El bar del evento tenía el ambiente de siempre: peleadores relajándose antes de la tormenta, empresarios cerrando tratos con sonrisas falsas y algún que otro borracho que no entendía en qué tipo de lugar estaba.
Takeru Arakawa estaba en la barra, con su alumno a un lado, ambos con vasos de agua. Para él, las peleas se decidían en el ring, no en la resaca del día siguiente.
—¿Nervioso? —preguntó Takeru sin apartar la vista de su vaso.
Su alumno soltó un suspiro, girando el vaso entre las manos.
—Un poco. Última pelea de la ronda… siento que todos van a estar esperándome.
Takeru sonrió de lado.
—Déjalos que esperen. Mejor que se aburran y bajen la guardia cuando te vean.
El chico asintió, aunque no parecía completamente convencido. Antes de que Takeru pudiera seguir hablando, una voz cargada de arrogancia interrumpió el momento.
—Vaya, vaya… así que el famoso Takeru Arakawa sigue jugando a ser mentor.
Takeru no se molestó en girar de inmediato. Ya sabía de qué se trataba.
Un peleador joven, alto y con músculos marcados, se apoyó en la barra con una sonrisa burlona. Su tono goteaba provocación.
—No sé qué es más triste… que tengas que vivir a través de tus alumnos o que creas que uno de ellos puede ganar este torneo.
El alumno de Takeru apretó los puños y se levantó de golpe.
—¿Quieres comprobarlo ahora mismo, imbécil?
Pero antes de que pudiera moverse, una mano firme se apoyó en su hombro, obligándolo a quedarse en su lugar.
—Tranquilo —dijo Takeru, sin alzar la voz—. No peleamos por migajas.
El busca pleitos sonrió aún más.
—¿Qué pasa, viejo? ¿Tienes miedo de que tu chico pierda antes de llegar al ring?
Con un movimiento rápido y sin esfuerzo, el peleador lanzó un puñetazo directo al rostro de Takeru.
Pero el impacto nunca llegó.
Takeru giró ligeramente el cuerpo y recibió el golpe con su codo levantado. El impacto fue seco, un sonido sordo que resonó en el bar.
El joven peleador se tambaleó hacia atrás, sujetándose la mano con una mueca de dolor.
Takeru apenas lo miró de reojo.
—Tsk. —Exhaló por la nariz y bebió otro sorbo de agua—. ¿En serio?
El peleador intentó recomponerse, pero la mirada de Takeru lo atravesaba con algo peor que el dolor: decepción.
—Antes, si alguien quería hacer un pleito en un bar, al menos intentaba hacerlo bien.
El busca pleitos apretó los dientes, pero no dijo nada. Sabía que acababa de quedar en ridículo.
Takeru volvió a mirar a su alumno.
—Termínate el agua. Mañana tienes una pelea de verdad.
El chico asintió en silencio. El otro peleador se alejó furioso, pero ya no importaba.
Takeru solo suspiró y se recargó en la barra.
**Las nuevas generaciones… cada vez más habladores y menos peligrosos.**
El bar del evento tenía el ambiente de siempre: peleadores relajándose antes de la tormenta, empresarios cerrando tratos con sonrisas falsas y algún que otro borracho que no entendía en qué tipo de lugar estaba.
Takeru Arakawa estaba en la barra, con su alumno a un lado, ambos con vasos de agua. Para él, las peleas se decidían en el ring, no en la resaca del día siguiente.
—¿Nervioso? —preguntó Takeru sin apartar la vista de su vaso.
Su alumno soltó un suspiro, girando el vaso entre las manos.
—Un poco. Última pelea de la ronda… siento que todos van a estar esperándome.
Takeru sonrió de lado.
—Déjalos que esperen. Mejor que se aburran y bajen la guardia cuando te vean.
El chico asintió, aunque no parecía completamente convencido. Antes de que Takeru pudiera seguir hablando, una voz cargada de arrogancia interrumpió el momento.
—Vaya, vaya… así que el famoso Takeru Arakawa sigue jugando a ser mentor.
Takeru no se molestó en girar de inmediato. Ya sabía de qué se trataba.
Un peleador joven, alto y con músculos marcados, se apoyó en la barra con una sonrisa burlona. Su tono goteaba provocación.
—No sé qué es más triste… que tengas que vivir a través de tus alumnos o que creas que uno de ellos puede ganar este torneo.
El alumno de Takeru apretó los puños y se levantó de golpe.
—¿Quieres comprobarlo ahora mismo, imbécil?
Pero antes de que pudiera moverse, una mano firme se apoyó en su hombro, obligándolo a quedarse en su lugar.
—Tranquilo —dijo Takeru, sin alzar la voz—. No peleamos por migajas.
El busca pleitos sonrió aún más.
—¿Qué pasa, viejo? ¿Tienes miedo de que tu chico pierda antes de llegar al ring?
Con un movimiento rápido y sin esfuerzo, el peleador lanzó un puñetazo directo al rostro de Takeru.
Pero el impacto nunca llegó.
Takeru giró ligeramente el cuerpo y recibió el golpe con su codo levantado. El impacto fue seco, un sonido sordo que resonó en el bar.
El joven peleador se tambaleó hacia atrás, sujetándose la mano con una mueca de dolor.
Takeru apenas lo miró de reojo.
—Tsk. —Exhaló por la nariz y bebió otro sorbo de agua—. ¿En serio?
El peleador intentó recomponerse, pero la mirada de Takeru lo atravesaba con algo peor que el dolor: decepción.
—Antes, si alguien quería hacer un pleito en un bar, al menos intentaba hacerlo bien.
El busca pleitos apretó los dientes, pero no dijo nada. Sabía que acababa de quedar en ridículo.
Takeru volvió a mirar a su alumno.
—Termínate el agua. Mañana tienes una pelea de verdad.
El chico asintió en silencio. El otro peleador se alejó furioso, pero ya no importaba.
Takeru solo suspiró y se recargó en la barra.
**Las nuevas generaciones… cada vez más habladores y menos peligrosos.**