• —Bailaré para ti unos minutos, dejaré que tus ojos se cautiven con cada uno de mis movimientos, después de cierto tiempo, borraré mi recuerdo de tu mente, así que ponte cómodo que esto va a comenzar. 
    —Bailaré para ti unos minutos, dejaré que tus ojos se cautiven con cada uno de mis movimientos, después de cierto tiempo, borraré mi recuerdo de tu mente, así que ponte cómodo que esto va a comenzar. 
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  • -Habia pasado ya algo mas de uno o dos meses desde que el habia desaparecido. Sin embargo Arant aun sentia el vacío de su ausencia tan fuerte que su corazón dolia al pensar en el. .. al recordar que era el primero y el unico de su naturaleza al que había amado ( era un demonio como ella) de esos que poco se veian en ese lugar.
    Cuando esto pasaba ella solo intentaba evadir el recuerdo "llevandolo al olvido" pero era asi.
    Ella aveces veía a las parejas felices o a los tipos que intentaban cortejarla y recordaba a ese ser que habia sido el unico en lograrlo el único que sabia como queria ella ser amada y acariciada.....
    El único que se comportaba como un Demonio de las altas estirpes, con el que habia deseado incluso tener familia.
    Una lagrima rodo por su mejilla, sabia que no encontraría a nadie que borrara al tipo de su corazón...
    Dudo un poco antes de borrar ese recuerdo de aque beso que aun quedaba en su memoria mientras limpiaba su rostro con el dorso de la mano como si fuese una niña pequeña y luego con ese mismo brazo empezo a borrarlo como si revolviera arena entre sus manos en el aire.
    Era el momento de dejar partir el sentimiento del desamor y el recuerdo del ser que la habia lastimado tanto.
    Sus lagrimas se hacian mas intensas, por fin estaba exteriorizando lo que habia resistido expresar,por fin el dolor que habia ocultado estaba saliendo de su alma en forma de lagrimas.....lagrimas de tristeza y de curacion.
    Arant quiza no volvería a amar pero ARANT volveria a ser la chica
    Que sonreia alegre y paseaba por las otras dimensiones jugando con los sueños de los soñantes ....
    Arant habia estado sanando por fin, penso mientras seguia borrando el reflejo de su pensamiento en el aire se aquella habitación
    -Habia pasado ya algo mas de uno o dos meses desde que el habia desaparecido. Sin embargo Arant aun sentia el vacío de su ausencia tan fuerte que su corazón dolia al pensar en el. .. al recordar que era el primero y el unico de su naturaleza al que había amado ( era un demonio como ella) de esos que poco se veian en ese lugar. Cuando esto pasaba ella solo intentaba evadir el recuerdo "llevandolo al olvido" pero era asi. Ella aveces veía a las parejas felices o a los tipos que intentaban cortejarla y recordaba a ese ser que habia sido el unico en lograrlo el único que sabia como queria ella ser amada y acariciada..... El único que se comportaba como un Demonio de las altas estirpes, con el que habia deseado incluso tener familia. Una lagrima rodo por su mejilla, sabia que no encontraría a nadie que borrara al tipo de su corazón... Dudo un poco antes de borrar ese recuerdo de aque beso que aun quedaba en su memoria mientras limpiaba su rostro con el dorso de la mano como si fuese una niña pequeña y luego con ese mismo brazo empezo a borrarlo como si revolviera arena entre sus manos en el aire. Era el momento de dejar partir el sentimiento del desamor y el recuerdo del ser que la habia lastimado tanto. Sus lagrimas se hacian mas intensas, por fin estaba exteriorizando lo que habia resistido expresar,por fin el dolor que habia ocultado estaba saliendo de su alma en forma de lagrimas.....lagrimas de tristeza y de curacion. Arant quiza no volvería a amar pero ARANT volveria a ser la chica Que sonreia alegre y paseaba por las otras dimensiones jugando con los sueños de los soñantes .... Arant habia estado sanando por fin, penso mientras seguia borrando el reflejo de su pensamiento en el aire se aquella habitación :STK-55:
    Me entristece
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  • La pantalla de su teléfono no dejaba de mostrar diferentes vídeos sin sentido mientras que su pulgar se deslizaba con insistencia hacia arriba, no encontraba un solo vídeo con el que se sintiera cómodo y lograr que el tiempo pasara más rápido porque, a decir verdad, la espera comenzaba a matarlo. Días atrás, aquel mensaje le había tomado por sorpresa y seguía estando desconcertado por ello. Sabía que, en algún momento, aquel día llegaría tarde o temprano, pero sentía que había sido mucho antes de lo que esperaba. Es decir, ya habían pasado más de trece años desde el incidente de Sasha, ¿por qué la decisión tan repentina de irrumpir en su vida? Probablemente, porque al nuevo jefe de la policía no le gustaba que hubiera casos sin resolver o porque, quizá, alguien seguía sospechando que la muerte en la familia Artamonov no había sido un simple accidente.

    — Allí estás. Creí que había sido claro contigo cuando te dije que debías elegir un lugar poco concurrido. —Aquel hombre, de mediana edad y con una cara de pocos amigos, se sentó en el sofá vacío frente a Nikolay, sacó las manos de los bolsillos y refunfuñó antes de limpiarse, nerviosamente, el puente de la nariz como unas diez veces. Mientras lo hacía, no dejaba de mirar la mesita de centro donde yacían dos vasos de café: Uno negro y el otro un latte a medio beber. Chasqueó la lengua, esa no debía ser una reunión tan calurosa, solo tardarían unos minutos y se irían.— ¿Por qué este lugar?

    El hombre miró a Nikolay, quien mantuvo una pequeña sonrisa de medio labio en su rostro. Se acomodó en la silla, pasó una pierna sobre la otra y se concentró en escribir en su teléfono como le era usual. Un mensaje simple en la aplicación de notas con el tamaño de punto 40. Lo suficientemente grande para que le fuese fácil de leer a pesar del estrés que se le veía encima.

    « Las reseñas en internet decían que preparan un buen late, así que quería probarlo. » Una vez que le vio rodar los ojos y maldecir, comprendió que su mensaje se había leído adecuadamente. En silencio, Nikolay se rió, incluso tuvo que morderse la lengua mientras que borraba el contenido de la nota para redactar una nueva. Una que terminó enseñándole mientras que la expresión de su rostro cambiaba por completo al mostrar ahora una sonrisa llena de malicia. « Además, un lugar así de concurrido es perfecto para tener una buena coartada. ¿No lo crees así, Minho? »

    El hombre, que parecía responder al nombre de Minho, se puso rojo de coraje mientras que leía cada letra de aquel teléfono, y después le vio la cara de imbécil a Nikolay. Era raro ver que alguien, cuya apariencia siempre se mantenía tan demacrada y triste, por un momento mostrara matices como esos. Era como si dejara en claro que tenía la partida de ajedrez ganada con el primer movimiento de un peón sobre el tablero y que, sin importar qué movimiento intentara hacer, terminaría perdiendo miserablemente el juego. Minho se puso furioso, tomó el vaso de café y le dio un largo sorbo antes de volver a mirar a su acompañante. No había duda que en sus ojos se reflejaban sus deseos de hacerlo callar para borrar esa estúpida sonrisita de victoria que tenía.

    — No seas imbécil, no sé de qué mierda hablas. ¿Para qué necesitarías una coartada, imbécil? —En cada palabra se reflejó la rabia que sentía, el resentimiento que le tenía y todo el veneno que se quedaba en su boca sin poder expulsarlo. Sin embargo, en el momento que le vio que volvía a escribir en el celular, el hombre se desesperó y se lo arrebató.— No juegues conmigo, Nikolay. Con tu familia puede servirte el truco del mudo, pero no te olvides que yo sé tú secreto. Así que anda, habla, y dime cuáles son tus malditos planes.

    Nikolay le miró con desprecio. Con uno que sus ojos claros no supieron esconder y que tampoco se preocupó de hacerlo. Minho siempre había sido inteligente, perspicaz, pero creía que al final del día era tan estúpido que se estaba dejando manipular por un adolescente como él. Qué irónico era que los papeles se invirtieran esta vez. Cuando Minho le devolvió el teléfono, Nikolay solo lo dejó en la mesa de centro, boca arriba, con la pantalla bloqueada y en modo de silencio. No quería que nadie los interrumpiera en ese momento, porque tenían demasiadas cosas de las cuales hablar.

    — Ah, claro. Lo había olvidado. —Lev habló. Con una voz calmada que llevaba matices de risa en ella, pues se aguantaba las ganas de reírsele en la cara al ver que seguía estando rojo, con las sienes a punto de explotar y con los ojos tan saltones que era fácil leerle. Tomó su taza de café, le dio un pequeño sorbo a la bebida y la volvió a dejar en la mesa una vez que se sintió satisfecho. Pero solo era una forma de provocarlo y enfadarlo más.— Tú fuiste el que me obligó a guardar silencio por años. ¿Qué clase de tío le pide algo así a su sobrino? Ha sido muy egoísta de tu parte y quizá ya me estoy cansando de todo est-….

    — ¿Cansado? ¿Cansado de qué? —Minho explotó. Se le rió en la cara y terminó por demostrar que su cinismo era tan grande, que cada palabra escuchada la exageró aún más en su cabeza.— Fuiste tú quien hizo todo. Lo único que yo quería era protegerte, porque sé que eras tan estúpido que serías capaz de confesar todo lo que hiciste y terminarías arrepentido por todo. Los niños siempre son estúpidos creyendo que la verdad puede salvarlos de su castigo.

    — ¿Y entonces por qué tienes tanto miedo, tío? —Nikolay preguntó después de una pequeña pausa en las que sus miradas se cruzaron otra vez. Sus ojos mostraban su furia, mientras que los de Minho seguían reflejando el cinismo de alguien que no puede entender una pregunta tan simple como esa. De pronto se comenzó a reír, de una forma tan alta y escandalosa que, por un momento, las miradas de algunos comensales y trabajadores se dirigieron a los dos. Nikolay se enojó aún más por ello, porque no estaba acostumbrado a ese tipo de atenciones y porque, si se descuidaba un momento, todo podría jugarle en contra.— Eres el único al que parece preocuparle que reabrieron el caso de Sasha. No encuentro otra razón por la que quisieras verme, ¿con qué me amenazarás esta vez? —Preguntó. El ácido se le notó en la voz, pero el veneno se le quedó en la lengua, en esa que se mordió múltiples veces para evitar darle ideas estúpidas. ¿Con su madre o su padre? Ya lo había hecho por años y nada sucedía. ¿Con Aleksandr? Se podía ir a la mierda si quería, no le importaba, a estas alturas, lo que pasaría con él. ¿Las gemelas? No se atrevería a lastimarlas, no porque eran el tesoro de su preciada madre y querida hermana de Minho. No había una sola cosa en el mundo con la que le obligara a callar, porque no había nada en el mundo de Nikolay. Era vacío y simple, lleno solo con ocupaciones banales como el modelaje o la imprenta.—Pero si te preocupa que hable de más, tranquilízate, no lo haré. Decir la verdad no me regresará a Sasha, pero todos en esa casa saben muy bien qué y quién lo mató, y todos saben que no fui yo.

    Era un recuerdo difuso en su mente, sí, aplastado por ese momento donde Minho le suplicara, no, le ordenara que se quedara callado por el resto de su vida o lo mataría. Sangre por sangre, vida por vida. Nikolay cerró los ojos con fuerza y se pasó la mano sobre los brazos en repetidas ocasiones, era una manera de limpiarse el recuerdo que le quedaba en el cuerpo. Podía recordar bien cómo lo había tomado de los hombros, con tanta fuerza que le había dejado los dedos marcados, y le había zarandeado como si fuese un muñeco de trapo que quisiera romper en pedazos. Tomó aire con fuerza, se apresuró a romper su postura de orgullo y cogió la taza para darle un sorbo profundo. El calor en su estómago lo reconfortó, pero creyó que no había más razones para seguir en ese lugar cuando su tío no deseaba hablar y le resultaba incómodo compartir con él. Los años le habían permitido olvidarlo, superarlo, pero los recuerdos seguían allí como fuego que se negaba a extinguir. Carraspeó, por última vez se forzó a tomar su postura relajada y triunfante: Brazos cruzados, una pierna sobre la otra y la espalda contra la silla.

    — ¿Sabes? Es un poco ilógico que mi mamá quisiera llamarme como tú. Siempre entendí que tu nombre significaba generoso, o algo así, pero, ¿cómo puedes ser tan despreciable? —Suspiró. Creyó que era innecesario desquitarse en ese momento con él, porque Minho nunca iba a aceptar los errores cometidos y, tampoco, aprendería nada de ellos.— El oficial del caso ya me contactó y también a mamá. Visitará la casa dentro de tres días, así que es mejor que no dejes el país otra vez, tío. —De a poco, se incorporó. Guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón, se colocó el abrigo que dejara en el reposabrazos de la silla, y le observó con desprecio una última vez.— Esta vez, ya no guardaré ningún secreto. Estoy cansado de ser quien cargue con la culpa de algo que no hice. Tómalo como un recordatorio o una amenaza si deseas.
    La pantalla de su teléfono no dejaba de mostrar diferentes vídeos sin sentido mientras que su pulgar se deslizaba con insistencia hacia arriba, no encontraba un solo vídeo con el que se sintiera cómodo y lograr que el tiempo pasara más rápido porque, a decir verdad, la espera comenzaba a matarlo. Días atrás, aquel mensaje le había tomado por sorpresa y seguía estando desconcertado por ello. Sabía que, en algún momento, aquel día llegaría tarde o temprano, pero sentía que había sido mucho antes de lo que esperaba. Es decir, ya habían pasado más de trece años desde el incidente de Sasha, ¿por qué la decisión tan repentina de irrumpir en su vida? Probablemente, porque al nuevo jefe de la policía no le gustaba que hubiera casos sin resolver o porque, quizá, alguien seguía sospechando que la muerte en la familia Artamonov no había sido un simple accidente. — Allí estás. Creí que había sido claro contigo cuando te dije que debías elegir un lugar poco concurrido. —Aquel hombre, de mediana edad y con una cara de pocos amigos, se sentó en el sofá vacío frente a Nikolay, sacó las manos de los bolsillos y refunfuñó antes de limpiarse, nerviosamente, el puente de la nariz como unas diez veces. Mientras lo hacía, no dejaba de mirar la mesita de centro donde yacían dos vasos de café: Uno negro y el otro un latte a medio beber. Chasqueó la lengua, esa no debía ser una reunión tan calurosa, solo tardarían unos minutos y se irían.— ¿Por qué este lugar? El hombre miró a Nikolay, quien mantuvo una pequeña sonrisa de medio labio en su rostro. Se acomodó en la silla, pasó una pierna sobre la otra y se concentró en escribir en su teléfono como le era usual. Un mensaje simple en la aplicación de notas con el tamaño de punto 40. Lo suficientemente grande para que le fuese fácil de leer a pesar del estrés que se le veía encima. « Las reseñas en internet decían que preparan un buen late, así que quería probarlo. » Una vez que le vio rodar los ojos y maldecir, comprendió que su mensaje se había leído adecuadamente. En silencio, Nikolay se rió, incluso tuvo que morderse la lengua mientras que borraba el contenido de la nota para redactar una nueva. Una que terminó enseñándole mientras que la expresión de su rostro cambiaba por completo al mostrar ahora una sonrisa llena de malicia. « Además, un lugar así de concurrido es perfecto para tener una buena coartada. ¿No lo crees así, Minho? » El hombre, que parecía responder al nombre de Minho, se puso rojo de coraje mientras que leía cada letra de aquel teléfono, y después le vio la cara de imbécil a Nikolay. Era raro ver que alguien, cuya apariencia siempre se mantenía tan demacrada y triste, por un momento mostrara matices como esos. Era como si dejara en claro que tenía la partida de ajedrez ganada con el primer movimiento de un peón sobre el tablero y que, sin importar qué movimiento intentara hacer, terminaría perdiendo miserablemente el juego. Minho se puso furioso, tomó el vaso de café y le dio un largo sorbo antes de volver a mirar a su acompañante. No había duda que en sus ojos se reflejaban sus deseos de hacerlo callar para borrar esa estúpida sonrisita de victoria que tenía. — No seas imbécil, no sé de qué mierda hablas. ¿Para qué necesitarías una coartada, imbécil? —En cada palabra se reflejó la rabia que sentía, el resentimiento que le tenía y todo el veneno que se quedaba en su boca sin poder expulsarlo. Sin embargo, en el momento que le vio que volvía a escribir en el celular, el hombre se desesperó y se lo arrebató.— No juegues conmigo, Nikolay. Con tu familia puede servirte el truco del mudo, pero no te olvides que yo sé tú secreto. Así que anda, habla, y dime cuáles son tus malditos planes. Nikolay le miró con desprecio. Con uno que sus ojos claros no supieron esconder y que tampoco se preocupó de hacerlo. Minho siempre había sido inteligente, perspicaz, pero creía que al final del día era tan estúpido que se estaba dejando manipular por un adolescente como él. Qué irónico era que los papeles se invirtieran esta vez. Cuando Minho le devolvió el teléfono, Nikolay solo lo dejó en la mesa de centro, boca arriba, con la pantalla bloqueada y en modo de silencio. No quería que nadie los interrumpiera en ese momento, porque tenían demasiadas cosas de las cuales hablar. — Ah, claro. Lo había olvidado. —Lev habló. Con una voz calmada que llevaba matices de risa en ella, pues se aguantaba las ganas de reírsele en la cara al ver que seguía estando rojo, con las sienes a punto de explotar y con los ojos tan saltones que era fácil leerle. Tomó su taza de café, le dio un pequeño sorbo a la bebida y la volvió a dejar en la mesa una vez que se sintió satisfecho. Pero solo era una forma de provocarlo y enfadarlo más.— Tú fuiste el que me obligó a guardar silencio por años. ¿Qué clase de tío le pide algo así a su sobrino? Ha sido muy egoísta de tu parte y quizá ya me estoy cansando de todo est-…. — ¿Cansado? ¿Cansado de qué? —Minho explotó. Se le rió en la cara y terminó por demostrar que su cinismo era tan grande, que cada palabra escuchada la exageró aún más en su cabeza.— Fuiste tú quien hizo todo. Lo único que yo quería era protegerte, porque sé que eras tan estúpido que serías capaz de confesar todo lo que hiciste y terminarías arrepentido por todo. Los niños siempre son estúpidos creyendo que la verdad puede salvarlos de su castigo. — ¿Y entonces por qué tienes tanto miedo, tío? —Nikolay preguntó después de una pequeña pausa en las que sus miradas se cruzaron otra vez. Sus ojos mostraban su furia, mientras que los de Minho seguían reflejando el cinismo de alguien que no puede entender una pregunta tan simple como esa. De pronto se comenzó a reír, de una forma tan alta y escandalosa que, por un momento, las miradas de algunos comensales y trabajadores se dirigieron a los dos. Nikolay se enojó aún más por ello, porque no estaba acostumbrado a ese tipo de atenciones y porque, si se descuidaba un momento, todo podría jugarle en contra.— Eres el único al que parece preocuparle que reabrieron el caso de Sasha. No encuentro otra razón por la que quisieras verme, ¿con qué me amenazarás esta vez? —Preguntó. El ácido se le notó en la voz, pero el veneno se le quedó en la lengua, en esa que se mordió múltiples veces para evitar darle ideas estúpidas. ¿Con su madre o su padre? Ya lo había hecho por años y nada sucedía. ¿Con Aleksandr? Se podía ir a la mierda si quería, no le importaba, a estas alturas, lo que pasaría con él. ¿Las gemelas? No se atrevería a lastimarlas, no porque eran el tesoro de su preciada madre y querida hermana de Minho. No había una sola cosa en el mundo con la que le obligara a callar, porque no había nada en el mundo de Nikolay. Era vacío y simple, lleno solo con ocupaciones banales como el modelaje o la imprenta.—Pero si te preocupa que hable de más, tranquilízate, no lo haré. Decir la verdad no me regresará a Sasha, pero todos en esa casa saben muy bien qué y quién lo mató, y todos saben que no fui yo. Era un recuerdo difuso en su mente, sí, aplastado por ese momento donde Minho le suplicara, no, le ordenara que se quedara callado por el resto de su vida o lo mataría. Sangre por sangre, vida por vida. Nikolay cerró los ojos con fuerza y se pasó la mano sobre los brazos en repetidas ocasiones, era una manera de limpiarse el recuerdo que le quedaba en el cuerpo. Podía recordar bien cómo lo había tomado de los hombros, con tanta fuerza que le había dejado los dedos marcados, y le había zarandeado como si fuese un muñeco de trapo que quisiera romper en pedazos. Tomó aire con fuerza, se apresuró a romper su postura de orgullo y cogió la taza para darle un sorbo profundo. El calor en su estómago lo reconfortó, pero creyó que no había más razones para seguir en ese lugar cuando su tío no deseaba hablar y le resultaba incómodo compartir con él. Los años le habían permitido olvidarlo, superarlo, pero los recuerdos seguían allí como fuego que se negaba a extinguir. Carraspeó, por última vez se forzó a tomar su postura relajada y triunfante: Brazos cruzados, una pierna sobre la otra y la espalda contra la silla. — ¿Sabes? Es un poco ilógico que mi mamá quisiera llamarme como tú. Siempre entendí que tu nombre significaba generoso, o algo así, pero, ¿cómo puedes ser tan despreciable? —Suspiró. Creyó que era innecesario desquitarse en ese momento con él, porque Minho nunca iba a aceptar los errores cometidos y, tampoco, aprendería nada de ellos.— El oficial del caso ya me contactó y también a mamá. Visitará la casa dentro de tres días, así que es mejor que no dejes el país otra vez, tío. —De a poco, se incorporó. Guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón, se colocó el abrigo que dejara en el reposabrazos de la silla, y le observó con desprecio una última vez.— Esta vez, ya no guardaré ningún secreto. Estoy cansado de ser quien cargue con la culpa de algo que no hice. Tómalo como un recordatorio o una amenaza si deseas.
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  • La noche había sido larga y sangrienta. El eco de mis pasos resonaba en las calles desiertas mientras regresaba a mi pequeño piso. La ciudad aún duerme, recuperándose de la euforia de la noche anterior. Los restos de la celebración de Año Nuevo están por todas partes: serpentinas, confeti y botellas vacías adornan las aceras. Pero para mí, la noche no fue de festejos. La misión había sido un éxito, pero la adrenalina aún corría por mis venas, mezclándose con el cansancio. Abrí la puerta con cuidado, tratando de no hacer ruido. El silencio del apartamento me recibió como un viejo amigo.

    Me dejé caer en la cama, sin siquiera quitarme la ropa. Mis pensamientos eran un torbellino de imágenes y sensaciones. La cara de mi objetivo, la frialdad del acero en mis manos, la sangre... Siempre la sangre. Cerré los ojos por un momento, intentando encontrar un poco de paz antes de enfrentar el nuevo día, mientras una sonrisa de medio lado comenzaba a aparecer en mi rostro, pero rápidamente la contuve.

    El reloj marcaba las seis de la mañana cuando me obligué a levantarme. Tenía que prepararme para mi turno en el café. Me dirigí al baño y me miré en el espejo. La chica que me devolvía la mirada tenía los ojos cansados, pero había un destello de determinación en ellos. Lavé la sangre seca de mis manos y rostro, intentando borrar las huellas de mi misión.

    —Buenos días, pequeña Illyiv —me dije a mí misma con voz suave y una sonrisa irónica frente al espejo—. Otro día, otra máscara que ponerse. Vamos, no tenemos todo el día...

    Me vestí rápidamente, eligiendo el uniforme de mesera perteneciente al café para el que trabajaba. Mientras intentaba ordenar un poco mi cabello, noté un pequeño corte en mi mejilla. Lo cubrí con un poco de maquillaje, asegurándome de que no quedara rastro de la noche anterior.

    —Un día más, solo un día más... —me dije a mí misma en voz baja, tratando de infundirme ánimo. Tomé mi bolso y salí del apartamento, cerrando la puerta detrás de mí.

    El camino al café era corto, pero cada paso se sentía pesado. Mientras caminaba, mis pensamientos se mezclaban con los recuerdos de la noche anterior.

    Al llegar al café, saludé a mis compañeros con una sonrisa forzada.

    —Buenos días —dije, tratando de sonar alegre.

    Uno de mis compañeros me miró con curiosidad.

    —¿Estás bien, Illyiv? Pareces un poco cansada...

    —Oh, solo una noche difícil —respondí con un tono ligero, intentando actuar con naturalidad pero sin esforzarme demasiado, al final sabía que mis compañeros me consideraban bastante rara—. Nada que un buen café no pueda arreglar.

    Me dirigí hacia el área de comensales lista para comenzar mi turno, dejando atrás los pensamientos oscuros. Aquí, en el café, tenía que ser la Illyiv que todos conocían. Pero en el fondo, sabía que la sombra de la noche anterior siempre estaría conmigo.

    La noche había sido larga y sangrienta. El eco de mis pasos resonaba en las calles desiertas mientras regresaba a mi pequeño piso. La ciudad aún duerme, recuperándose de la euforia de la noche anterior. Los restos de la celebración de Año Nuevo están por todas partes: serpentinas, confeti y botellas vacías adornan las aceras. Pero para mí, la noche no fue de festejos. La misión había sido un éxito, pero la adrenalina aún corría por mis venas, mezclándose con el cansancio. Abrí la puerta con cuidado, tratando de no hacer ruido. El silencio del apartamento me recibió como un viejo amigo. Me dejé caer en la cama, sin siquiera quitarme la ropa. Mis pensamientos eran un torbellino de imágenes y sensaciones. La cara de mi objetivo, la frialdad del acero en mis manos, la sangre... Siempre la sangre. Cerré los ojos por un momento, intentando encontrar un poco de paz antes de enfrentar el nuevo día, mientras una sonrisa de medio lado comenzaba a aparecer en mi rostro, pero rápidamente la contuve. El reloj marcaba las seis de la mañana cuando me obligué a levantarme. Tenía que prepararme para mi turno en el café. Me dirigí al baño y me miré en el espejo. La chica que me devolvía la mirada tenía los ojos cansados, pero había un destello de determinación en ellos. Lavé la sangre seca de mis manos y rostro, intentando borrar las huellas de mi misión. —Buenos días, pequeña Illyiv —me dije a mí misma con voz suave y una sonrisa irónica frente al espejo—. Otro día, otra máscara que ponerse. Vamos, no tenemos todo el día... Me vestí rápidamente, eligiendo el uniforme de mesera perteneciente al café para el que trabajaba. Mientras intentaba ordenar un poco mi cabello, noté un pequeño corte en mi mejilla. Lo cubrí con un poco de maquillaje, asegurándome de que no quedara rastro de la noche anterior. —Un día más, solo un día más... —me dije a mí misma en voz baja, tratando de infundirme ánimo. Tomé mi bolso y salí del apartamento, cerrando la puerta detrás de mí. El camino al café era corto, pero cada paso se sentía pesado. Mientras caminaba, mis pensamientos se mezclaban con los recuerdos de la noche anterior. Al llegar al café, saludé a mis compañeros con una sonrisa forzada. —Buenos días —dije, tratando de sonar alegre. Uno de mis compañeros me miró con curiosidad. —¿Estás bien, Illyiv? Pareces un poco cansada... —Oh, solo una noche difícil —respondí con un tono ligero, intentando actuar con naturalidad pero sin esforzarme demasiado, al final sabía que mis compañeros me consideraban bastante rara—. Nada que un buen café no pueda arreglar. Me dirigí hacia el área de comensales lista para comenzar mi turno, dejando atrás los pensamientos oscuros. Aquí, en el café, tenía que ser la Illyiv que todos conocían. Pero en el fondo, sabía que la sombra de la noche anterior siempre estaría conmigo.
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  • [] ─ Se acaba el año y me gustaría una ultima pelea para cerrar este ciclo antes de abrir otra puerta y empezar nuevas peleas en el año nuevo. ¡SI! ¡Si! Lo deseo, nada mejor borrar las amargas huellas del pasado con unos cuantos golpes.
    [㊗️] ─ Se acaba el año y me gustaría una ultima pelea para cerrar este ciclo antes de abrir otra puerta y empezar nuevas peleas en el año nuevo. ¡SI! ¡Si! Lo deseo, nada mejor borrar las amargas huellas del pasado con unos cuantos golpes.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    ||Acabo de encontrar una imagen de Stolas que... No sé si me gusta, me da cringe, quiero ver más o quiero borrarlo de la existencia mental mía(?)
    ||Acabo de encontrar una imagen de Stolas que... No sé si me gusta, me da cringe, quiero ver más o quiero borrarlo de la existencia mental mía(?) :STK-6:
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  • Mala mujer, mala mujer...

    Me han dejado cicatrices por todo mi cuerpo tus uñas de gel

    Me he jurao' miles de veces, miles de veces
    Que iba borrar ese rastro, olvidar todo lo (Ma-ma-mala mujer)

    Soy un perro perdio' en la calle, perdio' en la calle
    Sintiendo que cualquier brisa me arrastra tu olor ────♪“




    #SeductiveSunday ⁠♡ ────⁠

    https://youtu.be/YiWtA73hIrc?si=v9vHc4Eq44dUfgTW

    Mala mujer, mala mujer... Me han dejado cicatrices por todo mi cuerpo tus uñas de gel Me he jurao' miles de veces, miles de veces Que iba borrar ese rastro, olvidar todo lo (Ma-ma-mala mujer) Soy un perro perdio' en la calle, perdio' en la calle Sintiendo que cualquier brisa me arrastra tu olor ────♪“ #SeductiveSunday ⁠♡ ────⁠ https://youtu.be/YiWtA73hIrc?si=v9vHc4Eq44dUfgTW
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  • Carmina estaba acurrucada en su sillón favorito, envuelta en una manta mientras la lluvia golpeaba suavemente la ventana. En una mano sostenía su celular y en la otra un chocolate caliente que comenzaba a enfriarse. Decidió usar la tranquila noche para buscar algo especial para la fiesta de fin de año a la que sus amigos la habían arrastrado.

    Deslizó su dedo por la pantalla, revisando vestidos brillantes, ajustados y llenos de lentejuelas. Demasiado exagerado. Esto parece una bola de disco. ¿Quién se pondría algo tan corto en diciembre? pensaba mientras descartaba una opción tras otra.

    En su distracción, un toque mal calculado la llevó a otra sección de la tienda. Carmina frunció el ceño al ver que la pantalla se llenó de pequeños mamelucos pastel, gorritos con orejitas y zapatitos diminutos.

    —¿Ropa para bebés? ¿Cómo terminé aquí? —murmuró, lista para retroceder. Pero entonces sus ojos se posaron en un enterizo blanco con un bordado de conejo, y algo dentro de ella se detuvo. Contra todo pronóstico, amplió la imagen. ¿Cómo pueden hacer algo tan adorable?

    Sin darse cuenta, empezó a explorar más opciones. Había vestidos con volantes, bufanditas diminutas y hasta unas botitas que parecían hechas para muñecos. Una sonrisa involuntaria apareció en sus labios mientras su mente empezaba a divagar.

    De pronto, se imaginó sosteniendo a un bebé con ojos brillantes y una risita contagiosa, envuelto en una manta de lana. Visualizó pequeñas manos aferrándose a su dedo, y una vocecita que algún día podría llamarla “mamá”.

    Carmina se sobresaltó, sacudiendo la cabeza como si quisiera borrar aquella imagen. —¡Por Dios! Ni novio tengo, ¿qué voy a andar pensando en bebés? —dijo en voz alta, riéndose de sí misma mientras un leve rubor teñía sus mejillas.

    Aun así, no pudo evitar deslizar un poco más, mirando los zapatitos y los gorritos con una mezcla de ternura y desconcierto. Había algo reconfortante en imaginar un futuro que hasta ahora nunca se había planteado seriamente.

    Finalmente, cerró la sección y volvió a los vestidos para la fiesta de fin de año, pero su mente no dejaba de volver al pequeño mameluco de conejo. Esa noche, antes de dormir, se sorprendió sonriendo ante la idea de que, quizá, algún día, ese pensamiento no sería tan descabellado como parecía ahora.

    Carmina estaba acurrucada en su sillón favorito, envuelta en una manta mientras la lluvia golpeaba suavemente la ventana. En una mano sostenía su celular y en la otra un chocolate caliente que comenzaba a enfriarse. Decidió usar la tranquila noche para buscar algo especial para la fiesta de fin de año a la que sus amigos la habían arrastrado. Deslizó su dedo por la pantalla, revisando vestidos brillantes, ajustados y llenos de lentejuelas. Demasiado exagerado. Esto parece una bola de disco. ¿Quién se pondría algo tan corto en diciembre? pensaba mientras descartaba una opción tras otra. En su distracción, un toque mal calculado la llevó a otra sección de la tienda. Carmina frunció el ceño al ver que la pantalla se llenó de pequeños mamelucos pastel, gorritos con orejitas y zapatitos diminutos. —¿Ropa para bebés? ¿Cómo terminé aquí? —murmuró, lista para retroceder. Pero entonces sus ojos se posaron en un enterizo blanco con un bordado de conejo, y algo dentro de ella se detuvo. Contra todo pronóstico, amplió la imagen. ¿Cómo pueden hacer algo tan adorable? Sin darse cuenta, empezó a explorar más opciones. Había vestidos con volantes, bufanditas diminutas y hasta unas botitas que parecían hechas para muñecos. Una sonrisa involuntaria apareció en sus labios mientras su mente empezaba a divagar. De pronto, se imaginó sosteniendo a un bebé con ojos brillantes y una risita contagiosa, envuelto en una manta de lana. Visualizó pequeñas manos aferrándose a su dedo, y una vocecita que algún día podría llamarla “mamá”. Carmina se sobresaltó, sacudiendo la cabeza como si quisiera borrar aquella imagen. —¡Por Dios! Ni novio tengo, ¿qué voy a andar pensando en bebés? —dijo en voz alta, riéndose de sí misma mientras un leve rubor teñía sus mejillas. Aun así, no pudo evitar deslizar un poco más, mirando los zapatitos y los gorritos con una mezcla de ternura y desconcierto. Había algo reconfortante en imaginar un futuro que hasta ahora nunca se había planteado seriamente. Finalmente, cerró la sección y volvió a los vestidos para la fiesta de fin de año, pero su mente no dejaba de volver al pequeño mameluco de conejo. Esa noche, antes de dormir, se sorprendió sonriendo ante la idea de que, quizá, algún día, ese pensamiento no sería tan descabellado como parecía ahora.
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  • Dime ahora... ¿Qué es lo que deseas sanar? O tal vez... ¿Que es lo que necesitas borrar?
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  • «POV: Kafka»

    Recuerdo haber vagado por las calles en busca de volver donde Boyka, mi visión era borrosa con cada paso que di y luego... —Y luego estoy aquí...—Un murmullo fugaz escapó de mis labios, a pesar de escucharse tan somnoliento y desganado. No sé cómo llegué, ni cuándo vine a parar en este sucio almacén donde su dueño apenas lo adornó con uno que otro mueble. Hay ventanas rotas por donde se pasea el viento frío del mar, creo haber visto agujeros en el techo y las paredes de lámina ya parecen más de óxido que de lámina.

    Tuve un sueño, uno extraño y de naturaleza ilógica; me sentía tan alto, tanto que creí poder robarme un pedazo de nube del cielo; me sentía tan ligero que parecía ser capaz de ganar una carrera contra el viento; tenía hambre, demasiada, y llegó al punto de soñar que me comía un espantapájaros. Pero nada de cómo llegué al almacén. Odio no poder recordar, es frustrante.

    ...

    «POV: ???»

    "¡Policía!"

    Ha pasado media hora desde el grito y la llegada de la policía que no dudó en arrasar con la parte superior de mi local. Hubo un par de gritos más, pero después todo calló.

    —Te dije que no te preocuparas. — Estoy encerrado en un sótano con una persona que me hace pensar que estoy más seguro con la policía que con él. Esos ojos dorados solo inspiran la desconfianza en la gente, temor en aquellos que no van con una pistola a mano.

    Aquí, en la bodega de mi bar, solo hay cuatro personas; dos de mis guardias más confiables, yo y el enfermo mental que tengo enfrente.

    —Boyka... ¿Cómo piensas que puedo hacer un encargo como ese?

    —Tienes influencia en toda la manzana, ¿por qué te costaría tanto? —Me cuestionó enseguida. Ese lunático de verdad está decidido a pagar por algo tan... ruin.

    He conocido varios tipos de criminales; adictos cegados por el placer, estafadores hundidos en estrés y chiflados con delirio de villano de película. No sé con cuál de esos calzaría mejor este remedo de brujo.

    —Si te descubren... ¿Qué me garantiza que la policía no estará en la puerta de mi casa? —En un disimulado movimiento busqué, tan lento y constante como me fue posible, la navaja oculta entre mi pantalón y mi ropa interior. En mis huesos presentía que la respuesta no iba a ser de mi agrado.

    —Yasuke... No. Mejor dicho... Jeremy. —

    Mi nombre. Él lo dijo con total tranquilidad.

    —Mueve un dedo y te doy un tiro en esos ojitos. —

    Mis guardias, amigos de total confianza, no dudaron en sacar las armas, no titubearon en apuntar y amenazar. Los tres estábamos sorprendidos, después de todo ninguno esperaba que ese enfermo supiera el nombre que he estado ocultando durante tantos años.

    —Jeremy... Dame lo que quiero, ahora que te lo pido con tanta paciencia. —Huevudo. Ni siquiera una amenaza de muerte, un tiro en la cabeza, fue capaz de borrarle la sonrisa del rostro.
    «POV: Kafka» Recuerdo haber vagado por las calles en busca de volver donde Boyka, mi visión era borrosa con cada paso que di y luego... —Y luego estoy aquí...—Un murmullo fugaz escapó de mis labios, a pesar de escucharse tan somnoliento y desganado. No sé cómo llegué, ni cuándo vine a parar en este sucio almacén donde su dueño apenas lo adornó con uno que otro mueble. Hay ventanas rotas por donde se pasea el viento frío del mar, creo haber visto agujeros en el techo y las paredes de lámina ya parecen más de óxido que de lámina. Tuve un sueño, uno extraño y de naturaleza ilógica; me sentía tan alto, tanto que creí poder robarme un pedazo de nube del cielo; me sentía tan ligero que parecía ser capaz de ganar una carrera contra el viento; tenía hambre, demasiada, y llegó al punto de soñar que me comía un espantapájaros. Pero nada de cómo llegué al almacén. Odio no poder recordar, es frustrante. ... «POV: ???» "¡Policía!" Ha pasado media hora desde el grito y la llegada de la policía que no dudó en arrasar con la parte superior de mi local. Hubo un par de gritos más, pero después todo calló. —Te dije que no te preocuparas. — Estoy encerrado en un sótano con una persona que me hace pensar que estoy más seguro con la policía que con él. Esos ojos dorados solo inspiran la desconfianza en la gente, temor en aquellos que no van con una pistola a mano. Aquí, en la bodega de mi bar, solo hay cuatro personas; dos de mis guardias más confiables, yo y el enfermo mental que tengo enfrente. —Boyka... ¿Cómo piensas que puedo hacer un encargo como ese? —Tienes influencia en toda la manzana, ¿por qué te costaría tanto? —Me cuestionó enseguida. Ese lunático de verdad está decidido a pagar por algo tan... ruin. He conocido varios tipos de criminales; adictos cegados por el placer, estafadores hundidos en estrés y chiflados con delirio de villano de película. No sé con cuál de esos calzaría mejor este remedo de brujo. —Si te descubren... ¿Qué me garantiza que la policía no estará en la puerta de mi casa? —En un disimulado movimiento busqué, tan lento y constante como me fue posible, la navaja oculta entre mi pantalón y mi ropa interior. En mis huesos presentía que la respuesta no iba a ser de mi agrado. —Yasuke... No. Mejor dicho... Jeremy. — Mi nombre. Él lo dijo con total tranquilidad. —Mueve un dedo y te doy un tiro en esos ojitos. — Mis guardias, amigos de total confianza, no dudaron en sacar las armas, no titubearon en apuntar y amenazar. Los tres estábamos sorprendidos, después de todo ninguno esperaba que ese enfermo supiera el nombre que he estado ocultando durante tantos años. —Jeremy... Dame lo que quiero, ahora que te lo pido con tanta paciencia. —Huevudo. Ni siquiera una amenaza de muerte, un tiro en la cabeza, fue capaz de borrarle la sonrisa del rostro.
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