• ⠀⠀⠀⠀Todo era absurdamente normal. Tan normal que parecía ofensivo. Kazuha estaba de pie en una cocina soleada, bañada por una luz demasiado dorada para ser real, con un olor a café y galletas de mantequilla recién horneadas que lo impregnaba todo. Era un lugar completamente desconocido para ella, pero demasiado familiar para su anfitrión. Y ella lo sabía, podía sentir el dulce aroma de una infancia que no le pertenecía.

    —Hmmm, vamos, sé que estás aquí, escondiéndote ~... —murmuró para si, mientras daba pasos lentos, cautelosos.

    Se supone que aquel lugar debería ser un lugar seguro. Extendió una mano, y una sensación de dolor leve le recorrió el brazo. Conceder tantos deseos seguidos los últimos días la había dejado débil, vaciada, como una batería gastada. Su magia respondía con lentitud, con un zumbido débil y doloroso. Necesitaba ese cristal de Luminara. Necesitaba ese recuerdo.

    Con un suspiro de esfuerzo, concentró un hilo de energía caótica en la yema de su dedo. El efecto fue inmediato. La luz solar perfecta se volvió más amarilla, luego verde, hasta teeminar convirtiéndose en un rojo enfermizo. El olor a café se volvió agrio, algo más similar al olor del vinagre.

    —Eso es. Así me gusta ~ —respiró, y una gota de sudor frío recorrió su sien.

    El sueño, herido, se defendió. Las paredes de la cocina se inclinaron hacía dentro, como si pidieran caerse en cualquier momento. Los muebles se alargaron, las sombras se retorcían. El chillido de una tetera surgió de ninguna parte, aumentando hasta convertirse en un grito desgarrador.

    El sueño se había convertido en pesadilla. Y en el corazón de toda pesadilla, late el recuerdo que la alimenta.

    Sonrió y siguió el sonido, esquivando las manos que emergían de la nevera y pisando el suelo que ahora se sentía blando, como gelatina. Finalmente lo vio, una puerta de armario bajo el fregadero, de la cual salió un brillo tenue.

    Al abrir la puerta, no había oscuridad. Había un instante congelado: un niño escondido, mirando a través de una rendija, presenciando algo que un niño nunca debería ver. El Recuerdo. Flotaba allí, un núcleo de dolor puro y brillante.

    —Mio —susurró, con una mezcla de triunfo y agotamiento.

    Sacó un cristal de Luminara en bruto de un bolsillo de su pantalón. Con una última y dolorosa descarga de voluntad, guió el recuerdo hacia el cristal. La escena congelada se comprimió, destellando una vez con una luz cegadora que quedó sellada dentro de la gema, que ahora titilaba con una luz carmesí profunda y cálida.

    La pesadilla se desvaneció instantáneamente alrededor de ella, como arena cayendo. La transición fue violenta. En un momento estaba en la pesadilla desvaneciéndose, sellando el recuerdo en el cristal de Luminara. Al siguiente, fue arrojada al vacío etéreo del Subplano del Sueño.

    Allí, entre planos, entre el espacio entre espacios, el aire no era aire, era una sustancia gélida y espesa de pesadillas colectivas que casi se resistía a ser respiraba. Remolinos de colores que susurraban silenciosamente giraban a su alrededor. No era un lugar, era la idea de un lugar. Y como ella ya sabía, estaba lleno de cosas hambrientas.

    Aún vulnerable y agotada por el esfuerzo de sostener el ritual de extracción, intento orientarse. El cristal de Luminara en su mano palpitaba, y vertia parte de la energía vital en ella, pero el proceso era lento, como una transfusión que apenas comenzaba.

    Entonces lo sintió. Una presencia fría y afilada que se movía contra la corriente del caos onírico, atraída por el destello de poder del cristal recién cargado.

    —No —logró gruñir, tratando de impulsarse lejos— Ahg, ¡¡¡Ahora no!!!

    Era tarde. Una sombra hecha de intención depredadora se lanzó hacia ella. No tenía garras, pero su esencia era un filo. Intentó desviarse, pero su agotamiento la traicionó.

    Un dolor agudo y frío le desgarró el costado, justo por debajo de las costillas. No sangró en el sentido tradicional; su esencia vital, su energía, brotó de la herida en un fino vapor rojizo brillante antes de que ella logrará empuñar la daga de obsidiana que escondía en el interior de sus botas y la clavara en la criatura, que se disolvió casi al instante en la nada, con una sonrisa, satisfecha con su bocado, había probado su esencia.

    —¡Maldita sea! —escupió, apretsndo la herida con la mano libre. El dolor era real, punzante, frío.

    Sabia las reglas. Lo que sucedía aquí, se plasmaba en su cuerpo físico. Con un acto final de voluntad, se concentró en su cuerpo físico, en la fría soledad de su mansión, y se aferró a aquella realidad como un ancla.

    Se despertó de golpe, incorporándose en el suelo de madera del salón principal con un jadeo áspero. La primera sensación fue el peso del cristal en su mano derecha. La segunda, el dolor ardiente y húmedo en el costado izquierdo.

    Bajó la mirada. Su blusa estaba empapada de una mancha oscura y húmeda que solo podía ser sangre. Al levantar la tela, reveló un corté limpio pero profundo, de cuyo centro emanaba un tenue resplandor ámbar, la marca residual inconfundible de una herida hecha con energía onírica.

    Un recordatorio. Un trofeo. Un precio adicional. Con un suspiro que era más de fastidio que de queja, se puso de pie y caminó haciendo un esfuerzo extra hacia el estante. Tomó un frasco de ungüento y vendas que siempre tenía a mano. Los negocios, como siempre, tenían sus costos operativos.
    ⠀⠀⠀⠀Todo era absurdamente normal. Tan normal que parecía ofensivo. Kazuha estaba de pie en una cocina soleada, bañada por una luz demasiado dorada para ser real, con un olor a café y galletas de mantequilla recién horneadas que lo impregnaba todo. Era un lugar completamente desconocido para ella, pero demasiado familiar para su anfitrión. Y ella lo sabía, podía sentir el dulce aroma de una infancia que no le pertenecía. —Hmmm, vamos, sé que estás aquí, escondiéndote ~... —murmuró para si, mientras daba pasos lentos, cautelosos. Se supone que aquel lugar debería ser un lugar seguro. Extendió una mano, y una sensación de dolor leve le recorrió el brazo. Conceder tantos deseos seguidos los últimos días la había dejado débil, vaciada, como una batería gastada. Su magia respondía con lentitud, con un zumbido débil y doloroso. Necesitaba ese cristal de Luminara. Necesitaba ese recuerdo. Con un suspiro de esfuerzo, concentró un hilo de energía caótica en la yema de su dedo. El efecto fue inmediato. La luz solar perfecta se volvió más amarilla, luego verde, hasta teeminar convirtiéndose en un rojo enfermizo. El olor a café se volvió agrio, algo más similar al olor del vinagre. —Eso es. Así me gusta ~ —respiró, y una gota de sudor frío recorrió su sien. El sueño, herido, se defendió. Las paredes de la cocina se inclinaron hacía dentro, como si pidieran caerse en cualquier momento. Los muebles se alargaron, las sombras se retorcían. El chillido de una tetera surgió de ninguna parte, aumentando hasta convertirse en un grito desgarrador. El sueño se había convertido en pesadilla. Y en el corazón de toda pesadilla, late el recuerdo que la alimenta. Sonrió y siguió el sonido, esquivando las manos que emergían de la nevera y pisando el suelo que ahora se sentía blando, como gelatina. Finalmente lo vio, una puerta de armario bajo el fregadero, de la cual salió un brillo tenue. Al abrir la puerta, no había oscuridad. Había un instante congelado: un niño escondido, mirando a través de una rendija, presenciando algo que un niño nunca debería ver. El Recuerdo. Flotaba allí, un núcleo de dolor puro y brillante. —Mio —susurró, con una mezcla de triunfo y agotamiento. Sacó un cristal de Luminara en bruto de un bolsillo de su pantalón. Con una última y dolorosa descarga de voluntad, guió el recuerdo hacia el cristal. La escena congelada se comprimió, destellando una vez con una luz cegadora que quedó sellada dentro de la gema, que ahora titilaba con una luz carmesí profunda y cálida. La pesadilla se desvaneció instantáneamente alrededor de ella, como arena cayendo. La transición fue violenta. En un momento estaba en la pesadilla desvaneciéndose, sellando el recuerdo en el cristal de Luminara. Al siguiente, fue arrojada al vacío etéreo del Subplano del Sueño. Allí, entre planos, entre el espacio entre espacios, el aire no era aire, era una sustancia gélida y espesa de pesadillas colectivas que casi se resistía a ser respiraba. Remolinos de colores que susurraban silenciosamente giraban a su alrededor. No era un lugar, era la idea de un lugar. Y como ella ya sabía, estaba lleno de cosas hambrientas. Aún vulnerable y agotada por el esfuerzo de sostener el ritual de extracción, intento orientarse. El cristal de Luminara en su mano palpitaba, y vertia parte de la energía vital en ella, pero el proceso era lento, como una transfusión que apenas comenzaba. Entonces lo sintió. Una presencia fría y afilada que se movía contra la corriente del caos onírico, atraída por el destello de poder del cristal recién cargado. —No —logró gruñir, tratando de impulsarse lejos— Ahg, ¡¡¡Ahora no!!! Era tarde. Una sombra hecha de intención depredadora se lanzó hacia ella. No tenía garras, pero su esencia era un filo. Intentó desviarse, pero su agotamiento la traicionó. Un dolor agudo y frío le desgarró el costado, justo por debajo de las costillas. No sangró en el sentido tradicional; su esencia vital, su energía, brotó de la herida en un fino vapor rojizo brillante antes de que ella logrará empuñar la daga de obsidiana que escondía en el interior de sus botas y la clavara en la criatura, que se disolvió casi al instante en la nada, con una sonrisa, satisfecha con su bocado, había probado su esencia. —¡Maldita sea! —escupió, apretsndo la herida con la mano libre. El dolor era real, punzante, frío. Sabia las reglas. Lo que sucedía aquí, se plasmaba en su cuerpo físico. Con un acto final de voluntad, se concentró en su cuerpo físico, en la fría soledad de su mansión, y se aferró a aquella realidad como un ancla. Se despertó de golpe, incorporándose en el suelo de madera del salón principal con un jadeo áspero. La primera sensación fue el peso del cristal en su mano derecha. La segunda, el dolor ardiente y húmedo en el costado izquierdo. Bajó la mirada. Su blusa estaba empapada de una mancha oscura y húmeda que solo podía ser sangre. Al levantar la tela, reveló un corté limpio pero profundo, de cuyo centro emanaba un tenue resplandor ámbar, la marca residual inconfundible de una herida hecha con energía onírica. Un recordatorio. Un trofeo. Un precio adicional. Con un suspiro que era más de fastidio que de queja, se puso de pie y caminó haciendo un esfuerzo extra hacia el estante. Tomó un frasco de ungüento y vendas que siempre tenía a mano. Los negocios, como siempre, tenían sus costos operativos.
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  • ¡Hoy es un día especial en FicRol!
    No uno, ni dos... ¡sino CINCO personajes están de cumpleaños hoy!
    Así que toca llenar el día de felicitaciones, buen rollo y mucho cariño para:

    𝓘𝓷𝓪𝓻𝓪 𝓥𝓲𝓮𝓵𝓵𝓪
    Hansel Bae Jisung
    Cody Stark
    Anneliese
    Sei Kim


    ¡Esperamos que todos reciban muchas escenas bonitas, abrazos en off y alguna que otra sorpresa!
    ¿Y tú? ¿Vas a felicitarles o a llevarles una trama de regalo?
    📅✨ ¡Hoy es un día especial en FicRol! ✨📅 No uno, ni dos... ¡sino CINCO personajes están de cumpleaños hoy! 🎉 Así que toca llenar el día de felicitaciones, buen rollo y mucho cariño para: 🎂 [Inara01] 🎂 [shimmer_fuchsia_sheep_555] 🎂 [frost_amethyst_giraffe_864] 🎂 [BARB1E] 🎂 [frost_onyx_bat_227] ¡Esperamos que todos reciban muchas escenas bonitas, abrazos en off y alguna que otra sorpresa! 🎁 ¿Y tú? ¿Vas a felicitarles o a llevarles una trama de regalo?
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  • Cita tensa y vigilada.
    Fandom Original
    Categoría Otros
    El despacho era vasto, desproporcionado incluso para una sola persona. Los muros de madera oscura estaban cubiertos por estanterías repletas de libros que parecían observadores mudos de cada palabra pronunciada allí. Una alfombra persa extendía sus tonos rojizos bajo el escritorio de caoba maciza, tan pulido que reflejaba las luces cálidas del candelabro de cristal que colgaba del techo. La chimenea al fondo crepitaba con elegancia calculada, llenando la estancia de un calor que, paradójicamente, no alcanzaba a suavizar la frialdad que flotaba en el aire.

    Ella permanecía de pie junto al ventanal, una figura recortada contra la noche. El vestido negro que llevaba parecía devorar la luz, y el brillo de la copa de vino en su mano era el único punto de vulnerabilidad que dejaba entrever. Desde allí podía ver el jardín exterior: esculturas de mármol bañadas por faroles, y, más allá, sombras que se movían con disciplina. Vigilancia. Siempre vigilancia.

    Se giró despacio, sus tacones resonando con eco suave en el mármol del suelo. Frente a ella, sentado con una calma en apariencia imperturbable, estaba él. Sus manos entrelazadas descansaban sobre el escritorio, pero la rigidez de sus hombros lo traicionaba. Parecía esperar, medir, calcular.

    Ella dejó la copa sobre una mesa lateral sin probar una sola gota. El tintineo del cristal al tocar la superficie sonó como un campanazo que anunciaba el inicio de algo inevitable. Entonces habló. Su voz era baja, firme, impregnada de una ironía que no necesitaba adornos:

    —Nunca imaginé que terminaríamos aquí… en un despacho que ni siquiera nos pertenece, rodeados de ojos que no pestañean.

    Hizo una pausa, avanzando un par de pasos hacia él, lenta, deliberadamente.

    —Y sin embargo, aquí estamos. Tú sentado como si dominaras la situación… y yo preguntándome cuánto tiempo nos dejarán seguir hablando antes de que alguien decida interrumpir.
    El despacho era vasto, desproporcionado incluso para una sola persona. Los muros de madera oscura estaban cubiertos por estanterías repletas de libros que parecían observadores mudos de cada palabra pronunciada allí. Una alfombra persa extendía sus tonos rojizos bajo el escritorio de caoba maciza, tan pulido que reflejaba las luces cálidas del candelabro de cristal que colgaba del techo. La chimenea al fondo crepitaba con elegancia calculada, llenando la estancia de un calor que, paradójicamente, no alcanzaba a suavizar la frialdad que flotaba en el aire. Ella permanecía de pie junto al ventanal, una figura recortada contra la noche. El vestido negro que llevaba parecía devorar la luz, y el brillo de la copa de vino en su mano era el único punto de vulnerabilidad que dejaba entrever. Desde allí podía ver el jardín exterior: esculturas de mármol bañadas por faroles, y, más allá, sombras que se movían con disciplina. Vigilancia. Siempre vigilancia. Se giró despacio, sus tacones resonando con eco suave en el mármol del suelo. Frente a ella, sentado con una calma en apariencia imperturbable, estaba él. Sus manos entrelazadas descansaban sobre el escritorio, pero la rigidez de sus hombros lo traicionaba. Parecía esperar, medir, calcular. Ella dejó la copa sobre una mesa lateral sin probar una sola gota. El tintineo del cristal al tocar la superficie sonó como un campanazo que anunciaba el inicio de algo inevitable. Entonces habló. Su voz era baja, firme, impregnada de una ironía que no necesitaba adornos: —Nunca imaginé que terminaríamos aquí… en un despacho que ni siquiera nos pertenece, rodeados de ojos que no pestañean. Hizo una pausa, avanzando un par de pasos hacia él, lenta, deliberadamente. —Y sin embargo, aquí estamos. Tú sentado como si dominaras la situación… y yo preguntándome cuánto tiempo nos dejarán seguir hablando antes de que alguien decida interrumpir.
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    Individual
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  • "Es hora de trabajar, encargarme de unos empresarios deudores de mi jefe, no puedo permitir que sigan sin pagar, por las buenas o por las malas, o las peores."

    Renjiro cerró el aula con calma, como si nada pesara en sus hombros. Sus estudiantes pensaban que era un hombre brillante, un académico apasionado por su oficio. Nadie sospechaba que debajo de esa fachada impecable se escondía el otro rostro, el que se activaba cuando caía la noche.

    El primer destino fue un despacho privado, donde tres empresarios nerviosos lo esperaban. La mesa estaba cubierta de documentos, contratos que no habían cumplido, promesas vacías. Renjiro se sentó frente a ellos, sacando un pañuelo para limpiar las lentes de sus gafas.
    —He sido claro antes —susurró, su voz tranquila, como si recitara un verso—. Mi jefe no aprecia las demoras.

    Uno intentó justificar el retraso, pero antes de que terminara, el sonido metálico de una navaja plegándose rompió la tensión. Renjiro no levantó la voz, no necesitó amenazar. Bastó un gesto sutil, un movimiento casi elegante… y el silencio volvió a reinar, teñido de un rojo discreto que manchaba los papeles.

    Más tarde, en un estacionamiento subterráneo, el escenario fue distinto. Allí no hubo palabras ni advertencias. Solo un eco de pasos, un susurro en la oscuridad y el golpe sordo de un cuerpo desplomándose. Renjiro trabajaba con precisión quirúrgica: rápido, eficiente, sin alardes. Cuando terminó, apenas una mancha de sangre se deslizó por su guante, que limpió con el mismo pañuelo blanco que antes había usado para sus gafas.

    La noche cerró con él de regreso en su oficina de profesor. Encendió la lámpara, sacó un cuaderno y corrigió un ensayo como si la sangre aún fresca en su memoria fuese solo tinta derramada sobre un papel.

    Para Renjiro, la muerte era un lenguaje. Y él, un académico que lo dominaba en silencio.
    "Es hora de trabajar, encargarme de unos empresarios deudores de mi jefe, no puedo permitir que sigan sin pagar, por las buenas o por las malas, o las peores." Renjiro cerró el aula con calma, como si nada pesara en sus hombros. Sus estudiantes pensaban que era un hombre brillante, un académico apasionado por su oficio. Nadie sospechaba que debajo de esa fachada impecable se escondía el otro rostro, el que se activaba cuando caía la noche. El primer destino fue un despacho privado, donde tres empresarios nerviosos lo esperaban. La mesa estaba cubierta de documentos, contratos que no habían cumplido, promesas vacías. Renjiro se sentó frente a ellos, sacando un pañuelo para limpiar las lentes de sus gafas. —He sido claro antes —susurró, su voz tranquila, como si recitara un verso—. Mi jefe no aprecia las demoras. Uno intentó justificar el retraso, pero antes de que terminara, el sonido metálico de una navaja plegándose rompió la tensión. Renjiro no levantó la voz, no necesitó amenazar. Bastó un gesto sutil, un movimiento casi elegante… y el silencio volvió a reinar, teñido de un rojo discreto que manchaba los papeles. Más tarde, en un estacionamiento subterráneo, el escenario fue distinto. Allí no hubo palabras ni advertencias. Solo un eco de pasos, un susurro en la oscuridad y el golpe sordo de un cuerpo desplomándose. Renjiro trabajaba con precisión quirúrgica: rápido, eficiente, sin alardes. Cuando terminó, apenas una mancha de sangre se deslizó por su guante, que limpió con el mismo pañuelo blanco que antes había usado para sus gafas. La noche cerró con él de regreso en su oficina de profesor. Encendió la lámpara, sacó un cuaderno y corrigió un ensayo como si la sangre aún fresca en su memoria fuese solo tinta derramada sobre un papel. Para Renjiro, la muerte era un lenguaje. Y él, un académico que lo dominaba en silencio.
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  • La biblioteca estaba en silencio, como si el mundo hubiese decidido hacer una pausa. El sol se filtraba por los ventanales altos, tiñendo de oro viejo las mesas y estanterías mientras Lilith sentada sola, con su celular en mano, habia terminado su tarea asi que prefirio pasar un tiempo solo ella, su celular y el carrete de fotos, buscando borrar fotos de poco valor o imagenes que solo ocupaban espacio.
    Hasta que se detuvo en una foto que la hizo mirar el celular con seriedad, con dolor , y peor aun con verguenza.
    La foto la mostraba sonriendo, su rostro tomado con amor por su ex. El chico que alguna vez le prometió que no le importaba su apellido, ni su historia, ni el peso que cargaba, pero no habia nada mas falso que esas palabras vacias.

    Las voces de las chicas de la escuela regresaron como ecos venenosos “Te aman por tu apellido.”, “Es fácil atraer chicos cuando eres una Blackwood.”, “¿De verdad crees que él está contigo porque te ama?”, “Barata.”, “Ilusa.”
    Y luego, la peor herida. La que no venía de rumores, sino de su propia boca, aquel día en que él la dejó:
    “Agh debiste decirme eso desde un inicio, no sere parte de los Blackwood aunque me case contigo... solo perdi mi tiempo"

    El Eco de esas palabras aun dolia, pero lo que parecia doler mas era saber, que era verdad que no tenia amistades sinceras mas que sus hermanos, que nadie la amaria por quien era y no lo que representaba su apellido, con frialdad en su mirada y apretando el boton de borrar elimino la foto, como si eso eliminara tambien el dolor que sentia.

    Sin animo se mostarse como "Lilith Blackwood" solo recargo su dorso en la mesa de la biblioteca para poder cerrar los ojos esperando que esos recuerdos se fueran.
    La biblioteca estaba en silencio, como si el mundo hubiese decidido hacer una pausa. El sol se filtraba por los ventanales altos, tiñendo de oro viejo las mesas y estanterías mientras Lilith sentada sola, con su celular en mano, habia terminado su tarea asi que prefirio pasar un tiempo solo ella, su celular y el carrete de fotos, buscando borrar fotos de poco valor o imagenes que solo ocupaban espacio. Hasta que se detuvo en una foto que la hizo mirar el celular con seriedad, con dolor , y peor aun con verguenza. La foto la mostraba sonriendo, su rostro tomado con amor por su ex. El chico que alguna vez le prometió que no le importaba su apellido, ni su historia, ni el peso que cargaba, pero no habia nada mas falso que esas palabras vacias. Las voces de las chicas de la escuela regresaron como ecos venenosos “Te aman por tu apellido.”, “Es fácil atraer chicos cuando eres una Blackwood.”, “¿De verdad crees que él está contigo porque te ama?”, “Barata.”, “Ilusa.” Y luego, la peor herida. La que no venía de rumores, sino de su propia boca, aquel día en que él la dejó: “Agh debiste decirme eso desde un inicio, no sere parte de los Blackwood aunque me case contigo... solo perdi mi tiempo" El Eco de esas palabras aun dolia, pero lo que parecia doler mas era saber, que era verdad que no tenia amistades sinceras mas que sus hermanos, que nadie la amaria por quien era y no lo que representaba su apellido, con frialdad en su mirada y apretando el boton de borrar elimino la foto, como si eso eliminara tambien el dolor que sentia. Sin animo se mostarse como "Lilith Blackwood" solo recargo su dorso en la mesa de la biblioteca para poder cerrar los ojos esperando que esos recuerdos se fueran.
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  • El parque estaba casi vacío, bañado por la luz dorada del atardecer. Lilith Blackwood se había instalado en una banca de hierro forjado, cruzando una pierna sobre la otra con elegancia casual.

    Con el celular entre las manos, Lilith deslizaba lentamente por su perfil de Instagram. Las fotos brillaban en la pantalla: poses calculadas, miradas intensas, escenarios urbanos y editoriales. Todo impecable… pero algo no le terminaba de convencer.

    —“¿Demasiado frío? ¿Demasiado perfecto?” —pensó, frunciendo levemente el ceño.

    Amplió una imagen en blanco y negro donde su silueta se recortaba contra un ventanal lluvioso. Era hermosa, sí, pero distante. Cerró los ojos un segundo, dejando que el aire fresco le despeinara un mechón rebelde.

    —“Tal vez necesito algo más crudo… más real. ¿Y si muestro algo de mí fuera del lente? Un detrás de cámaras, una risa espontánea, un momento sin filtro…”

    Feliz y con ideas en la cabeza abrió la app de notas y escribió:
    > “Nueva sesión: luz natural, sin maquillaje. Café, libros, piel real. Mostrarme sin escudos.” <

    Sonrió apenas. No era una decisión definitiva, pero era un comienzo. Guardó el teléfono, se recostó hacia atrás y dejó que el cielo se tiñera sobre su blanco cabello dándole un color dorado mientras cerraba los ojos suavemente.
    El parque estaba casi vacío, bañado por la luz dorada del atardecer. Lilith Blackwood se había instalado en una banca de hierro forjado, cruzando una pierna sobre la otra con elegancia casual. Con el celular entre las manos, Lilith deslizaba lentamente por su perfil de Instagram. Las fotos brillaban en la pantalla: poses calculadas, miradas intensas, escenarios urbanos y editoriales. Todo impecable… pero algo no le terminaba de convencer. —“¿Demasiado frío? ¿Demasiado perfecto?” —pensó, frunciendo levemente el ceño. Amplió una imagen en blanco y negro donde su silueta se recortaba contra un ventanal lluvioso. Era hermosa, sí, pero distante. Cerró los ojos un segundo, dejando que el aire fresco le despeinara un mechón rebelde. —“Tal vez necesito algo más crudo… más real. ¿Y si muestro algo de mí fuera del lente? Un detrás de cámaras, una risa espontánea, un momento sin filtro…” Feliz y con ideas en la cabeza abrió la app de notas y escribió: > “Nueva sesión: luz natural, sin maquillaje. Café, libros, piel real. Mostrarme sin escudos.” < Sonrió apenas. No era una decisión definitiva, pero era un comienzo. Guardó el teléfono, se recostó hacia atrás y dejó que el cielo se tiñera sobre su blanco cabello dándole un color dorado mientras cerraba los ojos suavemente.
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  • Ya que el rey se a ganado méritos y aún más con lo que hizo hoy ¿Porque no regresarle el favor ?

    -el Yako piso firmemente el suelo observando desde la lejanía a su presa. Aquel hombre humano que tanto atesoraba el rey del infierno -

    Sería una pena que una bestia terminara con su vida, que hermoso final

    -abrio el hocico bañado en saliva disfruta imaginando de que formas lo va a torturar porque no bastará con matarlo primero le hará sufrir una agonía inhumana -

    Alastor Dëmøń
    Ya que el rey se a ganado méritos y aún más con lo que hizo hoy ¿Porque no regresarle el favor ? -el Yako piso firmemente el suelo observando desde la lejanía a su presa. Aquel hombre humano que tanto atesoraba el rey del infierno - Sería una pena que una bestia terminara con su vida, que hermoso final -abrio el hocico bañado en saliva disfruta imaginando de que formas lo va a torturar porque no bastará con matarlo primero le hará sufrir una agonía inhumana - [Dem0n]
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  • [Vuelvo a publicar porque la app no me deja subir imágenes de mnres]



    •Recuerdos de Haku•


    {Desde pequeña siempre sentí que no pertenecía del todo a este mundo. Como si el suelo bajo mis pies no terminara de aceptarme. Un espíritu que sólo yo podía ver, Para otros era un juego de niña, un amigo imaginario, un delirio infantil… hasta que empezaron a murmurar que quizá estaba loca.}

    {Pero en la casa de mis padres todo era distinto. Ellos jamás me miraron con ese juicio en los ojos. Con ellos podía reír, correr, jugar… sentir que pertenecía. Fue mi padre quien me enseñó a no temer a los espectros que se aferrarían a mí hasta el final, fruto de mi magia nigromante.}

    —No todos los espíritus son enemigos. Algunos son terror puro, pero también pueden ser maravillas misteriosas ocultas del mundo. Aprende a verlos con los dos ojos, no sólo con el del miedo.

    {La primera vez que vi al mío… no lo negaré, quise gritar, quise huir. Era sólo una sombra informe, costrosa, cubierta de un velo fantasmal, grotesco. Su sola presencia me inquietaba. Y, sin embargo, con cada aparición, esa figura iba cambiando. Su silueta se volvía menos amenazante, menos monstruosa, como si respondiera a lo que veía en mí. Jamás entendí por qué, pero mi padre me explicó que los espíritus también eligen: él estaba esforzándose por no parecerme un monstruo.}

    —Papá… dile que se vaya… por favor… yo ya no quiero verlo…

    {Mis lágrimas caían, el miedo me ahogaba. Mi padre, paciente, me sostuvo contra su pecho, acunándome. Sentí cómo sus labios besaban mi frente y sus dedos acariciaban suavemente en mi cabello. Su voz dulce, me susurró:}

    —Cuando tengas miedo, recuerda esto, Haku: tú tienes el poder de dominarlo. Hazlo tuyo, somételo, no dejes que te gobierne. El miedo no es dueño de ti, tú eres su dueña. Nadie, ni siquiera yo, puede luchar esa batalla por ti. Sólo tú puedes enfrentarlo y vencerlo.

    {Levanté mis ojos hacia él. Su mirada estaba cargada de ternura infinita, como si en mí viera el tesoro más preciado de su vida. Y, por un instante, creí que eso era suficiente. Que bastaba con estar en sus brazos para que nada malo pudiera tocarme. Pero la sombra seguía ahí… inmóvil, agazapada en la esquina de mi habitación, pegada al reflejo oscuro de la ventana. Alta, oscura, fría. Sólo sus ojos brillantes, fijos en mí, me recordaban su existencia.}

    {Con un gesto suave, mi padre limpió mis lágrimas. Solté un pequeño respiro, luego un impulso infantil me hizo saltar de la cama. Agarré una almohada… y se la arrojé. Luego otra. Y otra más.}

    —¡Vete! ¡Vete de aquí! ¡Ya no quiero verte nunca más!

    Mis pies descalzos tocaron el suelo al acercarme más y más a esa sombra. El corazón me golpeaba con tanta fuerza que pensé que se me saldría del pecho, pero la presencia de mi padre me daba valor. Nada me haría daño mientras él estuviera a mi lado. Finalmente, me planté frente a esa silueta. Levanté mi rostro, alzando la barbilla desafiante, hasta encontrar esos ojos incandescentes.}

    —Ya no te tengo miedo. ¡Vete!

    {El espíritu me observó en un silencio eterno. Ese silencio que oprime. Lo odiaba. Lo detestaba. Pero cuando ya estaba segura de que jamás desaparecería, ocurrió lo impensado. Mis ojos se abrieron de par en par: la sombra se fragmentó, se quebró como humo en el viento… y con un leve puff, simplemente se desvaneció.}
    ⚠️[Vuelvo a publicar porque la app no me deja subir imágenes de mnres⚠️] •Recuerdos de Haku•📖 {Desde pequeña siempre sentí que no pertenecía del todo a este mundo. Como si el suelo bajo mis pies no terminara de aceptarme. Un espíritu que sólo yo podía ver, Para otros era un juego de niña, un amigo imaginario, un delirio infantil… hasta que empezaron a murmurar que quizá estaba loca.} {Pero en la casa de mis padres todo era distinto. Ellos jamás me miraron con ese juicio en los ojos. Con ellos podía reír, correr, jugar… sentir que pertenecía. Fue mi padre quien me enseñó a no temer a los espectros que se aferrarían a mí hasta el final, fruto de mi magia nigromante.} —No todos los espíritus son enemigos. Algunos son terror puro, pero también pueden ser maravillas misteriosas ocultas del mundo. Aprende a verlos con los dos ojos, no sólo con el del miedo. {La primera vez que vi al mío… no lo negaré, quise gritar, quise huir. Era sólo una sombra informe, costrosa, cubierta de un velo fantasmal, grotesco. Su sola presencia me inquietaba. Y, sin embargo, con cada aparición, esa figura iba cambiando. Su silueta se volvía menos amenazante, menos monstruosa, como si respondiera a lo que veía en mí. Jamás entendí por qué, pero mi padre me explicó que los espíritus también eligen: él estaba esforzándose por no parecerme un monstruo.} —Papá… dile que se vaya… por favor… yo ya no quiero verlo… {Mis lágrimas caían, el miedo me ahogaba. Mi padre, paciente, me sostuvo contra su pecho, acunándome. Sentí cómo sus labios besaban mi frente y sus dedos acariciaban suavemente en mi cabello. Su voz dulce, me susurró:} —Cuando tengas miedo, recuerda esto, Haku: tú tienes el poder de dominarlo. Hazlo tuyo, somételo, no dejes que te gobierne. El miedo no es dueño de ti, tú eres su dueña. Nadie, ni siquiera yo, puede luchar esa batalla por ti. Sólo tú puedes enfrentarlo y vencerlo. {Levanté mis ojos hacia él. Su mirada estaba cargada de ternura infinita, como si en mí viera el tesoro más preciado de su vida. Y, por un instante, creí que eso era suficiente. Que bastaba con estar en sus brazos para que nada malo pudiera tocarme. Pero la sombra seguía ahí… inmóvil, agazapada en la esquina de mi habitación, pegada al reflejo oscuro de la ventana. Alta, oscura, fría. Sólo sus ojos brillantes, fijos en mí, me recordaban su existencia.} {Con un gesto suave, mi padre limpió mis lágrimas. Solté un pequeño respiro, luego un impulso infantil me hizo saltar de la cama. Agarré una almohada… y se la arrojé. Luego otra. Y otra más.} —¡Vete! ¡Vete de aquí! ¡Ya no quiero verte nunca más! Mis pies descalzos tocaron el suelo al acercarme más y más a esa sombra. El corazón me golpeaba con tanta fuerza que pensé que se me saldría del pecho, pero la presencia de mi padre me daba valor. Nada me haría daño mientras él estuviera a mi lado. Finalmente, me planté frente a esa silueta. Levanté mi rostro, alzando la barbilla desafiante, hasta encontrar esos ojos incandescentes.} —Ya no te tengo miedo. ¡Vete! {El espíritu me observó en un silencio eterno. Ese silencio que oprime. Lo odiaba. Lo detestaba. Pero cuando ya estaba segura de que jamás desaparecería, ocurrió lo impensado. Mis ojos se abrieron de par en par: la sombra se fragmentó, se quebró como humo en el viento… y con un leve puff, simplemente se desvaneció.}
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  • ── No me mires así... Las flores son preciosas...

    Aquella corona de flores se la había regalado su cuñada y no planeaba quitársela hasta que terminara el día, así ella no lo viera no se las quitaría, ella había perdido una hermana y si Alexa tenia que llevar flores todo el día para que Adriana fuera feliz y libre como siempre era, lo haría sin dudar.

    ── Y no quiero ningún comentario, me las dio mi hermanita y no me las voy a quitar...
    ── No me mires así... Las flores son preciosas... Aquella corona de flores se la había regalado su cuñada y no planeaba quitársela hasta que terminara el día, así ella no lo viera no se las quitaría, ella había perdido una hermana y si Alexa tenia que llevar flores todo el día para que Adriana fuera feliz y libre como siempre era, lo haría sin dudar. ── Y no quiero ningún comentario, me las dio mi hermanita y no me las voy a quitar...
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Un grupo estaba explorando las extrañas de la zona costeña de Sudamérica dentro de unas grietas en una costa encontraron un camino directo a unas ruinas , un soldado del grupo encontró rastro de sangre que dirigía a un altar

    - Aquí , grupo "verde 4" , tenemos una situación , código 2.

    En ese altar lleno de sangre empezó a moverse algo , no se distinguía bien , en la radio de comunicación de solo se escucharon disparos y una sola palabra antes que terminara la transmisión "objetivo derribado".
    Un grupo estaba explorando las extrañas de la zona costeña de Sudamérica dentro de unas grietas en una costa encontraron un camino directo a unas ruinas , un soldado del grupo encontró rastro de sangre que dirigía a un altar - Aquí , grupo "verde 4" , tenemos una situación , código 2. En ese altar lleno de sangre empezó a moverse algo , no se distinguía bien , en la radio de comunicación de solo se escucharon disparos y una sola palabra antes que terminara la transmisión "objetivo derribado".
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