• [ 𝑴𝒆 𝒅𝒆𝒎𝒐𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒅é𝒋𝒂𝒎𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒊𝒏𝒇𝒊𝒆𝒓𝒏𝒐 — 𝐁𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐂𝐈𝐀𝐎. | 𝟎𝟎 ]





    Mucho antes de nacer, su vida había dejado de pertenecerle. El destino del hombre que sería estaba escrito, marcado en su piel como un animal antes incluso de respirar, antes de que pudiera si quiera abrir los ojos.

    A los veinte años, su padre terminó de forjarlo. Aquella maldita bestia sin alma.
    La más mínima molestia desaparecía de su camino con la facilidad de un suspiro. No había pena, no existía culpa; la vida ajena no valía nada. Eran sacos de carne desechables, basura humana. Y él había aprendido a tratarlos así.

    Se rodeaba únicamente de perros amaestrados, piezas útiles que podía controlar a voluntad. El resto no merecía ni una mirada. Nadie osaba cuestionarlo, ni siquiera dentro de su propia familia, porque quien lo hacía estaba condenado al mismo infierno que él sabía construir con sus propias manos. Matar dejó de ser un acto aislado: se volvió rutina. Un hábito tedioso, otro labor más de su existencia.

    Ese brillo en los ojos, esa arrogancia cruel, no eran rasgos humanos. La manipulación, el engaño, la máscara de caballerosidad que lo hacía parecer inofensivo, todo estaba incrustado en su carne y en sus huesos. Sostener cabezas aún calientes, con la sangre escurriéndose entre sus dedos, se volvió casi natural. No podía ser de otra forma: había sido moldeado para ello, convertido en un arma desde el primer día. El primogénito de los Di Conti. Ese era su mundo, su condena.

    Nunca soñó con felicidad, ni con ternura, ni con misericordia. Esos conceptos no existían en su diccionario. Solo había un hueco, un vacío incapaz de llenarse. Un muñeco sin alma, un instrumento de obediencia. Incluso al renunciar al apellido, incluso al huir y forjarse un nuevo nombre, la redención nunca llegó. Solo encontró nuevas máscaras, nuevas culpas, nuevas sombras que lo siguieron siempre. Y en esa huida arrastró a todos los que se acercaron demasiado: Rubí, Kiev… nadie escapó limpio de su mancha, mucho menos ahora Vanya.

    Pero algo cambió. Algo que jamás esperaba.
    La muerte llegó para reclamarlo y, aun así, no lo aceptó. Fue condenado de otra manera ¿Qué tan maldito debía estar para que incluso la muerte lo negara?

    Entonces lo sintió. Por primera vez. La conciencia. Ese peso en el pecho que ardía y quemaba como un fuego lento. Lo odiaba. Sentir era debilidad. Pero en las noches la pregunta volvía, implacable, como un cuchillo girando en lo hondo. Durante el último año había probado emociones que lo desgarraban y lo embriagaban a la vez volviéndose casi adicto a sentirlo de varias formas. Había sentido, aunque fuese por segundos, algo parecido a la vida. Algo parecido a ser humano.

    ¿Podía ser feliz? ¿Podía robarle a su condena un instante de paz, aunque efímero?

    No era un santo ni lo sería jamás, lo sabía. Pero esos ojos… esos malditos ojos no veían al monstruo. Lo miraban con ternura, con esperanza, como si aún hubiese algo digno de salvarse. Y eso dolía. Dolía más que cualquier bala, más que cualquier herida. Porque en el fondo temía que lo que más odiaba fuese, justamente, la posibilidad de que todavía quedara un hombre debajo de toda esa sangre.



    [ ... ]


    𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨…

    Fue una de esas mañanas en que el sol se empeñó en iluminar incluso lo que uno preferiría mantener en la sombra. La claridad entró sin permiso, molestándole los párpados hasta obligarlo a cubrirse el rostro con la mano. Sus ojos dorados se abrieron con desgano; Ryan solía levantarse sin problemas, pero esa vez no había dormido bien por los últimos informes que había recibido sobre la situación del ruso y la próxima reunión que esperaba que calmará todo. De igual manera, la cita que tenía lo valía todo.

    𝐎𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨…

    Guardaba en secreto lo más frágil y lo más peligroso que tenía: ella. Una leona que había logrado colarse en su cabeza, rompiendo poco a poco la dureza que siempre lo había acompañado. No supo en qué momento pasó, solo sabía que entre salidas, miradas cómplices, sonrisas robadas y esa forma en que lo miraba, terminó desarmado frente a ella.

    𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… 𝐞 𝐡𝐨 𝐭𝐫𝐨𝐯𝐚𝐭𝐨 𝐥’𝐢𝐧𝐯𝐚𝐬𝐨𝐫.

    En su teléfono aún guardaba una foto, la prueba de que no lo había soñado. Una imagen capaz de arrancarle una sonrisa incluso en medio de la sangre y los informes de la guerra contra el ruso. Cada domingo, cada instante, cada recuerdo: ahí estaba ella.

    Ese día, al terminar de abotonarse la camisa, sus hombros tensos parecieron ceder un poco. El punto de encuentro era una plaza tranquila, casi inocente. No faltaron las bromas, las miradas que quemaban bajo la piel, ni ese beso robado que un niño interrumpió al pasar cerca.

    𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… 𝐨𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨…

    El viaje en auto los llevó a un sitio apartado, demasiado silencioso. La calma parecía tan perfecta que resultaba sospechosa. Ella sonreía, pero en sus ojos había un nerviosismo imposible de ocultar. Bastó el crujido de una rama para romper la paz, y el silencio se volvió pesado, casi insoportable, con esa presencia invisible de enemigos que siempre parecían acecharlo.

    𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… ché 𝐦𝐢 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐢 𝐦𝐨𝐫𝐢𝐫.

    La distancia se hizo enorme en un segundo. Un instante la tenía en sus brazos y al siguiente estaba más cerca del enemigo que de él. Buscó su mirada, queriendo encontrar miedo o desconcierto en ella, pero en su lugar apareció la puntería de varias armas. Los hombres armados lo obligaron a retroceder, a mantenerse lejos. Lo que más lo golpeó no fue el arma, sino verla sin sorpresa en el rostro, como si lo hubiera sabido desde antes. Entonces escuchó la voz de su primo, dulce y venenosa, confirmando lo que ya intuía: una traición. Y las palabras de ella terminaron por firmar su condena.

    Intentó reaccionar, pero fue tarde.

    La primera bala le atravesó el pecho con un estallido seco, directo al ventrículo izquierdo. El golpe lo hizo arquearse hacia atrás, el aire se le escapó de golpe en un jadeo áspero y metálico. Sintió el corazón estallar dentro de su caja torácica, cada latido convertido en un espasmo inútil que expulsaba sangre a borbotones. La camisa blanca se manchó de inmediato, tiñéndose en rojo oscuro mientras sus dedos temblorosos intentaban cubrir la herida, inútilmente. El dolor no era solo físico; era como si lo hubieran arrancado de raíz, como si su propia vida se desangrara en cuestión de segundos.

    Apenas logró inhalar, el segundo disparo llegó. La bala le atravesó el cráneo con un estruendo sordo, despojándolo del mundo en un destello blanco. Por un instante lo invadió un zumbido absoluto, como si el universo entero se partiera en dos, y después vino la nada: helada e impecable.

    Y la última figura que alcanzó a ver, justo antes de que todo se apagara, fue la de ella.


    ❝ - 𝑨𝒚𝒍𝒂 ❞


    El cuerpo del italiano se desplomó con un golpe sordo contra la hierba húmeda. El silencio que siguió fue más cruel que el propio disparo, como si el mundo entero contuviera el aliento para contemplar su caída.

    La sangre brotó al principio en un hilo fino, tímido… pero pronto se desbordó, oscura y espesa, extendiéndose sobre el césped como un manto carmesí. El contraste con el verde fresco resultaba casi obsceno, un cuadro grotesco pintado por la muerte misma.


    ❝ - ¿𝑷𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒓𝒎𝒆? ❞


    La camisa blanca, elegida aquella mañana, se tiñó lentamente, manchándose de rojo como si la tela hubiera esperado ese destino desde siempre. Cada pliegue, cada costura, absorbía la sangre hasta volverse una segunda piel marcada por la violencia.

    El aire olía a hierro. Y mientras los segundos se alargaban, la quietud del cadáver se volvía más aterradora que el estruendo de la bala que lo había derribado.


    ❝ - 𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒊 𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒔... ❞


    Los ojos quedaron abiertos, vacíos, mirando hacia ninguna parte. El brillo que alguna vez desafiaba al mundo entero se había apagado para siempre. El pecho, inmóvil, sin señal de vida. Una respiración que nunca volvió.


    ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂...❞


    La canasta del picnic rodó hasta volcarse, derramando pan, frutas y vino sobre la tierra como una ofrenda rota a los dioses crueles del destino. El líquido carmesí se mezcló con la sangre en el suelo, confundiendo vida y muerte en una misma mancha.

    A un costado, los lentes de sol yacían olvidados, inútiles, como si aún pretendieran protegerlo de un sol que ya no podía ver.

    —Está muerto —anunció uno de los hombres, la voz áspera, definitiva. Había rodeado a ambos junto con los demás, y al tocar el cuello de Ryan no encontró pulso alguno..


    ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒕𝒂𝒓𝒕𝒆.❞


    Pero entonces, una mano emergió de la hierba ensangrentada y detuvo el movimiento de aquel hombre antes de que pensaran en irse, un agarre firme, con un peso que desafiaba el mismo silencio que habia reinado el lugar.


    — ¿A dónde vas, hijo de puta? — gruñó una voz familiar, rota por el dolor pero mezclada con rabia. Ryan miro a este hombre antes de jalarlo hacia el, escasos centímetros antes de tomar su cuello y romperlo.
    [ 𝑴𝒆 𝒅𝒆𝒎𝒐𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒅é𝒋𝒂𝒎𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒊𝒏𝒇𝒊𝒆𝒓𝒏𝒐 — 𝐁𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐂𝐈𝐀𝐎. | 𝟎𝟎 ] Mucho antes de nacer, su vida había dejado de pertenecerle. El destino del hombre que sería estaba escrito, marcado en su piel como un animal antes incluso de respirar, antes de que pudiera si quiera abrir los ojos. A los veinte años, su padre terminó de forjarlo. Aquella maldita bestia sin alma. La más mínima molestia desaparecía de su camino con la facilidad de un suspiro. No había pena, no existía culpa; la vida ajena no valía nada. Eran sacos de carne desechables, basura humana. Y él había aprendido a tratarlos así. Se rodeaba únicamente de perros amaestrados, piezas útiles que podía controlar a voluntad. El resto no merecía ni una mirada. Nadie osaba cuestionarlo, ni siquiera dentro de su propia familia, porque quien lo hacía estaba condenado al mismo infierno que él sabía construir con sus propias manos. Matar dejó de ser un acto aislado: se volvió rutina. Un hábito tedioso, otro labor más de su existencia. Ese brillo en los ojos, esa arrogancia cruel, no eran rasgos humanos. La manipulación, el engaño, la máscara de caballerosidad que lo hacía parecer inofensivo, todo estaba incrustado en su carne y en sus huesos. Sostener cabezas aún calientes, con la sangre escurriéndose entre sus dedos, se volvió casi natural. No podía ser de otra forma: había sido moldeado para ello, convertido en un arma desde el primer día. El primogénito de los Di Conti. Ese era su mundo, su condena. Nunca soñó con felicidad, ni con ternura, ni con misericordia. Esos conceptos no existían en su diccionario. Solo había un hueco, un vacío incapaz de llenarse. Un muñeco sin alma, un instrumento de obediencia. Incluso al renunciar al apellido, incluso al huir y forjarse un nuevo nombre, la redención nunca llegó. Solo encontró nuevas máscaras, nuevas culpas, nuevas sombras que lo siguieron siempre. Y en esa huida arrastró a todos los que se acercaron demasiado: Rubí, Kiev… nadie escapó limpio de su mancha, mucho menos ahora Vanya. Pero algo cambió. Algo que jamás esperaba. La muerte llegó para reclamarlo y, aun así, no lo aceptó. Fue condenado de otra manera ¿Qué tan maldito debía estar para que incluso la muerte lo negara? Entonces lo sintió. Por primera vez. La conciencia. Ese peso en el pecho que ardía y quemaba como un fuego lento. Lo odiaba. Sentir era debilidad. Pero en las noches la pregunta volvía, implacable, como un cuchillo girando en lo hondo. Durante el último año había probado emociones que lo desgarraban y lo embriagaban a la vez volviéndose casi adicto a sentirlo de varias formas. Había sentido, aunque fuese por segundos, algo parecido a la vida. Algo parecido a ser humano. ¿Podía ser feliz? ¿Podía robarle a su condena un instante de paz, aunque efímero? No era un santo ni lo sería jamás, lo sabía. Pero esos ojos… esos malditos ojos no veían al monstruo. Lo miraban con ternura, con esperanza, como si aún hubiese algo digno de salvarse. Y eso dolía. Dolía más que cualquier bala, más que cualquier herida. Porque en el fondo temía que lo que más odiaba fuese, justamente, la posibilidad de que todavía quedara un hombre debajo de toda esa sangre. [ ... ] 𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… Fue una de esas mañanas en que el sol se empeñó en iluminar incluso lo que uno preferiría mantener en la sombra. La claridad entró sin permiso, molestándole los párpados hasta obligarlo a cubrirse el rostro con la mano. Sus ojos dorados se abrieron con desgano; Ryan solía levantarse sin problemas, pero esa vez no había dormido bien por los últimos informes que había recibido sobre la situación del ruso y la próxima reunión que esperaba que calmará todo. De igual manera, la cita que tenía lo valía todo. 𝐎𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨… Guardaba en secreto lo más frágil y lo más peligroso que tenía: ella. Una leona que había logrado colarse en su cabeza, rompiendo poco a poco la dureza que siempre lo había acompañado. No supo en qué momento pasó, solo sabía que entre salidas, miradas cómplices, sonrisas robadas y esa forma en que lo miraba, terminó desarmado frente a ella. 𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… 𝐞 𝐡𝐨 𝐭𝐫𝐨𝐯𝐚𝐭𝐨 𝐥’𝐢𝐧𝐯𝐚𝐬𝐨𝐫. En su teléfono aún guardaba una foto, la prueba de que no lo había soñado. Una imagen capaz de arrancarle una sonrisa incluso en medio de la sangre y los informes de la guerra contra el ruso. Cada domingo, cada instante, cada recuerdo: ahí estaba ella. Ese día, al terminar de abotonarse la camisa, sus hombros tensos parecieron ceder un poco. El punto de encuentro era una plaza tranquila, casi inocente. No faltaron las bromas, las miradas que quemaban bajo la piel, ni ese beso robado que un niño interrumpió al pasar cerca. 𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… 𝐨𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨… El viaje en auto los llevó a un sitio apartado, demasiado silencioso. La calma parecía tan perfecta que resultaba sospechosa. Ella sonreía, pero en sus ojos había un nerviosismo imposible de ocultar. Bastó el crujido de una rama para romper la paz, y el silencio se volvió pesado, casi insoportable, con esa presencia invisible de enemigos que siempre parecían acecharlo. 𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… ché 𝐦𝐢 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐢 𝐦𝐨𝐫𝐢𝐫. La distancia se hizo enorme en un segundo. Un instante la tenía en sus brazos y al siguiente estaba más cerca del enemigo que de él. Buscó su mirada, queriendo encontrar miedo o desconcierto en ella, pero en su lugar apareció la puntería de varias armas. Los hombres armados lo obligaron a retroceder, a mantenerse lejos. Lo que más lo golpeó no fue el arma, sino verla sin sorpresa en el rostro, como si lo hubiera sabido desde antes. Entonces escuchó la voz de su primo, dulce y venenosa, confirmando lo que ya intuía: una traición. Y las palabras de ella terminaron por firmar su condena. Intentó reaccionar, pero fue tarde. La primera bala le atravesó el pecho con un estallido seco, directo al ventrículo izquierdo. El golpe lo hizo arquearse hacia atrás, el aire se le escapó de golpe en un jadeo áspero y metálico. Sintió el corazón estallar dentro de su caja torácica, cada latido convertido en un espasmo inútil que expulsaba sangre a borbotones. La camisa blanca se manchó de inmediato, tiñéndose en rojo oscuro mientras sus dedos temblorosos intentaban cubrir la herida, inútilmente. El dolor no era solo físico; era como si lo hubieran arrancado de raíz, como si su propia vida se desangrara en cuestión de segundos. Apenas logró inhalar, el segundo disparo llegó. La bala le atravesó el cráneo con un estruendo sordo, despojándolo del mundo en un destello blanco. Por un instante lo invadió un zumbido absoluto, como si el universo entero se partiera en dos, y después vino la nada: helada e impecable. Y la última figura que alcanzó a ver, justo antes de que todo se apagara, fue la de ella. ❝ - 𝑨𝒚𝒍𝒂 ❞ El cuerpo del italiano se desplomó con un golpe sordo contra la hierba húmeda. El silencio que siguió fue más cruel que el propio disparo, como si el mundo entero contuviera el aliento para contemplar su caída. La sangre brotó al principio en un hilo fino, tímido… pero pronto se desbordó, oscura y espesa, extendiéndose sobre el césped como un manto carmesí. El contraste con el verde fresco resultaba casi obsceno, un cuadro grotesco pintado por la muerte misma. ❝ - ¿𝑷𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒓𝒎𝒆? ❞ La camisa blanca, elegida aquella mañana, se tiñó lentamente, manchándose de rojo como si la tela hubiera esperado ese destino desde siempre. Cada pliegue, cada costura, absorbía la sangre hasta volverse una segunda piel marcada por la violencia. El aire olía a hierro. Y mientras los segundos se alargaban, la quietud del cadáver se volvía más aterradora que el estruendo de la bala que lo había derribado. ❝ - 𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒊 𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒔... ❞ Los ojos quedaron abiertos, vacíos, mirando hacia ninguna parte. El brillo que alguna vez desafiaba al mundo entero se había apagado para siempre. El pecho, inmóvil, sin señal de vida. Una respiración que nunca volvió. ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂...❞ La canasta del picnic rodó hasta volcarse, derramando pan, frutas y vino sobre la tierra como una ofrenda rota a los dioses crueles del destino. El líquido carmesí se mezcló con la sangre en el suelo, confundiendo vida y muerte en una misma mancha. A un costado, los lentes de sol yacían olvidados, inútiles, como si aún pretendieran protegerlo de un sol que ya no podía ver. —Está muerto —anunció uno de los hombres, la voz áspera, definitiva. Había rodeado a ambos junto con los demás, y al tocar el cuello de Ryan no encontró pulso alguno.. ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒕𝒂𝒓𝒕𝒆.❞ Pero entonces, una mano emergió de la hierba ensangrentada y detuvo el movimiento de aquel hombre antes de que pensaran en irse, un agarre firme, con un peso que desafiaba el mismo silencio que habia reinado el lugar. — ¿A dónde vas, hijo de puta? — gruñó una voz familiar, rota por el dolor pero mezclada con rabia. Ryan miro a este hombre antes de jalarlo hacia el, escasos centímetros antes de tomar su cuello y romperlo.
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  • Yo, .. el que no tiene derecho alguno, ese mismo, yo, el que te ama, te anhela y en la oscuridad te cuida, tu sombra, tu tirano, tu andar .

    Hoy te pido déjame soñar, porque hoy quiero soñar, necesito dormir y abrazarte en lugar de extrañarte, hoy por ser hoy y nada más, quiero soñar, quiero colgar la máscara del Tirano, déjame que mi alma se derrama y eso no sucede siempre, llueve en mi por los besos que te jure y no te di, y entonces yo colgando el orgullo diré que quiero soñar con usted

    Soñaré.. no como el Rey, tampoco el arrepentido y mucho menos el esclavo, soñaré como un Pirata, si.. con una camisa blanca medio abotonada, un pañuelo con tu bandera en mi cabeza y un viejo sombrero de cuero, un pantalón de tela gastado y botas con suela forjada en acero, es mi navío volador, conquistador de la nubes y Encantador de la Luna, las radiantes estrellas son islas en la inmensa oscuridad del universo, nuestro mar, nuestra historia en las estrellas, la que no podemos negar y de la cual tampoco hablar, ave mía yo soñé como el pirata, el gigante navío Encantador, se mantiene oculto usando la noche como cómplice, ha descendido una escalera en el patio de tu casa, he venido yo y he tocado un par de veces el cristal de tu ventana, me viste y sin pensarlo saltaste sobre mi, es así, yo te abrace con toda mi alma, la escalera colgante fue subiendo al tiempo que nos dábamos besos, llegamos al barco en medio de besos y reclamos, nos abrazamos, y el sueño nos llevó a un lugar que solo existe para nadie mas, nuestro hogar .

    Dulce ironía
    Verso Aldebaran .
    Yo, .. el que no tiene derecho alguno, ese mismo, yo, el que te ama, te anhela y en la oscuridad te cuida, tu sombra, tu tirano, tu andar . Hoy te pido déjame soñar, porque hoy quiero soñar, necesito dormir y abrazarte en lugar de extrañarte, hoy por ser hoy y nada más, quiero soñar, quiero colgar la máscara del Tirano, déjame que mi alma se derrama y eso no sucede siempre, llueve en mi por los besos que te jure y no te di, y entonces yo colgando el orgullo diré que quiero soñar con usted Soñaré.. no como el Rey, tampoco el arrepentido y mucho menos el esclavo, soñaré como un Pirata, si.. con una camisa blanca medio abotonada, un pañuelo con tu bandera en mi cabeza y un viejo sombrero de cuero, un pantalón de tela gastado y botas con suela forjada en acero, es mi navío volador, conquistador de la nubes y Encantador de la Luna, las radiantes estrellas son islas en la inmensa oscuridad del universo, nuestro mar, nuestra historia en las estrellas, la que no podemos negar y de la cual tampoco hablar, ave mía yo soñé como el pirata, el gigante navío Encantador, se mantiene oculto usando la noche como cómplice, ha descendido una escalera en el patio de tu casa, he venido yo y he tocado un par de veces el cristal de tu ventana, me viste y sin pensarlo saltaste sobre mi, es así, yo te abrace con toda mi alma, la escalera colgante fue subiendo al tiempo que nos dábamos besos, llegamos al barco en medio de besos y reclamos, nos abrazamos, y el sueño nos llevó a un lugar que solo existe para nadie mas, nuestro hogar . Dulce ironía Verso Aldebaran .
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  • La puerta del apartamento se cerró con un golpe seco. Michael apoyó la espalda contra ella y dejó escapar un largo suspiro. Sus pasos resonaron en el suelo de madera mientras se dirigía al perchero, se quitaba el saco y lo lanzaba sobre la silla con un gesto cansado pero elegante.

    Frente al espejo, comenzó a abotonarse la camisa despacio, casi como si fuera parte de un ritual.
    —Damas y caballeros del jurado —murmuró para sí, con una media sonrisa—, permítanme presentarles la evidencia que nadie vio venir…

    Encendió su laptop con un golpe teatral sobre la tapa. La pantalla iluminó su rostro, resaltando la expresión de satisfacción que solo un abogado que acaba de ganar media batalla podía tener.

    Sacó los anteojos del bolsillo, los conectó y se cruzó de brazos mientras el video empezaba a reproducirse. Allí estaba todo: las reuniones clandestinas, los sobornos, el plan para incriminar a su cliente… y, al final, la caótica huida de Michael por los pasillos oscuros de la fábrica.

    Cuando llegó a la parte final, el video lo mostró tomando por el cuello a uno de los hombres que lo había emboscado, aplicando una llave mata león hasta que quedó inconsciente en el suelo.

    Michael detuvo la reproducción en ese fotograma.

    El apartamento quedó en silencio, solo el zumbido de la computadora llenaba el aire.
    Michael se inclinó sobre el teclado, los dedos flotando sobre la tecla de recorte.

    —¿Lo dejo… o lo corto? —murmuró, hablando consigo mismo—.

    Una risa baja escapó de sus labios.
    —Si lo dejo, el fiscal se va a retorcer de la rabia… pero también podría usarlo para pintarme como un matón.

    Se reclinó en la silla, observando la imagen congelada del hombre inconsciente. Sus ojos brillaron, primero de duda y luego de resolución.

    —Bah… —dijo finalmente, sonriendo con un aire desafiante—. Que lo vean todo. Así sabrán que no fue suerte, fue justicia.

    Presionó la tecla de guardado y el archivo comenzó a subirse a su servidor seguro. Michael tomó aire, se ajustó los anteojos y murmuró con voz firme:
    —Mañana, todo esto será un espectáculo… jajaja me muero por ver la cara de falcone.


    #SeductiveSunday
    La puerta del apartamento se cerró con un golpe seco. Michael apoyó la espalda contra ella y dejó escapar un largo suspiro. Sus pasos resonaron en el suelo de madera mientras se dirigía al perchero, se quitaba el saco y lo lanzaba sobre la silla con un gesto cansado pero elegante. Frente al espejo, comenzó a abotonarse la camisa despacio, casi como si fuera parte de un ritual. —Damas y caballeros del jurado —murmuró para sí, con una media sonrisa—, permítanme presentarles la evidencia que nadie vio venir… Encendió su laptop con un golpe teatral sobre la tapa. La pantalla iluminó su rostro, resaltando la expresión de satisfacción que solo un abogado que acaba de ganar media batalla podía tener. Sacó los anteojos del bolsillo, los conectó y se cruzó de brazos mientras el video empezaba a reproducirse. Allí estaba todo: las reuniones clandestinas, los sobornos, el plan para incriminar a su cliente… y, al final, la caótica huida de Michael por los pasillos oscuros de la fábrica. Cuando llegó a la parte final, el video lo mostró tomando por el cuello a uno de los hombres que lo había emboscado, aplicando una llave mata león hasta que quedó inconsciente en el suelo. Michael detuvo la reproducción en ese fotograma. El apartamento quedó en silencio, solo el zumbido de la computadora llenaba el aire. Michael se inclinó sobre el teclado, los dedos flotando sobre la tecla de recorte. —¿Lo dejo… o lo corto? —murmuró, hablando consigo mismo—. Una risa baja escapó de sus labios. —Si lo dejo, el fiscal se va a retorcer de la rabia… pero también podría usarlo para pintarme como un matón. Se reclinó en la silla, observando la imagen congelada del hombre inconsciente. Sus ojos brillaron, primero de duda y luego de resolución. —Bah… —dijo finalmente, sonriendo con un aire desafiante—. Que lo vean todo. Así sabrán que no fue suerte, fue justicia. Presionó la tecla de guardado y el archivo comenzó a subirse a su servidor seguro. Michael tomó aire, se ajustó los anteojos y murmuró con voz firme: —Mañana, todo esto será un espectáculo… jajaja me muero por ver la cara de falcone. #SeductiveSunday
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  • 🎮 One, Two, Three, Four, I Declare a Thumb War
    Categoría Original
    𝐏 𝐀 𝐑 𝐀 𝐍 𝐎 𝐗

    Toc, toc, toc. "¡Vamos, vamos, solo un nivel más! " Yuzu murmuró para sí misma, con la cara iluminada debido al resplandor azul de la pantalla. Estaba sentada en su silla favorita con las piernas cruzadas y una bolsa de galletas medio vacía a su lado.

    Sus dedos se movían más qhe veloces sobre el teclado enfrentando un minijuego infantil que había encontrado por casualidad mientras navegaba sin rumbo por una página de juegos antiguos:Thumb War 2003. Aunque la idea era simple (un duelo de pulgares virtuales con otros jugadores) algo en la torpeza pixelada del mismo la había atrapado de forma inexplicable.

    Cada victoria desbloqueaba una rima nueva, cada derrota venía acompañada de un sonido ridículo que la hacía reír como una tonta.
    Hasta que…

    ¡BRRRZ!

    La pantalla parpadeó. Yuzu dejó de masticar.

    Un mensaje en letras rojas apareció sobre el fondo del juego:
    ¿Buscas algo más divertido, Yuzuha?
    One, Two, Three, Four... I Declare a Thumb War… Real Edition.
    Escanea el código y acepta el desafío.
    Solo jugadores valientes.
    Un código QR vibraba suavemente en el centro de la pantalla como si latiera a ritmo de su corazón. Yuzu parpadeó, confundida pensando que se trataba de alguna codifícación extraordinaria ¿Un ARG oculto? ¿Una broma? Pero sinadie más sabía que estaba jugando este juego… ¿cierto?

    "Real edition" se repitió en voz baja, con una ceja arqueada y una sonrisa crecientepor la emoción de algo nuevo. Suena justo como mi tipo de aventura.

    Cinco minutos después ya tenía su mochila lista una linterna, una libreta, algunos bocadillos, su navaja multiusos y el colgante de la suerte que siempre llevaba en aventuras raras.

    Escaneó el código con su celular y un mapa se desplegó en su pantalla que la llevaría hacia un edificio abandonado a las afueras del pueblo.

    Antes de salir, se detuvo un segundo frente al espejo. "¿Qué es lo peor que le podría pasar a alguien que solo intenta morir?" dijo entre dientes, sonriendo con emoción mientras salía corriendo por la puerta.

    Lo que Yuzuha aún no sabía es que este juego no se jugaba con botones. Ni con pulgares. Y que no todos los jugadores que aceptaban la invitación volvían a casa.
    [P4ranox] Toc, toc, toc. "¡Vamos, vamos, solo un nivel más! " Yuzu murmuró para sí misma, con la cara iluminada debido al resplandor azul de la pantalla. Estaba sentada en su silla favorita con las piernas cruzadas y una bolsa de galletas medio vacía a su lado. Sus dedos se movían más qhe veloces sobre el teclado enfrentando un minijuego infantil que había encontrado por casualidad mientras navegaba sin rumbo por una página de juegos antiguos:Thumb War 2003. Aunque la idea era simple (un duelo de pulgares virtuales con otros jugadores) algo en la torpeza pixelada del mismo la había atrapado de forma inexplicable. Cada victoria desbloqueaba una rima nueva, cada derrota venía acompañada de un sonido ridículo que la hacía reír como una tonta. Hasta que… ¡BRRRZ! La pantalla parpadeó. Yuzu dejó de masticar. Un mensaje en letras rojas apareció sobre el fondo del juego: 🎲 ¿Buscas algo más divertido, Yuzuha? 💀 One, Two, Three, Four... I Declare a Thumb War… Real Edition. 🕹️ Escanea el código y acepta el desafío. ⚠️ Solo jugadores valientes. Un código QR vibraba suavemente en el centro de la pantalla como si latiera a ritmo de su corazón. Yuzu parpadeó, confundida pensando que se trataba de alguna codifícación extraordinaria ¿Un ARG oculto? ¿Una broma? Pero sinadie más sabía que estaba jugando este juego… ¿cierto? "Real edition" se repitió en voz baja, con una ceja arqueada y una sonrisa crecientepor la emoción de algo nuevo. Suena justo como mi tipo de aventura. Cinco minutos después ya tenía su mochila lista una linterna, una libreta, algunos bocadillos, su navaja multiusos y el colgante de la suerte que siempre llevaba en aventuras raras. Escaneó el código con su celular y un mapa se desplegó en su pantalla que la llevaría hacia un edificio abandonado a las afueras del pueblo. Antes de salir, se detuvo un segundo frente al espejo. "¿Qué es lo peor que le podría pasar a alguien que solo intenta morir?" dijo entre dientes, sonriendo con emoción mientras salía corriendo por la puerta. Lo que Yuzuha aún no sabía es que este juego no se jugaba con botones. Ni con pulgares. Y que no todos los jugadores que aceptaban la invitación volvían a casa.
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  • - Llegó a casa para descansar luego de terminar las labores, se sacó las botas y y desabrochó los botones superiores-

    Bien Salem, quieres apostar tu casa en Suiza?

    Salem: si me das la casa en Irlanda, te daré la de Suiza.

    Si me ganas está vez te compro croquetas premium..

    #SeductiveSunday
    - Llegó a casa para descansar luego de terminar las labores, se sacó las botas y y desabrochó los botones superiores- Bien Salem, quieres apostar tu casa en Suiza? Salem: si me das la casa en Irlanda, te daré la de Suiza. Si me ganas está vez te compro croquetas premium.. #SeductiveSunday
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  • La biblioteca estaba en silencio, como si el mundo hubiese decidido hacer una pausa. El sol se filtraba por los ventanales altos, tiñendo de oro viejo las mesas y estanterías mientras Lilith sentada sola, con su celular en mano, habia terminado su tarea asi que prefirio pasar un tiempo solo ella, su celular y el carrete de fotos, buscando borrar fotos de poco valor o imagenes que solo ocupaban espacio.
    Hasta que se detuvo en una foto que la hizo mirar el celular con seriedad, con dolor , y peor aun con verguenza.
    La foto la mostraba sonriendo, su rostro tomado con amor por su ex. El chico que alguna vez le prometió que no le importaba su apellido, ni su historia, ni el peso que cargaba, pero no habia nada mas falso que esas palabras vacias.

    Las voces de las chicas de la escuela regresaron como ecos venenosos “Te aman por tu apellido.”, “Es fácil atraer chicos cuando eres una Blackwood.”, “¿De verdad crees que él está contigo porque te ama?”, “Barata.”, “Ilusa.”
    Y luego, la peor herida. La que no venía de rumores, sino de su propia boca, aquel día en que él la dejó:
    “Agh debiste decirme eso desde un inicio, no sere parte de los Blackwood aunque me case contigo... solo perdi mi tiempo"

    El Eco de esas palabras aun dolia, pero lo que parecia doler mas era saber, que era verdad que no tenia amistades sinceras mas que sus hermanos, que nadie la amaria por quien era y no lo que representaba su apellido, con frialdad en su mirada y apretando el boton de borrar elimino la foto, como si eso eliminara tambien el dolor que sentia.

    Sin animo se mostarse como "Lilith Blackwood" solo recargo su dorso en la mesa de la biblioteca para poder cerrar los ojos esperando que esos recuerdos se fueran.
    La biblioteca estaba en silencio, como si el mundo hubiese decidido hacer una pausa. El sol se filtraba por los ventanales altos, tiñendo de oro viejo las mesas y estanterías mientras Lilith sentada sola, con su celular en mano, habia terminado su tarea asi que prefirio pasar un tiempo solo ella, su celular y el carrete de fotos, buscando borrar fotos de poco valor o imagenes que solo ocupaban espacio. Hasta que se detuvo en una foto que la hizo mirar el celular con seriedad, con dolor , y peor aun con verguenza. La foto la mostraba sonriendo, su rostro tomado con amor por su ex. El chico que alguna vez le prometió que no le importaba su apellido, ni su historia, ni el peso que cargaba, pero no habia nada mas falso que esas palabras vacias. Las voces de las chicas de la escuela regresaron como ecos venenosos “Te aman por tu apellido.”, “Es fácil atraer chicos cuando eres una Blackwood.”, “¿De verdad crees que él está contigo porque te ama?”, “Barata.”, “Ilusa.” Y luego, la peor herida. La que no venía de rumores, sino de su propia boca, aquel día en que él la dejó: “Agh debiste decirme eso desde un inicio, no sere parte de los Blackwood aunque me case contigo... solo perdi mi tiempo" El Eco de esas palabras aun dolia, pero lo que parecia doler mas era saber, que era verdad que no tenia amistades sinceras mas que sus hermanos, que nadie la amaria por quien era y no lo que representaba su apellido, con frialdad en su mirada y apretando el boton de borrar elimino la foto, como si eso eliminara tambien el dolor que sentia. Sin animo se mostarse como "Lilith Blackwood" solo recargo su dorso en la mesa de la biblioteca para poder cerrar los ojos esperando que esos recuerdos se fueran.
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  • La luz del amanecer se colaba entre las cortinas, bañando la habitación en tonos dorados y azulados. Lilith Blackwood se encontraba frente al espejo, con el uniforme aún a medio abotonar. Su cabello blanco, con reflejos dorados, caía en ondas suaves sobre sus hombros mientras recogía algunos mechones con una cinta azul marino que hacía juego con su falda.

    —Demasiado formal— murmuró, ladeando la cabeza con una sonrisa traviesa. Luego soltó la cinta y dejó que su cabello cayera libre, rebelde, como ella.

    Sus ojos azules se encontraron con su reflejo. No era vanidad lo que brillaba en ellos, sino estrategia. Sabía que su apariencia era una herramienta, y la manejaba con la precisión de una artista.

    —"Lilith, ¿ya estás lista?" —la voz de Helena, una de sus hermanas mayores, se escuchó desde el pasillo.

    Lilith sonrió sin apartar la vista del espejo.

    —Casi. No quiero parecer demasiado despierta tan temprano. Es un crimen contra el misterio.—

    Helena soltó una risa suave desde el otro lado de la puerta.

    —Tú y tus encantos. ¿Algún plan para hoy?—

    Lilith se giró lentamente, alisando la tela de su blazer con delicadeza.

    —Nada en particular. Solo dejar que el día se enamore de mí.—

    Helena bufó divertida.

    —Eres imposible.—

    —Lo sé— respondió Lilith con una sonrisa encantadora, la misma que desarmaba profesores, confundía rivales y hacía que los pasillos se llenaran de susurros.

    Tomó su bolso, roció un poco de perfume en sus muñecas —floral, con un fondo amaderado— y se dirigió a la puerta. Antes de salir, se detuvo un segundo, mirando por la ventana el paisaje nevado de Noruega.

    —Hoy... será interesante—

    Y con ese susurro, Lilith Blackwood salió de la habitación.
    La luz del amanecer se colaba entre las cortinas, bañando la habitación en tonos dorados y azulados. Lilith Blackwood se encontraba frente al espejo, con el uniforme aún a medio abotonar. Su cabello blanco, con reflejos dorados, caía en ondas suaves sobre sus hombros mientras recogía algunos mechones con una cinta azul marino que hacía juego con su falda. —Demasiado formal— murmuró, ladeando la cabeza con una sonrisa traviesa. Luego soltó la cinta y dejó que su cabello cayera libre, rebelde, como ella. Sus ojos azules se encontraron con su reflejo. No era vanidad lo que brillaba en ellos, sino estrategia. Sabía que su apariencia era una herramienta, y la manejaba con la precisión de una artista. —"Lilith, ¿ya estás lista?" —la voz de Helena, una de sus hermanas mayores, se escuchó desde el pasillo. Lilith sonrió sin apartar la vista del espejo. —Casi. No quiero parecer demasiado despierta tan temprano. Es un crimen contra el misterio.— Helena soltó una risa suave desde el otro lado de la puerta. —Tú y tus encantos. ¿Algún plan para hoy?— Lilith se giró lentamente, alisando la tela de su blazer con delicadeza. —Nada en particular. Solo dejar que el día se enamore de mí.— Helena bufó divertida. —Eres imposible.— —Lo sé— respondió Lilith con una sonrisa encantadora, la misma que desarmaba profesores, confundía rivales y hacía que los pasillos se llenaran de susurros. Tomó su bolso, roció un poco de perfume en sus muñecas —floral, con un fondo amaderado— y se dirigió a la puerta. Antes de salir, se detuvo un segundo, mirando por la ventana el paisaje nevado de Noruega. —Hoy... será interesante— Y con ese susurro, Lilith Blackwood salió de la habitación.
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    //Friendly reminder está no es una cuenta +18, pero recicle una que lo tenía así que no puedo quitarle el botoncito
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  • El mar rugía con un ritmo tranquilo cuando el pequeño vagabundo, acurrucado dentro de un tonel lleno de cebollas, sintió que el barco se detenía. Apenas escuchó el rechinar de las cuerdas, se incorporó como un resorte y trepó por la escotilla. Sus ojos grandes y llenos de asombro brillaron al ver **una isla desconocida**, envuelta por una niebla suave y árboles que parecían cantar con el viento.

    —¡Tierraaa! —dijo con emoción, lanzándose del barco con un salto ágil. Rodó al caer en la arena y corrió directo hacia lo desconocido con su mochila parchada y la brújula rota tintineando en su cuello.

    Pronto encontró una **aldea sencilla pero alegre**, de casas de madera y faroles colgantes. La gente, con sonrisas honestas, lo recibió con calidez. Le dieron fruta, pan suave, e incluso un par de botones brillantes como regalo.

    —¡Son tan buenas personas! —decía el Pequeño Vagabundo mientras giraba sobre sí mismo, sosteniendo una manzana como si fuera un trofeo.

    Pero la alegría se rompió de pronto.

    Un sonido rasposo y antinatural emergió del bosque cercano, como si alguien chirriara metal oxidado con insectos. Desde entre los árboles aparecieron criaturas horribles: **monstruos híbridos**, retorcidos, con cuerpos grotescos. Uno de ellos tenía **orejas largas como un conejo, patas traseras de grillo, torso humanoide y una sonrisa malvada**.

    —¡NOOOO! —gritaron algunos aldeanos, mientras corrían. Otros fueron atrapados, arrastrados por los monstruos. Algunos, sin suerte, eran devorados frente a sus ojos.

    El pequeño vagabundo tembló…



    pero no de miedo.

    —Eso no se hace… eso... ¡ESTÁ MAL!

    Sus ojos se llenaron de una determinación feroz. La brisa agitó su cabello y sus pecas parecieron encenderse como estrellas diminutas. Apretó sus puños.

    Con un grito potente, cargado de emoción y furia, corrió directo hacia el monstruo conejo-grillo que se relamía los dientes, acercándose a un anciano caído. El pequeño saltó con una pierna por delante.

    —★ ¡YA BASTA, TONTOS MONSTRUOS! —gritó con toda su alma.

    **¡CRACK!**
    La patada golpeó al monstruo justo en el rostro, enviándolo hacia atrás como un saco de huesos retorcidos, haciéndolo estrellarse contra un carrito de frutas.

    El polvo se levantó. Los aldeanos lo miraban sin comprender del todo la. "Valentía del pequeño".
    El mar rugía con un ritmo tranquilo cuando el pequeño vagabundo, acurrucado dentro de un tonel lleno de cebollas, sintió que el barco se detenía. Apenas escuchó el rechinar de las cuerdas, se incorporó como un resorte y trepó por la escotilla. Sus ojos grandes y llenos de asombro brillaron al ver **una isla desconocida**, envuelta por una niebla suave y árboles que parecían cantar con el viento. —¡Tierraaa! —dijo con emoción, lanzándose del barco con un salto ágil. Rodó al caer en la arena y corrió directo hacia lo desconocido con su mochila parchada y la brújula rota tintineando en su cuello. Pronto encontró una **aldea sencilla pero alegre**, de casas de madera y faroles colgantes. La gente, con sonrisas honestas, lo recibió con calidez. Le dieron fruta, pan suave, e incluso un par de botones brillantes como regalo. —¡Son tan buenas personas! —decía el Pequeño Vagabundo mientras giraba sobre sí mismo, sosteniendo una manzana como si fuera un trofeo. Pero la alegría se rompió de pronto. Un sonido rasposo y antinatural emergió del bosque cercano, como si alguien chirriara metal oxidado con insectos. Desde entre los árboles aparecieron criaturas horribles: **monstruos híbridos**, retorcidos, con cuerpos grotescos. Uno de ellos tenía **orejas largas como un conejo, patas traseras de grillo, torso humanoide y una sonrisa malvada**. —¡NOOOO! —gritaron algunos aldeanos, mientras corrían. Otros fueron atrapados, arrastrados por los monstruos. Algunos, sin suerte, eran devorados frente a sus ojos. El pequeño vagabundo tembló… pero no de miedo. —Eso no se hace… eso... ¡ESTÁ MAL! Sus ojos se llenaron de una determinación feroz. La brisa agitó su cabello y sus pecas parecieron encenderse como estrellas diminutas. Apretó sus puños. Con un grito potente, cargado de emoción y furia, corrió directo hacia el monstruo conejo-grillo que se relamía los dientes, acercándose a un anciano caído. El pequeño saltó con una pierna por delante. —★ ¡YA BASTA, TONTOS MONSTRUOS! —gritó con toda su alma. **¡CRACK!** La patada golpeó al monstruo justo en el rostro, enviándolo hacia atrás como un saco de huesos retorcidos, haciéndolo estrellarse contra un carrito de frutas. El polvo se levantó. Los aldeanos lo miraban sin comprender del todo la. "Valentía del pequeño".
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  • "Perdóneme padre, porque he pecado
    Fandom Supernatural || The Vampire Diaries
    Categoría Drama
    ㅤㅤㅤ¿𝐻𝑎𝑠 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑑𝑜, ℎ𝑖𝑗𝑎? —𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑜́ 𝑒́𝑙.
    ㅤㅤㅤ¿𝑈𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎 𝑝𝑖𝑎𝑑𝑜𝑠𝑎 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎? — 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖𝑜́ 𝑒𝑙𝑙𝑎.

    ㅤㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 𝐕𝐈𝐈
    ㅤㅤㅤㅤㅤ˹ Dean Winchester


    ㅤㅤㅤY podía parecer que después de aquella aventura, que después de su visita por la caja terapéutica todo iba bien, por fin… ¿verdad? Bueno, en realidad sí. Todo iba bien. Hope y Dean pasaron aquella primera noche juntos. La verdad era que la tríbrida no tenia demasiado interés en separarse del cazador. No después de haber perdido tanto tiempo a su lado. Esa noche solo quiso… disfrutar de su recién recuperada relacion. Dejar que las sensaciones que Dean le hacia sentir la embargaran. Y perdió la noción del tiempo entre aquellas sábanas. Seguros de que nadie podría interrumpirlos se dedicaron a ellos mismos en el interior de aquella habitación. Se dedicaron a volver a conocerse, a demostrarse que se querían.

    Asi que no era de extrañar que ambos ignorasen las mil alarmas de sus teléfonos móviles. Tanto ellos como sus cuerpos habían sido sometidos a demasiado estrés durante las ultimas horas. Y sobre todo, Dean, al ver su libre albedrio comprometido bajo el control de aquel orbe marca Mikaelson.

    Hope despertó antes que Dean, quien dormía plácidamente, boca abajo y con un brazo bajo la almohada. Y no pudo evitar quedarse mirándolo durante… no supo durante cuanto tiempo. En ese momento pensaba demasiadas cosas. En lo cabezota y testarudo que era cuando queria, en lo cerca que había estado todo de irse a la mierda, en lo mal que se sentiría a esas alturas si hubiera vuelto a Nueva Orleans… Pensaba en que lo queria. Contra todo pronostico y por raro que sonase se había enamorado de él hasta niveles que siquiera ella era capaz de comprender. Y, estaba segura, lo queria más de lo que había querido a Landon. No había una forma de medirlo, claro…

    A sus pensamientos llegó el recuerdo de lo ocurrido en Morrill.

    “Tú… tú me ayudas, Hope. Tu presencia, tu cercanía calma el instinto asesino que pulsa por salir… “

    Sabia que esas palabras habían sido pronunciadas dentro del estresante contexto de aquella frustrante aventura, claro. Pero tambien sabia que ese sentimiento nacía de alguna parte. Era real. Si ella era capaz de calmar el instinto asesino provocado por un cacharro mágico infernal, es que era capaz de actuar como elemento relajante en la vida de Dean. Por parte de Hope, sabia que con él se sentía a salvo. Sabia que si él estaba cerca no había nada que temer. Aunque había tenido miedo cuando aquella bruja hacia intentado robarle su cuerpo, la verdad era que nunca había dejado de confiar en Dean Winchester. Ni siquiera cuando casi murieron congelados. Siempre tuvo fe en él. Puede que Dean fuera la única persona en el planeta tierra que no podría decepcionarla.

    Asegurándose de que, tras levantarse de la cama, Dean seguía durmiendo, la tríbrida buscó su ropa interior y una de las camisas del Winchester. Y mientras se la abotonaba susurró “Finite” para deshacer el hechizo de encierro sobre aquella habitación. Salió con cuidado de no hacer ruido y caminó descalza hasta la cocina donde se encontró con Hati y Sam quienes parecían haber terminado con una sesión de entrenamiento.

    -¡Vaya! ¡Hola! -saludó un sorprendido Sam tras parar la batidora donde estaba preparándole un batido de fresas y plátano a Hati, a juzgar por la expresión impaciente en el rostro de la morena- ¿Ha ido… todo bien?

    Hope fue incapaz de ocultar su sonrisa algo tímida.

    -Demasiado bien… -confirmó mientras se apartaba cabello del rostro- Parece que ha entrado en razón… -asintió ella- Asi que no va a dejarme y… yo no voy a irme a ninguna parte…
    Sam y Hati la miraron de arriba abajo.

    -Asi que… ¿habéis vuelto? -preguntó Hati.

    Hope asintió.

    -El mundo vuelve a ser un lugar mejor…- rio ella.

    Sam alzó las cejas, sorprendido.

    -Esa caja ha sido lo primero que ha conseguido hacer cambiar de opinión a Dean en treinta y siete años… Deberíamos darle una medalla al tal Vardilio… -bromeó Sam.

    -Vardemus. Profesor Vardemus…- rio Hope- Voy a hacer algo de desayunar… Me muero de hambre… Y me imagino que Dean también…

    >> Media hora después y con una bandeja con dos cafés, huevos y bacon, Hope entraba en la habitación del cazador y dejaba la bandeja en la mesilla antes de subirse a la cama para acercarse a Dean. Seguía totalmente dormido, asi que Hope se subió a la cama y depositó una hilera de besos en el hombro de Dean, descendiendo luego por su espalda. Y aunque estaba claro que el calor del bunker había arrancado un ligero sudor en la piel masculina durante la noche, a la Mikaelson no le importó.

    -Buenos dias… -canturreó ella ascendiendo hasta su mejilla donde dejó un largo trecho de cortos besitos- Te he hecho huevos y bacon…

    Y pareció que esas palabras eran la alarma perfecta para el cazador. Un rato después ambos disfrutaban de aquel nuevo primer desayuno de pareja. Después de un momento de esparcimiento, el gesto de Hope se tornó serio a la vez que sus pensamientos viajaban hacia ese pequeño, ínfimo y minúsculo tema que no había tratado con Dean porque habían cortado…

    -Dean… -habló ella con voz suave dejando un trozo de bacon sobre la bandeja- Hay algo que no te he contado… Tú y yo habíamos cortado y… y yo pensaba irme del bunker, asi que no creí que… necesitaras saberlo. Sé que vas a cabrearte conmigo, pero…

    La expresión en el rostro de Dean era un poema, y Hope inspiró profundamente buscando fuerzas para decir lo que tenia que decir.

    -Se trata de un asunto familiar… Si mi destino al salir de aquí era Nueva Orleans es porque… Bueno, unos dias después de que tú y yo cortásemos me llamó mi tia Freya. Tenia noticias de mi padre… -sabia que esa última frase cortocircuitaría el cerebro de Dean, asi que decidió soltarlo todo de golpe- Han vuelto. Él y mi tio Elijah. Los dos han vuelto… Y hay bastantes probabilidades de que tambien haya regresado mi madre… Aunque no lo sé con certeza… Creo que no quieren decírmelo para que no me haga ilusiones…


    creds:
    psd: https://www.deviantart.com/tigeredits/art/Buzzkill-PSD-collab-with-wheeinisaqueen-944906883
    ㅤㅤㅤ¿𝐻𝑎𝑠 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑑𝑜, ℎ𝑖𝑗𝑎? —𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑜́ 𝑒́𝑙. ㅤㅤㅤ¿𝑈𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎 𝑝𝑖𝑎𝑑𝑜𝑠𝑎 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑎? — 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖𝑜́ 𝑒𝑙𝑙𝑎. ㅤㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 𝐕𝐈𝐈 ㅤㅤㅤㅤㅤ˹ [BxbyDriver] ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤY podía parecer que después de aquella aventura, que después de su visita por la caja terapéutica todo iba bien, por fin… ¿verdad? Bueno, en realidad sí. Todo iba bien. Hope y Dean pasaron aquella primera noche juntos. La verdad era que la tríbrida no tenia demasiado interés en separarse del cazador. No después de haber perdido tanto tiempo a su lado. Esa noche solo quiso… disfrutar de su recién recuperada relacion. Dejar que las sensaciones que Dean le hacia sentir la embargaran. Y perdió la noción del tiempo entre aquellas sábanas. Seguros de que nadie podría interrumpirlos se dedicaron a ellos mismos en el interior de aquella habitación. Se dedicaron a volver a conocerse, a demostrarse que se querían. Asi que no era de extrañar que ambos ignorasen las mil alarmas de sus teléfonos móviles. Tanto ellos como sus cuerpos habían sido sometidos a demasiado estrés durante las ultimas horas. Y sobre todo, Dean, al ver su libre albedrio comprometido bajo el control de aquel orbe marca Mikaelson. Hope despertó antes que Dean, quien dormía plácidamente, boca abajo y con un brazo bajo la almohada. Y no pudo evitar quedarse mirándolo durante… no supo durante cuanto tiempo. En ese momento pensaba demasiadas cosas. En lo cabezota y testarudo que era cuando queria, en lo cerca que había estado todo de irse a la mierda, en lo mal que se sentiría a esas alturas si hubiera vuelto a Nueva Orleans… Pensaba en que lo queria. Contra todo pronostico y por raro que sonase se había enamorado de él hasta niveles que siquiera ella era capaz de comprender. Y, estaba segura, lo queria más de lo que había querido a Landon. No había una forma de medirlo, claro… A sus pensamientos llegó el recuerdo de lo ocurrido en Morrill. “Tú… tú me ayudas, Hope. Tu presencia, tu cercanía calma el instinto asesino que pulsa por salir… “ Sabia que esas palabras habían sido pronunciadas dentro del estresante contexto de aquella frustrante aventura, claro. Pero tambien sabia que ese sentimiento nacía de alguna parte. Era real. Si ella era capaz de calmar el instinto asesino provocado por un cacharro mágico infernal, es que era capaz de actuar como elemento relajante en la vida de Dean. Por parte de Hope, sabia que con él se sentía a salvo. Sabia que si él estaba cerca no había nada que temer. Aunque había tenido miedo cuando aquella bruja hacia intentado robarle su cuerpo, la verdad era que nunca había dejado de confiar en Dean Winchester. Ni siquiera cuando casi murieron congelados. Siempre tuvo fe en él. Puede que Dean fuera la única persona en el planeta tierra que no podría decepcionarla. Asegurándose de que, tras levantarse de la cama, Dean seguía durmiendo, la tríbrida buscó su ropa interior y una de las camisas del Winchester. Y mientras se la abotonaba susurró “Finite” para deshacer el hechizo de encierro sobre aquella habitación. Salió con cuidado de no hacer ruido y caminó descalza hasta la cocina donde se encontró con Hati y Sam quienes parecían haber terminado con una sesión de entrenamiento. -¡Vaya! ¡Hola! -saludó un sorprendido Sam tras parar la batidora donde estaba preparándole un batido de fresas y plátano a Hati, a juzgar por la expresión impaciente en el rostro de la morena- ¿Ha ido… todo bien? Hope fue incapaz de ocultar su sonrisa algo tímida. -Demasiado bien… -confirmó mientras se apartaba cabello del rostro- Parece que ha entrado en razón… -asintió ella- Asi que no va a dejarme y… yo no voy a irme a ninguna parte… Sam y Hati la miraron de arriba abajo. -Asi que… ¿habéis vuelto? -preguntó Hati. Hope asintió. -El mundo vuelve a ser un lugar mejor…- rio ella. Sam alzó las cejas, sorprendido. -Esa caja ha sido lo primero que ha conseguido hacer cambiar de opinión a Dean en treinta y siete años… Deberíamos darle una medalla al tal Vardilio… -bromeó Sam. -Vardemus. Profesor Vardemus…- rio Hope- Voy a hacer algo de desayunar… Me muero de hambre… Y me imagino que Dean también… >> Media hora después y con una bandeja con dos cafés, huevos y bacon, Hope entraba en la habitación del cazador y dejaba la bandeja en la mesilla antes de subirse a la cama para acercarse a Dean. Seguía totalmente dormido, asi que Hope se subió a la cama y depositó una hilera de besos en el hombro de Dean, descendiendo luego por su espalda. Y aunque estaba claro que el calor del bunker había arrancado un ligero sudor en la piel masculina durante la noche, a la Mikaelson no le importó. -Buenos dias… -canturreó ella ascendiendo hasta su mejilla donde dejó un largo trecho de cortos besitos- Te he hecho huevos y bacon… Y pareció que esas palabras eran la alarma perfecta para el cazador. Un rato después ambos disfrutaban de aquel nuevo primer desayuno de pareja. Después de un momento de esparcimiento, el gesto de Hope se tornó serio a la vez que sus pensamientos viajaban hacia ese pequeño, ínfimo y minúsculo tema que no había tratado con Dean porque habían cortado… -Dean… -habló ella con voz suave dejando un trozo de bacon sobre la bandeja- Hay algo que no te he contado… Tú y yo habíamos cortado y… y yo pensaba irme del bunker, asi que no creí que… necesitaras saberlo. Sé que vas a cabrearte conmigo, pero… La expresión en el rostro de Dean era un poema, y Hope inspiró profundamente buscando fuerzas para decir lo que tenia que decir. -Se trata de un asunto familiar… Si mi destino al salir de aquí era Nueva Orleans es porque… Bueno, unos dias después de que tú y yo cortásemos me llamó mi tia Freya. Tenia noticias de mi padre… -sabia que esa última frase cortocircuitaría el cerebro de Dean, asi que decidió soltarlo todo de golpe- Han vuelto. Él y mi tio Elijah. Los dos han vuelto… Y hay bastantes probabilidades de que tambien haya regresado mi madre… Aunque no lo sé con certeza… Creo que no quieren decírmelo para que no me haga ilusiones… creds: psd: https://www.deviantart.com/tigeredits/art/Buzzkill-PSD-collab-with-wheeinisaqueen-944906883
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