• Morfeo, el dios del sueño, yacía exhausto en su trono de niebla en los jardines eternos de Hipnos. Durante siglos, su labor había sido delicada y constante: tejer los sueños de los mortales, construir paisajes oníricos con la paciencia de un artesano divino. Pero en los últimos días, o quizás siglos, pues el tiempo fluía de forma extraña en su reino, algo había cambiado.

    —Estoy... agotado —susurró Morfeo, con las alas de sombra abatidas a su lado—. Ni un mortal en su peor insomnio consume tanto como un dios con sed de entretenerse. 

    Los dioses habían comenzado a soñar.

    Y no eran sueños cualquiera: eran pesadillas colosales, guerras celestiales dentro de sus propias mentes. 

    Los sueños de los dioses eran realidades potenciales, semillas del caos que amenazaban con desbordar los límites de su dominio. Por cada batalla que imaginaban, Morfeo debía crear escenarios, emociones, y desenlaces que no destruyeran el equilibrio del reino onírico. 
    Morfeo, el dios del sueño, yacía exhausto en su trono de niebla en los jardines eternos de Hipnos. Durante siglos, su labor había sido delicada y constante: tejer los sueños de los mortales, construir paisajes oníricos con la paciencia de un artesano divino. Pero en los últimos días, o quizás siglos, pues el tiempo fluía de forma extraña en su reino, algo había cambiado. —Estoy... agotado —susurró Morfeo, con las alas de sombra abatidas a su lado—. Ni un mortal en su peor insomnio consume tanto como un dios con sed de entretenerse.  Los dioses habían comenzado a soñar. Y no eran sueños cualquiera: eran pesadillas colosales, guerras celestiales dentro de sus propias mentes.  Los sueños de los dioses eran realidades potenciales, semillas del caos que amenazaban con desbordar los límites de su dominio. Por cada batalla que imaginaban, Morfeo debía crear escenarios, emociones, y desenlaces que no destruyeran el equilibrio del reino onírico. 
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  • Cada noche, después de cumplir su deber celestial, Selene descendía al reino de Morfeo. Entre risas y confesiones, entre secretos y silencios, los dos dioses cayeron en un amor prohibido, un amor que ni siquiera los titanes habían previsto.

    Pero su felicidad despertó celos en otras fuerzas primordiales. Hipnos, el dios del sueño, advirtió que el amor de Selene y Morfeo desequilibraba el orden natural: los mortales soñaban demasiado, vivían atrapados en mundos imaginarios, olvidando la vida real.

    Debían elegir: el deber o el amor.

    La noche de la elección, Selene miró a Morfeo con lágrimas como perlas de luna en sus mejillas.

    —Si me quedo, perderás tu reino —susurró.

    —Si te dejo ir, dejaré de soñar —respondió él.

    Finalmente, decidieron amarse en secreto, escondidos entre los hilos del sueño y la luz de la Luna.
    Cada noche, después de cumplir su deber celestial, Selene descendía al reino de Morfeo. Entre risas y confesiones, entre secretos y silencios, los dos dioses cayeron en un amor prohibido, un amor que ni siquiera los titanes habían previsto. Pero su felicidad despertó celos en otras fuerzas primordiales. Hipnos, el dios del sueño, advirtió que el amor de Selene y Morfeo desequilibraba el orden natural: los mortales soñaban demasiado, vivían atrapados en mundos imaginarios, olvidando la vida real. Debían elegir: el deber o el amor. La noche de la elección, Selene miró a Morfeo con lágrimas como perlas de luna en sus mejillas. —Si me quedo, perderás tu reino —susurró. —Si te dejo ir, dejaré de soñar —respondió él. Finalmente, decidieron amarse en secreto, escondidos entre los hilos del sueño y la luz de la Luna.
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  • Ella emergió del abismo del Inframundo, ya no como la joven radiante, sino como una presencia madura, una diosa que había alcanzado la serenidad de los sabios y la fuerza de los antiguos. El cielo caótico sobre ella reflejaba el tumulto del mundo mortal.

    Con firmeza, levantó sus manos hacia el firmamento, conectando su esencia con la vitalidad del mundo humano. Sintió la aflicción de las vidas humanas, las almas vacías y los corazones que aún brillaban con una chispa de esperanza, aunque casi apagada. El caos causado por la desconexión y el dolor envolvía al mundo, pero Hebe ya no era la doncella eterna. Su visión era clara y madura, y su compasión trascendía la juventud.

    —No es tiempo para que se desate el caos absoluto en el mundo mortal. No somos quienes lo causarán. El tiempo dicta algo más allá de lo que somos como dioses —dijo, alzando la mirada al cielo caótico.

    Sus ojos, antes llenos de luz juvenil, reflejaban ahora un resplandor cálido, como una antorcha en la oscuridad.

    —Hipnos, hemos yo y Morfeo restaurado cada cosa como se pudo, por favor, que no se haga este caos... El equilibrio ha caído en su lugar y… Yo he madurado. He evolucionado para ser la esperanza y luz de los perdidos.

    Con un suave susurro, sus palabras llenaron el aire de calma. El caos que rodeaba a los humanos parecía detenerse momentáneamente, como si el mundo reconociera su presencia. Ella extendió su luz hacia los mortales, sanando aquellos que aún podían recuperar su vitalidad. Las almas perdidas comenzaron a brillar tenuemente, restaurando la chispa de la vida.

    Tocó el suelo, y los recuerdos olvidados de aquellos que aún podían sostenerlos regresaron. Aunque no los devolvía a su plenitud, les ofreció la oportunidad de encontrar el equilibrio perdido. La sanación era dolorosa, pero Hebe lo hacía con la paz de quien sabe que está cumpliendo su propósito.

    —No es tiempo para la guerra entre nosotros. No soy yo quien debe desatar este caos, sino el tiempo, que dictará el destino de todo lo que existe —continuó, su voz ahora más serena que nunca.

    Con manos firmes y sabias, restauró la calma con la esperanza, en la humanidad. Hebe ya no era la diosa joven que intentaba salvarlo todo; ahora era la guardiana de los recuerdos e hilos perdidos, la diosa que había aceptado el peso sobre sus hombros.

    —Cumpliré con mi parte, pero la paz que te pido, Hipnos , es la de este día. Dejo que el futuro siga su curso. El caos está contenido por ahora, pero cuando llegue el momento, no intervendré si ese es el destino de los mortales y los nuestros.

    Ella emergió del abismo del Inframundo, ya no como la joven radiante, sino como una presencia madura, una diosa que había alcanzado la serenidad de los sabios y la fuerza de los antiguos. El cielo caótico sobre ella reflejaba el tumulto del mundo mortal. Con firmeza, levantó sus manos hacia el firmamento, conectando su esencia con la vitalidad del mundo humano. Sintió la aflicción de las vidas humanas, las almas vacías y los corazones que aún brillaban con una chispa de esperanza, aunque casi apagada. El caos causado por la desconexión y el dolor envolvía al mundo, pero Hebe ya no era la doncella eterna. Su visión era clara y madura, y su compasión trascendía la juventud. —No es tiempo para que se desate el caos absoluto en el mundo mortal. No somos quienes lo causarán. El tiempo dicta algo más allá de lo que somos como dioses —dijo, alzando la mirada al cielo caótico. Sus ojos, antes llenos de luz juvenil, reflejaban ahora un resplandor cálido, como una antorcha en la oscuridad. —Hipnos, hemos yo y Morfeo restaurado cada cosa como se pudo, por favor, que no se haga este caos... El equilibrio ha caído en su lugar y… Yo he madurado. He evolucionado para ser la esperanza y luz de los perdidos. Con un suave susurro, sus palabras llenaron el aire de calma. El caos que rodeaba a los humanos parecía detenerse momentáneamente, como si el mundo reconociera su presencia. Ella extendió su luz hacia los mortales, sanando aquellos que aún podían recuperar su vitalidad. Las almas perdidas comenzaron a brillar tenuemente, restaurando la chispa de la vida. Tocó el suelo, y los recuerdos olvidados de aquellos que aún podían sostenerlos regresaron. Aunque no los devolvía a su plenitud, les ofreció la oportunidad de encontrar el equilibrio perdido. La sanación era dolorosa, pero Hebe lo hacía con la paz de quien sabe que está cumpliendo su propósito. —No es tiempo para la guerra entre nosotros. No soy yo quien debe desatar este caos, sino el tiempo, que dictará el destino de todo lo que existe —continuó, su voz ahora más serena que nunca. Con manos firmes y sabias, restauró la calma con la esperanza, en la humanidad. Hebe ya no era la diosa joven que intentaba salvarlo todo; ahora era la guardiana de los recuerdos e hilos perdidos, la diosa que había aceptado el peso sobre sus hombros. —Cumpliré con mi parte, pero la paz que te pido, Hipnos , es la de este día. Dejo que el futuro siga su curso. El caos está contenido por ahora, pero cuando llegue el momento, no intervendré si ese es el destino de los mortales y los nuestros.
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  • —Existen varias rutas de mi destino, una peor que la otra... Por el caos que he causado, me redimiré... No ante los Dioses, no ante mis enemigos, ni confrotaciones... No, ante el mundo que ahora ha sido envuelto en un caos, que no debía llegar a afectar al mundo humano. Atacar a otros y no a mi como tal, es indigno. —sentenció mirando el horizonte, su mirada estaba dolida y en conflicto— Esta vez no haré ningún sacrificio para ti, Hipnos, esta vez... Haré lo que es parte de mi deber, algo que jamás había pensado hacer...



    —Existen varias rutas de mi destino, una peor que la otra... Por el caos que he causado, me redimiré... No ante los Dioses, no ante mis enemigos, ni confrotaciones... No, ante el mundo que ahora ha sido envuelto en un caos, que no debía llegar a afectar al mundo humano. Atacar a otros y no a mi como tal, es indigno. —sentenció mirando el horizonte, su mirada estaba dolida y en conflicto— Esta vez no haré ningún sacrificio para ti, Hipnos, esta vez... Haré lo que es parte de mi deber, algo que jamás había pensado hacer...
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  • «Por mas denso que sea el humo, estaré cumpliendo mi anhelo. ¿Porqué? Porque lo aceptaste en un inicio, Hipnos, y porque él lo decretó tras aceptarme como amiga»pensó pero poco después, su estomago no resistió el malestar y vomitó el pay de manzana, vomitó hasta quedar muy pálida en ese panteón.

    ¿Qué pasaba si atentaban contra un hilo que ella protegía? Nunca se llegó a hacer esa pregunta, pero ahora no estaba para nada contenta con sentir los estragos de saber la respuesta.

    —Tengo frío...—susurró abrazándose a sí misma.
    «Por mas denso que sea el humo, estaré cumpliendo mi anhelo. ¿Porqué? Porque lo aceptaste en un inicio, Hipnos, y porque él lo decretó tras aceptarme como amiga»pensó pero poco después, su estomago no resistió el malestar y vomitó el pay de manzana, vomitó hasta quedar muy pálida en ese panteón. ¿Qué pasaba si atentaban contra un hilo que ella protegía? Nunca se llegó a hacer esa pregunta, pero ahora no estaba para nada contenta con sentir los estragos de saber la respuesta. —Tengo frío...—susurró abrazándose a sí misma.
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  • «No puedo dormir...»
    Lo intentó, lo intentó y lo intentó.
    Pero nada.
    Su tigrecito, su amado no estaba.
    La casa estaba muy rara, la cama lo sentía incómoda.
    Su corazón estaba muy incómodo, dolía, ardía y tenía una molestia que no entendía el porque lo tenía.
    Miró el techo, lo miro y espero que el sueño llegara, pero no podía.
    Algo faltaba...
    Algo no estaba bien.
    Incomoda e inquieta, fue junto a Hipnos para entender su propia molestia, extraño fue encontrar a este llorando y pensando muy fuerte.
    Sin embargo, eso solo aumentó su incomodidad, su malestar.
    «No puedo dormir...» Lo intentó, lo intentó y lo intentó. Pero nada. Su tigrecito, su amado no estaba. La casa estaba muy rara, la cama lo sentía incómoda. Su corazón estaba muy incómodo, dolía, ardía y tenía una molestia que no entendía el porque lo tenía. Miró el techo, lo miro y espero que el sueño llegara, pero no podía. Algo faltaba... Algo no estaba bien. Incomoda e inquieta, fue junto a Hipnos para entender su propia molestia, extraño fue encontrar a este llorando y pensando muy fuerte. Sin embargo, eso solo aumentó su incomodidad, su malestar.
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  • Aunque le daba dolor de cabeza llegar hasta Hipnos, se quedó varada en su propio sueño. Rememorando un poco, ella no podía ir donde Hipnos estaba, eso suponía tener un encuentro disgustante, no por el Dios, sino porque se podría cruzar con su primo idiota. Por lo que se sentó en una roca pensativa, en su propio sueño.

    «Si soy una Diosa menor, pero de una generación antes que ellos, podría intentar llamar al Dios Hipnos para habalr... Después de todo será una disculpa totalmente propia, no tengo miedo de pedir disculpas, pero si me enojo, uff.. no quiero ni pebsar que catastrofe puedo hacer; pero si es en son de paz»pendó fuertemente, plasmando sus intenciones.

    Porque estaba claro que tal vez le negarían a Morfeo que llegara hasta ella, esa noche.

    «DIOS DEL SUEÑO, HIPNOS, he aquí Hebe, desea con las mas puras intenciones hablar con usted, por favor, si escucha mi llamado.»pensó adormilada, si se quedaba profundamente dormida, estaba segura que el Dios no saldría de su cabeza hasta que ella le hablase, despues de todo, no iba a sobrevivir en este propio mundo de ensueño de su cabeza
    Aunque le daba dolor de cabeza llegar hasta Hipnos, se quedó varada en su propio sueño. Rememorando un poco, ella no podía ir donde Hipnos estaba, eso suponía tener un encuentro disgustante, no por el Dios, sino porque se podría cruzar con su primo idiota. Por lo que se sentó en una roca pensativa, en su propio sueño. «Si soy una Diosa menor, pero de una generación antes que ellos, podría intentar llamar al Dios Hipnos para habalr... Después de todo será una disculpa totalmente propia, no tengo miedo de pedir disculpas, pero si me enojo, uff.. no quiero ni pebsar que catastrofe puedo hacer; pero si es en son de paz»pendó fuertemente, plasmando sus intenciones. Porque estaba claro que tal vez le negarían a Morfeo que llegara hasta ella, esa noche. «DIOS DEL SUEÑO, HIPNOS, he aquí Hebe, desea con las mas puras intenciones hablar con usted, por favor, si escucha mi llamado.»pensó adormilada, si se quedaba profundamente dormida, estaba segura que el Dios no saldría de su cabeza hasta que ella le hablase, despues de todo, no iba a sobrevivir en este propio mundo de ensueño de su cabeza
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  • «Apelar con que fue mi culpa, no funcionaría. Accedió a mi ofrenda de rebeldía pero... No me gusta verlo castigado. Jmm... En planos generales, yo soy "mayor" al papá de Morfeo... Segun algunas historias mortales, pero... No me gustaría usar mi edad para sacar ese castigo.»pensó frustrada, odiaba recordar su edad verdadera, le gustaba mas ser infantil e ir por el mundo así de juvenil.

    Se despertó de golpe, y por unos instantes miró el cielo.

    —Si me pasa algo, papá me salvará, no tengo miedo. Pero... No siempre debo entromenterme donde no me llaman, pero... Si en teoría fue mi culpa, no sería meterme en temas ajenos —dijo en murmullos.

    Y fue así como quedó con esa idea en la mente. Podría pedirle ayuda a la Diosa Iris para hablar con Hipnos, pero, era terriblemente paranoica y le tenía respeto por no decir miedo a que le gritaran, no le gustaba el ruido. Tragó saliva, pensando en que hacer, tanto que se quedó dormida sin darse cuenta.
    «Apelar con que fue mi culpa, no funcionaría. Accedió a mi ofrenda de rebeldía pero... No me gusta verlo castigado. Jmm... En planos generales, yo soy "mayor" al papá de Morfeo... Segun algunas historias mortales, pero... No me gustaría usar mi edad para sacar ese castigo.»pensó frustrada, odiaba recordar su edad verdadera, le gustaba mas ser infantil e ir por el mundo así de juvenil. Se despertó de golpe, y por unos instantes miró el cielo. —Si me pasa algo, papá me salvará, no tengo miedo. Pero... No siempre debo entromenterme donde no me llaman, pero... Si en teoría fue mi culpa, no sería meterme en temas ajenos —dijo en murmullos. Y fue así como quedó con esa idea en la mente. Podría pedirle ayuda a la Diosa Iris para hablar con Hipnos, pero, era terriblemente paranoica y le tenía respeto por no decir miedo a que le gritaran, no le gustaba el ruido. Tragó saliva, pensando en que hacer, tanto que se quedó dormida sin darse cuenta.
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  • En los vastos corredores del Érebo, donde el tiempo se arrastra como un suspiro eterno, Hipnos, dios del sueño, caminaba con el ceño fruncido y los ojos brillando con una cólera inusual. Su andar sereno había sido roto por el caos en la vigilia de los mortales: noches de insomnio colectivo, mentes al borde de la locura, sueños olvidados como humo al viento. Todo por una sola razón: su hijo Morfeo no había cumplido con su deber.

    —¡Morfeo! —la voz de Hipnos retumbó como un trueno suave, no por volumen, sino por autoridad.

    El dios de los sueños emergió lentamente de un rincón del reino onírico, su túnica hecha de nubes oscuras arrastrándose tras él, el cabello enredado por haber dormido más de la cuenta.

    —Padre... —dijo con una sonrisa ladeada, la misma que usaba para engañar a reyes y poetas en sus ensoñaciones.
    —He estado... descansando. Incluso los sueños necesitan dormir, ¿no? —

    —¡Descansando! —Hipnos alzó una ceja, y con un gesto simple, detuvo todo el fluir del sueño a través del mundo. Los mortales quedaron atrapados entre el insomnio y la vigilia, entre la razón y la locura.

    —¿Sabes lo que ocurre cuando el sueño falta? La mente se deshilacha. El alma se agrieta.—

    —No creí que fuera tan grave... —dijo Morfeo, bajando la mirada por primera vez en milenios.

    Hipnos extendió la mano, y una cadena de plata líquida surgió de la oscuridad, enroscándose alrededor del brazo de Morfeo. No dolía, pero pesaba como siglos sin dormir.

    —Durante tres lunas llenas, quedarás atado a los sueños más profundos de los mortales. No reinarás sobre ellos, sino que vivirás dentro de ellos. Sentirás sus miedos, sus deseos, su dolor. Así aprenderás lo que tu ausencia causa...—
    En los vastos corredores del Érebo, donde el tiempo se arrastra como un suspiro eterno, Hipnos, dios del sueño, caminaba con el ceño fruncido y los ojos brillando con una cólera inusual. Su andar sereno había sido roto por el caos en la vigilia de los mortales: noches de insomnio colectivo, mentes al borde de la locura, sueños olvidados como humo al viento. Todo por una sola razón: su hijo Morfeo no había cumplido con su deber. —¡Morfeo! —la voz de Hipnos retumbó como un trueno suave, no por volumen, sino por autoridad. El dios de los sueños emergió lentamente de un rincón del reino onírico, su túnica hecha de nubes oscuras arrastrándose tras él, el cabello enredado por haber dormido más de la cuenta. —Padre... —dijo con una sonrisa ladeada, la misma que usaba para engañar a reyes y poetas en sus ensoñaciones. —He estado... descansando. Incluso los sueños necesitan dormir, ¿no? — —¡Descansando! —Hipnos alzó una ceja, y con un gesto simple, detuvo todo el fluir del sueño a través del mundo. Los mortales quedaron atrapados entre el insomnio y la vigilia, entre la razón y la locura. —¿Sabes lo que ocurre cuando el sueño falta? La mente se deshilacha. El alma se agrieta.— —No creí que fuera tan grave... —dijo Morfeo, bajando la mirada por primera vez en milenios. Hipnos extendió la mano, y una cadena de plata líquida surgió de la oscuridad, enroscándose alrededor del brazo de Morfeo. No dolía, pero pesaba como siglos sin dormir. —Durante tres lunas llenas, quedarás atado a los sueños más profundos de los mortales. No reinarás sobre ellos, sino que vivirás dentro de ellos. Sentirás sus miedos, sus deseos, su dolor. Así aprenderás lo que tu ausencia causa...—
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  • Recordando un momento con su padre.

    — ¿Amar? Los dioses no amamos... “Jamás podrás amar sin traer olvido. Tus manos son las del descanso eterno, y tu beso no despierta, sino que sella.”—aseguró Hipnos, Dios del sueño, para si mismo.

    Morfeo, reconoció el regaño de su padre.

    — Morfeo, tu don, aunque sea bello, solo es una ilusión, como lo es a aquello que llamas amor. —
    Recordando un momento con su padre. — ¿Amar? Los dioses no amamos... “Jamás podrás amar sin traer olvido. Tus manos son las del descanso eterno, y tu beso no despierta, sino que sella.”—aseguró Hipnos, Dios del sueño, para si mismo. Morfeo, reconoció el regaño de su padre. — Morfeo, tu don, aunque sea bello, solo es una ilusión, como lo es a aquello que llamas amor. —
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