• ♦ Si había algo en el mundo que a Andrés no le gustara era que se arruinaran sus planes. Después de aquel comentario, había quedado con los padres de su amigo para ir de todas maneras a su casa, aún sabiendo que él no estaría, pero que en algún momento debería regresar. Fue con la excusa de hablar del tratamiento de Jae, lo cual hizo, de hecho, se la pasó muy bien hablando con sus padres, los cuales al parecer lo adoraban.

    Más entrada la noche, siendo casi la hora de llegar de Jae, su mamá le había sugerido quedarse... ¿Cómo podría negarse a tal amabilidad?

    Fue así que sabiendo que aún estaba con su amigo, Andrés le envió un mensaje a Jae Min Kim
    Era una foto donde se veía claramente que era el espejo de su habitación, junto con él mensaje "a mi no me dejas plantado, te espero en casa, baby~"
    ♦ Si había algo en el mundo que a Andrés no le gustara era que se arruinaran sus planes. Después de aquel comentario, había quedado con los padres de su amigo para ir de todas maneras a su casa, aún sabiendo que él no estaría, pero que en algún momento debería regresar. Fue con la excusa de hablar del tratamiento de Jae, lo cual hizo, de hecho, se la pasó muy bien hablando con sus padres, los cuales al parecer lo adoraban. Más entrada la noche, siendo casi la hora de llegar de Jae, su mamá le había sugerido quedarse... ¿Cómo podría negarse a tal amabilidad? Fue así que sabiendo que aún estaba con su amigo, Andrés le envió un mensaje a [lifexsoul_20] Era una foto donde se veía claramente que era el espejo de su habitación, junto con él mensaje "a mi no me dejas plantado, te espero en casa, baby~"
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  • Hoy es un buen día para disfrutar de un helado luego de que se terminaran los trabajos pendientes.
    Hoy es un buen día para disfrutar de un helado luego de que se terminaran los trabajos pendientes.
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  • Un antes y un después con Winter Carstairs
    Fandom OC
    Categoría Original
    Tres dias después del último encuentro con Winter, por fin dieron el alta a su madre en el hospital.
    Su amigo médico,Asher Blake, se ofreció a quedarse con ella por la tarde para que él pudiera descansar cuando terminara su jornada laboral en la mañana.

    Pero en lugar de irse a casa, Haneul caminó sin rumbo fijo hasta que su corazón decidió por él. Sacó el móvil. Sus dedos temblaban un poco.

    "Win… ¿estás libre esta tarde? Me encantaría verte. Te extraño.
    ¿Nos vemos en tu refugio?"

    Lo envió sin más. Porque era cierto. Porque necesitaba verla no entre ruidos de monitores o batas blancas de hospital, sino en el mundo que creaban ambos cuando estaban juntos.
    En el lugar donde la sintió por primera vez.

    Sin esperar respuesta, se desvió hacia una tienda. Compró luces pequeñas, algunas flores silvestres, papel decorativo. Nada lujoso.

    Al llegar al refugio, la llave estaba bajo el felpudo como siempre.
    Entró en silencio, con el alma desbordada, y comenzó a preparar todo: pétalos en la entrada, velas suaves, flores colocadas con mimo. Y en la pared del salón, cuidadosamente colgado, un cartel escrito con su propia letra temblorosa:

    "Win… ¿quieres ser mi novia?"

    Cuando todo estuvo listo, se sentó en el sofá.
    La luz cálida llenaba el aire.
    Y él… simplemente esperó, con el corazón abierto. Y el alma deseando que ella cruzara esa puerta.

    Porque si iba a amar por primera vez…
    Quería que fuera con ella.
    Tres dias después del último encuentro con Winter, por fin dieron el alta a su madre en el hospital. Su amigo médico,Asher Blake, se ofreció a quedarse con ella por la tarde para que él pudiera descansar cuando terminara su jornada laboral en la mañana. Pero en lugar de irse a casa, Haneul caminó sin rumbo fijo hasta que su corazón decidió por él. Sacó el móvil. Sus dedos temblaban un poco. "Win… ¿estás libre esta tarde? Me encantaría verte. Te extraño. ¿Nos vemos en tu refugio?" Lo envió sin más. Porque era cierto. Porque necesitaba verla no entre ruidos de monitores o batas blancas de hospital, sino en el mundo que creaban ambos cuando estaban juntos. En el lugar donde la sintió por primera vez. Sin esperar respuesta, se desvió hacia una tienda. Compró luces pequeñas, algunas flores silvestres, papel decorativo. Nada lujoso. Al llegar al refugio, la llave estaba bajo el felpudo como siempre. Entró en silencio, con el alma desbordada, y comenzó a preparar todo: pétalos en la entrada, velas suaves, flores colocadas con mimo. Y en la pared del salón, cuidadosamente colgado, un cartel escrito con su propia letra temblorosa: "Win… ¿quieres ser mi novia?" Cuando todo estuvo listo, se sentó en el sofá. La luz cálida llenaba el aire. Y él… simplemente esperó, con el corazón abierto. Y el alma deseando que ella cruzara esa puerta. Porque si iba a amar por primera vez… Quería que fuera con ella.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    30
    Estado
    Disponible
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  • **✩ Diario del Pequeño Vagabundo ✩**
    **Día... no sé cuál.**

    Ya entré a un lugar ENORME. Todo cruje, como si el piso tuviera hambre y rechinara porque no ha comido. Creo que estoy en el lomo de una tortuga marina gigante... ¡sí, eso debe ser! Porque todo se mueve un poquito, como si estuviera flotando en el agua, y hay sonidos como de gaviotas viejitas que se pelean con cucharones. Le dije a mi brújula rota que era una gran idea venir, y ella no me respondió (como siempre), pero giró su agujita como si me dijera: “¡Sí, Pequeño, por ahí!”.

    Y entonces… ¡los vi!
    Montones de personas… ¡pero GRANDES! Más grandes que cualquier adulto que haya visto, más redondos que los globos de la feria. Caminan raro, como si sus piernas se hubieran olvidado de moverse rápido. Y su piel brilla como si se hubieran bañado en mantequilla.

    Me acerqué porque creí que eran amables, pero uno me vio con cara de “te voy a comer”. ¡Ayayay!

    Uno trató de agarrarme con sus manotas llenas de dedos como salchichas, y corrí tan rápido que mis pies hacían sonidos de "patineta fantasma". Me metí por agujeros, grietas, rendijas y hasta por un ducto que olía a queso olvidado. Todo era oscuro y feo, pero no me importó. Me reí un poquito porque los gorditos no cabían por donde yo sí. ¡Punto para el Pequeño Vagabundo!

    Uno casi me atrapa, ¡me rozó la oreja! Pero justo cuando pensé “adiós mundo bonito”, mi amigo apareció. ¡BOOM!
    Pisó fuerte, y el piso se rompió como galleta húmeda. Algunos de los grandotes cayeron por el agujero y chillaban como focas gordas. Mi amigo me miró con sus ojotes grandes y tristes, y aunque no entendí lo que dijo, creo que era algo como “corre, yo te cubro”.

    Le dije:
    —¡Gracias, Don elegante! ¡Te debo un pan entero y medio abrazo!

    Y aquí estoy ahora, escondido otra vez, escribiendo esto con mis deditos llenos de polvo y miedo. Pero también con emoción… porque esta aventura es como esas historias que invento antes de dormir. Solo que ahora, soy yo el héroe.

    Fin del día,
    **✩ Diario del Pequeño Vagabundo ✩** **Día... no sé cuál.** Ya entré a un lugar ENORME. Todo cruje, como si el piso tuviera hambre y rechinara porque no ha comido. Creo que estoy en el lomo de una tortuga marina gigante... ¡sí, eso debe ser! Porque todo se mueve un poquito, como si estuviera flotando en el agua, y hay sonidos como de gaviotas viejitas que se pelean con cucharones. Le dije a mi brújula rota que era una gran idea venir, y ella no me respondió (como siempre), pero giró su agujita como si me dijera: “¡Sí, Pequeño, por ahí!”. Y entonces… ¡los vi! Montones de personas… ¡pero GRANDES! Más grandes que cualquier adulto que haya visto, más redondos que los globos de la feria. Caminan raro, como si sus piernas se hubieran olvidado de moverse rápido. Y su piel brilla como si se hubieran bañado en mantequilla. Me acerqué porque creí que eran amables, pero uno me vio con cara de “te voy a comer”. ¡Ayayay! Uno trató de agarrarme con sus manotas llenas de dedos como salchichas, y corrí tan rápido que mis pies hacían sonidos de "patineta fantasma". Me metí por agujeros, grietas, rendijas y hasta por un ducto que olía a queso olvidado. Todo era oscuro y feo, pero no me importó. Me reí un poquito porque los gorditos no cabían por donde yo sí. ¡Punto para el Pequeño Vagabundo! Uno casi me atrapa, ¡me rozó la oreja! Pero justo cuando pensé “adiós mundo bonito”, mi amigo apareció. ¡BOOM! Pisó fuerte, y el piso se rompió como galleta húmeda. Algunos de los grandotes cayeron por el agujero y chillaban como focas gordas. Mi amigo me miró con sus ojotes grandes y tristes, y aunque no entendí lo que dijo, creo que era algo como “corre, yo te cubro”. Le dije: —¡Gracias, Don elegante! ¡Te debo un pan entero y medio abrazo! Y aquí estoy ahora, escondido otra vez, escribiendo esto con mis deditos llenos de polvo y miedo. Pero también con emoción… porque esta aventura es como esas historias que invento antes de dormir. Solo que ahora, soy yo el héroe. Fin del día,
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  • Tranquila, ya es jueves.
    Pronto la semana terminara y volveremos a relajarnos el fin.
    Las fases del mes apenas están comenzando.
    Tranquila, ya es jueves. Pronto la semana terminara y volveremos a relajarnos el fin. Las fases del mes apenas están comenzando. 😉
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  • 𝐕𝐞𝐫𝐢𝐝𝐢𝐚𝐧 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐦 𝐇𝐚𝐫𝐤𝐧𝐞𝐬𝐬 Dicen que las pelinaranjas y pelirrojas son hijas del demonio, pero honestamente, a mi me gusta tu pelo.
    [Veri_Harkness] Dicen que las pelinaranjas y pelirrojas son hijas del demonio, pero honestamente, a mi me gusta tu pelo.
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  • Cho siempre fue un ser distinto, como una nota disonante en una melodía predecible. Con su personalidad enigmática, se había ganado una reputación callada entre sus compañeros. Todos la reconocían por su belleza etérea: piel blanca como la cera de una vela, maquillaje apenas insinuado como un suspiro, y un largo cabello negro que caía por su espalda como un río nocturno. Había algo en ella que parecía ajeno al mundo, como si caminara con un pie en otra realidad.

    Durante los recesos, en lugar de charlar o reír como los demás, se quedaba en su escritorio, barajando sus cartas del tarot con una concentración ritual. Parecía invocar respuestas a preguntas que nadie se atrevía a formular. Y, sin embargo, escondía un secreto que jamás leería en sus cartas.

    Estaba enamorada.

    No de un compañero. No de algún chico que pasara por el pasillo y le dirigiera una sonrisa casual. No. Su corazón, tan lleno de silencios, había sido tocado por una presencia que brillaba como el sol en medio del invierno: uno de sus profesores.

    Era joven, recién egresado, alto como un sueño que se escapa y con una sonrisa capaz de incendiar el aire a su paso. Cuando lo vio por primera vez, algo en ella se rompió —o quizás se encendió—. Un flechazo. Así, sin más.

    Desde entonces, cada día era una danza secreta para acercarse a él. Se volvió aún más aplicada en su clase, meticulosa, dedicada. Aprovechaba cualquier pretexto para acercarse a su escritorio durante los descansos. Aunque fueran solo dos minutos… dos fugaces minutos en los que él levantaba la vista y le sonreía. Eso bastaba para llenar sus tardes enteras.

    Y él, él parecía notarlo. No del todo. Pero tampoco era ciego.

    Halagaba su trabajo. A veces hacía un comentario que, en labios de otro, hubiera sido trivial, pero que en los suyos sonaba como una declaración celestial. Para Cho, esos elogios eran gotas de agua en un desierto familiar. En una casa donde sus palabras eran ignoradas, donde nadie parecía ver su brillo, esas pequeñas atenciones se sentían como amor verdadero.

    Y él, joven, con el ego aún moldeable y hambriento, percibía aquella devoción inocente que se escondía en las miradas largas y en los silencios cargados. Le seguía el juego, sí, con cautela. Pero no con indiferencia.

    Todo cambió una tarde gris.

    Cho, caminando por el pasillo rumbo al área de maestros, se detuvo un momento, atraída por el eco de voces masculinas. Era él. Reconoció su voz al instante, cálida, cercana. Estaba hablando con el profesor de educación física. Y entonces lo oyó, sin preámbulos, como si el universo se burlara de su pequeño secreto:

    "Sí, voy a pedirle matrimonio. Ya tengo el anillo. Hemos sido novios desde que teníamos 15 años. Creo que ya es hora."

    Cho no necesitó escuchar más.

    El mundo se deslizó bajo sus pies. Se dio la media vuelta, con la cara encendida no de ira, sino de vergüenza. El corazón palpitándole como un tambor roto. Había estado soñando despierta, bordando ilusiones con hilos de aire.

    Claro que nunca la tomaría en serio.
    Claro que jamás cruzaría esa distancia invisible entre ellos.
    Después de todo, ella era apenas una niña.

    Y él, un adulto con promesas reales en los bolsillos.
    Cho siempre fue un ser distinto, como una nota disonante en una melodía predecible. Con su personalidad enigmática, se había ganado una reputación callada entre sus compañeros. Todos la reconocían por su belleza etérea: piel blanca como la cera de una vela, maquillaje apenas insinuado como un suspiro, y un largo cabello negro que caía por su espalda como un río nocturno. Había algo en ella que parecía ajeno al mundo, como si caminara con un pie en otra realidad. Durante los recesos, en lugar de charlar o reír como los demás, se quedaba en su escritorio, barajando sus cartas del tarot con una concentración ritual. Parecía invocar respuestas a preguntas que nadie se atrevía a formular. Y, sin embargo, escondía un secreto que jamás leería en sus cartas. Estaba enamorada. No de un compañero. No de algún chico que pasara por el pasillo y le dirigiera una sonrisa casual. No. Su corazón, tan lleno de silencios, había sido tocado por una presencia que brillaba como el sol en medio del invierno: uno de sus profesores. Era joven, recién egresado, alto como un sueño que se escapa y con una sonrisa capaz de incendiar el aire a su paso. Cuando lo vio por primera vez, algo en ella se rompió —o quizás se encendió—. Un flechazo. Así, sin más. Desde entonces, cada día era una danza secreta para acercarse a él. Se volvió aún más aplicada en su clase, meticulosa, dedicada. Aprovechaba cualquier pretexto para acercarse a su escritorio durante los descansos. Aunque fueran solo dos minutos… dos fugaces minutos en los que él levantaba la vista y le sonreía. Eso bastaba para llenar sus tardes enteras. Y él, él parecía notarlo. No del todo. Pero tampoco era ciego. Halagaba su trabajo. A veces hacía un comentario que, en labios de otro, hubiera sido trivial, pero que en los suyos sonaba como una declaración celestial. Para Cho, esos elogios eran gotas de agua en un desierto familiar. En una casa donde sus palabras eran ignoradas, donde nadie parecía ver su brillo, esas pequeñas atenciones se sentían como amor verdadero. Y él, joven, con el ego aún moldeable y hambriento, percibía aquella devoción inocente que se escondía en las miradas largas y en los silencios cargados. Le seguía el juego, sí, con cautela. Pero no con indiferencia. Todo cambió una tarde gris. Cho, caminando por el pasillo rumbo al área de maestros, se detuvo un momento, atraída por el eco de voces masculinas. Era él. Reconoció su voz al instante, cálida, cercana. Estaba hablando con el profesor de educación física. Y entonces lo oyó, sin preámbulos, como si el universo se burlara de su pequeño secreto: "Sí, voy a pedirle matrimonio. Ya tengo el anillo. Hemos sido novios desde que teníamos 15 años. Creo que ya es hora." Cho no necesitó escuchar más. El mundo se deslizó bajo sus pies. Se dio la media vuelta, con la cara encendida no de ira, sino de vergüenza. El corazón palpitándole como un tambor roto. Había estado soñando despierta, bordando ilusiones con hilos de aire. Claro que nunca la tomaría en serio. Claro que jamás cruzaría esa distancia invisible entre ellos. Después de todo, ella era apenas una niña. Y él, un adulto con promesas reales en los bolsillos.
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  • Cuando reviví por ese Genjutsu, no era consciente de mis movimientos.... por ello acepte qué me asesinaran... que acabarán conmigo
    Cuando reviví por ese Genjutsu, no era consciente de mis movimientos.... por ello acepte qué me asesinaran... que acabarán conmigo
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  • Cuando la nieve apaga la magia

    Akane apenas comenzaba a dominar su transformación de Ogresa Demonio. Con ella, ganaba fuerza y resistencia, pero su juventud le impedía sostenerla por mucho tiempo sin agotarse. Sin embargo, su emoción solía nublar su juicio. Cuando recibió la invitación de sus amigos para una reunión, no dudó en aceptar, aunque sus madres Sasha Ishtar y Yuna Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar le prohibieron salir debido a la fuerte nevada. Pero, como cualquier niña decidida, Akane no iba a dejar que un poco de frío arruinara sus planes. En cuanto encontró una oportunidad, escapó de casa, confiando en que su transformación híbrida la protegería del clima gélido.

    Al principio, todo parecía ir bien, con cada paso sobre la nieve, sentía que su cuerpo resistía el frío. Pero pronto, la fatiga comenzó a ganar terreno. Sus fuerzas flaquearon, su respiración se volvió pesada, y sin darse cuenta, perdió su transformación. Su cuerpo volvió a su forma infantil, frágil frente al invierno implacable. El frío la envolvió como una sombra helada, y antes de que pudiera reaccionar, sus piernas cedieron y cayó de rodillas en la nieve.

    Con el último aliento que le quedaba, Akane intentó llamar a sus madres, pero su voz apenas era un susurro que se desvanecía con el viento helado. Sus párpados se cerraron lentamente, la nieve cubriendo su pequeño cuerpo mientras el mundo comenzaba a desdibujarse a su alrededor.


    Cuando la nieve apaga la magia Akane apenas comenzaba a dominar su transformación de Ogresa Demonio. Con ella, ganaba fuerza y resistencia, pero su juventud le impedía sostenerla por mucho tiempo sin agotarse. Sin embargo, su emoción solía nublar su juicio. Cuando recibió la invitación de sus amigos para una reunión, no dudó en aceptar, aunque sus madres [SashaIshtar] y [Yuna_Ishtar] le prohibieron salir debido a la fuerte nevada. Pero, como cualquier niña decidida, Akane no iba a dejar que un poco de frío arruinara sus planes. En cuanto encontró una oportunidad, escapó de casa, confiando en que su transformación híbrida la protegería del clima gélido. Al principio, todo parecía ir bien, con cada paso sobre la nieve, sentía que su cuerpo resistía el frío. Pero pronto, la fatiga comenzó a ganar terreno. Sus fuerzas flaquearon, su respiración se volvió pesada, y sin darse cuenta, perdió su transformación. Su cuerpo volvió a su forma infantil, frágil frente al invierno implacable. El frío la envolvió como una sombra helada, y antes de que pudiera reaccionar, sus piernas cedieron y cayó de rodillas en la nieve. Con el último aliento que le quedaba, Akane intentó llamar a sus madres, pero su voz apenas era un susurro que se desvanecía con el viento helado. Sus párpados se cerraron lentamente, la nieve cubriendo su pequeño cuerpo mientras el mundo comenzaba a desdibujarse a su alrededor.
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  • Las aves orbitaton a su alrededor, como pequeñas sombras guardianas a quienes se les dio la labor de custodiar aquel momento. Las olas del mar rompian contra la playa, se fracturaron en una galaxia de cristales de agua al impactar contra las rocas. El atardecer se dejaba ver a través de las nubes grises, nubes que traían la promesa de la lluvia y por las cuales, los restos de los rayos de sol que se ocultaba en el horizonte se dejaron ver, como si iluminaran el camino a través de la tempestad. Los dedos de Aphro se movieron entre las cuerdas del violín y el arco que sostenía en la otra mano daba forma a las notas que buscaba materializar en el sonido. Una canalización en la cual ella se había convertido en su instrumento para manifestarse en el mundo por medio de su melodía: el amor divino de los dioses.

    https://youtu.be/2BS4NgC-RUc?si=hRdoYoyXJcliRj8l
    Las aves orbitaton a su alrededor, como pequeñas sombras guardianas a quienes se les dio la labor de custodiar aquel momento. Las olas del mar rompian contra la playa, se fracturaron en una galaxia de cristales de agua al impactar contra las rocas. El atardecer se dejaba ver a través de las nubes grises, nubes que traían la promesa de la lluvia y por las cuales, los restos de los rayos de sol que se ocultaba en el horizonte se dejaron ver, como si iluminaran el camino a través de la tempestad. Los dedos de Aphro se movieron entre las cuerdas del violín y el arco que sostenía en la otra mano daba forma a las notas que buscaba materializar en el sonido. Una canalización en la cual ella se había convertido en su instrumento para manifestarse en el mundo por medio de su melodía: el amor divino de los dioses. https://youtu.be/2BS4NgC-RUc?si=hRdoYoyXJcliRj8l
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