• Las luces de la habitación parpadeaban como si el mismísimo edificio dudara de su existencia. El terciopelo de las cortinas parecía más una trampa que un lujo, y el silencio del lugar pesaba como una sentencia.

    ¿Cómo terminó allí? ¿Quién decidió que una pequeña niña debía formar parte de un juego tan cruel?

    La culpa le oprimía el pecho. No había sido ella quien jaló la palanca pero debió haber hecho algo. Debió haber sido más rápida, más fuerte, más valiente. Pero no lo fue.

    —Ughhh soy una carga... —murmuró al vacío—. Ni siquiera pude detenerlo...

    La imagen de Ralph, con esa mezcla de furia y miedo en el rostro, repitiéndose una y otra vez en su cabeza. Y ella, paralizada. Porque en el fondo, una parte de ella lo entendía. ¿Eso la hacía cómplice?

    Se levantó lentamente, caminando hacia el espejo. Pero lo que vio no era su reflejo: era una versión de sí misma distinta menos humana pero más inocente, cubierta de sangre imaginaria. Se llevó una mano al pecho, como si pudiera arrancarse esa culpa clavada bajo la piel.

    —¿Qué estás haciendo aquí, Hope? ¿Qué demonios te hizo pensar que por fin eras parte de algo bueno?

    La habitación olía a perfume caro y afuera se oían gritos y ella ni siquiera se inmutó.

    El juego no había terminado. Y mientras quedara una parte de ella que pudiera sentir, el juego seguía jugándose dentro de su mente.
    Las luces de la habitación parpadeaban como si el mismísimo edificio dudara de su existencia. El terciopelo de las cortinas parecía más una trampa que un lujo, y el silencio del lugar pesaba como una sentencia. ¿Cómo terminó allí? ¿Quién decidió que una pequeña niña debía formar parte de un juego tan cruel? La culpa le oprimía el pecho. No había sido ella quien jaló la palanca pero debió haber hecho algo. Debió haber sido más rápida, más fuerte, más valiente. Pero no lo fue. —Ughhh soy una carga... —murmuró al vacío—. Ni siquiera pude detenerlo... La imagen de Ralph, con esa mezcla de furia y miedo en el rostro, repitiéndose una y otra vez en su cabeza. Y ella, paralizada. Porque en el fondo, una parte de ella lo entendía. ¿Eso la hacía cómplice? Se levantó lentamente, caminando hacia el espejo. Pero lo que vio no era su reflejo: era una versión de sí misma distinta menos humana pero más inocente, cubierta de sangre imaginaria. Se llevó una mano al pecho, como si pudiera arrancarse esa culpa clavada bajo la piel. —¿Qué estás haciendo aquí, Hope? ¿Qué demonios te hizo pensar que por fin eras parte de algo bueno? La habitación olía a perfume caro y afuera se oían gritos y ella ni siquiera se inmutó. El juego no había terminado. Y mientras quedara una parte de ella que pudiera sentir, el juego seguía jugándose dentro de su mente.
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  • 12:00
    Fandom OC
    Categoría Suspenso
    El momento ha llegado.

    En punto de las doce, cada uno de los relojes comienza a sonar, una alarma anuncia la hora fatídica. Y entonces… de ellos un resplandor emana, tan misterioso como intenso.

    . . .

    Al abrir sus ojos, después de que la enceguecedora luz de los relojes cediera, los seis equipos se encuentran a sí mismos transportados a un sitio distinto, en un momento diferente.

    Una cabaña a mitad de una nada gélida e inhóspita. Por las ventanas, todas de cristal reforzado y protegidas con barras de titanio, puede observarse una tormenta de nieve que parece no tener fin. El mundo afuera de esa ventana, en lo que a los participantes concierne, es nada más que un lienzo de interminable blanco.

    Seis habitaciones, una para cada equipo.

    La temperatura actual: -40°C. La puerta de cada habitación, de titanio sólido e indestructible…

    -- 12:00 --

    𝐈𝐍𝐒𝐓𝐑𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒: Cada equipo está atrapado en una habitación con temperaturas muy por debajo de los cero grados. La muerte por hipotermia es virtualmente inevitable a menos que actúen rápido. Cabe recordar que antes de llegar aquí, todos fueron mojados por la lluvia, unos más que otros, lo que intensifica la hipotermia. Al lado de la puerta que les dará el escape, hay dos cosas: Una palanca, y un panel numérico.

    Sus opciones:

    1) No hacer nada. Todas las puertas se abrirán automáticamente en 45 minutos. Pueden intentar esperar y sobrevivir al frío, pero recordar que están a -40°C y sin equipo o ropa adecuada. Incluso si es posible soportar casi una hora, considerar las potenciales consecuencias permanentes de la exposición prolongada al frío.

    2) Introducir la contraseña correcta en el panel numérico (4 dígitos). Dentro de su habitación, cada equipo encontrará un acertijo que debe resolver para obtenerla. Por supuesto, con la hipotermia encima, pensar con claridad es más difícil de lo que parece.

    3) Tirar de la palanca. Esta opción abre la puerta instantáneamente… PERO hay un costo a pagar. Si un equipo decide hacer esto, estará condenando a otro. Una vez que una palanca es usada, la puerta de otro equipo será sellada permanentemente. En otras palabras: Pueden salir con facilidad, si deciden sacrificar las vidas de los demás…

    ¿Quién condena a quién? Si deciden usar la palanca…

    EQUIPO A sacrifica a EQUIPO F, y viceversa
    EQUIPO B sacrifica a EQUIPO E, y viceversa
    EQUIPO C sacrifica a EQUIPO D, y viceversa

    [ // La fase termina y el juego avanza cuando todos los equipos hayan logrado escapar… o se confirme su frío final. Aunque lo ideal es que las decisiones de cada equipo sean unánimes, a veces será inevitable tomar las riendas de su destino y actuar sin esperar a otros. El tiempo máximo a esperar a sus compañeros, como sugerencia, es antes del final del siguiente día. Si eligen la opción de no hacer nada, se espera que detallen qué hizo su equipo para mantener el calor... // ]
    El momento ha llegado. En punto de las doce, cada uno de los relojes comienza a sonar, una alarma anuncia la hora fatídica. Y entonces… de ellos un resplandor emana, tan misterioso como intenso. . . . Al abrir sus ojos, después de que la enceguecedora luz de los relojes cediera, los seis equipos se encuentran a sí mismos transportados a un sitio distinto, en un momento diferente. Una cabaña a mitad de una nada gélida e inhóspita. Por las ventanas, todas de cristal reforzado y protegidas con barras de titanio, puede observarse una tormenta de nieve que parece no tener fin. El mundo afuera de esa ventana, en lo que a los participantes concierne, es nada más que un lienzo de interminable blanco. Seis habitaciones, una para cada equipo. La temperatura actual: -40°C. La puerta de cada habitación, de titanio sólido e indestructible… -- 12:00 -- 𝐈𝐍𝐒𝐓𝐑𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒: Cada equipo está atrapado en una habitación con temperaturas muy por debajo de los cero grados. La muerte por hipotermia es virtualmente inevitable a menos que actúen rápido. Cabe recordar que antes de llegar aquí, todos fueron mojados por la lluvia, unos más que otros, lo que intensifica la hipotermia. Al lado de la puerta que les dará el escape, hay dos cosas: Una palanca, y un panel numérico. Sus opciones: 1) No hacer nada. Todas las puertas se abrirán automáticamente en 45 minutos. Pueden intentar esperar y sobrevivir al frío, pero recordar que están a -40°C y sin equipo o ropa adecuada. Incluso si es posible soportar casi una hora, considerar las potenciales consecuencias permanentes de la exposición prolongada al frío. 2) Introducir la contraseña correcta en el panel numérico (4 dígitos). Dentro de su habitación, cada equipo encontrará un acertijo que debe resolver para obtenerla. Por supuesto, con la hipotermia encima, pensar con claridad es más difícil de lo que parece. 3) Tirar de la palanca. Esta opción abre la puerta instantáneamente… PERO hay un costo a pagar. Si un equipo decide hacer esto, estará condenando a otro. Una vez que una palanca es usada, la puerta de otro equipo será sellada permanentemente. En otras palabras: Pueden salir con facilidad, si deciden sacrificar las vidas de los demás… ¿Quién condena a quién? Si deciden usar la palanca… EQUIPO A sacrifica a EQUIPO F, y viceversa EQUIPO B sacrifica a EQUIPO E, y viceversa EQUIPO C sacrifica a EQUIPO D, y viceversa [ // La fase termina y el juego avanza cuando todos los equipos hayan logrado escapar… o se confirme su frío final. Aunque lo ideal es que las decisiones de cada equipo sean unánimes, a veces será inevitable tomar las riendas de su destino y actuar sin esperar a otros. El tiempo máximo a esperar a sus compañeros, como sugerencia, es antes del final del siguiente día. Si eligen la opción de no hacer nada, se espera que detallen qué hizo su equipo para mantener el calor... // ]
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  • La estadía se prolonga y pequeñas grietas empiezan a aparecer en esa psique que no estaba preparada para nada de esto. Secretos olvidados incluso para su dueña empiezan poco a poco a ser revelados... quizás para el peor de los prospectos.

    — ¿Un juego? Perfecta manera de matar el tiempo.
    La estadía se prolonga y pequeñas grietas empiezan a aparecer en esa psique que no estaba preparada para nada de esto. Secretos olvidados incluso para su dueña empiezan poco a poco a ser revelados... quizás para el peor de los prospectos. — ¿Un juego? Perfecta manera de matar el tiempo.
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  • —¿¡DESGRACIADO, HEFESTOOO!? TAN....TAN TÍPICO DE TI HACER ESTO CON UN PAPEL —gritó al cielo, su ira no era común, pero odió a todos los pelos del cuerpo de su hermano y odió con toda su alma no estar en el Olimpo para darle un mensaje directo.

    Pero muy en el fondo, no lo iba a admitir tan libremente. Pero le habia quitado de su malestar infantil, con solo un pvto comentario, un maldito juego. Y ya estaba alli, enojada pero unos ojos traviesos donde esperaba darle su merecida venganza.

    :STK-44: —¿¡DESGRACIADO, HEFESTOOO!? TAN....TAN TÍPICO DE TI HACER ESTO CON UN PAPEL —gritó al cielo, su ira no era común, pero odió a todos los pelos del cuerpo de su hermano y odió con toda su alma no estar en el Olimpo para darle un mensaje directo. Pero muy en el fondo, no lo iba a admitir tan libremente. Pero le habia quitado de su malestar infantil, con solo un pvto comentario, un maldito juego. Y ya estaba alli, enojada pero unos ojos traviesos donde esperaba darle su merecida venganza.
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  • "La destrucción del planeta es solo el primer paso. No importa cuantas vidas estén en juego, lo único que deseo es hacer tu vida miserable. Es un precio razonable a cambio de la conquista de cientos de dimensiones". ─Dijo con serenidad el joven soldado en su mente.

    ¿Realmente debía confiar en aquel viajero en el tiempo? ¿Y si resulta que al final del camino termine traicionándolo? Ya habían pasado 3 días desde la invasión y el numero de victimas era incalculable. Mark, ya un poco más acostumbrado a sembrar el terror entre sus enemigos y conquistar civilizaciones enteras se mantenía aún en los cielos, con el traje de soldado Viltrumita parcialmente manchado con sangre inocente y de algunos héroes que se interpusieron en su misión.

    Mi misión ha terminado por el momento y he sobrevivido. Gloria a Viltrum, y todo aquel que no esté de acuerdo lo aplastaré. ─Apretó su puño con algo de rabia, esto no era lo que esperaba después de todo.
    "La destrucción del planeta es solo el primer paso. No importa cuantas vidas estén en juego, lo único que deseo es hacer tu vida miserable. Es un precio razonable a cambio de la conquista de cientos de dimensiones". ─Dijo con serenidad el joven soldado en su mente. ¿Realmente debía confiar en aquel viajero en el tiempo? ¿Y si resulta que al final del camino termine traicionándolo? Ya habían pasado 3 días desde la invasión y el numero de victimas era incalculable. Mark, ya un poco más acostumbrado a sembrar el terror entre sus enemigos y conquistar civilizaciones enteras se mantenía aún en los cielos, con el traje de soldado Viltrumita parcialmente manchado con sangre inocente y de algunos héroes que se interpusieron en su misión. Mi misión ha terminado por el momento y he sobrevivido. Gloria a Viltrum, y todo aquel que no esté de acuerdo lo aplastaré. ─Apretó su puño con algo de rabia, esto no era lo que esperaba después de todo.
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  • —"Juego", "evento", "concurso" le están llamando... cuando saben que esto será una guerra. Ah ya, qué más da —arrojaba las cajas restantes, envueltas en plástico negro y sin remitente, a un buzón de por ahí.
    —"Juego", "evento", "concurso" le están llamando... cuando saben que esto será una guerra. Ah ya, qué más da —arrojaba las cajas restantes, envueltas en plástico negro y sin remitente, a un buzón de por ahí.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Por culpa de esta cancion vuelvo a rejugar estos juegos y me dan ganas de traer un pj [Oc] que su poder trate de videojuegos jajaja.
    https://www.youtube.com/watch?v=3GpjK9mTuRA
    Por culpa de esta cancion vuelvo a rejugar estos juegos y me dan ganas de traer un pj [Oc] que su poder trate de videojuegos jajaja. https://www.youtube.com/watch?v=3GpjK9mTuRA
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  • El Encanto de lo Inesperado
    Fandom Harry Potter
    Categoría Fantasía
    Starter Balthazar Octavius Blythe


    Cazador de Secretos, guardiana de criaturas.


    “Ella protege lo indomable. Él desentierra lo oculto. Juntos, descubrirán que algunas verdades no quieren ser halladas.”



    >>>>Marcaban las 10:05 en el reloj de pared que colgaba sobre la cabeza de Riley. Era ya el segundo café que se tomaba, y sentía que le había sabido a poco. De nuevo, un bostezo la atacaba sin poder contenerlo.

    – Por Dios, Riley, ¿Saliste anoche? – le preguntó Susie, su compañera de trabajo.

    – Podría decirse que sí… – respondió, sin dar mayores explicaciones y dejando a su compañera, que la miraba por encima de la montura de gafas, con ganas de escuchar alguna de sus fugaces historias amorosas. La verdad era que, definitivamente, el amor se le resistía a esa muchacha.

    En cuánto al tema de salir, aquel podría decirse era un “salí, pero no a lo que crees”. Y es que la joven Riley no podía contarle a su compañera que tenía una vida secreta. No siempre se trataba de chicos o… a no ser que ese chico pudiera definirse por un animal fantástico de morro largo, ancho y achatado, con pelo y cuatro patas como un Niffler.

    Y los lugares que esa chica frecuentaba para salir, de manera clásica, solían ser restaurantes de clase media, el cine, centros comerciales, picnic al aire libre o cualquier otro plan muggle. Porque había descubierto que pasar por una muggle era mucho más divertido de lo que esperaba, y lejos estaba de echar de menos el mundo mágico. Al menos con su nombre real, y dentro de la sociedad mágica dado que tenía que esconderse de su padre.

    Al final, después de más de 13 años de mantenerse oculta, parecía que su vida actual era mucho más satisfactoria de lo nunca hubiera creído.
    Disfrutaba del día a día, de perderse entre las páginas de los libros, entre las estanterías de libros que tan bien conocía, y sintiendo el firme suelo de mármol bajo sus pies con los techos abovedados sobre su cabeza.
    Si echaba la vista atrás, aquella biblioteca donde trabajaba era lo más parecido al mundo mágico. Tenía cierto aire a la biblioteca de Hogwarts. Tal vez, y no era algo en lo que solía pensar, por lo que tan a gusto se sentía en esa biblioteca. Sentirse cómoda en su trabajo era un hecho que no hubiera esperado.



    Y en cuanto a lo de secreta, Susie, esa mujer de 44 años y dulce expresión tras sus gafas de pasta rosa, que solía vestir con blusa y vestidos dándole un toque rebelde y desenfadado a su estilo con alguna mecha rosada escondida, se caería de culo si supiera que Riley era una bruja que se había escapado de casa con 17 años. Por no hablar del Obscuro que le había robado a su padre. Claro que, si se ponía en esas, tendría que comenzar con que su nombre real era Anna Barrow.
    Partiendo de esos “pequeños” detalles, existía todo un mundo mágico que Susie desconocía. Al que Riley ya apenas pertenecía más que para intentar alimentar con migajas el sueño que una vez tuvo que era estudiar magizoología. Ahora, lo que quedaba de eso era, tirando de un viejo contacto, Sharon, se dedicaba a investigar y parar la compraventa, o el mercado negro, de criaturas mágicas.

    Por suerte para el corazón de Susie, la joven bruja escondida en el mundo muggle, seguiría manteniendo aquel secretito para ella. Y, además, a su compañera solo le interesaba darle cierto toque de emoción a su vida escuchando las idas y venidas de la joven Riley.

    El carraspeo de Susie llamó la atención de Riley que, siendo ya algo habitual en ella, se había perdido entre sus pensamientos. La joven castaña ladeó la cabeza y se encogió de hombros a modo de un “¿Qué?”.

    – ¿Solo vas a decirme eso? – soltó la mujer de mediana edad colocando las gafas correctamente en la nariz mientras revisaba algunos libros devueltos del día anterior para colocarlos en el carrito de la biblioteca.

    – Salí a tomarme algo para no quedarme sola en casa… fue… aburrido – respondió con aburrimiento la joven Riley, quién decidió unirse a su compañera en colocar los libros en el carrito en el orden correcto para llevarlo a la sección que les correspondía.

    – ¿Sola? – soltó Susie, dejando un libro titulado “Guerra y paz” dentro del carrito para su posterior colocación en la estantería que le correspondía .

    – ¡¿Quién leerá esta clase de libros?! – se preguntó a sí misma en voz alta mientras sostenía uno de los libros – ¿Ehm? Sí, sola… Necesitaba salir y despejarme. No siempre tienes que quedar con alguien para tomarte algo, Susie, a veces es necesario una cita con uno mismo… – comentó la joven Riley, quitándole importancia y dándose aires de una chica con un amor propio en pleno crecimiento.

    Riley desvió su mirada hacia Susie, quien había permanecido demasiado callada, encontrando que su compañera tenía la vista fija en dirección a la puerta. La joven miró en la misma dirección que Susie y observó lo que llamaba la atención de Susie. Y cómo para no llamarle la atención. Era esa clase de chico guapo que llamaba la atención con su sola presencia, alto y delgado, de buen vestir y mejor andar.

    – ¡Ay, madre! – soltó Susie, que comenzó a airearse con un pequeño libro.

    – Sí que es guapo… Es nuevo – confirmó Riley. A lo que Susie siguió, y reafirmó – Es nuevo –.

    Y eso significaba que tenían la oportunidad de darle la bienvenida, de forma no descarada, al hombre que acaba de entrar. Ahora todo era cuestión de quién de las dos sería la más rápida.

    En ese momento, un chico joven se acercaba a la recepción para preguntar por un libro, y Riley mostrándose interesada en atender al joven dijo - Sí, claro… mi compañera estará encantada de indicar dónde se encuentra el libro… – dicho eso, recibió un sutil toque de la pierna de Susie contra la propia.

    Riley, siendo clara ganadora, salió de la recepción atusándose su traje semi formal con el carrito para colocar los libros. Era la excusa perfecta. Caminó por entre las mesas de estudio, y pasó por la primera estantería hasta llegar al segundo pasillo donde había visto que había girado el hombre.

    Allí estaba, definitivamente era mucho más guapo que en la primera impresión, y claramente mayor que ella, lo que no supondría ningún problema para Riley. No tenía intención de encontrar en ese hombre al amor de su vida, aquello no era más que un juego con el que darle diversión a su día. Y, si surgía, quién sabía lo que podría pasar; un par de citas, alguna alocada noche, ir al cine… Estaba yendo demasiado rápido, y eso que solo había caminado unos pasos hacía él con una profesional sonrisa fingiendo que el libro que iba a colocar en la estantería debía estar ahí. Obviamente no, ya lo colocaría correctamente, pero ya estaba a solo unos pocos pasos de él. Del nuevo.

    No tenía mucha idea de cómo entrarle ahora al hombre, y sin pensar demasiado, decidió improvisar.

    – Buenos días. Si necesitas algo, aquí estoy –.

    Definitivamente, podía haber sido mejor, pero ya iría tirando de ingenio y simpatía.

    Starter [B0BProphet] Cazador de Secretos, guardiana de criaturas. “Ella protege lo indomable. Él desentierra lo oculto. Juntos, descubrirán que algunas verdades no quieren ser halladas.” >>>>Marcaban las 10:05 en el reloj de pared que colgaba sobre la cabeza de Riley. Era ya el segundo café que se tomaba, y sentía que le había sabido a poco. De nuevo, un bostezo la atacaba sin poder contenerlo. – Por Dios, Riley, ¿Saliste anoche? – le preguntó Susie, su compañera de trabajo. – Podría decirse que sí… – respondió, sin dar mayores explicaciones y dejando a su compañera, que la miraba por encima de la montura de gafas, con ganas de escuchar alguna de sus fugaces historias amorosas. La verdad era que, definitivamente, el amor se le resistía a esa muchacha. En cuánto al tema de salir, aquel podría decirse era un “salí, pero no a lo que crees”. Y es que la joven Riley no podía contarle a su compañera que tenía una vida secreta. No siempre se trataba de chicos o… a no ser que ese chico pudiera definirse por un animal fantástico de morro largo, ancho y achatado, con pelo y cuatro patas como un Niffler. Y los lugares que esa chica frecuentaba para salir, de manera clásica, solían ser restaurantes de clase media, el cine, centros comerciales, picnic al aire libre o cualquier otro plan muggle. Porque había descubierto que pasar por una muggle era mucho más divertido de lo que esperaba, y lejos estaba de echar de menos el mundo mágico. Al menos con su nombre real, y dentro de la sociedad mágica dado que tenía que esconderse de su padre. Al final, después de más de 13 años de mantenerse oculta, parecía que su vida actual era mucho más satisfactoria de lo nunca hubiera creído. Disfrutaba del día a día, de perderse entre las páginas de los libros, entre las estanterías de libros que tan bien conocía, y sintiendo el firme suelo de mármol bajo sus pies con los techos abovedados sobre su cabeza. Si echaba la vista atrás, aquella biblioteca donde trabajaba era lo más parecido al mundo mágico. Tenía cierto aire a la biblioteca de Hogwarts. Tal vez, y no era algo en lo que solía pensar, por lo que tan a gusto se sentía en esa biblioteca. Sentirse cómoda en su trabajo era un hecho que no hubiera esperado. Y en cuanto a lo de secreta, Susie, esa mujer de 44 años y dulce expresión tras sus gafas de pasta rosa, que solía vestir con blusa y vestidos dándole un toque rebelde y desenfadado a su estilo con alguna mecha rosada escondida, se caería de culo si supiera que Riley era una bruja que se había escapado de casa con 17 años. Por no hablar del Obscuro que le había robado a su padre. Claro que, si se ponía en esas, tendría que comenzar con que su nombre real era Anna Barrow. Partiendo de esos “pequeños” detalles, existía todo un mundo mágico que Susie desconocía. Al que Riley ya apenas pertenecía más que para intentar alimentar con migajas el sueño que una vez tuvo que era estudiar magizoología. Ahora, lo que quedaba de eso era, tirando de un viejo contacto, Sharon, se dedicaba a investigar y parar la compraventa, o el mercado negro, de criaturas mágicas. Por suerte para el corazón de Susie, la joven bruja escondida en el mundo muggle, seguiría manteniendo aquel secretito para ella. Y, además, a su compañera solo le interesaba darle cierto toque de emoción a su vida escuchando las idas y venidas de la joven Riley. El carraspeo de Susie llamó la atención de Riley que, siendo ya algo habitual en ella, se había perdido entre sus pensamientos. La joven castaña ladeó la cabeza y se encogió de hombros a modo de un “¿Qué?”. – ¿Solo vas a decirme eso? – soltó la mujer de mediana edad colocando las gafas correctamente en la nariz mientras revisaba algunos libros devueltos del día anterior para colocarlos en el carrito de la biblioteca. – Salí a tomarme algo para no quedarme sola en casa… fue… aburrido – respondió con aburrimiento la joven Riley, quién decidió unirse a su compañera en colocar los libros en el carrito en el orden correcto para llevarlo a la sección que les correspondía. – ¿Sola? – soltó Susie, dejando un libro titulado “Guerra y paz” dentro del carrito para su posterior colocación en la estantería que le correspondía . – ¡¿Quién leerá esta clase de libros?! – se preguntó a sí misma en voz alta mientras sostenía uno de los libros – ¿Ehm? Sí, sola… Necesitaba salir y despejarme. No siempre tienes que quedar con alguien para tomarte algo, Susie, a veces es necesario una cita con uno mismo… – comentó la joven Riley, quitándole importancia y dándose aires de una chica con un amor propio en pleno crecimiento. Riley desvió su mirada hacia Susie, quien había permanecido demasiado callada, encontrando que su compañera tenía la vista fija en dirección a la puerta. La joven miró en la misma dirección que Susie y observó lo que llamaba la atención de Susie. Y cómo para no llamarle la atención. Era esa clase de chico guapo que llamaba la atención con su sola presencia, alto y delgado, de buen vestir y mejor andar. – ¡Ay, madre! – soltó Susie, que comenzó a airearse con un pequeño libro. – Sí que es guapo… Es nuevo – confirmó Riley. A lo que Susie siguió, y reafirmó – Es nuevo –. Y eso significaba que tenían la oportunidad de darle la bienvenida, de forma no descarada, al hombre que acaba de entrar. Ahora todo era cuestión de quién de las dos sería la más rápida. En ese momento, un chico joven se acercaba a la recepción para preguntar por un libro, y Riley mostrándose interesada en atender al joven dijo - Sí, claro… mi compañera estará encantada de indicar dónde se encuentra el libro… – dicho eso, recibió un sutil toque de la pierna de Susie contra la propia. Riley, siendo clara ganadora, salió de la recepción atusándose su traje semi formal con el carrito para colocar los libros. Era la excusa perfecta. Caminó por entre las mesas de estudio, y pasó por la primera estantería hasta llegar al segundo pasillo donde había visto que había girado el hombre. Allí estaba, definitivamente era mucho más guapo que en la primera impresión, y claramente mayor que ella, lo que no supondría ningún problema para Riley. No tenía intención de encontrar en ese hombre al amor de su vida, aquello no era más que un juego con el que darle diversión a su día. Y, si surgía, quién sabía lo que podría pasar; un par de citas, alguna alocada noche, ir al cine… Estaba yendo demasiado rápido, y eso que solo había caminado unos pasos hacía él con una profesional sonrisa fingiendo que el libro que iba a colocar en la estantería debía estar ahí. Obviamente no, ya lo colocaría correctamente, pero ya estaba a solo unos pocos pasos de él. Del nuevo. No tenía mucha idea de cómo entrarle ahora al hombre, y sin pensar demasiado, decidió improvisar. – Buenos días. Si necesitas algo, aquí estoy –. Definitivamente, podía haber sido mejor, pero ya iría tirando de ingenio y simpatía.
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  • Después de un día colmado de pequeños placeres —tan sencillos como respirar sin preocupaciones o reírse al ver la forma absurda en que caen los pétalos del almendro—, la diosa se recostó al fin en el mundo que más le pertenecía: los sueños. No los de los mortales, no los impuestos por los dioses... sino aquellos que brotaban de su corazón eterno, que brillaban con el mismo color dorado del néctar que solía servir en los banquetes del Olimpo.

    Sus pies apenas rozaban la nada. Una nube dorada le sirvió de trono, mullida y tibia, mientras los dados de Hermes danzaban a su alrededor como luciérnagas juguetonas, lanzando destellos de buena suerte, de infancia, de travesura divina.

    Con una sonrisa suave, casi traviesa, invocó a su compañera más leal: la pequeña lira, que apareció entre sus manos como si hubiera estado esperándola. Sus dedos tocaron las cuerdas con ternura, y el sonido que brotó no fue nota ni palabra. Fue una brisa de luz rozando campanillas de cristal en descenso, un saludo cálido desde el alma misma del amanecer.

    Inspiró hondo, y el tamborileo de su corazón marcó el compás como golpecitos en la superficie de un estanque dormido.

    «Dices que nadie te sueña~ Dices que nadie te adora~ mmm~ Entonces me pregunto: ¿Qué soy yo entonces?»

    Su voz no era de este mundo. Tenía la textura del azúcar derretida bajo el sol, la resonancia de un recuerdo que siempre hace sonreír.

    Las cuerdas respondieron a su canto con un juego encantado: sonaron como el tintinear de cucharas de plata chocando suavemente en una cocina celestial, curiosas, como niños que observan al dios solitario desde la distancia.

    «Dices que no puedes soñar~ entonces te invito hoy, a soñar conmigo, querido Morfeo~»

    Aquel nombre fue pronunciado como si fuera un regalo envuelto en cintas de luz. Y la lira se volvió puro murmullo: el suspiro de una estrella cayendo al mar, una brizna de viento que pasa entre cortinas de lino en una siesta de verano. Los sonidos se enroscaban como humo dorado, ascendiendo y envolviendo el firmamento con una dulzura tan pura que rompía.

    «Gracias por tanto, yo~ quisiera darte mil oportunidades de soñar, soña-ar ar~»

    Sus dedos no tocaban cuerdas: acariciaban cuencos de cristal flotando sobre agua tibia, cada vibración una ofrenda de esperanza, cada acorde un pétalo lanzado al altar invisible de un dios olvidado.

    Pensó en él: en su sombra distante, en su andar sereno, en ese peso de eternidad que a veces ella podía ver en sus ojos —cuando nadie lo notaba—. Y al recordar su infancia, cuando Morfeo era un dios lejano y silencioso, las notas se volvieron más íntimas: como el crujido de una caja de música olvidada, como la risa que no se escucha pero se intuye en el eco de un sueño.

    «Ahora ya no soy tan pequeña, y creo que entiendo que la eternidad que padeces no es tan divertida como la mía...»

    Las cuerdas respondieron como cintas de seda que se desenrollan en el aire, girando suaves sobre columnas de luz.

    «…así que~ te propongo disfrutar de mi lugar para intentar ir un poco en contra de las reglas, sé rebelde, sé libre y disfruta de mi luz...»

    El ritmo cambió, y por un instante, fue el galopar lento de un unicornio sobre campos de algodón, tan suave como la risa de un ser amado al volver del olvido.

    El manto de Morfeo que la había cubierto todo su sueño diurno y actual, aunque ausente aun sin el presente, se sentía cerca. Como si su presencia se moldeara entre cada acorde, cada respiro, cada palabra.

    «Disfruta la canción, mi lira y la sensación, que hoy te toca soñar despierto a ti, protector de ensueño~»

    Y al final, su voz se volvió plegaria:
    una gota de miel cayendo sobre la herida más escondida,
    un beso sin labios,
    una estrella que no muere,
    una caricia que no pide nada.

    «Tal vez no sea un sueño físico... Tal vez~ no es lo que pensabas...
    Pero... aunque sea déjame soñar contigo, y soñar que te dejas querer un poquito más~»

    La última nota no se oyó. SE SINTIÓ.
    Como si el universo contuviera el aliento por un instante.
    Esperaba que pudiera siquiera conseguir ser un dios dormido, y que aunque, le hubiese causado motivos para sonreír, en un tiempo ya finalizando el día cotidiano.
    Después de un día colmado de pequeños placeres —tan sencillos como respirar sin preocupaciones o reírse al ver la forma absurda en que caen los pétalos del almendro—, la diosa se recostó al fin en el mundo que más le pertenecía: los sueños. No los de los mortales, no los impuestos por los dioses... sino aquellos que brotaban de su corazón eterno, que brillaban con el mismo color dorado del néctar que solía servir en los banquetes del Olimpo. Sus pies apenas rozaban la nada. Una nube dorada le sirvió de trono, mullida y tibia, mientras los dados de Hermes danzaban a su alrededor como luciérnagas juguetonas, lanzando destellos de buena suerte, de infancia, de travesura divina. Con una sonrisa suave, casi traviesa, invocó a su compañera más leal: la pequeña lira, que apareció entre sus manos como si hubiera estado esperándola. Sus dedos tocaron las cuerdas con ternura, y el sonido que brotó no fue nota ni palabra. Fue una brisa de luz rozando campanillas de cristal en descenso, un saludo cálido desde el alma misma del amanecer. Inspiró hondo, y el tamborileo de su corazón marcó el compás como golpecitos en la superficie de un estanque dormido. «Dices que nadie te sueña~ Dices que nadie te adora~ mmm~ Entonces me pregunto: ¿Qué soy yo entonces?» Su voz no era de este mundo. Tenía la textura del azúcar derretida bajo el sol, la resonancia de un recuerdo que siempre hace sonreír. Las cuerdas respondieron a su canto con un juego encantado: sonaron como el tintinear de cucharas de plata chocando suavemente en una cocina celestial, curiosas, como niños que observan al dios solitario desde la distancia. «Dices que no puedes soñar~ entonces te invito hoy, a soñar conmigo, querido Morfeo~» Aquel nombre fue pronunciado como si fuera un regalo envuelto en cintas de luz. Y la lira se volvió puro murmullo: el suspiro de una estrella cayendo al mar, una brizna de viento que pasa entre cortinas de lino en una siesta de verano. Los sonidos se enroscaban como humo dorado, ascendiendo y envolviendo el firmamento con una dulzura tan pura que rompía. «Gracias por tanto, yo~ quisiera darte mil oportunidades de soñar, soña-ar ar~» Sus dedos no tocaban cuerdas: acariciaban cuencos de cristal flotando sobre agua tibia, cada vibración una ofrenda de esperanza, cada acorde un pétalo lanzado al altar invisible de un dios olvidado. Pensó en él: en su sombra distante, en su andar sereno, en ese peso de eternidad que a veces ella podía ver en sus ojos —cuando nadie lo notaba—. Y al recordar su infancia, cuando Morfeo era un dios lejano y silencioso, las notas se volvieron más íntimas: como el crujido de una caja de música olvidada, como la risa que no se escucha pero se intuye en el eco de un sueño. «Ahora ya no soy tan pequeña, y creo que entiendo que la eternidad que padeces no es tan divertida como la mía...» Las cuerdas respondieron como cintas de seda que se desenrollan en el aire, girando suaves sobre columnas de luz. «…así que~ te propongo disfrutar de mi lugar para intentar ir un poco en contra de las reglas, sé rebelde, sé libre y disfruta de mi luz...» El ritmo cambió, y por un instante, fue el galopar lento de un unicornio sobre campos de algodón, tan suave como la risa de un ser amado al volver del olvido. El manto de Morfeo que la había cubierto todo su sueño diurno y actual, aunque ausente aun sin el presente, se sentía cerca. Como si su presencia se moldeara entre cada acorde, cada respiro, cada palabra. «Disfruta la canción, mi lira y la sensación, que hoy te toca soñar despierto a ti, protector de ensueño~» Y al final, su voz se volvió plegaria: una gota de miel cayendo sobre la herida más escondida, un beso sin labios, una estrella que no muere, una caricia que no pide nada. «Tal vez no sea un sueño físico... Tal vez~ no es lo que pensabas... Pero... aunque sea déjame soñar contigo, y soñar que te dejas querer un poquito más~» La última nota no se oyó. SE SINTIÓ. Como si el universo contuviera el aliento por un instante. Esperaba que pudiera siquiera conseguir ser un dios dormido, y que aunque, le hubiese causado motivos para sonreír, en un tiempo ya finalizando el día cotidiano.
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  • No sabía que te gustaba estos juegos pero... Recueda que un nuevo enemigo a llegado.. ¿Seguro que deseas seguir con este "juego"?
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