• ¡HEY, FICROLERS 3D!
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    Denle una cálida bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤ Emma Berzatto

    Humana, OC, actualmente secretaria en prácticas.


    ㅤㅤㅤㅤㅤ Luka Couffaine

    Desde el fandom Miraculous: Las aventuras de Ladybug. Con 18 años, este guitarrista y músico francés se describe como amable, comprensivo e introvertido. Además de estudiante, encuentra en la música su forma más sincera de expresarse


    ㅤㅤㅤㅤㅤ Cassian Fromt



    ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo.


    Yo soy Caroline, vuestra RolSage, algo así como una guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada!


    Antes de lanzaros al rol, os dejo por aquí algunos enlaces útiles que os harán la vida más fácil:


    Normas básicas de la plataforma:
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    Guías y miniguías para no perderse:
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    ✨ ¡HEY, FICROLERS 3D! ✨ ¡Hoy tenemos una gran llegada de nuevos personajes 3D a la comunidad! 🎉 Denle una cálida bienvenida a... ㅤㅤㅤㅤㅤ ✨ [fable_topaz_scorpion_227] Humana, OC, actualmente secretaria en prácticas. 🌟 ㅤㅤㅤㅤㅤ ✨ [tempest_amethyst_scorpion_672] Desde el fandom Miraculous: Las aventuras de Ladybug. Con 18 años, este guitarrista y músico francés se describe como amable, comprensivo e introvertido. Además de estudiante, encuentra en la música su forma más sincera de expresarse🎸 ㅤㅤㅤㅤㅤ ✨ [orbit_titanium_monkey_429] 👋 ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo. 🧙‍♀️ Yo soy Caroline, vuestra RolSage, algo así como una guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada! 🧭 Antes de lanzaros al rol, os dejo por aquí algunos enlaces útiles que os harán la vida más fácil: 📌 Normas básicas de la plataforma: 🔗 https://ficrol.com/static/guidelines  📖 Guías y miniguías para no perderse: 🔗 https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS  🌍 Grupo exclusivo para Personajes 3D: 🔗 https://ficrol.com/groups/Personajes3D 📚 Directorios para encontrar rol y fandoms afines 🔗 Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS   🔗 Fandoms 3D en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL  ✍️ Consejos para mejorar escritura y narración 🔗 https://ficrol.com/pages/RinconEscritor  ¡Estamos deseando ver a vuestros personajes en acción! 🚀🔥 #RolSage3D #Bienvenida3D #NuevosPersonajes3D #ComunidadFicRol
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    Pronto habrá luna llena, en unos días, y lo único que me hace no pensar en las peores noches de mi vida cuando sale la luna es leer, la música y un buen café.
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  • https://youtu.be/z6SWtu1PXKA?si=uRhcfsZzxaDavuRJ
    Ryu リュウ・イシュタル Ishtar

    En medio del bullicio de la ciudad, nuestras pisadas encontraron un rincón secreto, donde los escaparates brillaban como pequeños altares de recuerdos. Fingí curiosidad por cualquier cosa, pero mi verdadera intención era guiarla, despacio, hasta aquella tienda escondida de vinilos.

    Entre estanterías que guardaban melodías olvidadas, me adelanté con un gesto travieso y coloqué los cascos sobre sus oídos. Ella, sorprendida, me miró con esos ojos que siempre parecen desnudar mi alma. La música comenzó a envolverla, invisible y profunda, como si cada nota la acariciara más de lo que yo me atrevería.

    Y al verla sonreír, comprendí que a veces no hacen falta palabras para decir lo que el corazón ya susurra en silencio.
    https://youtu.be/z6SWtu1PXKA?si=uRhcfsZzxaDavuRJ [Ryu] En medio del bullicio de la ciudad, nuestras pisadas encontraron un rincón secreto, donde los escaparates brillaban como pequeños altares de recuerdos. Fingí curiosidad por cualquier cosa, pero mi verdadera intención era guiarla, despacio, hasta aquella tienda escondida de vinilos. Entre estanterías que guardaban melodías olvidadas, me adelanté con un gesto travieso y coloqué los cascos sobre sus oídos. Ella, sorprendida, me miró con esos ojos que siempre parecen desnudar mi alma. La música comenzó a envolverla, invisible y profunda, como si cada nota la acariciara más de lo que yo me atrevería. Y al verla sonreír, comprendí que a veces no hacen falta palabras para decir lo que el corazón ya susurra en silencio.
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  • 𝑳𝒂 𝒑𝒓𝒊𝒏𝒄𝒆𝒔𝒂 ఌ︎

    El bar tenía esa atmósfera densa que solo Moscú podía ofrecer en invierno: humo de cigarro, luces rojas filtradas por cortinas de terciopelo, y música que parecía latir como un corazón herido. Lilith estaba sentada en la barra, con una copa de vino blanco entre los dedos. Su presencia era como una nota de piano en medio de un rugido: suave, pero imposible de ignorar.

    Una chica -excompañera de la escuela- apareció como una sombra ruidosa. Para Lilith no era nadie. No tenía apellido que importara, ni historia que pesara. Pero tenía lengua afilada, uñas largas pintadas de rojo barato, y ojos cargados de envidia. Se acercó con pasos torpes, como quien no teme porque no entiende el peligro.

    —¿Blackwood? —escupió con una sonrisa torcida— ante la escasa atención de Lilith a ella no hizo más que una mueca molesta y grego más molesta —¿Quien te cres tú? ¿Una princesa de cuento gótico que se cree especial porque nació con un apellido prestado?

    Lilith no giró la cabeza. Solo alzó la copa, la observó contra la luz, y espondió en una voz suave

    — eres ruidosa—

    La chica soltó una carcajada áspera, y se acercó más. Le rozó el hombro con el dedo, como si quisiera provocar una reacción. Lilith no se movió.

    —¿Y qué más? ¿Te crees peligrosa porque tienes cara de muñeca rota? —susurró con veneno—. Apuesto a que tus hermanos te protegen porque saben que tú sola no vales nada. ¿Qué haces aquí, jugando a ser adulta?

    Dorian, apoyado contra la pared como un lobo en descanso, tensó la mandíbula. Su mirada se volvió hielo. Dio un paso, pero Lilith levantó una mano sin mirarlo. No necesitaba palabras para detenerlo. Él entendió.

    La chica se rió otra vez, esta vez más cerca. Le empujó el brazo con el dorso de la mano, y luego, con descaro, tomó el tenedor que Lilith había dejado junto a su plato intacto.

    —¿Qué pasa, princesa? ¿Ni siquiera sabes usar esto? —dijo, alzándolo como si fuera un trofeo.

    Lilith se giró lentamente, como si el aire se congelara a su alrededor. Sus ojos azul cielo ya no brillaban: cortaban. Caminó hacia la chica con pasos tan silenciosos como una maldición bien pronunciada. La música pareció detenerse. El bar contuvo el aliento.

    Con una elegancia letal, Lilith tomó el tenedor de sus manos, sin violencia, solo con una firmeza que no admitía réplica. Lo giró entre sus dedos como si fuera parte de un ritual antiguo, y luego lo colocó justo bajo la mandíbula de la chica, apenas tocando la piel.

    —No soy una princesa —susurró, con voz de hielo—. Soy una Blackwood. Y si quisiera, este tenedor sería suficiente para que no volvieras a pronunciar mi nombre. No por falta de aire. Por falta de lengua.

    La chica tembló. Intentó hablar, pero su voz se había evaporado. Lilith se inclinó, su perfume envolviendo como un bosque encantado al amanecer, y habló al oído de la intrusa con una calma que dolía.

    —Tu nombre no pesa. Tu existencia no importa. Y tu arrogancia... es adorablemente suicida.

    Dorian sonrió desde la sombra, orgulloso. Lilith se alejó en dirección a su hermano, con la misma calma con la que había llegado, retomando su copa como si nada hubiera ocurrido. El bar volvió a respirar y ambos hermanos salieron, ni siquiera una copa de vino podía tomar tranquila.
    𝑳𝒂 𝒑𝒓𝒊𝒏𝒄𝒆𝒔𝒂 ఌ︎ El bar tenía esa atmósfera densa que solo Moscú podía ofrecer en invierno: humo de cigarro, luces rojas filtradas por cortinas de terciopelo, y música que parecía latir como un corazón herido. Lilith estaba sentada en la barra, con una copa de vino blanco entre los dedos. Su presencia era como una nota de piano en medio de un rugido: suave, pero imposible de ignorar. Una chica -excompañera de la escuela- apareció como una sombra ruidosa. Para Lilith no era nadie. No tenía apellido que importara, ni historia que pesara. Pero tenía lengua afilada, uñas largas pintadas de rojo barato, y ojos cargados de envidia. Se acercó con pasos torpes, como quien no teme porque no entiende el peligro. —¿Blackwood? —escupió con una sonrisa torcida— ante la escasa atención de Lilith a ella no hizo más que una mueca molesta y grego más molesta —¿Quien te cres tú? ¿Una princesa de cuento gótico que se cree especial porque nació con un apellido prestado? Lilith no giró la cabeza. Solo alzó la copa, la observó contra la luz, y espondió en una voz suave — eres ruidosa— La chica soltó una carcajada áspera, y se acercó más. Le rozó el hombro con el dedo, como si quisiera provocar una reacción. Lilith no se movió. —¿Y qué más? ¿Te crees peligrosa porque tienes cara de muñeca rota? —susurró con veneno—. Apuesto a que tus hermanos te protegen porque saben que tú sola no vales nada. ¿Qué haces aquí, jugando a ser adulta? Dorian, apoyado contra la pared como un lobo en descanso, tensó la mandíbula. Su mirada se volvió hielo. Dio un paso, pero Lilith levantó una mano sin mirarlo. No necesitaba palabras para detenerlo. Él entendió. La chica se rió otra vez, esta vez más cerca. Le empujó el brazo con el dorso de la mano, y luego, con descaro, tomó el tenedor que Lilith había dejado junto a su plato intacto. —¿Qué pasa, princesa? ¿Ni siquiera sabes usar esto? —dijo, alzándolo como si fuera un trofeo. Lilith se giró lentamente, como si el aire se congelara a su alrededor. Sus ojos azul cielo ya no brillaban: cortaban. Caminó hacia la chica con pasos tan silenciosos como una maldición bien pronunciada. La música pareció detenerse. El bar contuvo el aliento. Con una elegancia letal, Lilith tomó el tenedor de sus manos, sin violencia, solo con una firmeza que no admitía réplica. Lo giró entre sus dedos como si fuera parte de un ritual antiguo, y luego lo colocó justo bajo la mandíbula de la chica, apenas tocando la piel. —No soy una princesa —susurró, con voz de hielo—. Soy una Blackwood. Y si quisiera, este tenedor sería suficiente para que no volvieras a pronunciar mi nombre. No por falta de aire. Por falta de lengua. La chica tembló. Intentó hablar, pero su voz se había evaporado. Lilith se inclinó, su perfume envolviendo como un bosque encantado al amanecer, y habló al oído de la intrusa con una calma que dolía. —Tu nombre no pesa. Tu existencia no importa. Y tu arrogancia... es adorablemente suicida. Dorian sonrió desde la sombra, orgulloso. Lilith se alejó en dirección a su hermano, con la misma calma con la que había llegado, retomando su copa como si nada hubiera ocurrido. El bar volvió a respirar y ambos hermanos salieron, ni siquiera una copa de vino podía tomar tranquila.
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  • La bruma flotaba sobre la superficie del lago, difuminando la línea entre el agua y el cielo. La luz de la luna se reflejaba en las aguas tranquilas, creando destellos dorados que parecían danzar al ritmo de una música silenciosa. Allí, sobre una roca cercana a la orilla, se encontraba Lysander Elion Veyrith, conocido entre mortales como Lysander, aunque su verdadero nombre resonaba como un eco celestial: Elion.

    Sus alas negras con reflejos dorados descansaban parcialmente plegadas, y un suspiro del viento hizo ondear su cabello azabache con reflejos plateados. Sus ojos dorados captaban cada movimiento a su alrededor, percibiendo presencias invisibles y ecos de emociones que el agua misma parecía reflejar. La corriente susurraba secretos que sólo él podía entender, y sus labios se movieron apenas, murmurando:
    “바람이言하는 것을 들을 수 있어야 한다.”
    "Debes escuchar lo que el viento susurra."

    Elion no estaba allí por casualidad. Cada piedra, cada brisa, cada reflejo sobre la superficie del lago era parte de su estudio y su vigilancia. Los artefactos antiguos y reliquias que recolectaba tenían que permanecer protegidos, y el mundo humano necesitaba que él observara desde la distancia, sin intervenir… al menos por ahora.

    Se inclinó ligeramente sobre el agua, sus dedos rozando la superficie, creando ondas que se extendían suavemente. Allí, entre el reflejo de la luna y la bruma que abrazaba el lago, Lysander parecía suspendido entre mundos: humano y divino, luz y sombra, visible y etéreo. La tranquilidad del lugar contrastaba con el poder que emanaba de su figura, un recordatorio silencioso de que incluso el viento más suave puede ocultar una tormenta devastadora.

    Y mientras la noche continuaba, Lysander permaneció allí, observando, escuchando, esperando. Un guardián en silencio, el hermano menor de Viktor y Noah, cuya influencia se extendía más allá de lo que los ojos mortales podían comprender. El río sagrado no solo reflejaba la luz de la luna; reflejaba la presencia de un ser cuya historia apenas comenzaba a desplegarse entre la bruma y el viento.
    La bruma flotaba sobre la superficie del lago, difuminando la línea entre el agua y el cielo. La luz de la luna se reflejaba en las aguas tranquilas, creando destellos dorados que parecían danzar al ritmo de una música silenciosa. Allí, sobre una roca cercana a la orilla, se encontraba Lysander Elion Veyrith, conocido entre mortales como Lysander, aunque su verdadero nombre resonaba como un eco celestial: Elion. Sus alas negras con reflejos dorados descansaban parcialmente plegadas, y un suspiro del viento hizo ondear su cabello azabache con reflejos plateados. Sus ojos dorados captaban cada movimiento a su alrededor, percibiendo presencias invisibles y ecos de emociones que el agua misma parecía reflejar. La corriente susurraba secretos que sólo él podía entender, y sus labios se movieron apenas, murmurando: “바람이言하는 것을 들을 수 있어야 한다.” "Debes escuchar lo que el viento susurra." Elion no estaba allí por casualidad. Cada piedra, cada brisa, cada reflejo sobre la superficie del lago era parte de su estudio y su vigilancia. Los artefactos antiguos y reliquias que recolectaba tenían que permanecer protegidos, y el mundo humano necesitaba que él observara desde la distancia, sin intervenir… al menos por ahora. Se inclinó ligeramente sobre el agua, sus dedos rozando la superficie, creando ondas que se extendían suavemente. Allí, entre el reflejo de la luna y la bruma que abrazaba el lago, Lysander parecía suspendido entre mundos: humano y divino, luz y sombra, visible y etéreo. La tranquilidad del lugar contrastaba con el poder que emanaba de su figura, un recordatorio silencioso de que incluso el viento más suave puede ocultar una tormenta devastadora. Y mientras la noche continuaba, Lysander permaneció allí, observando, escuchando, esperando. Un guardián en silencio, el hermano menor de Viktor y Noah, cuya influencia se extendía más allá de lo que los ojos mortales podían comprender. El río sagrado no solo reflejaba la luz de la luna; reflejaba la presencia de un ser cuya historia apenas comenzaba a desplegarse entre la bruma y el viento.
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  • Y también porque de no de "Nancy Ajram"!!
    https://youtu.be/t_L2nc1MAIU?si=mKPoiaLZGKZTe6Uy

    Ahora sin duda descansaría hasta quedarse dormida mientras escucha su música favorita.
    Y también porque de no de "Nancy Ajram"!! 💜 💜 ❤️ https://youtu.be/t_L2nc1MAIU?si=mKPoiaLZGKZTe6Uy Ahora sin duda descansaría hasta quedarse dormida mientras escucha su música favorita.
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  • ꒰El menor estaba de camino a la universidad vestido de forma diferente a la noche anterior de una forma más linda y adorable todo lo contrario de ayer que estaba usando una falda corta mientras caminaba escuchaba música muy tranquilo tarareando la canción ꒱
    ꒰El menor estaba de camino a la universidad vestido de forma diferente a la noche anterior de una forma más linda y adorable todo lo contrario de ayer que estaba usando una falda corta mientras caminaba escuchaba música muy tranquilo tarareando la canción ꒱
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  • ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒



    ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨.


    Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando.

    "Hay un bastardo que me debe algo."

    Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados.

    El Ministro de Defensa de Rusia.

    Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad.

    — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable.

    "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí."

    Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie.

    El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo:

    — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?!

    Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo.

    "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía."

    La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse.

    Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies.

    . . .

    En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente.

    Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein.

    Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles.

    Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí.

    Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio.

    ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable.

    Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante.

    — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable.

    El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
    ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒ ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨. Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando. "Hay un bastardo que me debe algo." Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados. El Ministro de Defensa de Rusia. Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad. — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable. "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí." Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie. El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo: — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?! Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo. "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía." La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse. Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies. . . . En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente. Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein. Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles. Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí. Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio. ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable. Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante. — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable. El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
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  • Desde Tokio, donde estoy viviendo unos días inolvidables con mi amada Winter Carstairs quiero compartir algo que también late con fuerza en mi corazón: MagicMan2 ya está disponible en todas las plataformas.

    Este álbum nació del fuego, la calma y de todo lo que he aprendido en el camino… pero también del amor y de la certeza de que la música siempre nos une. Tenerla a mi lado en este momento lo hace aún más especial, porque cada nota que comparto con ustedes, mis Oracles, es también un reflejo de lo que significa tener alguien que te inspira a ser mejor.

    Gracias por esperar, por creer y por acompañarme en cada paso. MagicMan2 es suyo desde hoy, con todo mi corazón.

    #MagicMan2 #Oracles #FromTokyoWithLove
    https://youtu.be/zeoRk6dDSFQ?si=AP805Vd96cIzUnNS

    ✨🗼 Desde Tokio, donde estoy viviendo unos días inolvidables con mi amada [Wicarstairs_08] quiero compartir algo que también late con fuerza en mi corazón: MagicMan2 ya está disponible en todas las plataformas. Este álbum nació del fuego, la calma y de todo lo que he aprendido en el camino… pero también del amor y de la certeza de que la música siempre nos une. Tenerla a mi lado en este momento lo hace aún más especial, porque cada nota que comparto con ustedes, mis Oracles, es también un reflejo de lo que significa tener alguien que te inspira a ser mejor. 🔮 Gracias por esperar, por creer y por acompañarme en cada paso. MagicMan2 es suyo desde hoy, con todo mi corazón. #MagicMan2 #Oracles #FromTokyoWithLove https://youtu.be/zeoRk6dDSFQ?si=AP805Vd96cIzUnNS
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    En cada nota vive tu ternura,
    y el aire tiembla al eco de tu risa;
    la melodía en mi pecho se desliza,
    bordando luz en sombras y penumbra.

    Tu voz me llama, y rompe la espesura,
    con dulce acorde el alma se eterniza;
    y hasta el silencio en su raíz se eriza,
    al ver tu amor vestido de partitura.

    El piano canta lo que yo no digo,
    el violín llora con mis esperanzas,
    la flauta guarda soplos de tu abrigo.

    Y en cada acorde siento que estás viva,
    que el mundo late al ritmo de tu danza,
    y que la música nos hace eternos, vida.
    En cada nota vive tu ternura, y el aire tiembla al eco de tu risa; la melodía en mi pecho se desliza, bordando luz en sombras y penumbra. Tu voz me llama, y rompe la espesura, con dulce acorde el alma se eterniza; y hasta el silencio en su raíz se eriza, al ver tu amor vestido de partitura. El piano canta lo que yo no digo, el violín llora con mis esperanzas, la flauta guarda soplos de tu abrigo. Y en cada acorde siento que estás viva, que el mundo late al ritmo de tu danza, y que la música nos hace eternos, vida.
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    Me encocora
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