【 𝐁𝐮𝐞𝐧𝐨, 𝐲𝐚 𝐞𝐬 𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐢𝐫 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐦𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐨 𝐥𝐮𝐠𝐚𝐫. 】
La habitación estaba impregnada de un hedor insoportable. Ryan permanecía inmóvil por un instante, su respiración agitada y sus ojos dorados recorriendo con desinterés los cuerpos inertes de sus sirvientes. Limpió la sangre de su rostro con la manga de su ropa, manchándola aún más, mientras su expresión permanecía imperturbable. Se inclinó ligeramente, trazando una cruz en el aire con su mano antes de inhalar profundamente. El aire se volvió denso, casi sofocante, pero aquello solo lo hizo sonreír. Las almas ya eran suyas.
Con movimientos mecánicos, tomó a una mujer por el cabello, levantando primero su rostro y luego todo su cuerpo. Entrecerró los ojos, evaluando el tamaño y la complexión. Sí, eran similares a los de Vanya. Miró su muñeca: 8:37 pm. Aún tenía tiempo.
Sin dudarlo, envolvió la herida con un trozo de tela, asegurándose de que no dejara rastros de sangre, y cargó el cuerpo sobre su hombro. Salió de la habitación sin prisa, avanzando por los pasillos oscuros, iluminados apenas por la luz de la luna que se colaba por los ventanales. Los largos corredores estaban silenciosos; la mayoría del personal estaba ocupado en los preparativos de la fiesta, dejando el resto de la propiedad en una calma inquietante.
Cuando llegó a un ventanal, lo abrió con cuidado y salió al borde. Aferrándose al muro, caminó con precisión a pesar del peso que cargaba. Alcanzó otra ventana, la abrió y, con un movimiento rápido, lanzó el cuerpo al interior antes de entrar él mismo con agilidad.
Dentro, una gran cama dominaba la habitación. Ryan miró hacia ella, sus ojos posándose en una figura envuelta en frazadas.
—¿Sigues dormida? —preguntó mientras volvía a cargar el cuerpo sobre su hombro. La figura se movió lentamente, revelando a una mujer de cabello negro que parecía ida, aún atrapada en el torbellino de su mente. No era el cadáver lo que la perturbaba, sino lo que había experimentado ella misma. Ryan lo entendía bien; morir y revivir no era algo que cualquiera pudiera procesar fácilmente, mucho menos el dolor indescriptible de sentir cómo los huesos se rompían y perforaban los órganos.
—Es hora de irnos —dijo con calma mientras se acercaba, extendiendo una mano enguantada hacia ella—. Sé que estás confundida, pero debemos movernos cuanto antes.
Ella tomó su mano, y él la ayudó a ponerse de pie. Con cuidado, dejó el cuerpo sobre la cama, lo cubrió con las frazadas, asegurándose de que solo el cabello largo y oscuro quedara a la vista, como si aquel cuerpo sin vida pudiera pasar desapercibido. Buscó entre los cajones una chaqueta negra y se la entregó.
—Póntela —indicó, su voz firme pero tranquila. Luego continuó—: Hay un auto negro esperándote. Los hombres de Kiev están ahí. No dejes que nadie te toque. Actúa normal y no hables de lo que sucedió con nadie. Primero, necesito hablar con Rubí. Correrás por los jardines, los guardias están concentrados en el área central. Yo me quedaré para hacer tiempo y vigilar que hallas salido sana y salva. Tengo que presentarme o comenzarán a buscarme. Cuídate mucho.
. . .
La fiesta era un espectáculo típico de la alta sociedad, elegante, pero vacío en esencia. Desde el balcón, Ryan observaba el gran salón con una copa de champagne en la mano, su postura firme y con una sonrisa cuidadosamente calculada. Sentía las miradas clavadas en él, como si fuera un cordero listo para el sacrificio. Lo que nadie entendía era que, en realidad, él era el cazador, no la presa.
Un sirviente se acercó con paso firme, interrumpiendo sus pensamientos. Ryan giró con cierta lentitud para escucharlo. La noticia que traía era lo que había estado esperando: la carta ya había llegado al domicilio de una rusa que había conocido recientemente. El mensaje era simple, directo: que no asistiera a la fiesta, que él mismo iría a visitarla. No deseaba que ella estuviera cerca del infierno que estaba por desatarse. Aunque su encuentro había sido breve, había logrado ganarse su estima, algo que pocas personas conseguían.
— Bene. Puoi ritirarti. — Respondió con tranquilidad.
Cuando el sirviente se marchó, Ryan volvió a su posición inicial, relajando ligeramente los hombros. Aunque su expresión permanecía serena, la tensión seguía rondando su mente. Esperaba que el mensaje que le había dado Heinrich a Rubí, hubiera sido leída bien. Y que todo esto saliera de forma correcta o todos estaban condenados.
Desde su lugar elevado, dejó que sus ojos recorrieran la multitud que disfrutaba de la música y las conversaciones superficiales. Hubo algo llamó su atención. Una mujer. Su cabello rojo destacaba sobre todas las personas. Su vestido blanco le daba un aire celestial, y el maquillaje delicado resaltaba la suavidad de sus rasgos.
Un ángel que venía a salvarlo, o un demonio que estaba por desatar un infierno. De cualquier manera, lo hizo sonreír verdaderamente. Esto iba a ser divertido.
La orquesta empezó a tocar una melodía suave, con el primer compás, el baile dió inicio , y con ello, el plan de su pronta liberación de aquel lugar.
<< Es algo curioso... ¿No fue en una fiesta donde te conocí hace ya varios años, mi querida amiga? >>
【 𝐁𝐮𝐞𝐧𝐨, 𝐲𝐚 𝐞𝐬 𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐢𝐫 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐦𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐨 𝐥𝐮𝐠𝐚𝐫. 】
La habitación estaba impregnada de un hedor insoportable. Ryan permanecía inmóvil por un instante, su respiración agitada y sus ojos dorados recorriendo con desinterés los cuerpos inertes de sus sirvientes. Limpió la sangre de su rostro con la manga de su ropa, manchándola aún más, mientras su expresión permanecía imperturbable. Se inclinó ligeramente, trazando una cruz en el aire con su mano antes de inhalar profundamente. El aire se volvió denso, casi sofocante, pero aquello solo lo hizo sonreír. Las almas ya eran suyas.
Con movimientos mecánicos, tomó a una mujer por el cabello, levantando primero su rostro y luego todo su cuerpo. Entrecerró los ojos, evaluando el tamaño y la complexión. Sí, eran similares a los de Vanya. Miró su muñeca: 8:37 pm. Aún tenía tiempo.
Sin dudarlo, envolvió la herida con un trozo de tela, asegurándose de que no dejara rastros de sangre, y cargó el cuerpo sobre su hombro. Salió de la habitación sin prisa, avanzando por los pasillos oscuros, iluminados apenas por la luz de la luna que se colaba por los ventanales. Los largos corredores estaban silenciosos; la mayoría del personal estaba ocupado en los preparativos de la fiesta, dejando el resto de la propiedad en una calma inquietante.
Cuando llegó a un ventanal, lo abrió con cuidado y salió al borde. Aferrándose al muro, caminó con precisión a pesar del peso que cargaba. Alcanzó otra ventana, la abrió y, con un movimiento rápido, lanzó el cuerpo al interior antes de entrar él mismo con agilidad.
Dentro, una gran cama dominaba la habitación. Ryan miró hacia ella, sus ojos posándose en una figura envuelta en frazadas.
—¿Sigues dormida? —preguntó mientras volvía a cargar el cuerpo sobre su hombro. La figura se movió lentamente, revelando a una mujer de cabello negro que parecía ida, aún atrapada en el torbellino de su mente. No era el cadáver lo que la perturbaba, sino lo que había experimentado ella misma. Ryan lo entendía bien; morir y revivir no era algo que cualquiera pudiera procesar fácilmente, mucho menos el dolor indescriptible de sentir cómo los huesos se rompían y perforaban los órganos.
—Es hora de irnos —dijo con calma mientras se acercaba, extendiendo una mano enguantada hacia ella—. Sé que estás confundida, pero debemos movernos cuanto antes.
Ella tomó su mano, y él la ayudó a ponerse de pie. Con cuidado, dejó el cuerpo sobre la cama, lo cubrió con las frazadas, asegurándose de que solo el cabello largo y oscuro quedara a la vista, como si aquel cuerpo sin vida pudiera pasar desapercibido. Buscó entre los cajones una chaqueta negra y se la entregó.
—Póntela —indicó, su voz firme pero tranquila. Luego continuó—: Hay un auto negro esperándote. Los hombres de Kiev están ahí. No dejes que nadie te toque. Actúa normal y no hables de lo que sucedió con nadie. Primero, necesito hablar con Rubí. Correrás por los jardines, los guardias están concentrados en el área central. Yo me quedaré para hacer tiempo y vigilar que hallas salido sana y salva. Tengo que presentarme o comenzarán a buscarme. Cuídate mucho.
. . .
La fiesta era un espectáculo típico de la alta sociedad, elegante, pero vacío en esencia. Desde el balcón, Ryan observaba el gran salón con una copa de champagne en la mano, su postura firme y con una sonrisa cuidadosamente calculada. Sentía las miradas clavadas en él, como si fuera un cordero listo para el sacrificio. Lo que nadie entendía era que, en realidad, él era el cazador, no la presa.
Un sirviente se acercó con paso firme, interrumpiendo sus pensamientos. Ryan giró con cierta lentitud para escucharlo. La noticia que traía era lo que había estado esperando: la carta ya había llegado al domicilio de una rusa que había conocido recientemente. El mensaje era simple, directo: que no asistiera a la fiesta, que él mismo iría a visitarla. No deseaba que ella estuviera cerca del infierno que estaba por desatarse. Aunque su encuentro había sido breve, había logrado ganarse su estima, algo que pocas personas conseguían.
— Bene. Puoi ritirarti. — Respondió con tranquilidad.
Cuando el sirviente se marchó, Ryan volvió a su posición inicial, relajando ligeramente los hombros. Aunque su expresión permanecía serena, la tensión seguía rondando su mente. Esperaba que el mensaje que le había dado Heinrich a Rubí, hubiera sido leída bien. Y que todo esto saliera de forma correcta o todos estaban condenados.
Desde su lugar elevado, dejó que sus ojos recorrieran la multitud que disfrutaba de la música y las conversaciones superficiales. Hubo algo llamó su atención. Una mujer. Su cabello rojo destacaba sobre todas las personas. Su vestido blanco le daba un aire celestial, y el maquillaje delicado resaltaba la suavidad de sus rasgos.
Un ángel que venía a salvarlo, o un demonio que estaba por desatar un infierno. De cualquier manera, lo hizo sonreír verdaderamente. Esto iba a ser divertido.
La orquesta empezó a tocar una melodía suave, con el primer compás, el baile dió inicio , y con ello, el plan de su pronta liberación de aquel lugar.
<< Es algo curioso... ¿No fue en una fiesta donde te conocí hace ya varios años, mi querida amiga? >>