• 𝗠𝗮𝗿𝘁𝗲𝘀 - 𝟮𝟭:𝟯𝟰

    Sentado en la banca de una pequeña plaza de mala muerte, con una libreta en la zurda y un bolígrafo en la diestra, Ethan miraba a la nada en frente suyo. No había demasiado para observar si se tenía en cuenta la pobre iluminación del sitio, pero a él le parecía perfecto por el hecho de estar solo y sin ruido alrededor.

    Bueno. Casi perfecto.

    De no ser porque la escena del crimen vista con el detective Graves esa mañana casi le causa perder su perfecto control, todo seguiría de maravilla. Pero hasta ese momento, en la banca, le estaba costando no ponerse de pie y hacer lo que terminó por llevarlo a prisión hace unos años atrás.

    Giró de manera precisa, calculada, el bolígrafo en su mano. Lo pasó de dedo en dedo, volvía a girarlo, lo equilibraba en su índice. Repetía.

    En la libreta habían varias anotaciones referente al caso.

    sᴇʟᴇᴄᴄɪóɴ ᴅᴇ ᴠíᴄᴛɪᴍᴀs: ᴍᴜᴊᴇʀᴇs ᴊóᴠᴇɴᴇs, ᴇɴᴛʀᴇ 𝟷𝟾 ᴀ 𝟸𝟷 ᴀñᴏs, ᴀᴘᴀʀᴇɴᴛᴇᴍᴇɴᴛᴇ ᴇʟᴇɢɪᴅᴀs ᴀʟ ᴀᴢᴀʀ.
    ᴍéᴛᴏᴅᴏ: ᴄᴏʀᴛᴇs ᴛᴏʀᴘᴇs, ɪʀʀᴇɢᴜʟᴀʀᴇs, sɪɴ ᴘʀᴇᴄɪsɪóɴ. ᴅᴇsᴍᴇᴍʙʀᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ ʙᴀᴊᴏ ɪɢɴᴏʀᴀɴᴄɪᴀ.
    ᴅɪsᴘᴏsɪᴄɪóɴ ᴅᴇ ʟᴏs ᴄᴜᴇʀᴘᴏs: ʙᴏᴄᴀ ᴀʙᴀᴊᴏ, ᴇxᴛʀᴇᴍɪᴅᴀᴅᴇs ᴄᴏʟᴏᴄᴀᴅᴀs ᴅᴇ ʟᴀᴅᴏs ᴏᴘᴜᴇsᴛᴏs.
    ᴘᴀᴛʀóɴ: ᴘᴀʀᴇᴄᴇ ᴀᴛᴀᴄᴀʀ ᴅᴇ ᴍᴀᴅʀᴜɢᴀᴅᴀ.

    Pero... había algo más allí. Un registro que llevaba de sí mismo.

    ᴀᴜᴛᴏᴄᴏɴᴛʀᴏʟ:
    [ x ] ɪᴍᴘᴜʟsᴏ ᴘʀᴇsᴇɴᴛᴇ.
    [ ] ᴄᴏɴᴛʀᴏʟ ᴛᴏᴛᴀʟ.
    -ᴇʟ ᴅᴇsᴇᴏ ᴀᴜᴍᴇɴᴛᴀ ᴀʟ ᴠᴇʀ ᴛʀᴀʙᴀᴊᴏs ǫᴜᴇ ᴘᴜᴇᴅᴇɴ ᴘᴇʀғᴇᴄᴄɪᴏɴᴀʀsᴇ.

    Sus ojos bajaron hasta la página, a aquellas últimas líneas, deteniendo el movimiento del bolígrafo de repente con el puño cerrado. Apretó con ligereza. Una voz interna le decía que el criminal estaba arruinando cada asesinato con descuido. El podría haberlo hecho mejor.

    Suspiró a través de la nariz, lento. No era la primera vez que le ocurría, ni la última.

    "No voy a volver", se repitió como mantra, poco antes de escuchar pasos acercarse al área. Ahí mismo cerró la libreta con fuerza para guardarla en el bolsillo interior de su saco. No obstante, el bolígrafo siguió en su mano como intento de continuar regulándose a sí mismo mientras su atención iba hacia el sonido de los pasos.
    𝗠𝗮𝗿𝘁𝗲𝘀 - 𝟮𝟭:𝟯𝟰 Sentado en la banca de una pequeña plaza de mala muerte, con una libreta en la zurda y un bolígrafo en la diestra, Ethan miraba a la nada en frente suyo. No había demasiado para observar si se tenía en cuenta la pobre iluminación del sitio, pero a él le parecía perfecto por el hecho de estar solo y sin ruido alrededor. Bueno. Casi perfecto. De no ser porque la escena del crimen vista con el detective Graves esa mañana casi le causa perder su perfecto control, todo seguiría de maravilla. Pero hasta ese momento, en la banca, le estaba costando no ponerse de pie y hacer lo que terminó por llevarlo a prisión hace unos años atrás. Giró de manera precisa, calculada, el bolígrafo en su mano. Lo pasó de dedo en dedo, volvía a girarlo, lo equilibraba en su índice. Repetía. En la libreta habían varias anotaciones referente al caso. sᴇʟᴇᴄᴄɪóɴ ᴅᴇ ᴠíᴄᴛɪᴍᴀs: ᴍᴜᴊᴇʀᴇs ᴊóᴠᴇɴᴇs, ᴇɴᴛʀᴇ 𝟷𝟾 ᴀ 𝟸𝟷 ᴀñᴏs, ᴀᴘᴀʀᴇɴᴛᴇᴍᴇɴᴛᴇ ᴇʟᴇɢɪᴅᴀs ᴀʟ ᴀᴢᴀʀ. ᴍéᴛᴏᴅᴏ: ᴄᴏʀᴛᴇs ᴛᴏʀᴘᴇs, ɪʀʀᴇɢᴜʟᴀʀᴇs, sɪɴ ᴘʀᴇᴄɪsɪóɴ. ᴅᴇsᴍᴇᴍʙʀᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ ʙᴀᴊᴏ ɪɢɴᴏʀᴀɴᴄɪᴀ. ᴅɪsᴘᴏsɪᴄɪóɴ ᴅᴇ ʟᴏs ᴄᴜᴇʀᴘᴏs: ʙᴏᴄᴀ ᴀʙᴀᴊᴏ, ᴇxᴛʀᴇᴍɪᴅᴀᴅᴇs ᴄᴏʟᴏᴄᴀᴅᴀs ᴅᴇ ʟᴀᴅᴏs ᴏᴘᴜᴇsᴛᴏs. ᴘᴀᴛʀóɴ: ᴘᴀʀᴇᴄᴇ ᴀᴛᴀᴄᴀʀ ᴅᴇ ᴍᴀᴅʀᴜɢᴀᴅᴀ. Pero... había algo más allí. Un registro que llevaba de sí mismo. ᴀᴜᴛᴏᴄᴏɴᴛʀᴏʟ: [ x ] ɪᴍᴘᴜʟsᴏ ᴘʀᴇsᴇɴᴛᴇ. [ ] ᴄᴏɴᴛʀᴏʟ ᴛᴏᴛᴀʟ. -ᴇʟ ᴅᴇsᴇᴏ ᴀᴜᴍᴇɴᴛᴀ ᴀʟ ᴠᴇʀ ᴛʀᴀʙᴀᴊᴏs ǫᴜᴇ ᴘᴜᴇᴅᴇɴ ᴘᴇʀғᴇᴄᴄɪᴏɴᴀʀsᴇ. Sus ojos bajaron hasta la página, a aquellas últimas líneas, deteniendo el movimiento del bolígrafo de repente con el puño cerrado. Apretó con ligereza. Una voz interna le decía que el criminal estaba arruinando cada asesinato con descuido. El podría haberlo hecho mejor. Suspiró a través de la nariz, lento. No era la primera vez que le ocurría, ni la última. "No voy a volver", se repitió como mantra, poco antes de escuchar pasos acercarse al área. Ahí mismo cerró la libreta con fuerza para guardarla en el bolsillo interior de su saco. No obstante, el bolígrafo siguió en su mano como intento de continuar regulándose a sí mismo mientras su atención iba hacia el sonido de los pasos.
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Había desplegado sobre el suelo húmedo los documentos del nuevo contrato. Sus dedos enguantados pasaban las páginas con precisión militar: fotografías borrosas, un mapa del muelle, registros de movimientos nocturnos. Y allí, entre informes aparentemente técnicos, el nombre que la había inquietado la noche anterior. Otra vez. Connor Rowan.

    Cerró los ojos un segundo, aspirando el humo de su cigarro como si fuera aire suficiente para mantener la calma. Sabía que ese nombre era una herida abierta, pero también una trampa.

    El muelle estaba casi desierto a esas horas. Isla Rowan avanzaba entre las sombras con una calma calculada, la capucha negra ocultándole gran parte del rostro.

    Se detuvo detrás de un contenedor y observó. A unos metros, dos hombres armados vigilaban la entrada de un almacén iluminado con luces fluorescentes. Nada fuera de lo común. Pero Isla no se fiaba. Había aprendido que lo evidente rara vez era lo importante.

    Sacó un pequeño visor térmico y lo enfocó hacia el edificio. En el interior, al menos seis figuras más, distribuidas como si esperaran algo… o a alguien. Y entre las cajas, volvió a aparecer ese sello en un documento apilado sobre una mesa metálica: Rowan Industries.

    Isla apretó la mandíbula, sin apartar la mirada. No era casualidad. Nada en su vida lo había sido.

    Guardó el visor y ajustó la pistola en la funda bajo su chaqueta. No necesitaba un plan maestro; su cuerpo se movía por instinto, como siempre. Se deslizó hacia otro ángulo, subiendo a la escalera lateral de un contenedor oxidado para ganar perspectiva. Desde allí, el muelle entero parecía un tablero de ajedrez donde las piezas no sabían que ya estaban condenadas.
    Había desplegado sobre el suelo húmedo los documentos del nuevo contrato. Sus dedos enguantados pasaban las páginas con precisión militar: fotografías borrosas, un mapa del muelle, registros de movimientos nocturnos. Y allí, entre informes aparentemente técnicos, el nombre que la había inquietado la noche anterior. Otra vez. Connor Rowan. Cerró los ojos un segundo, aspirando el humo de su cigarro como si fuera aire suficiente para mantener la calma. Sabía que ese nombre era una herida abierta, pero también una trampa. El muelle estaba casi desierto a esas horas. Isla Rowan avanzaba entre las sombras con una calma calculada, la capucha negra ocultándole gran parte del rostro. Se detuvo detrás de un contenedor y observó. A unos metros, dos hombres armados vigilaban la entrada de un almacén iluminado con luces fluorescentes. Nada fuera de lo común. Pero Isla no se fiaba. Había aprendido que lo evidente rara vez era lo importante. Sacó un pequeño visor térmico y lo enfocó hacia el edificio. En el interior, al menos seis figuras más, distribuidas como si esperaran algo… o a alguien. Y entre las cajas, volvió a aparecer ese sello en un documento apilado sobre una mesa metálica: Rowan Industries. Isla apretó la mandíbula, sin apartar la mirada. No era casualidad. Nada en su vida lo había sido. Guardó el visor y ajustó la pistola en la funda bajo su chaqueta. No necesitaba un plan maestro; su cuerpo se movía por instinto, como siempre. Se deslizó hacia otro ángulo, subiendo a la escalera lateral de un contenedor oxidado para ganar perspectiva. Desde allí, el muelle entero parecía un tablero de ajedrez donde las piezas no sabían que ya estaban condenadas.
    Me gusta
    Me encocora
    6
    0 turnos 0 maullidos
  • Ese día el ascensor había fallado. Se detuvo entre el tercer y cuarto piso. Durante los vientisiete minutos que estuvo atrapada, Alaska contó las respiraciones de la mujer que compartía el espacio con ella (unas 37 respiraciones por minuto, lo que era un indicador de pánico) y registro cada uno de sus suspiros de ansiedad. Sin contar que la mujer hablaba demasiado. No fue peligroso. Fue ruidoso. Cuando la puerta se abrió finalmente, Alaska salió sin decir una sola palabra, pero cada paso hacia su apartamento era más rígido que el anterior.

    Ese mismo día, de pie frente a su ventana, hizo lo que siempre hacía cuando el mundo exterior parecía filtrarse demasiado: evaluar variables.

    — El apartamento tiene 47 metros cuadrados, 3 ventanas, 1 puerta principal, y 35 vecinos cuyos horarios he mapeado. . . Y aún así, la probabilidad de interacciones no deseadas sigue siendo del 63.7%

    Se acercó a la ventana, apartó la cortina y asomó su rostro, sintiendo los rayos cálidos sobre su piel.

    — Los apartamentos son organismos compartidos. Pasillos. Ascensores. Escaleras. Gente. —pausa breve— Pero una casa. . . no tiene eso. Una casa es un perímetro cerrado. . .

    Cerró la ventana, fue hacia su libreta y abrió una página en blanco. En la parte superior escribió: "Cosas por hacer: Reubicación. Mudarme a una casa"

    — Si —susurró, y fue la conclusión mas lógica a la que llegó— lo mejor será conseguir una casa para vivir. . . Ahora solo necesito conseguir una casa en alquiler que mi sueldo de empleada en la tienda pueda pagar...
    Ese día el ascensor había fallado. Se detuvo entre el tercer y cuarto piso. Durante los vientisiete minutos que estuvo atrapada, Alaska contó las respiraciones de la mujer que compartía el espacio con ella (unas 37 respiraciones por minuto, lo que era un indicador de pánico) y registro cada uno de sus suspiros de ansiedad. Sin contar que la mujer hablaba demasiado. No fue peligroso. Fue ruidoso. Cuando la puerta se abrió finalmente, Alaska salió sin decir una sola palabra, pero cada paso hacia su apartamento era más rígido que el anterior. Ese mismo día, de pie frente a su ventana, hizo lo que siempre hacía cuando el mundo exterior parecía filtrarse demasiado: evaluar variables. — El apartamento tiene 47 metros cuadrados, 3 ventanas, 1 puerta principal, y 35 vecinos cuyos horarios he mapeado. . . Y aún así, la probabilidad de interacciones no deseadas sigue siendo del 63.7% Se acercó a la ventana, apartó la cortina y asomó su rostro, sintiendo los rayos cálidos sobre su piel. — Los apartamentos son organismos compartidos. Pasillos. Ascensores. Escaleras. Gente. —pausa breve— Pero una casa. . . no tiene eso. Una casa es un perímetro cerrado. . . Cerró la ventana, fue hacia su libreta y abrió una página en blanco. En la parte superior escribió: "Cosas por hacer: Reubicación. Mudarme a una casa" — Si —susurró, y fue la conclusión mas lógica a la que llegó— lo mejor será conseguir una casa para vivir. . . Ahora solo necesito conseguir una casa en alquiler que mi sueldo de empleada en la tienda pueda pagar...
    Me gusta
    Me encocora
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • 𝐀𝐠𝐫𝐞𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐬 & 𝐓𝐞𝐫𝐦𝐬 𝐨𝐟 𝐂𝐨𝐧𝐝𝐢𝐭𝐢𝐨𝐧𝐬 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟒]

    Era horas decisivas, el poder ya había tomado la decisión de proceder con el argentino que ya se encontraba en deplorables condiciones de por sí. Ya no había nada, ni sueños que cumplir, ni una felicidad por lograr. Solo era sufrimiento y ahora : Un acuerdo de por medio.

    Yacía desmayado debido a los golpes, atado a una silla y de su cabeza aún dejando un gran rastro de su líquido vital. Varios hombres con armamento calibre pesado rodeaban lo que quedaba de él.

    𝘏𝟣 : ❝ 𝘔𝘪𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘮á𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢. 𝘋𝘦𝘣𝘦𝘳í𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳𝘭𝘰, 𝘯𝘰 𝘯𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘳𝘷𝘪𝘳á 𝘥𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘢. ❞

    Esas palabras alcanzaban a oírse por parte de los hombres que apunto con su rifle a la cabeza de Santiago, pero, fue detenido por su compañero.

    𝘏𝟤 : ❝ 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘮𝘪 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘥𝘪𝘤𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘪𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘭𝘦𝘯𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘰. 𝘚𝘪 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘶𝘱𝘪𝘥𝘦𝘻, 𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳á. ❞

    Sergei era el jefe de esa mafia y organización criminal. Quería unir al joven Santiago teniendo en cuenta su condición y estancia. Se rumoreaba plenamente sobre el ángel caído pero no se tenía registro de ello.

    Sergei entró en escena. Un hombre alto, ruso y con un puesto como diputado en el gobierno mediante a la corrupción, tráfico de drogas y personas. Al hacer acto de presencia solo hubo un silencio prematuro en la sala donde sacó una Desert Eagle bañada en oro de su guantera y le disparo a Santiago ahora en el hombro.

    El impacto y el sonido hicieron que este mismo recobrará la conciencia abriendo sus ojos plenamente y dejando escapar un quejido por lo bajo y las gotas de sangre cayendo de la zona afectada.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘴𝘵𝘦, 𝘴𝘶𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰 á𝘯𝘨𝘦𝘭 𝘤𝘢í𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘦𝘥𝘶𝘤𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘮𝘪 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘭 𝘯𝘰 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘷𝘦í𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘣𝘢𝘴. ❞

    Se acercó unos pasos más y tomó del cuello al argentino apretando con fuerza en esa zona y obstruyendole el oxígeno.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘔𝘪 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘴 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘐𝘷𝘢𝘯𝘰𝘷. 𝘚𝘰𝘺 𝘦𝘭 𝘭í𝘥𝘦𝘳 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘰𝘳𝘨𝘢𝘯𝘪𝘻𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘺 𝘶𝘯 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘪𝘱𝘶𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘴𝘦𝘯𝘢𝘥𝘰𝘳. . . 𝘚é 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰. 𝘛𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘳á𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘦 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳é 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥𝘦𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘵𝘶𝘳𝘢𝘭𝘦𝘻𝘢. ❞

    La vista del joven se nublaba, no tenía otra opción en ese entonces más que solo asentir con la cabeza con la poca energía que le quedaba ante la propuesta. Será otro estilo de vida, pero a que costo.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ ¡𝘔𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯! 𝘝𝘦𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘵𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘈𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘦𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘢𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰. 𝘌𝘯 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴, 𝘧𝘪𝘳𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘺 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘶 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦. 𝘝𝘢𝘴 𝘢 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘵é𝘳𝘮𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘺 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘪 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳 𝘤𝘰𝘯 𝘷𝘪𝘥𝘢. . . 𝘠 𝘷𝘦𝘳 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪é𝘯 𝘴𝘪 𝘮𝘦 𝘴𝘦𝘳á𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘵𝘪𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥. ❞

    Sergei lo suelta en ese entonces y ordena a los hombres a desatarlo, colocarle ropa decente y llevarlo a su despacho finalizando todo. Proceden a esto mismo quitándole la ropa desgastada y vestirlo comenzando con unos zapatos, pantalones y una camisa.

    Lo ayudaron a ponerse de pie, pero, la sangre no paraba de caer y apenas podía mantenerse con equilibrio. Otra sentencia más para su patética vida.
    𝐀𝐠𝐫𝐞𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐬 & 𝐓𝐞𝐫𝐦𝐬 𝐨𝐟 𝐂𝐨𝐧𝐝𝐢𝐭𝐢𝐨𝐧𝐬 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟒] Era horas decisivas, el poder ya había tomado la decisión de proceder con el argentino que ya se encontraba en deplorables condiciones de por sí. Ya no había nada, ni sueños que cumplir, ni una felicidad por lograr. Solo era sufrimiento y ahora : Un acuerdo de por medio. Yacía desmayado debido a los golpes, atado a una silla y de su cabeza aún dejando un gran rastro de su líquido vital. Varios hombres con armamento calibre pesado rodeaban lo que quedaba de él. 𝘏𝟣 : ❝ 𝘔𝘪𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘮á𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢. 𝘋𝘦𝘣𝘦𝘳í𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳𝘭𝘰, 𝘯𝘰 𝘯𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘳𝘷𝘪𝘳á 𝘥𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘢. ❞ Esas palabras alcanzaban a oírse por parte de los hombres que apunto con su rifle a la cabeza de Santiago, pero, fue detenido por su compañero. 𝘏𝟤 : ❝ 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘮𝘪 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘥𝘪𝘤𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘪𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘭𝘦𝘯𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘰. 𝘚𝘪 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘶𝘱𝘪𝘥𝘦𝘻, 𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳á. ❞ Sergei era el jefe de esa mafia y organización criminal. Quería unir al joven Santiago teniendo en cuenta su condición y estancia. Se rumoreaba plenamente sobre el ángel caído pero no se tenía registro de ello. Sergei entró en escena. Un hombre alto, ruso y con un puesto como diputado en el gobierno mediante a la corrupción, tráfico de drogas y personas. Al hacer acto de presencia solo hubo un silencio prematuro en la sala donde sacó una Desert Eagle bañada en oro de su guantera y le disparo a Santiago ahora en el hombro. El impacto y el sonido hicieron que este mismo recobrará la conciencia abriendo sus ojos plenamente y dejando escapar un quejido por lo bajo y las gotas de sangre cayendo de la zona afectada. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘴𝘵𝘦, 𝘴𝘶𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰 á𝘯𝘨𝘦𝘭 𝘤𝘢í𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘦𝘥𝘶𝘤𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘮𝘪 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘭 𝘯𝘰 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘷𝘦í𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘣𝘢𝘴. ❞ Se acercó unos pasos más y tomó del cuello al argentino apretando con fuerza en esa zona y obstruyendole el oxígeno. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘔𝘪 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘴 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘐𝘷𝘢𝘯𝘰𝘷. 𝘚𝘰𝘺 𝘦𝘭 𝘭í𝘥𝘦𝘳 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘰𝘳𝘨𝘢𝘯𝘪𝘻𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘺 𝘶𝘯 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘪𝘱𝘶𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘴𝘦𝘯𝘢𝘥𝘰𝘳. . . 𝘚é 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰. 𝘛𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘳á𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘦 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳é 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥𝘦𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘵𝘶𝘳𝘢𝘭𝘦𝘻𝘢. ❞ La vista del joven se nublaba, no tenía otra opción en ese entonces más que solo asentir con la cabeza con la poca energía que le quedaba ante la propuesta. Será otro estilo de vida, pero a que costo. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ ¡𝘔𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯! 𝘝𝘦𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘵𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘈𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘦𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘢𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰. 𝘌𝘯 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴, 𝘧𝘪𝘳𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘺 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘶 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦. 𝘝𝘢𝘴 𝘢 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘵é𝘳𝘮𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘺 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘪 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳 𝘤𝘰𝘯 𝘷𝘪𝘥𝘢. . . 𝘠 𝘷𝘦𝘳 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪é𝘯 𝘴𝘪 𝘮𝘦 𝘴𝘦𝘳á𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘵𝘪𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥. ❞ Sergei lo suelta en ese entonces y ordena a los hombres a desatarlo, colocarle ropa decente y llevarlo a su despacho finalizando todo. Proceden a esto mismo quitándole la ropa desgastada y vestirlo comenzando con unos zapatos, pantalones y una camisa. Lo ayudaron a ponerse de pie, pero, la sangre no paraba de caer y apenas podía mantenerse con equilibrio. Otra sentencia más para su patética vida.
    Me shockea
    Me gusta
    Me entristece
    Me encocora
    16
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    - en una antigua computadora , en lo que parece ser un laboratorio en ruinas , parece que aun tiene un poco de energía y un archivo en los registros de seguridad , parece que un científico esta hablando alterado -

    Se supone que la toxina ayudaría , pero TODO SE FUE AL DEMONIO , ellos vinieron , hubo una mutación involuntaria , se esparce muy rápido , ahora es un detonante de la zona reptiliana del cerebro.

    - Una voz desconocida en el audio con un sonido a comunicador habla , entonación seria y demandante -

    Esto no debió ocurrir , tu labor era informar de cualquier anormalidad , toda la isla en riesgo de un bombardeo , tengo escuadrones en este lugar , no voy a abandonar todo por un error estúpido , alista tus cosas , arreglaremos esto POR LAS MALAS.
    - en una antigua computadora , en lo que parece ser un laboratorio en ruinas , parece que aun tiene un poco de energía y un archivo en los registros de seguridad , parece que un científico esta hablando alterado - Se supone que la toxina ayudaría , pero TODO SE FUE AL DEMONIO , ellos vinieron , hubo una mutación involuntaria , se esparce muy rápido , ahora es un detonante de la zona reptiliana del cerebro. - Una voz desconocida en el audio con un sonido a comunicador habla , entonación seria y demandante - Esto no debió ocurrir , tu labor era informar de cualquier anormalidad , toda la isla en riesgo de un bombardeo , tengo escuadrones en este lugar , no voy a abandonar todo por un error estúpido , alista tus cosas , arreglaremos esto POR LAS MALAS.
    Me shockea
    1
    0 comentarios 0 compartidos
  • La noche dictaba lluvia en el territorio de los Di Vincenzo, y como siempre, éste se encargaba de algunas tareas necesarias, al menos para matar el tiempo muerto. Realmente le incomodaba estar sin hacer nada, el único descanso que ocasionalmente se permitía era leer un buen libro.

    La lluvia no ayudaba mucho, por lo que las tareas se limitaban al interior y al reducir su capacidad de movilidad. Tal vez entrenamiento, o verificar el registro de movimientos financieros, quizás las cámaras de seguridad.

    Habían algunas cosas disponibles, hasta que recordó el mantenimiento de algunos vehículos. Algunos necesitaban un cambio de aceite, así como un ajuste en los faros debido a una conexión mal instalada.
    La noche dictaba lluvia en el territorio de los Di Vincenzo, y como siempre, éste se encargaba de algunas tareas necesarias, al menos para matar el tiempo muerto. Realmente le incomodaba estar sin hacer nada, el único descanso que ocasionalmente se permitía era leer un buen libro. La lluvia no ayudaba mucho, por lo que las tareas se limitaban al interior y al reducir su capacidad de movilidad. Tal vez entrenamiento, o verificar el registro de movimientos financieros, quizás las cámaras de seguridad. Habían algunas cosas disponibles, hasta que recordó el mantenimiento de algunos vehículos. Algunos necesitaban un cambio de aceite, así como un ajuste en los faros debido a una conexión mal instalada.
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • Damien Voss

    Dispositivo de entrada 2.5

    Status: En progreso
    Fecha de actualización: xx-xx-xxxx
    Tiempo última modificación: 02:28:44
    Departamento: 043
    ----------------------------
    ----------[Error V/.08]-------

    <<Ingresar el método de medición alternativo

    Esto era la ventana que emergía del dispositivo de Lily al intentar configurar el nuevo termómetro para los drones de exploración. Hasta donde ella había trabajado solo había dos métodos de medición estándar, por lo que fue una desagradable y frustrante sorpresa la indicación del sistema para poder seguir haciendo las pruebas.

    —Damien...— culpó de inmediato a su colega llevando ambas manos a cubrir sus ojos dejando caer su cabeza hacia atrás. Era claro que él hizo la modificación hace más de dos horas y no le informó. —¿Podrías ser más considerado y menos egoísta? — dijo en voz suave y calma aún que claramente se notaba su disgusto.

    Dió un brinco de su silla para dirigirse al fondo del taller examinar la bitácora digital de seguimiento. Aún no se subían los datos así que por ley debía estar ese registro en la bitácora física, la busco en cada gabinete y compartimento del pequeño estudio montado dentro del taller, nada encontró, así que fue a la cápsula siguiente donde se encontraban los archivos impreso y tampoco consiguió éxito alguno.

    —"No molestes con preguntas hasta mañana." — arremedó la indicación del rubio cuando terminó la jornada de investigación hace una hora. —Eres ventajoso y no te lo permitiré...—

    Con decisión y una mirada traviesa de alguien que trama su plan atrevido se dirigió hasta el área de los dormitorios quedando justo enfrente del dormitorio del rubio.

    Observó el cerrojo digital, la luz cálida intermitente indicaba que la habitación estaba vacía.

    —Estoy de suerte - mordió su labio inferior sonriendo sin miedo a nada, deslizar la "llave maestra" que le permitirá acceso a casi cualquier área, tarjeta digital que ella misma configuró, se trataba de una práctica incorrecta no obstante su deber ser era obtener esa bitácora física y regresarla al lugar correcto. Conocía tan bien a Damien que no dudaba que la tuviera guardada en su habitación para usar de soporte tan valiosa libreta cuando venía una brillante idea a su mente.

    *Pimp* el acceso fue permitido, escaneo con la mirada aquella perfecta habitación, creía que podía estar a la vista lo que buscaba, lo cual habría hecho la tarea más fácil.

    —Tu me has obligado a ésto. — con cuidado comenzó a revisar, cajón por cajón, compartimento por compartimento, y cada mueble que sugiriera un escondite para la bitácora hasta que llegó a los cajones secretos, saco un maletín de piel que guardaba libros , lo abrió para dejar caer el contenido en la cama y examinar mejor, que equivocada estaba al pensar que escondía la bitácora ahí, la chica se sonrojó con lo que veía.

    ¿Atrevidas revistas con modelos? ¿Fotos indecorosas de personas reales? ¿Algún cómic erótico? No, nada de eso. Eran títulos de libros escritos por sexólogos para tener un amplio conocimiento y satisfacción al consumir el acto con una pareja. Definitivamente no era algo que quisiera saber de su colega y en ese momento supo que cruzó demasiado los límites, ya no podría verlo de la misma manera después de esta invasión a un lado muy íntimo.

    Con torpeza y nerviosismo tomo el primer libro para regresarlo al estuche pero no pudo evitar leer el título tan intrigante, claramente era un libro que revelaba los puntos más sensibles de pies a cabeza en el cuerpo femenino, los superficiales y los internos.
    [shadow_crimson_cow_904] Dispositivo de entrada 2.5 Status: En progreso Fecha de actualización: xx-xx-xxxx Tiempo última modificación: 02:28:44 Departamento: 043 ---------------------------- ----------[Error V/.08]------- <<Ingresar el método de medición alternativo Esto era la ventana que emergía del dispositivo de Lily al intentar configurar el nuevo termómetro para los drones de exploración. Hasta donde ella había trabajado solo había dos métodos de medición estándar, por lo que fue una desagradable y frustrante sorpresa la indicación del sistema para poder seguir haciendo las pruebas. —Damien...— culpó de inmediato a su colega llevando ambas manos a cubrir sus ojos dejando caer su cabeza hacia atrás. Era claro que él hizo la modificación hace más de dos horas y no le informó. —¿Podrías ser más considerado y menos egoísta? — dijo en voz suave y calma aún que claramente se notaba su disgusto. Dió un brinco de su silla para dirigirse al fondo del taller examinar la bitácora digital de seguimiento. Aún no se subían los datos así que por ley debía estar ese registro en la bitácora física, la busco en cada gabinete y compartimento del pequeño estudio montado dentro del taller, nada encontró, así que fue a la cápsula siguiente donde se encontraban los archivos impreso y tampoco consiguió éxito alguno. —"No molestes con preguntas hasta mañana." — arremedó la indicación del rubio cuando terminó la jornada de investigación hace una hora. —Eres ventajoso y no te lo permitiré...— Con decisión y una mirada traviesa de alguien que trama su plan atrevido se dirigió hasta el área de los dormitorios quedando justo enfrente del dormitorio del rubio. Observó el cerrojo digital, la luz cálida intermitente indicaba que la habitación estaba vacía. —Estoy de suerte - mordió su labio inferior sonriendo sin miedo a nada, deslizar la "llave maestra" que le permitirá acceso a casi cualquier área, tarjeta digital que ella misma configuró, se trataba de una práctica incorrecta no obstante su deber ser era obtener esa bitácora física y regresarla al lugar correcto. Conocía tan bien a Damien que no dudaba que la tuviera guardada en su habitación para usar de soporte tan valiosa libreta cuando venía una brillante idea a su mente. *Pimp* el acceso fue permitido, escaneo con la mirada aquella perfecta habitación, creía que podía estar a la vista lo que buscaba, lo cual habría hecho la tarea más fácil. —Tu me has obligado a ésto. — con cuidado comenzó a revisar, cajón por cajón, compartimento por compartimento, y cada mueble que sugiriera un escondite para la bitácora hasta que llegó a los cajones secretos, saco un maletín de piel que guardaba libros , lo abrió para dejar caer el contenido en la cama y examinar mejor, que equivocada estaba al pensar que escondía la bitácora ahí, la chica se sonrojó con lo que veía. ¿Atrevidas revistas con modelos? ¿Fotos indecorosas de personas reales? ¿Algún cómic erótico? No, nada de eso. Eran títulos de libros escritos por sexólogos para tener un amplio conocimiento y satisfacción al consumir el acto con una pareja. Definitivamente no era algo que quisiera saber de su colega y en ese momento supo que cruzó demasiado los límites, ya no podría verlo de la misma manera después de esta invasión a un lado muy íntimo. Con torpeza y nerviosismo tomo el primer libro para regresarlo al estuche pero no pudo evitar leer el título tan intrigante, claramente era un libro que revelaba los puntos más sensibles de pies a cabeza en el cuerpo femenino, los superficiales y los internos.
    Me gusta
    3
    14 turnos 0 maullidos
  • La bruja suspiro al observar a Jean Phantomhive estudiar tan duro, simplemente suspiro, sabía que debía hablar, pero aquello sería como ponerse la soga al cuello aún así, era peor ver que quien se la ponía era alguien más joven y efímero -cuando el sol se oculta la luna sale a iluminar la oscuridad, cuando la luna se oculta las estrellas tomarán su lugar, pero a diferencia de los astros, nosotros no volvemos al siguiente día- abrió las cortinas con delicadeza dejando que la luz se filtre en la biblioteca -sabes que está "muerta", tu conciente y lógica lo aceptan, pero que hay de tu lado emocional? Siquiera comprendes el por qué la deseas tanto de regreso?- le dirijo la mirada como siempre apenas con emoción alguna reflejada -es posible traerla devuelta, incluso regresará por ella misma, pero en ambos caminos puede que no estés prescente para escucharla una vez más o sentir su abrazo, tu mente lógica sabe esto, pero por alguna razón deseas debatir la lógica apesar de nunca haberlo hecho, sin siquiera saber por qué lo haces- levanto la mirada a las estanterías -estas rodeado del registro e ideas del pasado, pero debes caminar entre la niebla si deseas conseguir lo que buscas-

    https://music.youtube.com/watch?v=_4XMeY1RkWQ&si=BUzloV4E6X9sBsvV
    La bruja suspiro al observar a [littl3gr3y] estudiar tan duro, simplemente suspiro, sabía que debía hablar, pero aquello sería como ponerse la soga al cuello aún así, era peor ver que quien se la ponía era alguien más joven y efímero -cuando el sol se oculta la luna sale a iluminar la oscuridad, cuando la luna se oculta las estrellas tomarán su lugar, pero a diferencia de los astros, nosotros no volvemos al siguiente día- abrió las cortinas con delicadeza dejando que la luz se filtre en la biblioteca -sabes que está "muerta", tu conciente y lógica lo aceptan, pero que hay de tu lado emocional? Siquiera comprendes el por qué la deseas tanto de regreso?- le dirijo la mirada como siempre apenas con emoción alguna reflejada -es posible traerla devuelta, incluso regresará por ella misma, pero en ambos caminos puede que no estés prescente para escucharla una vez más o sentir su abrazo, tu mente lógica sabe esto, pero por alguna razón deseas debatir la lógica apesar de nunca haberlo hecho, sin siquiera saber por qué lo haces- levanto la mirada a las estanterías -estas rodeado del registro e ideas del pasado, pero debes caminar entre la niebla si deseas conseguir lo que buscas- https://music.youtube.com/watch?v=_4XMeY1RkWQ&si=BUzloV4E6X9sBsvV
    Me encocora
    1
    3 turnos 0 maullidos
  • [ 𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐 𝒔𝒊 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒃𝒆 𝒄ó𝒎𝒐 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒉𝒖𝒎𝒐𝒓. — 𝐑𝐎𝐔𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄 𝐑𝐔𝐒𝐒𝐀 ]



    Ryan podía parecer tranquilo. Un hombre social, abierto, incluso relajado a simple vista. Había perfeccionado esa personalidad con el tiempo, esa fachada que lo mostraba como alguien más: el caballero encantador, el tipo que sabe escuchar, que sabe sonreír en el momento justo. Lo suficientemente pulido para que muchos olvidaran que sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y culpables por igual. Algo que muchas personas pasaron por alto cuando lo conocían.

    A veces, incluso él se preguntaba si los demás estaban realmente bien de la cabeza. ¿Cómo podían confiar tan rápido? ¿Cómo podían relajarse ante una sonrisa y un par de bromas sin sentido? No entendía esa parte del mundo. Pero al menos le servía. Esa fachada le permitía estudiar a las personas con calma. Porque para él, la confianza no era algo que se ofrecía. Se ganaba. Y a pocos, muy pocos, se les permitía cruzar esa línea.

    Giovanni, el hermano de Elisabetta, no era uno de ellos. Ni siquiera entraba en la categoría de “detestables”. Simplemente le era irrelevante. Un nombre más. Una sombra más. No tenía valor ni afecto por él y su único recuerdo de él fue cuando le disparó en aquel día que fue a por Yuki. Un evento que había sucedido hace ya varios meses en realidad.

    Entonces… ¿por qué, demonios, le estaba enviando una advertencia?

    Su muerte le importaba poco, pero habían ciertas personas que si le importarian, personas que a él llegaron a importarle en su tiempo. Y que además, había sido él quien lo puso en la lista negra del ruso cuando llevo los documentos a la italiana para el rompimiento de tratado de alianza. Lo sentenció indirectamente.

    Días después del incidente con Kiev, había intentado contactarlo. Después de todo, una amistad de años no podía romperse tan fácilmente. O al menos, eso creyó. Pero no pudo acercarse. No sin que la sangre de sus hombres y los del ruso terminara regada en los jardines de la mansión. No había forma de negociar con los perros que custodiaban la entrada. Sabía cuándo no valía la pena forzar las cosas.

    Así que optó por lo que sabía hacer mejor: moverse en las sombras. Envió hombres discretos, infiltrados, para vigilar los pasos del ruso. Lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba: Kiev había abandonado el país rumbo a Rusia. Y no solo eso, sino que ya había tomado el mando de la Mafia Roja. La herencia maldita de sus antepasados comunistas. El poder que tanto había intentado evitar… ahora lo poseía por completo.

    Ryan, sentado tras su escritorio, tenía el revólver en la mano derecha. Jugaba con él. Con esa calma que a muchos les parecía aterradora. Frente a él, un hombre atado a una silla, con la boca ensangrentada y los ojos desorbitados.

    — Empieza —ordenó con voz baja, sin apartar la mirada del arma, sus dedos se movían con agilidad sobre el arma. No usaba guantes, está era de las pocas veces que podía estar relajado sin tener que temer que alguien notara su piel fría.

    Bruno, a su izquierda, sostenía un informe. Sus ojos no dudaron en bajar la mirada hacia el papel mientras comenzaba a leer con voz clara y pausada:

    —El informe confirma que el señor Romalsko ha estado vigilando sus movimientos desde que despertó. Registros bancarios, llamadas, reuniones. Incluso personas con las que ha cruzado palabras en eventos públicos han sido investigadas. Lo del evento con aquel investigador y con la señorita que conoció en la fiesta que fue con el señor Romalsko.

    La mirada del rubio vaciló está vez. Sus manos se detuvieron cuando introducía una bala al escuchar estos casos, solo basto unos segundos para continuar, cerró el tambor. Lo giró.

    Apretó el gatillo y... nada. El tambor giró de nuevo.

    —Incluyendo a la señorita Di Vincenzo y a su hermano en la mira, Giovanni.

    Nuevamente sonó un "click" pero ninguna gota de Sangre se derramó.

    Ryan alzó una ceja. Ladeó la cabeza hacia el traidor frente a él. El hombre ya no hablaba. Solo temblaba. Si que había tenido suerte.

    —¿Y la carta? —preguntó Ryan con desinterés, como si el arma no estuviera apuntando a una cabeza.

    —Fue enviada. Un hombre encubierto se aseguró de que llegara a manos de la señorita Di Vincenzo. Evitamos cualquier cruce con la vigilancia del ruso.

    La carta, aunque a vista simple un papel cualquiera era una advertencia para que Giovanni no metiera las narices donde no debía. Si lo hacía, no habría marcha atrás. Y también servía como coartada. Ryan no quería que lo arrastraran al infierno de una guerra que no le correspondía. Aún no. Tenía planes más urgentes: volver a Italia, tomar lo que era suyo, poner en orden la peste que su familia había dejado. No podía permitirse tener a los Di Vincenzo como enemigos antes siquiera de haber pisado tierras italianas.

    —Bien hecho. Pero asegúrate de que llegue. Si Kiev la intercepta... estamos jodidos, ese hombre me tomará como enemigo y las cosas terminarán por empeorar. — Apoyó el cañón del revólver en la frente del traidor.

    —También tenemos nuevos nombres —agregó Bruno, pasando al siguiente informe—. Siete contratados por los Di Conti. Cinco desconocidos. Uno de los nuestros. Y el último... un fantasma. Sin rostro. Sin huella. Se mueve mejor que los otros seis juntos.

    Ryan chasqueó la lengua. Giró el tambor por última vez. El traidor sollozaba, ahogándose en sus propias lágrimas.

    —Demasiado ruido por cosas que deberían haber quedado enterradas —musitó.

    Apuntó. No dudo y la sangre por fin salpicó.

    El sonido resonó en la sala como un final inevitable.

    Ryan se inclinó hacia atrás, apoyando el revólver en el escritorio.Su cabello estaba algo desordenado, sus ojos se cerraron, inspiró hondo. Habían sucedido tantas cosas que lo estaban impacientando, aquello que terminaba por volver una piedra molesta en su zapato.

    Que un gato le mordiera un pie era incluso más cómodo que esto.

    —Limpia esto. — Dijo reincorporándose. Estaba agotado, necesitaba un descanso de todo esto.

    10
    9
    8


    || El user está vivo, con vacaciones desde el lunes pero ayudando con unos asuntos importantes, un amigo se rompió el pie(?). En otras noticias, logré recuperar el Word hace poco en dónde tenía las respuestas de algunos roles que extrañaba por contestar, ya me estoy poniendo las pilas para aprovechar este tiempo, lamento realmente la demora.

    Un abrazo, con todo cariño, el user de Ryan.
    [ 𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐 𝒔𝒊 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒃𝒆 𝒄ó𝒎𝒐 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒉𝒖𝒎𝒐𝒓. — 𝐑𝐎𝐔𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄 𝐑𝐔𝐒𝐒𝐀 ] Ryan podía parecer tranquilo. Un hombre social, abierto, incluso relajado a simple vista. Había perfeccionado esa personalidad con el tiempo, esa fachada que lo mostraba como alguien más: el caballero encantador, el tipo que sabe escuchar, que sabe sonreír en el momento justo. Lo suficientemente pulido para que muchos olvidaran que sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y culpables por igual. Algo que muchas personas pasaron por alto cuando lo conocían. A veces, incluso él se preguntaba si los demás estaban realmente bien de la cabeza. ¿Cómo podían confiar tan rápido? ¿Cómo podían relajarse ante una sonrisa y un par de bromas sin sentido? No entendía esa parte del mundo. Pero al menos le servía. Esa fachada le permitía estudiar a las personas con calma. Porque para él, la confianza no era algo que se ofrecía. Se ganaba. Y a pocos, muy pocos, se les permitía cruzar esa línea. Giovanni, el hermano de Elisabetta, no era uno de ellos. Ni siquiera entraba en la categoría de “detestables”. Simplemente le era irrelevante. Un nombre más. Una sombra más. No tenía valor ni afecto por él y su único recuerdo de él fue cuando le disparó en aquel día que fue a por Yuki. Un evento que había sucedido hace ya varios meses en realidad. Entonces… ¿por qué, demonios, le estaba enviando una advertencia? Su muerte le importaba poco, pero habían ciertas personas que si le importarian, personas que a él llegaron a importarle en su tiempo. Y que además, había sido él quien lo puso en la lista negra del ruso cuando llevo los documentos a la italiana para el rompimiento de tratado de alianza. Lo sentenció indirectamente. Días después del incidente con Kiev, había intentado contactarlo. Después de todo, una amistad de años no podía romperse tan fácilmente. O al menos, eso creyó. Pero no pudo acercarse. No sin que la sangre de sus hombres y los del ruso terminara regada en los jardines de la mansión. No había forma de negociar con los perros que custodiaban la entrada. Sabía cuándo no valía la pena forzar las cosas. Así que optó por lo que sabía hacer mejor: moverse en las sombras. Envió hombres discretos, infiltrados, para vigilar los pasos del ruso. Lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba: Kiev había abandonado el país rumbo a Rusia. Y no solo eso, sino que ya había tomado el mando de la Mafia Roja. La herencia maldita de sus antepasados comunistas. El poder que tanto había intentado evitar… ahora lo poseía por completo. Ryan, sentado tras su escritorio, tenía el revólver en la mano derecha. Jugaba con él. Con esa calma que a muchos les parecía aterradora. Frente a él, un hombre atado a una silla, con la boca ensangrentada y los ojos desorbitados. — Empieza —ordenó con voz baja, sin apartar la mirada del arma, sus dedos se movían con agilidad sobre el arma. No usaba guantes, está era de las pocas veces que podía estar relajado sin tener que temer que alguien notara su piel fría. Bruno, a su izquierda, sostenía un informe. Sus ojos no dudaron en bajar la mirada hacia el papel mientras comenzaba a leer con voz clara y pausada: —El informe confirma que el señor Romalsko ha estado vigilando sus movimientos desde que despertó. Registros bancarios, llamadas, reuniones. Incluso personas con las que ha cruzado palabras en eventos públicos han sido investigadas. Lo del evento con aquel investigador y con la señorita que conoció en la fiesta que fue con el señor Romalsko. La mirada del rubio vaciló está vez. Sus manos se detuvieron cuando introducía una bala al escuchar estos casos, solo basto unos segundos para continuar, cerró el tambor. Lo giró. Apretó el gatillo y... nada. El tambor giró de nuevo. —Incluyendo a la señorita Di Vincenzo y a su hermano en la mira, Giovanni. Nuevamente sonó un "click" pero ninguna gota de Sangre se derramó. Ryan alzó una ceja. Ladeó la cabeza hacia el traidor frente a él. El hombre ya no hablaba. Solo temblaba. Si que había tenido suerte. —¿Y la carta? —preguntó Ryan con desinterés, como si el arma no estuviera apuntando a una cabeza. —Fue enviada. Un hombre encubierto se aseguró de que llegara a manos de la señorita Di Vincenzo. Evitamos cualquier cruce con la vigilancia del ruso. La carta, aunque a vista simple un papel cualquiera era una advertencia para que Giovanni no metiera las narices donde no debía. Si lo hacía, no habría marcha atrás. Y también servía como coartada. Ryan no quería que lo arrastraran al infierno de una guerra que no le correspondía. Aún no. Tenía planes más urgentes: volver a Italia, tomar lo que era suyo, poner en orden la peste que su familia había dejado. No podía permitirse tener a los Di Vincenzo como enemigos antes siquiera de haber pisado tierras italianas. —Bien hecho. Pero asegúrate de que llegue. Si Kiev la intercepta... estamos jodidos, ese hombre me tomará como enemigo y las cosas terminarán por empeorar. — Apoyó el cañón del revólver en la frente del traidor. —También tenemos nuevos nombres —agregó Bruno, pasando al siguiente informe—. Siete contratados por los Di Conti. Cinco desconocidos. Uno de los nuestros. Y el último... un fantasma. Sin rostro. Sin huella. Se mueve mejor que los otros seis juntos. Ryan chasqueó la lengua. Giró el tambor por última vez. El traidor sollozaba, ahogándose en sus propias lágrimas. —Demasiado ruido por cosas que deberían haber quedado enterradas —musitó. Apuntó. No dudo y la sangre por fin salpicó. El sonido resonó en la sala como un final inevitable. Ryan se inclinó hacia atrás, apoyando el revólver en el escritorio.Su cabello estaba algo desordenado, sus ojos se cerraron, inspiró hondo. Habían sucedido tantas cosas que lo estaban impacientando, aquello que terminaba por volver una piedra molesta en su zapato. Que un gato le mordiera un pie era incluso más cómodo que esto. —Limpia esto. — Dijo reincorporándose. Estaba agotado, necesitaba un descanso de todo esto. 10 9 8 || El user está vivo, con vacaciones desde el lunes pero ayudando con unos asuntos importantes, un amigo se rompió el pie(?). En otras noticias, logré recuperar el Word hace poco en dónde tenía las respuestas de algunos roles que extrañaba por contestar, ya me estoy poniendo las pilas para aprovechar este tiempo, lamento realmente la demora. Un abrazo, con todo cariño, el user de Ryan.
    Me encocora
    Me gusta
    Me endiabla
    Me shockea
    Me enjaja
    Me emputece
    30
    29 turnos 0 maullidos
  • Nada de esto es real.
    Categoría Otros

    El aire era tibio, impregnado de un dulzor floral casi embriagante, tan perfecto y suave como aquellas tardes de primavera que Ephraim solía amar… cuando aún era real. Una brisa cálida le acariciaba el rostro, agitando las hojas de los álamos con una delicadeza que habría conmovido a cualquier poeta. Ante él se desplegaba una escena tan hermosa, tan meticulosamente compuesta, que parecía diseñada no para ser vivida, sino para ser recordada.
    Un sueño. Demasiado perfecto.
    Los colores brillaban con un fulgor imposible, más vívidos de lo que cualquier mente despierta podría tolerar. Las voces eran muchas, y sin embargo, todas hablaban en un mismo tono: armonía, triunfo, paz. Una guerra había terminado, eso decían, una guerra que él no recordaba tener registro en su mente.

    La escena cambiaba sin cesar. Demasiado rápido.

    Ráfagas de alegría le golpeaban sin tregua: niños riendo, banquetes suntuosos en pasillos dorados, jardines en plena floración. Cada imagen estaba cuidadosamente pulida, como si una voluntad desesperada por la paz hubiera borrado todo rastro de verdad y lo hubiese reemplazado con una mentira reconfortante.

    Ephraim cerró los ojos con fuerza. No por nostalgia, sino por agotamiento. El constante cambio de escenario le impedía meditar, pensar, esconderse siquiera en ese rincón mental que sabía que la soñadora jamás buscaría. Era molesto. Dolía en los ojos.

    Las risas le revolvían el estómago.
    Las memorias felices provocaban un hormigueo repulsivo que le recorría la espalda como una corriente fría.

    Avanzó unos pasos, adentrándose en una marea de figuras que se entrelazaban en un banquete. Era hermoso, imposible negarlo. Una pintura viva, un momento de tal perfección que cualquier otro lo habría guardado como un tesoro en la memoria.
    Pero Ephraim sabía leer los sueños, sentía el final aproximarse, lo percibía en la velocidad con que las escenas se desarrollaban, como un teatro a punto de caer el telón.

    Y entonces vio a aquella joven. Por su porte, por la ligereza de sus pasos, supo sin dudarlo: ella era la soñadora.
    La autora inconsciente de ese paraíso artificial.

    Ephraim sintió, como tantas otras veces, el calor hiriente de una envidia antigua apretarle el pecho. No por su corona, ni por su linaje, ni siquiera por esos dragones que a su yo más joven le habrían fascinado estudiar.

    La envidia ardía por una razón más simple y cruel: Ella todavía era capaz de soñar con esperanza.
    —Bendita ignorancia… —murmuró Ephraim, mientras sus pasos lo guiaban hacia ella.

    Porque desde que dejó de ser humano, desde que fue transformado por su amada diosa, los sueños dejaron de ser un refugio. No recordaba la última vez que había soñado algo bello. Algo que no naciera de la desesperación o el dolor.

    Extendió una mano y la posó en su hombro. No con dulzura, sino con demasiada violencia. La hizo girar, obligándola a mirarle el rostro.
    Su sonrisa torcida era una mancha oscura en medio de aquel sueño perfecto.

    —¿Sabes que esto solo es un sueño, verdad?

    Su voz era suave y melodiosa, casi dulce, pero helada. Se deslizaba como una serpiente bajo la piel, cargada de veneno. La risita que escapó de su garganta rasgó el aire, y todo comenzó a apagarse: Las voces se silenciaron, as figuras se desvanecieron, incluso aquellas que la soñadora más amaba. Y la luz… la luz se fue.

    Solo quedaron ellos dos. En la nada, rodeados de árboles y flores, demasiado oscuro para poder apreciar lo deformes y extrañas que eran.
    —Me enferma este lugar —susurró Ephraim, la voz teñida de asco—. Todo es demasiado hermoso. Demasiado... tú. Y yo… yo no puedo crear belleza. Solo deformidad.
    ¿Me dejas robarte esto, aunque sea por un momento?





    ⋆˚꩜。 ᴅᴀᴇᴍʏʀᴀ ᴛᴀʀɢᴀʀʏᴇɴ
    El aire era tibio, impregnado de un dulzor floral casi embriagante, tan perfecto y suave como aquellas tardes de primavera que Ephraim solía amar… cuando aún era real. Una brisa cálida le acariciaba el rostro, agitando las hojas de los álamos con una delicadeza que habría conmovido a cualquier poeta. Ante él se desplegaba una escena tan hermosa, tan meticulosamente compuesta, que parecía diseñada no para ser vivida, sino para ser recordada. Un sueño. Demasiado perfecto. Los colores brillaban con un fulgor imposible, más vívidos de lo que cualquier mente despierta podría tolerar. Las voces eran muchas, y sin embargo, todas hablaban en un mismo tono: armonía, triunfo, paz. Una guerra había terminado, eso decían, una guerra que él no recordaba tener registro en su mente. La escena cambiaba sin cesar. Demasiado rápido. Ráfagas de alegría le golpeaban sin tregua: niños riendo, banquetes suntuosos en pasillos dorados, jardines en plena floración. Cada imagen estaba cuidadosamente pulida, como si una voluntad desesperada por la paz hubiera borrado todo rastro de verdad y lo hubiese reemplazado con una mentira reconfortante. Ephraim cerró los ojos con fuerza. No por nostalgia, sino por agotamiento. El constante cambio de escenario le impedía meditar, pensar, esconderse siquiera en ese rincón mental que sabía que la soñadora jamás buscaría. Era molesto. Dolía en los ojos. Las risas le revolvían el estómago. Las memorias felices provocaban un hormigueo repulsivo que le recorría la espalda como una corriente fría. Avanzó unos pasos, adentrándose en una marea de figuras que se entrelazaban en un banquete. Era hermoso, imposible negarlo. Una pintura viva, un momento de tal perfección que cualquier otro lo habría guardado como un tesoro en la memoria. Pero Ephraim sabía leer los sueños, sentía el final aproximarse, lo percibía en la velocidad con que las escenas se desarrollaban, como un teatro a punto de caer el telón. Y entonces vio a aquella joven. Por su porte, por la ligereza de sus pasos, supo sin dudarlo: ella era la soñadora. La autora inconsciente de ese paraíso artificial. Ephraim sintió, como tantas otras veces, el calor hiriente de una envidia antigua apretarle el pecho. No por su corona, ni por su linaje, ni siquiera por esos dragones que a su yo más joven le habrían fascinado estudiar. La envidia ardía por una razón más simple y cruel: Ella todavía era capaz de soñar con esperanza. —Bendita ignorancia… —murmuró Ephraim, mientras sus pasos lo guiaban hacia ella. Porque desde que dejó de ser humano, desde que fue transformado por su amada diosa, los sueños dejaron de ser un refugio. No recordaba la última vez que había soñado algo bello. Algo que no naciera de la desesperación o el dolor. Extendió una mano y la posó en su hombro. No con dulzura, sino con demasiada violencia. La hizo girar, obligándola a mirarle el rostro. Su sonrisa torcida era una mancha oscura en medio de aquel sueño perfecto. —¿Sabes que esto solo es un sueño, verdad? Su voz era suave y melodiosa, casi dulce, pero helada. Se deslizaba como una serpiente bajo la piel, cargada de veneno. La risita que escapó de su garganta rasgó el aire, y todo comenzó a apagarse: Las voces se silenciaron, as figuras se desvanecieron, incluso aquellas que la soñadora más amaba. Y la luz… la luz se fue. Solo quedaron ellos dos. En la nada, rodeados de árboles y flores, demasiado oscuro para poder apreciar lo deformes y extrañas que eran. —Me enferma este lugar —susurró Ephraim, la voz teñida de asco—. Todo es demasiado hermoso. Demasiado... tú. Y yo… yo no puedo crear belleza. Solo deformidad. ¿Me dejas robarte esto, aunque sea por un momento? ⋆˚꩜。 [fable_topaz_zebra_366]
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me shockea
    2
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados