• Amo este pantalón porque tiene lacitos atrás se ve muy aesthetic la verdad y muy lindo
    Amo este pantalón porque tiene lacitos atrás se ve muy aesthetic la verdad y muy lindo
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  • Elyonasya udyanam adbhutam asti, jivanen paripurnam sthanam... aham manavabhasham vaktum shikshitum pritiman bhavishyami, aham samvadam kartum samarthah bhavitum ichami, yadyapi kevalam yang eli ityanen sah samvadam kartum mam mansi kimapi nasti, parantu aham manye adhikani praninah militavyani... parantu aham tasmat bhitah asmi.

    "El jardín de Elyon es maravilloso, un lugar con mucha vida... Me encantaría aprender a hablar la lengua humana, quiero poder comunicarme, aunque no me molesta comunicarme solo con el Joven Ely, pero supongo que debo conocer mas seres... Pero me da miedo eso..."
    Elyonasya udyanam adbhutam asti, jivanen paripurnam sthanam... aham manavabhasham vaktum shikshitum pritiman bhavishyami, aham samvadam kartum samarthah bhavitum ichami, yadyapi kevalam yang eli ityanen sah samvadam kartum mam mansi kimapi nasti, parantu aham manye adhikani praninah militavyani... parantu aham tasmat bhitah asmi. "El jardín de Elyon es maravilloso, un lugar con mucha vida... Me encantaría aprender a hablar la lengua humana, quiero poder comunicarme, aunque no me molesta comunicarme solo con el Joven Ely, pero supongo que debo conocer mas seres... Pero me da miedo eso..."
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  • El taxi avanzaba despacio por la autopista, el murmullo de la radio llenando el silencio que Thalya no lograba romper. Miraba por la ventana, con los dedos entrelazados sobre su regazo, apretando y soltando las manos sin darse cuenta.

    El billete de avión descansaba en el bolsillo interior de su chaqueta. Solo uno. Los otros dos los había dejado en la mesa del salón de Masthian, el día anterior antes de volver a su casa.

    ¿Vendrán?
    La pregunta no dejaba de repetirse en su cabeza.

    Habían discutido. Y aunque lo arreglaron de alguna forma, ninguno de los dos mencionó otra vez Grecia. No quiso presionar, no quiso arrastrarlos en medio de su culpa ni de sus miedos, pero también sabía que sin ellos el viaje se sentiría vacío.

    El taxista carraspeó, mirándola un instante por el retrovisor.
    —¿Vuelo internacional, verdad?

    —Sí. —La voz de Thalya sonó más débil de lo que esperaba.

    El coche tomó la salida hacia el aeropuerto. A lo lejos ya se veían las torres de control iluminadas contra el cielo grisáceo del amanecer. Ella respiró hondo, apoyando la frente en el cristal frío.

    Sacó el móvil, desbloqueó la pantalla y volvió a mirar la conversación con Masthian. El último mensaje era de la noche anterior: un simple “Descansa”. Sus dedos temblaron sobre el teclado, pero no escribió nada. No quería suplicar.

    El taxi se detuvo frente a la terminal. Thalya bajó con la mochila al hombro, pagó la carrera y entró arrastrando la maleta.

    Se detuvo frente al panel de salidas. Su vuelo aparecía en letras azules: Atenas – Embarque en 45 minutos. Tragó saliva, mirando hacia las puertas de entrada. Cada vez que se abrían, esperaba reconocerlos.

    Pero el tiempo avanzaba. Y ellos no aparecían.
    El taxi avanzaba despacio por la autopista, el murmullo de la radio llenando el silencio que Thalya no lograba romper. Miraba por la ventana, con los dedos entrelazados sobre su regazo, apretando y soltando las manos sin darse cuenta. El billete de avión descansaba en el bolsillo interior de su chaqueta. Solo uno. Los otros dos los había dejado en la mesa del salón de Masthian, el día anterior antes de volver a su casa. ¿Vendrán? La pregunta no dejaba de repetirse en su cabeza. Habían discutido. Y aunque lo arreglaron de alguna forma, ninguno de los dos mencionó otra vez Grecia. No quiso presionar, no quiso arrastrarlos en medio de su culpa ni de sus miedos, pero también sabía que sin ellos el viaje se sentiría vacío. El taxista carraspeó, mirándola un instante por el retrovisor. —¿Vuelo internacional, verdad? —Sí. —La voz de Thalya sonó más débil de lo que esperaba. El coche tomó la salida hacia el aeropuerto. A lo lejos ya se veían las torres de control iluminadas contra el cielo grisáceo del amanecer. Ella respiró hondo, apoyando la frente en el cristal frío. Sacó el móvil, desbloqueó la pantalla y volvió a mirar la conversación con Masthian. El último mensaje era de la noche anterior: un simple “Descansa”. Sus dedos temblaron sobre el teclado, pero no escribió nada. No quería suplicar. El taxi se detuvo frente a la terminal. Thalya bajó con la mochila al hombro, pagó la carrera y entró arrastrando la maleta. Se detuvo frente al panel de salidas. Su vuelo aparecía en letras azules: Atenas – Embarque en 45 minutos. Tragó saliva, mirando hacia las puertas de entrada. Cada vez que se abrían, esperaba reconocerlos. Pero el tiempo avanzaba. Y ellos no aparecían.
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  • El sol apenas entraba por las cortinas cuando Thalya bajó a la cocina, intentando hacer el menor ruido posible. La abuela de Masthian ya estaba despierta, sentada con su taza de té, observándola con esa media sonrisa cómplice que la caracterizaba.

    —¿Hoy es el gran día, eh? —dijo la mujer, en voz baja para no despertar a nadie.
    —Sí —respondió Thalya, tratando de contener su entusiasmo mientras dejaba sobre la encimera los ingredientes—. Quiero que se despierte con algo bonito… y que no tenga que hacer nada por una vez.

    Kora, aún medio dormida, movía la cola a cada paso de Thalya, mientras las dos gatas de Masthian observaban la escena desde un poco más lejos.

    Thalya preparó unas tortitas, huevos revueltos con hierbas frescas y café para la abuela. Como toque personal, añadió una pequeña nota con rotulador negro para su novio: “Feliz cumpleaños, amor. Hoy te toca dejarte mimar, aprovéchalo.”

    La abuela, divertida, se ofreció a ayudar, aunque Thalya prefirió encargarse de la gran mayoría. Hasta se aseguró de llevar su guitarra eléctrica a la mesa del comedor para usarla más tarde.

    Con la bandeja lista, subió despacio las escaleras. Su corazón latía rápido, no por nervios, sino por la emoción de verlo dormir, ajeno a la sorpresa. Se acercó a la cama sin hacer ruido, viendo cómo él estaba de lado, con el pelo revuelto y una expresión tranquila.

    Thalya sonrió, inclinándose hasta rozar su nariz con la de él. Primero le dio un beso suave en la frente, luego en la mejilla, y finalmente en los labios, apenas en un pequeño roce.

    — Buenos dias guapo —Le susurró sobre sus labios acariciando su pelo con suavidad, esperando que despertara. — Creo que es hora de que el cumpleañero despierte.

    Masthian Lauguez
    El sol apenas entraba por las cortinas cuando Thalya bajó a la cocina, intentando hacer el menor ruido posible. La abuela de Masthian ya estaba despierta, sentada con su taza de té, observándola con esa media sonrisa cómplice que la caracterizaba. —¿Hoy es el gran día, eh? —dijo la mujer, en voz baja para no despertar a nadie. —Sí —respondió Thalya, tratando de contener su entusiasmo mientras dejaba sobre la encimera los ingredientes—. Quiero que se despierte con algo bonito… y que no tenga que hacer nada por una vez. Kora, aún medio dormida, movía la cola a cada paso de Thalya, mientras las dos gatas de Masthian observaban la escena desde un poco más lejos. Thalya preparó unas tortitas, huevos revueltos con hierbas frescas y café para la abuela. Como toque personal, añadió una pequeña nota con rotulador negro para su novio: “Feliz cumpleaños, amor. Hoy te toca dejarte mimar, aprovéchalo.” La abuela, divertida, se ofreció a ayudar, aunque Thalya prefirió encargarse de la gran mayoría. Hasta se aseguró de llevar su guitarra eléctrica a la mesa del comedor para usarla más tarde. Con la bandeja lista, subió despacio las escaleras. Su corazón latía rápido, no por nervios, sino por la emoción de verlo dormir, ajeno a la sorpresa. Se acercó a la cama sin hacer ruido, viendo cómo él estaba de lado, con el pelo revuelto y una expresión tranquila. Thalya sonrió, inclinándose hasta rozar su nariz con la de él. Primero le dio un beso suave en la frente, luego en la mejilla, y finalmente en los labios, apenas en un pequeño roce. — Buenos dias guapo —Le susurró sobre sus labios acariciando su pelo con suavidad, esperando que despertara. — Creo que es hora de que el cumpleañero despierte. [aiderulz12]
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  • El sol apenas comenzaba a colarse por las cortinas de la casa, tiñendo de un dorado suave las paredes. La mañana estaba en silencio, salvo por los pasos sigilosos de Masthian y su primo, que subían la escalera con las guitarras a cuestas como si fueran dos ladrones planeando un golpe maestro.

    —Oye, si se despierta antes y nos arruina la sorpresa, es tu culpa —susurró Masthian, tratando de ocultar sus nervios con falsa molestia. Ajustó la correa de su guitarra y se pasó una mano por el cabello, dándose un aire exageradamente confiado, como si estuviera a punto de dar el concierto de su vida. Si al menos parecía que no lo estaba, estaría todo bien.

    Al llegar frente a la puerta, hizo una seña dramática con el dedo en los labios, como si su primo no supiera ya que había que estar en silencio. Aún así, se inclinó hacia él y agregó, en un hilito de voz.

    — Entras después de mi, ok? Como lo hemos practicado, que se trata escuche el coro, ¿oíste?.

    Giró la perilla despacio y la puerta cedió con un pequeño clic. El interior de la habitación todavía estaba envuelto en esa luz suave del amanecer; la silueta de su pareja descansaba entre las sábanas, con el cabello desordenado y el gesto sereno. Masthian apenas pudo evitar soltar un comentario, pero el brillo pícaro en sus ojos lo delató.

    Entró primero, apoyando la guitarra contra la pierna y rascando suavemente las cuerdas, produciendo un acorde juguetón que rompió el silencio. No fue nada melodioso, solo un ruido intencionado para llamar la atención.

    —Buenos días, cumpleañera… —canturreó con descaro, ladeando la cabeza—. ¿Pediste a dos increíbles músicos a domicilio?

    Dio un paso más, inclinándose un poco hacia la cama, y añadió con tono coqueto:

    — Despierta, preciosa, ya empezaron a llegar los regalos.

    Con una sonrisa amplia, dejó que su primo entrara detrás de él. Se aseguró que ella abriera los ojos antes de acomodarse, haciéndole una señal a su primo para que también se alistara, se preparó para arrancar con la canción que llevaba ensayando en secreto, mientras los primeros rayos de sol bañaban la habitación como si también quisieran formar parte de la sorpresa.

    — ¡Feliz cumpleaños, Thalya! —Exclamó, empezando entonces con el rift, marcando el tiempo de la batería con el pie.


    Anyel Martnes Thalya Valcourt

    https://youtu.be/cc0E1E-CQsU?si=O5xCC_k6o0uAo0Ba
    El sol apenas comenzaba a colarse por las cortinas de la casa, tiñendo de un dorado suave las paredes. La mañana estaba en silencio, salvo por los pasos sigilosos de Masthian y su primo, que subían la escalera con las guitarras a cuestas como si fueran dos ladrones planeando un golpe maestro. —Oye, si se despierta antes y nos arruina la sorpresa, es tu culpa —susurró Masthian, tratando de ocultar sus nervios con falsa molestia. Ajustó la correa de su guitarra y se pasó una mano por el cabello, dándose un aire exageradamente confiado, como si estuviera a punto de dar el concierto de su vida. Si al menos parecía que no lo estaba, estaría todo bien. Al llegar frente a la puerta, hizo una seña dramática con el dedo en los labios, como si su primo no supiera ya que había que estar en silencio. Aún así, se inclinó hacia él y agregó, en un hilito de voz. — Entras después de mi, ok? Como lo hemos practicado, que se trata escuche el coro, ¿oíste?. Giró la perilla despacio y la puerta cedió con un pequeño clic. El interior de la habitación todavía estaba envuelto en esa luz suave del amanecer; la silueta de su pareja descansaba entre las sábanas, con el cabello desordenado y el gesto sereno. Masthian apenas pudo evitar soltar un comentario, pero el brillo pícaro en sus ojos lo delató. Entró primero, apoyando la guitarra contra la pierna y rascando suavemente las cuerdas, produciendo un acorde juguetón que rompió el silencio. No fue nada melodioso, solo un ruido intencionado para llamar la atención. —Buenos días, cumpleañera… —canturreó con descaro, ladeando la cabeza—. ¿Pediste a dos increíbles músicos a domicilio? Dio un paso más, inclinándose un poco hacia la cama, y añadió con tono coqueto: — Despierta, preciosa, ya empezaron a llegar los regalos. Con una sonrisa amplia, dejó que su primo entrara detrás de él. Se aseguró que ella abriera los ojos antes de acomodarse, haciéndole una señal a su primo para que también se alistara, se preparó para arrancar con la canción que llevaba ensayando en secreto, mientras los primeros rayos de sol bañaban la habitación como si también quisieran formar parte de la sorpresa. — ¡Feliz cumpleaños, Thalya! —Exclamó, empezando entonces con el rift, marcando el tiempo de la batería con el pie. [Anyel01] [quasar_aqua_scorpion_350] https://youtu.be/cc0E1E-CQsU?si=O5xCC_k6o0uAo0Ba
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  • El agua no es tan aesthetic como el vino pero ni modo, es lo que hay
    El agua no es tan aesthetic como el vino pero ni modo, es lo que hay
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Quiero pensar que Masthian adulto podría verse como :


    Es bonito, ¿verdad?... ¿VERDAD? (?)
    Quiero pensar que Masthian adulto podría verse como : Es bonito, ¿verdad?... ¿VERDAD? (?)
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  • —Masthian lo hizo, yo solo quería ser popular. (?)
    —Masthian lo hizo, yo solo quería ser popular. (?)
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  • DECISIONES
    Categorรญa Drama
    La notificación llegó al móvil como siempre: un mensaje sin nombre, solo un número. “Se necesita personal para un contrato en Siria. Pago inmediato. Responder antes de una semana.”

    Thalya dejó el teléfono boca abajo sobre la mesa de la cocina y se quedó mirándolo como si fuera a explotar.

    La cafetera seguía encendida y el aroma amargo llenaba la casa, pero ni siquiera le apetecía café.

    En la barra, junto a la taza vacía, estaba el ordenador con todo lo que aún debia hacer con Masthian respecto a la cafetería.
    Recordó su sonrisa cuando hablaron de qué música pondrían, de las paredes pintadas a mano. Recordó también sus manos, cálidas, que no conocían la pólvora ni el metal frío de un fusil.

    Thalya suspiró y volvió a girar el móvil. El mensaje seguía ahí, claro y directo. El tipo de trabajo que podía pagar todo el proyecto en un mes, pero que también podía costarle la vida o algo peor.

    Apoyó la frente contra el borde de la mesa.

    —¿De verdad quiero seguir en esto…? —murmuró, sin esperar respuesta.

    Imaginó a Masthian entrando por la puerta en ese momento, preguntándole qué pasaba, a pesar de que habían tenido un momento tenso hace unas horas. O incluso a alguno de sus amigos. ¿Les contaría la verdad? ¿O sonreiría fingiendo que solo estaba cansada?

    La pantalla parpadeó con el mensaje.

    Tenia una semana para decidir si seguía siendo la Thalya de siempre… o si intentaba ser otra distinta, aunque doliera y significara renunciar.
    La notificación llegó al móvil como siempre: un mensaje sin nombre, solo un número. “Se necesita personal para un contrato en Siria. Pago inmediato. Responder antes de una semana.” Thalya dejó el teléfono boca abajo sobre la mesa de la cocina y se quedó mirándolo como si fuera a explotar. La cafetera seguía encendida y el aroma amargo llenaba la casa, pero ni siquiera le apetecía café. En la barra, junto a la taza vacía, estaba el ordenador con todo lo que aún debia hacer con Masthian respecto a la cafetería. Recordó su sonrisa cuando hablaron de qué música pondrían, de las paredes pintadas a mano. Recordó también sus manos, cálidas, que no conocían la pólvora ni el metal frío de un fusil. Thalya suspiró y volvió a girar el móvil. El mensaje seguía ahí, claro y directo. El tipo de trabajo que podía pagar todo el proyecto en un mes, pero que también podía costarle la vida o algo peor. Apoyó la frente contra el borde de la mesa. —¿De verdad quiero seguir en esto…? —murmuró, sin esperar respuesta. Imaginó a Masthian entrando por la puerta en ese momento, preguntándole qué pasaba, a pesar de que habían tenido un momento tenso hace unas horas. O incluso a alguno de sus amigos. ¿Les contaría la verdad? ¿O sonreiría fingiendo que solo estaba cansada? La pantalla parpadeó con el mensaje. Tenia una semana para decidir si seguía siendo la Thalya de siempre… o si intentaba ser otra distinta, aunque doliera y significara renunciar.
    Tipo
    Grupal
    Lรญneas
    Cualquier lรญnea
    Estado
    Disponible
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  • ๐‘ซ๐’†๐’ƒ๐’Š๐’”๐’•๐’† ๐’…๐’†๐’„๐’Š๐’“ "๐’‚๐’…๐’Š๐’ฬ๐’”"
    Fandom ZYXS
    Categorรญa Drama
    ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ….แฃ ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ข๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข.แฃ
    ๐˜–๐˜ซ๐˜ข๐˜ญ๐˜ขฬ ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ฐ๐˜ญ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข๐˜ด, ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ข๐˜ด ๐˜ง๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ญ๐˜ข ๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ข.
    ๐˜๐˜ช๐˜ฆฬ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜š๐˜ฐ๐˜ญ ๐˜ข ๐˜ญ๐˜ข๐˜ด ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ข๐˜ฏ๐˜ข๐˜ด.

    Sus mensajes con el tiempo habían dejado de ser tan frecuentes, al grado de contestar solo un par de veces al día. Masthian podía vivir con eso, pero cuando empezaron a ser solo un par a la semana, comenzó la preocupación. La buscó, por supuesto. Fue a su casa, la buscó en las tiendas de saldos que sabía que frecuentaba, incluso trató de seguir sus historias de Instagram, pero parecía que se la había tragado la tierra.

    Hasta que un día, sin más, le soltó la noticia: Había obtenido una beca para estudiar fuera del país, se iría a Europa. ¿Cuando? ¿Por qué no le había dicho? ¿Podían verse antes? Ninguna de esas preguntas tuvo respuestas. Todos los días, un mensaje y un intento de llamada que no atendían ni respondían.

    Esa mañana, descubrió que el mensaje simplemente no fue recibido y la llamada lo mandaba directamente a buzón. Entró en pánico. Salió corriendo de casa de su abuela hasta el barrio donde Nicole vivía. Se encontró las puertas y ventanas cerradas.

    ๐˜  ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ท๐˜ข๐˜ด ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ฅ๐˜ฐ, ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ฅ๐˜ฐ
    ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ข๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข.แฃ
    ๐˜›๐˜ถฬ ๐˜ฃ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ด๐˜ข๐˜ฃ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ญ๐˜ช๐˜ณ๐˜ช๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ท๐˜ช๐˜ท๐˜ช๐˜ณ ๐˜ด๐˜ช๐˜ฏ ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ข๐˜ณ๐˜ช๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฐ...
    ๐˜  ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ท๐˜ข๐˜ด

    Sintió como el corazón poco a poco se le fue acelerando, a medida que se acercaba y comprobaba que la casa estaba vacía. Su familia nunca cerraba las cortinas, a sus padres no les gustaba que las ventanas estuvieran cerradas... ¿Dónde estaba su perro? ¿Por qué no ladraba?

    Su diestra fue a abrir la rejita que conectaba al patio y por un momento, cuando esta cedió sin problema, pensó que solo sería un cambio extraño de preferencias. Hasta que recordó que esa reja nunca había cerrado. Cuando tenían 8 años, habían estrellado sus bicicletas en ella y nunca repararon el seguro que atoraba la puerta. Tragó saliva mientras entraba al lugar.

    ¿๐˜—๐˜ฐ๐˜ณ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆฬ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ญ๐˜ถ๐˜จ๐˜ข๐˜ณ.แฃ
    ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ข๐˜ฃ๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ท๐˜ข๐˜ด ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ณ.แฃ
    ๐˜Š๐˜ถ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ข ๐˜ฃ๐˜ถ๐˜ด๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ฆ
    ๐˜—๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ค๐˜ถ๐˜ค๐˜ฉ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ช๐˜ณ๐˜ข๐˜ณ

    Miró a su al rededor; al jardín de las rosas de su madre, donde constantemente de pequeños los regañaban por que les gustaba meterse ahí y jugar entre los rosales. Cuando por fin dejaron de jugar, Masthian se había encargado de una vez a la semana cortar la rosa más bonita y dejarla en la habitación de Nicole. En todos sus años de conocerse, recién el año pasado empezó a verse decente ese jardín. Justo cuando ellos dejaron de frecuentarse.

    Avanzó por el caminito de piedra, algunas losetas quebradas y sueltas. La mayoría por su culpa, cuando llegaban después de la escuela y dejaban caer las bicicletas ahí. Y luego estaban los pequeños hoyos que el perrito de Nicole hacía.

    Cuando la conoció, tenía un labrador que después de unos cuantos años, murió. Recordaba la depresión que envolvió a la castaña. Y también su cara de emoción cuando apareció con un cachorro a los pocos días en su sala. Había tenido que cruzar media ciudad para encontrar a un cachorro que se pareciera a la mascota que había perdido. Que silencioso era el patio sin el rufián que siempre lo recibía entre ladridos y lengüetazos.

    ๐˜•๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข ๐˜ด๐˜ฐ๐˜ฃ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ท๐˜ช๐˜ท๐˜ฆ ๐˜ข๐˜ญ ๐˜ง๐˜ช๐˜ฏ๐˜ข๐˜ญ, ¿๐˜บ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆฬ ๐˜ฎ๐˜ขฬ๐˜ด ๐˜ฅ๐˜ข.แฃ
    ๐˜๐˜ช๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ง๐˜ถ๐˜ต๐˜ถ๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ซ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ข ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ฅ
    ๐˜˜๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ง๐˜ถ๐˜ช๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฐ๐˜ต๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ด๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ, ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ฐฬ ๐˜ข ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ค๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ณ๐˜ฆ
    ๐˜•๐˜ฐ ๐˜ฎ๐˜ขฬ๐˜ด ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ข๐˜ค๐˜ค๐˜ช๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ, ๐˜ญ๐˜ข ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ค๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ช๐˜ข


    Quiso abrir la puerta, aún manteniendo esa vaga esperanza, aún sabiendo que se podía ver las ventanas incluso atrancadas. No cedió el picaporte, por más que intentó girar la perilla. Su corazón para ese momento ya estaba roto.

    Giró el cuerpo hacia la derecha, buscando la escalerilla que usaba para subir a la habitación de su amiga por las noches, cuando les tocaba la guardia. Su ventana daba al patio. Sabía que debajo de ella, estaba el escritorio. Un sin fin de veces, Masthian había acudido a ella para estudiar juntos. Y cada una de ellas, se había quedado embobado viéndola mientras trataba de explicarle el tema que estaban estudiando. Todas las veces que estudió con ella, había reprobado. Y después de cada una de esas sesiones, cuando regresaba a casa, se decía que al día siguiente le diría y la invitaría a salir.

    No estaba la escalera. Y el momento de decirle que estaba completamente enamorado de ella, también se había ido.

    ¿๐˜—๐˜ฐ๐˜ณ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆฬ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ญ๐˜ถ๐˜จ๐˜ข๐˜ณ.แฃ
    ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ข๐˜ฃ๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ท๐˜ฐ๐˜บ ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ณ.แฃ
    ๐˜Š๐˜ถ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ฃ๐˜ถ๐˜ด๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ต๐˜ฆ
    ๐˜—๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ค๐˜ถ๐˜ค๐˜ฉ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ช๐˜ณ๐˜ข๐˜ณ

    Rodeó el patio, dirigiéndose a la parte trasera de la casa. La bicicleta, la casita de muñecas y el armario donde su padre guardaba la herramienta. Estaban cubiertos con mantas y asegurados con candados y cadenas. Nunca se habían molestado en hacerlo, la camioneta de su abuela siempre estuvo estacionada ahí, no había forma de sacarlo sin moverla. No recordaba una sola vez que hubiera podido caminar por aquel lugar sin tener que pegar la panza a la pared para poder pasar.

    Todo estaba cubierto de mantas y aún así, conocía a la perfección que había debajo. De no ser por que llegó una edad en la que ya no les permitieron hacer pijamadas juntos, probablemente Masthian habría pasado toda su infancia, adolescencia y el principio de su adultez metido en esa casa.

    Y entonces, una caja llamó su atención. Estaba fuera de cualquier cubierta, a medio cerrar y de su interior, sobresalía la manga de una sudadera que reconoció de inmediato. Era suya. Estaba bajo el pequeño techo de la bodega que había en el patio, si llovía, no se mojaría. Pero era obvio que la habían dejado ahí apropósito. Lo comprobó al acercarse, su nombre estaba escrito con la letra redonda y agraciada de Nicole.

    ๐˜  ๐˜ฐ๐˜ซ๐˜ข๐˜ญ๐˜ขฬ ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ฐ๐˜ญ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข๐˜ด
    ๐˜Š๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ต๐˜ถ๐˜ด ๐˜ง๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ญ๐˜ข ๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ข
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    Empezó a hiperventilar. La sudadera no fue un regalo realmente, pero después de que Nicole se la pidió por tercera vez, dejó de pedirla de regreso. Frecuentemente, la usaba para sus cacerías en tiendas, buscando ofertas. Decía que era perfecta para guardar cosas.

    Un llavero, con la foto de los doce, la última vez que se habían juntado, antes de que todos siguieran sus propios caminos. El recuerdo de esa noche lo asaltó. Estuvieron a punto de besarse, pero el retrocedió y no hablaron más. Después de eso, sus encuentros apenas y duraron un cuarto de hora.

    Quiso seguir revisando, distinguió una camiseta que una vez dejó y ella usaba de pijama. La cajita que habían pintado junto a Hanary. Los collares a juego... Las lágrimas le hacían difícil saber que había.

    Casi quince años de amistad, de estar juntos prácticamente todos los días. Tantas risas, sonrojos, los latidos desenfrenados cuando se tomaban las manos... Todo eso, entraba en una caja de cartón.

    En una caja de cartón olvidada en su cochera. No, ni siquiera olvidada. Abandonada, puesta ahí sin si quiera preocuparse por cubrirla. ¿Esperaba Nicole que él la encontrara? Era un mal chiste.

    Cuando por fin se dejó caer con todo la dignidad que tenía encima, sacó su celular y entre berridos y lamentos le marcó a su primo. Si le entendió o no, la verdad es que no importaba. Se abrazó a lo único que aún conservaba el olor de la castaña, la sudadera y esperó a que llegara.

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Hasta que un día, sin más, le soltó la noticia: Había obtenido una beca para estudiar fuera del país, se iría a Europa. ¿Cuando? ¿Por qué no le había dicho? ¿Podían verse antes? Ninguna de esas preguntas tuvo respuestas. Todos los días, un mensaje y un intento de llamada que no atendían ni respondían. Esa mañana, descubrió que el mensaje simplemente no fue recibido y la llamada lo mandaba directamente a buzón. Entró en pánico. Salió corriendo de casa de su abuela hasta el barrio donde Nicole vivía. Se encontró las puertas y ventanas cerradas. ๐˜  ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ท๐˜ข๐˜ด ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ฅ๐˜ฐ, ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ฅ๐˜ฐ ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ข๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข.แฃ ๐˜›๐˜ถฬ ๐˜ฃ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ด๐˜ข๐˜ฃ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ญ๐˜ช๐˜ณ๐˜ช๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ท๐˜ช๐˜ท๐˜ช๐˜ณ ๐˜ด๐˜ช๐˜ฏ ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ข๐˜ณ๐˜ช๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฐ... ๐˜  ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ท๐˜ข๐˜ด Sintió como el corazón poco a poco se le fue acelerando, a medida que se acercaba y comprobaba que la casa estaba vacía. Su familia nunca cerraba las cortinas, a sus padres no les gustaba que las ventanas estuvieran cerradas... ¿Dónde estaba su perro? ¿Por qué no ladraba? Su diestra fue a abrir la rejita que conectaba al patio y por un momento, cuando esta cedió sin problema, pensó que solo sería un cambio extraño de preferencias. Hasta que recordó que esa reja nunca había cerrado. Cuando tenían 8 años, habían estrellado sus bicicletas en ella y nunca repararon el seguro que atoraba la puerta. Tragó saliva mientras entraba al lugar. ¿๐˜—๐˜ฐ๐˜ณ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆฬ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ญ๐˜ถ๐˜จ๐˜ข๐˜ณ.แฃ ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ข๐˜ฃ๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ท๐˜ข๐˜ด ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ณ.แฃ ๐˜Š๐˜ถ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ข ๐˜ฃ๐˜ถ๐˜ด๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜—๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ค๐˜ถ๐˜ค๐˜ฉ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ช๐˜ณ๐˜ข๐˜ณ Miró a su al rededor; al jardín de las rosas de su madre, donde constantemente de pequeños los regañaban por que les gustaba meterse ahí y jugar entre los rosales. Cuando por fin dejaron de jugar, Masthian se había encargado de una vez a la semana cortar la rosa más bonita y dejarla en la habitación de Nicole. En todos sus años de conocerse, recién el año pasado empezó a verse decente ese jardín. Justo cuando ellos dejaron de frecuentarse. Avanzó por el caminito de piedra, algunas losetas quebradas y sueltas. La mayoría por su culpa, cuando llegaban después de la escuela y dejaban caer las bicicletas ahí. Y luego estaban los pequeños hoyos que el perrito de Nicole hacía. Cuando la conoció, tenía un labrador que después de unos cuantos años, murió. Recordaba la depresión que envolvió a la castaña. Y también su cara de emoción cuando apareció con un cachorro a los pocos días en su sala. Había tenido que cruzar media ciudad para encontrar a un cachorro que se pareciera a la mascota que había perdido. Que silencioso era el patio sin el rufián que siempre lo recibía entre ladridos y lengüetazos. ๐˜•๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข ๐˜ด๐˜ฐ๐˜ฃ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ท๐˜ช๐˜ท๐˜ฆ ๐˜ข๐˜ญ ๐˜ง๐˜ช๐˜ฏ๐˜ข๐˜ญ, ¿๐˜บ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆฬ ๐˜ฎ๐˜ขฬ๐˜ด ๐˜ฅ๐˜ข.แฃ ๐˜๐˜ช๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ง๐˜ถ๐˜ต๐˜ถ๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ซ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ข ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ฅ ๐˜˜๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ง๐˜ถ๐˜ช๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฐ๐˜ต๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ด๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ, ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ฐฬ ๐˜ข ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ค๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜•๐˜ฐ ๐˜ฎ๐˜ขฬ๐˜ด ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ข๐˜ค๐˜ค๐˜ช๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ, ๐˜ญ๐˜ข ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ค๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ช๐˜ข Quiso abrir la puerta, aún manteniendo esa vaga esperanza, aún sabiendo que se podía ver las ventanas incluso atrancadas. No cedió el picaporte, por más que intentó girar la perilla. Su corazón para ese momento ya estaba roto. Giró el cuerpo hacia la derecha, buscando la escalerilla que usaba para subir a la habitación de su amiga por las noches, cuando les tocaba la guardia. Su ventana daba al patio. Sabía que debajo de ella, estaba el escritorio. Un sin fin de veces, Masthian había acudido a ella para estudiar juntos. Y cada una de ellas, se había quedado embobado viéndola mientras trataba de explicarle el tema que estaban estudiando. Todas las veces que estudió con ella, había reprobado. Y después de cada una de esas sesiones, cuando regresaba a casa, se decía que al día siguiente le diría y la invitaría a salir. No estaba la escalera. Y el momento de decirle que estaba completamente enamorado de ella, también se había ido. ¿๐˜—๐˜ฐ๐˜ณ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆฬ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ญ๐˜ถ๐˜จ๐˜ข๐˜ณ.แฃ ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ข๐˜ฃ๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ท๐˜ฐ๐˜บ ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ณ.แฃ ๐˜Š๐˜ถ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ฃ๐˜ถ๐˜ด๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜—๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ค๐˜ถ๐˜ค๐˜ฉ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ช๐˜ณ๐˜ข๐˜ณ Rodeó el patio, dirigiéndose a la parte trasera de la casa. La bicicleta, la casita de muñecas y el armario donde su padre guardaba la herramienta. Estaban cubiertos con mantas y asegurados con candados y cadenas. Nunca se habían molestado en hacerlo, la camioneta de su abuela siempre estuvo estacionada ahí, no había forma de sacarlo sin moverla. No recordaba una sola vez que hubiera podido caminar por aquel lugar sin tener que pegar la panza a la pared para poder pasar. Todo estaba cubierto de mantas y aún así, conocía a la perfección que había debajo. De no ser por que llegó una edad en la que ya no les permitieron hacer pijamadas juntos, probablemente Masthian habría pasado toda su infancia, adolescencia y el principio de su adultez metido en esa casa. Y entonces, una caja llamó su atención. Estaba fuera de cualquier cubierta, a medio cerrar y de su interior, sobresalía la manga de una sudadera que reconoció de inmediato. Era suya. Estaba bajo el pequeño techo de la bodega que había en el patio, si llovía, no se mojaría. Pero era obvio que la habían dejado ahí apropósito. Lo comprobó al acercarse, su nombre estaba escrito con la letra redonda y agraciada de Nicole. ๐˜  ๐˜ฐ๐˜ซ๐˜ข๐˜ญ๐˜ขฬ ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ฐ๐˜ญ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข๐˜ด ๐˜Š๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ต๐˜ถ๐˜ด ๐˜ง๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ญ๐˜ข ๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜˜๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ง๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ฐ๐˜ต๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ด๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜˜๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ฐฬ ๐˜ข ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ค๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜•๐˜ฐ ๐˜ง๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ด๐˜ถ๐˜ง๐˜ช๐˜ค๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ด ๐˜“๐˜ข ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ค๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ช๐˜ข Empezó a hiperventilar. La sudadera no fue un regalo realmente, pero después de que Nicole se la pidió por tercera vez, dejó de pedirla de regreso. Frecuentemente, la usaba para sus cacerías en tiendas, buscando ofertas. Decía que era perfecta para guardar cosas. Un llavero, con la foto de los doce, la última vez que se habían juntado, antes de que todos siguieran sus propios caminos. El recuerdo de esa noche lo asaltó. Estuvieron a punto de besarse, pero el retrocedió y no hablaron más. Después de eso, sus encuentros apenas y duraron un cuarto de hora. Quiso seguir revisando, distinguió una camiseta que una vez dejó y ella usaba de pijama. La cajita que habían pintado junto a Hanary. Los collares a juego... Las lágrimas le hacían difícil saber que había. Casi quince años de amistad, de estar juntos prácticamente todos los días. Tantas risas, sonrojos, los latidos desenfrenados cuando se tomaban las manos... Todo eso, entraba en una caja de cartón. En una caja de cartón olvidada en su cochera. No, ni siquiera olvidada. Abandonada, puesta ahí sin si quiera preocuparse por cubrirla. ¿Esperaba Nicole que él la encontrara? Era un mal chiste. Cuando por fin se dejó caer con todo la dignidad que tenía encima, sacó su celular y entre berridos y lamentos le marcó a su primo. Si le entendió o no, la verdad es que no importaba. 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