• El sol comenzaba a caer sobre la ciudad, tiñendo los tejados de tonos dorados y anaranjados. Elizabeth bajó el cartel de “Cerrado” en la puerta de su pastelería y se quedó un momento en silencio, observando la calle vacía frente a ella. Había cerrado más temprano de lo habitual, algo poco común en ella, pero necesitaba un respiro.

    El dulce aroma a vainilla y canela aún flotaba en el aire mientras se alejaba del local, con las manos en los bolsillos de su abrigo ligero. Sus pasos eran tranquilos, casi distraídos, mientras dejaba que el viento fresco de la tarde despeinara algunos mechones sueltos de su cabello.

    No tenía un destino en mente, solo quería caminar… y dejar que el murmullo de la ciudad ahogara un poco el torbellino de pensamientos que no la dejaban en paz últimamente.
    El sol comenzaba a caer sobre la ciudad, tiñendo los tejados de tonos dorados y anaranjados. Elizabeth bajó el cartel de “Cerrado” en la puerta de su pastelería y se quedó un momento en silencio, observando la calle vacía frente a ella. Había cerrado más temprano de lo habitual, algo poco común en ella, pero necesitaba un respiro. El dulce aroma a vainilla y canela aún flotaba en el aire mientras se alejaba del local, con las manos en los bolsillos de su abrigo ligero. Sus pasos eran tranquilos, casi distraídos, mientras dejaba que el viento fresco de la tarde despeinara algunos mechones sueltos de su cabello. No tenía un destino en mente, solo quería caminar… y dejar que el murmullo de la ciudad ahogara un poco el torbellino de pensamientos que no la dejaban en paz últimamente.
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  • El viento salado acariciaba su rostro, pero Nerina no lo sentía como otras veces. Esa tarde, el mar no le ofrecía consuelo, sino un llamado. Con los labios apretados y el corazón palpitando de frustración, se despojó de su vestido floral y lo dejó caer sobre la roca. No era habitual verla así… con los ojos encendidos y los hombros tensos.

    Sin mirar atrás, se lanzó al agua.

    La transformación fue casi inmediata. Su piel brilló bajo el reflejo azul, sus piernas se fundieron en una larga cola perlada y su respiración se volvió fluida, natural. En el agua, era otra. Más fuerte. Más libre.

    Nadó con rapidez, ignorando las voces mentales que intentaban calmarla. No quería pensar. No quería recordar lo que la había hecho salir así, sin aviso, sin palabras. Sólo sabía que tenía que moverse. Tenía que liberar esa presión que le ardía en el pecho.

    Al llegar al umbral del reino de Aelira, los corales luminosos se abrieron a su paso como si reconocieran su esencia. Los centinelas acuáticos le hicieron una reverencia, pero ella apenas los miró.

    —¿Nerina? —La voz de Thalira, suave como la corriente, la alcanzó desde lo alto del arrecife.

    Su madre descendió con elegancia, la cola ondulando como una sombra brillante entre las aguas. Al ver el rostro de su hija, supo que algo no iba bien.

    —Necesito entrenar —dijo Nerina sin preámbulo, con la mandíbula apretada—. No quiero hablar... sólo entrenar.

    Thalira no insistió. Asintió con seriedad y se colocó a su lado. Madre e hija nadaron juntas hacia la caverna de batalla, un espacio sagrado dentro del reino, oculto entre columnas de piedra marina.

    —Como desees —murmuró su madre mientras sus ojos se oscurecían con concentración—. Pero recuerda, hija mía… el agua no solo limpia heridas, también revela las que aún no quieres ver.

    Y entonces comenzó. El entrenamiento fue intenso, casi feroz. Nerina luchaba contra las corrientes que Thalira manipulaba, esquivaba embestidas, contraatacaba con movimientos llenos de rabia contenida. Su magia estallaba en ráfagas de agua afilada, brillando como cuchillas líquidas bajo la luz de los corales.

    No era solo una práctica. Era una liberación.

    Y aunque no dijera nada, Thalira sabía que algo o alguien en tierra había herido a su hija. Así que la dejaba soltarlo… en golpes, giros y estallidos de energía.

    Quizás, cuando terminara, el agua se lo llevaría. O quizás no.

    Pero al menos, en lo profundo del mar, Nerina podía ser ella misma sin esconder el huracán que a veces habitaba en su pecho.
    El viento salado acariciaba su rostro, pero Nerina no lo sentía como otras veces. Esa tarde, el mar no le ofrecía consuelo, sino un llamado. Con los labios apretados y el corazón palpitando de frustración, se despojó de su vestido floral y lo dejó caer sobre la roca. No era habitual verla así… con los ojos encendidos y los hombros tensos. Sin mirar atrás, se lanzó al agua. La transformación fue casi inmediata. Su piel brilló bajo el reflejo azul, sus piernas se fundieron en una larga cola perlada y su respiración se volvió fluida, natural. En el agua, era otra. Más fuerte. Más libre. Nadó con rapidez, ignorando las voces mentales que intentaban calmarla. No quería pensar. No quería recordar lo que la había hecho salir así, sin aviso, sin palabras. Sólo sabía que tenía que moverse. Tenía que liberar esa presión que le ardía en el pecho. Al llegar al umbral del reino de Aelira, los corales luminosos se abrieron a su paso como si reconocieran su esencia. Los centinelas acuáticos le hicieron una reverencia, pero ella apenas los miró. —¿Nerina? —La voz de Thalira, suave como la corriente, la alcanzó desde lo alto del arrecife. Su madre descendió con elegancia, la cola ondulando como una sombra brillante entre las aguas. Al ver el rostro de su hija, supo que algo no iba bien. —Necesito entrenar —dijo Nerina sin preámbulo, con la mandíbula apretada—. No quiero hablar... sólo entrenar. Thalira no insistió. Asintió con seriedad y se colocó a su lado. Madre e hija nadaron juntas hacia la caverna de batalla, un espacio sagrado dentro del reino, oculto entre columnas de piedra marina. —Como desees —murmuró su madre mientras sus ojos se oscurecían con concentración—. Pero recuerda, hija mía… el agua no solo limpia heridas, también revela las que aún no quieres ver. Y entonces comenzó. El entrenamiento fue intenso, casi feroz. Nerina luchaba contra las corrientes que Thalira manipulaba, esquivaba embestidas, contraatacaba con movimientos llenos de rabia contenida. Su magia estallaba en ráfagas de agua afilada, brillando como cuchillas líquidas bajo la luz de los corales. No era solo una práctica. Era una liberación. Y aunque no dijera nada, Thalira sabía que algo o alguien en tierra había herido a su hija. Así que la dejaba soltarlo… en golpes, giros y estallidos de energía. Quizás, cuando terminara, el agua se lo llevaría. O quizás no. Pero al menos, en lo profundo del mar, Nerina podía ser ella misma sin esconder el huracán que a veces habitaba en su pecho.
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  • Las aves orbitaton a su alrededor, como pequeñas sombras guardianas a quienes se les dio la labor de custodiar aquel momento. Las olas del mar rompian contra la playa, se fracturaron en una galaxia de cristales de agua al impactar contra las rocas. El atardecer se dejaba ver a través de las nubes grises, nubes que traían la promesa de la lluvia y por las cuales, los restos de los rayos de sol que se ocultaba en el horizonte se dejaron ver, como si iluminaran el camino a través de la tempestad. Los dedos de Aphro se movieron entre las cuerdas del violín y el arco que sostenía en la otra mano daba forma a las notas que buscaba materializar en el sonido. Una canalización en la cual ella se había convertido en su instrumento para manifestarse en el mundo por medio de su melodía: el amor divino de los dioses.

    https://youtu.be/2BS4NgC-RUc?si=hRdoYoyXJcliRj8l
    Las aves orbitaton a su alrededor, como pequeñas sombras guardianas a quienes se les dio la labor de custodiar aquel momento. Las olas del mar rompian contra la playa, se fracturaron en una galaxia de cristales de agua al impactar contra las rocas. El atardecer se dejaba ver a través de las nubes grises, nubes que traían la promesa de la lluvia y por las cuales, los restos de los rayos de sol que se ocultaba en el horizonte se dejaron ver, como si iluminaran el camino a través de la tempestad. Los dedos de Aphro se movieron entre las cuerdas del violín y el arco que sostenía en la otra mano daba forma a las notas que buscaba materializar en el sonido. Una canalización en la cual ella se había convertido en su instrumento para manifestarse en el mundo por medio de su melodía: el amor divino de los dioses. https://youtu.be/2BS4NgC-RUc?si=hRdoYoyXJcliRj8l
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  • ¿El fin del cuento?
    Fandom The Vampire Diaries | OC
    Categoría Drama
    ㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤ¿Eʟ ꜰɪɴ ᴅᴇʟ ᴄᴜᴇɴᴛᴏ?
    ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤㅤ˹ Jᴏʀᴅᴀɴ Bᴇʀɢᴍᴀɴ


    ㅤㅤㅤㅤA pesar de lo complicado que pudiera parecer el mundo de Vittoria, parecía que Jordan se había adaptado bastante fácilmente a él. Y, aunque algunos de los aspectos de la naturaleza de la italiana podían llegar a ser algo complicados (como el tema de la transición de humano a vampiro) o truculentos (como era la alimentación vampírica) la verdad era que Jordan retenía bastante bien la información y no necesitó que su, a todas luces, novia, le diera una segunda lección.

    Y con el paso de los dias volvieron a ser la pareja perfecta. Vittoria iba a recogerle al trabajo al terminar la jornada y, como una pareja normal y corriente iban al cine, a cenar o… pasaban la noche en casa de Vittoria o en la de Jordan. Y, a pesar de lo cohibido que se sentía el sheriff por presentarle su modesta caravana en comparación con la imponente casa alquilada de Vittoria, esta pareció encantada con aquel vehículo y lo bien que había aprovechado él aquel espacio. No era una de esas caravanas cochambrosas que salen en las series de televisión donde el protagonista tiene que pisar sobre capas de basura… la verdad era que era bastante comoda y bien aprovechada.

    Había pasado un mes desde aquella tarde en la que Jordan y Vittoria volvieran a darse una oportunidad. Un mes desde que se terminaran las mentiras. Y, aunque los dos estaban bastante atentos a noticias extrañas que pudieran tener la firma de un vampiro, parecía que Mattheus no había hecho acto de presencia. Y, si bien eso parecía alegrar al sheriff y lo mantenía en un estado bastante optimista, Vittoria era algo mas taciturna y pesimista. Pero cuando dejaba escapar alguno de esos funestos pensamientos, Jordan se ocupaba perfectamente de borrar de un plumazo aquellos pensamientos de su cabeza. Podía asegurar, sin miedo a equivocarse, que había sido el mejor mes de toda su vida.

    Aquel día Jordan había prometido llevarla a cenar a un lugar especial como conmemoración de su primer mes oficial como pareja consolidada (a pesar de que antes de la “revelación” habían pasado bastantes semanas juntos). Le había pedido dos cosas: la primera, que se pusiera guapa y dos, que dejase que fuera a recogerla. Bueno en realidad en su llamada de teléfono había dicho algo como:
    -Tú solo déjame recogerte y ponte guapa. Bueno, guapa eres siempre… Pero ya me entiendes, es una noche especial… No quiero decir que nunca sepas como vestir, solo que…

    Y ahí Vittoria le había interrumpido.

    -Jordan. Jordan. Cielo… Lo he entendido- dijo, acompañado de una risa ligera- Buscaré algo con lo que pueda sorprenderte…

    Así que ahora, a diez minutos de que Jordan llegara, Vittoria se encontraba delante del espejo de su vestidor terminando de colocarse los pendientes y revisando por última vez su vestido de color rojo burdeos. No era la primera vez que se vestía asi, la verdad era que estaba acostumbrada a hacer aquella clase de cosas, pero… lo cierto era que hacerlo para una cita con el hombre que queria era mucho más emocionante que hacerlo para captar adeptos para Mattheus.

    Terminó de tomarse la copa de vino blanco y se repasó el pintalabios antes de coger su bolso y descender las escaleras con cierto aire nervioso. No sabia a donde planeaba llevarla, y ahí radicaba lo bonito de aquella celebración. Pero era algo que no había organizado ella, asi que se sentía… No, no eran nervios… La verdad es que era una incertidumbre placentera. Sentía ligeras mariposas, por cliché que sonase, revoloteando en su estómago.

    Era del todo oficial. Estaba totalmente enamorada de ese hombre.


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #StarterRol
    ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ¿Eʟ ꜰɪɴ ᴅᴇʟ ᴄᴜᴇɴᴛᴏ? ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤㅤ˹ [JrdnBrgnn] ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤA pesar de lo complicado que pudiera parecer el mundo de Vittoria, parecía que Jordan se había adaptado bastante fácilmente a él. Y, aunque algunos de los aspectos de la naturaleza de la italiana podían llegar a ser algo complicados (como el tema de la transición de humano a vampiro) o truculentos (como era la alimentación vampírica) la verdad era que Jordan retenía bastante bien la información y no necesitó que su, a todas luces, novia, le diera una segunda lección. Y con el paso de los dias volvieron a ser la pareja perfecta. Vittoria iba a recogerle al trabajo al terminar la jornada y, como una pareja normal y corriente iban al cine, a cenar o… pasaban la noche en casa de Vittoria o en la de Jordan. Y, a pesar de lo cohibido que se sentía el sheriff por presentarle su modesta caravana en comparación con la imponente casa alquilada de Vittoria, esta pareció encantada con aquel vehículo y lo bien que había aprovechado él aquel espacio. No era una de esas caravanas cochambrosas que salen en las series de televisión donde el protagonista tiene que pisar sobre capas de basura… la verdad era que era bastante comoda y bien aprovechada. Había pasado un mes desde aquella tarde en la que Jordan y Vittoria volvieran a darse una oportunidad. Un mes desde que se terminaran las mentiras. Y, aunque los dos estaban bastante atentos a noticias extrañas que pudieran tener la firma de un vampiro, parecía que Mattheus no había hecho acto de presencia. Y, si bien eso parecía alegrar al sheriff y lo mantenía en un estado bastante optimista, Vittoria era algo mas taciturna y pesimista. Pero cuando dejaba escapar alguno de esos funestos pensamientos, Jordan se ocupaba perfectamente de borrar de un plumazo aquellos pensamientos de su cabeza. Podía asegurar, sin miedo a equivocarse, que había sido el mejor mes de toda su vida. Aquel día Jordan había prometido llevarla a cenar a un lugar especial como conmemoración de su primer mes oficial como pareja consolidada (a pesar de que antes de la “revelación” habían pasado bastantes semanas juntos). Le había pedido dos cosas: la primera, que se pusiera guapa y dos, que dejase que fuera a recogerla. Bueno en realidad en su llamada de teléfono había dicho algo como: -Tú solo déjame recogerte y ponte guapa. Bueno, guapa eres siempre… Pero ya me entiendes, es una noche especial… No quiero decir que nunca sepas como vestir, solo que… Y ahí Vittoria le había interrumpido. -Jordan. Jordan. Cielo… Lo he entendido- dijo, acompañado de una risa ligera- Buscaré algo con lo que pueda sorprenderte… Así que ahora, a diez minutos de que Jordan llegara, Vittoria se encontraba delante del espejo de su vestidor terminando de colocarse los pendientes y revisando por última vez su vestido de color rojo burdeos. No era la primera vez que se vestía asi, la verdad era que estaba acostumbrada a hacer aquella clase de cosas, pero… lo cierto era que hacerlo para una cita con el hombre que queria era mucho más emocionante que hacerlo para captar adeptos para Mattheus. Terminó de tomarse la copa de vino blanco y se repasó el pintalabios antes de coger su bolso y descender las escaleras con cierto aire nervioso. No sabia a donde planeaba llevarla, y ahí radicaba lo bonito de aquella celebración. Pero era algo que no había organizado ella, asi que se sentía… No, no eran nervios… La verdad es que era una incertidumbre placentera. Sentía ligeras mariposas, por cliché que sonase, revoloteando en su estómago. Era del todo oficial. Estaba totalmente enamorada de ese hombre. #Personajes3D #3D #Comunidad3D #StarterRol
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  • Hebe se encontraba en medio de un encuentro familiar siendo el puente. En vez te estar en el Olimpo como anfitriona. Mentiría si dijera que esto era aburrido, no, no, era mucho mas interesante. Aunque esperaba que todo lo que veía con intriga terminara en buenas condiciones. «Ahora se disipó el enojo que sentía por culpa de Zag» pensó mientras seguía mirando al albino, hermano de Hikaru... Y bueno hikaru con esos ojos bermello castaños era interesante de ver y al mismo tiempo no sabía que pensar.
    Hebe se encontraba en medio de un encuentro familiar siendo el puente. En vez te estar en el Olimpo como anfitriona. Mentiría si dijera que esto era aburrido, no, no, era mucho mas interesante. Aunque esperaba que todo lo que veía con intriga terminara en buenas condiciones. «Ahora se disipó el enojo que sentía por culpa de Zag» pensó mientras seguía mirando al albino, hermano de Hikaru... Y bueno hikaru con esos ojos bermello castaños era interesante de ver y al mismo tiempo no sabía que pensar.
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  • Alexa recordaba a la perfección las historias que su abuela le contaba cuando era niña cada vez que visitaba su casa, le resultaba imposible separarse de ella. Su abuela era una mujer hermosa, con cabello platinado y ojos de un azul profundo. Siempre, antes de dormir, le relataba las leyendas de su pueblo. Para los humanos, quizá eran simples cuentos de hadas; otros podrían pensar que eran fantasías, mitos o leyendas. Pero para la gente de Alexa, esas historias eran el pilar de todo lo que creían. Su abuela le hablaba de los dioses, pero sus favoritas siempre eran las leyendas sobre la diosa de la luna.

    En el pueblo, la conocían como la guardiana de las escrituras sagradas, y sus padres siempre decían que era la mejor sanadora de la aldea. Alexa, en ese entonces, no comprendía la posición social de su familia ni sabía que formaban parte de la nobleza del reino fae. Para ella, su abuela era simplemente la mujer más divertida e inteligente del mundo. Aunque solo era una niña de cuatro o cinco años, con el tiempo entendió que aquellas palabras no eran simples historias para dormir, cada palabra cobró significado y se reveló como una verdad indiscutible.

    Cuando su abuela hablaba, parecía recitar las historias directamente de un libro que llevaba en su mente. En alguna ocasión, Alexa visitó la biblioteca de su hogar, llena de libros en miles de idiomas, de diferentes culturas, todos hablando sobre los mismos dioses, aunque con diferentes nombres. Aún recordaba la historia favorita de su abuela, que también se convirtió en su preferida. La primera vez que se la contó fue cuando Alexa llegó llorando a casa porque unos niños, hijos de otros nobles, le dijeron que su cabello blanco y su piel pálida eran horribles. Alexa, desesperada, suplicó a su abuela que cambiara su cabello, que ya no quería tenerlo blanco, la mujer la sentó en su regazo, acariciando su cabello con ternura. Con una voz llena de amor, le explicó que su apariencia era una bendición de la madre luna, tomó un libro de portada azul con grabados plateados, cuyas ilustraciones parecían mágicas, como si las fases lunares y la silueta de una bella mujer se movieran. El libro, claramente viejo y valioso, estaba lleno de notas, recortes, dibujos e imágenes. En sus primeras páginas, estaba escrita una historia sobre la creación del mundo. Su abuela comenzó a leer:

    "Verás, mi niña, al principio todo era vacío, pero de repente surgió la luz, la vida, la creación. Sin embargo, todo debe tener equilibrio, así que junto a ellos nació la oscuridad, la muerte y la destrucción. Hermanos de una misma energía, se convirtieron en seres de infinito poder. Juntos, crearon cada cosa que existe en el mundo: el cielo, nacido de la luz y la oscuridad; la tierra, el mar, los animales, todos creados por la vida y destinados a la muerte cuando llegara su momento. Los años pasaron, y nuevas deidades nacieron, uniéndose al resto. El cielo tuvo tres hijos a quienes les dieron sus propias tareas: el sol, la luna y las estrellas. Selene, hija del cielo y diosa de la luna, encargada de velar por las noches, vio cómo los humanos comenzaron a rendirle culto y los bendijo con habilidades mágicas, naciendo así las hadas y elfos de luna. Un día, al descender a la tierra y ver que carecían de guía y protección, decidió darles una parte de ella, enviando a sus hijos con la misión de guiar, proteger y cuidar al pueblo de la luna. Con habilidades superiores, de cabello platinado, ojos azules y piel blanca como la nieve, eran inconfundibles entre otros seguidores de la luna. Como todos los hijos de dioses, se unieron a mortales, dando lugar al linaje de la luna. Pero solo algunos fueron bendecidos con las habilidades y características físicas de la diosa; a estos se les llamó hijos de la luna. Algunos creen que los dioses unen las almas de unos pocos elegidos para encontrarse en la tierra. No era de extrañar que siempre dos hijos de la luna terminaran enamorados, enviados del cielo y elegidos por la madre luna para estar juntos, con un amor inquebrantable y puro, capaz de vencer cualquier adversidad."

    Al terminar la historia, Alexa quedó fascinada. Su abuela, entonces, la miró con seriedad y le dijo con firmeza: "Jamás reniegues de tu aspecto, cariño. Es una bendición. Nuestra madre te eligió como una digna hija suya y te bendijo con habilidades inigualables. Viniste a este mundo con un propósito, una misión, y quién sabe, tal vez también te eligió un compañero."

    Esa historia se la repitió tantas veces que Alexa comenzó a anhelar descubrir cuál sería la misión que la madre luna tenía reservada para ella. Jamás pensó que dicha misión la llevaría a la mayor batalla que los siete reinos habían presenciado jamás, y que el hombre al que tendría que enfrentarse sería, nada más y nada menos, que el compañero que la luna había elegido para ella.

    Alexa recordaba a la perfección las historias que su abuela le contaba cuando era niña cada vez que visitaba su casa, le resultaba imposible separarse de ella. Su abuela era una mujer hermosa, con cabello platinado y ojos de un azul profundo. Siempre, antes de dormir, le relataba las leyendas de su pueblo. Para los humanos, quizá eran simples cuentos de hadas; otros podrían pensar que eran fantasías, mitos o leyendas. Pero para la gente de Alexa, esas historias eran el pilar de todo lo que creían. Su abuela le hablaba de los dioses, pero sus favoritas siempre eran las leyendas sobre la diosa de la luna. En el pueblo, la conocían como la guardiana de las escrituras sagradas, y sus padres siempre decían que era la mejor sanadora de la aldea. Alexa, en ese entonces, no comprendía la posición social de su familia ni sabía que formaban parte de la nobleza del reino fae. Para ella, su abuela era simplemente la mujer más divertida e inteligente del mundo. Aunque solo era una niña de cuatro o cinco años, con el tiempo entendió que aquellas palabras no eran simples historias para dormir, cada palabra cobró significado y se reveló como una verdad indiscutible. Cuando su abuela hablaba, parecía recitar las historias directamente de un libro que llevaba en su mente. En alguna ocasión, Alexa visitó la biblioteca de su hogar, llena de libros en miles de idiomas, de diferentes culturas, todos hablando sobre los mismos dioses, aunque con diferentes nombres. Aún recordaba la historia favorita de su abuela, que también se convirtió en su preferida. La primera vez que se la contó fue cuando Alexa llegó llorando a casa porque unos niños, hijos de otros nobles, le dijeron que su cabello blanco y su piel pálida eran horribles. Alexa, desesperada, suplicó a su abuela que cambiara su cabello, que ya no quería tenerlo blanco, la mujer la sentó en su regazo, acariciando su cabello con ternura. Con una voz llena de amor, le explicó que su apariencia era una bendición de la madre luna, tomó un libro de portada azul con grabados plateados, cuyas ilustraciones parecían mágicas, como si las fases lunares y la silueta de una bella mujer se movieran. El libro, claramente viejo y valioso, estaba lleno de notas, recortes, dibujos e imágenes. En sus primeras páginas, estaba escrita una historia sobre la creación del mundo. Su abuela comenzó a leer: "Verás, mi niña, al principio todo era vacío, pero de repente surgió la luz, la vida, la creación. Sin embargo, todo debe tener equilibrio, así que junto a ellos nació la oscuridad, la muerte y la destrucción. Hermanos de una misma energía, se convirtieron en seres de infinito poder. Juntos, crearon cada cosa que existe en el mundo: el cielo, nacido de la luz y la oscuridad; la tierra, el mar, los animales, todos creados por la vida y destinados a la muerte cuando llegara su momento. Los años pasaron, y nuevas deidades nacieron, uniéndose al resto. El cielo tuvo tres hijos a quienes les dieron sus propias tareas: el sol, la luna y las estrellas. Selene, hija del cielo y diosa de la luna, encargada de velar por las noches, vio cómo los humanos comenzaron a rendirle culto y los bendijo con habilidades mágicas, naciendo así las hadas y elfos de luna. Un día, al descender a la tierra y ver que carecían de guía y protección, decidió darles una parte de ella, enviando a sus hijos con la misión de guiar, proteger y cuidar al pueblo de la luna. Con habilidades superiores, de cabello platinado, ojos azules y piel blanca como la nieve, eran inconfundibles entre otros seguidores de la luna. Como todos los hijos de dioses, se unieron a mortales, dando lugar al linaje de la luna. Pero solo algunos fueron bendecidos con las habilidades y características físicas de la diosa; a estos se les llamó hijos de la luna. Algunos creen que los dioses unen las almas de unos pocos elegidos para encontrarse en la tierra. No era de extrañar que siempre dos hijos de la luna terminaran enamorados, enviados del cielo y elegidos por la madre luna para estar juntos, con un amor inquebrantable y puro, capaz de vencer cualquier adversidad." Al terminar la historia, Alexa quedó fascinada. Su abuela, entonces, la miró con seriedad y le dijo con firmeza: "Jamás reniegues de tu aspecto, cariño. Es una bendición. Nuestra madre te eligió como una digna hija suya y te bendijo con habilidades inigualables. Viniste a este mundo con un propósito, una misión, y quién sabe, tal vez también te eligió un compañero." Esa historia se la repitió tantas veces que Alexa comenzó a anhelar descubrir cuál sería la misión que la madre luna tenía reservada para ella. Jamás pensó que dicha misión la llevaría a la mayor batalla que los siete reinos habían presenciado jamás, y que el hombre al que tendría que enfrentarse sería, nada más y nada menos, que el compañero que la luna había elegido para ella.
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  • «¡Por Zeus, porque soy tan bocazas....! Ojala no se disguste conmigo, no quiero ganarme el odio de otra criatura, pero... Es que, sentí tanta frustración, ¡Ugh!»piensa sintiendo culpabilidad de su boca suelta«Debí hacer como que no me importaba que declinara mi oferta, debí callarme, aaaah... Debí hacer muchas cosas pero le hablé con mi corazón caprichoso ¡Ah!» se cubre todo su rostro con su cabello mientras abraza a Hikaru, tratando de no pensar en lo que hizo, pero ella sabe que seguirá recordándole y muy posiblemente mañana le pida perdón al joven Akira por ser tan impulsiva.
    :STK-28: «¡Por Zeus, porque soy tan bocazas....! Ojala no se disguste conmigo, no quiero ganarme el odio de otra criatura, pero... Es que, sentí tanta frustración, ¡Ugh!»piensa sintiendo culpabilidad de su boca suelta«Debí hacer como que no me importaba que declinara mi oferta, debí callarme, aaaah... Debí hacer muchas cosas pero le hablé con mi corazón caprichoso ¡Ah!» se cubre todo su rostro con su cabello mientras abraza a Hikaru, tratando de no pensar en lo que hizo, pero ella sabe que seguirá recordándole y muy posiblemente mañana le pida perdón al joven Akira por ser tan impulsiva.
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  • Sentia un profundo desconcierto luego de haber viajado un día en el tiempo por obra de Aika, solo pudo encontrar un escenario vacios y vestigios de algo que no terminaba de entender. Por más que busco a D.I.V.A, no tuvo exito alguno. El aire no llegaba a sus pulmones, inclusive llego a tropezar varias veces en el suelo por lo apresurado de sus pasos, pero ni asi dejo de buscar aun cuando tenia sus extremidades con algunas gotas de sangre, la mueca de su rostro era de disgusto absoluto. No terminaba de entender que sucedia ¿Por que paso eso?, camino a el escenario principal y se arrodillo.


    Aunque para su fortuna algunas de sus ratas aparecieron frente a ella y compartieron su vista de lo que sucedio durante su ausencia. En ese momento la pelirroja solo cerró los ojos, suspirando, algunas lagrimas cayeron de sus ojos. Un momento de absoluta reflexión, a fin de calmar el maremoto de emociones que expresaba, debía pensar friamente que hacer, debía hacerlo no podía dejar las cosas así como así.


    Cuando finalmente abrio los ojos, su expresión era diferente. La melancolía había pasado a una creciente ira.


    ⸻Debo matarlos, debo matarlos...........


    Repetía, a sus ojos era claro quienes eran los culpables de que todo terminara así (D.E.X.A, Shiori y Magnolia). De que fuera separado del lado de D.I.V.A, el amor tiene muchas manifestaciones. Pero en su estado más corrupto el más puro amor puede volverse en el más cruento de los odios.

    Sentia un profundo desconcierto luego de haber viajado un día en el tiempo por obra de Aika, solo pudo encontrar un escenario vacios y vestigios de algo que no terminaba de entender. Por más que busco a D.I.V.A, no tuvo exito alguno. El aire no llegaba a sus pulmones, inclusive llego a tropezar varias veces en el suelo por lo apresurado de sus pasos, pero ni asi dejo de buscar aun cuando tenia sus extremidades con algunas gotas de sangre, la mueca de su rostro era de disgusto absoluto. No terminaba de entender que sucedia ¿Por que paso eso?, camino a el escenario principal y se arrodillo. Aunque para su fortuna algunas de sus ratas aparecieron frente a ella y compartieron su vista de lo que sucedio durante su ausencia. En ese momento la pelirroja solo cerró los ojos, suspirando, algunas lagrimas cayeron de sus ojos. Un momento de absoluta reflexión, a fin de calmar el maremoto de emociones que expresaba, debía pensar friamente que hacer, debía hacerlo no podía dejar las cosas así como así. Cuando finalmente abrio los ojos, su expresión era diferente. La melancolía había pasado a una creciente ira. ⸻Debo matarlos, debo matarlos........... Repetía, a sus ojos era claro quienes eran los culpables de que todo terminara así (D.E.X.A, Shiori y Magnolia). De que fuera separado del lado de D.I.V.A, el amor tiene muchas manifestaciones. Pero en su estado más corrupto el más puro amor puede volverse en el más cruento de los odios.
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  • БАУНС NIGHTS
    Fandom OC
    Categoría Otros
    ┏━━━━━━━━━━━━━━┓
    ᵐᵒⁿᵒʳᵒˡ ; ᵐᵉᵐᵒʳⁱᵃ
    ᵗʷ ! ᵐᵉⁿᶜⁱᵒⁿᵉˢ ᵈᵉ ᵃˡᶜᵒʰᵒˡ, ᵈʳᵒᵍᵃˢ, ᵛᵒᵐⁱᵗᵒ
    ┗━━━━━━━━━━━━━━┛


    La noche estaba saturada de neón y humo, vibrando con la resaca de la música que aún zumbaba en sus oídos. Afuera, en la cruda madrugada, el aire tenía esa densidad sucia de la ciudad a altas horas: impregnado de nicotina, concreto húmedo y un inconfundible toque de vómito.

    Dmitry permanecía inmóvil, un testigo en la penumbra del callejón, su silueta apenas delineada por las luces temblorosas del cartel eléctrico sobre la entrada del club. A sus pies, su Meister estaba inclinada contra la pared, sus dedos perfectamente decorados aferrándose al ladrillo con un agarre débil.

    El borde de su falda corta estaba manchado de polvo, su maquillaje ligeramente corrido, pero incluso en ese estado, Yua seguía siendo un cuadro vibrante de blanco y dorado, de pestañas largas y uñas brillantes.

    Dmitry ladeó la cabeza, observándola con la misma paciencia con la que alguien observa el paisaje. El cigarro colgaba de sus labios, consumiéndose con la lentitud de su aliento.

    —No puedes con el alcohol ruso.

    No era solo una burla, sino también una verdad entregada con la neutralidad de quien ya había anticipado ese desenlace.

    Yua levantó la cabeza lo justo para verlo, con el ceño fruncido y la dignidad aferrándose a ella con uñas y dientes. Su labial, antes perfectamente delineado, se desvanecía en la comisura de sus labios.

    —Dima, cierra la puta boca y sujétame el pelo.

    Él dejó escapar un suspiro leve antes de moverse. Sus manos, que estaban acostumbradas a cargar cuchillas y terminar trabajos sucios, ahora recogían con total gentileza los mechones dorados de su Meister, sujetándolos con cuidado para apartarlos de su rostro.

    —Y sí puedo con el alcohol ruso, eh. —Su voz sonaba algo rasposa, aún adormilada por el licor—. No sé qué mierda le ponen ustedes a sus pastillas, raritos…

    La risa silenciosa de Dima se perdió en la brisa nocturna.

    La callejuela, angosta y desordenada, amplificaba el eco de cada jadeo ahogado y queja frustrada. El humo de su cigarro flotaba en el aire entre ellos, desvaneciéndose en la penumbra mientras Yua maldecía entre dientes, su orgullo resistiéndose a la miseria en la que se encontraba.

    —Sabes que esto es tu culpa, ¿no? —murmuró Dmitry.

    Ella agitó una mano con pereza, como si pudiera espantar sus palabras.

    —Ugh, qué pesado…

    Se cubrió la boca con el dorso de la mano, cerrando los ojos con fuerza antes de mascullar:

    —Tráeme agua.

    Dmitry no respondió. Solo metió la mano en su abrigo y sacó una botella, dejándola caer en la suya con la naturalidad de quien ya esperaba el desastre.

    —Es de la canilla. Para que sepas.

    Ella la tomó sin pensarlo, con la urgencia de alguien que busca aferrarse a cualquier salvación.

    Dima la miró en silencio mientras ella se enjuagaba la boca, su expresión carente de juicio, solo con la observación tranquila de quien ya había visto esta escena demasiadas veces antes.

    —También tengo chicles.

    No hubo respuesta inmediata. Solo el sonido del agua bajando por su garganta. Luego, sin voltear, Yua levantó la mano con la palma abierta.

    —Dámelos.

    El paquete cayó en su mano, y ella se metió uno en la boca sin ceremonias.

    —Gracias, bebi~.

    El chicle se movía perezosamente entre sus dientes cuando finalmente se enderezó, apoyando la espalda contra la pared. Sus uñas decoradas brillaban bajo la luz neón cuando se alisó la falda, con un gesto tan perezoso como impecable.

    Dmitry esperó, porque conocía el patrón.

    Yua lo miró, y la chispa traviesa volvió a sus ojos.

    —Llévame a casa.

    Dmitry no reaccionó de inmediato. Solo ladeó la cabeza, un gesto pequeño, sutil, pero suficiente para que ella entendiera que esperaba algo más.

    Y Yua nunca decepcionaba.

    Se inclinó un poco hacia él, su perfume dulce y empalagoso envolviéndolo como un eco de la fiesta que habían dejado atrás. Sus labios se curvaron con un toque de maldad divertida.

    —O qué, ¿me vas a dejar tirada en la calle?

    La respuesta de Dima fue un silencio frío, cargado de un sarcasmo tan seco que ni siquiera necesitaba palabras. Su cigarro cayó al suelo, y con un movimiento breve de su pie, lo apagó contra el pavimento.

    —No es como si tuviera otra opción —dijo finalmente, desabrochándose el abrigo para quitárselo—. Claro que te llevo. Pero me debes la mitad de lo que te quedó.

    Yua dejó escapar una carcajada nasal antes de amarrarse la prenda a la cintura con un gesto perezoso, su sonrisa radiante contrastando con su estado deplorable.

    Dmitry ni siquiera esperó a que terminara de acomodarse. En un solo movimiento, se agachó y la subió a su espalda, asegurando sus piernas con un agarre firme mientras ella soltaba un gritito de sorpresa.

    —¡Así se hace, esbirro! —canturreó, entre risas, claramente aún ebria. 

    —¿Sabes? A veces siento que solo soy eso para ti. Pero luego recuerdo que también me ves como un perro, un esclavo, un siervo... Y se me pasa.

    Yua se echó a reír, dejándose caer contra su espalda. El perfume en su cabello se mezcló con el aroma del tabaco que impregnaba la ropa de Dima. Se aferró a él sin miedo. Porque, al final, sin importar lo dura que fuera la noche, siempre la llevaba a casa.
    ┏━━━━━━━━━━━━━━┓ ᵐᵒⁿᵒʳᵒˡ ; ᵐᵉᵐᵒʳⁱᵃ ᵗʷ ! ᵐᵉⁿᶜⁱᵒⁿᵉˢ ᵈᵉ ᵃˡᶜᵒʰᵒˡ, ᵈʳᵒᵍᵃˢ, ᵛᵒᵐⁱᵗᵒ ┗━━━━━━━━━━━━━━┛ La noche estaba saturada de neón y humo, vibrando con la resaca de la música que aún zumbaba en sus oídos. Afuera, en la cruda madrugada, el aire tenía esa densidad sucia de la ciudad a altas horas: impregnado de nicotina, concreto húmedo y un inconfundible toque de vómito. Dmitry permanecía inmóvil, un testigo en la penumbra del callejón, su silueta apenas delineada por las luces temblorosas del cartel eléctrico sobre la entrada del club. A sus pies, su Meister estaba inclinada contra la pared, sus dedos perfectamente decorados aferrándose al ladrillo con un agarre débil. El borde de su falda corta estaba manchado de polvo, su maquillaje ligeramente corrido, pero incluso en ese estado, Yua seguía siendo un cuadro vibrante de blanco y dorado, de pestañas largas y uñas brillantes. Dmitry ladeó la cabeza, observándola con la misma paciencia con la que alguien observa el paisaje. El cigarro colgaba de sus labios, consumiéndose con la lentitud de su aliento. —No puedes con el alcohol ruso. No era solo una burla, sino también una verdad entregada con la neutralidad de quien ya había anticipado ese desenlace. Yua levantó la cabeza lo justo para verlo, con el ceño fruncido y la dignidad aferrándose a ella con uñas y dientes. Su labial, antes perfectamente delineado, se desvanecía en la comisura de sus labios. —Dima, cierra la puta boca y sujétame el pelo. Él dejó escapar un suspiro leve antes de moverse. Sus manos, que estaban acostumbradas a cargar cuchillas y terminar trabajos sucios, ahora recogían con total gentileza los mechones dorados de su Meister, sujetándolos con cuidado para apartarlos de su rostro. —Y sí puedo con el alcohol ruso, eh. —Su voz sonaba algo rasposa, aún adormilada por el licor—. No sé qué mierda le ponen ustedes a sus pastillas, raritos… La risa silenciosa de Dima se perdió en la brisa nocturna. La callejuela, angosta y desordenada, amplificaba el eco de cada jadeo ahogado y queja frustrada. El humo de su cigarro flotaba en el aire entre ellos, desvaneciéndose en la penumbra mientras Yua maldecía entre dientes, su orgullo resistiéndose a la miseria en la que se encontraba. —Sabes que esto es tu culpa, ¿no? —murmuró Dmitry. Ella agitó una mano con pereza, como si pudiera espantar sus palabras. —Ugh, qué pesado… Se cubrió la boca con el dorso de la mano, cerrando los ojos con fuerza antes de mascullar: —Tráeme agua. Dmitry no respondió. Solo metió la mano en su abrigo y sacó una botella, dejándola caer en la suya con la naturalidad de quien ya esperaba el desastre. —Es de la canilla. Para que sepas. Ella la tomó sin pensarlo, con la urgencia de alguien que busca aferrarse a cualquier salvación. Dima la miró en silencio mientras ella se enjuagaba la boca, su expresión carente de juicio, solo con la observación tranquila de quien ya había visto esta escena demasiadas veces antes. —También tengo chicles. No hubo respuesta inmediata. Solo el sonido del agua bajando por su garganta. Luego, sin voltear, Yua levantó la mano con la palma abierta. —Dámelos. El paquete cayó en su mano, y ella se metió uno en la boca sin ceremonias. —Gracias, bebi~. El chicle se movía perezosamente entre sus dientes cuando finalmente se enderezó, apoyando la espalda contra la pared. Sus uñas decoradas brillaban bajo la luz neón cuando se alisó la falda, con un gesto tan perezoso como impecable. Dmitry esperó, porque conocía el patrón. Yua lo miró, y la chispa traviesa volvió a sus ojos. —Llévame a casa. Dmitry no reaccionó de inmediato. Solo ladeó la cabeza, un gesto pequeño, sutil, pero suficiente para que ella entendiera que esperaba algo más. Y Yua nunca decepcionaba. Se inclinó un poco hacia él, su perfume dulce y empalagoso envolviéndolo como un eco de la fiesta que habían dejado atrás. Sus labios se curvaron con un toque de maldad divertida. —O qué, ¿me vas a dejar tirada en la calle? La respuesta de Dima fue un silencio frío, cargado de un sarcasmo tan seco que ni siquiera necesitaba palabras. Su cigarro cayó al suelo, y con un movimiento breve de su pie, lo apagó contra el pavimento. —No es como si tuviera otra opción —dijo finalmente, desabrochándose el abrigo para quitárselo—. Claro que te llevo. Pero me debes la mitad de lo que te quedó. Yua dejó escapar una carcajada nasal antes de amarrarse la prenda a la cintura con un gesto perezoso, su sonrisa radiante contrastando con su estado deplorable. Dmitry ni siquiera esperó a que terminara de acomodarse. En un solo movimiento, se agachó y la subió a su espalda, asegurando sus piernas con un agarre firme mientras ella soltaba un gritito de sorpresa. —¡Así se hace, esbirro! —canturreó, entre risas, claramente aún ebria.  —¿Sabes? A veces siento que solo soy eso para ti. Pero luego recuerdo que también me ves como un perro, un esclavo, un siervo... Y se me pasa. Yua se echó a reír, dejándose caer contra su espalda. El perfume en su cabello se mezcló con el aroma del tabaco que impregnaba la ropa de Dima. Se aferró a él sin miedo. Porque, al final, sin importar lo dura que fuera la noche, siempre la llevaba a casa.
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  • ꘓ𐔌During the odyssey
    "Dije que cuando terminara de tejer, me casaría...lo que no saben, es que todas las noches, deshago todo el trabajo que hice."
    「ᴾʰᵒᵗᵒ ᶜʳᵉᵈᶦᵗˢ⭒˖ ࣪VirusAP (YT)ˎˊ˗
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