• Ese sueño otra vez...

    En la fría calma de la noche profunda, en silencio, la quietud de la soledad es una ilusión.

    Detrás de la fina cortina de nieve se esconden terrores: personas, recuerdos, ideas, logros, errores y aciertos. Aúllan en silencio, feroces.

    Ella no huye de ellos. Ella los navega.
    Su barca es de hierro, su motor es la ira, su viaje es por 'ellos' y su combustible...
    Su combustible es...

    No hay faro, no hay tierra.
    No hay cielo, no hay estrellas.

    ¿Y si los terrores cruzaran más allá de la nieve?

    Aunque al final nada haya tenido sentido, al menos se habrá acabado.
    Ese sueño otra vez... En la fría calma de la noche profunda, en silencio, la quietud de la soledad es una ilusión. Detrás de la fina cortina de nieve se esconden terrores: personas, recuerdos, ideas, logros, errores y aciertos. Aúllan en silencio, feroces. Ella no huye de ellos. Ella los navega. Su barca es de hierro, su motor es la ira, su viaje es por 'ellos' y su combustible... Su combustible es... No hay faro, no hay tierra. No hay cielo, no hay estrellas. ¿Y si los terrores cruzaran más allá de la nieve? Aunque al final nada haya tenido sentido, al menos se habrá acabado.
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  • — Fría, de nuevo. ¿Por qué no le he pedido a nadie que la repare?
    — Fría, de nuevo. ¿Por qué no le he pedido a nadie que la repare?
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  • "Feliz Navidad, rubia"

    — Lo malo de Dean Winchester es que es de pocas palabras, pero el regalo tiene la mejor de las intenciones, realmente. Sabe lo frías que son las noches de cacería. Y en su instinto de proteger a la rubia... Ha encontrado el que cree que es el regalo perfecto—

    Claire Novak

    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #Navidad3D
    "Feliz Navidad, rubia" — Lo malo de Dean Winchester es que es de pocas palabras, pero el regalo tiene la mejor de las intenciones, realmente. Sabe lo frías que son las noches de cacería. Y en su instinto de proteger a la rubia... Ha encontrado el que cree que es el regalo perfecto— [WxywardGrl] #Personajes3D #3D #Comunidad3D #Navidad3D
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  • El bar “Luz y Sombra” estaba envuelto en un aire de misterio. La tenue iluminación y los ecos suaves del jazz creaban el ambiente perfecto. En un rincón oscuro, junto a la ventana, estaba Reaper, un personaje afín a la muerte, con un aura que parecía absorver la luz a su alrededor.

    Una mujer joven, Clara, se le acercó con una sonrisa intrigada, sosteniendo un vaso de whisky.

    Clara: "¿Te importa si me siento aquí? Este lugar parece tener las mejores vistas, y tú pareces ser alguien con historias interesantes."

    Reaper levantó la mirada, sus ojos oscuros brillando con una luz fría.

    Reaper: "Adelante, si no te importa la compañía de alguien con un toque macabro."

    Clara: "¿Un toque macabro? Suena fascinante. Siempre me ha intrigado la frontera entre la vida y la muerte. ¿Por qué te sientes tan... afín a ella?"

    Reaper esbozó una media sonrisa, sus dedos jugueteando con el borde de su vaso.

    Reaper: "Digamos que he visto más de lo que muchos podrían soportar. La muerte no es la enemiga, es simplemente... el siguiente paso. Pero eso no significa que no podamos disfrutar de una buena bebida y una conversación mientras estamos aquí."

    Clara: "¿Y qué opinas de este bar? ¿Te gusta el ambiente?"

    Reaper: "Tiene su encanto. La música, la penumbra, es casi como si el lugar entendiera la transición constante entre la luz y la oscuridad."

    Clara: "Eso es poético. A veces siento que en estos lugares se capturan las historias más profundas y los secretos más oscuros."

    Reaper: "Exactamente. Cada rostro aquí tiene un pasado, una sombra que lo sigue. Pero, ¿qué hay de ti, Clara? ¿Qué te trae a un lugar como este?"

    Clara se recostó en su silla, sus ojos brillando con curiosidad.

    Clara: "Supongo que busco respuestas, o tal vez solo una buena historia. Pero hablar contigo ha sido más interesante de lo que esperaba."

    Reaper levantó su vaso en un brindis silencioso.

    Reaper: "A las buenas historias y a la compañía inesperada."

    Y así, en el corazón de un bar envuelto en sombras y luz, dos almas compartieron un momento, entrelazando sus destinos en una noche de conversación.
    El bar “Luz y Sombra” estaba envuelto en un aire de misterio. La tenue iluminación y los ecos suaves del jazz creaban el ambiente perfecto. En un rincón oscuro, junto a la ventana, estaba Reaper, un personaje afín a la muerte, con un aura que parecía absorver la luz a su alrededor. Una mujer joven, Clara, se le acercó con una sonrisa intrigada, sosteniendo un vaso de whisky. Clara: "¿Te importa si me siento aquí? Este lugar parece tener las mejores vistas, y tú pareces ser alguien con historias interesantes." Reaper levantó la mirada, sus ojos oscuros brillando con una luz fría. Reaper: "Adelante, si no te importa la compañía de alguien con un toque macabro." Clara: "¿Un toque macabro? Suena fascinante. Siempre me ha intrigado la frontera entre la vida y la muerte. ¿Por qué te sientes tan... afín a ella?" Reaper esbozó una media sonrisa, sus dedos jugueteando con el borde de su vaso. Reaper: "Digamos que he visto más de lo que muchos podrían soportar. La muerte no es la enemiga, es simplemente... el siguiente paso. Pero eso no significa que no podamos disfrutar de una buena bebida y una conversación mientras estamos aquí." Clara: "¿Y qué opinas de este bar? ¿Te gusta el ambiente?" Reaper: "Tiene su encanto. La música, la penumbra, es casi como si el lugar entendiera la transición constante entre la luz y la oscuridad." Clara: "Eso es poético. A veces siento que en estos lugares se capturan las historias más profundas y los secretos más oscuros." Reaper: "Exactamente. Cada rostro aquí tiene un pasado, una sombra que lo sigue. Pero, ¿qué hay de ti, Clara? ¿Qué te trae a un lugar como este?" Clara se recostó en su silla, sus ojos brillando con curiosidad. Clara: "Supongo que busco respuestas, o tal vez solo una buena historia. Pero hablar contigo ha sido más interesante de lo que esperaba." Reaper levantó su vaso en un brindis silencioso. Reaper: "A las buenas historias y a la compañía inesperada." Y así, en el corazón de un bar envuelto en sombras y luz, dos almas compartieron un momento, entrelazando sus destinos en una noche de conversación.
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  • — El agua está muy fría.. no me gusta cuando eso pasa..
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  • *el goetia ya había cerrado todo sentimiento y de había convertido en lo que su padre alguna vez pidió , un ser frío sin piedad de los demás , su mirada se veía fría , perdida , ahora nadie más iba a romper su corazón *
    *el goetia ya había cerrado todo sentimiento y de había convertido en lo que su padre alguna vez pidió , un ser frío sin piedad de los demás , su mirada se veía fría , perdida , ahora nadie más iba a romper su corazón *
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  • El aire en la habitación era espeso, saturado de un calor sofocante que se mezclaba con el aroma a madera quemada. La única luz provenía del resplandor rojizo que emanaba de las antorchas y una lámpara de aceite en la esquina, llenando el espacio con un tenue brillo carmesí. Lyra estaba sentada en un rincón oscuro, sus piernas cruzadas y su capa negra cubriéndola casi por completo. Sus ojos rojos brillaban como carbones encendidos, perforando la penumbra, mientras su mente vagaba en una tormenta de pensamientos.

    El silencio en el ambiente no era completo; había un leve crujido de las paredes de madera y un susurro en el viento que se filtraba por las grietas, como si el mundo exterior intentara infiltrarse en su refugio. La elfa mantuvo una postura cerrada, con los brazos descansando sobre sus rodillas, sus dedos jugando distraídamente con los bordes de la capa. El rojo de sus ojos capturaba la luz de las llamas, otorgándoles una intensidad casi sobrenatural.

    Había algo profundamente inquietante en su quietud, como un depredador esperando en las sombras. Pero dentro de ella, la calma era una mentira; su mente era un torbellino, atrapada en recuerdos que no quería revivir por el momento. Pensaba en las cadenas que había roto, en los susurros de su conciencia, y en los rostros que habían desaparecido para siempre. Cada pensamiento la atormentaba como un aguijón punzante, pero su rostro no mostraba más que una expresión fría, una máscara bien ensayada que nadie, salvo quizá ella misma, podría desentrañar.

    La habitación era un lugar de refugio y aislamiento, un santuario que había elegido para huir de los gritos de un mundo que siempre exigía más de lo que estaba dispuesta a dar. Sus labios se curvaron en una mueca fugaz, un destello de desdén por la humanidad que parecía no dejarla en paz, incluso cuando la buscaba. Pero… ¿Era realmente el mundo el que la acosaba? ¿O era ella misma quien se condenaba a escuchar los ecos de sus propias decisiones?
    Se permitió un susurro apenas audible, un pensamiento que escapó de sus labios antes de que pudiera detenerlo.

    — Paz... —La palabra murió en el aire como una burla, un ideal que nunca había alcanzado y que quizás nunca lo haría.

    El peso de la noche recaía sobre sus hombros como una losa, y aunque la tormenta en su interior parecía crecer, no movió un solo músculo. Sus ojos continuaban ardiendo, observando el vacío, esperando... Algo. Un intruso que rompiera el silencio, una señal de que no estaba completamente sola en esa condena en la que ella misma había caído.

    El ambiente quedó suspendido, un momento que podía ser interrumpido en cualquier instante.
    El aire en la habitación era espeso, saturado de un calor sofocante que se mezclaba con el aroma a madera quemada. La única luz provenía del resplandor rojizo que emanaba de las antorchas y una lámpara de aceite en la esquina, llenando el espacio con un tenue brillo carmesí. Lyra estaba sentada en un rincón oscuro, sus piernas cruzadas y su capa negra cubriéndola casi por completo. Sus ojos rojos brillaban como carbones encendidos, perforando la penumbra, mientras su mente vagaba en una tormenta de pensamientos. El silencio en el ambiente no era completo; había un leve crujido de las paredes de madera y un susurro en el viento que se filtraba por las grietas, como si el mundo exterior intentara infiltrarse en su refugio. La elfa mantuvo una postura cerrada, con los brazos descansando sobre sus rodillas, sus dedos jugando distraídamente con los bordes de la capa. El rojo de sus ojos capturaba la luz de las llamas, otorgándoles una intensidad casi sobrenatural. Había algo profundamente inquietante en su quietud, como un depredador esperando en las sombras. Pero dentro de ella, la calma era una mentira; su mente era un torbellino, atrapada en recuerdos que no quería revivir por el momento. Pensaba en las cadenas que había roto, en los susurros de su conciencia, y en los rostros que habían desaparecido para siempre. Cada pensamiento la atormentaba como un aguijón punzante, pero su rostro no mostraba más que una expresión fría, una máscara bien ensayada que nadie, salvo quizá ella misma, podría desentrañar. La habitación era un lugar de refugio y aislamiento, un santuario que había elegido para huir de los gritos de un mundo que siempre exigía más de lo que estaba dispuesta a dar. Sus labios se curvaron en una mueca fugaz, un destello de desdén por la humanidad que parecía no dejarla en paz, incluso cuando la buscaba. Pero… ¿Era realmente el mundo el que la acosaba? ¿O era ella misma quien se condenaba a escuchar los ecos de sus propias decisiones? Se permitió un susurro apenas audible, un pensamiento que escapó de sus labios antes de que pudiera detenerlo. — Paz... —La palabra murió en el aire como una burla, un ideal que nunca había alcanzado y que quizás nunca lo haría. El peso de la noche recaía sobre sus hombros como una losa, y aunque la tormenta en su interior parecía crecer, no movió un solo músculo. Sus ojos continuaban ardiendo, observando el vacío, esperando... Algo. Un intruso que rompiera el silencio, una señal de que no estaba completamente sola en esa condena en la que ella misma había caído. El ambiente quedó suspendido, un momento que podía ser interrumpido en cualquier instante.
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  • La brisa nocturna acariciaba su piel como un murmullo antiguo, cargado de secretos que solo la oscuridad podía guardar. La gorgona permanecía inmóvil sobre una roca desgastada por los años, con las piernas cruzadas y la mirada fija en el horizonte. Sus serpientes se agitaban con calma, explorando el aire a su alrededor, como si fueran una extensión de sus pensamientos. La noche era fría, pero no lo suficiente como para importarle; había aprendido a encontrar calidez en su propia soledad.

    Sus ojos dorados se perdieron en las estrellas, buscando respuestas que no sabía cómo formular. A pesar de su fuerza, de la apariencia imponente que siempre proyectaba, había momentos en los que las sombras de su mente se hacían demasiado profundas. El silencio la confrontaba con algo que temía: ella misma. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había sentido verdadera conexión con alguien? No como una amenaza, no como un juego de manipulaciones, sino como algo real, tangible. Había días en los que la soledad era un refugio, pero también noches en las que se sentía como una prisión.

    Los recuerdos eran un veneno dulce que a veces permitía que la consumieran. Pensó en sus hermanas, en Medusa, Euríale y Esteno, en las risas que compartían cuando eran jóvenes, antes de que el destino decidiera ensañarse con ellas. Una punzada de dolor atravesó su pecho al pensar en Medusa, en la injusticia de su caída, en cómo el mundo había celebrado su muerte como un acto heroico mientras ellas, las sobrevivientes, eran relegadas al olvido o al desprecio. ¿Acaso la eternidad estaba destinada a ser tan amarga?

    Exhaló lentamente, dejando que el aire escapara como si cargara con parte de su angustia. Una de sus serpientes, la más pequeña y curiosa, rozó suavemente su mejilla, arrancándole una sonrisa casi imperceptible. Era un recordatorio de que no estaba completamente sola, aunque la conexión con esas pequeñas criaturas no pudiera llenar los vacíos más profundos de su alma.

    —¿Es este el precio de ser inmortal? —Murmuró para sí misma, su voz un susurro que se perdió en la brisa.— Vivir eternamente... Pero sin sentir que realmente estoy viva.

    El pensamiento era oscuro, pero no desconocido. Había aprendido a convivir con esa melancolía, a aceptarla como parte de su ser. Sin embargo, en noches como esta, no podía evitar preguntarse si había algo más allá de esa monotonía perpetua, si en algún rincón del mundo existía alguien o algo que pudiera romper la rutina de su existencia. Alguien que la mirara y no viera a un monstruo, ni a un mito, sino a ella, tal y como era.

    Por un momento, cerró los ojos y dejó que el viento la envolviera, como si quisiera que se llevara consigo todo aquello que pesaba en su pecho. Pero al abrirlos de nuevo, las estrellas seguían ahí, imperturbables, indiferentes. Dejó escapar una risa amarga, bajando la mirada hacia el suelo. Tal vez, al final, las estrellas eran la compañía más fiel que podía esperar… O al menos, eso pensaba.
    La brisa nocturna acariciaba su piel como un murmullo antiguo, cargado de secretos que solo la oscuridad podía guardar. La gorgona permanecía inmóvil sobre una roca desgastada por los años, con las piernas cruzadas y la mirada fija en el horizonte. Sus serpientes se agitaban con calma, explorando el aire a su alrededor, como si fueran una extensión de sus pensamientos. La noche era fría, pero no lo suficiente como para importarle; había aprendido a encontrar calidez en su propia soledad. Sus ojos dorados se perdieron en las estrellas, buscando respuestas que no sabía cómo formular. A pesar de su fuerza, de la apariencia imponente que siempre proyectaba, había momentos en los que las sombras de su mente se hacían demasiado profundas. El silencio la confrontaba con algo que temía: ella misma. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había sentido verdadera conexión con alguien? No como una amenaza, no como un juego de manipulaciones, sino como algo real, tangible. Había días en los que la soledad era un refugio, pero también noches en las que se sentía como una prisión. Los recuerdos eran un veneno dulce que a veces permitía que la consumieran. Pensó en sus hermanas, en Medusa, Euríale y Esteno, en las risas que compartían cuando eran jóvenes, antes de que el destino decidiera ensañarse con ellas. Una punzada de dolor atravesó su pecho al pensar en Medusa, en la injusticia de su caída, en cómo el mundo había celebrado su muerte como un acto heroico mientras ellas, las sobrevivientes, eran relegadas al olvido o al desprecio. ¿Acaso la eternidad estaba destinada a ser tan amarga? Exhaló lentamente, dejando que el aire escapara como si cargara con parte de su angustia. Una de sus serpientes, la más pequeña y curiosa, rozó suavemente su mejilla, arrancándole una sonrisa casi imperceptible. Era un recordatorio de que no estaba completamente sola, aunque la conexión con esas pequeñas criaturas no pudiera llenar los vacíos más profundos de su alma. —¿Es este el precio de ser inmortal? —Murmuró para sí misma, su voz un susurro que se perdió en la brisa.— Vivir eternamente... Pero sin sentir que realmente estoy viva. El pensamiento era oscuro, pero no desconocido. Había aprendido a convivir con esa melancolía, a aceptarla como parte de su ser. Sin embargo, en noches como esta, no podía evitar preguntarse si había algo más allá de esa monotonía perpetua, si en algún rincón del mundo existía alguien o algo que pudiera romper la rutina de su existencia. Alguien que la mirara y no viera a un monstruo, ni a un mito, sino a ella, tal y como era. Por un momento, cerró los ojos y dejó que el viento la envolviera, como si quisiera que se llevara consigo todo aquello que pesaba en su pecho. Pero al abrirlos de nuevo, las estrellas seguían ahí, imperturbables, indiferentes. Dejó escapar una risa amarga, bajando la mirada hacia el suelo. Tal vez, al final, las estrellas eran la compañía más fiel que podía esperar… O al menos, eso pensaba.
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  • En la playa disfrutando de una paleta fría... Deliciosa.

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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    -se va y se mete a un balde de agua fría para bajar el calor (?)-
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    𝑅𝑒𝑖𝑛𝑓𝑜𝑟𝑐𝑒𝑚𝑒𝑛𝑡𝑠? 𝑰 𝑨𝑴 𝒕𝒉𝒆 𝒓𝒆𝒊𝒏𝒇𝒐𝒓𝒄𝒆𝒎𝒆𝒏𝒕𝒔
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