• El avión aterrizó con un golpe seco y Thalya apretó los reposabrazos como si aquello pudiera detener el temblor en sus manos.

    Cuando bajaron del avión, el aire cálido y húmedo la envolvió de inmediato. Caminó en silencio, con la mochila colgada del hombro y la chaqueta atada a la cintura, sintiendo que cada paso la acercaba a un juicio pendiente.

    En la terminal, mientras esperaban las maletas, Thalya al fin rompió el silencio.

    —No sé si puedo hacerlo… —murmuró, casi para sí misma, con los ojos fijos en el suelo.

    Su voz sonaba áspera, como si las palabras le rasgaran la garganta.

    —Han pasado tantos años. Ni siquiera sé cómo mirarlos a la cara. Dejé que todo este tiempo estuvieran sin mí, que lloraran solos a mis padres… y ahora aparezco así, de repente, como si nada.

    Podía notarse la culpabilidad en su tono de voz. Sus dedos buscaron instintivamente los de Masthian, aferrándose a su mano.

    —Tengo miedo de que me miren y vean solo a alguien que los abandonó.

    El anuncio en griego sobre el carrusel de equipajes resonó en la terminal, y Thalya levantó la vista un instante, reconociendo el idioma que apenas recordaba de su infancia. Se le encogió el estómago.

    Cuando al fin recogieron las maletas y se dirigieron hacia la salida, Thalya se detuvo en seco a unos metros de las puertas automáticas. Afuera, entre la gente que esperaba, alcanzó a distinguir a una pareja mayor: su abuelo con el bastón apoyado a un lado, su abuela con un vestido sencillo y el cabello blanco recogido. Ambos buscaban con la mirada, nerviosos, como si temieran que nunca apareciera.

    Las piernas le temblaron por un momento.

    —Dios… están ahí. —Su voz se rompió levemente—. No sé si puedo moverme.

    Negó con su cabeza y se giró hacia Masthian, con los ojos brillando por las lágrimas contenidas, esperando el apoyo que sabía que tendría de él.

    —¿Qué hago si se enfadan conmigo o si no me perdonan?

    Masthian Lauguez
    El avión aterrizó con un golpe seco y Thalya apretó los reposabrazos como si aquello pudiera detener el temblor en sus manos. Cuando bajaron del avión, el aire cálido y húmedo la envolvió de inmediato. Caminó en silencio, con la mochila colgada del hombro y la chaqueta atada a la cintura, sintiendo que cada paso la acercaba a un juicio pendiente. En la terminal, mientras esperaban las maletas, Thalya al fin rompió el silencio. —No sé si puedo hacerlo… —murmuró, casi para sí misma, con los ojos fijos en el suelo. Su voz sonaba áspera, como si las palabras le rasgaran la garganta. —Han pasado tantos años. Ni siquiera sé cómo mirarlos a la cara. Dejé que todo este tiempo estuvieran sin mí, que lloraran solos a mis padres… y ahora aparezco así, de repente, como si nada. Podía notarse la culpabilidad en su tono de voz. Sus dedos buscaron instintivamente los de Masthian, aferrándose a su mano. —Tengo miedo de que me miren y vean solo a alguien que los abandonó. El anuncio en griego sobre el carrusel de equipajes resonó en la terminal, y Thalya levantó la vista un instante, reconociendo el idioma que apenas recordaba de su infancia. Se le encogió el estómago. Cuando al fin recogieron las maletas y se dirigieron hacia la salida, Thalya se detuvo en seco a unos metros de las puertas automáticas. Afuera, entre la gente que esperaba, alcanzó a distinguir a una pareja mayor: su abuelo con el bastón apoyado a un lado, su abuela con un vestido sencillo y el cabello blanco recogido. Ambos buscaban con la mirada, nerviosos, como si temieran que nunca apareciera. Las piernas le temblaron por un momento. —Dios… están ahí. —Su voz se rompió levemente—. No sé si puedo moverme. Negó con su cabeza y se giró hacia Masthian, con los ojos brillando por las lágrimas contenidas, esperando el apoyo que sabía que tendría de él. —¿Qué hago si se enfadan conmigo o si no me perdonan? [aiderulz12]
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  • "LA PEOR TRIZTEZA NO ES LA QUE SE DESBORDA, ES LA QUE SE OCULTA, TE CARCOME... PERO NUNCA ES TARDE PARA REPARARLO E INTENTALO DE NUEVO."


    https://youtu.be/4jHuiqCzpX0?si=bCy5IXcO-GSthEd1
    "LA PEOR TRIZTEZA NO ES LA QUE SE DESBORDA, ES LA QUE SE OCULTA, TE CARCOME... PERO NUNCA ES TARDE PARA REPARARLO E INTENTALO DE NUEVO." https://youtu.be/4jHuiqCzpX0?si=bCy5IXcO-GSthEd1
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  • El sol apenas entraba por las cortinas cuando Thalya bajó a la cocina, intentando hacer el menor ruido posible. La abuela de Masthian ya estaba despierta, sentada con su taza de té, observándola con esa media sonrisa cómplice que la caracterizaba.

    —¿Hoy es el gran día, eh? —dijo la mujer, en voz baja para no despertar a nadie.
    —Sí —respondió Thalya, tratando de contener su entusiasmo mientras dejaba sobre la encimera los ingredientes—. Quiero que se despierte con algo bonito… y que no tenga que hacer nada por una vez.

    Kora, aún medio dormida, movía la cola a cada paso de Thalya, mientras las dos gatas de Masthian observaban la escena desde un poco más lejos.

    Thalya preparó unas tortitas, huevos revueltos con hierbas frescas y café para la abuela. Como toque personal, añadió una pequeña nota con rotulador negro para su novio: “Feliz cumpleaños, amor. Hoy te toca dejarte mimar, aprovéchalo.”

    La abuela, divertida, se ofreció a ayudar, aunque Thalya prefirió encargarse de la gran mayoría. Hasta se aseguró de llevar su guitarra eléctrica a la mesa del comedor para usarla más tarde.

    Con la bandeja lista, subió despacio las escaleras. Su corazón latía rápido, no por nervios, sino por la emoción de verlo dormir, ajeno a la sorpresa. Se acercó a la cama sin hacer ruido, viendo cómo él estaba de lado, con el pelo revuelto y una expresión tranquila.

    Thalya sonrió, inclinándose hasta rozar su nariz con la de él. Primero le dio un beso suave en la frente, luego en la mejilla, y finalmente en los labios, apenas en un pequeño roce.

    — Buenos dias guapo —Le susurró sobre sus labios acariciando su pelo con suavidad, esperando que despertara. — Creo que es hora de que el cumpleañero despierte.

    Masthian Lauguez
    El sol apenas entraba por las cortinas cuando Thalya bajó a la cocina, intentando hacer el menor ruido posible. La abuela de Masthian ya estaba despierta, sentada con su taza de té, observándola con esa media sonrisa cómplice que la caracterizaba. —¿Hoy es el gran día, eh? —dijo la mujer, en voz baja para no despertar a nadie. —Sí —respondió Thalya, tratando de contener su entusiasmo mientras dejaba sobre la encimera los ingredientes—. Quiero que se despierte con algo bonito… y que no tenga que hacer nada por una vez. Kora, aún medio dormida, movía la cola a cada paso de Thalya, mientras las dos gatas de Masthian observaban la escena desde un poco más lejos. Thalya preparó unas tortitas, huevos revueltos con hierbas frescas y café para la abuela. Como toque personal, añadió una pequeña nota con rotulador negro para su novio: “Feliz cumpleaños, amor. Hoy te toca dejarte mimar, aprovéchalo.” La abuela, divertida, se ofreció a ayudar, aunque Thalya prefirió encargarse de la gran mayoría. Hasta se aseguró de llevar su guitarra eléctrica a la mesa del comedor para usarla más tarde. Con la bandeja lista, subió despacio las escaleras. Su corazón latía rápido, no por nervios, sino por la emoción de verlo dormir, ajeno a la sorpresa. Se acercó a la cama sin hacer ruido, viendo cómo él estaba de lado, con el pelo revuelto y una expresión tranquila. Thalya sonrió, inclinándose hasta rozar su nariz con la de él. Primero le dio un beso suave en la frente, luego en la mejilla, y finalmente en los labios, apenas en un pequeño roce. — Buenos dias guapo —Le susurró sobre sus labios acariciando su pelo con suavidad, esperando que despertara. — Creo que es hora de que el cumpleañero despierte. [aiderulz12]
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  • El sol apenas comenzaba a colarse por las cortinas de la casa, tiñendo de un dorado suave las paredes. La mañana estaba en silencio, salvo por los pasos sigilosos de Masthian y su primo, que subían la escalera con las guitarras a cuestas como si fueran dos ladrones planeando un golpe maestro.

    —Oye, si se despierta antes y nos arruina la sorpresa, es tu culpa —susurró Masthian, tratando de ocultar sus nervios con falsa molestia. Ajustó la correa de su guitarra y se pasó una mano por el cabello, dándose un aire exageradamente confiado, como si estuviera a punto de dar el concierto de su vida. Si al menos parecía que no lo estaba, estaría todo bien.

    Al llegar frente a la puerta, hizo una seña dramática con el dedo en los labios, como si su primo no supiera ya que había que estar en silencio. Aún así, se inclinó hacia él y agregó, en un hilito de voz.

    — Entras después de mi, ok? Como lo hemos practicado, que se trata escuche el coro, ¿oíste?.

    Giró la perilla despacio y la puerta cedió con un pequeño clic. El interior de la habitación todavía estaba envuelto en esa luz suave del amanecer; la silueta de su pareja descansaba entre las sábanas, con el cabello desordenado y el gesto sereno. Masthian apenas pudo evitar soltar un comentario, pero el brillo pícaro en sus ojos lo delató.

    Entró primero, apoyando la guitarra contra la pierna y rascando suavemente las cuerdas, produciendo un acorde juguetón que rompió el silencio. No fue nada melodioso, solo un ruido intencionado para llamar la atención.

    —Buenos días, cumpleañera… —canturreó con descaro, ladeando la cabeza—. ¿Pediste a dos increíbles músicos a domicilio?

    Dio un paso más, inclinándose un poco hacia la cama, y añadió con tono coqueto:

    — Despierta, preciosa, ya empezaron a llegar los regalos.

    Con una sonrisa amplia, dejó que su primo entrara detrás de él. Se aseguró que ella abriera los ojos antes de acomodarse, haciéndole una señal a su primo para que también se alistara, se preparó para arrancar con la canción que llevaba ensayando en secreto, mientras los primeros rayos de sol bañaban la habitación como si también quisieran formar parte de la sorpresa.

    — ¡Feliz cumpleaños, Thalya! —Exclamó, empezando entonces con el rift, marcando el tiempo de la batería con el pie.


    Anyel Martnes Thalya Valcourt

    https://youtu.be/cc0E1E-CQsU?si=O5xCC_k6o0uAo0Ba
    El sol apenas comenzaba a colarse por las cortinas de la casa, tiñendo de un dorado suave las paredes. La mañana estaba en silencio, salvo por los pasos sigilosos de Masthian y su primo, que subían la escalera con las guitarras a cuestas como si fueran dos ladrones planeando un golpe maestro. —Oye, si se despierta antes y nos arruina la sorpresa, es tu culpa —susurró Masthian, tratando de ocultar sus nervios con falsa molestia. Ajustó la correa de su guitarra y se pasó una mano por el cabello, dándose un aire exageradamente confiado, como si estuviera a punto de dar el concierto de su vida. Si al menos parecía que no lo estaba, estaría todo bien. Al llegar frente a la puerta, hizo una seña dramática con el dedo en los labios, como si su primo no supiera ya que había que estar en silencio. Aún así, se inclinó hacia él y agregó, en un hilito de voz. — Entras después de mi, ok? Como lo hemos practicado, que se trata escuche el coro, ¿oíste?. Giró la perilla despacio y la puerta cedió con un pequeño clic. El interior de la habitación todavía estaba envuelto en esa luz suave del amanecer; la silueta de su pareja descansaba entre las sábanas, con el cabello desordenado y el gesto sereno. Masthian apenas pudo evitar soltar un comentario, pero el brillo pícaro en sus ojos lo delató. Entró primero, apoyando la guitarra contra la pierna y rascando suavemente las cuerdas, produciendo un acorde juguetón que rompió el silencio. No fue nada melodioso, solo un ruido intencionado para llamar la atención. —Buenos días, cumpleañera… —canturreó con descaro, ladeando la cabeza—. ¿Pediste a dos increíbles músicos a domicilio? Dio un paso más, inclinándose un poco hacia la cama, y añadió con tono coqueto: — Despierta, preciosa, ya empezaron a llegar los regalos. Con una sonrisa amplia, dejó que su primo entrara detrás de él. Se aseguró que ella abriera los ojos antes de acomodarse, haciéndole una señal a su primo para que también se alistara, se preparó para arrancar con la canción que llevaba ensayando en secreto, mientras los primeros rayos de sol bañaban la habitación como si también quisieran formar parte de la sorpresa. — ¡Feliz cumpleaños, Thalya! —Exclamó, empezando entonces con el rift, marcando el tiempo de la batería con el pie. [Anyel01] [quasar_aqua_scorpion_350] https://youtu.be/cc0E1E-CQsU?si=O5xCC_k6o0uAo0Ba
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  • El agua no es tan aesthetic como el vino pero ni modo, es lo que hay
    El agua no es tan aesthetic como el vino pero ni modo, es lo que hay
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Quiero pensar que Masthian adulto podría verse como :


    Es bonito, ¿verdad?... ¿VERDAD? (?)
    Quiero pensar que Masthian adulto podría verse como : Es bonito, ¿verdad?... ¿VERDAD? (?)
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  • —Masthian lo hizo, yo solo quería ser popular. (?)
    —Masthian lo hizo, yo solo quería ser popular. (?)
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  • DECISIONES
    Categoría Drama
    La notificación llegó al móvil como siempre: un mensaje sin nombre, solo un número. “Se necesita personal para un contrato en Siria. Pago inmediato. Responder antes de una semana.”

    Thalya dejó el teléfono boca abajo sobre la mesa de la cocina y se quedó mirándolo como si fuera a explotar.

    La cafetera seguía encendida y el aroma amargo llenaba la casa, pero ni siquiera le apetecía café.

    En la barra, junto a la taza vacía, estaba el ordenador con todo lo que aún debia hacer con Masthian respecto a la cafetería.
    Recordó su sonrisa cuando hablaron de qué música pondrían, de las paredes pintadas a mano. Recordó también sus manos, cálidas, que no conocían la pólvora ni el metal frío de un fusil.

    Thalya suspiró y volvió a girar el móvil. El mensaje seguía ahí, claro y directo. El tipo de trabajo que podía pagar todo el proyecto en un mes, pero que también podía costarle la vida o algo peor.

    Apoyó la frente contra el borde de la mesa.

    —¿De verdad quiero seguir en esto…? —murmuró, sin esperar respuesta.

    Imaginó a Masthian entrando por la puerta en ese momento, preguntándole qué pasaba, a pesar de que habían tenido un momento tenso hace unas horas. O incluso a alguno de sus amigos. ¿Les contaría la verdad? ¿O sonreiría fingiendo que solo estaba cansada?

    La pantalla parpadeó con el mensaje.

    Tenia una semana para decidir si seguía siendo la Thalya de siempre… o si intentaba ser otra distinta, aunque doliera y significara renunciar.
    La notificación llegó al móvil como siempre: un mensaje sin nombre, solo un número. “Se necesita personal para un contrato en Siria. Pago inmediato. Responder antes de una semana.” Thalya dejó el teléfono boca abajo sobre la mesa de la cocina y se quedó mirándolo como si fuera a explotar. La cafetera seguía encendida y el aroma amargo llenaba la casa, pero ni siquiera le apetecía café. En la barra, junto a la taza vacía, estaba el ordenador con todo lo que aún debia hacer con Masthian respecto a la cafetería. Recordó su sonrisa cuando hablaron de qué música pondrían, de las paredes pintadas a mano. Recordó también sus manos, cálidas, que no conocían la pólvora ni el metal frío de un fusil. Thalya suspiró y volvió a girar el móvil. El mensaje seguía ahí, claro y directo. El tipo de trabajo que podía pagar todo el proyecto en un mes, pero que también podía costarle la vida o algo peor. Apoyó la frente contra el borde de la mesa. —¿De verdad quiero seguir en esto…? —murmuró, sin esperar respuesta. Imaginó a Masthian entrando por la puerta en ese momento, preguntándole qué pasaba, a pesar de que habían tenido un momento tenso hace unas horas. O incluso a alguno de sus amigos. ¿Les contaría la verdad? ¿O sonreiría fingiendo que solo estaba cansada? La pantalla parpadeó con el mensaje. Tenia una semana para decidir si seguía siendo la Thalya de siempre… o si intentaba ser otra distinta, aunque doliera y significara renunciar.
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    Grupal
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  • 𝑫𝒆𝒃𝒊𝒔𝒕𝒆 𝒅𝒆𝒄𝒊𝒓 "𝒂𝒅𝒊𝒐́𝒔"
    Fandom ZYXS
    Categoría Drama
    ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰….ᐣ ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘯𝘢𝘥𝘢.ᐣ
    𝘖𝘫𝘢𝘭𝘢́ 𝘵𝘦 𝘮𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢𝘳𝘢𝘴, 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘰𝘥𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘢𝘴 𝘧𝘭𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘳𝘢.
    𝘝𝘪𝘦́𝘯𝘥𝘰𝘮𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘚𝘰𝘭 𝘢 𝘭𝘢𝘴 𝘷𝘦𝘯𝘵𝘢𝘯𝘢𝘴.

    Sus mensajes con el tiempo habían dejado de ser tan frecuentes, al grado de contestar solo un par de veces al día. Masthian podía vivir con eso, pero cuando empezaron a ser solo un par a la semana, comenzó la preocupación. La buscó, por supuesto. Fue a su casa, la buscó en las tiendas de saldos que sabía que frecuentaba, incluso trató de seguir sus historias de Instagram, pero parecía que se la había tragado la tierra.

    Hasta que un día, sin más, le soltó la noticia: Había obtenido una beca para estudiar fuera del país, se iría a Europa. ¿Cuando? ¿Por qué no le había dicho? ¿Podían verse antes? Ninguna de esas preguntas tuvo respuestas. Todos los días, un mensaje y un intento de llamada que no atendían ni respondían.

    Esa mañana, descubrió que el mensaje simplemente no fue recibido y la llamada lo mandaba directamente a buzón. Entró en pánico. Salió corriendo de casa de su abuela hasta el barrio donde Nicole vivía. Se encontró las puertas y ventanas cerradas.

    𝘠 𝘵𝘦 𝘭𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘴 𝘵𝘰𝘥𝘰, 𝘭𝘰 𝘱𝘦𝘳𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘵𝘰𝘥𝘰
    ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘯𝘢𝘥𝘢.ᐣ
    𝘛𝘶́ 𝘣𝘪𝘦𝘯 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘥𝘦𝘭𝘪𝘳𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘷𝘪𝘳 𝘴𝘪𝘯 𝘢𝘮𝘢𝘳𝘪𝘭𝘭𝘰...
    𝘠 𝘵𝘦 𝘭𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘴

    Sintió como el corazón poco a poco se le fue acelerando, a medida que se acercaba y comprobaba que la casa estaba vacía. Su familia nunca cerraba las cortinas, a sus padres no les gustaba que las ventanas estuvieran cerradas... ¿Dónde estaba su perro? ¿Por qué no ladraba?

    Su diestra fue a abrir la rejita que conectaba al patio y por un momento, cuando esta cedió sin problema, pensó que solo sería un cambio extraño de preferencias. Hasta que recordó que esa reja nunca había cerrado. Cuando tenían 8 años, habían estrellado sus bicicletas en ella y nunca repararon el seguro que atoraba la puerta. Tragó saliva mientras entraba al lugar.

    ¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦́ 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳.ᐣ
    ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘥𝘪𝘢𝘣𝘭𝘰𝘴 𝘮𝘦 𝘷𝘢𝘴 𝘢 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳.ᐣ
    𝘊𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘦𝘴 𝘢 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘳𝘮𝘦
    𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘳

    Miró a su al rededor; al jardín de las rosas de su madre, donde constantemente de pequeños los regañaban por que les gustaba meterse ahí y jugar entre los rosales. Cuando por fin dejaron de jugar, Masthian se había encargado de una vez a la semana cortar la rosa más bonita y dejarla en la habitación de Nicole. En todos sus años de conocerse, recién el año pasado empezó a verse decente ese jardín. Justo cuando ellos dejaron de frecuentarse.

    Avanzó por el caminito de piedra, algunas losetas quebradas y sueltas. La mayoría por su culpa, cuando llegaban después de la escuela y dejaban caer las bicicletas ahí. Y luego estaban los pequeños hoyos que el perrito de Nicole hacía.

    Cuando la conoció, tenía un labrador que después de unos cuantos años, murió. Recordaba la depresión que envolvió a la castaña. Y también su cara de emoción cuando apareció con un cachorro a los pocos días en su sala. Había tenido que cruzar media ciudad para encontrar a un cachorro que se pareciera a la mascota que había perdido. Que silencioso era el patio sin el rufián que siempre lo recibía entre ladridos y lengüetazos.

    𝘕𝘢𝘥𝘢 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦𝘷𝘪𝘷𝘦 𝘢𝘭 𝘧𝘪𝘯𝘢𝘭, ¿𝘺 𝘲𝘶𝘦́ 𝘮𝘢́𝘴 𝘥𝘢.ᐣ
    𝘝𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘶𝘯 𝘧𝘶𝘵𝘶𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘪𝘫𝘰 𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥
    𝘘𝘶𝘦 𝘧𝘶𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦, 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘰́ 𝘢 𝘥𝘪𝘤𝘪𝘦𝘮𝘣𝘳𝘦
    𝘕𝘰 𝘮𝘢́𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯 𝘢𝘤𝘤𝘪𝘥𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘭𝘢 𝘨𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘯𝘰 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢


    Quiso abrir la puerta, aún manteniendo esa vaga esperanza, aún sabiendo que se podía ver las ventanas incluso atrancadas. No cedió el picaporte, por más que intentó girar la perilla. Su corazón para ese momento ya estaba roto.

    Giró el cuerpo hacia la derecha, buscando la escalerilla que usaba para subir a la habitación de su amiga por las noches, cuando les tocaba la guardia. Su ventana daba al patio. Sabía que debajo de ella, estaba el escritorio. Un sin fin de veces, Masthian había acudido a ella para estudiar juntos. Y cada una de ellas, se había quedado embobado viéndola mientras trataba de explicarle el tema que estaban estudiando. Todas las veces que estudió con ella, había reprobado. Y después de cada una de esas sesiones, cuando regresaba a casa, se decía que al día siguiente le diría y la invitaría a salir.

    No estaba la escalera. Y el momento de decirle que estaba completamente enamorado de ella, también se había ido.

    ¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦́ 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳.ᐣ
    ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘥𝘪𝘢𝘣𝘭𝘰𝘴 𝘵𝘦 𝘷𝘰𝘺 𝘢 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳.ᐣ
    𝘊𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘦 𝘢 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘳𝘵𝘦
    𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘳

    Rodeó el patio, dirigiéndose a la parte trasera de la casa. La bicicleta, la casita de muñecas y el armario donde su padre guardaba la herramienta. Estaban cubiertos con mantas y asegurados con candados y cadenas. Nunca se habían molestado en hacerlo, la camioneta de su abuela siempre estuvo estacionada ahí, no había forma de sacarlo sin moverla. No recordaba una sola vez que hubiera podido caminar por aquel lugar sin tener que pegar la panza a la pared para poder pasar.

    Todo estaba cubierto de mantas y aún así, conocía a la perfección que había debajo. De no ser por que llegó una edad en la que ya no les permitieron hacer pijamadas juntos, probablemente Masthian habría pasado toda su infancia, adolescencia y el principio de su adultez metido en esa casa.

    Y entonces, una caja llamó su atención. Estaba fuera de cualquier cubierta, a medio cerrar y de su interior, sobresalía la manga de una sudadera que reconoció de inmediato. Era suya. Estaba bajo el pequeño techo de la bodega que había en el patio, si llovía, no se mojaría. Pero era obvio que la habían dejado ahí apropósito. Lo comprobó al acercarse, su nombre estaba escrito con la letra redonda y agraciada de Nicole.

    𝘠 𝘰𝘫𝘢𝘭𝘢́ 𝘵𝘦 𝘮𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢𝘳𝘢𝘴
    𝘊𝘰𝘯 𝘵𝘶𝘴 𝘧𝘭𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘳𝘢
    𝘘𝘶𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦
    𝘘𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘰́ 𝘢 𝘥𝘪𝘤𝘪𝘦𝘮𝘣𝘳𝘦
    𝘕𝘰 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘴𝘶𝘧𝘪𝘤𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴
    𝘓𝘢 𝘨𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘯𝘰 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢

    Empezó a hiperventilar. La sudadera no fue un regalo realmente, pero después de que Nicole se la pidió por tercera vez, dejó de pedirla de regreso. Frecuentemente, la usaba para sus cacerías en tiendas, buscando ofertas. Decía que era perfecta para guardar cosas.

    Un llavero, con la foto de los doce, la última vez que se habían juntado, antes de que todos siguieran sus propios caminos. El recuerdo de esa noche lo asaltó. Estuvieron a punto de besarse, pero el retrocedió y no hablaron más. Después de eso, sus encuentros apenas y duraron un cuarto de hora.

    Quiso seguir revisando, distinguió una camiseta que una vez dejó y ella usaba de pijama. La cajita que habían pintado junto a Hanary. Los collares a juego... Las lágrimas le hacían difícil saber que había.

    Casi quince años de amistad, de estar juntos prácticamente todos los días. Tantas risas, sonrojos, los latidos desenfrenados cuando se tomaban las manos... Todo eso, entraba en una caja de cartón.

    En una caja de cartón olvidada en su cochera. No, ni siquiera olvidada. Abandonada, puesta ahí sin si quiera preocuparse por cubrirla. ¿Esperaba Nicole que él la encontrara? Era un mal chiste.

    Cuando por fin se dejó caer con todo la dignidad que tenía encima, sacó su celular y entre berridos y lamentos le marcó a su primo. Si le entendió o no, la verdad es que no importaba. Se abrazó a lo único que aún conservaba el olor de la castaña, la sudadera y esperó a que llegara.

    𝑁𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑡𝑜 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐𝘩𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑖𝑟𝑎𝑟.
    ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰….ᐣ ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘯𝘢𝘥𝘢.ᐣ 𝘖𝘫𝘢𝘭𝘢́ 𝘵𝘦 𝘮𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢𝘳𝘢𝘴, 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘰𝘥𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘢𝘴 𝘧𝘭𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘳𝘢. 𝘝𝘪𝘦́𝘯𝘥𝘰𝘮𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘚𝘰𝘭 𝘢 𝘭𝘢𝘴 𝘷𝘦𝘯𝘵𝘢𝘯𝘢𝘴. Sus mensajes con el tiempo habían dejado de ser tan frecuentes, al grado de contestar solo un par de veces al día. Masthian podía vivir con eso, pero cuando empezaron a ser solo un par a la semana, comenzó la preocupación. La buscó, por supuesto. Fue a su casa, la buscó en las tiendas de saldos que sabía que frecuentaba, incluso trató de seguir sus historias de Instagram, pero parecía que se la había tragado la tierra. Hasta que un día, sin más, le soltó la noticia: Había obtenido una beca para estudiar fuera del país, se iría a Europa. ¿Cuando? ¿Por qué no le había dicho? ¿Podían verse antes? Ninguna de esas preguntas tuvo respuestas. Todos los días, un mensaje y un intento de llamada que no atendían ni respondían. Esa mañana, descubrió que el mensaje simplemente no fue recibido y la llamada lo mandaba directamente a buzón. Entró en pánico. Salió corriendo de casa de su abuela hasta el barrio donde Nicole vivía. Se encontró las puertas y ventanas cerradas. 𝘠 𝘵𝘦 𝘭𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘴 𝘵𝘰𝘥𝘰, 𝘭𝘰 𝘱𝘦𝘳𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘵𝘰𝘥𝘰 ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘯𝘢𝘥𝘢.ᐣ 𝘛𝘶́ 𝘣𝘪𝘦𝘯 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘥𝘦𝘭𝘪𝘳𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘷𝘪𝘳 𝘴𝘪𝘯 𝘢𝘮𝘢𝘳𝘪𝘭𝘭𝘰... 𝘠 𝘵𝘦 𝘭𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘴 Sintió como el corazón poco a poco se le fue acelerando, a medida que se acercaba y comprobaba que la casa estaba vacía. Su familia nunca cerraba las cortinas, a sus padres no les gustaba que las ventanas estuvieran cerradas... ¿Dónde estaba su perro? ¿Por qué no ladraba? Su diestra fue a abrir la rejita que conectaba al patio y por un momento, cuando esta cedió sin problema, pensó que solo sería un cambio extraño de preferencias. Hasta que recordó que esa reja nunca había cerrado. Cuando tenían 8 años, habían estrellado sus bicicletas en ella y nunca repararon el seguro que atoraba la puerta. Tragó saliva mientras entraba al lugar. ¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦́ 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳.ᐣ ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘥𝘪𝘢𝘣𝘭𝘰𝘴 𝘮𝘦 𝘷𝘢𝘴 𝘢 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳.ᐣ 𝘊𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘦𝘴 𝘢 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘳 Miró a su al rededor; al jardín de las rosas de su madre, donde constantemente de pequeños los regañaban por que les gustaba meterse ahí y jugar entre los rosales. Cuando por fin dejaron de jugar, Masthian se había encargado de una vez a la semana cortar la rosa más bonita y dejarla en la habitación de Nicole. En todos sus años de conocerse, recién el año pasado empezó a verse decente ese jardín. Justo cuando ellos dejaron de frecuentarse. Avanzó por el caminito de piedra, algunas losetas quebradas y sueltas. La mayoría por su culpa, cuando llegaban después de la escuela y dejaban caer las bicicletas ahí. Y luego estaban los pequeños hoyos que el perrito de Nicole hacía. Cuando la conoció, tenía un labrador que después de unos cuantos años, murió. Recordaba la depresión que envolvió a la castaña. Y también su cara de emoción cuando apareció con un cachorro a los pocos días en su sala. Había tenido que cruzar media ciudad para encontrar a un cachorro que se pareciera a la mascota que había perdido. Que silencioso era el patio sin el rufián que siempre lo recibía entre ladridos y lengüetazos. 𝘕𝘢𝘥𝘢 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦𝘷𝘪𝘷𝘦 𝘢𝘭 𝘧𝘪𝘯𝘢𝘭, ¿𝘺 𝘲𝘶𝘦́ 𝘮𝘢́𝘴 𝘥𝘢.ᐣ 𝘝𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘶𝘯 𝘧𝘶𝘵𝘶𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘪𝘫𝘰 𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥 𝘘𝘶𝘦 𝘧𝘶𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦, 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘰́ 𝘢 𝘥𝘪𝘤𝘪𝘦𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘕𝘰 𝘮𝘢́𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯 𝘢𝘤𝘤𝘪𝘥𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘭𝘢 𝘨𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘯𝘰 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢 Quiso abrir la puerta, aún manteniendo esa vaga esperanza, aún sabiendo que se podía ver las ventanas incluso atrancadas. No cedió el picaporte, por más que intentó girar la perilla. Su corazón para ese momento ya estaba roto. Giró el cuerpo hacia la derecha, buscando la escalerilla que usaba para subir a la habitación de su amiga por las noches, cuando les tocaba la guardia. Su ventana daba al patio. Sabía que debajo de ella, estaba el escritorio. Un sin fin de veces, Masthian había acudido a ella para estudiar juntos. Y cada una de ellas, se había quedado embobado viéndola mientras trataba de explicarle el tema que estaban estudiando. Todas las veces que estudió con ella, había reprobado. Y después de cada una de esas sesiones, cuando regresaba a casa, se decía que al día siguiente le diría y la invitaría a salir. No estaba la escalera. Y el momento de decirle que estaba completamente enamorado de ella, también se había ido. ¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦́ 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳.ᐣ ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘥𝘪𝘢𝘣𝘭𝘰𝘴 𝘵𝘦 𝘷𝘰𝘺 𝘢 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳.ᐣ 𝘊𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘦 𝘢 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘳 Rodeó el patio, dirigiéndose a la parte trasera de la casa. La bicicleta, la casita de muñecas y el armario donde su padre guardaba la herramienta. Estaban cubiertos con mantas y asegurados con candados y cadenas. Nunca se habían molestado en hacerlo, la camioneta de su abuela siempre estuvo estacionada ahí, no había forma de sacarlo sin moverla. No recordaba una sola vez que hubiera podido caminar por aquel lugar sin tener que pegar la panza a la pared para poder pasar. Todo estaba cubierto de mantas y aún así, conocía a la perfección que había debajo. De no ser por que llegó una edad en la que ya no les permitieron hacer pijamadas juntos, probablemente Masthian habría pasado toda su infancia, adolescencia y el principio de su adultez metido en esa casa. Y entonces, una caja llamó su atención. Estaba fuera de cualquier cubierta, a medio cerrar y de su interior, sobresalía la manga de una sudadera que reconoció de inmediato. Era suya. Estaba bajo el pequeño techo de la bodega que había en el patio, si llovía, no se mojaría. Pero era obvio que la habían dejado ahí apropósito. Lo comprobó al acercarse, su nombre estaba escrito con la letra redonda y agraciada de Nicole. 𝘠 𝘰𝘫𝘢𝘭𝘢́ 𝘵𝘦 𝘮𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢𝘳𝘢𝘴 𝘊𝘰𝘯 𝘵𝘶𝘴 𝘧𝘭𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘳𝘢 𝘘𝘶𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘘𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘰́ 𝘢 𝘥𝘪𝘤𝘪𝘦𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘕𝘰 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘴𝘶𝘧𝘪𝘤𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘓𝘢 𝘨𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘯𝘰 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢 Empezó a hiperventilar. La sudadera no fue un regalo realmente, pero después de que Nicole se la pidió por tercera vez, dejó de pedirla de regreso. Frecuentemente, la usaba para sus cacerías en tiendas, buscando ofertas. Decía que era perfecta para guardar cosas. Un llavero, con la foto de los doce, la última vez que se habían juntado, antes de que todos siguieran sus propios caminos. El recuerdo de esa noche lo asaltó. Estuvieron a punto de besarse, pero el retrocedió y no hablaron más. Después de eso, sus encuentros apenas y duraron un cuarto de hora. Quiso seguir revisando, distinguió una camiseta que una vez dejó y ella usaba de pijama. La cajita que habían pintado junto a Hanary. Los collares a juego... Las lágrimas le hacían difícil saber que había. Casi quince años de amistad, de estar juntos prácticamente todos los días. Tantas risas, sonrojos, los latidos desenfrenados cuando se tomaban las manos... Todo eso, entraba en una caja de cartón. En una caja de cartón olvidada en su cochera. No, ni siquiera olvidada. Abandonada, puesta ahí sin si quiera preocuparse por cubrirla. ¿Esperaba Nicole que él la encontrara? Era un mal chiste. Cuando por fin se dejó caer con todo la dignidad que tenía encima, sacó su celular y entre berridos y lamentos le marcó a su primo. Si le entendió o no, la verdad es que no importaba. Se abrazó a lo único que aún conservaba el olor de la castaña, la sudadera y esperó a que llegara. 𝑁𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑡𝑜 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐𝘩𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑖𝑟𝑎𝑟.
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    Ya es hora de que comience a escribir un nuevo capítulo en mi vida como escritora.

    Voy a echarla mucho de menos, siempre tuvo fecha de caducidad
    Varios niños repartidores corretean por las calles más transitadas de toda la cuidad, vendiendo a la alta sociedad el último folletín de Lady Wisthledown. Ya es hora de que comience a escribir un nuevo capítulo en mi vida como escritora. Voy a echarla mucho de menos, siempre tuvo fecha de caducidad
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