosas de las que apenas tengo memoria. La luz atraviesa el estrecho espacio entre mis entrecerrados párpados, dando paso a otro dolor; ardor en los ojos, como si hubiese estado despierto toda la noche. Me cago, tantas cosas y apenas estoy despertando. Lo único que puedo hacer es llevar mis manos hasta mi rostro, para sobar mis adoloridos ojos. —Ugh... Apaguen esa música de mierda... La jaqueca me mata, empeorando cada segundo que "Fame" hace retumbar mis oídos con su eufórico estribillo. Mi voz somnolienta era opacada, estaba tan desganado que me sorprende no haberlo susurrado. Sin embargo mi pedido fue, parcialmente, concedido; poco a poco bajaron el volumen hasta hacerla casi imposible de escuchar. —Veo que despertaste, bella durmiente. Arriba solecito, tenemos trabajo que hacer. Una voz ronca fue lo que hizo que por fin me dignara a abrir los ojos, así fue como pude ver al que estaba haciendo tanto bullicio con esa canción; un hombre musculoso, semidesnudo y sin vergüenza de mostrar sus pronunciados pectorales o su lavadero al que seguramente llama abdomen; piel palida, no tanto a decir verdad; una maltrecha cabellera azabache con mechones que parecen púas; una mirada penetrante, de ojos dorados que ahora me miran con algo de burla. "Ivan..." Un nombre brotó en mi mente, resonó como un susurro desganado que salió de la nada misma. ¿De dónde lo conozco? "Orfanato..." Sí, ya estoy recordando, estuvimos en el mismo orfanato... ¿Pero qué hago aquí? ¿Donde se supone que estoy? "Casa..." Cierto; no tenía a donde ir. —Dios... ¿Qué carajo pasó anoche? Me da vueltas el cerebro... Tanta mierda pasando, espero no haber tomado alguna basura. Solo me quejé, mientras me tiento a mi mismo con dejarme consumir por la acogedora superficie del aparente sillón en el estoy echado. —A eso se le llama jaqueca, tontito. Eso pasa cuando tomas mucho, en especial si es vodka puro. —Me regaña, pero notó perfectamente que en realidad se está burlando. —Levántate y deja de chillar. Iremos por unas pastillas de pasada. —Otra vez me ordenó que me levantara, pero no esperó a que respondiera; sentí su mano, callosa y firme, sujetando mi tobillo para jalar... Me caí de culo al piso. —¡Ay! —Grité, como todo macho y con voz muy grave. —¿¡Qué te pasa!? ¡Ya me iba a levantar! Tanta mierda, y eso que apenas estoy despertando.
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  • Kafka caminaba por un callejón iluminado solo por neones parpadeantes. Cada paso resonaba en el silencio, una melodía de tensión. De sus labios escapó una voz suave: "Objetivo identificado."

    Se detuvo frente a una puerta oxidada. Con un movimiento elegante, giró la perilla. Dentro, un hombre temblaba, sujetando un arma que apuntaba directo a ella.

    —Sabes que no dispararás —dijo, su tono dulce como una caricia.

    El hombre parpadeó, su mente invadida por imágenes y sensaciones ajenas. El arma cayó de sus manos.

    Kafka sonrió, satisfecha. El juego había terminado antes de comenzar. Siempre lo hacía.

    Kafka caminaba por un callejón iluminado solo por neones parpadeantes. Cada paso resonaba en el silencio, una melodía de tensión. De sus labios escapó una voz suave: "Objetivo identificado." Se detuvo frente a una puerta oxidada. Con un movimiento elegante, giró la perilla. Dentro, un hombre temblaba, sujetando un arma que apuntaba directo a ella. —Sabes que no dispararás —dijo, su tono dulce como una caricia. El hombre parpadeó, su mente invadida por imágenes y sensaciones ajenas. El arma cayó de sus manos. Kafka sonrió, satisfecha. El juego había terminado antes de comenzar. Siempre lo hacía.
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  • Su alma fue apresada por las oscuras cadenas de la silueta negra, que la sujetaban desde el cuello de su figura blanca. Los espectros que habían atormentado a Kafka, recordándole incansablemente sus atroces actos, observaron en silencio cómo un completo desconocido estaba a punto de cobrar la venganza y la justicia que ellos deberían estar cobrando. El muchacho comenzó a fragmentarse bajo la presión de los eslabones oscuros, hasta que se desmoronó en una montaña de polvo.

    ...

    Los movimientos del pseudo wendigo cesaron, quedó completamente paralizado. Pronto los colores de su cuerpo fueron desapareciendo hasta dejarlo en un tono tan negro como una noche perpetua. Lo escuché crujir, era su cuerpo contrayéndose ante una involuntaria petrificacion.

    El intimidante monstruo que cazamos, reducido a piel seca y huesos anormalmente grandes. No había mucho que rescatar, su alma quedó en añicos y su cuerpo está aún peor. No había nada más que hacer, aquí terminó mi búsqueda y culminó de una forma anticlimatica.

    Ya había dado la vuelta, estaba más que dispuesto a caminar hasta el pueblo más cercano a ahogarme en alcohol y estafar a los borrachos que me cruzara. Pero la ventisca helada chocó contra mi espalda, mientras arrastraba algo más que los susurros de los árboles; jadeos, tan leves, carentes de fuerza, que provenían de pocos metros atrás de mí.

    Una vez más volteé a ver al Wendigo, a la bestia que yacía en posición fetal sobre la blancura helada de la nieve. Su pecho cruje, se desmorona lentamente, deja caer escombros azabaches de su piel negra y deja a la vista al culpable.

    —... Vete al carajo. —Exclamé, totalmente sacado de onda ante la escena bizarra que se desarrolla ante mis ojos.

    Un pequeño bulto rojizo sobresalió entre el paisaje blanco y el cuerpo negro; era una mano, pequeña, viscosa y rojiza. Poco tiempo después el viento volvió a arrastrar copos de nieve, el susurro de los árboles, junto al llanto de un bebé.
    Su alma fue apresada por las oscuras cadenas de la silueta negra, que la sujetaban desde el cuello de su figura blanca. Los espectros que habían atormentado a Kafka, recordándole incansablemente sus atroces actos, observaron en silencio cómo un completo desconocido estaba a punto de cobrar la venganza y la justicia que ellos deberían estar cobrando. El muchacho comenzó a fragmentarse bajo la presión de los eslabones oscuros, hasta que se desmoronó en una montaña de polvo. ... Los movimientos del pseudo wendigo cesaron, quedó completamente paralizado. Pronto los colores de su cuerpo fueron desapareciendo hasta dejarlo en un tono tan negro como una noche perpetua. Lo escuché crujir, era su cuerpo contrayéndose ante una involuntaria petrificacion. El intimidante monstruo que cazamos, reducido a piel seca y huesos anormalmente grandes. No había mucho que rescatar, su alma quedó en añicos y su cuerpo está aún peor. No había nada más que hacer, aquí terminó mi búsqueda y culminó de una forma anticlimatica. Ya había dado la vuelta, estaba más que dispuesto a caminar hasta el pueblo más cercano a ahogarme en alcohol y estafar a los borrachos que me cruzara. Pero la ventisca helada chocó contra mi espalda, mientras arrastraba algo más que los susurros de los árboles; jadeos, tan leves, carentes de fuerza, que provenían de pocos metros atrás de mí. Una vez más volteé a ver al Wendigo, a la bestia que yacía en posición fetal sobre la blancura helada de la nieve. Su pecho cruje, se desmorona lentamente, deja caer escombros azabaches de su piel negra y deja a la vista al culpable. —... Vete al carajo. —Exclamé, totalmente sacado de onda ante la escena bizarra que se desarrolla ante mis ojos. Un pequeño bulto rojizo sobresalió entre el paisaje blanco y el cuerpo negro; era una mano, pequeña, viscosa y rojiza. Poco tiempo después el viento volvió a arrastrar copos de nieve, el susurro de los árboles, junto al llanto de un bebé.
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  • Apartir de hoy, viernes (y el cuerpo lo sabe ), este perfíl manejará dos personajes en simultáneo:

    ∆Kafka Ferguson.
    ∆Ivan Boyka.

    Habrá publicaciones en conjunto e individuales.
    Apartir de hoy, viernes (y el cuerpo lo sabe 🗣️👃), este perfíl manejará dos personajes en simultáneo: ∆Kafka Ferguson. ∆Ivan Boyka. Habrá publicaciones en conjunto e individuales.
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