• 𝘑𝘶𝘳𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘖𝘳𝘥𝘦𝘯 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘔𝘶𝘳𝘰𝘴 𝘝𝘪𝘷𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴.

    Juro por cada piedra que ha sostenido el dolor del mundo,
    Por cada flor que ha crecido en una grieta de guerra,
    Por cada sombra que he contenido dentro de mí:

    Que no alzaré una muralla por miedo,
    Ni levantaré una torre por vanidad,
    Sino por el equilibrio, la memoria, y la permanencia.

    Que mis planos se dibujen con paciencia,
    Que mi voz sea medida como el compás,
    Y si algún día caigo, que mi caída fortalezca lo que edificamos.

    Yo soy parte del muro.
    El muro es parte del plano.
    Y el plano, si lo cuidamos, será parte de algo aún mayor.
    𝘑𝘶𝘳𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘖𝘳𝘥𝘦𝘯 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘔𝘶𝘳𝘰𝘴 𝘝𝘪𝘷𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴. Juro por cada piedra que ha sostenido el dolor del mundo, Por cada flor que ha crecido en una grieta de guerra, Por cada sombra que he contenido dentro de mí: Que no alzaré una muralla por miedo, Ni levantaré una torre por vanidad, Sino por el equilibrio, la memoria, y la permanencia. Que mis planos se dibujen con paciencia, Que mi voz sea medida como el compás, Y si algún día caigo, que mi caída fortalezca lo que edificamos. Yo soy parte del muro. El muro es parte del plano. Y el plano, si lo cuidamos, será parte de algo aún mayor.
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  • Chilling time.
    Simplemente agradece que esa agua está suavemente aliviando todos los dolores acumulados en sus articulaciones.
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  • — sabían que si le metes una aguja a una persona va por las venas hacía el corazón dónde muere dolorosamente gracias a un filo increíblemente doloroso?—

    Mirando a la nada
    — sabían que si le metes una aguja a una persona va por las venas hacía el corazón dónde muere dolorosamente gracias a un filo increíblemente doloroso?— Mirando a la nada
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  • Incluso las torres más grandes caen.
    Fandom OC
    Categoría Drama
    Rol con: 𝐌𝐨𝐧𝐬𝐭𝐞𝐫

    Era un día tranquilo, como de costumbre.

    La noche llegó, y con ella lo hizo también el silencio. Ozen finalmente volvió a casa, pero no al hogar que tanto echaba de menos en Orth, por mucho que le costara admitirlo, sino a las mismas 4 paredes que la habían tenido encerrada durante todo su viaje.

    Tantas personas nuevas. Tantas sonrisas ajenas... ¿Dónde estaba la sonrisa de Ozen?
    Hundida en su pecho.
    En una tumba en el abismo.
    O puede, solo puede que siguiera por ahí. Carcomiendo el interior de Ozen, como siempre hizo.

    La pérdida. El sentirse vacía se había vuelto algo normal para ella, pero... ¿Por qué?¿Acaso no lo había superado ya?¿Era Ozen realmente tan inamovible como la describían?

    Una mente curtida, un corazón viejo. Ozen no estaba vacía, solamente no dejaba verlo. Cargaba heridas invisibles para todos, quizás incluso para ella.

    Porque ella tampoco comprendía su propio dolor.
    Llevaba años negándolo, y los años pasan factura.

    Ozen tenía 70 años, y sin embargo, nadie la conocía. La única persona que alguna vez se molestó en hacerlo, ya no estaba.

    Entró en la habitación con paso lento, con su rostro tan neutro como siempre, tan vacío. Un paso, luego otro. Dejaba caer todo el peso de su cuerpo con cada paso, cosa que causaba un obvio ruido, como quien deja caer algo pesado desde una buena altura.

    Se sentó en la cama, un lujo al que aún no se acostumbraba. Colocó sus manos encima de sus piernas y simplemente miró hacia abajo. Quién sabe que cosas se pasarían por su mente, a fin de cuentas...

    Ozen siempre fue un enigma, y por eso mismo la llamaban "La soberana Inamovible". Porque no hacía referencia solamente a su fuerza bruta, sino a su mente, algo que muchos describen como una fortaleza inexpugnable.

    El aire se tensó ligeramente. Ozen no alzó la mirada, no le hizo falta.
    Rol con: [Monster] Era un día tranquilo, como de costumbre. La noche llegó, y con ella lo hizo también el silencio. Ozen finalmente volvió a casa, pero no al hogar que tanto echaba de menos en Orth, por mucho que le costara admitirlo, sino a las mismas 4 paredes que la habían tenido encerrada durante todo su viaje. Tantas personas nuevas. Tantas sonrisas ajenas... ¿Dónde estaba la sonrisa de Ozen? Hundida en su pecho. En una tumba en el abismo. O puede, solo puede que siguiera por ahí. Carcomiendo el interior de Ozen, como siempre hizo. La pérdida. El sentirse vacía se había vuelto algo normal para ella, pero... ¿Por qué?¿Acaso no lo había superado ya?¿Era Ozen realmente tan inamovible como la describían? Una mente curtida, un corazón viejo. Ozen no estaba vacía, solamente no dejaba verlo. Cargaba heridas invisibles para todos, quizás incluso para ella. Porque ella tampoco comprendía su propio dolor. Llevaba años negándolo, y los años pasan factura. Ozen tenía 70 años, y sin embargo, nadie la conocía. La única persona que alguna vez se molestó en hacerlo, ya no estaba. Entró en la habitación con paso lento, con su rostro tan neutro como siempre, tan vacío. Un paso, luego otro. Dejaba caer todo el peso de su cuerpo con cada paso, cosa que causaba un obvio ruido, como quien deja caer algo pesado desde una buena altura. Se sentó en la cama, un lujo al que aún no se acostumbraba. Colocó sus manos encima de sus piernas y simplemente miró hacia abajo. Quién sabe que cosas se pasarían por su mente, a fin de cuentas... Ozen siempre fue un enigma, y por eso mismo la llamaban "La soberana Inamovible". Porque no hacía referencia solamente a su fuerza bruta, sino a su mente, algo que muchos describen como una fortaleza inexpugnable. El aire se tensó ligeramente. Ozen no alzó la mirada, no le hizo falta.
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  • Recuerdos de un zorro

    Kuragari: La oscuridad creciente (Parte 1)

    //Estas son crónicas del pasado de Kazuo. Ocurrieron alrededor de mil años atrás.//

    “No quiero herir con lo que siento. No quiero herirme con lo que muestro.”



    No siempre hubo luz en aquellos ojos de un azul tan puro y etéreo.
    Hubo un tiempo en el que su brillo fue devorado por su propia alma.

    “Demasiado dolor para una sola alma que calla.
    Araña las paredes de mi mente. Me siento exhausto.”


    No lo vio venir. Su cuerpo se había convertido en un recipiente lleno de odio, amargura, tristeza… y un deseo de venganza insaciable.
    Los hombres le habían causado demasiado dolor. Nada bueno le fue concedido por ellos. Y su madre, su diosa, en aquel entonces parecía mirar hacia otro lado.
    “Una forma retorcida de castigarme por aquello que pienso y callo”, pensó.

    Aquella vorágine de sentimientos comenzó a tomar forma. Era como si su alma se hubiera dividido en dos.
    Por un lado, la bondad y la pureza que luchaban por no ser consumidas.
    Por el otro… Él.

    Lucía como Kazuo, pero al mismo tiempo era algo completamente distinto.
    Su cuerpo era más delgado, con las mejillas hundidas, como si algo le devorase por dentro. Su belleza estaba distorsionada, como una burda copia mal interpretada.
    Su piel, tan blanca, dejaba ver unas venas del color de la noche, que serpenteaban bajo la superficie. Y sus ojos… negros; Tan oscuros que parecía que se habían tragado todo atisbo de luz; unos ojos capaces de arrebatarte lo poco que te quedase de cordura.

    Todo lo malo y oscuro que Kazuo albergaba en su corazón había tomado forma hecha carne.
    Sus miedos.
    Su ira.
    Sus deseos más viscerales.
    Su sed de sangre.

    Kuragari. El anochecer que no se va.

    Le susurraba al oído cada noche, llenando su mente de tanta maldad que habría preferido estar muerto.
    Manipulaba sus pensamientos, convenciéndolo de buscar placer en el dolor ajeno, en el sufrimiento de aquellos que tanto daño le habían hecho.
    Lo seducía con caricias envueltas en un fingido cariño, con promesas de amor y una paz que jamás llegaría.

    Kuragari había tomado su propia forma, construyendo una especie de alma nacida del miedo y el silencio del noble zorro.
    Todo lo que Kazuo había callado y encerrado en lo más profundo de su ser, había despertado con voz propia.

    -Nadie te ama.Solo yo te entiendo, mi Kazuo.Déjame enseñarte lo que es ser amado.- Le decía Kuragari en las noches más frías y solitarias.

    Se pegaba a su espalda, con su pecho desnudo, helado y sin vida.
    Sus manos, huesudas, acariciaban su torso, haciendo estremecer al kitsune, haciéndole creer, aunque fuera por un instante, que podía ser amado.

    Cada palabra era pronunciada en un ronroneo pegado a su oído, provocando un escalofrío que le recorría la columna.
    Su lengua bífida deslizándose por el lateral de su cuello hasta alcanzar el lóbulo de su oreja, que mordía con suavidad, de forma seductora, en un intento desesperado por arrastrarlo a una oscuridad sin fin.

    Kazuo suspiraba, dejándose llevar por breves momentos por aquel placer tan fácil… tan inmediato… que casi lograba convencerlo de rendirse.

    -Déjame…- Decía el zorro de forma entrecortada.

    -No te puedo dejar, al igual que tú no puedes dejarme a mí. Soy parte de tu todo, sin mi solo eres alguien incompleto.- Decía mientras una de sus manos se volaban desde su espalda hasta el vientre del zorro.

    Kuragari pasaba sus dedos por todo el abdomen de Yōkai, dejando que sus largas uñas dejasen un recorrido de marcas rojizas. A Kazuo le costaba respirar, como si su simple toque provocase que el aire escapase de sus pulmones.

    No era amor, ni nada que se le pareciera. Era un deseo vacío, uno que Kuragari intentaba despertar. Su mano descendió aún más, llegando a su bajo vientre, hasta quedar a escasos sentimientos de la virilidad del zorro.

    Fue entonces que Kazuo reaccionó. Se volteó, llevando su mano en puño hacia atrás, creando un arco para asestar un golpe certero. En ese momento Kuragari se volvió humo, desapareciendo, dejando una risa maliciosa suspendida en el aire.

    Los rayos del sol comenzaron a filtrarse a través de la ventana de una choza abandonada, que estaba usando como refugio provisional. Estos anunciaban el fin de la oscuridad. Al menos, hasta que la noche volviera a caer, Kuragari se mantendría lejos.

    En aquel entonces, Kazuo era aún joven.
    Apenas había cumplido los doscientos años.
    Un yōkai inexperto.
    Un zorro marcado por un siglo de amargura inconsolable.

    La muerte de quienes había considerado su familia lo dejó anclado en un ciclo perpetuo de tristeza y deseo de venganza.

    Y así nació Kuragari:

    Un ente vengativo y lleno de dolor.
    Una sombra con voz, intentando arrastrar a su creador al mismo abismo del que surgió.

    Pero Kazuo fue más fuerte;
    Recordó la bondad de sus padres, la inocencia de sus hermanos, y el amor verdadero.Un amor que Kuragari no podía ofrecer de forma genuina.

    Entonces comprendió que ese ser nacido de su sufrimiento debía ser detenido.Pero destruirlo no era una opción.Compartían alma.Y si Kuragari era destruido, parte del alma de Kazuo moriría con él, dejándolo incompleto. Una criatura fragmentada vagando por la tierra.

    Lo único que podía hacer con el poder que tenía entonces fue sellarlo.

    “Para siempre.”

    O al menos… eso pensó.






    Recuerdos de un zorro Kuragari: La oscuridad creciente (Parte 1) //Estas son crónicas del pasado de Kazuo. Ocurrieron alrededor de mil años atrás.// “No quiero herir con lo que siento. No quiero herirme con lo que muestro.” No siempre hubo luz en aquellos ojos de un azul tan puro y etéreo. Hubo un tiempo en el que su brillo fue devorado por su propia alma. “Demasiado dolor para una sola alma que calla. Araña las paredes de mi mente. Me siento exhausto.” No lo vio venir. Su cuerpo se había convertido en un recipiente lleno de odio, amargura, tristeza… y un deseo de venganza insaciable. Los hombres le habían causado demasiado dolor. Nada bueno le fue concedido por ellos. Y su madre, su diosa, en aquel entonces parecía mirar hacia otro lado. “Una forma retorcida de castigarme por aquello que pienso y callo”, pensó. Aquella vorágine de sentimientos comenzó a tomar forma. Era como si su alma se hubiera dividido en dos. Por un lado, la bondad y la pureza que luchaban por no ser consumidas. Por el otro… Él. Lucía como Kazuo, pero al mismo tiempo era algo completamente distinto. Su cuerpo era más delgado, con las mejillas hundidas, como si algo le devorase por dentro. Su belleza estaba distorsionada, como una burda copia mal interpretada. Su piel, tan blanca, dejaba ver unas venas del color de la noche, que serpenteaban bajo la superficie. Y sus ojos… negros; Tan oscuros que parecía que se habían tragado todo atisbo de luz; unos ojos capaces de arrebatarte lo poco que te quedase de cordura. Todo lo malo y oscuro que Kazuo albergaba en su corazón había tomado forma hecha carne. Sus miedos. Su ira. Sus deseos más viscerales. Su sed de sangre. Kuragari. El anochecer que no se va. Le susurraba al oído cada noche, llenando su mente de tanta maldad que habría preferido estar muerto. Manipulaba sus pensamientos, convenciéndolo de buscar placer en el dolor ajeno, en el sufrimiento de aquellos que tanto daño le habían hecho. Lo seducía con caricias envueltas en un fingido cariño, con promesas de amor y una paz que jamás llegaría. Kuragari había tomado su propia forma, construyendo una especie de alma nacida del miedo y el silencio del noble zorro. Todo lo que Kazuo había callado y encerrado en lo más profundo de su ser, había despertado con voz propia. -Nadie te ama.Solo yo te entiendo, mi Kazuo.Déjame enseñarte lo que es ser amado.- Le decía Kuragari en las noches más frías y solitarias. Se pegaba a su espalda, con su pecho desnudo, helado y sin vida. Sus manos, huesudas, acariciaban su torso, haciendo estremecer al kitsune, haciéndole creer, aunque fuera por un instante, que podía ser amado. Cada palabra era pronunciada en un ronroneo pegado a su oído, provocando un escalofrío que le recorría la columna. Su lengua bífida deslizándose por el lateral de su cuello hasta alcanzar el lóbulo de su oreja, que mordía con suavidad, de forma seductora, en un intento desesperado por arrastrarlo a una oscuridad sin fin. Kazuo suspiraba, dejándose llevar por breves momentos por aquel placer tan fácil… tan inmediato… que casi lograba convencerlo de rendirse. -Déjame…- Decía el zorro de forma entrecortada. -No te puedo dejar, al igual que tú no puedes dejarme a mí. Soy parte de tu todo, sin mi solo eres alguien incompleto.- Decía mientras una de sus manos se volaban desde su espalda hasta el vientre del zorro. Kuragari pasaba sus dedos por todo el abdomen de Yōkai, dejando que sus largas uñas dejasen un recorrido de marcas rojizas. A Kazuo le costaba respirar, como si su simple toque provocase que el aire escapase de sus pulmones. No era amor, ni nada que se le pareciera. Era un deseo vacío, uno que Kuragari intentaba despertar. Su mano descendió aún más, llegando a su bajo vientre, hasta quedar a escasos sentimientos de la virilidad del zorro. Fue entonces que Kazuo reaccionó. Se volteó, llevando su mano en puño hacia atrás, creando un arco para asestar un golpe certero. En ese momento Kuragari se volvió humo, desapareciendo, dejando una risa maliciosa suspendida en el aire. Los rayos del sol comenzaron a filtrarse a través de la ventana de una choza abandonada, que estaba usando como refugio provisional. Estos anunciaban el fin de la oscuridad. Al menos, hasta que la noche volviera a caer, Kuragari se mantendría lejos. En aquel entonces, Kazuo era aún joven. Apenas había cumplido los doscientos años. Un yōkai inexperto. Un zorro marcado por un siglo de amargura inconsolable. La muerte de quienes había considerado su familia lo dejó anclado en un ciclo perpetuo de tristeza y deseo de venganza. Y así nació Kuragari: Un ente vengativo y lleno de dolor. Una sombra con voz, intentando arrastrar a su creador al mismo abismo del que surgió. Pero Kazuo fue más fuerte; Recordó la bondad de sus padres, la inocencia de sus hermanos, y el amor verdadero.Un amor que Kuragari no podía ofrecer de forma genuina. Entonces comprendió que ese ser nacido de su sufrimiento debía ser detenido.Pero destruirlo no era una opción.Compartían alma.Y si Kuragari era destruido, parte del alma de Kazuo moriría con él, dejándolo incompleto. Una criatura fragmentada vagando por la tierra. Lo único que podía hacer con el poder que tenía entonces fue sellarlo. “Para siempre.” O al menos… eso pensó.
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  • ⎣ Primer Contacto. ⎤

    A medio metro del suelo. Inmóvil. Enraizado contra un rincón de la habitación. Unas hebras negras salían de su espalda adhiriéndose al concreto y el ladrillo como si fueran venas.

    La criatura a la que pertenecía el rastro térmico que Viper vio, estaba ahí. Adentro de la sala al final del corredor en espiral, tal y como había dicho Ekkora.

    Viper sabía que no estaba inactiva como parecía. Su rostro vacío, literalmente, no parecía inerte. De repente, ese rostro le miró.

    Ese hueco en medio de la cabeza donde debería haber una cara, ese vacío de pareidolia que angustiaría a cualquiera. A Viper no le afectó... tanto. Su autocontrol ya estaba bien curtido.

    La criatura, sin embargo, ladeó la cabeza. Lo había sentido, que no visto. Pero parecía confundida, como si la reacción de Viper le desconcertara.

    — No.

    Dijo Viper. Fue una advertencia y nada más. Una que parecía carecer de sentido para la criatura. No lo comprendió, o no dio señales de ello. El naga no tenía los dotes de Ekkora para comunicarse en el idioma de las anomalías.

    Viper, que se había detenido en la puerta, echó a andar de nuevo. Sólo traía un cuchillo corriente en la mano.

    Las venas palpitaron una vez, dos veces. Describían un ritmo, un patrón... que reconoció como el de su propio corazón.

    — No ves... pero sientes.

    ¿La criatura intentaba comunicarse?
    ¿Qué estaría queriendo decirle?
    ¿Estaría analizándole?

    La última posibilidad despertó el modo defensivo en Viper. Su corazón se aceleró apenas lo suficiente como para suministrar la adrenalina de forma más eficiente.

    Eso activó a la criatura.

    Una explosión psíquica le atravesó el cráneo. Su mente, aturdida como si acabara de salir de una licuadora, batallaba por recuperar el control de sus sentidos. Viper se tambaleó y apretó los colmillos. Sintió como la criatura se desprendía entre crujidos estremecedores. Sus venas se convirtieron en rígidas lanzas. La criatura embistió con desconcertante velocidad, pero Viper evadió las lanzas rodando por el piso hacia un costado.

    Un pilar fue su refugio. Allí descubrió que le ardía el brazo, tenía una herida que sangraba sin control, como si aún hubiera carne a la que irrigar. Pero le faltaba un trozo del músculo como si nunca hubiera estado ahí, sin piel.

    Esa fue la primera vez que se enfrentó a una herida dimensional. Su cuerpo no sabía qué hacer, ni siquiera comprendía que estaba herido.

    No tuvo tiempo de pensar en ello. La criatura volvía a abalanzarse contra él con pasos que no hacían ruido. Y pudo ver que, un segundo antes de que una lanza casi le atravesara la cabeza, algo brilló en el interior que creyó vacío de la criatura.

    Un núcleo.

    Viper se alejó a trompicones, saltando de un lado a otro con improvisada torpeza. Se guardó el cuchillo, desenfundó sus espadas gemelas y buscó ponerse a cubierto.

    Otra descarga psíquica le sacudió la cabeza y supo que estaría vulnerable y expuesto por al menos un par de segundos. Sin sentidos.

    Cuando se recuperó, una punzada de dolor le atravesaba el pecho de lado a lado. La criatura estaba frente a él, sus tentáculos clavándosele en el pecho quién sabe en cuántos sitios. La frustración le inundó de pies a cabeza, pero supo que no todo estaba perdido cuando vio que la abertura brillaba.

    El núcleo estaba expuesto.

    Viper clavó la espada que sostenía con el brazo sano, la hundió presionando con fuerza en el hueco de la criatura. Y esta, desconcertada por el daño que le hacía un arma que aparentaba ser como tantas otras que no fueron efectivas, no gritó. Su desesperación fue como una onda expansiva silenciosa. Como si la gravedad se sacudiera. Cuando la criatura cayó, quemándose lentamente en su propio plano, las venas se retorcieron como gusanos en sal.

    Para cuando la paz regresó, Viper ya no estaba ahí.
    Usó su último resquicio de consciencia para teletransportarse de regreso a casa.
    ⎣ Primer Contacto. ⎤ A medio metro del suelo. Inmóvil. Enraizado contra un rincón de la habitación. Unas hebras negras salían de su espalda adhiriéndose al concreto y el ladrillo como si fueran venas. La criatura a la que pertenecía el rastro térmico que Viper vio, estaba ahí. Adentro de la sala al final del corredor en espiral, tal y como había dicho Ekkora. Viper sabía que no estaba inactiva como parecía. Su rostro vacío, literalmente, no parecía inerte. De repente, ese rostro le miró. Ese hueco en medio de la cabeza donde debería haber una cara, ese vacío de pareidolia que angustiaría a cualquiera. A Viper no le afectó... tanto. Su autocontrol ya estaba bien curtido. La criatura, sin embargo, ladeó la cabeza. Lo había sentido, que no visto. Pero parecía confundida, como si la reacción de Viper le desconcertara. — No. Dijo Viper. Fue una advertencia y nada más. Una que parecía carecer de sentido para la criatura. No lo comprendió, o no dio señales de ello. El naga no tenía los dotes de Ekkora para comunicarse en el idioma de las anomalías. Viper, que se había detenido en la puerta, echó a andar de nuevo. Sólo traía un cuchillo corriente en la mano. Las venas palpitaron una vez, dos veces. Describían un ritmo, un patrón... que reconoció como el de su propio corazón. — No ves... pero sientes. ¿La criatura intentaba comunicarse? ¿Qué estaría queriendo decirle? ¿Estaría analizándole? La última posibilidad despertó el modo defensivo en Viper. Su corazón se aceleró apenas lo suficiente como para suministrar la adrenalina de forma más eficiente. Eso activó a la criatura. Una explosión psíquica le atravesó el cráneo. Su mente, aturdida como si acabara de salir de una licuadora, batallaba por recuperar el control de sus sentidos. Viper se tambaleó y apretó los colmillos. Sintió como la criatura se desprendía entre crujidos estremecedores. Sus venas se convirtieron en rígidas lanzas. La criatura embistió con desconcertante velocidad, pero Viper evadió las lanzas rodando por el piso hacia un costado. Un pilar fue su refugio. Allí descubrió que le ardía el brazo, tenía una herida que sangraba sin control, como si aún hubiera carne a la que irrigar. Pero le faltaba un trozo del músculo como si nunca hubiera estado ahí, sin piel. Esa fue la primera vez que se enfrentó a una herida dimensional. Su cuerpo no sabía qué hacer, ni siquiera comprendía que estaba herido. No tuvo tiempo de pensar en ello. La criatura volvía a abalanzarse contra él con pasos que no hacían ruido. Y pudo ver que, un segundo antes de que una lanza casi le atravesara la cabeza, algo brilló en el interior que creyó vacío de la criatura. Un núcleo. Viper se alejó a trompicones, saltando de un lado a otro con improvisada torpeza. Se guardó el cuchillo, desenfundó sus espadas gemelas y buscó ponerse a cubierto. Otra descarga psíquica le sacudió la cabeza y supo que estaría vulnerable y expuesto por al menos un par de segundos. Sin sentidos. Cuando se recuperó, una punzada de dolor le atravesaba el pecho de lado a lado. La criatura estaba frente a él, sus tentáculos clavándosele en el pecho quién sabe en cuántos sitios. La frustración le inundó de pies a cabeza, pero supo que no todo estaba perdido cuando vio que la abertura brillaba. El núcleo estaba expuesto. Viper clavó la espada que sostenía con el brazo sano, la hundió presionando con fuerza en el hueco de la criatura. Y esta, desconcertada por el daño que le hacía un arma que aparentaba ser como tantas otras que no fueron efectivas, no gritó. Su desesperación fue como una onda expansiva silenciosa. Como si la gravedad se sacudiera. Cuando la criatura cayó, quemándose lentamente en su propio plano, las venas se retorcieron como gusanos en sal. Para cuando la paz regresó, Viper ya no estaba ahí. Usó su último resquicio de consciencia para teletransportarse de regreso a casa.
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  • #Friends
    #Médico

    Quería golpear a sus amigos realmente. Había estado recibiendo llamadas suyas constantes, pensó que ellos nunca llamaban por algo bueno, pero igualmente respondió.

    — ¿Qué quieres?

    Habló sin amabilidad, del otro lado de la llamada se escuchó una voz quejándose.

    — Ah.. Asher, si me duele el estómago y no he podido ir al baño, ¿Significa que tengo cáncer de estómago? Investigué en Google

    Asher frunció sus cejas y se quedó pensando sin decir nada por unos segundos.

    — Idiota, solamente tienes mala digestión, debes tomar más líquido.

    Cuando su amigo empezó a preguntar qué tipo de líquido, Asher cortó la llamada. Pero en ese momento le cayó otra de su otro amigo, suspiró y contestó.

    — ¿Bueno?

    Del otro lado también se escucharon quejidos, alejó el teléfono de su rostro porque éstos eran algo fuertes.

    — Asher, mi médico favorito y mi buen hermano... Últimamente he tenido muchos dolores de cabeza y náuseas, busqué información en internet y me salió que podría ser un tumor cerebral, ¡No quiero tener un tumor, ahh!

    El vampiro nuevamente quedó sin palabras. Se preguntaba si ese día era día de hacer las preguntas estúpidas o si ellos se habían puesto de acuerdo en hacerlas.

    — ¿La noche anterior bebiste?

    Su amigo confirmó con balbuceos. Asher rodó los ojos.

    — Entonces los dolores son por eso, estúpido. Tampoco dormiste y bebiste mucho, aparte el dolor de cabeza causa asco, por eso tienes náuseas. Ah.. enserio. Sólo duerme más o toma una sopa para la resaca.

    Cortó la llamada si darle oportunidad a hablar y se frotó la cien con sus dedos.

    Debió esperarlo, ellos generalmente siempre se aprovechan para tener "consultas" rápidas ya que estudia medicina y trabaja medio tiempo en el hospital. Con ésto recordaría no volver a contestarles durante un tiempo.

    Lo que callaban los estudiantes de medicina.
    #Friends #Médico Quería golpear a sus amigos realmente. Había estado recibiendo llamadas suyas constantes, pensó que ellos nunca llamaban por algo bueno, pero igualmente respondió. — ¿Qué quieres? Habló sin amabilidad, del otro lado de la llamada se escuchó una voz quejándose. — Ah.. Asher, si me duele el estómago y no he podido ir al baño, ¿Significa que tengo cáncer de estómago? Investigué en Google Asher frunció sus cejas y se quedó pensando sin decir nada por unos segundos. — Idiota, solamente tienes mala digestión, debes tomar más líquido. Cuando su amigo empezó a preguntar qué tipo de líquido, Asher cortó la llamada. Pero en ese momento le cayó otra de su otro amigo, suspiró y contestó. — ¿Bueno? Del otro lado también se escucharon quejidos, alejó el teléfono de su rostro porque éstos eran algo fuertes. — Asher, mi médico favorito y mi buen hermano... Últimamente he tenido muchos dolores de cabeza y náuseas, busqué información en internet y me salió que podría ser un tumor cerebral, ¡No quiero tener un tumor, ahh! El vampiro nuevamente quedó sin palabras. Se preguntaba si ese día era día de hacer las preguntas estúpidas o si ellos se habían puesto de acuerdo en hacerlas. — ¿La noche anterior bebiste? Su amigo confirmó con balbuceos. Asher rodó los ojos. — Entonces los dolores son por eso, estúpido. Tampoco dormiste y bebiste mucho, aparte el dolor de cabeza causa asco, por eso tienes náuseas. Ah.. enserio. Sólo duerme más o toma una sopa para la resaca. Cortó la llamada si darle oportunidad a hablar y se frotó la cien con sus dedos. Debió esperarlo, ellos generalmente siempre se aprovechan para tener "consultas" rápidas ya que estudia medicina y trabaja medio tiempo en el hospital. Con ésto recordaría no volver a contestarles durante un tiempo. Lo que callaban los estudiantes de medicina.
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  • -no lo toquen , no lo miren y mucho menos le hablen ya no anda con ganas de nada. Despertó con un dolor de cabeza mortal y un odio a la humanidad -
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  • https://vm.tiktok.com/ZMS5Hmrwx/

    Cuando ví está escena pude sentir su dolor
    todos en algún momento fuimos stolas
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    Me entristece
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    >>
    >> Ę̴̝͇̼̞̦̻̣̰̠̃͗̀̀̒̽͊̐̚r̶͚̖̮̱̬͙̤̗̮̅͑͝͝r̵͕̩̙͉̒̇͒̒̓ͅo̴̪̓̀̃̿̊r̴̨͕͇̠͗̉̔͑͒͌͂ ̸̹͉͚͎͕̜̔͂̀̌̈́͊̒̽̎͜͠4̴̦̫̹̽̏̀̏̄̌͋̀̾͌0̸̡̣̇͊̉̾͆4̷̛̈́́͋͛̚
    >> Universo cargado...
    >> El viento dejó de
    soplar entre las ruinas. Un árbol yace más allá de la planicie... algo antiguo ha despertado. Estás solo, pero no desarmado.
    >>
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    >> En lo alto, las ramas del Árbol Marchito ondeaban sin viento, como si bebieran del dolor de las raíces. Una figura femenina, semifundida al tronco, con placas de armadura quebradas y piel pétrea, no alzaba la mirada. Las cadenas flotaban tensas, como si quisieran irse… pero recordaran por qué aún no lo hacían. La espada flotaba frente a ella, apuntando al vacío, guardando el umbral. Un aullido lejano surcó el cielo, y aunque no hubo respuesta, ella sin moverse, dedicó una mirada al horizonte, como si supiera que ya estabas allí.
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    [████████░░] 87% >> >> Ę̴̝͇̼̞̦̻̣̰̠̃͗̀̀̒̽͊̐̚r̶͚̖̮̱̬͙̤̗̮̅͑͝͝r̵͕̩̙͉̒̇͒̒̓ͅo̴̪̓̀̃̿̊r̴̨͕͇̠͗̉̔͑͒͌͂ ̸̹͉͚͎͕̜̔͂̀̌̈́͊̒̽̎͜͠4̴̦̫̹̽̏̀̏̄̌͋̀̾͌0̸̡̣̇͊̉̾͆4̷̛̈́́͋͛̚ >> Universo cargado... >> El viento dejó de soplar entre las ruinas. Un árbol yace más allá de la planicie... algo antiguo ha despertado. Estás solo, pero no desarmado. >> >> >> En lo alto, las ramas del Árbol Marchito ondeaban sin viento, como si bebieran del dolor de las raíces. Una figura femenina, semifundida al tronco, con placas de armadura quebradas y piel pétrea, no alzaba la mirada. Las cadenas flotaban tensas, como si quisieran irse… pero recordaran por qué aún no lo hacían. La espada flotaba frente a ella, apuntando al vacío, guardando el umbral. Un aullido lejano surcó el cielo, y aunque no hubo respuesta, ella sin moverse, dedicó una mirada al horizonte, como si supiera que ya estabas allí. >> >> >> Presiona [una opción] para continuar... (El más votado tendrá respuesta en comentario).
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    Me encocora
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