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𝐸𝑥𝑖𝑠𝑡𝑒 𝑢𝑛 𝑙𝑢𝑔𝑎𝑟 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑜𝑠 𝑠𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑟𝑎𝑛 𝑦 𝑠𝑒 𝑣𝑒𝑛𝑑𝑒𝑛.
🔮 Svetla Le'ron | Vendedora de deseos
"𝘚𝘶𝘴𝘶𝘳𝘳𝘢 𝘵𝘶 𝘢𝘯𝘩𝘦𝘭𝘰 𝘮𝘢𝘴 𝘱𝘳𝘰𝘧𝘶𝘯𝘥𝘰. ¿𝘘𝘶𝘦 𝘢𝘳𝘥𝘦 𝘦𝘯 𝘵𝘶 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘳𝘪𝘰𝘳? ¿𝘘𝘶𝘦 𝘭𝘭𝘢𝘮𝘢 𝘢 𝘴𝘦𝘳 𝘭𝘪𝘣𝘦𝘳𝘢𝘥𝘰? 𝘋𝘪𝘯𝘦𝘳𝘰, 𝘢𝘮𝘰𝘳, 𝘱𝘰𝘥𝘦𝘳. . . 𝘗𝘪𝘥𝘦, 𝘺 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘮𝘱𝘭𝘢 𝘦𝘭 𝘢𝘣𝘪𝘴𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘢𝘣𝘳𝘦 𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘵𝘪. 𝘚𝘰𝘺 𝘚𝘷𝘦𝘵𝘭𝘢 𝘓𝘦'𝘳𝘰𝘯, 𝘺 𝘦𝘴𝘵𝘰𝘺 𝘢𝘲𝘶𝘪 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘤𝘦𝘥𝘦𝘳𝘵𝘦 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘢𝘴...𝘴𝘪 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰 𝘢 𝘱𝘢𝘨𝘢𝘳 𝘦𝘭 𝘱𝘳𝘦𝘤𝘪𝘰."
🔮 Svetla Le'ron | Vendedora de deseos
"𝘚𝘶𝘴𝘶𝘳𝘳𝘢 𝘵𝘶 𝘢𝘯𝘩𝘦𝘭𝘰 𝘮𝘢𝘴 𝘱𝘳𝘰𝘧𝘶𝘯𝘥𝘰. ¿𝘘𝘶𝘦 𝘢𝘳𝘥𝘦 𝘦𝘯 𝘵𝘶 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘳𝘪𝘰𝘳? ¿𝘘𝘶𝘦 𝘭𝘭𝘢𝘮𝘢 𝘢 𝘴𝘦𝘳 𝘭𝘪𝘣𝘦𝘳𝘢𝘥𝘰? 𝘋𝘪𝘯𝘦𝘳𝘰, 𝘢𝘮𝘰𝘳, 𝘱𝘰𝘥𝘦𝘳. . . 𝘗𝘪𝘥𝘦, 𝘺 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘮𝘱𝘭𝘢 𝘦𝘭 𝘢𝘣𝘪𝘴𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘢𝘣𝘳𝘦 𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘵𝘪. 𝘚𝘰𝘺 𝘚𝘷𝘦𝘵𝘭𝘢 𝘓𝘦'𝘳𝘰𝘯, 𝘺 𝘦𝘴𝘵𝘰𝘺 𝘢𝘲𝘶𝘪 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘤𝘦𝘥𝘦𝘳𝘵𝘦 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘢𝘴...𝘴𝘪 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰 𝘢 𝘱𝘢𝘨𝘢𝘳 𝘦𝘭 𝘱𝘳𝘦𝘤𝘪𝘰."
- Tipo de personaje
2D - Longitud narrativa
Párrafo , Multi-párrafo - Categorías de rol
Aventura , Ciencia ficción , Contemporáneo , Drama , Fantasía , Romance , Slice of Life , Original , Otros
Fijado
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- La máquina de espresso silbaba, alguien sentado a un lado de la ventana reía demasiado fuerte, y en la esquina mas oscura, Svetla, con una sudadera con una capucha negra, observaba a los clientes mientras giraba una cuchara que...¿reflejaba algo que no estaba ahí?
El lugar olía a vainilla quemada. El cartel detrás del mostrador decía '𝘕𝘰 𝘴𝘦 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘯 𝘤𝘩𝘦𝘲𝘶𝘦𝘴 𝘯𝘪 𝘢𝘭𝘮𝘢𝘴'. Nadie sabía si era broma. Svetla no bebía su matcha latte, solo movía la cuchara en círculos perfectos, como si estuviera trazando runas en la espuma.
De repente, un desconocido se sentó frente a ella. Por accidente o por curiosidad.
— Esa silla está ocupada —dijo ella al sentir su presencia, sin mirarlo, dejando caer un terrón de azúcar en la taza— ...aunque no por alguien que esté vivo, así que supongo que no importa...
«𝘌𝘭𝘭𝘢 𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘓𝘢 𝘴𝘪𝘭𝘭𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦. 𝘗𝘦𝘳𝘰, ¿𝘵𝘶 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘭𝘪𝘴𝘵𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘳𝘭𝘢?» Murmuró el hombre pálido y semitransparente. La voz surgió como un susurro, demasiado cerca del oído del desconocido, pero él no pudo escucharlo, solo sintió la ráfaga de aire helado que rozó su nuca.
Svetla finalmente alzó la vista. Sus ojos verdes, por un instante, parecieron brillar con un destello demasiado intenso para ser humanos.
— Relájateee. Solo estoy bromeando...o no —empujó hacia el desconocido una tarjeta de visita negra donde las letras se reorganizaban solas— ¿Vienes por café...o porque soñaste con esta dirección anoche?
#freerolLa máquina de espresso silbaba, alguien sentado a un lado de la ventana reía demasiado fuerte, y en la esquina mas oscura, Svetla, con una sudadera con una capucha negra, observaba a los clientes mientras giraba una cuchara que...¿reflejaba algo que no estaba ahí? El lugar olía a vainilla quemada. El cartel detrás del mostrador decía '𝘕𝘰 𝘴𝘦 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘯 𝘤𝘩𝘦𝘲𝘶𝘦𝘴 𝘯𝘪 𝘢𝘭𝘮𝘢𝘴'. Nadie sabía si era broma. Svetla no bebía su matcha latte, solo movía la cuchara en círculos perfectos, como si estuviera trazando runas en la espuma. De repente, un desconocido se sentó frente a ella. Por accidente o por curiosidad. — Esa silla está ocupada —dijo ella al sentir su presencia, sin mirarlo, dejando caer un terrón de azúcar en la taza— ...aunque no por alguien que esté vivo, así que supongo que no importa... «𝘌𝘭𝘭𝘢 𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘓𝘢 𝘴𝘪𝘭𝘭𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦. 𝘗𝘦𝘳𝘰, ¿𝘵𝘶 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘭𝘪𝘴𝘵𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘳𝘭𝘢?» Murmuró el hombre pálido y semitransparente. La voz surgió como un susurro, demasiado cerca del oído del desconocido, pero él no pudo escucharlo, solo sintió la ráfaga de aire helado que rozó su nuca. Svetla finalmente alzó la vista. Sus ojos verdes, por un instante, parecieron brillar con un destello demasiado intenso para ser humanos. — Relájateee. Solo estoy bromeando...o no —empujó hacia el desconocido una tarjeta de visita negra donde las letras se reorganizaban solas— ¿Vienes por café...o porque soñaste con esta dirección anoche? #freerol - — El caos no tiene dueño, pero yo le presto mi voz. Pide algo, alma valiente...pero no llores cuando el abismo te pida algo a cambio.— El caos no tiene dueño, pero yo le presto mi voz. Pide algo, alma valiente...pero no llores cuando el abismo te pida algo a cambio.
- La arena no era arena, eran fragmentos de deseos olvidados que crujían como huesos bajo sus pies. El mar no era mar, sino una masa oscura y espesa que reflejaba las caras distorsionadas cada vez que la luna falsa se asomaba entre las nubes. El aire olía a sal, hierro, y...a electricidad estática. Los dedos enguantados de los Vigilantes le hundían las garras en sus brazos, marcando su piel a través de la fina tela de su vestido. Ella respiró hondo, sintiendo como las runas de supresión en sus muñecas latían en sincronía con su pulso acelerado. Cada símbolo era un clavo en su magia, un intento del Consejo por domesticar lo que era indomable.
El Capitán de los Vigilantes avanzó, su armadura chirriaba con cada paso sobre la arena brillante. La espada rúnica en su mano dejaba un rastro de luz azulada en el aire, como si cortara la realidad misma.
— Terminemos esto, Kael —dijo uno de Los Vigilantes, mientras ajustaba su agarre en el brazo izquierdo de Svetla— hay que llevarla ante el Consejo antes de que...
— Antes de que ¿qué? —interrumpió ella, alzando la vista con una sonrisa desafiante. Su mechón blanco brillaba bajo la luz lunar— ¿antes de que él Capitán recuerde que...su esposa también pidió un deseo una vez? Uno que él no supo darle.
El Capitán se tensó. El filo de su espada tembló levemente
"Si...ahí está. La grieta en tu armadura, capitán" Pensó.
«𝘌𝘴𝘤𝘶𝘱𝘦 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘢𝘳𝘢 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘮𝘰𝘳𝘪𝘳.» Murmuró Luc, con su silueta semitransparente flotando a un lado de ella. Pero él sabía que ella no moriría. No hoy.
Svetla cerró los ojos y escuchó. Más allá de las palabras de los Vigilantes, que seguían discutiendo que hacer. Más allá de la voz de la sombra fantasmal que siempre la acompañaba. Más allá del crujir de sus propios pasos. Allí, estaba el verdadero sonido de ese lugar:
𝙀𝙡 𝙢𝙖𝙧.
No. 𝘕𝘰 𝘦𝘳𝘢 𝘴𝘰𝘭𝘰 𝘦𝘭 𝘮𝘢𝘳. No era el simple oleaje de un océano humano, sino el susurro del Primer Caos, aquel que existía antes de que los deseos tuvieran un nombre. Era un murmullo que le hablaba en lenguas olvidadas, que le recordaba lo que era: hija del abismo, tejedora de costuras entre mundos, vendedora de deseos.
— ¿Sabes que le pasa al mar cuando alguien le pide un deseo...? —susurró Svetla.
— Cállate —gruñó el capitan, ignorando el significado tras las palabras de la castaña— No puedes escapar, Le'ron. tus poderes están...
— ¿Bloqueados? —Svetla rió, y en ese momento, la primera gota de sangre cayó de su nariz a la arena. Los vigilantes no la vieron hundirse en el suelo, no sintieron como los granos de deseos olvidados absorbían la gota rojiza— quizás los poderes pueden ser robados, Kael. Pero el caos... 𝘦𝘭 𝘤𝘢𝘰𝘴 𝘴𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘴.
Con un movimiento brusco, la castaña retorció su brazo izquierdo hasta sentir el crujido del hueso dislocándose. El dolor no importaba, porque había algo que callaría al dolor pronto...la libertad.
Las runas de supresión necesitaban contacto completo para funcionar. Un hueso fuera de lugar, una herida abierta, y la cadena se rompía por un instante. Un segundo. Un segundo era todo lo que necesitaba.
"Ven a mi" Susurró al mar, pero no con palabras, sino con el lenguaje de las cosas que se rompen. "Cómo yo voy a ti."
𝙀𝙡 𝙤𝙘𝙚𝙖𝙣𝙤 𝙧𝙪𝙜𝙞𝙤.
No fue una ola lo que vino, sino una herida en el mundo que se abrió desde las profundidades hasta la orilla. Los Vigilantes gritaron cuando el agua negra les golpeó, pero el verdadero horror llegó cuando vieran lo que realmente era:
Millones de manos translucidas, bocas abiertas en gritos silenciados, dedos que buscaban agarrar, arrastrar. Los restos de todos los deseos no pagados, las promesas rotas que el mar había recolectado desde el principio de los tiempos.
— ¡Sueltenla! —alcanzó a gritar uno de Los Vigilantes antes de que la primera mano se cerrara alrededor de su tobillo.
No necesitó que se lo dijeran dos veces. Con un movimiento fluido –como si el dolor de su brazo le perteneciera a otro cuerpo–, se zafó de los agarres y saltó hacia la brecha.
El agua fría la envolvió como un vientre materno. Por un momento, todo fue silencio y oscuridad. Luego, las voces comenzaron. "𝘜𝘯 𝘰𝘫𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘢𝘴 𝘢𝘨𝘶𝘥𝘢..." "𝘜𝘯 𝘨𝘳𝘪𝘵𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘦𝘭 𝘴𝘪𝘭𝘦𝘯𝘤𝘪𝘰..." "𝘜𝘯 𝘩𝘪𝘫𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘦𝘭 𝘱𝘰𝘥𝘦𝘳..."
Eran los ecos de los pactos que el mar recordaba. Sintió cómo sus pulmones ardían, pero no por falta de aire –nadie se ahoga aqui– sino porque el caos le preguntaba: "¿𝘘𝘶𝘦 𝘥𝘢𝘴 𝘢 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘰, 𝘱𝘦𝘲𝘶𝘦ñ𝘢 𝘮𝘦𝘯𝘵𝘪𝘳𝘰𝘴𝘢?"
— ¡Lo que sea! —gritó, y su voz resonó en el mismo caos como un disparo.
El mar rió. Y entonces, la escupió.
La castaña cayó de rodillas en la arena. Una arena que no era más que solo arena. Frente a un mar que si era mar. Otra playa, está vez en el plano primario. El agua salada que escupió estaba teñida de rojo, pero no era sangre... 𝘦𝘳𝘢𝘯 𝘱𝘦𝘵𝘢𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘧𝘭𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘪𝘢 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰.
A su lado, Luc se materializó, más pálido que de costumbre –como si eso fuera posible–.
«𝘕𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘮𝘢𝘴 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘰. 𝘕𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘮𝘢𝘴 𝘭𝘭𝘢𝘮𝘦𝘴 𝘢 𝘦𝘴𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘦𝘯𝘵𝘪𝘦𝘯𝘥𝘦𝘴.» Murmuró.
Ella no respondió. Se limitó a mirar hacia el horizonte, dónde la luna –esta vez, una real. La luna que conocía– se reflejaba sobre aguas demasiado tranquilas.
En su muñeca, dónde antes estaban las runas de supresión, ahora había una marca nueva. Una que parecía girar si la mirabas demasiado tiempo.
"Todo deseo tiene un costo..." Pensó, acariciando la marca.La arena no era arena, eran fragmentos de deseos olvidados que crujían como huesos bajo sus pies. El mar no era mar, sino una masa oscura y espesa que reflejaba las caras distorsionadas cada vez que la luna falsa se asomaba entre las nubes. El aire olía a sal, hierro, y...a electricidad estática. Los dedos enguantados de los Vigilantes le hundían las garras en sus brazos, marcando su piel a través de la fina tela de su vestido. Ella respiró hondo, sintiendo como las runas de supresión en sus muñecas latían en sincronía con su pulso acelerado. Cada símbolo era un clavo en su magia, un intento del Consejo por domesticar lo que era indomable. El Capitán de los Vigilantes avanzó, su armadura chirriaba con cada paso sobre la arena brillante. La espada rúnica en su mano dejaba un rastro de luz azulada en el aire, como si cortara la realidad misma. — Terminemos esto, Kael —dijo uno de Los Vigilantes, mientras ajustaba su agarre en el brazo izquierdo de Svetla— hay que llevarla ante el Consejo antes de que... — Antes de que ¿qué? —interrumpió ella, alzando la vista con una sonrisa desafiante. Su mechón blanco brillaba bajo la luz lunar— ¿antes de que él Capitán recuerde que...su esposa también pidió un deseo una vez? Uno que él no supo darle. El Capitán se tensó. El filo de su espada tembló levemente "Si...ahí está. La grieta en tu armadura, capitán" Pensó. «𝘌𝘴𝘤𝘶𝘱𝘦 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘢𝘳𝘢 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘮𝘰𝘳𝘪𝘳.» Murmuró Luc, con su silueta semitransparente flotando a un lado de ella. Pero él sabía que ella no moriría. No hoy. Svetla cerró los ojos y escuchó. Más allá de las palabras de los Vigilantes, que seguían discutiendo que hacer. Más allá de la voz de la sombra fantasmal que siempre la acompañaba. Más allá del crujir de sus propios pasos. Allí, estaba el verdadero sonido de ese lugar: 𝙀𝙡 𝙢𝙖𝙧. No. 𝘕𝘰 𝘦𝘳𝘢 𝘴𝘰𝘭𝘰 𝘦𝘭 𝘮𝘢𝘳. No era el simple oleaje de un océano humano, sino el susurro del Primer Caos, aquel que existía antes de que los deseos tuvieran un nombre. Era un murmullo que le hablaba en lenguas olvidadas, que le recordaba lo que era: hija del abismo, tejedora de costuras entre mundos, vendedora de deseos. — ¿Sabes que le pasa al mar cuando alguien le pide un deseo...? —susurró Svetla. — Cállate —gruñó el capitan, ignorando el significado tras las palabras de la castaña— No puedes escapar, Le'ron. tus poderes están... — ¿Bloqueados? —Svetla rió, y en ese momento, la primera gota de sangre cayó de su nariz a la arena. Los vigilantes no la vieron hundirse en el suelo, no sintieron como los granos de deseos olvidados absorbían la gota rojiza— quizás los poderes pueden ser robados, Kael. Pero el caos... 𝘦𝘭 𝘤𝘢𝘰𝘴 𝘴𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘴. Con un movimiento brusco, la castaña retorció su brazo izquierdo hasta sentir el crujido del hueso dislocándose. El dolor no importaba, porque había algo que callaría al dolor pronto...la libertad. Las runas de supresión necesitaban contacto completo para funcionar. Un hueso fuera de lugar, una herida abierta, y la cadena se rompía por un instante. Un segundo. Un segundo era todo lo que necesitaba. "Ven a mi" Susurró al mar, pero no con palabras, sino con el lenguaje de las cosas que se rompen. "Cómo yo voy a ti." 𝙀𝙡 𝙤𝙘𝙚𝙖𝙣𝙤 𝙧𝙪𝙜𝙞𝙤. No fue una ola lo que vino, sino una herida en el mundo que se abrió desde las profundidades hasta la orilla. Los Vigilantes gritaron cuando el agua negra les golpeó, pero el verdadero horror llegó cuando vieran lo que realmente era: Millones de manos translucidas, bocas abiertas en gritos silenciados, dedos que buscaban agarrar, arrastrar. Los restos de todos los deseos no pagados, las promesas rotas que el mar había recolectado desde el principio de los tiempos. — ¡Sueltenla! —alcanzó a gritar uno de Los Vigilantes antes de que la primera mano se cerrara alrededor de su tobillo. No necesitó que se lo dijeran dos veces. Con un movimiento fluido –como si el dolor de su brazo le perteneciera a otro cuerpo–, se zafó de los agarres y saltó hacia la brecha. El agua fría la envolvió como un vientre materno. Por un momento, todo fue silencio y oscuridad. Luego, las voces comenzaron. "𝘜𝘯 𝘰𝘫𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘢𝘴 𝘢𝘨𝘶𝘥𝘢..." "𝘜𝘯 𝘨𝘳𝘪𝘵𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘦𝘭 𝘴𝘪𝘭𝘦𝘯𝘤𝘪𝘰..." "𝘜𝘯 𝘩𝘪𝘫𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘦𝘭 𝘱𝘰𝘥𝘦𝘳..." Eran los ecos de los pactos que el mar recordaba. Sintió cómo sus pulmones ardían, pero no por falta de aire –nadie se ahoga aqui– sino porque el caos le preguntaba: "¿𝘘𝘶𝘦 𝘥𝘢𝘴 𝘢 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘰, 𝘱𝘦𝘲𝘶𝘦ñ𝘢 𝘮𝘦𝘯𝘵𝘪𝘳𝘰𝘴𝘢?" — ¡Lo que sea! —gritó, y su voz resonó en el mismo caos como un disparo. El mar rió. Y entonces, la escupió. La castaña cayó de rodillas en la arena. Una arena que no era más que solo arena. Frente a un mar que si era mar. Otra playa, está vez en el plano primario. El agua salada que escupió estaba teñida de rojo, pero no era sangre... 𝘦𝘳𝘢𝘯 𝘱𝘦𝘵𝘢𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘧𝘭𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘪𝘢 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰. A su lado, Luc se materializó, más pálido que de costumbre –como si eso fuera posible–. «𝘕𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘮𝘢𝘴 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘰. 𝘕𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘮𝘢𝘴 𝘭𝘭𝘢𝘮𝘦𝘴 𝘢 𝘦𝘴𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘦𝘯𝘵𝘪𝘦𝘯𝘥𝘦𝘴.» Murmuró. Ella no respondió. Se limitó a mirar hacia el horizonte, dónde la luna –esta vez, una real. La luna que conocía– se reflejaba sobre aguas demasiado tranquilas. En su muñeca, dónde antes estaban las runas de supresión, ahora había una marca nueva. Una que parecía girar si la mirabas demasiado tiempo. "Todo deseo tiene un costo..." Pensó, acariciando la marca. - Tenlo en cuenta al responder.[ Aún no estoy segura de como manejar los diálogos cuando Luc (el fantasma que siempre acompaña a Svetla y que generalmente solo ella puede ver y oír) habla. Me pregunto si continuar colocando sus diálogos en texto "tachado" porque no sé si resulta incómodo o difícil de leer ¿O quizás debería usar emoji antes de sus diálogos para indicar que es él quien está hablando? ][ Aún no estoy segura de como manejar los diálogos cuando Luc (el fantasma que siempre acompaña a Svetla y que generalmente solo ella puede ver y oír) habla. Me pregunto si continuar colocando sus diálogos en texto "tachado" porque no sé si resulta incómodo o difícil de leer ¿O quizás debería usar emoji antes de sus diálogos para indicar que es él quien está hablando? ]
- La noche era un lienzo rasgado, la neblina de la ciudad cubría las calles, sus luces parpadeantes teñidas por el polvo y la melancolía que parecían emanar del propio asfalto. Svetla caminaba por una avenida vacía, con el crujir de sus botas marcando el paso del tiempo. Había estado en este rincón del mundo solo un par de semanas, pero ya sentía la familiar presión en el aire: los Vigilantes, como sombras persistentes, siempre encontraban la manera de acercarse si se quedaba demasiado tiempo en un solo lugar.
A su lado, Luc la seguía; un alma atrapada entre dimensiones, siempre cerca, siempre observando, solo visible ante ella, su forma traslúcida e intangible deslizándose como una sombra en el borde de su visión. El espectro giraba despreocupadamente una moneda entre sus dedos, y la castaña permanecía absorta en sus pensamientos.
— ¿Sabes lo que he notado? —dijo ella finalmente, su voz como un susurro que corto el silencio entre ambos— la mayoría de los problemas de los humanos parecen girar en torno al amor. Amor perdido, amor no correspondido, amor que se transforma en odio. Es como si no pudieran vivir con el...y tampoco sin el.
Luc dejó de jugar con la moneda y se deslizó alrededor de ella, arqueando una ceja, curioso.
̶ ̶ ¿̶Y̶ ̶e̶s̶o̶.̶.̶.̶t̶e̶ ̶s̶o̶r̶p̶r̶e̶n̶d̶e̶?̶ ̶ —preguntó, con un tono tenido de su habitual sarcasmo— ̶n̶o̶ ̶e̶s̶ ̶d̶i̶f̶e̶r̶e̶n̶t̶e̶ ̶a̶l̶ ̶c̶a̶o̶s̶,̶ ̶¿̶s̶a̶b̶e̶s̶?̶ ̶A̶m̶b̶o̶s̶ ̶s̶o̶n̶ ̶i̶m̶p̶r̶e̶d̶e̶c̶i̶b̶l̶e̶s̶,̶ ̶a̶b̶s̶u̶r̶d̶a̶m̶e̶n̶t̶e̶ ̶p̶o̶d̶e̶r̶o̶s̶o̶s̶ ̶y̶.̶.̶.̶c̶a̶s̶i̶ ̶s̶i̶e̶m̶p̶r̶e̶ ̶t̶e̶r̶m̶i̶n̶a̶n̶ ̶h̶a̶c̶i̶e̶n̶d̶o̶ ̶m̶á̶s̶ ̶d̶a̶ñ̶o̶ ̶q̶u̶e̶ ̶b̶i̶e̶n̶.̶̶
Un resoplido sarcástico escapó de los labios de Svetla, quién detuvo su marcha. En su rostro apareció un breve destello de incertidumbre que no siempre mostraba.
— Lo dices como si el amor fuera un arma
— ¿̶Y̶ ̶n̶o̶ ̶l̶o̶ ̶e̶s̶?̶ —replicó Luc, flotando delante de ella para mirarla a los ojos— ¿̶C̶u̶a̶n̶t̶o̶s̶ ̶d̶e̶s̶e̶o̶s̶ ̶h̶a̶s̶ ̶c̶o̶n̶c̶e̶d̶i̶d̶o̶ ̶a̶ ̶m̶o̶r̶t̶a̶l̶e̶s̶ ̶q̶u̶e̶ ̶b̶u̶s̶c̶a̶n̶ ̶r̶e̶m̶e̶d̶i̶a̶r̶ ̶s̶u̶ ̶s̶u̶f̶r̶i̶m̶i̶e̶n̶t̶o̶ ̶a̶m̶o̶r̶o̶s̶o̶?̶ ̶¿̶c̶u̶a̶n̶t̶o̶s̶ ̶h̶a̶n̶ ̶c̶a̶m̶b̶i̶a̶d̶o̶ ̶t̶o̶d̶a̶ ̶s̶u̶ ̶v̶i̶d̶a̶ ̶p̶o̶r̶ ̶u̶n̶a̶ ̶o̶p̶o̶r̶t̶u̶n̶i̶d̶a̶d̶ ̶q̶u̶e̶ ̶s̶e̶ ̶a̶s̶e̶m̶e̶j̶e̶ ̶a̶l̶ ̶a̶m̶o̶r̶?̶ ̶¿̶c̶u̶á̶n̶t̶o̶s̶ ̶h̶a̶n̶ ̶h̶e̶c̶h̶o̶ ̶d̶a̶ñ̶o̶ ̶p̶o̶r̶ ̶a̶m̶o̶r̶?̶ ̶¿̶c̶u̶á̶n̶t̶o̶s̶ ̶h̶a̶n̶ ̶p̶e̶r̶d̶i̶d̶o̶ ̶p̶o̶r̶ ̶a̶m̶o̶r̶?̶ ̶Y̶ ̶d̶i̶m̶e̶,̶ ̶S̶v̶e̶t̶l̶a̶,̶ ̶¿̶c̶u̶á̶n̶t̶o̶s̶ ̶d̶e̶ ̶e̶l̶l̶o̶s̶ ̶t̶e̶r̶m̶i̶n̶a̶n̶ ̶a̶g̶r̶a̶d̶e̶c̶i̶é̶n̶d̶o̶t̶e̶l̶o̶ ̶r̶e̶a̶l̶m̶e̶n̶t̶e̶?̶
Ella apartó la mirada, observando el reflejo difuso de las luces de la ciudad en un charco cercano, antes de continuar su camino. No necesitaba responder; ambos conocían la respuesta.
— Es irracional. Arriesgan todo por un sentimiento que ni siquiera pueden definir. Y cuando lo obtienen, siempre exigen más...o quieren deshacerse de él.
Luc sonrió, inclinándose ligeramente hacia ella.
— ̶E̶x̶a̶c̶t̶o̶.̶ ̶E̶s̶ ̶h̶e̶r̶m̶o̶s̶o̶,̶ ̶¿̶n̶o̶ ̶c̶r̶e̶e̶s̶?̶ ̶U̶n̶a̶ ̶c̶o̶m̶p̶l̶e̶t̶a̶ ̶p̶a̶r̶a̶d̶o̶j̶a̶.̶ ̶A̶l̶g̶o̶ ̶t̶a̶n̶ ̶f̶r̶á̶g̶i̶l̶ ̶y̶,̶ ̶a̶l̶ ̶m̶i̶s̶m̶o̶ ̶t̶i̶e̶m̶p̶o̶,̶ ̶t̶a̶n̶ ̶d̶e̶s̶t̶r̶u̶c̶t̶i̶v̶o̶.̶ ̶Q̶u̶i̶z̶á̶s̶ ̶e̶s̶o̶ ̶e̶s̶ ̶l̶o̶ ̶q̶u̶e̶ ̶l̶o̶s̶ ̶h̶a̶c̶e̶ ̶h̶u̶m̶a̶n̶o̶s̶.̶ ̶
Svetla dejó escapar un suspiró y giró los ojos, mientras su expresión se endurecía y se volvía más gélida.
— ¿Eso los hace humanos? Más bien eso es su debilidad...Tienen una capacidad infinita para complicar sus vidas por algo tan...efímero.
Luc flotó junto a ella, su forma casi desvaneciéndose en la bruma mientras le susurraba al oído:
— ̶¿̶Y̶ ̶s̶i̶ ̶n̶o̶ ̶f̶u̶e̶r̶a̶ ̶u̶n̶a̶ ̶d̶e̶b̶i̶l̶i̶d̶a̶d̶,̶ ̶s̶i̶n̶o̶.̶.̶.̶s̶u̶ ̶m̶a̶y̶o̶r̶ ̶f̶o̶r̶t̶a̶l̶e̶z̶a̶?̶ ̶T̶a̶l̶ ̶v̶e̶z̶ ̶e̶l̶ ̶a̶m̶o̶r̶ ̶e̶s̶ ̶l̶o̶ ̶ú̶n̶i̶c̶o̶ ̶q̶u̶e̶ ̶l̶o̶s̶ ̶h̶a̶c̶e̶ ̶r̶e̶s̶i̶s̶t̶i̶r̶ ̶c̶u̶a̶n̶d̶o̶ ̶e̶l̶ ̶c̶a̶o̶s̶ ̶l̶o̶s̶ ̶c̶o̶n̶s̶u̶m̶e̶.̶
Svetla no respondió, pero sus labios se curvaron en una sonrisa sútil. La conversación quedó en el aire, disolviéndose como polvo en el viento, como tantas otras entre ellos, mientras sus pasos la llevaban hacía otro destino desconocido.La noche era un lienzo rasgado, la neblina de la ciudad cubría las calles, sus luces parpadeantes teñidas por el polvo y la melancolía que parecían emanar del propio asfalto. Svetla caminaba por una avenida vacía, con el crujir de sus botas marcando el paso del tiempo. Había estado en este rincón del mundo solo un par de semanas, pero ya sentía la familiar presión en el aire: los Vigilantes, como sombras persistentes, siempre encontraban la manera de acercarse si se quedaba demasiado tiempo en un solo lugar. A su lado, Luc la seguía; un alma atrapada entre dimensiones, siempre cerca, siempre observando, solo visible ante ella, su forma traslúcida e intangible deslizándose como una sombra en el borde de su visión. El espectro giraba despreocupadamente una moneda entre sus dedos, y la castaña permanecía absorta en sus pensamientos. — ¿Sabes lo que he notado? —dijo ella finalmente, su voz como un susurro que corto el silencio entre ambos— la mayoría de los problemas de los humanos parecen girar en torno al amor. Amor perdido, amor no correspondido, amor que se transforma en odio. Es como si no pudieran vivir con el...y tampoco sin el. Luc dejó de jugar con la moneda y se deslizó alrededor de ella, arqueando una ceja, curioso. ̶ ̶ ¿̶Y̶ ̶e̶s̶o̶.̶.̶.̶t̶e̶ ̶s̶o̶r̶p̶r̶e̶n̶d̶e̶?̶ ̶ —preguntó, con un tono tenido de su habitual sarcasmo— ̶n̶o̶ ̶e̶s̶ ̶d̶i̶f̶e̶r̶e̶n̶t̶e̶ ̶a̶l̶ ̶c̶a̶o̶s̶,̶ ̶¿̶s̶a̶b̶e̶s̶?̶ ̶A̶m̶b̶o̶s̶ ̶s̶o̶n̶ ̶i̶m̶p̶r̶e̶d̶e̶c̶i̶b̶l̶e̶s̶,̶ ̶a̶b̶s̶u̶r̶d̶a̶m̶e̶n̶t̶e̶ ̶p̶o̶d̶e̶r̶o̶s̶o̶s̶ ̶y̶.̶.̶.̶c̶a̶s̶i̶ ̶s̶i̶e̶m̶p̶r̶e̶ ̶t̶e̶r̶m̶i̶n̶a̶n̶ ̶h̶a̶c̶i̶e̶n̶d̶o̶ ̶m̶á̶s̶ ̶d̶a̶ñ̶o̶ ̶q̶u̶e̶ ̶b̶i̶e̶n̶.̶̶ Un resoplido sarcástico escapó de los labios de Svetla, quién detuvo su marcha. En su rostro apareció un breve destello de incertidumbre que no siempre mostraba. — Lo dices como si el amor fuera un arma — ¿̶Y̶ ̶n̶o̶ ̶l̶o̶ ̶e̶s̶?̶ —replicó Luc, flotando delante de ella para mirarla a los ojos— ¿̶C̶u̶a̶n̶t̶o̶s̶ ̶d̶e̶s̶e̶o̶s̶ ̶h̶a̶s̶ ̶c̶o̶n̶c̶e̶d̶i̶d̶o̶ ̶a̶ ̶m̶o̶r̶t̶a̶l̶e̶s̶ ̶q̶u̶e̶ ̶b̶u̶s̶c̶a̶n̶ ̶r̶e̶m̶e̶d̶i̶a̶r̶ ̶s̶u̶ ̶s̶u̶f̶r̶i̶m̶i̶e̶n̶t̶o̶ ̶a̶m̶o̶r̶o̶s̶o̶?̶ ̶¿̶c̶u̶a̶n̶t̶o̶s̶ ̶h̶a̶n̶ ̶c̶a̶m̶b̶i̶a̶d̶o̶ ̶t̶o̶d̶a̶ ̶s̶u̶ ̶v̶i̶d̶a̶ ̶p̶o̶r̶ ̶u̶n̶a̶ ̶o̶p̶o̶r̶t̶u̶n̶i̶d̶a̶d̶ ̶q̶u̶e̶ ̶s̶e̶ ̶a̶s̶e̶m̶e̶j̶e̶ ̶a̶l̶ ̶a̶m̶o̶r̶?̶ ̶¿̶c̶u̶á̶n̶t̶o̶s̶ ̶h̶a̶n̶ ̶h̶e̶c̶h̶o̶ ̶d̶a̶ñ̶o̶ ̶p̶o̶r̶ ̶a̶m̶o̶r̶?̶ ̶¿̶c̶u̶á̶n̶t̶o̶s̶ ̶h̶a̶n̶ ̶p̶e̶r̶d̶i̶d̶o̶ ̶p̶o̶r̶ ̶a̶m̶o̶r̶?̶ ̶Y̶ ̶d̶i̶m̶e̶,̶ ̶S̶v̶e̶t̶l̶a̶,̶ ̶¿̶c̶u̶á̶n̶t̶o̶s̶ ̶d̶e̶ ̶e̶l̶l̶o̶s̶ ̶t̶e̶r̶m̶i̶n̶a̶n̶ ̶a̶g̶r̶a̶d̶e̶c̶i̶é̶n̶d̶o̶t̶e̶l̶o̶ ̶r̶e̶a̶l̶m̶e̶n̶t̶e̶?̶ Ella apartó la mirada, observando el reflejo difuso de las luces de la ciudad en un charco cercano, antes de continuar su camino. No necesitaba responder; ambos conocían la respuesta. — Es irracional. Arriesgan todo por un sentimiento que ni siquiera pueden definir. Y cuando lo obtienen, siempre exigen más...o quieren deshacerse de él. Luc sonrió, inclinándose ligeramente hacia ella. — ̶E̶x̶a̶c̶t̶o̶.̶ ̶E̶s̶ ̶h̶e̶r̶m̶o̶s̶o̶,̶ ̶¿̶n̶o̶ ̶c̶r̶e̶e̶s̶?̶ ̶U̶n̶a̶ ̶c̶o̶m̶p̶l̶e̶t̶a̶ ̶p̶a̶r̶a̶d̶o̶j̶a̶.̶ ̶A̶l̶g̶o̶ ̶t̶a̶n̶ ̶f̶r̶á̶g̶i̶l̶ ̶y̶,̶ ̶a̶l̶ ̶m̶i̶s̶m̶o̶ ̶t̶i̶e̶m̶p̶o̶,̶ ̶t̶a̶n̶ ̶d̶e̶s̶t̶r̶u̶c̶t̶i̶v̶o̶.̶ ̶Q̶u̶i̶z̶á̶s̶ ̶e̶s̶o̶ ̶e̶s̶ ̶l̶o̶ ̶q̶u̶e̶ ̶l̶o̶s̶ ̶h̶a̶c̶e̶ ̶h̶u̶m̶a̶n̶o̶s̶.̶ ̶ Svetla dejó escapar un suspiró y giró los ojos, mientras su expresión se endurecía y se volvía más gélida. — ¿Eso los hace humanos? Más bien eso es su debilidad...Tienen una capacidad infinita para complicar sus vidas por algo tan...efímero. Luc flotó junto a ella, su forma casi desvaneciéndose en la bruma mientras le susurraba al oído: — ̶¿̶Y̶ ̶s̶i̶ ̶n̶o̶ ̶f̶u̶e̶r̶a̶ ̶u̶n̶a̶ ̶d̶e̶b̶i̶l̶i̶d̶a̶d̶,̶ ̶s̶i̶n̶o̶.̶.̶.̶s̶u̶ ̶m̶a̶y̶o̶r̶ ̶f̶o̶r̶t̶a̶l̶e̶z̶a̶?̶ ̶T̶a̶l̶ ̶v̶e̶z̶ ̶e̶l̶ ̶a̶m̶o̶r̶ ̶e̶s̶ ̶l̶o̶ ̶ú̶n̶i̶c̶o̶ ̶q̶u̶e̶ ̶l̶o̶s̶ ̶h̶a̶c̶e̶ ̶r̶e̶s̶i̶s̶t̶i̶r̶ ̶c̶u̶a̶n̶d̶o̶ ̶e̶l̶ ̶c̶a̶o̶s̶ ̶l̶o̶s̶ ̶c̶o̶n̶s̶u̶m̶e̶.̶ Svetla no respondió, pero sus labios se curvaron en una sonrisa sútil. La conversación quedó en el aire, disolviéndose como polvo en el viento, como tantas otras entre ellos, mientras sus pasos la llevaban hacía otro destino desconocido. - "Yo...no pensé que lo harías, ¿sabes?.
Cuando el mundo se desmoronó bajo mis pies, cuando las sombras me envolvieron y cada rostro que conocía se desvaneció en la distancia; cuando la soledad me mostró su rostro más frío, tu estabas ahí. Eras el único que quedaba, el único que parecía verme a través del velo de la oscuridad. Tus palabras fueron consuelo, tus brazos un alivio que pensé real.
Fuiste la única voz que rompió el silencio, la única presencia que hizo retroceder a la oscuridad. "¿Eres la encarnación de la luz?" te pregunté una vez. Las sombras que siempre me han seguido, parecían detenerse frente a ti. Pensé que eras la luz que creía nunca merecer –una ingenuidad que ahora me avergüenza–. Pero ahora lo sé muy bien; Porque creí que eras luz. Pero eras humo.
Una ilusión efímera, una mentira bien tejida. No eras un salvador, solo un ilusionista. Pintaste espejismos, y me permití creer en ellos. Pero no me regalaste realidades, ¿verdad?. Solo me diste ilusiones. Prestadas, robadas...no importa. Porque al final, no me diste nada. Tus palabras fueron mentiras. Tus brazos solo una trampa. En tu juego...solo fui un peon. Y en mi vida, solo fuiste un intruso que buscaba robarme lo que me pertenecía.
No, no eras luz. Eras peor que mi propia oscuridad. Y ahora, mi oscuridad te perseguirá a ti, te consumirá desde dentro, hasta que no quede nada.""Yo...no pensé que lo harías, ¿sabes?. Cuando el mundo se desmoronó bajo mis pies, cuando las sombras me envolvieron y cada rostro que conocía se desvaneció en la distancia; cuando la soledad me mostró su rostro más frío, tu estabas ahí. Eras el único que quedaba, el único que parecía verme a través del velo de la oscuridad. Tus palabras fueron consuelo, tus brazos un alivio que pensé real. Fuiste la única voz que rompió el silencio, la única presencia que hizo retroceder a la oscuridad. "¿Eres la encarnación de la luz?" te pregunté una vez. Las sombras que siempre me han seguido, parecían detenerse frente a ti. Pensé que eras la luz que creía nunca merecer –una ingenuidad que ahora me avergüenza–. Pero ahora lo sé muy bien; Porque creí que eras luz. Pero eras humo. Una ilusión efímera, una mentira bien tejida. No eras un salvador, solo un ilusionista. Pintaste espejismos, y me permití creer en ellos. Pero no me regalaste realidades, ¿verdad?. Solo me diste ilusiones. Prestadas, robadas...no importa. Porque al final, no me diste nada. Tus palabras fueron mentiras. Tus brazos solo una trampa. En tu juego...solo fui un peon. Y en mi vida, solo fuiste un intruso que buscaba robarme lo que me pertenecía. No, no eras luz. Eras peor que mi propia oscuridad. Y ahora, mi oscuridad te perseguirá a ti, te consumirá desde dentro, hasta que no quede nada."
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