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La noche era perfecta, al menos en apariencia. El Teatro de Bronce vibraba con el murmullo de una multitud ansiosa. Charlotte "Lottie" Sinclair aguardaba entre bastidores, ajustando las correas de su traje mecánico. Los engranajes de su corsé brillaban bajo la tenue luz del camerino, mientras Eloise le daba los últimos toques al diseño.
—Es una obra maestra, como siempre —dijo Eloise con una sonrisa confiada.
Lottie asintió, aunque su mirada estaba fija en el arnés suspendido sobre ella. Esa noche, "El Vuelo de la Alondra" incluiría un nuevo mecanismo diseñado por Gideon, una serie de alas mecánicas que debían desplegarse en pleno vuelo, iluminadas con un intrincado sistema de luces de vapor.
—Todo saldrá bien, Lottie —dijo Gideon, ajustando el micrófono de relojería en su cuello. Su tono era calmado, pero el leve temblor de sus manos traicionaba su nerviosismo.
—Más te vale, Thorne —respondió ella con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente—. Si algo falla, improvisaré. Como siempre.
Momentos después, las luces del teatro se apagaron, y un silencio reverente llenó la sala. Cuando el telón se alzó, una tenue niebla de vapor envolvió el escenario. La música comenzó, y Lottie emergió entre la bruma, suspendida en el aire por cables apenas visibles.
El espectáculo avanzaba sin problemas hasta el clímax, cuando las alas mecánicas debían desplegarse en todo su esplendor. Lottie cantaba una nota alta, su voz resonando con fuerza, mientras giraba en el aire con movimientos calculados. Pero en el momento crucial, un chasquido metálico resonó por encima de la música.
Las alas no se desplegaron.
Un murmullo recorrió al público, pero Lottie no titubeó. Su experiencia y talento tomaron el control. A medida que descendía en un elegante giro, comenzó a usar su cuerpo y el movimiento de los cables para simular el aleteo que las alas habrían realizado. Sus manos se alzaron en movimientos fluidos, como si estuviera guiando la luz misma que la rodeaba.
La audiencia, ajena al fallo técnico, quedó cautivada. La música siguió su curso, y Lottie cantó con una intensidad renovada, llenando el teatro con una energía tan abrumadora que nadie notó la ausencia del mecanismo. Cuando terminó la última nota, un estruendoso aplauso llenó el lugar.
El telón cayó, y Lottie se dejó caer en el arnés con un suspiro profundo. Sus piernas temblaban por el esfuerzo, y el sudor perlaba su frente.
—¡Lottie! —La voz de Gideon se escuchó antes de que él apareciera corriendo desde los bastidores.
Él trepó rápidamente a la plataforma donde ella estaba suspendida y, sin dudarlo, comenzó a soltar los mecanismos que la mantenían en el aire.
—¡Dime que estás bien! —dijo, revisando cada hebilla y engranaje mientras su rostro reflejaba una mezcla de pánico y culpa.
Lottie dejó escapar una risa cansada.
—Estoy bien, Gideon. Solo fue... un poco más intenso de lo esperado.
—El sistema falló. Las alas... No sé cómo no se dieron cuenta.
—Porque improvisé. —Ella le dedicó una sonrisa ladeada mientras él la ayudaba a bajar al suelo—. Eso es lo que hago.
Él la miró por un momento, sus manos todavía apoyadas en su cintura para estabilizarla.
—Siempre dices eso, pero no debería ser así. No debería depender de ti salvarlo todo.
Lottie tocó su hombro con suavidad.
—Confío en ti, Gideon. Esta vez no salió como planeamos, pero lo lograremos. Siempre lo hacemos.
Gideon asintió, aunque su expresión seguía tensa. Mientras ella se alejaba hacia su camerino, acompañada de aplausos que aún resonaban desde el otro lado del telón, él se quedó allí, prometiéndose a sí mismo que jamás volvería a fallar.
Y aunque la noche no fue perfecta, para Lottie, el espectáculo había cumplido su propósito: conmover al público y recordarles la belleza de lo inesperado.
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La noche era perfecta, al menos en apariencia. El Teatro de Bronce vibraba con el murmullo de una multitud ansiosa. Charlotte "Lottie" Sinclair aguardaba entre bastidores, ajustando las correas de su traje mecánico. Los engranajes de su corsé brillaban bajo la tenue luz del camerino, mientras Eloise le daba los últimos toques al diseño.
—Es una obra maestra, como siempre —dijo Eloise con una sonrisa confiada.
Lottie asintió, aunque su mirada estaba fija en el arnés suspendido sobre ella. Esa noche, "El Vuelo de la Alondra" incluiría un nuevo mecanismo diseñado por Gideon, una serie de alas mecánicas que debían desplegarse en pleno vuelo, iluminadas con un intrincado sistema de luces de vapor.
—Todo saldrá bien, Lottie —dijo Gideon, ajustando el micrófono de relojería en su cuello. Su tono era calmado, pero el leve temblor de sus manos traicionaba su nerviosismo.
—Más te vale, Thorne —respondió ella con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente—. Si algo falla, improvisaré. Como siempre.
Momentos después, las luces del teatro se apagaron, y un silencio reverente llenó la sala. Cuando el telón se alzó, una tenue niebla de vapor envolvió el escenario. La música comenzó, y Lottie emergió entre la bruma, suspendida en el aire por cables apenas visibles.
El espectáculo avanzaba sin problemas hasta el clímax, cuando las alas mecánicas debían desplegarse en todo su esplendor. Lottie cantaba una nota alta, su voz resonando con fuerza, mientras giraba en el aire con movimientos calculados. Pero en el momento crucial, un chasquido metálico resonó por encima de la música.
Las alas no se desplegaron.
Un murmullo recorrió al público, pero Lottie no titubeó. Su experiencia y talento tomaron el control. A medida que descendía en un elegante giro, comenzó a usar su cuerpo y el movimiento de los cables para simular el aleteo que las alas habrían realizado. Sus manos se alzaron en movimientos fluidos, como si estuviera guiando la luz misma que la rodeaba.
La audiencia, ajena al fallo técnico, quedó cautivada. La música siguió su curso, y Lottie cantó con una intensidad renovada, llenando el teatro con una energía tan abrumadora que nadie notó la ausencia del mecanismo. Cuando terminó la última nota, un estruendoso aplauso llenó el lugar.
El telón cayó, y Lottie se dejó caer en el arnés con un suspiro profundo. Sus piernas temblaban por el esfuerzo, y el sudor perlaba su frente.
—¡Lottie! —La voz de Gideon se escuchó antes de que él apareciera corriendo desde los bastidores.
Él trepó rápidamente a la plataforma donde ella estaba suspendida y, sin dudarlo, comenzó a soltar los mecanismos que la mantenían en el aire.
—¡Dime que estás bien! —dijo, revisando cada hebilla y engranaje mientras su rostro reflejaba una mezcla de pánico y culpa.
Lottie dejó escapar una risa cansada.
—Estoy bien, Gideon. Solo fue... un poco más intenso de lo esperado.
—El sistema falló. Las alas... No sé cómo no se dieron cuenta.
—Porque improvisé. —Ella le dedicó una sonrisa ladeada mientras él la ayudaba a bajar al suelo—. Eso es lo que hago.
Él la miró por un momento, sus manos todavía apoyadas en su cintura para estabilizarla.
—Siempre dices eso, pero no debería ser así. No debería depender de ti salvarlo todo.
Lottie tocó su hombro con suavidad.
—Confío en ti, Gideon. Esta vez no salió como planeamos, pero lo lograremos. Siempre lo hacemos.
Gideon asintió, aunque su expresión seguía tensa. Mientras ella se alejaba hacia su camerino, acompañada de aplausos que aún resonaban desde el otro lado del telón, él se quedó allí, prometiéndose a sí mismo que jamás volvería a fallar.
Y aunque la noche no fue perfecta, para Lottie, el espectáculo había cumplido su propósito: conmover al público y recordarles la belleza de lo inesperado.