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  • ⸻⸻ El mundo se había reducido a rutinas. Guardias, reparaciones, planes para el invierno. La prisión, con su cercado de alambradas y muros de hormigón, ofrecía algo parecido a seguridad, pero no ahogaba los pensamientos. No ahogaba los recuerdos.

    Daryl se pasó la mano por la nuca, apoyándose contra la verja del pasillo superior. Abajo, en el patio, algunos recogían provisiones mientras otros hablaban en pequeños grupos. Kate estaba allí. No tenía que mirarla para saberlo. Lo sentía. Como siempre la había sentido.

    Pero ya no era lo mismo.

    Apretó la mandíbula y bajó la vista, como si eso pudiera contener la punzada en el pecho. Pero su mente no le hizo caso.

    Se vio a sí mismo, meses atrás, en la parte trasera de un edificio abandonado, con la luna reflejándose en las ventanas rotas. Habían estado juntos en la carretera tanto tiempo que lo único que tenía sentido era ella. La risa de Kate, baja y privada, había sido como un refugio en mitad de todo.

    —¿De qué te ríes? —gruñó él, sin querer sonreír, pero haciéndolo de todos modos.

    —De ti—respondió ella, y sus dedos se enredaron en el cuello de su camisa antes de atraerlo hacia ella.

    El beso fue lento, pero firme. No había prisa, porque sabían que siempre habría otro. Su boca sabía a esperanza, a promesas no dichas, a hogar. Y Daryl le había respondido con la única certeza que tenía: su tacto, sus manos en la curva de su espalda, el temblor contenido en su aliento.

    Pero la promesa se había roto.

    Él la rompió. Eligió irse con Merle. Aunque volvió pronto, no lo hizo a tiempo. No lo hizo para salvar lo que tenían. Ya estaba roto.

    ⸻⸻ El presente lo golpeó con la misma fuerza con la que le latía el corazón. Kate pasó cerca, con su rifle colgado al hombro, sin mirarlo. Como si aquel beso nunca hubiera existido. Como si todos los demás tampoco.

    Daryl soltó un suspiro áspero y se apartó de la barandilla. La prisión funcionaba. Todos tenían un sitio. Pero él no sabía si el suyo aún estaba junto a ella.


    Kate Blake

    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    ⸻⸻ El mundo se había reducido a rutinas. Guardias, reparaciones, planes para el invierno. La prisión, con su cercado de alambradas y muros de hormigón, ofrecía algo parecido a seguridad, pero no ahogaba los pensamientos. No ahogaba los recuerdos. Daryl se pasó la mano por la nuca, apoyándose contra la verja del pasillo superior. Abajo, en el patio, algunos recogían provisiones mientras otros hablaban en pequeños grupos. Kate estaba allí. No tenía que mirarla para saberlo. Lo sentía. Como siempre la había sentido. Pero ya no era lo mismo. Apretó la mandíbula y bajó la vista, como si eso pudiera contener la punzada en el pecho. Pero su mente no le hizo caso. Se vio a sí mismo, meses atrás, en la parte trasera de un edificio abandonado, con la luna reflejándose en las ventanas rotas. Habían estado juntos en la carretera tanto tiempo que lo único que tenía sentido era ella. La risa de Kate, baja y privada, había sido como un refugio en mitad de todo. —¿De qué te ríes? —gruñó él, sin querer sonreír, pero haciéndolo de todos modos. —De ti—respondió ella, y sus dedos se enredaron en el cuello de su camisa antes de atraerlo hacia ella. El beso fue lento, pero firme. No había prisa, porque sabían que siempre habría otro. Su boca sabía a esperanza, a promesas no dichas, a hogar. Y Daryl le había respondido con la única certeza que tenía: su tacto, sus manos en la curva de su espalda, el temblor contenido en su aliento. Pero la promesa se había roto. Él la rompió. Eligió irse con Merle. Aunque volvió pronto, no lo hizo a tiempo. No lo hizo para salvar lo que tenían. Ya estaba roto. ⸻⸻ El presente lo golpeó con la misma fuerza con la que le latía el corazón. Kate pasó cerca, con su rifle colgado al hombro, sin mirarlo. Como si aquel beso nunca hubiera existido. Como si todos los demás tampoco. Daryl soltó un suspiro áspero y se apartó de la barandilla. La prisión funcionaba. Todos tenían un sitio. Pero él no sabía si el suyo aún estaba junto a ella. [KateBlake] #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • *el demonio estaría en sus terrenos entrenando hasta que aprendería una nueva técnica llamada décima 10° postura ataque final postura definitiva, danza del primer rey demonio de fuego,destrucción de aliento demoníaco, devastacion solar, dios del fuego.*

    décima 10° postura ataque final postura definitiva, danza del primer rey demonio de fuego,destrucción de aliento demoníaco, devastacion solar, dios del fuego.

    *Gritaría el demonio y apareceria un demonio gigante atrás de el hecho de fuego y con una bola de fuego en las manos apuntod de tirarla*
    *el demonio estaría en sus terrenos entrenando hasta que aprendería una nueva técnica llamada décima 10° postura ataque final postura definitiva, danza del primer rey demonio de fuego,destrucción de aliento demoníaco, devastacion solar, dios del fuego🔥.* décima 10° postura ataque final postura definitiva, danza del primer rey demonio de fuego,destrucción de aliento demoníaco, devastacion solar, dios del fuego🔥. *Gritaría el demonio y apareceria un demonio gigante atrás de el hecho de fuego y con una bola de fuego en las manos apuntod de tirarla*
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  • Este top tiene el estampado de mi planeta de origen, Zamaron. El planeta donde se originó el Amor por primera vez y hogar de las zamaronas, amazonas alienígenas.
    -La maquina en su forma humana luce con orgullo su nueva prenda.-
    Este top tiene el estampado de mi planeta de origen, Zamaron. El planeta donde se originó el Amor por primera vez y hogar de las zamaronas, amazonas alienígenas. -La maquina en su forma humana luce con orgullo su nueva prenda.-
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  • Saliendo de entrenar directo a buscar a mi mujer a su firma de libros , que orgullo ser su esposo ~
    Saliendo de entrenar directo a buscar a mi mujer a su firma de libros , que orgullo ser su esposo ~
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  • Era un día común y corriente, hasta que las naves alienígenas aparecieron en el cielo. La ciudad estaba en pánico, y en medio del caos, Jimoto se encontraba en su casa, descansando después de una larga jornada de trabajo. Sin embargo, el sonido ensordecedor de las naves acercándose a gran velocidad lo despertó de su somnolencia.

    En un abrir y cerrar de ojos, Jimoto se transformó en su forma más poderosa: —un ser de gran musculatura, pelo rojizo con un brillo dorado que destellaba en todas direcciones, y una mirada llena de determinación. Los alienígenas aterrizaron en la ciudad, liderados por su comandante, una criatura gigante de piel verde y ojos rojos brillantes.

    El jefe alienígena bajó de su nave, rodeado por un ejército de criaturas monstruosas. Con su figura imponente, observaba a los humanos con desdén, esperando que sus tropas arrasaran con todo. Pero antes de que pudiera dar una orden, Jimoto apareció de la nada, plantándose frente a su nave con una sonrisa burlona.

    Con sus brazos cruzados y una postura relajada, Jimoto observó al alienígena desde abajo, ya que la criatura era mucho más alta que él. "Oye, amigo, ¿acaso no sabes que la invasión por aquí está completamente prohibida? Es como si vinieras a una fiesta sin haber sido invitado", dijo, su tono serio, pero con un toque cómico que desconcertó al alienígena.

    El jefe alien, claramente irritado, levantó su brazo, listo para aplastarlo con un solo golpe. Pero Jimoto no se movió. De hecho, parecía completamente relajado. "¿De verdad piensas que me asustas? Soy Jimoto, y no soy de los que se intimidan fácilmente", dijo, mientras flexionaba un brazo y mostraba una pose de fuerza exagerada.

    Sin previo aviso, se lanzó hacia el alienígena con una velocidad impresionante. El impacto fue tan fuerte que el jefe alien lo vio venir demasiado tarde. Jimoto, con una velocidad arrolladora, le dio un golpe directo en el parabrisas de la nave, haciendo que este se estrellara.

    El alienígena cayó al suelo, atónito. Jimoto se acercó, mirándolo con una sonrisa confiada. "Mira, amigo, te voy a dar una última oportunidad. Regresa a tu planeta antes de que te haga estallar como un globo en una fiesta de cumpleaños. Y la próxima vez, trae algo de comida o algo, que esto de invadir no es tan divertido sin un poco de snack", dijo, mientras giraba sobre sus talones con estilo y se alejaba con paso firme.

    Los alienígenas, completamente derrotados y confundidos por la actitud de Jimoto, decidieron que la Tierra no era el lugar ideal para una invasión y se retiraron. Jimoto los observó irse, satisfecho. "Y que no vuelvan sin algo de pizza la próxima vez", murmuró para sí mismo con una sonrisa, mientras su figura se desvanecía en el horizonte.
    Era un día común y corriente, hasta que las naves alienígenas aparecieron en el cielo. La ciudad estaba en pánico, y en medio del caos, Jimoto se encontraba en su casa, descansando después de una larga jornada de trabajo. Sin embargo, el sonido ensordecedor de las naves acercándose a gran velocidad lo despertó de su somnolencia. En un abrir y cerrar de ojos, Jimoto se transformó en su forma más poderosa: —un ser de gran musculatura, pelo rojizo con un brillo dorado que destellaba en todas direcciones, y una mirada llena de determinación. Los alienígenas aterrizaron en la ciudad, liderados por su comandante, una criatura gigante de piel verde y ojos rojos brillantes. El jefe alienígena bajó de su nave, rodeado por un ejército de criaturas monstruosas. Con su figura imponente, observaba a los humanos con desdén, esperando que sus tropas arrasaran con todo. Pero antes de que pudiera dar una orden, Jimoto apareció de la nada, plantándose frente a su nave con una sonrisa burlona. Con sus brazos cruzados y una postura relajada, Jimoto observó al alienígena desde abajo, ya que la criatura era mucho más alta que él. "Oye, amigo, ¿acaso no sabes que la invasión por aquí está completamente prohibida? Es como si vinieras a una fiesta sin haber sido invitado", dijo, su tono serio, pero con un toque cómico que desconcertó al alienígena. El jefe alien, claramente irritado, levantó su brazo, listo para aplastarlo con un solo golpe. Pero Jimoto no se movió. De hecho, parecía completamente relajado. "¿De verdad piensas que me asustas? Soy Jimoto, y no soy de los que se intimidan fácilmente", dijo, mientras flexionaba un brazo y mostraba una pose de fuerza exagerada. Sin previo aviso, se lanzó hacia el alienígena con una velocidad impresionante. El impacto fue tan fuerte que el jefe alien lo vio venir demasiado tarde. Jimoto, con una velocidad arrolladora, le dio un golpe directo en el parabrisas de la nave, haciendo que este se estrellara. El alienígena cayó al suelo, atónito. Jimoto se acercó, mirándolo con una sonrisa confiada. "Mira, amigo, te voy a dar una última oportunidad. Regresa a tu planeta antes de que te haga estallar como un globo en una fiesta de cumpleaños. Y la próxima vez, trae algo de comida o algo, que esto de invadir no es tan divertido sin un poco de snack", dijo, mientras giraba sobre sus talones con estilo y se alejaba con paso firme. Los alienígenas, completamente derrotados y confundidos por la actitud de Jimoto, decidieron que la Tierra no era el lugar ideal para una invasión y se retiraron. Jimoto los observó irse, satisfecho. "Y que no vuelvan sin algo de pizza la próxima vez", murmuró para sí mismo con una sonrisa, mientras su figura se desvanecía en el horizonte.
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  • Soy la Lorna de 30 y algo. Hembra alfa, empoderada, soltera, asexual, madre de cuatro hijos adoptivos, dos tienen mi esencia, soy considerada una gran heroína en mi mundo, cuido mis plantíos de vegetales, hierbas medicinales, frutos y flores, portadora de un maquina e entidaff alienígena que tiene vida propia enlazada a la mía y es multifuncional es cualquier maquina que le pida (?).
    Soy la Lorna de 30 y algo. Hembra alfa, empoderada, soltera, asexual, madre de cuatro hijos adoptivos, dos tienen mi esencia, soy considerada una gran heroína en mi mundo, cuido mis plantíos de vegetales, hierbas medicinales, frutos y flores, portadora de un maquina e entidaff alienígena que tiene vida propia enlazada a la mía y es multifuncional es cualquier maquina que le pida (?).
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  • ### **Cuando el reloj ya no decide**

    Las calles estaban casi desiertas. **Solo el ruido lejano del tráfico y el parpadeo de las luces de neón** rompían la calma artificial de la madrugada. Alejandro avanzaba con paso firme, las manos en los bolsillos de su chaqueta, sintiendo el peso del viejo reloj de bolsillo.

    **Solo quería llegar a su auto.**

    Pero entonces, **escuchó los gritos**.

    Voces ásperas, cargadas de burla. **Un golpe sordo.**

    Aceleró el paso. **Giró la esquina y los vio.**

    Cuatro tipos rodeaban a una joven en el suelo. **Su rostro estaba hinchado, la nariz rota, sangre escurriendo por la comisura de sus labios.** Uno de los agresores tenía un bate de madera; los otros tres reían, dándole patadas al cuerpo encogido de su víctima.

    **Alejandro no sacó su reloj.**

    Su mente ya cansada hizo click, por primera vez en un largo tiempo sus emociones lo dominaron.

    Exhaló lentamente. **Lo que venía ya era decisión suya.**

    Avanzó sin hacer ruido. El del bate fue el primero en notar su presencia, pero **cuando quiso reaccionar, Alejandro ya estaba sobre él.**

    El puñetazo lo tomó de lleno en la mandíbula, haciendo que tropezara hacia atrás. **El bate cayó al suelo con un golpe seco.**

    Los otros reaccionaron al instante. **No eran matones de poca monta; sabían pelear.**

    El segundo intentó acuchillarlo. Alejandro logró esquivar el tajo, pero no del todo: **la hoja le rozó el costado, abriendo su chaqueta y la piel debajo.**

    El ardor fue inmediato.

    Ignorándolo, atrapó la muñeca del tipo y **le estampó la frente en la nariz con un golpe seco**. Sangre caliente le salpicó la cara, pero el tipo aún tenía fuerzas para forcejear.

    **No tenía tiempo para una pelea larga.**

    Alejandro metió la mano en su chaqueta y sacó su pistola.

    El tercero intentó correr. **Disparo a la pierna.**

    El tipo cayó de bruces en el pavimento, aullando de dolor.

    El cuarto, que hasta ese momento solo había observado, se lanzó sobre él desde un costado. **El impacto fue brutal.** Alejandro sintió cómo el aire le abandonaba los pulmones cuando su espalda chocó contra un poste de luz.

    Un puño se estrelló en su costado herido. **El dolor le arrancó un gruñido.**

    Pero había peleado herido antes.

    **Con la rabia impulsándolo, clavó el cañón de la pistola en el estómago del agresor y disparó.**

    El cuerpo se desplomó sobre él, ensuciándole la chaqueta con sangre. **Alejandro lo empujó a un lado y se obligó a ponerse de pie.**

    El que quedaba, el primero que golpeó, **había logrado recuperar el bate.**

    Respirando con dificultad, Alejandro se obligó a mirar el reloj de nuevo. **Giró la corona.**

    Las manecillas se detuvieron… **en la negra.**

    El tipo temblaba, sosteniendo el bate con ambas manos.

    Alejandro lo miró por un largo instante, el pulso aún acelerado, el cuerpo dolorido.

    Luego, sin decir nada, disparo, exhalando giró sobre sus talones y comenzó a caminar.

    El Mustang estaba donde lo había dejado. **Sus piernas protestaban con cada paso, pero no se detuvo.**

    Abrió la puerta, se dejó caer en el asiento y cerró los ojos un momento. **La adrenalina empezaba a desvanecerse, dejando el cansancio en su lugar.**

    **Y el dolor.**

    La herida en su costado palpitaba. **Nada grave, pero jodidamente molesto.**

    Apoyó la cabeza en el volante y exhaló lentamente.

    La pelea había terminado. **Pero la sensación en su pecho no era alivio.**

    Por primera vez en mucho tiempo, **se había dejado llevar antes de mirar el reloj.**
    ### **Cuando el reloj ya no decide** Las calles estaban casi desiertas. **Solo el ruido lejano del tráfico y el parpadeo de las luces de neón** rompían la calma artificial de la madrugada. Alejandro avanzaba con paso firme, las manos en los bolsillos de su chaqueta, sintiendo el peso del viejo reloj de bolsillo. **Solo quería llegar a su auto.** Pero entonces, **escuchó los gritos**. Voces ásperas, cargadas de burla. **Un golpe sordo.** Aceleró el paso. **Giró la esquina y los vio.** Cuatro tipos rodeaban a una joven en el suelo. **Su rostro estaba hinchado, la nariz rota, sangre escurriendo por la comisura de sus labios.** Uno de los agresores tenía un bate de madera; los otros tres reían, dándole patadas al cuerpo encogido de su víctima. **Alejandro no sacó su reloj.** Su mente ya cansada hizo click, por primera vez en un largo tiempo sus emociones lo dominaron. Exhaló lentamente. **Lo que venía ya era decisión suya.** Avanzó sin hacer ruido. El del bate fue el primero en notar su presencia, pero **cuando quiso reaccionar, Alejandro ya estaba sobre él.** El puñetazo lo tomó de lleno en la mandíbula, haciendo que tropezara hacia atrás. **El bate cayó al suelo con un golpe seco.** Los otros reaccionaron al instante. **No eran matones de poca monta; sabían pelear.** El segundo intentó acuchillarlo. Alejandro logró esquivar el tajo, pero no del todo: **la hoja le rozó el costado, abriendo su chaqueta y la piel debajo.** El ardor fue inmediato. Ignorándolo, atrapó la muñeca del tipo y **le estampó la frente en la nariz con un golpe seco**. Sangre caliente le salpicó la cara, pero el tipo aún tenía fuerzas para forcejear. **No tenía tiempo para una pelea larga.** Alejandro metió la mano en su chaqueta y sacó su pistola. El tercero intentó correr. **Disparo a la pierna.** El tipo cayó de bruces en el pavimento, aullando de dolor. El cuarto, que hasta ese momento solo había observado, se lanzó sobre él desde un costado. **El impacto fue brutal.** Alejandro sintió cómo el aire le abandonaba los pulmones cuando su espalda chocó contra un poste de luz. Un puño se estrelló en su costado herido. **El dolor le arrancó un gruñido.** Pero había peleado herido antes. **Con la rabia impulsándolo, clavó el cañón de la pistola en el estómago del agresor y disparó.** El cuerpo se desplomó sobre él, ensuciándole la chaqueta con sangre. **Alejandro lo empujó a un lado y se obligó a ponerse de pie.** El que quedaba, el primero que golpeó, **había logrado recuperar el bate.** Respirando con dificultad, Alejandro se obligó a mirar el reloj de nuevo. **Giró la corona.** Las manecillas se detuvieron… **en la negra.** El tipo temblaba, sosteniendo el bate con ambas manos. Alejandro lo miró por un largo instante, el pulso aún acelerado, el cuerpo dolorido. Luego, sin decir nada, disparo, exhalando giró sobre sus talones y comenzó a caminar. El Mustang estaba donde lo había dejado. **Sus piernas protestaban con cada paso, pero no se detuvo.** Abrió la puerta, se dejó caer en el asiento y cerró los ojos un momento. **La adrenalina empezaba a desvanecerse, dejando el cansancio en su lugar.** **Y el dolor.** La herida en su costado palpitaba. **Nada grave, pero jodidamente molesto.** Apoyó la cabeza en el volante y exhaló lentamente. La pelea había terminado. **Pero la sensación en su pecho no era alivio.** Por primera vez en mucho tiempo, **se había dejado llevar antes de mirar el reloj.**
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  • ・‥…━━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・

    Quien osara ascender todas las vetustas gradas de piedra que serpenteaban por la montaña habría de recibir una vital visión del destino; pero primero debía enfrentar no solo la extenuante fatiga del cuerpo, sino el juicio inexorable del alma, pues se decía que cada peldaño arrancaba un velo de la mente, exponiendo al viajero a sus más hondos temores y pecados olvidados... la niebla perpetua que cubría el sendero no era sino el aliento de aquellos que habían sucumbido en su ascenso, atrapados entre la ambición y la condena.

    A los pies de la montaña, congregábanse foráneos de miradas crédulas, guerreros con cicatrices de hierro y aventureros consumidos por preguntas que jamás debieron formularse, algunos preparándose con fervor para la subida y otros, espectros aún vivos, descendiendo en un mutismo sepulcral, sus ojos vacíos por visiones que la lengua no osaría describir.

    Aquel día, una mujer de ojos vendados se hallaba cerca del torii sagrado, umbral entre lo mundano y lo divino, su figura envuelta en un aire de inexorable predestinación; su postura, inmóvil, sugería a los ojos ajenos que parecía contemplar la idea de la peregrinación hacia lo más alto...
    ・‥…━━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・ Quien osara ascender todas las vetustas gradas de piedra que serpenteaban por la montaña habría de recibir una vital visión del destino; pero primero debía enfrentar no solo la extenuante fatiga del cuerpo, sino el juicio inexorable del alma, pues se decía que cada peldaño arrancaba un velo de la mente, exponiendo al viajero a sus más hondos temores y pecados olvidados... la niebla perpetua que cubría el sendero no era sino el aliento de aquellos que habían sucumbido en su ascenso, atrapados entre la ambición y la condena. A los pies de la montaña, congregábanse foráneos de miradas crédulas, guerreros con cicatrices de hierro y aventureros consumidos por preguntas que jamás debieron formularse, algunos preparándose con fervor para la subida y otros, espectros aún vivos, descendiendo en un mutismo sepulcral, sus ojos vacíos por visiones que la lengua no osaría describir. Aquel día, una mujer de ojos vendados se hallaba cerca del torii sagrado, umbral entre lo mundano y lo divino, su figura envuelta en un aire de inexorable predestinación; su postura, inmóvil, sugería a los ojos ajenos que parecía contemplar la idea de la peregrinación hacia lo más alto...
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  • ♪ Vive siempre mirando al frente,
    Tu mente en el presente,
    Y tu esperanza puesta
    en que el mañana es diferente.

    Si hablan los valientes,
    Sé bien que el universo siempre va a escuchar.

    Así que habla,
    Ven, pide la palabra,
    No debes temer nada.
    Alza esa hermosa voz y que cante tu alma.

    Quiero que me digas todo de ti,
    Y no dejarte otra opción que hacerte feliz. ♪
    ♪ Vive siempre mirando al frente, Tu mente en el presente, Y tu esperanza puesta en que el mañana es diferente. Si hablan los valientes, Sé bien que el universo siempre va a escuchar. Así que habla, Ven, pide la palabra, No debes temer nada. Alza esa hermosa voz y que cante tu alma. Quiero que me digas todo de ti, Y no dejarte otra opción que hacerte feliz. ♪
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