• -Despues de estar un poco deprimida y pensativa por los recientes acontecimientos, decidió salir de su encierro, se encontró con cierto hombre que sin duda la hizo recapacitar en varias cosas y ahora busca un poco de aire fresco, decidió ir a montar a caballo antes de hacer lo que debe-
    -Despues de estar un poco deprimida y pensativa por los recientes acontecimientos, decidió salir de su encierro, se encontró con cierto hombre que sin duda la hizo recapacitar en varias cosas y ahora busca un poco de aire fresco, decidió ir a montar a caballo antes de hacer lo que debe-
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  • Caminata bajo el manto de la noche.
    Fandom OC
    Categoría Fantasía
    // Puedes participar de forma grupal o individual. Para hacerlo en una linea grupal, a la hora de contestar una acción no olviden poner el @Id de todos los implicad@s.//

    𝕮𝖆𝖒𝖎𝖓𝖆𝖙𝖆 𝖇𝖆𝖏𝖔 𝖊𝖑 𝖒𝖆𝖓𝖙𝖔 𝖉𝖊 𝖑𝖆 𝖓𝖔𝖈𝖍𝖊.

    Era una noche tranquila, el silencio tan solo era interrumpido por el sonido de las hojas chocandose entre sí a causa del viento, de los grillos y alguna ave nocturna.

    El murmullo de un arrollo se hacía denotar a medida que avanzaba el sendero, colándose entre la melodía que acompañaba el viento. Justo desde la linde del pequeño claro, por donde el riachuelo se dibujaba, podía verse una imponente criatura.

    Era un zorro... Pero este era tan grande como tres caballos robustos, un pelaje blanco como la luz de luna, ojos de un color zafiro intenso y....nueve... tenía nueve colas. Nueve prolongaciones de su cuerpo que descansaban a su espalda, apenas moviéndose en suaves espasmos.

    La majestuosa criatura descansaba justo encima del puente que cruzaba el afluente, ocupando la totalidad de este y cortando el paso.

    ¿Que harás?
    // Puedes participar de forma grupal o individual. Para hacerlo en una linea grupal, a la hora de contestar una acción no olviden poner el @Id de todos los implicad@s.// 𝕮𝖆𝖒𝖎𝖓𝖆𝖙𝖆 𝖇𝖆𝖏𝖔 𝖊𝖑 𝖒𝖆𝖓𝖙𝖔 𝖉𝖊 𝖑𝖆 𝖓𝖔𝖈𝖍𝖊. Era una noche tranquila, el silencio tan solo era interrumpido por el sonido de las hojas chocandose entre sí a causa del viento, de los grillos y alguna ave nocturna. El murmullo de un arrollo se hacía denotar a medida que avanzaba el sendero, colándose entre la melodía que acompañaba el viento. Justo desde la linde del pequeño claro, por donde el riachuelo se dibujaba, podía verse una imponente criatura. Era un zorro... Pero este era tan grande como tres caballos robustos, un pelaje blanco como la luz de luna, ojos de un color zafiro intenso y....nueve... tenía nueve colas. Nueve prolongaciones de su cuerpo que descansaban a su espalda, apenas moviéndose en suaves espasmos. La majestuosa criatura descansaba justo encima del puente que cruzaba el afluente, ocupando la totalidad de este y cortando el paso. ¿Que harás?
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  • Los cuatro caballos de la Apocalipsis.
    Los cuatro caballos de la Apocalipsis.
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  • ¿Qué tienes para ofrecer al mundo?. -Dice, la fémina sentada sobre un caballo.- #AshrahMortalKombat
    ¿Qué tienes para ofrecer al mundo?. -Dice, la fémina sentada sobre un caballo.- #AshrahMortalKombat
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  • 𝒀𝒐𝒖 𝒉𝒂𝒗𝒆 𝒔𝒖𝒄𝒉 𝒂 𝒉𝒊𝒈𝒉 𝒐𝒑𝒊𝒏𝒊𝒐𝒏 𝒐𝒇 𝒚𝒐𝒖𝒓𝒔𝒆𝒍𝒇
    Fandom Los Bridgerton
    Categoría Otros
    Llevaba varios días con la impresión de que casi no tenía tiempo para ella. La sociedad londinense al comenzar la temporada era agotadora, y parecía no terminar nunca.

    Entre las diversas visitas a la modista, preparar a Edwina para que resplandeciese como merecía, y revisar los potenciales candidatos a su futuro cuñado, Kate necesitaba un tiempo a solas. Y no había ningún momento mejor que a primera hora de la mañana.

    No le había costado demasiado ensillar al caballo, tenía práctica. Y decidió dejarse el pelo medio recogido con una trenza. Lo que no pensaba hacer era despertar a alguna doncella para que la ayudase a vestirse.
    Enfundada en una capa, se abrió paso galopando, con el aire fresco de la mañana golpeando su rostro.

    Fue cogiendo más y más velocidad, y por eso ni se fijó en que 𝐀𝐍𝐓𝐇𝐎𝐍𝐘 𝐁𝐑𝐈𝐃𝐆𝐄𝐑𝐓𝐎𝐍 también se encontraba por allí.
    Llevaba varios días con la impresión de que casi no tenía tiempo para ella. La sociedad londinense al comenzar la temporada era agotadora, y parecía no terminar nunca. Entre las diversas visitas a la modista, preparar a Edwina para que resplandeciese como merecía, y revisar los potenciales candidatos a su futuro cuñado, Kate necesitaba un tiempo a solas. Y no había ningún momento mejor que a primera hora de la mañana. No le había costado demasiado ensillar al caballo, tenía práctica. Y decidió dejarse el pelo medio recogido con una trenza. Lo que no pensaba hacer era despertar a alguna doncella para que la ayudase a vestirse. Enfundada en una capa, se abrió paso galopando, con el aire fresco de la mañana golpeando su rostro. Fue cogiendo más y más velocidad, y por eso ni se fijó en que [CROCODILCROCK] también se encontraba por allí.
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  • I am a girl like you
    Fandom OC
    Categoría Original
    The Outskirts of New York. 1685
    Starter para Agnes Hawthorne

    ─── Tranquilo... Tranquilo...

    En voz baja hacía por calmar al animal acariciando su cuello y hocico, era como si se negase a pasar si quiera cerca de aquella senda. Siendo honestos no tenía el mejor aspecto y tampoco el tiempo acompañaba a adentrarse; la humedad y el leve sonido de los truenos amenazaban su libertad, teniendo que verse obligada a dar la vuelta o acabaría empapada.

    Los truenos les alcanzaron y la lluvia caer tan violentamente hacía que el bosque pareciera un laberinto. Ni el animal ni ella sabían qué camino tomar, si ya lo habían recorrido...

    De pronto, se vio agarrando la crin de su caballo cuando este se puso a dos patas completamente asustado por la cercanía de aquellos truenos, el estruendo y el fogonazo sacaron el instinto del animal que, lejos de cuidar por su jinete, hizo que cayera antes de salir a la carrera. Por suerte no cayó mal y el barro amortiguó algo su caída.

    ─── ¡No!

    Resopló tendida en el suelo antes de levantarse; su vestido ahora pesaba más que antes y se hacía más complicado de controlar. Hasta su cabello, que estaba oculto por la capucha, tenía trazas del mismo.

    No supo cuánto caminó, sus botas se hundían en el fango y le pesaba el cuerpo, pero la persistencia era mayor, tenía que salir de allí. Y lo hizo, hasta salir a una zona donde una casa se de ladrillo se alzaba no muy lejos. Decidió acercarse en busca de refugio temporal a la espera de ser recibida.
    The Outskirts of New York. 1685 Starter para [W1TCHESROAD] ─── Tranquilo... Tranquilo... En voz baja hacía por calmar al animal acariciando su cuello y hocico, era como si se negase a pasar si quiera cerca de aquella senda. Siendo honestos no tenía el mejor aspecto y tampoco el tiempo acompañaba a adentrarse; la humedad y el leve sonido de los truenos amenazaban su libertad, teniendo que verse obligada a dar la vuelta o acabaría empapada. Los truenos les alcanzaron y la lluvia caer tan violentamente hacía que el bosque pareciera un laberinto. Ni el animal ni ella sabían qué camino tomar, si ya lo habían recorrido... De pronto, se vio agarrando la crin de su caballo cuando este se puso a dos patas completamente asustado por la cercanía de aquellos truenos, el estruendo y el fogonazo sacaron el instinto del animal que, lejos de cuidar por su jinete, hizo que cayera antes de salir a la carrera. Por suerte no cayó mal y el barro amortiguó algo su caída. ─── ¡No! Resopló tendida en el suelo antes de levantarse; su vestido ahora pesaba más que antes y se hacía más complicado de controlar. Hasta su cabello, que estaba oculto por la capucha, tenía trazas del mismo. No supo cuánto caminó, sus botas se hundían en el fango y le pesaba el cuerpo, pero la persistencia era mayor, tenía que salir de allí. Y lo hizo, hasta salir a una zona donde una casa se de ladrillo se alzaba no muy lejos. Decidió acercarse en busca de refugio temporal a la espera de ser recibida.
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  • ≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫──────── ≪

    ⠀⠀⠀ ᴄᴀɴᴄɪóɴ ᴅᴇ ɢᴜᴇʀʀᴀ ꜱᴀɴɢʀɪᴇɴᴛᴀ

    El día de la insurrección había finalmente llegado. Miles de hombres, como bestias enjauladas, esperaban la hora de la batalla.

    En el aire se palpaba la tensión; los escuadrones alzaban el estandarte de la Llama de Sangre, símbolo de su reivindicación. Cada batallón había recibido instrucciones claras y precisas de Elizabeth, la comandante y estratega marcial, cuyas decisiones eran la brújula que guiaba a sus hombres hacia la victoria o la muerte.
    Los campamentos de marcha estaban asegurados por fortificaciones robustas, cada unidad posicionada con una segunda y hasta tercera línea de reservas, dispuestas para responder a cualquier cambio en el curso de los acontecimientos. La meticulosidad con la que Elizabeth había organizado su ejército era digna de admiración; ella no solo planeaba cada asalto, sino que también anticipaba las maniobras del enemigo.

    Gedler, el Capitán de los pueblos y comarcas del Norte, lideraba el primer séquito. Sus gritos guturales, impregnados de sed de sangre, resonaban como rugidos de un león, instando a sus hombres a desplegarse en dos y tres líneas de infantería. Su táctica era astuta, apoyándose en reservas abundantes que relevaban a las unidades del frente tan pronto como empezaban a ceder. A los flancos, el peso del combate recaía en la infantería ligera y la caballería auxiliar, quienes rodeaban al enemigo con agilidad y precisión, protegiendo a los legionarios en el centro del campo de batalla.

    Desde allí, Elizabeth dirigía cada movimiento, inmersa en la vorágine del combate cuerpo a cuerpo. Excalibur, su espada legendaria, brillaba con una luz propia mientras cortaba el aire. Con cada roce liquidaba a sus oponentes, dejando tras de sí una estela de cuerpos caídos. Intercalaba sus ataques con dardos de fuego que disparaba a los enemigos a mayor distancia, su puntería implacable. Era de esperar que alguien en su posición montara a caballo, pero para ella, esa idea era un desliz; su fuerte era el ataque a corta distancia, donde podía sentir el pulso de la batalla, donde cada vida arrebatada resonaba con fuerza en su interior.
    La lucha duró dos largos días, un amplio periodo en el que el valle se iba tiñendo de un manto rojo de sangre, un sinfín de almas perdidas bajo los crueles designios de la guerra. Cada guerrero, exhausto, daba lo mejor de sí para lograr la victoria. Aunque el ejército del reino era feroz y estaba bien entrenado, poco a poco empezaba a ceder terreno. Detrás de su fortaleza inicial, comenzaban a mostrar signos de descomposición.

    A medida que Elizabeth avanzaba colina arriba, su determinación ardía con más fuerza. Se acercaba a los cabecillas responsables de tan detestables actos, sus aliados: Cohner y Kingwolf. Ambos, cubriéndole la retaguardia, demostraban la fuerza de sus lazos forjados en la lucha. La promesa de luchar codo a codo se cumplía con fervor.
    En la madrugada del segundo día, el número de soldados de ambos bandos había descendido drásticamente. Los gobernantes, en su arrogancia, habían quedado desprotegidos, expuestos ante la furia del ejército insurgente. Elizabeth, con el escuadrón que avanzaba tras de ella, se acercaba furiosa, ansiosa por degollar las cabezas que tanto sufrimiento habían sembrado en las tierras que amaba. La pelirroja, con los ojos inyectados de sangre, desplegaba fuego y azotes con su arma, dando muerte a dos de ellos en un abrir y cerrar de ojos. El tercero, presa del pánico, escapó colina abajo, desapareciendo entre la bruma del caos.
    A medida que el ocaso se cernía sobre el valle, sus sombras se prolongaban entre los miles de cuerpos tendidos a lo largo del campo como un campo florido marchito. Elizabeth, aún con la respiración agitada, se sentó en el suelo cubierto de tierra y sangre. En su mano, una ocarina resplandecía tenuemente. Comenzó a entonar una melodía, sus notas flotando en el aire pesado por el intenso olor a muerte y hierro. Entre las notas, susurraba la justicia alcanzada, aunque a un gran precio.

    Muchas almas partieron en el proceso, y el eco de su sacrificio resonaría por generaciones. Era un canto de victoria, pero también de luto; una celebración de la libertad, en medio del lamento por los caídos. Al final, en la encrucijada de gloria y dolor, Elizabeth encontró el verdadero significado de la guerra: una balanza en la que la justicia nunca se inclinaría por completo, siempre cargada de un peso insoportable.

    Este peso que asediaba en la conciencia de Liz le hacía desear la paz que contradictoriamente ella misma había espantado, la dulce melodía de la Ocarina la llevaban lejos al único lugar donde realmente había encontrado refugio para su alma atormentada: un monte entre las montañas y dos lumbreras color zafiro… Era tiempo de volver

    ≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫──────── ≪ ⠀⠀⠀ ᴄᴀɴᴄɪóɴ ᴅᴇ ɢᴜᴇʀʀᴀ ꜱᴀɴɢʀɪᴇɴᴛᴀ El día de la insurrección había finalmente llegado. Miles de hombres, como bestias enjauladas, esperaban la hora de la batalla. En el aire se palpaba la tensión; los escuadrones alzaban el estandarte de la Llama de Sangre, símbolo de su reivindicación. Cada batallón había recibido instrucciones claras y precisas de Elizabeth, la comandante y estratega marcial, cuyas decisiones eran la brújula que guiaba a sus hombres hacia la victoria o la muerte. Los campamentos de marcha estaban asegurados por fortificaciones robustas, cada unidad posicionada con una segunda y hasta tercera línea de reservas, dispuestas para responder a cualquier cambio en el curso de los acontecimientos. La meticulosidad con la que Elizabeth había organizado su ejército era digna de admiración; ella no solo planeaba cada asalto, sino que también anticipaba las maniobras del enemigo. Gedler, el Capitán de los pueblos y comarcas del Norte, lideraba el primer séquito. Sus gritos guturales, impregnados de sed de sangre, resonaban como rugidos de un león, instando a sus hombres a desplegarse en dos y tres líneas de infantería. Su táctica era astuta, apoyándose en reservas abundantes que relevaban a las unidades del frente tan pronto como empezaban a ceder. A los flancos, el peso del combate recaía en la infantería ligera y la caballería auxiliar, quienes rodeaban al enemigo con agilidad y precisión, protegiendo a los legionarios en el centro del campo de batalla. Desde allí, Elizabeth dirigía cada movimiento, inmersa en la vorágine del combate cuerpo a cuerpo. Excalibur, su espada legendaria, brillaba con una luz propia mientras cortaba el aire. Con cada roce liquidaba a sus oponentes, dejando tras de sí una estela de cuerpos caídos. Intercalaba sus ataques con dardos de fuego que disparaba a los enemigos a mayor distancia, su puntería implacable. Era de esperar que alguien en su posición montara a caballo, pero para ella, esa idea era un desliz; su fuerte era el ataque a corta distancia, donde podía sentir el pulso de la batalla, donde cada vida arrebatada resonaba con fuerza en su interior. La lucha duró dos largos días, un amplio periodo en el que el valle se iba tiñendo de un manto rojo de sangre, un sinfín de almas perdidas bajo los crueles designios de la guerra. Cada guerrero, exhausto, daba lo mejor de sí para lograr la victoria. Aunque el ejército del reino era feroz y estaba bien entrenado, poco a poco empezaba a ceder terreno. Detrás de su fortaleza inicial, comenzaban a mostrar signos de descomposición. A medida que Elizabeth avanzaba colina arriba, su determinación ardía con más fuerza. Se acercaba a los cabecillas responsables de tan detestables actos, sus aliados: Cohner y Kingwolf. Ambos, cubriéndole la retaguardia, demostraban la fuerza de sus lazos forjados en la lucha. La promesa de luchar codo a codo se cumplía con fervor. En la madrugada del segundo día, el número de soldados de ambos bandos había descendido drásticamente. Los gobernantes, en su arrogancia, habían quedado desprotegidos, expuestos ante la furia del ejército insurgente. Elizabeth, con el escuadrón que avanzaba tras de ella, se acercaba furiosa, ansiosa por degollar las cabezas que tanto sufrimiento habían sembrado en las tierras que amaba. La pelirroja, con los ojos inyectados de sangre, desplegaba fuego y azotes con su arma, dando muerte a dos de ellos en un abrir y cerrar de ojos. El tercero, presa del pánico, escapó colina abajo, desapareciendo entre la bruma del caos. A medida que el ocaso se cernía sobre el valle, sus sombras se prolongaban entre los miles de cuerpos tendidos a lo largo del campo como un campo florido marchito. Elizabeth, aún con la respiración agitada, se sentó en el suelo cubierto de tierra y sangre. En su mano, una ocarina resplandecía tenuemente. Comenzó a entonar una melodía, sus notas flotando en el aire pesado por el intenso olor a muerte y hierro. Entre las notas, susurraba la justicia alcanzada, aunque a un gran precio. Muchas almas partieron en el proceso, y el eco de su sacrificio resonaría por generaciones. Era un canto de victoria, pero también de luto; una celebración de la libertad, en medio del lamento por los caídos. Al final, en la encrucijada de gloria y dolor, Elizabeth encontró el verdadero significado de la guerra: una balanza en la que la justicia nunca se inclinaría por completo, siempre cargada de un peso insoportable. Este peso que asediaba en la conciencia de Liz le hacía desear la paz que contradictoriamente ella misma había espantado, la dulce melodía de la Ocarina la llevaban lejos al único lugar donde realmente había encontrado refugio para su alma atormentada: un monte entre las montañas y dos lumbreras color zafiro… Era tiempo de volver
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  • Londres del XIX
    Fandom Kuroshitsuji/Black Butler OC y otros
    Categoría Otros
    El ruido de los cascos de los caballos contra el empedrado lo despertó de su siesta.

    Parpadeó varias veces, aún invadido por el estupor del sueño. Se inclinó un poco hacia la ventana del carruaje, notando cómo la ciudad de Londres se imponía ante él: a rebosar de actividad y con un bullicio al que Junior no estaba acostumbrado, pero que encontraba novedoso.

    Eran pocas las ocasiones en que se le permitía venir, y en su vistazo rápido por la ventana, se percató de detalles que para otros podrían ser insignificantes; pero Junior se jactaba de tener una memoria excelente, por lo que no los dejaba pasar por alto. Uno de ellos era el cierre de la panadería en Charing Cross Road, ahora reemplazada por una boutique.

    "Qué pena", pensó. "Esos panes de coco eran realmente deliciosos." Incluso tras tantos años, Junior podía recordar su sabor dulzón y equilibrado.

    De repente, el carruaje se detuvo, interrumpiendo sus pensamientos triviales. Era la señal de que habían llegado a su destino.

    Junior se acomodó la vestimenta, desarreglada tras la siesta, y descendió del vehículo con la ayuda de su chofer, Finnian, (el jardinero que últimamente tenía más funciones que ocuparse del jardín) que siempre lo acompañaba y cuidaba por las órdenes de su padre.

    Aunque había optado por vestimentas más "humildes" para no llamar la atención, era inevitable que destacara. Su porte elegante y el hecho de contar con un chofer propio indicaban que no era un cualquiera.

    Además, parecía dirigirse hacia una lujosa tienda de piedras preciosas, o al menos esa sería la percepción de un observador. En realidad, se encaminaba hacia la tienda contigua, una librería poco atractiva.

    Por casualidad, dos señoritas se interpusieron en su camino. Por su apariencia, se podía deducir que se trataba de una joven ama y su dama de compañía, o alguna otra posición que desconocía.

    —Disculpen, señoritas —comenzó, con una voz educada pero carente de emoción.
    —¿Ingresarán a la tienda?
    El ruido de los cascos de los caballos contra el empedrado lo despertó de su siesta. Parpadeó varias veces, aún invadido por el estupor del sueño. Se inclinó un poco hacia la ventana del carruaje, notando cómo la ciudad de Londres se imponía ante él: a rebosar de actividad y con un bullicio al que Junior no estaba acostumbrado, pero que encontraba novedoso. Eran pocas las ocasiones en que se le permitía venir, y en su vistazo rápido por la ventana, se percató de detalles que para otros podrían ser insignificantes; pero Junior se jactaba de tener una memoria excelente, por lo que no los dejaba pasar por alto. Uno de ellos era el cierre de la panadería en Charing Cross Road, ahora reemplazada por una boutique. "Qué pena", pensó. "Esos panes de coco eran realmente deliciosos." Incluso tras tantos años, Junior podía recordar su sabor dulzón y equilibrado. De repente, el carruaje se detuvo, interrumpiendo sus pensamientos triviales. Era la señal de que habían llegado a su destino. Junior se acomodó la vestimenta, desarreglada tras la siesta, y descendió del vehículo con la ayuda de su chofer, Finnian, (el jardinero que últimamente tenía más funciones que ocuparse del jardín) que siempre lo acompañaba y cuidaba por las órdenes de su padre. Aunque había optado por vestimentas más "humildes" para no llamar la atención, era inevitable que destacara. Su porte elegante y el hecho de contar con un chofer propio indicaban que no era un cualquiera. Además, parecía dirigirse hacia una lujosa tienda de piedras preciosas, o al menos esa sería la percepción de un observador. En realidad, se encaminaba hacia la tienda contigua, una librería poco atractiva. Por casualidad, dos señoritas se interpusieron en su camino. Por su apariencia, se podía deducir que se trataba de una joven ama y su dama de compañía, o alguna otra posición que desconocía. —Disculpen, señoritas —comenzó, con una voz educada pero carente de emoción. —¿Ingresarán a la tienda?
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  • Los ropajes de esa tarde eran más discretas, libres de cualquier adorno que pudiera dar a entender a qué clase social pertenecía. Tampoco dejó que su cabello diera ninguna pista por eso su melena dorada descansaba natural en una coleta simple mientras alentaba al caballo a acelerar sus pasos. El sonido de los cascos se mezclaba con el de los carruajes rodar sobre las aceras pues en el barro aquel sonido amenizaba.

    Un día más, la joven de los Woods huía de su prometido al que dejó plantado antes incluso de llegar a su hogar. Y es que sus padres no paraban de intoxicarla con cosas que debía hacer por él para mantener el dichoso estatus, que detuviera los comportamientos salvajes y empezase a mostrarse más cariñosa hacia él o terminaría por perder el interés.

    Que lo hiciera, es lo que pretendía con tanta escapada. ¿Era egoísta por no querer que sus padres y ella se mantuvieran en una posición acomodada? Es posible, el mismo egoísmo que tuvieron ellos al vender su mano al primer terrateniente que se les plantó.

    #Personajes3D #OC #SigloXVIII #Comunidad3D
    Los ropajes de esa tarde eran más discretas, libres de cualquier adorno que pudiera dar a entender a qué clase social pertenecía. Tampoco dejó que su cabello diera ninguna pista por eso su melena dorada descansaba natural en una coleta simple mientras alentaba al caballo a acelerar sus pasos. El sonido de los cascos se mezclaba con el de los carruajes rodar sobre las aceras pues en el barro aquel sonido amenizaba. Un día más, la joven de los Woods huía de su prometido al que dejó plantado antes incluso de llegar a su hogar. Y es que sus padres no paraban de intoxicarla con cosas que debía hacer por él para mantener el dichoso estatus, que detuviera los comportamientos salvajes y empezase a mostrarse más cariñosa hacia él o terminaría por perder el interés. Que lo hiciera, es lo que pretendía con tanta escapada. ¿Era egoísta por no querer que sus padres y ella se mantuvieran en una posición acomodada? Es posible, el mismo egoísmo que tuvieron ellos al vender su mano al primer terrateniente que se les plantó. #Personajes3D #OC #SigloXVIII #Comunidad3D
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  • [ La estrategia: ]

    << Las luces en el exterior parecían no tener descanso pues siempre debían atraer a nuevos clientes que gustaban de malgastar su dinero en apuestas y bebidas para poder pasar el rato, así como servicios adicionales que uno ya podría imaginar al colocar a un hombre motivado por el alcohol y a una joven de atractivas facciones con un atuendo realmente provocador.

    En una de las recurrentes reuniones que Giovanni tenía con algunos clientetes que recurrían a sus servicios para obtener sustancias ilícitas, alcohol, armas de la más alta calidad, incluso a una "compañía" para pasar el rato o para uso más personal, aquellos había acordado a tener una partida amistosa de ajedrez.

    La partida había transcurrido de manera aceptable, el oponente realmente no era de los más brillantes pues en un pequeño descuido había perdido a sus dos "Caballos" y a su "Reina", haciéndole sentir algo de presión, aunque el oponente hizo algo totalmente imprevisto...

    — Espera un minuto... ¿Qué es esto?— Cuestionó Giovanni al mirar el tablero, el desprecio y asco eran notables en su expresión.
    —Tomo tu alfil...— respondió aquel hombre que era claramente mayor en tamaño y con un tono serio.

    —Hablo de tu estrategia. ¿Qué estás jugando? ¿El Ataque Pelagatti? ¿El Contragambito Archizer-Meyer? ¿Der Hammerschlag? ¿El Zigzag Zugzwang? ¿El Pingüino Furtivo? ¿La Tartakowera Borrachera? ¿Una variación a medias de la Defensa Clavada Mareada? ¿Damas…?— era claro que le estaba molestando, pero no más de lo que él se molestaba al ver tan vacías estrategias y sin sentido.
    —Yo... tomé tu alfil...— dijo espaciado el contrario en una clara mueca de molestia.

    —¿Dónde aprendiste a jugar? ¿En una cueva?— Pregunta el Di Vincenzo con un aire de superioridad mientras mantenía su porte elegante, pero su rostro mostraba cierta molestia al fruncir su entrecejo.
    —En una trinchera.— responde, seguro que era un veterano de las fuerzas armadas y sobreviviente.

    —Claro... en la suciedad. Eso lo explica todo.— palabras de un claro desprecio hacia aquel que era su cliente, pero antes rival en el juego. Se había molestado el gran hombre y tomado el tablero en desesperación por no poder contener la ira. Lanzó el tablero con todo y piezas a un costado, sin ver a quién golpeaba. Estaba claro que iba a golpear al italo-ruso en el rostro como respuesta a sus provocaciónes. Los humos entre ambos aumentaba, ambos parecían dispuesto a iniciar un intercambio de balas.

    —Ahí está... la ofensiva "Viktoriana". — agregó "Vanni", más un estruendo captó la atención de ambos jugadores al ver que uno de los acompañantes de aquel hombre de nombre "Viktor" se había desplomado al recibir el impacto del tablero de madera macizo en la cabeza y caer sobre una mesa de centro de cristal, ahora hecha añicos por el hombre inconsciente.

    — Ah... Me pregunto por qué nunca se formalizó el aspecto balístico de este juego...— dijo con un dejo de ironía y desinterés en la condición de aquel que se había desplomado. >>
    [ La estrategia: ] << Las luces en el exterior parecían no tener descanso pues siempre debían atraer a nuevos clientes que gustaban de malgastar su dinero en apuestas y bebidas para poder pasar el rato, así como servicios adicionales que uno ya podría imaginar al colocar a un hombre motivado por el alcohol y a una joven de atractivas facciones con un atuendo realmente provocador. En una de las recurrentes reuniones que Giovanni tenía con algunos clientetes que recurrían a sus servicios para obtener sustancias ilícitas, alcohol, armas de la más alta calidad, incluso a una "compañía" para pasar el rato o para uso más personal, aquellos había acordado a tener una partida amistosa de ajedrez. La partida había transcurrido de manera aceptable, el oponente realmente no era de los más brillantes pues en un pequeño descuido había perdido a sus dos "Caballos" y a su "Reina", haciéndole sentir algo de presión, aunque el oponente hizo algo totalmente imprevisto... — Espera un minuto... ¿Qué es esto?— Cuestionó Giovanni al mirar el tablero, el desprecio y asco eran notables en su expresión. —Tomo tu alfil...— respondió aquel hombre que era claramente mayor en tamaño y con un tono serio. —Hablo de tu estrategia. ¿Qué estás jugando? ¿El Ataque Pelagatti? ¿El Contragambito Archizer-Meyer? ¿Der Hammerschlag? ¿El Zigzag Zugzwang? ¿El Pingüino Furtivo? ¿La Tartakowera Borrachera? ¿Una variación a medias de la Defensa Clavada Mareada? ¿Damas…?— era claro que le estaba molestando, pero no más de lo que él se molestaba al ver tan vacías estrategias y sin sentido. —Yo... tomé tu alfil...— dijo espaciado el contrario en una clara mueca de molestia. —¿Dónde aprendiste a jugar? ¿En una cueva?— Pregunta el Di Vincenzo con un aire de superioridad mientras mantenía su porte elegante, pero su rostro mostraba cierta molestia al fruncir su entrecejo. —En una trinchera.— responde, seguro que era un veterano de las fuerzas armadas y sobreviviente. —Claro... en la suciedad. Eso lo explica todo.— palabras de un claro desprecio hacia aquel que era su cliente, pero antes rival en el juego. Se había molestado el gran hombre y tomado el tablero en desesperación por no poder contener la ira. Lanzó el tablero con todo y piezas a un costado, sin ver a quién golpeaba. Estaba claro que iba a golpear al italo-ruso en el rostro como respuesta a sus provocaciónes. Los humos entre ambos aumentaba, ambos parecían dispuesto a iniciar un intercambio de balas. —Ahí está... la ofensiva "Viktoriana". — agregó "Vanni", más un estruendo captó la atención de ambos jugadores al ver que uno de los acompañantes de aquel hombre de nombre "Viktor" se había desplomado al recibir el impacto del tablero de madera macizo en la cabeza y caer sobre una mesa de centro de cristal, ahora hecha añicos por el hombre inconsciente. — Ah... Me pregunto por qué nunca se formalizó el aspecto balístico de este juego...— dijo con un dejo de ironía y desinterés en la condición de aquel que se había desplomado. >>
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