Esa era la situación. Sadie había decidido fingir interés, mantener la mirada fija y los labios apenas curvados en una mueca de atención educada. Pero a medida que la conversación avanzaba, las palabras ajenas empezaron a perder sentido, disolviéndose en un murmullo distante que su mente transformó en simple ruido blanco.
Sus ojos, vacíos pero brillantes, se deslizaron de un rostro a otro, analizando gestos, pausas, la tensión involuntaria en las manos de la contraria. Todo era predecible. Todo era ruido.
Respiró despacio, apenas un suspiro que sonó a resignación más que a cansancio. En su cabeza, ya no escuchaba voces, solo sus propios pensamientos reordenándose con precisión quirúrgica.
— 𝘠𝘰𝘶 𝘣𝘰𝘳𝘦 𝘮𝘦 𝘵𝘰 𝘥𝘦𝘢𝘵𝘩 —murmuró para sí, con ese tono neutral que siempre dejaba en duda si hablaba en serio o simplemente se estaba divirtiendo.
Esa era la situación. Sadie había decidido fingir interés, mantener la mirada fija y los labios apenas curvados en una mueca de atención educada. Pero a medida que la conversación avanzaba, las palabras ajenas empezaron a perder sentido, disolviéndose en un murmullo distante que su mente transformó en simple ruido blanco.
Sus ojos, vacíos pero brillantes, se deslizaron de un rostro a otro, analizando gestos, pausas, la tensión involuntaria en las manos de la contraria. Todo era predecible. Todo era ruido.
Respiró despacio, apenas un suspiro que sonó a resignación más que a cansancio. En su cabeza, ya no escuchaba voces, solo sus propios pensamientos reordenándose con precisión quirúrgica.
— 𝘠𝘰𝘶 𝘣𝘰𝘳𝘦 𝘮𝘦 𝘵𝘰 𝘥𝘦𝘢𝘵𝘩 —murmuró para sí, con ese tono neutral que siempre dejaba en duda si hablaba en serio o simplemente se estaba divirtiendo.