Entre la abandonada primera ciudad del norte, el joven baila con aquella sinfonía fantasmal que suena a la distancia, proveniente tal vez de algún demonio tocando un caja de música, o tal vez alguna aberración, como forma de "atraparlo" ha empezado a emitir aquello.
Sus ropajes, que alguna vez vistió con respeto y sobriedad ante sus maestros, tutores y superiores, ahora le hacían sentirse una doncella, elegante, ligera, perfecta.
Como la delicada hada que tienta al viendo a tocar sus alas, como la flor que abre sus pétalos para invitar a las mariposas.
El joven es ajeno a todo, disfruta la aparente soledad mientras sus dedos descalzos le permiten bailar de manera grácil.
Entre la abandonada primera ciudad del norte, el joven baila con aquella sinfonía fantasmal que suena a la distancia, proveniente tal vez de algún demonio tocando un caja de música, o tal vez alguna aberración, como forma de "atraparlo" ha empezado a emitir aquello.
Sus ropajes, que alguna vez vistió con respeto y sobriedad ante sus maestros, tutores y superiores, ahora le hacían sentirse una doncella, elegante, ligera, perfecta.
Como la delicada hada que tienta al viendo a tocar sus alas, como la flor que abre sus pétalos para invitar a las mariposas.
El joven es ajeno a todo, disfruta la aparente soledad mientras sus dedos descalzos le permiten bailar de manera grácil.
https://youtube.com/watch?v=44YrdCP1c_w&si=S_9uU7vasDntcAYy
Se encuentra en un rincón del baño, con el frío mármol a su espalda y el sonido de la música, voces, pasos, del otro lado de la puerta. No tiene idea de dónde quedó su camisa, ni sus zapatos. Está helado.
Una serie de malas decisiones, se dejó caer en el vórtice de alcohol y drogas en un intento de calmar el vacío y la angustia que el rechazo le dejó. Sabe que debe alejarse de personas peligrosas, pero, en el éxtasis de la intoxicación, no encontró fuerzas para resistirse a los excesos y las malas compañías.
Con una súbita claridad en medio de su aturdimiento, observa el lujoso baño y siente un pánico creciente al darse cuenta de dónde está realmente. Su mente, buscando una salida en los pensamientos de otros, capta algo perturbador en la mente de los guardaespaldas, en la puerta: recuerdos turbios de otras noches, otros caprichos sexuales del jefe que no salieron de aquel penthouse respirando.
Siente que le falta el aire y el terror lo invade, haciendo añicos lo poco que queda de la falsa valentía que el alcohol y las drogas le habían dado.
Con las manos temblando, toma el teléfono y, sin pensar demasiado, escribe un mensaje a Tolek Zientek.
"No quiero estar aquí".
Pulsa enviar y vuelve la mirada hacia la puerta, alguien está tocando.
"Ayudame".
#BitchLife #BadDecisions
Se encuentra en un rincón del baño, con el frío mármol a su espalda y el sonido de la música, voces, pasos, del otro lado de la puerta. No tiene idea de dónde quedó su camisa, ni sus zapatos. Está helado.
Una serie de malas decisiones, se dejó caer en el vórtice de alcohol y drogas en un intento de calmar el vacío y la angustia que el rechazo le dejó. Sabe que debe alejarse de personas peligrosas, pero, en el éxtasis de la intoxicación, no encontró fuerzas para resistirse a los excesos y las malas compañías.
Con una súbita claridad en medio de su aturdimiento, observa el lujoso baño y siente un pánico creciente al darse cuenta de dónde está realmente. Su mente, buscando una salida en los pensamientos de otros, capta algo perturbador en la mente de los guardaespaldas, en la puerta: recuerdos turbios de otras noches, otros caprichos sexuales del jefe que no salieron de aquel penthouse respirando.
Siente que le falta el aire y el terror lo invade, haciendo añicos lo poco que queda de la falsa valentía que el alcohol y las drogas le habían dado.
Con las manos temblando, toma el teléfono y, sin pensar demasiado, escribe un mensaje a [Tolek].
"No quiero estar aquí".
Pulsa enviar y vuelve la mirada hacia la puerta, alguien está tocando.
"Ayudame".
*En la puerta de su habitación puso el cartel "No molestar". Entró en éste había sido una tarde muy ajetreada, estaba totalmente sudada porque no había parado de bailar y de aprender pasos nuevos. Mientras que se estaba preparando el baño , bajó a la cocina y cogió una botella de vino y una copa, para subirla al baño.*
-Hoy ha sido un día caótico...Pero me he divertido....aprendiendo y pasando el día con mis nuevas amigas....Las envidio un poco....
Nuevamente entró en éste y cerró la puerta, apoyando su espalda en ésta. Sonrojándose, quería pensar un poco y poner sus ideas en orden. En la bañera echó sales de baño y gel a aroma de chocolate. Removiendo ésta con la mano mezclando el agua. *
-Ya está como a mi me gusta.
*Se dijo para ella misma mientras se desnudaba y dejaba caer sus prendas en el cesto de la ropa sucia. Metiéndose en el agua, tras servirse una copa de vino. Se acomodo en la bañera para pensar, además se puso algo de música relajante.*
*En la puerta de su habitación puso el cartel "No molestar". Entró en éste había sido una tarde muy ajetreada, estaba totalmente sudada porque no había parado de bailar y de aprender pasos nuevos. Mientras que se estaba preparando el baño , bajó a la cocina y cogió una botella de vino y una copa, para subirla al baño.*
-Hoy ha sido un día caótico...Pero me he divertido....aprendiendo y pasando el día con mis nuevas amigas....Las envidio un poco....
Nuevamente entró en éste y cerró la puerta, apoyando su espalda en ésta. Sonrojándose, quería pensar un poco y poner sus ideas en orden. En la bañera echó sales de baño y gel a aroma de chocolate. Removiendo ésta con la mano mezclando el agua. *
-Ya está como a mi me gusta.
*Se dijo para ella misma mientras se desnudaba y dejaba caer sus prendas en el cesto de la ropa sucia. Metiéndose en el agua, tras servirse una copa de vino. Se acomodo en la bañera para pensar, además se puso algo de música relajante.*
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Me sentí ansioso mientras el autobús se zarandeaba por la carretera con cráteres hasta en las curvas. Yo iba del lado derecho, por donde el sol no pegaba, igual, el vehículo iba solo, tan solo que a duras penas dos o tres almas a parte de la mía y la del chofer viajaban a dios sabe donde. La gente de estos lados no parecía ser muy habladora o agradable, cualquiera te miraba con coraje o con cara de tonto, como si el que oliera mal fuera uno, para colmo, el chofer ni música traía en la radio y no parecía querer poner algo pronto. Fuera de eso, la tarde era agradable, un poco calurosa, suficiente al menos como para estar loco, o enfermo, si llevases encima una chaqueta. Al menos, a mi, me parecía que el cielo, cuál lienzo al oleo, teñía con hermosos colores ocres, pero vibrantes, un atardecer más de otoño, uno más de esos hermosos que parecían provenir de películas.
—Parece que he llegado.
Afirmé para mi mismo, mirando para el fondo un pueblo chico, de esos pequeños que pasaban desapercibidos, justo como me habían comentado que se iba a ver. Ignorando por completo a la gente que viajaba en el bus conmigo. Dentro de mi cabeza, me parecía mucho, mucho más solitario el lugar de lo que pensaba. Había viajado desde mi pueblo a este, porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Lucas Páramo. En su momento, mi madre me lo dijo. Yo, como buen hijo, le prometí antes que muriera, que vendría a verlo. Recordaba claramente esos momentos, sus últimos suspiros, cuando le aprete las manos porqué las palabras ya no me salían. Nunca estuve ansioso por verlo otra vez, pero mi madre estaba por morirse y yo me mantuve en un plan de prometerlo todo.
—Madre, voy a ver a mi padre
Afirmé para mi ya difunta mamá. Me paré, acercándome al hombre que conducía el autobús y, con toda la inocencia del mundo, le pregunté si faltaba mucho para Comala. No hubo una contestación inmediata, de hecho, el chofer medito su respuesta mientras miraba hacia el camino. Tras algunos segundos, este finalmente atino a decir unas palabras.
"Muchacho, bájate por aquí y agarra el que gira en esta curva, unos ya no vamos pa' allá porqué esa tierra esta muerta"
Simplemente dije "gracias" para luego, en la plena parada del transporte, bajarme, recogiendo mis cosas, no mucho, una mochila y una caja de cecina para el desobligado, luego, caminé, porqué el otro bus no más no pasaba. Yo nunca había sido un hombre demasiado apegado a lo material, tal vez porqué vine sin nada y me iría sin nada, igual y con unos pesos que el señor Lucas se dignara a dejarme por ahí. De cualquier modo, me puse a caminar hasta llegar al centro, perdido, pero ansioso por cumplir con lo prometido. Me había topado con varías personas de mirada turbia, perdida. Y yo, siendo un hombre de esos curtidos y fríos ante los ojos de perro rabioso, sentí por primera vez en años, un escalofrió cuando un hombre en su 30 o 40 años me miró desde una ventana, la de una casa de apariencia antigua. Mi atención se disperso de este cuando, en algún momento, alguien a un costado mío me llamo por un nombre que nunca me había pertenecido.
"Abundio, Abundio..."
...
Me sentí ansioso mientras el autobús se zarandeaba por la carretera con cráteres hasta en las curvas. Yo iba del lado derecho, por donde el sol no pegaba, igual, el vehículo iba solo, tan solo que a duras penas dos o tres almas a parte de la mía y la del chofer viajaban a dios sabe donde. La gente de estos lados no parecía ser muy habladora o agradable, cualquiera te miraba con coraje o con cara de tonto, como si el que oliera mal fuera uno, para colmo, el chofer ni música traía en la radio y no parecía querer poner algo pronto. Fuera de eso, la tarde era agradable, un poco calurosa, suficiente al menos como para estar loco, o enfermo, si llevases encima una chaqueta. Al menos, a mi, me parecía que el cielo, cuál lienzo al oleo, teñía con hermosos colores ocres, pero vibrantes, un atardecer más de otoño, uno más de esos hermosos que parecían provenir de películas.
—Parece que he llegado.
Afirmé para mi mismo, mirando para el fondo un pueblo chico, de esos pequeños que pasaban desapercibidos, justo como me habían comentado que se iba a ver. Ignorando por completo a la gente que viajaba en el bus conmigo. Dentro de mi cabeza, me parecía mucho, mucho más solitario el lugar de lo que pensaba. Había viajado desde mi pueblo a este, porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Lucas Páramo. En su momento, mi madre me lo dijo. Yo, como buen hijo, le prometí antes que muriera, que vendría a verlo. Recordaba claramente esos momentos, sus últimos suspiros, cuando le aprete las manos porqué las palabras ya no me salían. Nunca estuve ansioso por verlo otra vez, pero mi madre estaba por morirse y yo me mantuve en un plan de prometerlo todo.
—Madre, voy a ver a mi padre
Afirmé para mi ya difunta mamá. Me paré, acercándome al hombre que conducía el autobús y, con toda la inocencia del mundo, le pregunté si faltaba mucho para Comala. No hubo una contestación inmediata, de hecho, el chofer medito su respuesta mientras miraba hacia el camino. Tras algunos segundos, este finalmente atino a decir unas palabras.
"Muchacho, bájate por aquí y agarra el que gira en esta curva, unos ya no vamos pa' allá porqué esa tierra esta muerta"
Simplemente dije "gracias" para luego, en la plena parada del transporte, bajarme, recogiendo mis cosas, no mucho, una mochila y una caja de cecina para el desobligado, luego, caminé, porqué el otro bus no más no pasaba. Yo nunca había sido un hombre demasiado apegado a lo material, tal vez porqué vine sin nada y me iría sin nada, igual y con unos pesos que el señor Lucas se dignara a dejarme por ahí. De cualquier modo, me puse a caminar hasta llegar al centro, perdido, pero ansioso por cumplir con lo prometido. Me había topado con varías personas de mirada turbia, perdida. Y yo, siendo un hombre de esos curtidos y fríos ante los ojos de perro rabioso, sentí por primera vez en años, un escalofrió cuando un hombre en su 30 o 40 años me miró desde una ventana, la de una casa de apariencia antigua. Mi atención se disperso de este cuando, en algún momento, alguien a un costado mío me llamo por un nombre que nunca me había pertenecido.
"Abundio, Abundio..."
...
Y que mi luz te acompañe, pues la vida es un jardín.
Donde lo bueno y lo malo se confunden y es humano, no siempre saber elegir ~
Se puso a cantar a todo pulmón la música que tenía de fondo. Mientras cantaba preparaba su desayuno.
🎤 🎶 Y que mi luz te acompañe, pues la vida es un jardín.
Donde lo bueno y lo malo se confunden y es humano, no siempre saber elegir ~ 🎶
Se puso a cantar a todo pulmón la música que tenía de fondo. Mientras cantaba preparaba su desayuno.
Entra a la cocina con un rugido en su estómago. La búsqueda de comida era inminente, y su mente se ilumina con el recuerdo de las sobras que Sam había dejado hace un par de días.
“𝑵𝒐 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒆 𝒔𝒆𝒓 𝒕𝒂𝒏 𝒎𝒂𝒍𝒐”, pensó, mientras se dirige a la nevera. Sin embargo, al abrirla, una ola de mal olor lo golpea.
— Genial, Sam, ¿en serio? — murmura mientras se asoma a la balda, descubriendo que las sobras se habían convertido en una masa poco apetecible y en un estado de descomposición que ni siquiera un cazador podría ignorar. Con un suspiro de resignación, Dean cierra la nevera, sintiéndose derrotado.
Abre los armarios en busca de algo que pudiera salvar la situación. Encuentra pasta y una lata de salsa que parecía aún aceptable.
Mientras pone agua a hervir, recuerda cómo Sam siempre intentaba mejorar su dieta, mientras él solo quería una hamburguesa. Pero en ese momento, lo único que podía hacer era improvisar. Con un poco de música de fondo y la mente en sus pensamientos, se prepara para una cena que, aunque no era lo que deseaba, lo saciaría.
“𝑬𝒔𝒕𝒐 𝒆𝒔 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒑𝒂𝒔𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒅𝒆𝒋𝒂𝒔 𝒂 𝒖𝒏 𝒄𝒂𝒛𝒂𝒅𝒐𝒓 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒔𝒖𝒔 𝒑𝒆𝒏𝒔𝒂𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔 𝒚 𝒖𝒏𝒂 𝒏𝒆𝒗𝒆𝒓𝒂”, bromea para sí mismo mientras revuelve la pasta, buscando consuelo en lo simple de la cocina.
Entra a la cocina con un rugido en su estómago. La búsqueda de comida era inminente, y su mente se ilumina con el recuerdo de las sobras que Sam había dejado hace un par de días.
“𝑵𝒐 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒆 𝒔𝒆𝒓 𝒕𝒂𝒏 𝒎𝒂𝒍𝒐”, pensó, mientras se dirige a la nevera. Sin embargo, al abrirla, una ola de mal olor lo golpea.
— Genial, Sam, ¿en serio? — murmura mientras se asoma a la balda, descubriendo que las sobras se habían convertido en una masa poco apetecible y en un estado de descomposición que ni siquiera un cazador podría ignorar. Con un suspiro de resignación, Dean cierra la nevera, sintiéndose derrotado.
Abre los armarios en busca de algo que pudiera salvar la situación. Encuentra pasta y una lata de salsa que parecía aún aceptable.
Mientras pone agua a hervir, recuerda cómo Sam siempre intentaba mejorar su dieta, mientras él solo quería una hamburguesa. Pero en ese momento, lo único que podía hacer era improvisar. Con un poco de música de fondo y la mente en sus pensamientos, se prepara para una cena que, aunque no era lo que deseaba, lo saciaría.
“𝑬𝒔𝒕𝒐 𝒆𝒔 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒑𝒂𝒔𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒅𝒆𝒋𝒂𝒔 𝒂 𝒖𝒏 𝒄𝒂𝒛𝒂𝒅𝒐𝒓 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒔𝒖𝒔 𝒑𝒆𝒏𝒔𝒂𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔 𝒚 𝒖𝒏𝒂 𝒏𝒆𝒗𝒆𝒓𝒂”, bromea para sí mismo mientras revuelve la pasta, buscando consuelo en lo simple de la cocina.
— Y entre millones de personas te encontré a ti. . . —
Acostado, se quedó viendo la foto de Dalia. Se la había robado de su foto de perfil de su celular y la colocó de fondo en su celular. Estaba muy contento a pesar de estar muy serio, de hecho, sentía raro, jamás había hecho eso.
— Y entre millones de personas te encontré a ti. . . —
Acostado, se quedó viendo la foto de Dalia. Se la había robado de su foto de perfil de su celular y la colocó de fondo en su celular. Estaba muy contento a pesar de estar muy serio, de hecho, sentía raro, jamás había hecho eso.
De fondo colocó su música favorita.
[https://youtu.be/yvFPu6-9Szc?si=eyJ-TOKi_cOLZnW3]
Una brisa fresca entraba por las ventanas de la casa de Lucia, la abuela de Carmina, mientras ambas disfrutaban una tarde tranquila. Carmina estaba sentada en el sofá, hojeando un álbum de fotos antiguo, donde las imágenes parecían contar historias de otro tiempo. Sonrió al ver una foto en blanco y negro de sus abuelos bailando en la plaza del pueblo, con la juventud y la alegría brillando en sus rostros.
Lucia, notando la expresión nostálgica de su nieta, se sentó junto a ella, sus ojos reflejando el mismo brillo del recuerdo. Con voz suave, comentó: “Pietro y yo siempre bailábamos, ¿te acuerdas? Incluso cuando ya te habíamos enseñado a ti a bailar, él insistía en darme vueltas como si fuera una muchacha”.
Carmina soltó una risa ligera, recordando esos días. “Claro que me acuerdo, abuela. Cuando era pequeña, él me levantaba y me hacía girar como si flotara en el aire”.
Sin decir nada más, Lucia se levantó y extendió una mano hacia su nieta. “¿Por qué no bailamos ahora, como entonces? Pietro no está, pero nosotras aún podemos recordar cómo hacerlo”.
Sorprendida y emocionada, Carmina tomó la mano de su abuela, sintiendo el calor de esos dedos que habían sostenido la suya tantas veces. Lucia caminó hasta un pequeño reproductor y puso una canción antigua, una melodía que resonaba con los ecos de las décadas y que de inmediato les trajo a ambas la imagen de su abuelo girando en círculos con ellas.
Entonces, entre risas y torpes pasos, Carmina y Lucia comenzaron a bailar, moviéndose al ritmo de la música. Los pies de Lucia se deslizaron con una gracia inesperada para su edad, y Carmina se dejó llevar, recordando la calidez de aquellas tardes en que su abuelo la hacía girar y reír hasta que dolía el estómago. Lucia hizo lo mismo, tarareando suavemente la canción y girando a su nieta como si el tiempo no hubiera pasado.
Por un instante, ambas se sintieron transportadas a esos días, cuando Pietro les enseñaba a girar juntas y les decía que un buen baile no se mide por los pasos, sino por las sonrisas compartidas. Al terminar la canción, Carmina se detuvo y miró a su abuela, que le devolvía la sonrisa con los ojos brillantes.
Sin decir nada más, se abrazaron, y en el silencio, las palabras parecieron innecesarias. Estaban seguras de que Pietro, de algún modo, también había estado allí con ellas, acompañándolas una vez más en un baile eterno.
Una brisa fresca entraba por las ventanas de la casa de Lucia, la abuela de Carmina, mientras ambas disfrutaban una tarde tranquila. Carmina estaba sentada en el sofá, hojeando un álbum de fotos antiguo, donde las imágenes parecían contar historias de otro tiempo. Sonrió al ver una foto en blanco y negro de sus abuelos bailando en la plaza del pueblo, con la juventud y la alegría brillando en sus rostros.
Lucia, notando la expresión nostálgica de su nieta, se sentó junto a ella, sus ojos reflejando el mismo brillo del recuerdo. Con voz suave, comentó: “Pietro y yo siempre bailábamos, ¿te acuerdas? Incluso cuando ya te habíamos enseñado a ti a bailar, él insistía en darme vueltas como si fuera una muchacha”.
Carmina soltó una risa ligera, recordando esos días. “Claro que me acuerdo, abuela. Cuando era pequeña, él me levantaba y me hacía girar como si flotara en el aire”.
Sin decir nada más, Lucia se levantó y extendió una mano hacia su nieta. “¿Por qué no bailamos ahora, como entonces? Pietro no está, pero nosotras aún podemos recordar cómo hacerlo”.
Sorprendida y emocionada, Carmina tomó la mano de su abuela, sintiendo el calor de esos dedos que habían sostenido la suya tantas veces. Lucia caminó hasta un pequeño reproductor y puso una canción antigua, una melodía que resonaba con los ecos de las décadas y que de inmediato les trajo a ambas la imagen de su abuelo girando en círculos con ellas.
Entonces, entre risas y torpes pasos, Carmina y Lucia comenzaron a bailar, moviéndose al ritmo de la música. Los pies de Lucia se deslizaron con una gracia inesperada para su edad, y Carmina se dejó llevar, recordando la calidez de aquellas tardes en que su abuelo la hacía girar y reír hasta que dolía el estómago. Lucia hizo lo mismo, tarareando suavemente la canción y girando a su nieta como si el tiempo no hubiera pasado.
Por un instante, ambas se sintieron transportadas a esos días, cuando Pietro les enseñaba a girar juntas y les decía que un buen baile no se mide por los pasos, sino por las sonrisas compartidas. Al terminar la canción, Carmina se detuvo y miró a su abuela, que le devolvía la sonrisa con los ojos brillantes.
Sin decir nada más, se abrazaron, y en el silencio, las palabras parecieron innecesarias. Estaban seguras de que Pietro, de algún modo, también había estado allí con ellas, acompañándolas una vez más en un baile eterno.
Otra noche de fiesta en el LUX. La música resonaba con fuerza por los altavoces a una potencia que fácilmente podría hacer temblar los simientos del lugar. Las luces de neón sumergían el lugar en un delicado juego de luces y sombras y el humo le daba un toque misterioso a todo lo que ahí sucedía. El alcohol, las drogas todo corría libremente en otra noche de fiesta sin igual en el hogar de Lucifer Morningstar quien simplemente contemplaba todo con un profundo hastío..
Otra noche de fiesta en el LUX. La música resonaba con fuerza por los altavoces a una potencia que fácilmente podría hacer temblar los simientos del lugar. Las luces de neón sumergían el lugar en un delicado juego de luces y sombras y el humo le daba un toque misterioso a todo lo que ahí sucedía. El alcohol, las drogas todo corría libremente en otra noche de fiesta sin igual en el hogar de Lucifer Morningstar quien simplemente contemplaba todo con un profundo hastío..