• Crónicas del Olvido - Epilogo: El Último Portador

    El Corazón del Vacío colapsó. El Señor de las Sombras no explotó ni se desintegró. Simplemente… dejó de existir. Como si nunca hubiera estado allí.
    Kael, de pie en el centro, con el Amuleto del Destino completo en sus manos, cayó de rodillas.
    No por dolor. Por todo lo que había perdido.

    El Templo del Viento – En honor a Sira
    Cada año, Kael regresa al Templo del Viento. No entra. Se sienta en la entrada, donde la corriente aún canta.
    Saca la daga de Sira, la coloca sobre una piedra pulida por el tiempo, y espera.

    Kael (en voz baja): “El viento no se detiene. Solo cambia de dirección.”

    Las hojas giran. El aire se arremolina. Y Kael escucha, sin buscar respuestas. Solo presencia.

    El Templo de Ceniza – En honor a Tharos
    En Aeloria, Kael camina entre campos que florecen con fuego controlado. En el altar del templo, coloca la piedra incandescente.
    El calor no quema. Abraza.

    Kael: “Tu fuego no destruyó. Iluminó lo que no queríamos ver.”

    El templo vibra. Las llamas bailan sin consumir. Y Kael se queda hasta que el sol se oculta.

    El Templo del Bosque – En honor a Elen

    En el corazón del Bosque de los Ancestros, Kael encuentra el árbol que creció donde Elen cayó. En sus ramas, flores que solo brotan en primavera.

    Kael coloca la flor que recogió aquel día en una raíz expuesta, y se sienta.

    Kael: “Tu memoria no se perdió. Se convirtió en raíz.”

    El árbol susurra. Las criaturas mágicas se acercan. Y Kael permanece, sin magia. Solo con manos temblorosas.

    Kael no fundó academias. No lideró reinos. Viajó solo, llevando el Amuleto en una caja tallada por él mismo, sin hechizos. Solo con intención.
    En el Templo de la Luz Silente, dejó el Amuleto y su libro: Crónicas del Olvido.

    “No somos el final. Somos el comienzo.”


    Kael desapareció. Nadie lo buscó. Porque sabían que su historia… ya estaba completa.

    Pero en cada rincón, en cada flor, en cada corriente de viento, se siente el eco de una promesa:

    “La luz no muere. Solo espera.”



    Crónicas del Olvido - Epilogo: El Último Portador El Corazón del Vacío colapsó. El Señor de las Sombras no explotó ni se desintegró. Simplemente… dejó de existir. Como si nunca hubiera estado allí. Kael, de pie en el centro, con el Amuleto del Destino completo en sus manos, cayó de rodillas. No por dolor. Por todo lo que había perdido. El Templo del Viento – En honor a Sira Cada año, Kael regresa al Templo del Viento. No entra. Se sienta en la entrada, donde la corriente aún canta. Saca la daga de Sira, la coloca sobre una piedra pulida por el tiempo, y espera. Kael (en voz baja): “El viento no se detiene. Solo cambia de dirección.” Las hojas giran. El aire se arremolina. Y Kael escucha, sin buscar respuestas. Solo presencia. El Templo de Ceniza – En honor a Tharos En Aeloria, Kael camina entre campos que florecen con fuego controlado. En el altar del templo, coloca la piedra incandescente. El calor no quema. Abraza. Kael: “Tu fuego no destruyó. Iluminó lo que no queríamos ver.” El templo vibra. Las llamas bailan sin consumir. Y Kael se queda hasta que el sol se oculta. El Templo del Bosque – En honor a Elen En el corazón del Bosque de los Ancestros, Kael encuentra el árbol que creció donde Elen cayó. En sus ramas, flores que solo brotan en primavera. Kael coloca la flor que recogió aquel día en una raíz expuesta, y se sienta. Kael: “Tu memoria no se perdió. Se convirtió en raíz.” El árbol susurra. Las criaturas mágicas se acercan. Y Kael permanece, sin magia. Solo con manos temblorosas. Kael no fundó academias. No lideró reinos. Viajó solo, llevando el Amuleto en una caja tallada por él mismo, sin hechizos. Solo con intención. En el Templo de la Luz Silente, dejó el Amuleto y su libro: Crónicas del Olvido. “No somos el final. Somos el comienzo.” Kael desapareció. Nadie lo buscó. Porque sabían que su historia… ya estaba completa. Pero en cada rincón, en cada flor, en cada corriente de viento, se siente el eco de una promesa: “La luz no muere. Solo espera.”
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  • -Aventando cajas por todas partes, aburrida de no encontrar nada divertido- Bah, mi hermano es un acumulador de cosas inservibles (?)
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  • Había pasado casi una semana devanándose los sesos porque no era capaz de dar con el regalo perfecto. Sabía cuándo era el cumpleaños de Hudson y no tenía ni puñetera idea de qué regalarle.

    ¿Una corbata? Qué idiotez, él no usaba corbatas.
    ¿Una colonia? Puagh. No. No era su maldito padre.
    ¿Artículos selectos de su tienda erótica favorita? Una declaración de intenciones en toda regla...

    Era complicado dar con el regalo perfecto para un hombre al que apenas conocías y que, de repente, significaba demasiado.

    Pero entonces... dio con la respuesta. Era absurda, era una tontería, pero estaba segura de que él se reiría. Así que cuando Hudson Fitzgerald la recogió aquel dia, Maeve entró en el coche con una bolsa de papel del burguer más cercano en una mano. En el interior un menú como el que habían compartido aquel día y...

    —Fíjate, ¡trae regalo! —sonrió Maeve señalando el interior de la bolsa. En el interior una caja cuadrada contenía un reloj que, si bien no era exageradamente caro habia servido para hacer la segunda tontería del día pues en lugar de numero 11, el reloj tenía una M de Maeve, pues las 23:00 era la hora a la que la habia recogido todos aquellos dias— Feliz cumpleaños, Fitz...
    Había pasado casi una semana devanándose los sesos porque no era capaz de dar con el regalo perfecto. Sabía cuándo era el cumpleaños de Hudson y no tenía ni puñetera idea de qué regalarle. ¿Una corbata? Qué idiotez, él no usaba corbatas. ¿Una colonia? Puagh. No. No era su maldito padre. ¿Artículos selectos de su tienda erótica favorita? Una declaración de intenciones en toda regla... Era complicado dar con el regalo perfecto para un hombre al que apenas conocías y que, de repente, significaba demasiado. Pero entonces... dio con la respuesta. Era absurda, era una tontería, pero estaba segura de que él se reiría. Así que cuando [HUDS0N] la recogió aquel dia, Maeve entró en el coche con una bolsa de papel del burguer más cercano en una mano. En el interior un menú como el que habían compartido aquel día y... —Fíjate, ¡trae regalo! —sonrió Maeve señalando el interior de la bolsa. En el interior una caja cuadrada contenía un reloj que, si bien no era exageradamente caro habia servido para hacer la segunda tontería del día pues en lugar de numero 11, el reloj tenía una M de Maeve, pues las 23:00 era la hora a la que la habia recogido todos aquellos dias— Feliz cumpleaños, Fitz...
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  • ⠀⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ
    Irina está a 600 metros del objetivo: Zac, un traficante de artefactos robados a punto de concretar una venta vital para un cartel. La única forma de evitar la transacción es destruir un objeto clave: un disco duro que está dentro de una caja de seguridad reforzada.

    Ella sabe que el tiempo del asalto del clan que la contrató no es el correcto; una variable está mal.
    ​Necesita un minuto exacto de ventaja para que el equipo llegue sin bajas.
    ​Irina coloca su rifle y, respirando profundamente, salta cinco minutos y treinta segundos al pasado.
    ​Aparece en una bodega polvorienta y vacía, el hedor a óxido es abrumador. El mundo gira y la nariz comienza a gotear con un calor metálico. No hay tiempo para el pánico.

    Cinco minutos.

    Se arrastra cojeando hasta una claraboya, monta un pequeño explosivo de precisión en el cristal y activa un temporizador para que detone en cinco minutos y veinticinco segundos. Su misión es solo crear una distracción sonora, un micro-segundo de indecisión.

    ​Regresa al presente.

    La violenta sacudida la arroja contra un muro de piedra. Los espasmos sacuden su cuerpo, la sangre corre libremente y la oscuridad amenaza con consumirla. Pero justo en ese momento... ¡Clang! El sonido de cristal roto y la pequeña detonación distrae al objetivo por ese preciso momento.
    ​El clan entra, Zac, desorientado, levanta la cabeza justo cuando la luz del láser de Irina encuentra su punto. Ella, ciega y temblando, aprieta el gatillo, la bala viaja con una precisión imposible, impactando directamente en el disco duro, no en el traficante. La información vital se pulveriza.

    ​Irina se desmaya, temblando en su escondite. El rescate ha sido un éxito, el coste ha sido solo suyo. Luego de viajar al pasado no puede volver a hacerlo de inmediato hasta estar del todo recuperada.
    Ella es la variable que nadie ve, la que se auto-sacrifica para ajustar el engranaje del tiempo.

    ​Luego de un par de horas bajo una lluvia incesante. Por fin, Irina se puso en marcha, consumida por una debilidad aplastante, pero obligada a alejarse con premura de la ciudad. Era vital dejar atrás la zona donde acababa de actuar.
    ​Alcanzó las afueras, donde la vegetación indómita y los árboles formaban una cortina impenetrable. Entre el follaje, emergió una forma espectral: una casa, o los restos maltrechos de lo que fue un hogar, aparentemente abandonado al olvido.
    Para Irina, el hallazgo era un puerto seguro; un techo provisional hasta que la recuperación le permitiera alcanzar su refugio habitual.

    Los mareos la golpeaban sin piedad, la hemorragia nasal se negaba a ceder, y sus piernas flácidas apenas lograban el milagro de sostenerla. Aún sentía el escalofrío de los temblores, y su visión se mantenía desesperadamente borrosa.
    ⠀⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ Irina está a 600 metros del objetivo: Zac, un traficante de artefactos robados a punto de concretar una venta vital para un cartel. La única forma de evitar la transacción es destruir un objeto clave: un disco duro que está dentro de una caja de seguridad reforzada. Ella sabe que el tiempo del asalto del clan que la contrató no es el correcto; una variable está mal. ​Necesita un minuto exacto de ventaja para que el equipo llegue sin bajas. ​Irina coloca su rifle y, respirando profundamente, salta cinco minutos y treinta segundos al pasado. ​Aparece en una bodega polvorienta y vacía, el hedor a óxido es abrumador. El mundo gira y la nariz comienza a gotear con un calor metálico. No hay tiempo para el pánico. Cinco minutos. Se arrastra cojeando hasta una claraboya, monta un pequeño explosivo de precisión en el cristal y activa un temporizador para que detone en cinco minutos y veinticinco segundos. Su misión es solo crear una distracción sonora, un micro-segundo de indecisión. ​Regresa al presente. La violenta sacudida la arroja contra un muro de piedra. Los espasmos sacuden su cuerpo, la sangre corre libremente y la oscuridad amenaza con consumirla. Pero justo en ese momento... ¡Clang! El sonido de cristal roto y la pequeña detonación distrae al objetivo por ese preciso momento. ​El clan entra, Zac, desorientado, levanta la cabeza justo cuando la luz del láser de Irina encuentra su punto. Ella, ciega y temblando, aprieta el gatillo, la bala viaja con una precisión imposible, impactando directamente en el disco duro, no en el traficante. La información vital se pulveriza. ​Irina se desmaya, temblando en su escondite. El rescate ha sido un éxito, el coste ha sido solo suyo. Luego de viajar al pasado no puede volver a hacerlo de inmediato hasta estar del todo recuperada. Ella es la variable que nadie ve, la que se auto-sacrifica para ajustar el engranaje del tiempo. ​Luego de un par de horas bajo una lluvia incesante. Por fin, Irina se puso en marcha, consumida por una debilidad aplastante, pero obligada a alejarse con premura de la ciudad. Era vital dejar atrás la zona donde acababa de actuar. ​Alcanzó las afueras, donde la vegetación indómita y los árboles formaban una cortina impenetrable. Entre el follaje, emergió una forma espectral: una casa, o los restos maltrechos de lo que fue un hogar, aparentemente abandonado al olvido. Para Irina, el hallazgo era un puerto seguro; un techo provisional hasta que la recuperación le permitiera alcanzar su refugio habitual. Los mareos la golpeaban sin piedad, la hemorragia nasal se negaba a ceder, y sus piernas flácidas apenas lograban el milagro de sostenerla. Aún sentía el escalofrío de los temblores, y su visión se mantenía desesperadamente borrosa.
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  • Durante mi camino, mientras estaba reposando en una taberna, me sentaba solo en la mesa menos ocupada. El bullicio del recinto me aturdía de cierto modo, de tal manera que lo único que había en el lugar sobre el rincón solitario era la vergüenza o timidez.

    Hasta que eso se acabó. Un hombre de tez bronceada. Parecía recién salido de un horno de los dioses de la luz. Su cuerpo, de un aspecto carnoso y tallado de mil batallas, llegaba a dejar mis sentidos cautivados. Un humano robusto y formado por el puño de luz en su marca. La cicatriz que tenía era lo que más me llamó la atención. Pensé que una bestia común le habría atacado, pero lo único que llamaron a mi atención mis ojos azules fueron sus ojos mostaza, como si expusieran un aura de control y dominio, paz y severidad a la vez. Lleno de certeza y decisión en lo que deseaba o quisiera tenerlo sin dificultad con solo hablar o mover un poco sus labios saboreando cada frase que diría antes de hablar.

    Fue así como me llamó la atención con un guiño que me había dejado embobado, lelo para la vista de él mientras se acercaba a un paso lento. La comisura de sus labios se elevó a tal manera de ser una invitación, quizás una insinuación; de cierto modo era más como una presunción de querer lucir algo. - ¿Qué hace tan sola una criatura pura como el mar y la naturaleza aquí? Los tuyos deberían estar bebiendo contigo, ¿no lo crees? - mencionó con una voz ronca. Parecía más un ronroneo mientras sostenía su sonrisa; que de cierto parecer era más pícara, dispuesta a abrir cualquier puerta cerrada. Se sentó y después miró con un rostro decidido. Sus semifelinos ojos llenaron mi presencia mientras añadió: - Noté que estabas mirándome un poco... ¿Cómo te llamas, chico? Es de mala educación no saludar como es debido a un caballero de la luz. Tú no pareces como los demás de los verdes como los tuyos. - Su comentario era un poco burlón a pesar de notar el característico color arcilla del orco, mientras suelta un par de internas y gruesas carcajadas.

    Me... llamo Daakuh... Daakuh Lobogelido... - fue lo único que le contesté mientras sus ojos se aferraron con el tiempo a sus manos. Su presencia aturdía un poco mi autoridad de mí mismo, de tal modo que solo él mismo, al notar que le miré con un poco de prisa, me guiñó y con ello tomó mi mano. Mi rostro se enrojeció mientras su imponente figura se cernía sobre mí con autoridad y dominio. - Sten... me llamo Sten, hemos estado juntos en la misión. Supongo que no estaría mal que nos conociéramos un poco, tú... de tal modo me inspiras un poco de... paz y confianza... - llevando así una de sus manos a sus labios mientras un leve shhhh- salió de su boca, implicando un acto completo de complicidad y de secretismo entre el calor de ambas manos de los dos. - ¿Q... qué estás haciendo... a- a dónde me llevas? S... se supone que tenemos que trabajar juntos en liberar a nuestros grupos... - Él interrumpió y, de una fuerza indomable, bufeó mientras me retiraba de la mesa.

    Solo quiero que nos vayamos a divertir un poco. Después de todo, es bueno tomarse un descanso debido como ambos guerreros. Deja que tu mente se relaje un poco, ¿quieres? - La interrupción del macho era más que una manera de relajar. Era una invitación tácita a lo más profundo. Con el tiempo que él estaba pasando a lo poco en la misión de expedición, parecía conocerlo de toda la vida como si hubiera deducido o vivido todo con él, atrayéndolo de manera posesiva. - Esto es entre nosotros dos. Tus ojos cansados piden a alguien que merezca reclamarte como se debe, y eso, un caballero como yo, jamás dejaría pasar la oportunidad de poder ser el primero en hacerlo - añadió al detenerse en una habitación que abriría después con una llave que tenía quién sabe cuánto. - ¡Pero es que yo! N- ¡Hhgggg! - Sten actuaba de manera desmedida mientras conseguía frotar su fría armadura en la piel del orco, causando un escalofrío. El deseo le tomó por sorpresa, y las palabras, calladas mediante un jugoso beso que invadía los labios del chico y la lengua, sin medida exploraba con ansias cada centímetro ajeno al que un humano quizá no debería adentrarse. - Cierra la boca... tú mismo lo pides aunque te niegues. ¿Por qué no complacerte y cumplir lo que anhelas? -.

    Entonces, sin pensarlo dos veces, las semienguantadas manos del macho empujaron a la cama al orco joven. A pesar de que su armadura revelaba su piel con discreción, despojaba cada parte de su armadura mientras los clicks y clacks de los broches y cinturones cedían. Estaba expectante en la cama mientras las mejillas de aquel orco exponían una complicidad a través del acto carnal que recibiría. El carmesí de sus mejillas estaban atestiguando lo fuerte e imponente que era ante sus ojos azulados como el mar puro y limpio, lleno de anhelos y propósitos. Sten, cerrando la puerta, estaba ya expuesto y desnudo. Los pantalones ajustados que tenía daban un vistazo a su abultado miembro mientras acariciaba en señal de que estaba más que listo de reclamar las tierras y rincones más oscuros y amorosos del orco, mordiéndose su labio inferior y con el brillo de sus ojos, calculando las cosas que podría hacer sabiendo que tenía al orco en sus manos.

    Interiores de cuero mostraban la anticipación de la semierección del hombre mientras aquella ropa escasa amenazaba quizás con romperse debido a la tensión que exhibía. Nuevamente un guiño a sus toques en su cuerpo robusto y grande le hicieron ronronear. - Que este sea nuestro paso a conocernos, chamán. La curiosidad ante esas hábiles manos tuyas me atraen... y esa boca... me llena de malditos deseos de querer tomarte completamente como mío, si es que no te opones a que te ponga mano dura... - Y sin previo aviso, tomó la nuca del joven para atraerlo a su entrepierna con su abultamiento tenso. La frente del orco chocaba con la rocosa y dura pelvis mientras seguía hablando... - ...este es tu reino como también el mío. Aquí puedes hacer lo que desees y podrás tomar lo que quieras, pero yo... te quiero es a ti...-

    - continuara cuando deseen leer mas el relato erotico -
    ///////arte por mi. regalo de un amigo que hice./////////
    /////// full sin censura pronto disponible ///////////

    --------- comentarios libres si deseas quizas unirte o desentrñar mas de la historia y actuarla.------------
    Durante mi camino, mientras estaba reposando en una taberna, me sentaba solo en la mesa menos ocupada. El bullicio del recinto me aturdía de cierto modo, de tal manera que lo único que había en el lugar sobre el rincón solitario era la vergüenza o timidez. Hasta que eso se acabó. Un hombre de tez bronceada. Parecía recién salido de un horno de los dioses de la luz. Su cuerpo, de un aspecto carnoso y tallado de mil batallas, llegaba a dejar mis sentidos cautivados. Un humano robusto y formado por el puño de luz en su marca. La cicatriz que tenía era lo que más me llamó la atención. Pensé que una bestia común le habría atacado, pero lo único que llamaron a mi atención mis ojos azules fueron sus ojos mostaza, como si expusieran un aura de control y dominio, paz y severidad a la vez. Lleno de certeza y decisión en lo que deseaba o quisiera tenerlo sin dificultad con solo hablar o mover un poco sus labios saboreando cada frase que diría antes de hablar. Fue así como me llamó la atención con un guiño que me había dejado embobado, lelo para la vista de él mientras se acercaba a un paso lento. La comisura de sus labios se elevó a tal manera de ser una invitación, quizás una insinuación; de cierto modo era más como una presunción de querer lucir algo. - ¿Qué hace tan sola una criatura pura como el mar y la naturaleza aquí? Los tuyos deberían estar bebiendo contigo, ¿no lo crees? - mencionó con una voz ronca. Parecía más un ronroneo mientras sostenía su sonrisa; que de cierto parecer era más pícara, dispuesta a abrir cualquier puerta cerrada. Se sentó y después miró con un rostro decidido. Sus semifelinos ojos llenaron mi presencia mientras añadió: - Noté que estabas mirándome un poco... ¿Cómo te llamas, chico? Es de mala educación no saludar como es debido a un caballero de la luz. Tú no pareces como los demás de los verdes como los tuyos. - Su comentario era un poco burlón a pesar de notar el característico color arcilla del orco, mientras suelta un par de internas y gruesas carcajadas. Me... llamo Daakuh... Daakuh Lobogelido... - fue lo único que le contesté mientras sus ojos se aferraron con el tiempo a sus manos. Su presencia aturdía un poco mi autoridad de mí mismo, de tal modo que solo él mismo, al notar que le miré con un poco de prisa, me guiñó y con ello tomó mi mano. Mi rostro se enrojeció mientras su imponente figura se cernía sobre mí con autoridad y dominio. - Sten... me llamo Sten, hemos estado juntos en la misión. Supongo que no estaría mal que nos conociéramos un poco, tú... de tal modo me inspiras un poco de... paz y confianza... - llevando así una de sus manos a sus labios mientras un leve shhhh- salió de su boca, implicando un acto completo de complicidad y de secretismo entre el calor de ambas manos de los dos. - ¿Q... qué estás haciendo... a- a dónde me llevas? S... se supone que tenemos que trabajar juntos en liberar a nuestros grupos... - Él interrumpió y, de una fuerza indomable, bufeó mientras me retiraba de la mesa. Solo quiero que nos vayamos a divertir un poco. Después de todo, es bueno tomarse un descanso debido como ambos guerreros. Deja que tu mente se relaje un poco, ¿quieres? - La interrupción del macho era más que una manera de relajar. Era una invitación tácita a lo más profundo. Con el tiempo que él estaba pasando a lo poco en la misión de expedición, parecía conocerlo de toda la vida como si hubiera deducido o vivido todo con él, atrayéndolo de manera posesiva. - Esto es entre nosotros dos. Tus ojos cansados piden a alguien que merezca reclamarte como se debe, y eso, un caballero como yo, jamás dejaría pasar la oportunidad de poder ser el primero en hacerlo - añadió al detenerse en una habitación que abriría después con una llave que tenía quién sabe cuánto. - ¡Pero es que yo! N- ¡Hhgggg! - Sten actuaba de manera desmedida mientras conseguía frotar su fría armadura en la piel del orco, causando un escalofrío. El deseo le tomó por sorpresa, y las palabras, calladas mediante un jugoso beso que invadía los labios del chico y la lengua, sin medida exploraba con ansias cada centímetro ajeno al que un humano quizá no debería adentrarse. - Cierra la boca... tú mismo lo pides aunque te niegues. ¿Por qué no complacerte y cumplir lo que anhelas? -. Entonces, sin pensarlo dos veces, las semienguantadas manos del macho empujaron a la cama al orco joven. A pesar de que su armadura revelaba su piel con discreción, despojaba cada parte de su armadura mientras los clicks y clacks de los broches y cinturones cedían. Estaba expectante en la cama mientras las mejillas de aquel orco exponían una complicidad a través del acto carnal que recibiría. El carmesí de sus mejillas estaban atestiguando lo fuerte e imponente que era ante sus ojos azulados como el mar puro y limpio, lleno de anhelos y propósitos. Sten, cerrando la puerta, estaba ya expuesto y desnudo. Los pantalones ajustados que tenía daban un vistazo a su abultado miembro mientras acariciaba en señal de que estaba más que listo de reclamar las tierras y rincones más oscuros y amorosos del orco, mordiéndose su labio inferior y con el brillo de sus ojos, calculando las cosas que podría hacer sabiendo que tenía al orco en sus manos. Interiores de cuero mostraban la anticipación de la semierección del hombre mientras aquella ropa escasa amenazaba quizás con romperse debido a la tensión que exhibía. Nuevamente un guiño a sus toques en su cuerpo robusto y grande le hicieron ronronear. - Que este sea nuestro paso a conocernos, chamán. La curiosidad ante esas hábiles manos tuyas me atraen... y esa boca... me llena de malditos deseos de querer tomarte completamente como mío, si es que no te opones a que te ponga mano dura... - Y sin previo aviso, tomó la nuca del joven para atraerlo a su entrepierna con su abultamiento tenso. La frente del orco chocaba con la rocosa y dura pelvis mientras seguía hablando... - ...este es tu reino como también el mío. Aquí puedes hacer lo que desees y podrás tomar lo que quieras, pero yo... te quiero es a ti...- - continuara cuando deseen leer mas el relato erotico - ///////arte por mi. regalo de un amigo que hice.///////// /////// full sin censura pronto disponible /////////// --------- comentarios libres si deseas quizas unirte o desentrñar mas de la historia y actuarla.------------
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  • Better call Irina

    ​El aire dentro de la taberna de mala muerte, era una sopa densa de sudor, cerveza rancia y ceniza. Afuera, la lluvia azotaba los adoquines de los suburbios industriales de Kérstov; adentro, las risas ásperas y el tintineo de copas formaban el telón de fondo de una docena de dramas menores. Pero todo ese bullicio se estrellaba y moría a las puertas de una pequeña sala privada, en el fondo del local...
    ​Ahí estaba Irina.
    ​El cigarro prendido que ardía perezosamente entre sus dedos no lo fumaba por vicio, si no que era parte de una estrategia meticulosamente planeada; Soltaba espirales de humo gris que se adherían al techo y flotaban en el ambiente como un velo protector, lo suficientemente espeso como para diluir sus facciones.
    Su silueta, envuelta en telas negras, era una mancha de medianoche en la penumbra. El ala ancha del sombrero proyectaba una sombra impenetrable sobre su rostro, borrando cualquier rasgo, dejando solo la promesa de algo afilado y peligroso debajo.
    ​Irina no movía más que la mano que llevaba el cigarrillo a sus labios. Se sentó con la inmovilidad tensa de un depredador que espera, cada músculo afinado y listo para la detonación. Era un rumor en el bajo mundo, una leyenda que se susurraba en las mesas de caoba de los oligarcas y en las alcantarillas de los arrabales. La llamaban la "Hija del Trueno" no por su fuerza bruta, sino por la velocidad de un rayo con que resolvía lo imposible. Las cajas fuertes que nadie podía abrir, los enemigos que nadie podía encontrar, los tratos que nadie podía cerrar... ella los ejecutaba. No dejaba rastros, no hacía preguntas y, lo más importante, no fallaba.

    ​Su impaciencia crecía como una marea silenciosa. En este mundo de sombras y avaricia, el tiempo de Irina era el bien más preciado. Dejó caer la ceniza con un golpe seco en el cenicero de estaño. El golpe resonó en la pequeña habitación como un juicio.
    ​Quienquiera que la hubiera convocado a este agujero apestoso, ya estaba en mora. Y si había algo que la Hija del Trueno odiaba más que la incompetencia, era la falta de puntualidad.
    La mano, firme y elegante, se deslizó hacia el cinturón bajo su abrigo, buscando la familiar forma fría del acero. La reunión estaba a punto de empezar, quisiera o no el visitante.
    Better call Irina ​El aire dentro de la taberna de mala muerte, era una sopa densa de sudor, cerveza rancia y ceniza. Afuera, la lluvia azotaba los adoquines de los suburbios industriales de Kérstov; adentro, las risas ásperas y el tintineo de copas formaban el telón de fondo de una docena de dramas menores. Pero todo ese bullicio se estrellaba y moría a las puertas de una pequeña sala privada, en el fondo del local... ​Ahí estaba Irina. ​El cigarro prendido que ardía perezosamente entre sus dedos no lo fumaba por vicio, si no que era parte de una estrategia meticulosamente planeada; Soltaba espirales de humo gris que se adherían al techo y flotaban en el ambiente como un velo protector, lo suficientemente espeso como para diluir sus facciones. Su silueta, envuelta en telas negras, era una mancha de medianoche en la penumbra. El ala ancha del sombrero proyectaba una sombra impenetrable sobre su rostro, borrando cualquier rasgo, dejando solo la promesa de algo afilado y peligroso debajo. ​Irina no movía más que la mano que llevaba el cigarrillo a sus labios. Se sentó con la inmovilidad tensa de un depredador que espera, cada músculo afinado y listo para la detonación. Era un rumor en el bajo mundo, una leyenda que se susurraba en las mesas de caoba de los oligarcas y en las alcantarillas de los arrabales. La llamaban la "Hija del Trueno" no por su fuerza bruta, sino por la velocidad de un rayo con que resolvía lo imposible. Las cajas fuertes que nadie podía abrir, los enemigos que nadie podía encontrar, los tratos que nadie podía cerrar... ella los ejecutaba. No dejaba rastros, no hacía preguntas y, lo más importante, no fallaba. ​Su impaciencia crecía como una marea silenciosa. En este mundo de sombras y avaricia, el tiempo de Irina era el bien más preciado. Dejó caer la ceniza con un golpe seco en el cenicero de estaño. El golpe resonó en la pequeña habitación como un juicio. ​Quienquiera que la hubiera convocado a este agujero apestoso, ya estaba en mora. Y si había algo que la Hija del Trueno odiaba más que la incompetencia, era la falta de puntualidad. La mano, firme y elegante, se deslizó hacia el cinturón bajo su abrigo, buscando la familiar forma fría del acero. La reunión estaba a punto de empezar, quisiera o no el visitante.
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  • Halloween: La Niebla y la Bruja

    Las calles del pueblo resplandecían en tonos naranjas y violetas. Las risas de los niños disfrazados llenaban el aire, y entre ellos caminábamos nosotras —una vampira y su lobita— compartiendo caramelos y miradas cómplices bajo la luna. Todo era juego y luz... hasta que el aire cambió.

    Una niebla espesa se deslizó entre las casas, apagando faroles y voces. En un parpadeo, la fiesta murió. Las calabazas se pudrieron, las calles se cubrieron de musgo, y el pueblo se transformó en un cementerio de sombras.

    En la plaza, una vieja bruja tomaba nota en un pergamino amarillento. A su alrededor, cajas repletas de niños temblorosos. “Si no vienen a comprar, márchense”, gruñó sin mirarnos siquiera.

    Pero Ryu, mi lobita, guardó silencio. Su mirada lo dijo todo.
    Yo di un paso adelante, tomándola de la mano.
    —Esta podría ser la ocasión para sanar… si quieres.

    La bruja rió, burlona, con voz de alquitrán.
    —¿Justicia? ¿Tú? ¿La pequeña loba que arrastra sangre en su pasado?

    Sus palabras buscaban herir, pero Ryu no vaciló. Su respiración se volvió tensa.
    —¿Qué pides por ellos? —preguntó con voz grave.

    La vieja se relamió.
    —Tu nombre verdadero, loba. Las criaturas que lo olvidan son más dóciles.

    Entonces Ryu sonrió. No con ternura, sino con algo más profundo… ancestral. En un parpadeo, su daga brilló con un fulgor púrpura y la cabeza de la bruja rodó sobre las piedras.

    El silencio pesó. El cuerpo ardió, consumido por su propia oscuridad, y en las cenizas quedó solo una nota escrita con ceniza viva:

    “EL AQUELARRE LO SABE, RYU ISHTAR YOKIN.”

    Me acerqué, la abracé con fuerza y susurré:
    —Tranquila, lobita… Respira. Yo velaré tu hibernación, y me encargaré de todo.

    La besé, temblando entre miedo y amor.
    Esa noche, bajo la luna, comprendí que ni siquiera el caos puede apagar la llama de lo que somos.

    🩷 Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin — Noche de Halloween 🩷
    Halloween: La Niebla y la Bruja Las calles del pueblo resplandecían en tonos naranjas y violetas. Las risas de los niños disfrazados llenaban el aire, y entre ellos caminábamos nosotras —una vampira y su lobita— compartiendo caramelos y miradas cómplices bajo la luna. Todo era juego y luz... hasta que el aire cambió. Una niebla espesa se deslizó entre las casas, apagando faroles y voces. En un parpadeo, la fiesta murió. Las calabazas se pudrieron, las calles se cubrieron de musgo, y el pueblo se transformó en un cementerio de sombras. En la plaza, una vieja bruja tomaba nota en un pergamino amarillento. A su alrededor, cajas repletas de niños temblorosos. “Si no vienen a comprar, márchense”, gruñó sin mirarnos siquiera. Pero Ryu, mi lobita, guardó silencio. Su mirada lo dijo todo. Yo di un paso adelante, tomándola de la mano. —Esta podría ser la ocasión para sanar… si quieres. La bruja rió, burlona, con voz de alquitrán. —¿Justicia? ¿Tú? ¿La pequeña loba que arrastra sangre en su pasado? Sus palabras buscaban herir, pero Ryu no vaciló. Su respiración se volvió tensa. —¿Qué pides por ellos? —preguntó con voz grave. La vieja se relamió. —Tu nombre verdadero, loba. Las criaturas que lo olvidan son más dóciles. Entonces Ryu sonrió. No con ternura, sino con algo más profundo… ancestral. En un parpadeo, su daga brilló con un fulgor púrpura y la cabeza de la bruja rodó sobre las piedras. El silencio pesó. El cuerpo ardió, consumido por su propia oscuridad, y en las cenizas quedó solo una nota escrita con ceniza viva: “EL AQUELARRE LO SABE, RYU ISHTAR YOKIN.” Me acerqué, la abracé con fuerza y susurré: —Tranquila, lobita… Respira. Yo velaré tu hibernación, y me encargaré de todo. La besé, temblando entre miedo y amor. Esa noche, bajo la luna, comprendí que ni siquiera el caos puede apagar la llama de lo que somos. 🩷 [Ryu] — Noche de Halloween 🩷
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  • La habitación estaba bañada por una luz rojiza proveniente del neón junto a la ventana. Luna Aurelian Reis se había tomado un raro momento para sí misma, lejos de las reuniones, los informes financieros y los susurros de la prensa.
    Había vuelto de la gala la noche anterior, aún con el eco de los flashes en su mente… y aunque había sonreído ante el mundo, dentro de ella seguía ese silencio antiguo, el mismo que llevaba desde hacía años.

    Ahora, sentada en el suelo de su vestidor, con el cabello suelto y una chaqueta informal, se observaba en el espejo del teléfono. Su reflejo ya no era el de la ejecutiva inquebrantable, sino el de una mujer que había aprendido a sobrevivir en la tormenta.
    Una caja de cereal frente a ella, la cámara encendida, y una mueca traviesa que contrastaba con la elegancia fría con la que todos la conocían.
    Apretó los labios, levantó dos dedos en señal de paz y se tomó la foto —una que probablemente nunca publicaría, pero que guardaría como recordatorio de que aún era humana, pese a todo.

    —Mamá poderosa del año, comiendo cereal a las tres de la mañana… —murmuró con una sonrisa cansada, su voz apenas un suspiro.

    El sonido de un mensaje entrante la hizo mirar la pantalla: era Eliana, preguntándole si había dormido algo.
    Luna respondió con un emoji neutral, sin entrar en detalles. A veces no sabía cómo acercarse a sus hijos sin que la sombra del pasado se interpusiera.
    Sain le hablaba poco, y cuando lo hacía, siempre con esa mezcla de distancia y respeto que le dolía más que cualquier herida.

    Luna dejó el móvil a un lado, apoyando la cabeza en la pared. Miró su reflejo una vez más, pero esta vez no vio a la empresaria, ni a la madre, ni a la viuda, ni a la mujer traicionada.
    Vio a Luna, simplemente.
    La mujer que había construido un imperio desde sus cenizas y que, incluso en los días más solitarios, seguía encontrando fuerza en los pequeños gestos —en un espejo, una caja de cereal, y la certeza de que aún tenía más por vivir.

    El sonido lejano de la lluvia golpeando los ventanales llenó el silencio.
    Ella sonrió levemente, levantando otra vez el teléfono, capturando el instante.
    Porque en esa soledad, en esa calma frágil, Luna Aurelian Reis no era un mito ni una leyenda… era solo una mujer que había aprendido a seguir brillando, incluso en la oscuridad.
    La habitación estaba bañada por una luz rojiza proveniente del neón junto a la ventana. Luna Aurelian Reis se había tomado un raro momento para sí misma, lejos de las reuniones, los informes financieros y los susurros de la prensa. Había vuelto de la gala la noche anterior, aún con el eco de los flashes en su mente… y aunque había sonreído ante el mundo, dentro de ella seguía ese silencio antiguo, el mismo que llevaba desde hacía años. Ahora, sentada en el suelo de su vestidor, con el cabello suelto y una chaqueta informal, se observaba en el espejo del teléfono. Su reflejo ya no era el de la ejecutiva inquebrantable, sino el de una mujer que había aprendido a sobrevivir en la tormenta. Una caja de cereal frente a ella, la cámara encendida, y una mueca traviesa que contrastaba con la elegancia fría con la que todos la conocían. Apretó los labios, levantó dos dedos en señal de paz y se tomó la foto —una que probablemente nunca publicaría, pero que guardaría como recordatorio de que aún era humana, pese a todo. —Mamá poderosa del año, comiendo cereal a las tres de la mañana… —murmuró con una sonrisa cansada, su voz apenas un suspiro. El sonido de un mensaje entrante la hizo mirar la pantalla: era Eliana, preguntándole si había dormido algo. Luna respondió con un emoji neutral, sin entrar en detalles. A veces no sabía cómo acercarse a sus hijos sin que la sombra del pasado se interpusiera. Sain le hablaba poco, y cuando lo hacía, siempre con esa mezcla de distancia y respeto que le dolía más que cualquier herida. Luna dejó el móvil a un lado, apoyando la cabeza en la pared. Miró su reflejo una vez más, pero esta vez no vio a la empresaria, ni a la madre, ni a la viuda, ni a la mujer traicionada. Vio a Luna, simplemente. La mujer que había construido un imperio desde sus cenizas y que, incluso en los días más solitarios, seguía encontrando fuerza en los pequeños gestos —en un espejo, una caja de cereal, y la certeza de que aún tenía más por vivir. El sonido lejano de la lluvia golpeando los ventanales llenó el silencio. Ella sonrió levemente, levantando otra vez el teléfono, capturando el instante. Porque en esa soledad, en esa calma frágil, Luna Aurelian Reis no era un mito ni una leyenda… era solo una mujer que había aprendido a seguir brillando, incluso en la oscuridad.
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  • — Es posible que lleve preparando el cumpleaños de 𝕮𝖆𝖗𝖔𝖑𝖎𝖓𝖊 𝕱𝖔𝖗𝖇𝖊𝖘 más tiempo del que debería, pero es que Klaus no es alguien que deje los detalles al azar. Nunca lo ha sido y no va a empezar a serlo ahora. Menos aún tratandose del cumpleaños de la mujer de su vida.

    Es por eso que, desde primera hora de la mañana llega una caja al despacho de la directora Forbes. En su interior una nota y dos simbólicos billetes de avión.

    "Hace mucho tiempo te prometi enseñarte la belleza del mundo, el arte y la música. Sé que aceptarás mi oferta cuando estés preparada. Quiero que elijas el destino. Y te llevaré... A donde quieras.... Pero por ahora reúnete conmigo al atardecer en la antigua mansión Lockwood. No hagas preguntas... Sostén el misterio. Feliz cumpleaños, Caroline " —
    — Es posible que lleve preparando el cumpleaños de [BarbieBxtch] más tiempo del que debería, pero es que Klaus no es alguien que deje los detalles al azar. Nunca lo ha sido y no va a empezar a serlo ahora. Menos aún tratandose del cumpleaños de la mujer de su vida. Es por eso que, desde primera hora de la mañana llega una caja al despacho de la directora Forbes. En su interior una nota y dos simbólicos billetes de avión. "Hace mucho tiempo te prometi enseñarte la belleza del mundo, el arte y la música. Sé que aceptarás mi oferta cuando estés preparada. Quiero que elijas el destino. Y te llevaré... A donde quieras.... Pero por ahora reúnete conmigo al atardecer en la antigua mansión Lockwood. No hagas preguntas... Sostén el misterio. Feliz cumpleaños, Caroline " —
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  • "-Diooos, como amo el chocolate¡"
    el pelinegro abre la caja de bombones que se había comprado, pero al abrir la caja nota algo...
    "-faltan bombones ¿Cómo es eso posible? vivo solo-"
    kori suspira y decide ignorar ese tema, llevándose uno de los pocos bombones que aun quedaban a la boca.
    "-tengo que empezar a asegurar mas la casa...-"
    "-Diooos, como amo el chocolate¡" el pelinegro abre la caja de bombones que se había comprado, pero al abrir la caja nota algo... "-faltan bombones ¿Cómo es eso posible? vivo solo-" kori suspira y decide ignorar ese tema, llevándose uno de los pocos bombones que aun quedaban a la boca. "-tengo que empezar a asegurar mas la casa...-"
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