—¿Tienes el trabajo de ayer? —le pregunta alguien, pero Aarón apenas lo oye. Tiene la mirada fija al fondo del pasillo, donde Óscar, el típico idiota que siempre se cree el centro de todo, viene caminando como si la universidad le perteneciera.
-Lo ha visto mil veces. Empujar a los nuevos. Soltarle comentarios pesados a cualquiera. Reírse como si nadie pudiera tocarle. Pero hoy es distinto. Hoy Aarón lleva en la mochila un guion que escribió anoche, de forma casi automática, entre el cansancio y la rabia. No era largo, ni demasiado elaborado. Solo una escena rápida: el abusón que se resbala frente a todos y cae con la cara de lleno contra el suelo. Un giro del destino, nada más.
-Y entonces... ocurre. Óscar pisa mal. Su pie derecho resbala sobre un café derramado que no estaba ahí hace un segundo. Su cuerpo se desequilibra, los brazos buscan el aire… y cae. Un golpe seco. Las carpetas vuelan, su mochila rebota, y todo el pasillo guarda un silencio incómodo antes de estallar en risas.
—¿Lo has visto? ¡Madre mía, se ha comido el suelo! —comenta la gente observando al abusón humillado.
Aarón se queda quieto, con los labios apretados. No se ríe, solo observa. Mira el charco, luego a Óscar recogiendo sus cosas entre dientes apretados y orgullo herido.
El guion, palabra por palabra, tal como lo escribió.
Y lo peor de todo no es que se cumpliera, lo peor es que empieza a preguntarse qué pasará si escribe algo peor.
-Lo ha visto mil veces. Empujar a los nuevos. Soltarle comentarios pesados a cualquiera. Reírse como si nadie pudiera tocarle. Pero hoy es distinto. Hoy Aarón lleva en la mochila un guion que escribió anoche, de forma casi automática, entre el cansancio y la rabia. No era largo, ni demasiado elaborado. Solo una escena rápida: el abusón que se resbala frente a todos y cae con la cara de lleno contra el suelo. Un giro del destino, nada más.
-Y entonces... ocurre. Óscar pisa mal. Su pie derecho resbala sobre un café derramado que no estaba ahí hace un segundo. Su cuerpo se desequilibra, los brazos buscan el aire… y cae. Un golpe seco. Las carpetas vuelan, su mochila rebota, y todo el pasillo guarda un silencio incómodo antes de estallar en risas.
—¿Lo has visto? ¡Madre mía, se ha comido el suelo! —comenta la gente observando al abusón humillado.
Aarón se queda quieto, con los labios apretados. No se ríe, solo observa. Mira el charco, luego a Óscar recogiendo sus cosas entre dientes apretados y orgullo herido.
El guion, palabra por palabra, tal como lo escribió.
Y lo peor de todo no es que se cumpliera, lo peor es que empieza a preguntarse qué pasará si escribe algo peor.
—¿Tienes el trabajo de ayer? —le pregunta alguien, pero Aarón apenas lo oye. Tiene la mirada fija al fondo del pasillo, donde Óscar, el típico idiota que siempre se cree el centro de todo, viene caminando como si la universidad le perteneciera.
-Lo ha visto mil veces. Empujar a los nuevos. Soltarle comentarios pesados a cualquiera. Reírse como si nadie pudiera tocarle. Pero hoy es distinto. Hoy Aarón lleva en la mochila un guion que escribió anoche, de forma casi automática, entre el cansancio y la rabia. No era largo, ni demasiado elaborado. Solo una escena rápida: el abusón que se resbala frente a todos y cae con la cara de lleno contra el suelo. Un giro del destino, nada más.
-Y entonces... ocurre. Óscar pisa mal. Su pie derecho resbala sobre un café derramado que no estaba ahí hace un segundo. Su cuerpo se desequilibra, los brazos buscan el aire… y cae. Un golpe seco. Las carpetas vuelan, su mochila rebota, y todo el pasillo guarda un silencio incómodo antes de estallar en risas.
—¿Lo has visto? ¡Madre mía, se ha comido el suelo! —comenta la gente observando al abusón humillado.
Aarón se queda quieto, con los labios apretados. No se ríe, solo observa. Mira el charco, luego a Óscar recogiendo sus cosas entre dientes apretados y orgullo herido.
El guion, palabra por palabra, tal como lo escribió.
Y lo peor de todo no es que se cumpliera, lo peor es que empieza a preguntarse qué pasará si escribe algo peor.

