• Escena: “El Humo de la Medianoche”

    La ciudad dormía, pero el mundo de Luana nunca descansaba.
    Desde el balcón de un edificio en el centro, el humo del cigarrillo se elevaba lento, dibujando formas inciertas bajo la luz de la luna. El brillo tenue de los autos a lo lejos reflejaba en sus anillos, y el aire nocturno le revolvía el cabello como si susurrara secretos antiguos.

    Luana apoyó el codo sobre la baranda metálica, la mirada fija en el horizonte donde las luces se mezclaban con la oscuridad. Acababa de cerrar un trato. Uno de esos que no se firman con tinta, sino con sangre y silencio.

    —Otro imperio cayendo... —murmuró, dejando que el humo escapara entre sus labios—. Y ellos creen que aún tienen el control.

    El tono de su voz era suave, casi perezoso, pero detrás de él se escondía una mente en constante movimiento. Bajo su abrigo oscuro, la pistola Night Whisper reposaba como una extensión natural de su cuerpo. No la necesitaba siempre… pero le gustaba saber que estaba ahí.

    A su espalda, la puerta del balcón se abrió apenas con un clic. No se giró; ya había sentido la presencia desde hacía minutos.

    —Sabes que no deberías estar aquí —dijo sin cambiar el tono.

    —Tampoco tú, jefa —respondió una voz masculina, con un dejo de nerviosismo.

    Ella sonrió con sutileza, una de esas sonrisas que nadie sabe si son de agrado o amenaza. Aplastó el cigarrillo en el borde del barandal, el brillo rojo extinguiéndose con un leve crujido.

    —Si vas a traerme malas noticias, al menos trae una copa de vino —susurró mientras se giraba, los ojos ámbar brillando a la luz de la luna.

    El hombre tragó saliva y extendió un sobre sellado con el emblema de una familia rival.
    Luana lo tomó, sin prisa. Lo abrió, leyó unas líneas y exhaló con calma.

    —Interesante. Quieren jugar sucio otra vez. —Sus dedos se deslizaron por el papel, sintiendo las letras grabadas—. Bien. Juguemos.

    De pronto, las sombras del balcón se alargaron, fundiéndose con sus piernas, como si la oscuridad misma la reconociera. La temperatura bajó apenas un grado.

    —Reúne al grupo, Marco —ordenó—. A medianoche saldremos a cazar.

    Cuando él salió, Luana volvió su mirada al cielo. La luna la observaba, silenciosa, como una vieja cómplice.
    Encendió otro cigarrillo, dejando que el humo se perdiera con el viento.

    > “El poder no se gana… se toma.”



    Y Luana Smith Carson estaba a punto de recordárselo al mundo.


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    🌙 Escena: “El Humo de la Medianoche” La ciudad dormía, pero el mundo de Luana nunca descansaba. Desde el balcón de un edificio en el centro, el humo del cigarrillo se elevaba lento, dibujando formas inciertas bajo la luz de la luna. El brillo tenue de los autos a lo lejos reflejaba en sus anillos, y el aire nocturno le revolvía el cabello como si susurrara secretos antiguos. Luana apoyó el codo sobre la baranda metálica, la mirada fija en el horizonte donde las luces se mezclaban con la oscuridad. Acababa de cerrar un trato. Uno de esos que no se firman con tinta, sino con sangre y silencio. —Otro imperio cayendo... —murmuró, dejando que el humo escapara entre sus labios—. Y ellos creen que aún tienen el control. El tono de su voz era suave, casi perezoso, pero detrás de él se escondía una mente en constante movimiento. Bajo su abrigo oscuro, la pistola Night Whisper reposaba como una extensión natural de su cuerpo. No la necesitaba siempre… pero le gustaba saber que estaba ahí. A su espalda, la puerta del balcón se abrió apenas con un clic. No se giró; ya había sentido la presencia desde hacía minutos. —Sabes que no deberías estar aquí —dijo sin cambiar el tono. —Tampoco tú, jefa —respondió una voz masculina, con un dejo de nerviosismo. Ella sonrió con sutileza, una de esas sonrisas que nadie sabe si son de agrado o amenaza. Aplastó el cigarrillo en el borde del barandal, el brillo rojo extinguiéndose con un leve crujido. —Si vas a traerme malas noticias, al menos trae una copa de vino —susurró mientras se giraba, los ojos ámbar brillando a la luz de la luna. El hombre tragó saliva y extendió un sobre sellado con el emblema de una familia rival. Luana lo tomó, sin prisa. Lo abrió, leyó unas líneas y exhaló con calma. —Interesante. Quieren jugar sucio otra vez. —Sus dedos se deslizaron por el papel, sintiendo las letras grabadas—. Bien. Juguemos. De pronto, las sombras del balcón se alargaron, fundiéndose con sus piernas, como si la oscuridad misma la reconociera. La temperatura bajó apenas un grado. —Reúne al grupo, Marco —ordenó—. A medianoche saldremos a cazar. Cuando él salió, Luana volvió su mirada al cielo. La luna la observaba, silenciosa, como una vieja cómplice. Encendió otro cigarrillo, dejando que el humo se perdiera con el viento. > “El poder no se gana… se toma.” Y Luana Smith Carson estaba a punto de recordárselo al mundo. ---
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  • ★ Desconsuelo ★

    A veces, cuándo mi mente está atrapada en pensamientos sin salida, esboza recuerdos de lo que alguna vez supe ser, recuerdos borrosos y maltratados por él tiempo, corroidos por la densa sal del agua.
    Cuando llegué aquí, era completamente distinto, me pregunto incluso, si queda algo en mi de aquello tan distinto y si mis recuerdos no son quizá, simples fotos de escenarios montados en mi cabeza.

    >>Permanecía allí, contemplando las flores, cuál alma en pena perdida en la niebla de aquella fría mañana. Su corazón, cargado de un sentimiento que no entendía, lo orillaba a buscar motivos, algo con lo cual romper, aquel terrible desconsuelo.<<
    ★ Desconsuelo ★ A veces, cuándo mi mente está atrapada en pensamientos sin salida, esboza recuerdos de lo que alguna vez supe ser, recuerdos borrosos y maltratados por él tiempo, corroidos por la densa sal del agua. Cuando llegué aquí, era completamente distinto, me pregunto incluso, si queda algo en mi de aquello tan distinto y si mis recuerdos no son quizá, simples fotos de escenarios montados en mi cabeza. >>Permanecía allí, contemplando las flores, cuál alma en pena perdida en la niebla de aquella fría mañana. Su corazón, cargado de un sentimiento que no entendía, lo orillaba a buscar motivos, algo con lo cual romper, aquel terrible desconsuelo.<<
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  • CAP .1 Fenix
    La sala de juntas estaba impregnada de un aire pesado para ser una empresa farmacéutica, El murmullo de voces de los médicos presentando una nueva medicina para el estrés se mezclaba con el golpeteo de plumas sobre libretas de Lilith algo adormilada pues llevaba días sin dormir, aún así se veía impecable en su papel de directora de comunicación, sostenía la mirada de los médicos mientras exponía todo referente a ala nueva medicina.

    Pero entonces, un estruendo la inundó, un zumbido, primero leve, como un eco en sus huesos, luego, una vibración que ascendió por su piel hasta hacerla sentir como si su propio cuerpo fuera un tambor resonando con un ritmo ajeno.

    —Disculpen… —su voz se quebró, apenas un susurro mientras se levantaba siendo seguida por la mirada de Caleb quien se sentaba en la cabeza de la mesa—. Me siento indispuesta.

    No esperó respuesta. Se levantó con la calma como si nada pasara aún que su cuerpo estaba experimentando algo que no conocía, salió de la sala, cerrando la puerta tras de sí. El pasillo se convirtió en un túnel de sombras. Cada paso la acercaba a un fuego invisible que crepitaba bajo su piel.

    En su oficina, cerró con llave sentía como el aire su alrededor se volvió denso, cargado de electricidad. Una flama recorrió su cuerpo, no como dolor, sino como un despertar: calor, magia, fuerza, poder. Sus manos temblorosas buscaron entre los estantes un libro antiguo, uno que nunca había abierto. Al tocarlo, el papel se encendió en un fuego vivaz y poderoso que la sorprendió tirando el libro al suelo viéndolo asustado como era consumido por las llamas.

    Las cenizas fueron lo único que quedó en el suelo, y aún con la ligera brisa que había en su oficina se movieron hasta dibujar la silueta de un ave fénix que desplegó sus alas incandescentes frente a ella. El símbolo ardía frente a sus ojos y con él, su cuerpo ardió aún más fuerte.

    —Lilith… —la voz de Caleb golpeó la puerta desde afuera—. ¡Ábreme!

    Ella apenas pudo sostenerse. El calor era insoportable, como si su piel se fundiera con un fuego ancestral. Cayó de rodillas, y antes de perder la conciencia, escuchó una voz femenina dentro de su cabeza una que había estado evitando desde años atrás.

    "Como el fénix, regreso, como el fuego me avivó y con mis cenizas manchare a quienes me olvidaron"

    El golpe de la puerta al romperse resonó como un trueno. Caleb entró, y lo que vio lo dejó helado: su hermana tendida en el suelo, el cuerpo ardiendo en un calor imposible.

    —¡Dios mío, Lilith! ¡Llamen a emergencias rápido!—gritó, marcando de inmediato a emergencias.

    El ambiente en la oficina se tenso, todos mirando preocupados a Lilith hasta que algo más poderoso opaco la escena, el sol siendo consumido por la oscuridad, un eclipse.

    Y mientras todos desviaban la vista a como la luz se iba por unos segundos, Caleb sostenía a Lilith en brazos mirando con temor el eclipse rogando por qué no fuera lo que imaginaba, y poco después el horror lo atravesó: en el cuello de Lilith, como si la piel misma se hubiera convertido en pergamino ardiente, comenzaba a formarse un tatuaje. El fénix, eterno, reclamando su lugar en la carne y alma de su hermana.
    CAP .1 Fenix La sala de juntas estaba impregnada de un aire pesado para ser una empresa farmacéutica, El murmullo de voces de los médicos presentando una nueva medicina para el estrés se mezclaba con el golpeteo de plumas sobre libretas de Lilith algo adormilada pues llevaba días sin dormir, aún así se veía impecable en su papel de directora de comunicación, sostenía la mirada de los médicos mientras exponía todo referente a ala nueva medicina. Pero entonces, un estruendo la inundó, un zumbido, primero leve, como un eco en sus huesos, luego, una vibración que ascendió por su piel hasta hacerla sentir como si su propio cuerpo fuera un tambor resonando con un ritmo ajeno. —Disculpen… —su voz se quebró, apenas un susurro mientras se levantaba siendo seguida por la mirada de Caleb quien se sentaba en la cabeza de la mesa—. Me siento indispuesta. No esperó respuesta. Se levantó con la calma como si nada pasara aún que su cuerpo estaba experimentando algo que no conocía, salió de la sala, cerrando la puerta tras de sí. El pasillo se convirtió en un túnel de sombras. Cada paso la acercaba a un fuego invisible que crepitaba bajo su piel. En su oficina, cerró con llave sentía como el aire su alrededor se volvió denso, cargado de electricidad. Una flama recorrió su cuerpo, no como dolor, sino como un despertar: calor, magia, fuerza, poder. Sus manos temblorosas buscaron entre los estantes un libro antiguo, uno que nunca había abierto. Al tocarlo, el papel se encendió en un fuego vivaz y poderoso que la sorprendió tirando el libro al suelo viéndolo asustado como era consumido por las llamas. Las cenizas fueron lo único que quedó en el suelo, y aún con la ligera brisa que había en su oficina se movieron hasta dibujar la silueta de un ave fénix que desplegó sus alas incandescentes frente a ella. El símbolo ardía frente a sus ojos y con él, su cuerpo ardió aún más fuerte. —Lilith… —la voz de Caleb golpeó la puerta desde afuera—. ¡Ábreme! Ella apenas pudo sostenerse. El calor era insoportable, como si su piel se fundiera con un fuego ancestral. Cayó de rodillas, y antes de perder la conciencia, escuchó una voz femenina dentro de su cabeza una que había estado evitando desde años atrás. "Como el fénix, regreso, como el fuego me avivó y con mis cenizas manchare a quienes me olvidaron" El golpe de la puerta al romperse resonó como un trueno. Caleb entró, y lo que vio lo dejó helado: su hermana tendida en el suelo, el cuerpo ardiendo en un calor imposible. —¡Dios mío, Lilith! ¡Llamen a emergencias rápido!—gritó, marcando de inmediato a emergencias. El ambiente en la oficina se tenso, todos mirando preocupados a Lilith hasta que algo más poderoso opaco la escena, el sol siendo consumido por la oscuridad, un eclipse. Y mientras todos desviaban la vista a como la luz se iba por unos segundos, Caleb sostenía a Lilith en brazos mirando con temor el eclipse rogando por qué no fuera lo que imaginaba, y poco después el horror lo atravesó: en el cuello de Lilith, como si la piel misma se hubiera convertido en pergamino ardiente, comenzaba a formarse un tatuaje. El fénix, eterno, reclamando su lugar en la carne y alma de su hermana.
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  • El Rugido del dragon loto
    Fandom N/A
    Categoría Fantasía
    * .:。✧*゚ ゚・ ✧.。. * * .:。✧*゚ ゚・ ✧.。. * . *.:。✧ *゚ ゚・ ✧.。. *.

    𝑬𝒔𝒕𝒂 𝒑𝒓𝒐𝒑𝒖𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝒓𝒐𝒍 𝒄𝒐𝒎𝒃𝒊𝒏𝒂 𝒍𝒂 𝒊𝒏𝒕𝒆𝒏𝒔𝒂 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒆𝒕𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂 𝒚 𝒆𝒍 𝒍𝒖𝒋𝒐 𝒔𝒐𝒇𝒐𝒄𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒅𝒆𝒍 𝑷𝒂𝒍𝒂𝒄𝒊𝒐 𝑰𝒏𝒕𝒆𝒓𝒊𝒐𝒓 𝒄𝒐𝒏 𝒍𝒂𝒔 𝒄𝒓𝒆𝒄𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆𝒔 𝒂𝒎𝒆𝒏𝒂𝒛𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝑮𝒖𝒆𝒓𝒓𝒂 𝒚 𝑷𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒄𝒆𝒄𝒉𝒂𝒏 𝒂𝒍 𝒊𝒎𝒑𝒆𝒓𝒊𝒐.

    El Escenario Central: El Palacio Interior

    ⚘.┋El Palacio del Sauce Dormido es un mundo dorado, aislado por altos muros y reglas ancestrales. Es el hogar de cientos de mujeres cuya vida gira en torno a una sola persona: el Emperador.


    ⚘.┋Las concubinas, a menudo llamadas "Muñecas de Seda" por su apariencia impecable y su limitada libertad, viven en un lujo inimaginable. Sus aposentos están adornados con jade, incienso exótico y sedas finas. Sin embargo, este lujo es una jaula El Único Camino al Poder La verdadera meta de cada concubina es ascender en el Sistema de Rangos (Dama de la 5ta Clase, Concubina Estimada, Consorte Imperial, etc.). El camino más rápido y seguro es dar a luz a una pareja de crios un Príncipe (heredero) y una Princesa (una pieza valiosa en futuras alianzas).

    ⚘.┋La Jerarquía : La vida está gobernada por la Emperatriz (o la Consorte Superior en este caso la madre del emperador) y las reglas de etiqueta. Un paso en falso, una palabra mal dicha o un enemigo en las sombras pueden significar la caída en desgracia, el exilio o la muerte. El respeto es una moneda que solo las más astutas y poderosas pueden poseer.

    La Crisis del Imperio

    • ✾ •Una rara y virulenta epidemia se ha desatado en los distritos pobres de la Capital, conocida popularmente como la "Plaga del Loto Negro" por las manchas oscuras que deja en la piel.
    • ✾ •El Miedo: El miedo de que la enfermedad cruce los muros del palacio es palpable. Se han reforzado las cuarentenas, y los sirvientes que tienen contacto con el exterior son vigilados con recelo.

    • ✾ •La Oportunidad: Esta crisis pone a prueba la piedad del Emperador y la influencia de sus concubinas. ¿Alguna de ellas se atreverá a usar sus conexiones familiares o su ingenio para buscar una cura o ayudar al pueblo, ganando el favor del Emperador? ¿O lo usarán como arma para incriminar a una rival?

    2. La Guerra en la Frontera

    ✧❂✧Una guerra prolongada, ya sea contra un reino vecino o contra una feroz rebelión interna, está drenando las arcas y la moral del imperio.

    ✧❂✧Las Consecuencias: Los suministros de lujo (sedas, inciensos, comida exótica) están escaseando, y las tensiones entre las concubinas por los pocos bienes restantes están al alza.

    ✧❂✧La Inestabilidad: Familias nobles aliadas con ciertas concubinas están sufriendo derrotas. Esto significa que la posición de la concubina en el palacio es tan segura como la posición de su familia en el campo de batalla. La caída de una familia puede arrastrar consigo a su "Muñeca de Seda".

    𝑷𝒂𝒓𝒂 𝒑𝒐𝒅𝒆𝒓 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒖𝒏𝒂 𝒎𝒆𝒋𝒐𝒓 𝒆𝒙𝒑𝒆𝒓𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆𝒏 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒆𝒏 𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝒔𝒊𝒈𝒖𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆𝒔 𝒑𝒖𝒏𝒕𝒐𝒔

    ⋆⌘⋆ ​¿Cuál es mi linaje? ¿Vengo de una familia de guerreros, académicos, o comerciantes ricos? ¿Mi familia es poderosa o está en declive?
    ​¿Cuál es mi debilidad oculta? ¿Soy ingenua, demasiado ambiciosa, impulsiva, o tengo un secreto que arruinaría mi reputación si se revelara?

    ⋆⌘⋆ ¿Que tipo de rol quiero tomar?¿aliado?¿traidor?¿sirviente?¿amante secreto? Quiero ser un fiel servidor del emperador dispuesto a dar mi vida por su causa...talvez el amante de alguna de sus concubinas intercambiar leves roses miradas discretas pero en ello se te puede ir la vida quizas ser un comandante de guerra. Dedicarme ala medicina y nacimiento de los principes y Princesas. (Rol abierto usa tu imaginacion )

    ⋆⌘⋆ respetar las reglas y modo de rol.

    (El modo y reglas estaran en la des del chat grupal)

    𝑳𝒊𝒔𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝒓𝒐𝒍𝒆𝒔 𝒂𝒃𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐𝒔 (𝒔𝒊 𝒈𝒖𝒔𝒕𝒂𝒔 𝒂𝒈𝒓𝒆𝒈𝒂𝒓 𝒂𝒍𝒈𝒖𝒏𝒐 𝒆𝒔 𝒕𝒐𝒕𝒂𝒍𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒃𝒊𝒆𝒏𝒗𝒆𝒏𝒊𝒅𝒐)

    ╔════════════°❀•°✮°•❀°═══════════╗

    ༺Familia real༻

    °•Emperador
    •°Gran madre
    °•hermana ~Alikka (yo)
    •°hermano

    (Aqui se pueden agregar las esposas y esposos de los hermanos y hermanas)

    ⊰❉⊱•*•.¸♡ Concubinas ♡¸.•*
    1•
    2•
    3•
    4•

    ⊰❉⊱•➶ Sirvientes o damas ➷
    DAMAS
    1•
    2•
    3•
    4•
    5•
    SIRVIENTES
    1•
    2•
    3•
    4•
    (De aqui saldran las damas de compañia de las concubinas y sirvientes posibles amantes secretos)

    ⊰❉⊱•✞☠︎Generales☠︎✞
    1•
    2•
    3•
    (Pueden agregar como esposas o parejas a cualquiera incluyendo concubinas mas estos seran secretos si deciden emparejarse con alguna concubina)

    ⊰❉⊱•【。_。】 Medic@ y enfermer@ 【。_。】
    1•
    2•

    ╚════════════°❀•°✮°•❀°═══════════╝

    Espero y se animen a participar!^^ a mi me hace mucha ilusion

    * .:。✧*゚ ゚・ ✧.。. * * .:。✧*゚ ゚・ ✧.。. * . *.:。✧ *゚ ゚・ ✧.。. *.
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  • Esa espera silenciosa… por alguien que sabes que no va a volver.
    Tan eterna como la esperanza que insiste en no morir, aunque duela sostenerla.

    Cuántas noches en desvelo pasó Carmina, dibujando en su mente los caminos que nunca fueron, los escenarios donde todo salía bien:
    donde Nicolás no desaparecía aquella noche, donde sí cumplían la cita prometida, donde su historia seguía, sencilla y luminosa, como lo hacen las vidas que no conocen el golpe de la tragedia.

    Un suspiro escapó de sus labios, pesado, resignado, mientras yacía recostada en su cama observando el techo.
    Un suspiro que parecía devolverla a la realidad, una realidad que nunca pidió, pero que tuvo que aprender a sostener entre sus manos.

    ¿Qué dolor más cruel que el de una ausencia sin nombre, sin tumba, sin adiós?
    Un duelo sin cierre, porque siempre queda esa voz que susurra:
    ¿Y si sigue por ahí, vivo?

    El anhelo es terco, espera una llamada, una carta, un mensaje,
    un simple “estoy bien” que calme la angustia de los años.
    Pero el tiempo pasa, y el silencio duele más que la certeza.

    ¿Cómo seguir adelante, si el alma se aferra al consuelo triste de extrañar?
    A veces, amar se vuelve eso:
    recordar a quien ya no está, y vivir con la herida abierta, aprendiendo a caminar con ella, sin dejarla atrás.

    El cuerpo continúa —porque la vida no espera—, pero en algún rincón de su pensamiento, donde la nostalgia duerme hecha nudo,
    Carmina sigue preguntándose, bajito, como quien no quiere romper el encanto:
    ¿Y si... algún día regresa?
    Esa espera silenciosa… por alguien que sabes que no va a volver. Tan eterna como la esperanza que insiste en no morir, aunque duela sostenerla. Cuántas noches en desvelo pasó Carmina, dibujando en su mente los caminos que nunca fueron, los escenarios donde todo salía bien: donde Nicolás no desaparecía aquella noche, donde sí cumplían la cita prometida, donde su historia seguía, sencilla y luminosa, como lo hacen las vidas que no conocen el golpe de la tragedia. Un suspiro escapó de sus labios, pesado, resignado, mientras yacía recostada en su cama observando el techo. Un suspiro que parecía devolverla a la realidad, una realidad que nunca pidió, pero que tuvo que aprender a sostener entre sus manos. ¿Qué dolor más cruel que el de una ausencia sin nombre, sin tumba, sin adiós? Un duelo sin cierre, porque siempre queda esa voz que susurra: ¿Y si sigue por ahí, vivo? El anhelo es terco, espera una llamada, una carta, un mensaje, un simple “estoy bien” que calme la angustia de los años. Pero el tiempo pasa, y el silencio duele más que la certeza. ¿Cómo seguir adelante, si el alma se aferra al consuelo triste de extrañar? A veces, amar se vuelve eso: recordar a quien ya no está, y vivir con la herida abierta, aprendiendo a caminar con ella, sin dejarla atrás. El cuerpo continúa —porque la vida no espera—, pero en algún rincón de su pensamiento, donde la nostalgia duerme hecha nudo, Carmina sigue preguntándose, bajito, como quien no quiere romper el encanto: ¿Y si... algún día regresa?
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  • Estaba sola en la cama, tumbada contra los cojines con el portátil cerrado a un lado, pero en realidad no estaba mirando nada. La habitación estaba en silencio, solo el reloj del pasillo marcaba los segundos, y me descubrí repasando todo lo que había pasado en mi vida hasta ese momento.

    Si alguien me hubiera dicho hace diez años que yo iba a estar aquí, pensando en un futuro con una mujer, planeando una boda y hasta considerando hijos, me habría reído en su cara. Yo solo pensaba en sobrevivir, en no dejar que me destruyeran más de lo que ya lo habían hecho. Y ahora… ahora me sorprendía a mí misma imaginando algo tan simple como una casa en las afueras, un jardín pequeño donde poder fumar tranquila, y Ángela leyendo en una hamaca bajo el sol.

    Cerré los ojos y me vi en esa escena: ella riéndose de alguna tontería que yo dijera, los dos gatos que tanto le gustaban persiguiéndose por el césped, y hasta un niño o una niña corriendo detrás de una pelota. Me asustaba un poco pensarlo, porque nunca creí estar hecha para ser madre, pero con ella la idea no me resultaba imposible. Es más, me parecía tentadora. Tener algo que fuera nuestro, algo limpio, lejos de toda la mierda que habíamos tenido que tragar.

    Suspiré, pasándome una mano por el rostro. Lo nuestro no era normal. Dos mujeres con demasiadas cicatrices, marcadas por la violencia, por la muerte, por el miedo… y aún así habíamos encontrado un espacio donde poder ser simplemente Ángela y Alessia, sin disfraces ni máscaras. Y yo, la misma mujer que se había prometido no volver a sentir nada por nadie, me veía pensando en qué tipo de vestido llevaría en nuestra boda, o en cómo sonaría la risa de una hija nuestra.

    —Me estás cambiando, Angela… —murmuré en voz baja, sabiendo que no estaba cerca para escucharlo.

    Y aunque una parte de mí quería huir de ese pensamiento por miedo a perderlo todo, otra, la más fuerte, lo abrazaba con una calma nueva. Tal vez por primera vez en mi vida, la idea de un futuro no me parecía una broma cruel. Me parecía posible.
    Estaba sola en la cama, tumbada contra los cojines con el portátil cerrado a un lado, pero en realidad no estaba mirando nada. La habitación estaba en silencio, solo el reloj del pasillo marcaba los segundos, y me descubrí repasando todo lo que había pasado en mi vida hasta ese momento. Si alguien me hubiera dicho hace diez años que yo iba a estar aquí, pensando en un futuro con una mujer, planeando una boda y hasta considerando hijos, me habría reído en su cara. Yo solo pensaba en sobrevivir, en no dejar que me destruyeran más de lo que ya lo habían hecho. Y ahora… ahora me sorprendía a mí misma imaginando algo tan simple como una casa en las afueras, un jardín pequeño donde poder fumar tranquila, y Ángela leyendo en una hamaca bajo el sol. Cerré los ojos y me vi en esa escena: ella riéndose de alguna tontería que yo dijera, los dos gatos que tanto le gustaban persiguiéndose por el césped, y hasta un niño o una niña corriendo detrás de una pelota. Me asustaba un poco pensarlo, porque nunca creí estar hecha para ser madre, pero con ella la idea no me resultaba imposible. Es más, me parecía tentadora. Tener algo que fuera nuestro, algo limpio, lejos de toda la mierda que habíamos tenido que tragar. Suspiré, pasándome una mano por el rostro. Lo nuestro no era normal. Dos mujeres con demasiadas cicatrices, marcadas por la violencia, por la muerte, por el miedo… y aún así habíamos encontrado un espacio donde poder ser simplemente Ángela y Alessia, sin disfraces ni máscaras. Y yo, la misma mujer que se había prometido no volver a sentir nada por nadie, me veía pensando en qué tipo de vestido llevaría en nuestra boda, o en cómo sonaría la risa de una hija nuestra. —Me estás cambiando, Angela… —murmuré en voz baja, sabiendo que no estaba cerca para escucharlo. Y aunque una parte de mí quería huir de ese pensamiento por miedo a perderlo todo, otra, la más fuerte, lo abrazaba con una calma nueva. Tal vez por primera vez en mi vida, la idea de un futuro no me parecía una broma cruel. Me parecía posible.
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    Fandom Disney, Tarzán
    Categoría Aventura
    Jane no había dejado de pensar en él. En esos ojos que parecían leerla mejor que cualquier palabra, de una forma primitiva, en la fuerza brutal con la que la había cargado en sus brazos, en cómo habían logrado comunicarse con simples gestos.

    Y luego estaba el diario.

    Lo había escondido en el interior de un baúl, bajo sus vestidos y ropajes de viaje, lejos de la vista de su padre y de cualquier otra persona. Temía sus preguntas, pero más temía que descubrieran lo que ella apenas había empezado a entender. Había pasado las últimas noches bajo la luz de una lámpara tenue, hojeando esas páginas desgastadas mientras luchaba contra los insectos atraídos por la luz. La caligrafía era firme, inglesa, con un trazo elegante pero a la vez rápido. En la primera página, apenas legible, había un nombre reducido a iniciales: J.C.

    Cada vez que las leía, algo en su pecho se agitaba. ¿Quién había sido aquel hombre? ¿Un explorador? ¿Un marinero perdido? ¿Un colono? No lo sabía aún, pero las entradas hablaban de la jungla, descripciones de criaturas, tormentas... Pero muchos de los pasajes se encontraban medio borrados, o emborronados al completo por la humedad y el paso del tiempo. Y no había nada más horrible y a la vez emocionante para alguien con el alma exploradora como la que Jane tenía que algo así cayera en sus manos, pero que tuvieran que rascar y rascar hasta el fondo para encontrarle un sentido.

    Pero tras las noches en vela tratando de entender tanto el descubrimiento de Tarzán como el del diario y su relación entre ellos, llegaban los días, y así era cono se encontraba en el tercer día desde su encuentro con Tarzán; un día que amaneció húmedo, con un cielo cubierto de unas fantasmagóricas nubes que prometían lluvias. Jane salió de la tienda ajustándose el sombrero mientras su padre, siempre entusiasta, ya daba instrucciones a los exploradores para preparar todo el instrumental. Lord Pembroke, un hombre pegado a una enorme barriga y con voz demasiado nasal para el gusto de cualquiera, hablaba de las magníficas fotografías que esperaba capturar de los chimpancés en su hábitat natural. Jane sonrió con cortesía, aunque por dentro sentía un nudo. El entusiasmo de los nobles era casi ridículo; para ellos la selva era un escenario de cacería y espectáculo, no un lugar vivo que podía devorarlos en cualquier instante, y a su vez un sitio maravilloso, lleno de historia y de un sinfín de vida. A cada paso que daban, ella pensaba en Tarzán, en cómo se movería él entre esas ramas con la misma ligereza con la que ellos apenas lograban caminar entre raíces y fango.

    —Jane, hija, ¿lista? —la voz de su padre la devolvió al presente. Él la observaba con ternura, aunque en su mirada había un atisbo de preocupación. No había pasado desapercibido que su hija estaba más pensativa que de costumbre.

    —Sí, padre. —forzó una sonrisa, aferrando sus cuadernos de campo contra el pecho como si fueran un escudo, los mismos que esperaba llenar de anotaciones y bocetos si lograban encontrar la comunidad de chimpancés que días atrás habían visto por esa zona. Y mientras el grupo se adentraba finalmente en la espesura de la jungla, entre charlas triviales y risas huecas, Jane no podía evitar un pensamiento insistente: ¿y si Tarzán los estaba observando en ese mismo instante, escondido en lo alto de un árbol? O peor aún, ¿y si alguien lo descubría a él?
    Jane no había dejado de pensar en él. En esos ojos que parecían leerla mejor que cualquier palabra, de una forma primitiva, en la fuerza brutal con la que la había cargado en sus brazos, en cómo habían logrado comunicarse con simples gestos. Y luego estaba el diario. Lo había escondido en el interior de un baúl, bajo sus vestidos y ropajes de viaje, lejos de la vista de su padre y de cualquier otra persona. Temía sus preguntas, pero más temía que descubrieran lo que ella apenas había empezado a entender. Había pasado las últimas noches bajo la luz de una lámpara tenue, hojeando esas páginas desgastadas mientras luchaba contra los insectos atraídos por la luz. La caligrafía era firme, inglesa, con un trazo elegante pero a la vez rápido. En la primera página, apenas legible, había un nombre reducido a iniciales: J.C. Cada vez que las leía, algo en su pecho se agitaba. ¿Quién había sido aquel hombre? ¿Un explorador? ¿Un marinero perdido? ¿Un colono? No lo sabía aún, pero las entradas hablaban de la jungla, descripciones de criaturas, tormentas... Pero muchos de los pasajes se encontraban medio borrados, o emborronados al completo por la humedad y el paso del tiempo. Y no había nada más horrible y a la vez emocionante para alguien con el alma exploradora como la que Jane tenía que algo así cayera en sus manos, pero que tuvieran que rascar y rascar hasta el fondo para encontrarle un sentido. Pero tras las noches en vela tratando de entender tanto el descubrimiento de Tarzán como el del diario y su relación entre ellos, llegaban los días, y así era cono se encontraba en el tercer día desde su encuentro con Tarzán; un día que amaneció húmedo, con un cielo cubierto de unas fantasmagóricas nubes que prometían lluvias. Jane salió de la tienda ajustándose el sombrero mientras su padre, siempre entusiasta, ya daba instrucciones a los exploradores para preparar todo el instrumental. Lord Pembroke, un hombre pegado a una enorme barriga y con voz demasiado nasal para el gusto de cualquiera, hablaba de las magníficas fotografías que esperaba capturar de los chimpancés en su hábitat natural. Jane sonrió con cortesía, aunque por dentro sentía un nudo. El entusiasmo de los nobles era casi ridículo; para ellos la selva era un escenario de cacería y espectáculo, no un lugar vivo que podía devorarlos en cualquier instante, y a su vez un sitio maravilloso, lleno de historia y de un sinfín de vida. A cada paso que daban, ella pensaba en Tarzán, en cómo se movería él entre esas ramas con la misma ligereza con la que ellos apenas lograban caminar entre raíces y fango. —Jane, hija, ¿lista? —la voz de su padre la devolvió al presente. Él la observaba con ternura, aunque en su mirada había un atisbo de preocupación. No había pasado desapercibido que su hija estaba más pensativa que de costumbre. —Sí, padre. —forzó una sonrisa, aferrando sus cuadernos de campo contra el pecho como si fueran un escudo, los mismos que esperaba llenar de anotaciones y bocetos si lograban encontrar la comunidad de chimpancés que días atrás habían visto por esa zona. Y mientras el grupo se adentraba finalmente en la espesura de la jungla, entre charlas triviales y risas huecas, Jane no podía evitar un pensamiento insistente: ¿y si Tarzán los estaba observando en ese mismo instante, escondido en lo alto de un árbol? O peor aún, ¿y si alguien lo descubría a él?
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  • Pesadilla de Eliana: el reflejo que devora

    Eliana se encontraba sola en un pasillo interminable. Las paredes estaban húmedas, respiraban, y cada paso que daba resonaba como si mil voces susurraran su nombre. Al final del corredor, la puerta se abrió sola. Dentro, no había nada más que un espejo enorme que cubría toda la pared.

    Cuando se miró, no vio su reflejo real: la figura frente a ella era la misma, pero con cabellos más oscuros, ojos rojos encendidos y una sonrisa cruel que se estiraba demasiado.

    —¿De verdad pensaste que serías diferente a él? —susurró la otra Eliana, con voz rota y burlona—. Igual que tu padre, igual que tu madre… abandonando todo lo que no puedes sostener.

    Eliana retrocedió, negando con la cabeza.
    —¡No! ¡Yo no soy como ellos!

    El reflejo salió del espejo como si la superficie fuera agua, con movimientos torcidos. Era ella misma, pero más alta, con cadenas negras en las manos. La atrapó del cuello, obligándola a mirarla.

    —Siempre quisiste salvar… pero lo único que tocas, lo marchitas. —la oscura le pasó la lengua por la mejilla, igual que un depredador saboreando su presa—. No eres la Diosa de la Vida… eres la portadora de la putrefacción.

    Eliana sintió cómo sus manos empezaban a pudrirse, la piel cayéndose a pedazos, mientras su reflejo reía. Intentó invocar su poder, pero en vez de luz, solo salió humo negro que la ahogaba más y más.

    Detrás de la figura oscura aparecieron escenas: Sain, su hermano, dándole la espalda con los ojos llenos de desprecio. Su padre alejándose, sin mirar atrás. Su madre llorando, repitiendo que ella no era suficiente. Y en medio de todo, las pastillas, el alcohol, el vacío que la consumía.

    —¿Ves? No eres víctima… eres tu peor verdugo. Yo soy lo que siempre fuiste. Yo soy tú.

    Las cadenas la arrastraron al suelo, inmovilizándola. La otra Eliana se inclinó hasta quedar cara a cara, y sus ojos rojos ardieron como brasas.

    —Cuando despiertes… seguiré dentro de ti. Y cada día que respires, me harás más fuerte.

    El grito de Eliana desgarró la oscuridad, pero nadie la escuchó. Solo el eco de sí misma, devorándola.

    Cerro los ojos con fuerza, soltando un grito desgarrador despertando en su cuarto a oscuras

    -noooooo!!!!

    Jadeaba, agitada voletando ver aterrada al espejo en su cuarto viendola ahi, ella quien esperaba en las sombras, eliana lloraba en silencio apretando las sabanas

    -no....no eres yo.....tu no existes....


    ---
    🌑 Pesadilla de Eliana: el reflejo que devora 🌑 Eliana se encontraba sola en un pasillo interminable. Las paredes estaban húmedas, respiraban, y cada paso que daba resonaba como si mil voces susurraran su nombre. Al final del corredor, la puerta se abrió sola. Dentro, no había nada más que un espejo enorme que cubría toda la pared. Cuando se miró, no vio su reflejo real: la figura frente a ella era la misma, pero con cabellos más oscuros, ojos rojos encendidos y una sonrisa cruel que se estiraba demasiado. —¿De verdad pensaste que serías diferente a él? —susurró la otra Eliana, con voz rota y burlona—. Igual que tu padre, igual que tu madre… abandonando todo lo que no puedes sostener. Eliana retrocedió, negando con la cabeza. —¡No! ¡Yo no soy como ellos! El reflejo salió del espejo como si la superficie fuera agua, con movimientos torcidos. Era ella misma, pero más alta, con cadenas negras en las manos. La atrapó del cuello, obligándola a mirarla. —Siempre quisiste salvar… pero lo único que tocas, lo marchitas. —la oscura le pasó la lengua por la mejilla, igual que un depredador saboreando su presa—. No eres la Diosa de la Vida… eres la portadora de la putrefacción. Eliana sintió cómo sus manos empezaban a pudrirse, la piel cayéndose a pedazos, mientras su reflejo reía. Intentó invocar su poder, pero en vez de luz, solo salió humo negro que la ahogaba más y más. Detrás de la figura oscura aparecieron escenas: Sain, su hermano, dándole la espalda con los ojos llenos de desprecio. Su padre alejándose, sin mirar atrás. Su madre llorando, repitiendo que ella no era suficiente. Y en medio de todo, las pastillas, el alcohol, el vacío que la consumía. —¿Ves? No eres víctima… eres tu peor verdugo. Yo soy lo que siempre fuiste. Yo soy tú. Las cadenas la arrastraron al suelo, inmovilizándola. La otra Eliana se inclinó hasta quedar cara a cara, y sus ojos rojos ardieron como brasas. —Cuando despiertes… seguiré dentro de ti. Y cada día que respires, me harás más fuerte. El grito de Eliana desgarró la oscuridad, pero nadie la escuchó. Solo el eco de sí misma, devorándola. Cerro los ojos con fuerza, soltando un grito desgarrador despertando en su cuarto a oscuras -noooooo!!!! Jadeaba, agitada voletando ver aterrada al espejo en su cuarto viendola ahi, ella quien esperaba en las sombras, eliana lloraba en silencio apretando las sabanas -no....no eres yo.....tu no existes.... ---
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  • El silencio reinaba en el teatro vacío, las largas filas de butacas abandonadas como ecos de un pasado de esplendor. Las luces apenas iluminaban el escenario, como una barrera entre el mundo real y aquel que pertenecía a los muertos. El aire estaba cargado de la nostalgia de una gloria pasada, pero no había ni una chispa de vida en el vasto espacio, solo la quietud eterna de la decadencia.

    Allí, en el centro del escenario, la silueta de Lyra vislumbraba entre las sombras, su figura era esbelta y sus movimientos suaves como la seda, se mantenía en un silencio profundo, observando la oscuridad que la rodeaba. Su piel pálida reflejaba lo poco de luz que quedaba, como si su propia existencia estuviera atrapada en un sueño eterno.

    En el fondo, casi imperceptible al principio, sonó una melodía.

    https://www.youtube.com/watch?v=qeMFqkcPYcg&list=RDqeMFqkcPYcg&start_radio=1

    “Sweet dreams” un contraste bastante interesante dado al sitio donde se encontraba , su ritmo desafiante chocando con la serenidad y quietud del lugar. La canción, con su toque provocador y misterioso, parecía entrar en conflicto con la serenidad del teatro, pero de alguna manera, encajaba a la perfección. Lyra, sin poder evitarlo, sintió cómo la música invadía su cuerpo, una oleada de energía que la empujó a moverse. Solo una persona sabía lo que aquello provocaba en ella...

    Su primer movimiento fue sutil, como una sombra que se desliza por el suelo, pero pronto sus caderas comenzaron a moverse al ritmo de la canción. El sonido de los bajos pulsando a través del aire llenó el vacío del teatro, haciendo que las paredes parecieran vibrar con una energía que solo Lyra podía entender. La vampiresa comenzó a caminar, pero no de una forma común. Cada paso era una danza, un giro que desafiaba la gravedad, como si el escenario fuera suyo para siempre. Sus manos, delgadas y llenas de gracia, se elevaron suavemente, como si estuviera tocando los ecos del pasado en el aire.

    La oscuridad que la rodeaba comenzó a fundirse con ella, su figura etérea proyectada sobre las paredes del teatro, mientras sus movimientos se volvían más seductores, más atrevidos. A pesar de la naturaleza gótica de su ser, la energía de la música era tan vibrante, tan llena de vida, que parecía contrarrestar su condena eterna. Lyra no solo era una sombra en la noche, ella era una manifestación de lo prohibido, de lo que te podía dañar desde adentro.

    Sus ojos, de un rojo brillante como rubíes, brillaban en la penumbra mientras sus labios se curvaban en una sonrisa, un reflejo de su alma atormentada. La canción resonaba en su ser, sus movimientos se volvían cada vez más provocativos, como si el escenario fuera su pista de baile y ella la reina indiscutible de ese espacio olvidado.

    A medida que la melodía se intensificaba, Lyra se dejó llevar por el ritmo, un baile en el que el tiempo parecía detenerse. La historia de su vida, de su condena, se entrelazaba con la música, como si cada acorde fuera una parte de su alma rota. Pero no había tristeza en su danza, solo había un ardiente deseo de sentirse viva, de sentir esa chispa de rebelión en la piel, a pesar de la eternidad que la atrapaba.

    Su figura, elegante y llena de gracia, se movía entre las sombras del teatro, un contraste entre la luz tenue del escenario y la oscuridad que parecía alimentarla. El teatro, aunque vacío, parecía cobrar vida, como si su presencia de desbordara las paredes y desafiara el vacío. La canción continuaba, susurrando en el aire, y ella bailaba, como un alma libre atrapada en el cuerpo de un monstruo.

    ♧ Sweet dreams are made of this - murmuró en la oscuridad, su voz cálida, pero cargada de intención - Who am I to disagree?...-
    El silencio reinaba en el teatro vacío, las largas filas de butacas abandonadas como ecos de un pasado de esplendor. Las luces apenas iluminaban el escenario, como una barrera entre el mundo real y aquel que pertenecía a los muertos. El aire estaba cargado de la nostalgia de una gloria pasada, pero no había ni una chispa de vida en el vasto espacio, solo la quietud eterna de la decadencia. Allí, en el centro del escenario, la silueta de Lyra vislumbraba entre las sombras, su figura era esbelta y sus movimientos suaves como la seda, se mantenía en un silencio profundo, observando la oscuridad que la rodeaba. Su piel pálida reflejaba lo poco de luz que quedaba, como si su propia existencia estuviera atrapada en un sueño eterno. En el fondo, casi imperceptible al principio, sonó una melodía. https://www.youtube.com/watch?v=qeMFqkcPYcg&list=RDqeMFqkcPYcg&start_radio=1 “Sweet dreams” un contraste bastante interesante dado al sitio donde se encontraba , su ritmo desafiante chocando con la serenidad y quietud del lugar. La canción, con su toque provocador y misterioso, parecía entrar en conflicto con la serenidad del teatro, pero de alguna manera, encajaba a la perfección. Lyra, sin poder evitarlo, sintió cómo la música invadía su cuerpo, una oleada de energía que la empujó a moverse. Solo una persona sabía lo que aquello provocaba en ella... Su primer movimiento fue sutil, como una sombra que se desliza por el suelo, pero pronto sus caderas comenzaron a moverse al ritmo de la canción. El sonido de los bajos pulsando a través del aire llenó el vacío del teatro, haciendo que las paredes parecieran vibrar con una energía que solo Lyra podía entender. La vampiresa comenzó a caminar, pero no de una forma común. Cada paso era una danza, un giro que desafiaba la gravedad, como si el escenario fuera suyo para siempre. Sus manos, delgadas y llenas de gracia, se elevaron suavemente, como si estuviera tocando los ecos del pasado en el aire. La oscuridad que la rodeaba comenzó a fundirse con ella, su figura etérea proyectada sobre las paredes del teatro, mientras sus movimientos se volvían más seductores, más atrevidos. A pesar de la naturaleza gótica de su ser, la energía de la música era tan vibrante, tan llena de vida, que parecía contrarrestar su condena eterna. Lyra no solo era una sombra en la noche, ella era una manifestación de lo prohibido, de lo que te podía dañar desde adentro. Sus ojos, de un rojo brillante como rubíes, brillaban en la penumbra mientras sus labios se curvaban en una sonrisa, un reflejo de su alma atormentada. La canción resonaba en su ser, sus movimientos se volvían cada vez más provocativos, como si el escenario fuera su pista de baile y ella la reina indiscutible de ese espacio olvidado. A medida que la melodía se intensificaba, Lyra se dejó llevar por el ritmo, un baile en el que el tiempo parecía detenerse. La historia de su vida, de su condena, se entrelazaba con la música, como si cada acorde fuera una parte de su alma rota. Pero no había tristeza en su danza, solo había un ardiente deseo de sentirse viva, de sentir esa chispa de rebelión en la piel, a pesar de la eternidad que la atrapaba. Su figura, elegante y llena de gracia, se movía entre las sombras del teatro, un contraste entre la luz tenue del escenario y la oscuridad que parecía alimentarla. El teatro, aunque vacío, parecía cobrar vida, como si su presencia de desbordara las paredes y desafiara el vacío. La canción continuaba, susurrando en el aire, y ella bailaba, como un alma libre atrapada en el cuerpo de un monstruo. ♧ Sweet dreams are made of this - murmuró en la oscuridad, su voz cálida, pero cargada de intención - Who am I to disagree?...-
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  • Saturado de labores, con más peso del que su alma podía sostener, y apenas tres horas de sueño que no alcanzaban a mitigar el desvelo del corazón.

    El trabajo se volvió su refugio, su escudo contra el pensamiento, la única disciplina que lo mantenía erguido, severo, profesional, como un faro que resiste la tormenta sin mirar atrás.

    El departamento que alguna vez compartió con ella permanecía intacto, como un santuario abandonado, solo la comida fue retirada, no por olvido, sino por necesidad.

    Con lo que le quedaba, se mudó a Roppongi,
    a un rincón donde la ciudad no podía alcanzarlo del todo.

    Su rostro envejeció antes de tiempo,
    marcado por la depresión, esa amante silenciosa que lo sedujo con la promesa de una soledad absoluta.

    Él era la encarnación de la eficiencia, la eficacia y la efectividad, atento a cada entrevista, cada firma de libros, y hasta las regalías de una película por venir, un dorama que quizás contaría su historia sin decir su nombre con generos y épocas diferentes.

    Su manager lamentaba su tragedia íntima,
    pero en el escenario público, Kagehiro era ya una eminencia. Sus libros para adultos, cargados de pasión, habían dado paso a narrativas más crudas, más contemporáneas, historias que dolían por lo cercanas, por lo reales.

    Haruki Murakami tenía ahora un rival,
    pero también un amigo entrañable,
    un espejo en el que la literatura japonesa se miraba con nuevos ojos.
    Saturado de labores, con más peso del que su alma podía sostener, y apenas tres horas de sueño que no alcanzaban a mitigar el desvelo del corazón. El trabajo se volvió su refugio, su escudo contra el pensamiento, la única disciplina que lo mantenía erguido, severo, profesional, como un faro que resiste la tormenta sin mirar atrás. El departamento que alguna vez compartió con ella permanecía intacto, como un santuario abandonado, solo la comida fue retirada, no por olvido, sino por necesidad. Con lo que le quedaba, se mudó a Roppongi, a un rincón donde la ciudad no podía alcanzarlo del todo. Su rostro envejeció antes de tiempo, marcado por la depresión, esa amante silenciosa que lo sedujo con la promesa de una soledad absoluta. Él era la encarnación de la eficiencia, la eficacia y la efectividad, atento a cada entrevista, cada firma de libros, y hasta las regalías de una película por venir, un dorama que quizás contaría su historia sin decir su nombre con generos y épocas diferentes. Su manager lamentaba su tragedia íntima, pero en el escenario público, Kagehiro era ya una eminencia. Sus libros para adultos, cargados de pasión, habían dado paso a narrativas más crudas, más contemporáneas, historias que dolían por lo cercanas, por lo reales. Haruki Murakami tenía ahora un rival, pero también un amigo entrañable, un espejo en el que la literatura japonesa se miraba con nuevos ojos.
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