• Cuando el sol comenzaba a caer, tiñendo el horizonte con tonos dorados y púrpuras, Hipnos despertaba de su letargo.

    En lo profundo de una caverna oculta entre las raíces del Érebo, el dios del sueño abría lentamente los ojos, perezosos como nubes de verano. No era aún su hora, pero él sentía que se acercaba. El murmullo del viento entre los árboles, el canto cansado de los pájaros, y el latido pausado del mundo eran señales que reconocía desde tiempos antiguos: la vigilia moría, y la noche venía a reclamar su reino.
    Cuando el sol comenzaba a caer, tiñendo el horizonte con tonos dorados y púrpuras, Hipnos despertaba de su letargo. En lo profundo de una caverna oculta entre las raíces del Érebo, el dios del sueño abría lentamente los ojos, perezosos como nubes de verano. No era aún su hora, pero él sentía que se acercaba. El murmullo del viento entre los árboles, el canto cansado de los pájaros, y el latido pausado del mundo eran señales que reconocía desde tiempos antiguos: la vigilia moría, y la noche venía a reclamar su reino.
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  • No es un dios que descendiera con rayos ni relámpagos. No, esta noche, Hipnos se deslizaba entre las sombras, susurrando suavemente la promesa de un descanso perfecto.

    Hipnos camina entre ellos, tocando las puertas de las casas sin ser visto. Nadie lo percibía, pero cada paso que daba impregnaba el aire con una calma profunda, como si la misma quietud de la noche lo acompañara.

    — Dulces sueños a todos. —
    No es un dios que descendiera con rayos ni relámpagos. No, esta noche, Hipnos se deslizaba entre las sombras, susurrando suavemente la promesa de un descanso perfecto. Hipnos camina entre ellos, tocando las puertas de las casas sin ser visto. Nadie lo percibía, pero cada paso que daba impregnaba el aire con una calma profunda, como si la misma quietud de la noche lo acompañara. — Dulces sueños a todos. —
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    Hipnos lo observaba en silencio, con ojos que jamás parpadeaban. Veía a Morfeo consumirse, cada vez más pálido, cada vez más ausente. Las formas de sus sueños empezaban a desdibujarse, a volverse inestables, confusas. El mundo onírico temblaba.

    Una noche, mientras ɱ૦ՐƿҺ૯υς trabajaba sobre los sueños de un poeta moribundo, Hipnos descendió envuelto en su manto de niebla. Con una voz tan suave como el roce del terciopelo, le habló:

    —Hijo mío, incluso tú, que das forma al descanso, necesitas dormir.—

    Morfeo negó con una sonrisa soñolienta.

    —No puedo detenerme, padre. Sin mis sueños, los humanos caerán en el insomnio eterno.—

    Hipnos suspiró, y el aire a su alrededor se detuvo. El tiempo se ralentizó.

    —Entonces yo te ayudaré —dijo, y con un leve gesto, invocó un capullo de oscuridad tibia.

    Antes de que Morfeo pudiera protestar, una niebla dorada lo envolvió. Sus párpados cayeron pesados. Y por primera vez en siglos, el dios de los sueños se quedó dormido.

    Hipnos lo colocó en una cámara secreta de su palacio, custodiada por la noche misma. Los sueños que Morfeo no podría crear por un tiempo, Hipnos los susurró al oído de sus otros hijos: Fantasos, Iquelo y Fobetor  para que tomaran su lugar. Y el mundo siga soñando, aunque distinto..
    Hipnos lo observaba en silencio, con ojos que jamás parpadeaban. Veía a Morfeo consumirse, cada vez más pálido, cada vez más ausente. Las formas de sus sueños empezaban a desdibujarse, a volverse inestables, confusas. El mundo onírico temblaba. Una noche, mientras [Sweets_dreams] trabajaba sobre los sueños de un poeta moribundo, Hipnos descendió envuelto en su manto de niebla. Con una voz tan suave como el roce del terciopelo, le habló: —Hijo mío, incluso tú, que das forma al descanso, necesitas dormir.— Morfeo negó con una sonrisa soñolienta. —No puedo detenerme, padre. Sin mis sueños, los humanos caerán en el insomnio eterno.— Hipnos suspiró, y el aire a su alrededor se detuvo. El tiempo se ralentizó. —Entonces yo te ayudaré —dijo, y con un leve gesto, invocó un capullo de oscuridad tibia. Antes de que Morfeo pudiera protestar, una niebla dorada lo envolvió. Sus párpados cayeron pesados. Y por primera vez en siglos, el dios de los sueños se quedó dormido. Hipnos lo colocó en una cámara secreta de su palacio, custodiada por la noche misma. Los sueños que Morfeo no podría crear por un tiempo, Hipnos los susurró al oído de sus otros hijos: Fantasos, Iquelo y Fobetor  para que tomaran su lugar. Y el mundo siga soñando, aunque distinto..
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  • Morfeo, el dios del sueño, yacía exhausto en su trono de niebla en los jardines eternos de Hipnos. Durante siglos, su labor había sido delicada y constante: tejer los sueños de los mortales, construir paisajes oníricos con la paciencia de un artesano divino. Pero en los últimos días, o quizás siglos, pues el tiempo fluía de forma extraña en su reino, algo había cambiado.

    —Estoy... agotado —susurró Morfeo, con las alas de sombra abatidas a su lado—. Ni un mortal en su peor insomnio consume tanto como un dios con sed de entretenerse. 

    Los dioses habían comenzado a soñar.

    Y no eran sueños cualquiera: eran pesadillas colosales, guerras celestiales dentro de sus propias mentes. 

    Los sueños de los dioses eran realidades potenciales, semillas del caos que amenazaban con desbordar los límites de su dominio. Por cada batalla que imaginaban, Morfeo debía crear escenarios, emociones, y desenlaces que no destruyeran el equilibrio del reino onírico. 
    Morfeo, el dios del sueño, yacía exhausto en su trono de niebla en los jardines eternos de Hipnos. Durante siglos, su labor había sido delicada y constante: tejer los sueños de los mortales, construir paisajes oníricos con la paciencia de un artesano divino. Pero en los últimos días, o quizás siglos, pues el tiempo fluía de forma extraña en su reino, algo había cambiado. —Estoy... agotado —susurró Morfeo, con las alas de sombra abatidas a su lado—. Ni un mortal en su peor insomnio consume tanto como un dios con sed de entretenerse.  Los dioses habían comenzado a soñar. Y no eran sueños cualquiera: eran pesadillas colosales, guerras celestiales dentro de sus propias mentes.  Los sueños de los dioses eran realidades potenciales, semillas del caos que amenazaban con desbordar los límites de su dominio. Por cada batalla que imaginaban, Morfeo debía crear escenarios, emociones, y desenlaces que no destruyeran el equilibrio del reino onírico. 
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  • Cada noche, después de cumplir su deber celestial, Selene descendía al reino de Morfeo. Entre risas y confesiones, entre secretos y silencios, los dos dioses cayeron en un amor prohibido, un amor que ni siquiera los titanes habían previsto.

    Pero su felicidad despertó celos en otras fuerzas primordiales. Hipnos, el dios del sueño, advirtió que el amor de Selene y Morfeo desequilibraba el orden natural: los mortales soñaban demasiado, vivían atrapados en mundos imaginarios, olvidando la vida real.

    Debían elegir: el deber o el amor.

    La noche de la elección, Selene miró a Morfeo con lágrimas como perlas de luna en sus mejillas.

    —Si me quedo, perderás tu reino —susurró.

    —Si te dejo ir, dejaré de soñar —respondió él.

    Finalmente, decidieron amarse en secreto, escondidos entre los hilos del sueño y la luz de la Luna.
    Cada noche, después de cumplir su deber celestial, Selene descendía al reino de Morfeo. Entre risas y confesiones, entre secretos y silencios, los dos dioses cayeron en un amor prohibido, un amor que ni siquiera los titanes habían previsto. Pero su felicidad despertó celos en otras fuerzas primordiales. Hipnos, el dios del sueño, advirtió que el amor de Selene y Morfeo desequilibraba el orden natural: los mortales soñaban demasiado, vivían atrapados en mundos imaginarios, olvidando la vida real. Debían elegir: el deber o el amor. La noche de la elección, Selene miró a Morfeo con lágrimas como perlas de luna en sus mejillas. —Si me quedo, perderás tu reino —susurró. —Si te dejo ir, dejaré de soñar —respondió él. Finalmente, decidieron amarse en secreto, escondidos entre los hilos del sueño y la luz de la Luna.
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  • Ella emergió del abismo del Inframundo, ya no como la joven radiante, sino como una presencia madura, una diosa que había alcanzado la serenidad de los sabios y la fuerza de los antiguos. El cielo caótico sobre ella reflejaba el tumulto del mundo mortal.

    Con firmeza, levantó sus manos hacia el firmamento, conectando su esencia con la vitalidad del mundo humano. Sintió la aflicción de las vidas humanas, las almas vacías y los corazones que aún brillaban con una chispa de esperanza, aunque casi apagada. El caos causado por la desconexión y el dolor envolvía al mundo, pero Hebe ya no era la doncella eterna. Su visión era clara y madura, y su compasión trascendía la juventud.

    —No es tiempo para que se desate el caos absoluto en el mundo mortal. No somos quienes lo causarán. El tiempo dicta algo más allá de lo que somos como dioses —dijo, alzando la mirada al cielo caótico.

    Sus ojos, antes llenos de luz juvenil, reflejaban ahora un resplandor cálido, como una antorcha en la oscuridad.

    —Hipnos, hemos yo y Morfeo restaurado cada cosa como se pudo, por favor, que no se haga este caos... El equilibrio ha caído en su lugar y… Yo he madurado. He evolucionado para ser la esperanza y luz de los perdidos.

    Con un suave susurro, sus palabras llenaron el aire de calma. El caos que rodeaba a los humanos parecía detenerse momentáneamente, como si el mundo reconociera su presencia. Ella extendió su luz hacia los mortales, sanando aquellos que aún podían recuperar su vitalidad. Las almas perdidas comenzaron a brillar tenuemente, restaurando la chispa de la vida.

    Tocó el suelo, y los recuerdos olvidados de aquellos que aún podían sostenerlos regresaron. Aunque no los devolvía a su plenitud, les ofreció la oportunidad de encontrar el equilibrio perdido. La sanación era dolorosa, pero Hebe lo hacía con la paz de quien sabe que está cumpliendo su propósito.

    —No es tiempo para la guerra entre nosotros. No soy yo quien debe desatar este caos, sino el tiempo, que dictará el destino de todo lo que existe —continuó, su voz ahora más serena que nunca.

    Con manos firmes y sabias, restauró la calma con la esperanza, en la humanidad. Hebe ya no era la diosa joven que intentaba salvarlo todo; ahora era la guardiana de los recuerdos e hilos perdidos, la diosa que había aceptado el peso sobre sus hombros.

    —Cumpliré con mi parte, pero la paz que te pido, Hipnos , es la de este día. Dejo que el futuro siga su curso. El caos está contenido por ahora, pero cuando llegue el momento, no intervendré si ese es el destino de los mortales y los nuestros.

    Ella emergió del abismo del Inframundo, ya no como la joven radiante, sino como una presencia madura, una diosa que había alcanzado la serenidad de los sabios y la fuerza de los antiguos. El cielo caótico sobre ella reflejaba el tumulto del mundo mortal. Con firmeza, levantó sus manos hacia el firmamento, conectando su esencia con la vitalidad del mundo humano. Sintió la aflicción de las vidas humanas, las almas vacías y los corazones que aún brillaban con una chispa de esperanza, aunque casi apagada. El caos causado por la desconexión y el dolor envolvía al mundo, pero Hebe ya no era la doncella eterna. Su visión era clara y madura, y su compasión trascendía la juventud. —No es tiempo para que se desate el caos absoluto en el mundo mortal. No somos quienes lo causarán. El tiempo dicta algo más allá de lo que somos como dioses —dijo, alzando la mirada al cielo caótico. Sus ojos, antes llenos de luz juvenil, reflejaban ahora un resplandor cálido, como una antorcha en la oscuridad. —Hipnos, hemos yo y Morfeo restaurado cada cosa como se pudo, por favor, que no se haga este caos... El equilibrio ha caído en su lugar y… Yo he madurado. He evolucionado para ser la esperanza y luz de los perdidos. Con un suave susurro, sus palabras llenaron el aire de calma. El caos que rodeaba a los humanos parecía detenerse momentáneamente, como si el mundo reconociera su presencia. Ella extendió su luz hacia los mortales, sanando aquellos que aún podían recuperar su vitalidad. Las almas perdidas comenzaron a brillar tenuemente, restaurando la chispa de la vida. Tocó el suelo, y los recuerdos olvidados de aquellos que aún podían sostenerlos regresaron. Aunque no los devolvía a su plenitud, les ofreció la oportunidad de encontrar el equilibrio perdido. La sanación era dolorosa, pero Hebe lo hacía con la paz de quien sabe que está cumpliendo su propósito. —No es tiempo para la guerra entre nosotros. No soy yo quien debe desatar este caos, sino el tiempo, que dictará el destino de todo lo que existe —continuó, su voz ahora más serena que nunca. Con manos firmes y sabias, restauró la calma con la esperanza, en la humanidad. Hebe ya no era la diosa joven que intentaba salvarlo todo; ahora era la guardiana de los recuerdos e hilos perdidos, la diosa que había aceptado el peso sobre sus hombros. —Cumpliré con mi parte, pero la paz que te pido, Hipnos , es la de este día. Dejo que el futuro siga su curso. El caos está contenido por ahora, pero cuando llegue el momento, no intervendré si ese es el destino de los mortales y los nuestros.
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  • —Existen varias rutas de mi destino, una peor que la otra... Por el caos que he causado, me redimiré... No ante los Dioses, no ante mis enemigos, ni confrotaciones... No, ante el mundo que ahora ha sido envuelto en un caos, que no debía llegar a afectar al mundo humano. Atacar a otros y no a mi como tal, es indigno. —sentenció mirando el horizonte, su mirada estaba dolida y en conflicto— Esta vez no haré ningún sacrificio para ti, Hipnos, esta vez... Haré lo que es parte de mi deber, algo que jamás había pensado hacer...



    —Existen varias rutas de mi destino, una peor que la otra... Por el caos que he causado, me redimiré... No ante los Dioses, no ante mis enemigos, ni confrotaciones... No, ante el mundo que ahora ha sido envuelto en un caos, que no debía llegar a afectar al mundo humano. Atacar a otros y no a mi como tal, es indigno. —sentenció mirando el horizonte, su mirada estaba dolida y en conflicto— Esta vez no haré ningún sacrificio para ti, Hipnos, esta vez... Haré lo que es parte de mi deber, algo que jamás había pensado hacer...
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  • Hipnos, con tanta tranquilidad, llegó hasta sus reinos, protegido por la diosa Nyx, donde incluso, Zeus, Dios del cielo, temía. Los actos de Hebe habían despertado la cólera del Dios del sueño.

    A pesar de su castigo. Tenía la suficiente fuerza para derramar su maldición entre los Dioses y los humanos.

    Primero vinieron las sombras sin párpado, criaturas que Hipnos envió a los hombres que no dormían. Se arrastraban por los techos, murmuraban en los oídos, haciendo que las mentes se fragmentaran entre la vigilia y la pesadilla. Los insomnes comenzaron a ver cosas que no existían, a olvidar sus propios nombres, a temer cerrar los ojos porque lo que veían con ellos abiertos era peor.

    Los que no soñaban fueron los siguientes. A sus camas llegaban los Ladrones de Sueños, sirvientes silenciosos que robaban la posibilidad misma de imaginar. Sin sueños, los humanos se volvieron grises, mecánicos, atrapados en un presente eterno, sin esperanza ni inspiración. Las musas huyeron de la tierra.

    Los Dioses del Olimpo tampoco están exentos, el castigo por la insolencia de Hebe, le costaría el sueño. Mientras más pase el tiempo, su cansancio será mayor. Y no podrán dormir. 

    —  Olvidaron que el sueño es el otro lado de la vida. Sin él, se pudre el alma. Yo no soy el enemigo del día, sino su sombra sagrada. Y ahora... nos recordarán. —
     
    Hipnos, con tanta tranquilidad, llegó hasta sus reinos, protegido por la diosa Nyx, donde incluso, Zeus, Dios del cielo, temía. Los actos de Hebe habían despertado la cólera del Dios del sueño. A pesar de su castigo. Tenía la suficiente fuerza para derramar su maldición entre los Dioses y los humanos. Primero vinieron las sombras sin párpado, criaturas que Hipnos envió a los hombres que no dormían. Se arrastraban por los techos, murmuraban en los oídos, haciendo que las mentes se fragmentaran entre la vigilia y la pesadilla. Los insomnes comenzaron a ver cosas que no existían, a olvidar sus propios nombres, a temer cerrar los ojos porque lo que veían con ellos abiertos era peor. Los que no soñaban fueron los siguientes. A sus camas llegaban los Ladrones de Sueños, sirvientes silenciosos que robaban la posibilidad misma de imaginar. Sin sueños, los humanos se volvieron grises, mecánicos, atrapados en un presente eterno, sin esperanza ni inspiración. Las musas huyeron de la tierra. Los Dioses del Olimpo tampoco están exentos, el castigo por la insolencia de Hebe, le costaría el sueño. Mientras más pase el tiempo, su cansancio será mayor. Y no podrán dormir.  —  Olvidaron que el sueño es el otro lado de la vida. Sin él, se pudre el alma. Yo no soy el enemigo del día, sino su sombra sagrada. Y ahora... nos recordarán. —  
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  • «Por mas denso que sea el humo, estaré cumpliendo mi anhelo. ¿Porqué? Porque lo aceptaste en un inicio, Hipnos, y porque él lo decretó tras aceptarme como amiga»pensó pero poco después, su estomago no resistió el malestar y vomitó el pay de manzana, vomitó hasta quedar muy pálida en ese panteón.

    ¿Qué pasaba si atentaban contra un hilo que ella protegía? Nunca se llegó a hacer esa pregunta, pero ahora no estaba para nada contenta con sentir los estragos de saber la respuesta.

    —Tengo frío...—susurró abrazándose a sí misma.
    «Por mas denso que sea el humo, estaré cumpliendo mi anhelo. ¿Porqué? Porque lo aceptaste en un inicio, Hipnos, y porque él lo decretó tras aceptarme como amiga»pensó pero poco después, su estomago no resistió el malestar y vomitó el pay de manzana, vomitó hasta quedar muy pálida en ese panteón. ¿Qué pasaba si atentaban contra un hilo que ella protegía? Nunca se llegó a hacer esa pregunta, pero ahora no estaba para nada contenta con sentir los estragos de saber la respuesta. —Tengo frío...—susurró abrazándose a sí misma.
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  • «No puedo dormir...»
    Lo intentó, lo intentó y lo intentó.
    Pero nada.
    Su tigrecito, su amado no estaba.
    La casa estaba muy rara, la cama lo sentía incómoda.
    Su corazón estaba muy incómodo, dolía, ardía y tenía una molestia que no entendía el porque lo tenía.
    Miró el techo, lo miro y espero que el sueño llegara, pero no podía.
    Algo faltaba...
    Algo no estaba bien.
    Incomoda e inquieta, fue junto a Hipnos para entender su propia molestia, extraño fue encontrar a este llorando y pensando muy fuerte.
    Sin embargo, eso solo aumentó su incomodidad, su malestar.
    «No puedo dormir...» Lo intentó, lo intentó y lo intentó. Pero nada. Su tigrecito, su amado no estaba. La casa estaba muy rara, la cama lo sentía incómoda. Su corazón estaba muy incómodo, dolía, ardía y tenía una molestia que no entendía el porque lo tenía. Miró el techo, lo miro y espero que el sueño llegara, pero no podía. Algo faltaba... Algo no estaba bien. Incomoda e inquieta, fue junto a Hipnos para entender su propia molestia, extraño fue encontrar a este llorando y pensando muy fuerte. Sin embargo, eso solo aumentó su incomodidad, su malestar.
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