• 𓂃 ִֶָ 𖤐 𓂃

    La Navidad siempre llegaba con ruido. Demasiadas luces, demasiadas voces, demasiadas manos intentando tocar lo que no entendían. Deianira Zhorkeas observaba el salón desde el borde, como si su cuerpo estuviera presente pero su mente hubiera decidido no asistir.

    El árbol era enorme, decorado con una precisión casi ofensiva. Dorados, blancos, cristales. Perfecto. Inalcanzable. Como todo lo que se suponía que debía sentirse bien en esta época.

    Sostenía una copa intacta entre los dedos. No tenía sed. Nunca la tenía en diciembre. Había aprendido a atravesar estas noches con el estómago cerrado y la expresión correcta, como si la calidez pudiera imitarse sin consecuencias.

    A su alrededor, las risas subían y bajaban en oleadas. Brindis. Abrazos. Promesas hechas con la ligereza de quien no piensa cumplirlas. Deianira no envidiaba esa felicidad: la desconfiaba.

    Se acercó a la ventana. El vidrio frío le devolvió su reflejo: maquillaje impecable, postura recta, una belleza pulida hasta borrar cualquier rastro de cansancio. Nadie habría sospechado que esa imagen se sostenía a fuerza de disciplina, no de paz.

    Pensó en la palabra hogar y no sintió nada.

    La Navidad tenía ese efecto: desarmar lo que ella había construido para mantenerse en pie. Le recordaba que sabía ser vista, admirada, deseada… pero no recordaba la última vez que alguien la hubiera esperado.

    Apoyó la frente unos segundos contra el cristal. Afuera, la ciudad seguía celebrando. Adentro, el tiempo parecía detenido en un punto incómodo entre el pasado y algo que nunca terminaba de llegar.

    Si alguien se acercaba, Deianira no lo notaría de inmediato.
    Y si no lo hacía, tampoco cambiaría nada.

    En noches así, la soledad no dolía.
    Solo se volvía más clara.

    𓂃 ִֶָ 𖤐 𓂃
    𓂃 ִֶָ 🎄 𖤐 𓂃 La Navidad siempre llegaba con ruido. Demasiadas luces, demasiadas voces, demasiadas manos intentando tocar lo que no entendían. Deianira Zhorkeas observaba el salón desde el borde, como si su cuerpo estuviera presente pero su mente hubiera decidido no asistir. El árbol era enorme, decorado con una precisión casi ofensiva. Dorados, blancos, cristales. Perfecto. Inalcanzable. Como todo lo que se suponía que debía sentirse bien en esta época. Sostenía una copa intacta entre los dedos. No tenía sed. Nunca la tenía en diciembre. Había aprendido a atravesar estas noches con el estómago cerrado y la expresión correcta, como si la calidez pudiera imitarse sin consecuencias. A su alrededor, las risas subían y bajaban en oleadas. Brindis. Abrazos. Promesas hechas con la ligereza de quien no piensa cumplirlas. Deianira no envidiaba esa felicidad: la desconfiaba. Se acercó a la ventana. El vidrio frío le devolvió su reflejo: maquillaje impecable, postura recta, una belleza pulida hasta borrar cualquier rastro de cansancio. Nadie habría sospechado que esa imagen se sostenía a fuerza de disciplina, no de paz. Pensó en la palabra hogar y no sintió nada. La Navidad tenía ese efecto: desarmar lo que ella había construido para mantenerse en pie. Le recordaba que sabía ser vista, admirada, deseada… pero no recordaba la última vez que alguien la hubiera esperado. Apoyó la frente unos segundos contra el cristal. Afuera, la ciudad seguía celebrando. Adentro, el tiempo parecía detenido en un punto incómodo entre el pasado y algo que nunca terminaba de llegar. Si alguien se acercaba, Deianira no lo notaría de inmediato. Y si no lo hacía, tampoco cambiaría nada. En noches así, la soledad no dolía. Solo se volvía más clara. 𓂃 ִֶָ 🎄 𖤐 𓂃
    Me gusta
    Me encocora
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • Su padre, Norman Osborn.
    Fandom Spiderman
    Categoría Romance
    STARTER PARA Norman Osborn

    Parque Midtown. 16:41 h.

    El cielo tenía un color gris, casi violeta que anunciaba una tarde indecisa. El viento, moviendo las copas de los árboles.

    Angelique caminaba con las manos hundidas en los bolsillos de su sudadera, el cabello oscuro cayendo en mechones rebeldes que le rozaban las mejillas cada vez que inclinaba la cabeza.

    Harry caminaba a su lado, medio metro por detrás, como siempre. Él hablaba; ella escuchaba sin que lo pareciera.

    —…y entonces Peter me dice que no entiende cómo funciona el nuevo microprocesador del club, ¡cuando yo llevo semanas diciéndole que si no estudia los fundamentos no hay nada que hacer! —Harry rió, un poco demasiado fuerte para el silencio del parque—. En serio, a veces creo que le falta un algo.

    Angelique levantó apenas la mirada, observándolo desde un ángulo casi imperceptible.

    —¿Solo un algo? —respondió, seca, aunque sus labios se levantaron apenas, sonriendo.

    Harry pareció reconfortarse con aquello. Con ella siempre se conformaba con poco.

    Caminaron unos metros más. Había niños jugando en un columpio, ancianos, un perro que olfateaba desesperadamente un arbusto. Todo extremadamente normal. Demasiado normal para el nudo que empezaba a formarse en el estómago de Angelique.

    Harry se aclaró la garganta.
    Ese sonido, esa forma de tensarse, ella ya la conocía.

    —Oye, An…
    Silencio.
    Angelique siguió caminando, sin prisa, como si no le hubiera escuchado.

    —An —repitió él, más bajo.
    Ella giró ligeramente la cabeza.

    —¿Qué pasa?

    Harry metió las manos en los bolsillos, nervioso, pero también entusiasmado. Había algo de niño pequeño a punto de revelar un secreto que lleva guardado demasiado tiempo.

    —Mi padre quiere conocerte.

    Angelique se detuvo.

    Harry la adelantó un paso, sorprendido por su reacción, y luego retrocedió para colocarse frente a ella.

    —¿En serio? —preguntó ella con voz suave, casi confusa.

    —Sí. Le... le hablé de ti. Y ya que insististe pues... Bueno, le has llamado la atención al Sr. Trabajo. Así que... bueno... —Se frotó la nuca—. Sé que soy muy pesado hablándote de él y entiendo que quieras conocer al Mandamás. Así que, considérate una privilegiada.

    Angelique arqueó una ceja.

    —¿Privilegiada?

    —Ya sabes cómo es él —mintió Harry. Porque Angelique no sabía cómo era él, no realmente—. Le gusta saber quién forma parte de mi vida. Dice que rodearse de mentes brillantes es crucial para crecer.

    Angelique bajó la mirada. “Mentes brillantes.”
    Ella no se consideraba una.
    Pero Norman Osborn…

    —La semana que viene.

    —¿La semana que viene?

    —Vamos... ¡No me digas que ahora te echas para atrás!

    Ella no contestó. Caminaron unos pasos más hasta un banco vacío. Angelique se dejó caer en un extremo, cruzando una pierna sobre la otra, ajustándose la manga.

    Harry se sentó a su lado, inclinándose hacia adelante con los codos sobre las rodillas.

    —Puedes decir que no —murmuró.

    Angelique lo miró.

    —Voy a ir —dijo.

    —Vas a encantarle.

    Angelique apartó la mirada hacia el camino del parque.

    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻

    Residencia Osborn. 18:59 h.

    El vestíbulo era amplio, impecable, envuelto en el perfume tenue de madera tratada. Todo brillaba. Todo estaba ordenado.

    Angelique se quedó de pie, con la mochila colgando suavemente de un hombro, mientras Harry se alejaba escaleras arriba para avisar a su padre.

    Su reflejo apareció fugazmente en una superficie de mármol pulido: negra de pies a cabeza, una sombra entre los tonos beige y dorados del hogar Osborn. El vestido negro caía hasta cubrirle los muslos; sus piernas desnudas, los zapatos a conjunto.

    Y entonces lo oyó: pasos. Sus pasos.

    Angelique levantó lentamente la cabeza hacia el pasillo de la derecha. Y Norman Osborn apareció.

    Traje oscuro perfectamente ceñido, camisa impoluta, la mirada más penetrante que ella había visto en su vida.

    No era simplemente un hombre imponente. Era un hombre acostumbrado a que la gente dejara de hablar al verlo. Un depredador elegante. Una mente que medía antes de actuar.

    Sus ojos tardaron exactamente un segundo en posarse sobre ella.

    Se detuvo a unos pasos de distancia, examinándola sin disimularlo.

    STARTER PARA [GREEN_GOBLIN] Parque Midtown. 16:41 h. El cielo tenía un color gris, casi violeta que anunciaba una tarde indecisa. El viento, moviendo las copas de los árboles. Angelique caminaba con las manos hundidas en los bolsillos de su sudadera, el cabello oscuro cayendo en mechones rebeldes que le rozaban las mejillas cada vez que inclinaba la cabeza. Harry caminaba a su lado, medio metro por detrás, como siempre. Él hablaba; ella escuchaba sin que lo pareciera. —…y entonces Peter me dice que no entiende cómo funciona el nuevo microprocesador del club, ¡cuando yo llevo semanas diciéndole que si no estudia los fundamentos no hay nada que hacer! —Harry rió, un poco demasiado fuerte para el silencio del parque—. En serio, a veces creo que le falta un algo. Angelique levantó apenas la mirada, observándolo desde un ángulo casi imperceptible. —¿Solo un algo? —respondió, seca, aunque sus labios se levantaron apenas, sonriendo. Harry pareció reconfortarse con aquello. Con ella siempre se conformaba con poco. Caminaron unos metros más. Había niños jugando en un columpio, ancianos, un perro que olfateaba desesperadamente un arbusto. Todo extremadamente normal. Demasiado normal para el nudo que empezaba a formarse en el estómago de Angelique. Harry se aclaró la garganta. Ese sonido, esa forma de tensarse, ella ya la conocía. —Oye, An… Silencio. Angelique siguió caminando, sin prisa, como si no le hubiera escuchado. —An —repitió él, más bajo. Ella giró ligeramente la cabeza. —¿Qué pasa? Harry metió las manos en los bolsillos, nervioso, pero también entusiasmado. Había algo de niño pequeño a punto de revelar un secreto que lleva guardado demasiado tiempo. —Mi padre quiere conocerte. Angelique se detuvo. Harry la adelantó un paso, sorprendido por su reacción, y luego retrocedió para colocarse frente a ella. —¿En serio? —preguntó ella con voz suave, casi confusa. —Sí. Le... le hablé de ti. Y ya que insististe pues... Bueno, le has llamado la atención al Sr. Trabajo. Así que... bueno... —Se frotó la nuca—. Sé que soy muy pesado hablándote de él y entiendo que quieras conocer al Mandamás. Así que, considérate una privilegiada. Angelique arqueó una ceja. —¿Privilegiada? —Ya sabes cómo es él —mintió Harry. Porque Angelique no sabía cómo era él, no realmente—. Le gusta saber quién forma parte de mi vida. Dice que rodearse de mentes brillantes es crucial para crecer. Angelique bajó la mirada. “Mentes brillantes.” Ella no se consideraba una. Pero Norman Osborn… —La semana que viene. —¿La semana que viene? —Vamos... ¡No me digas que ahora te echas para atrás! Ella no contestó. Caminaron unos pasos más hasta un banco vacío. Angelique se dejó caer en un extremo, cruzando una pierna sobre la otra, ajustándose la manga. Harry se sentó a su lado, inclinándose hacia adelante con los codos sobre las rodillas. —Puedes decir que no —murmuró. Angelique lo miró. —Voy a ir —dijo. —Vas a encantarle. Angelique apartó la mirada hacia el camino del parque. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻ Residencia Osborn. 18:59 h. El vestíbulo era amplio, impecable, envuelto en el perfume tenue de madera tratada. Todo brillaba. Todo estaba ordenado. Angelique se quedó de pie, con la mochila colgando suavemente de un hombro, mientras Harry se alejaba escaleras arriba para avisar a su padre. Su reflejo apareció fugazmente en una superficie de mármol pulido: negra de pies a cabeza, una sombra entre los tonos beige y dorados del hogar Osborn. El vestido negro caía hasta cubrirle los muslos; sus piernas desnudas, los zapatos a conjunto. Y entonces lo oyó: pasos. Sus pasos. Angelique levantó lentamente la cabeza hacia el pasillo de la derecha. Y Norman Osborn apareció. Traje oscuro perfectamente ceñido, camisa impoluta, la mirada más penetrante que ella había visto en su vida. No era simplemente un hombre imponente. Era un hombre acostumbrado a que la gente dejara de hablar al verlo. Un depredador elegante. Una mente que medía antes de actuar. Sus ojos tardaron exactamente un segundo en posarse sobre ella. Se detuvo a unos pasos de distancia, examinándola sin disimularlo.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    3
    9 turnos 0 maullidos
  • Evangeline se queda frente al espejo en silencio, tan quieta que la llama de las velas parece observarla.
    Inclina un poco el rostro, dejando que la luz caiga sobre sus ojos rojizos. El color resalta, intenso, casi orgulloso por sí mismo.

    Ella los mira durante un largo momento.

    Pasa un dedo por debajo de uno, como si quisiera asegurarse de que ese brillo realmente le pertenece. Respira hondo, acomodando sus manos sobre el vestido con un gesto que intenta ser seguro, pero tiene algo de búsqueda.

    La princesa mantiene la postura recta, elegante, exactamente como le enseñaron.
    Sin embargo, la manera en que su mirada se desliza hacia un lado, apenas un segundo, delata un pensamiento que no termina de asentarse.

    Evangeline vuelve a verse de frente.
    El reflejo le devuelve una imagen impecable.

    Ella levanta el mentón un poco más de lo necesario.
    Y el leve temblor en sus pestañas dice lo que sus labios nunca dirían.

    La vela chisporrotea.
    Evangeline sostiene la mirada un instante más,
    como si esperara encontrar en ella algo que todavía no encuentra.
    Evangeline se queda frente al espejo en silencio, tan quieta que la llama de las velas parece observarla. Inclina un poco el rostro, dejando que la luz caiga sobre sus ojos rojizos. El color resalta, intenso, casi orgulloso por sí mismo. Ella los mira durante un largo momento. Pasa un dedo por debajo de uno, como si quisiera asegurarse de que ese brillo realmente le pertenece. Respira hondo, acomodando sus manos sobre el vestido con un gesto que intenta ser seguro, pero tiene algo de búsqueda. La princesa mantiene la postura recta, elegante, exactamente como le enseñaron. Sin embargo, la manera en que su mirada se desliza hacia un lado, apenas un segundo, delata un pensamiento que no termina de asentarse. Evangeline vuelve a verse de frente. El reflejo le devuelve una imagen impecable. Ella levanta el mentón un poco más de lo necesario. Y el leve temblor en sus pestañas dice lo que sus labios nunca dirían. La vela chisporrotea. Evangeline sostiene la mirada un instante más, como si esperara encontrar en ella algo que todavía no encuentra.
    Me gusta
    Me entristece
    6
    1 turno 0 maullidos
  • "Llegada de Sophie Beckett al baile de máscaras"

    La música ya flotaba en el aire cuando la carroza se detuvo frente a la entrada principal del palacio. Sophie Beckett respiró hondo, una mezcla de nervios y emoción avivándole el pecho. Su vestido color marfil caía como una cascada de luz, y la máscara plateada que llevaba ocultaba lo suficiente para volverla un misterio, pero no tanto como para opacar la elegancia de sus ojos.

    Los escalones de mármol parecían interminables. Cada paso hacía crujir la tela fina de su falda, mientras el murmullo del gentío dentro del salón crecía. Apenas cruzó las puertas, un torbellino de colores, risas y música la envolvió.

    Candelabros dorados iluminaban el lugar con un brillo cálido, reflejándose en máscaras de todos los estilos. Sophie avanzó con suavidad, sintiendo varias miradas curiosas deslizándose hacia ella. No era habitual que alguien desconocido llegara tan impecablemente tarde.

    Un violinista tocó una nota aguda justo cuando ella dio un paso al centro del salón, como si anunciara su entrada sin saberlo. Un par de bailarines se apartaron al verla, y una brisa ligera de sorpresa recorrió la sala.

    Sophie levantó ligeramente el mentón, permitiéndose una sonrisa apenas perceptible detrás de la máscara. Si había un lugar donde los secretos florecían y las identidades se diluían, era ese baile.

    Y esa noche, ella no era la hijastra invisible.

    Esa noche, era la invitada que todos intentarían descifrar.

    Benedict Bridgerton
    "Llegada de Sophie Beckett al baile de máscaras" La música ya flotaba en el aire cuando la carroza se detuvo frente a la entrada principal del palacio. Sophie Beckett respiró hondo, una mezcla de nervios y emoción avivándole el pecho. Su vestido color marfil caía como una cascada de luz, y la máscara plateada que llevaba ocultaba lo suficiente para volverla un misterio, pero no tanto como para opacar la elegancia de sus ojos. Los escalones de mármol parecían interminables. Cada paso hacía crujir la tela fina de su falda, mientras el murmullo del gentío dentro del salón crecía. Apenas cruzó las puertas, un torbellino de colores, risas y música la envolvió. Candelabros dorados iluminaban el lugar con un brillo cálido, reflejándose en máscaras de todos los estilos. Sophie avanzó con suavidad, sintiendo varias miradas curiosas deslizándose hacia ella. No era habitual que alguien desconocido llegara tan impecablemente tarde. Un violinista tocó una nota aguda justo cuando ella dio un paso al centro del salón, como si anunciara su entrada sin saberlo. Un par de bailarines se apartaron al verla, y una brisa ligera de sorpresa recorrió la sala. Sophie levantó ligeramente el mentón, permitiéndose una sonrisa apenas perceptible detrás de la máscara. Si había un lugar donde los secretos florecían y las identidades se diluían, era ese baile. Y esa noche, ella no era la hijastra invisible. Esa noche, era la invitada que todos intentarían descifrar. [Bened1ct]
    Me encocora
    Me gusta
    5
    9 turnos 0 maullidos
  • El baile que cambió todo
    Categoría Contemporáneo
    El vals comenzó con una elegancia casi solemne, y Daphne sintió, otra vez, que todas las miradas del salón caían sobre ella. No la intimidaba pero sí la cansaba. Aun así, cuando el príncipe Friedrich se acercó con esa sonrisa amable y esa cortesía impecable que tanto tranquilizaba a las madres de Londres, ella respondió como se esperaba de una dama.

    Él tenía intención. Seria. Clara.

    Y Daphne lo sabía.

    El príncipe extendió la mano hacia ella con una delicadeza que rozaba la ternura.

    —¿Me permitiría este baile, señorita Bridgerton?

    Una parte de ella (obediente) estaba lista para aceptarlo. El príncipe era un buen hombre. Respetuoso. Educado. Admirado. Todo lo que cualquiera podría desear para un matrimonio ventajoso… y quizá incluso para una vida tranquila.

    Daphne alzó la mano para tomar la suya.
    El vals comenzó con una elegancia casi solemne, y Daphne sintió, otra vez, que todas las miradas del salón caían sobre ella. No la intimidaba pero sí la cansaba. Aun así, cuando el príncipe Friedrich se acercó con esa sonrisa amable y esa cortesía impecable que tanto tranquilizaba a las madres de Londres, ella respondió como se esperaba de una dama. Él tenía intención. Seria. Clara. Y Daphne lo sabía. El príncipe extendió la mano hacia ella con una delicadeza que rozaba la ternura. —¿Me permitiría este baile, señorita Bridgerton? Una parte de ella (obediente) estaba lista para aceptarlo. El príncipe era un buen hombre. Respetuoso. Educado. Admirado. Todo lo que cualquiera podría desear para un matrimonio ventajoso… y quizá incluso para una vida tranquila. Daphne alzó la mano para tomar la suya.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    1
    11 turnos 0 maullidos
  • Raden había limpiado y ordenado muy bien el sótano de la tienda, un espacio amplio que casi siempre permanecía cerrado y oscuro. Sin embargo, hoy daba la bienvenida a sus dos nuevas inquilinas. En la pared más despejada, destacaba una pizarra enorme, donde las palabras 'REGLAS DE LA CASA' estaban escritas con una caligrafía impecable.

    — Bienvenidas, pequeñas traviesas ~ —su voz fue un suave arrullo, pero sus ojos, de un azul demasiado intenso, recorrían a Mococo Abyssgard y Fuwawa Abyssgard con la curiosidad de una coleccionista ante dos piezas potencialmente peligrosas— espero que encuentren este... refugio, a su gusto. He hecho los arreglos personalmente, uhum.

    Con un movimiento fluido, giró sobre sus tacones y se plantó frente a la pizarra. El abanico, como una extensión natural de su gestualidad, se cerró para apuntar con un extremo a la primera regla de la pizarra.

    — Ahora, hablemos de las normas. Son pocas, pero... cruciales para la armonía. Y para su seguridad, jeje ~ ...

    1. Tratar con sumo cuidado las reliquias. La tienda no es un parque de atracciones. Cada objeto tiene una historia... y la mayoría, un temperamento.

    2. Mantener el orden.

    3. Los clientes son... clientes. Si alguno baja y las ve, una sonrisa y un 'la propietaria no está' bastará. Nada de travesuras que los asusten. Ahem, aunque algunos se lo merezcan.

    4. Prohibidas las peleas en la tienda. Los duelos a muerte, si son estrictamente necesarios, se reservan para el sótano. El sofá es vintage, por favor, no manchen la tapicería...

    5. Nada de invitados indeseados. Traer problemas externos aquí es de pésimo gusto. Yo ya tengo los míos propios.

    6. ¡Y LA MAS IMPORTANTE!... —aquí, su voz bajó a un susurro dramático— No tocar, jugar, romper o, por todos los abismos, beber de mis objetos o reliquias. ¡Prohibido!

    Hizo una pausa, dejando que el silencio las dejara procesar la advertencia. Luego, de repente, lanzó sus manos hacia adelante con los dedos curvados como garras, haciendo una mueca exagerada.

    — ¡Grrr! ¡Porque si lo hacen, los objetos podrían molestarse, despertar... y ATACAR! —soltó una risita, como si fuera una broma adorable.

    Era broma. Aunque no era del todo improbable que algo así pudiera ocurrir.

    —En fin ~ —continuó, recuperando su compostura y abriendo el abanico de nuevo con un gesto elegante— El incumplimiento de alguna de estas reglas conllevará a... hm... —se llevó la punta del abanico a la barbilla, pensativa. Sus ojos se iluminaron con un destello púrpura— ¡Ah, ya sé! Me veré en la obligación de llamar a Shiori. Sí, ella será la adulta responsable de ustedes...

    Era inevitable para Raden ver a las dos chicas como si fueran dos niñas traviesas, por lo cual hacia falta algún adulto responsable. Y ella era adulta, claro, pero no responsable.

    — Y... creo que es todo, si, ¿alguna pregunta, mis pequeñas futuras causas de canas?
    Raden había limpiado y ordenado muy bien el sótano de la tienda, un espacio amplio que casi siempre permanecía cerrado y oscuro. Sin embargo, hoy daba la bienvenida a sus dos nuevas inquilinas. En la pared más despejada, destacaba una pizarra enorme, donde las palabras 'REGLAS DE LA CASA' estaban escritas con una caligrafía impecable. — Bienvenidas, pequeñas traviesas ~ —su voz fue un suave arrullo, pero sus ojos, de un azul demasiado intenso, recorrían a [haze_peridot_bat_137] y [Inu_blue_1] con la curiosidad de una coleccionista ante dos piezas potencialmente peligrosas— espero que encuentren este... refugio, a su gusto. He hecho los arreglos personalmente, uhum. Con un movimiento fluido, giró sobre sus tacones y se plantó frente a la pizarra. El abanico, como una extensión natural de su gestualidad, se cerró para apuntar con un extremo a la primera regla de la pizarra. — Ahora, hablemos de las normas. Son pocas, pero... cruciales para la armonía. Y para su seguridad, jeje ~ ... 1. Tratar con sumo cuidado las reliquias. La tienda no es un parque de atracciones. Cada objeto tiene una historia... y la mayoría, un temperamento. 2. Mantener el orden. 3. Los clientes son... clientes. Si alguno baja y las ve, una sonrisa y un 'la propietaria no está' bastará. Nada de travesuras que los asusten. Ahem, aunque algunos se lo merezcan. 4. Prohibidas las peleas en la tienda. Los duelos a muerte, si son estrictamente necesarios, se reservan para el sótano. El sofá es vintage, por favor, no manchen la tapicería... 5. Nada de invitados indeseados. Traer problemas externos aquí es de pésimo gusto. Yo ya tengo los míos propios. 6. ¡Y LA MAS IMPORTANTE!... —aquí, su voz bajó a un susurro dramático— No tocar, jugar, romper o, por todos los abismos, beber de mis objetos o reliquias. ¡Prohibido! Hizo una pausa, dejando que el silencio las dejara procesar la advertencia. Luego, de repente, lanzó sus manos hacia adelante con los dedos curvados como garras, haciendo una mueca exagerada. — ¡Grrr! ¡Porque si lo hacen, los objetos podrían molestarse, despertar... y ATACAR! —soltó una risita, como si fuera una broma adorable. Era broma. Aunque no era del todo improbable que algo así pudiera ocurrir. —En fin ~ —continuó, recuperando su compostura y abriendo el abanico de nuevo con un gesto elegante— El incumplimiento de alguna de estas reglas conllevará a... hm... —se llevó la punta del abanico a la barbilla, pensativa. Sus ojos se iluminaron con un destello púrpura— ¡Ah, ya sé! Me veré en la obligación de llamar a Shiori. Sí, ella será la adulta responsable de ustedes... Era inevitable para Raden ver a las dos chicas como si fueran dos niñas traviesas, por lo cual hacia falta algún adulto responsable. Y ella era adulta, claro, pero no responsable. — Y... creo que es todo, si, ¿alguna pregunta, mis pequeñas futuras causas de canas?
    Me gusta
    Me encocora
    3
    9 turnos 0 maullidos
  • El nombre del cadáver.
    Categoría Original
    ⊹┈┈┈┈┈┈⊹
    ⤷ 𝒓𝒐𝒍 𝒂𝒃𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐 / 𝒍𝒊𝒃𝒓𝒆 / 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒍𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒂
    ⊹┈┈┈┈┈┈⊹


    En una de sus tantas caminatas que solía hacer para despejar su mente, había conseguido entre varios árboles una pequeña capilla abandonada, la cual se convertiría en su refugio y en su escondite. Allí se encontraba en ese preciso momento, realmente agotado, debido a que esta última ‘cacería’ había sido algo difícil, inesperada, improvisada. Se encontraba sentado fumándose un cigarro, restándole importancia a las manchas de sangre de sus manos, rostro y ropa, manchando bajo su tacto la madera polvorienta de las bancas del recinto y corrompiendo solo con su simple presencia lo sagrado que quedaba en aquel lugar.

    Alzó su mirada hacia la gran figura en la cruz que estaba en todo el centro, como si esperara algún devoto para que le rezara. Eunwoo no era devoto, pero tuvo una conversación con aquella imagen.

    —Hubiese sido más fácil matarme que tener que vivir de esta forma. Sé que estoy condenado… condenado a vivir solo y escondido como la especie de monstruo que tú creaste y que todos temen. Si tan solo me hubiera convertido en un asesino a sueldo, en vez de ser un caníbal al que le gusta pintar, tal vez sería más aceptado, o por lo menos por un grupo de gente que trabaja para la corrupción a gran escala sin que les importe quién se mancha las manos— Su tono y actitud eran serenos, hablaba pausado como si nada perturbara su voz, aunque sabía que dentro de él podía esconder una gran carga de ira y agresividad, desde aquel incidente no se había podido quitar la culpa de encima y fue la primera vez que se cuestionó su sangrienta naturaleza -dando inicio a una vida torturada-.

    Al terminar un cigarro encendía otro, años anteriores vivía un poco más en conflicto consigo mismo y con el mundo, ahora y en este punto el dolor se había convertido en ironía, por eso se escapa allí a esa capilla, uno de los pocos lugares que conocía sus secretos y ocultaba la sangre en las manchas de moho, polvo y tierra del lugar. ¿Cuántos otros pecados más estarían resguardados entre las agrietadas paredes?

    Tal vez su vida fuese más interesante si estuviese siendo perseguido, pero eso de ser un asesino en serie nunca se le dió, su lado artístico le tomaba una buena parte de su tiempo y su ser meticuloso, asqueado con facilidad por el resto de la raza humana, lo hacía ser tan selectivo con sus presas que aquellas desapariciones pasaban inadvertidas con el tiempo, sobretodo porque siempre buscaba personas igual de solitarias que él. O personas que deseaban morir.

    Si se comiera a alguien importante, su vida definitivamente correría una adrenalina inigualable, pero no estaba seguro de querer arriesgarse, tal vez más adelante cuando el poco sentido que le veía a la vida se le terminara de esfumar.

    —Uhm… Todavía estoy a tiempo de convertirme en uno de ellos, si me como a algunas víctimas a nadie le importaría— Seguía divagando observando el humo, dejando que las colillas cayeran sobre la vieja madera. Volteó a un costado y allí se encontraba aquel cuerpo inerte, todos esos pensamientos surgían a raíz de esa persona que yacía a unos pocos pasos a su lado, considerando todas las posibilidades.

    ¿A quién engañaba realmente?

    Sabía que había cometido un error, su descuido lo hizo tomarse del cabello y apoyar su frente del respaldo de la banca siguiente, gruñendo con frustración sin dejar que se convirtiera en un grito. Se pasó las manos por el rostro, ya no le importaba si se manchaba más de sangre, colilla y polvo, le crecía el estrés al reconocer su equivocación, pues jamás le había pasado eso. Jamás. Aún así, por más complicada que estuviese una situación, sabía mantener la calma y resolver impecablemente, así que esta vez no sería la excepción, ¿cierto…?

    Por primera vez en su vida no sabía a quién había asesinado.
    ⊹┈┈┈🩸♰🩸┈┈┈⊹ ⤷ 𝒓𝒐𝒍 𝒂𝒃𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐 / 𝒍𝒊𝒃𝒓𝒆 / 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒍𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒂 ⊹┈┈┈🩸♰🩸┈┈┈⊹ En una de sus tantas caminatas que solía hacer para despejar su mente, había conseguido entre varios árboles una pequeña capilla abandonada, la cual se convertiría en su refugio y en su escondite. Allí se encontraba en ese preciso momento, realmente agotado, debido a que esta última ‘cacería’ había sido algo difícil, inesperada, improvisada. Se encontraba sentado fumándose un cigarro, restándole importancia a las manchas de sangre de sus manos, rostro y ropa, manchando bajo su tacto la madera polvorienta de las bancas del recinto y corrompiendo solo con su simple presencia lo sagrado que quedaba en aquel lugar. Alzó su mirada hacia la gran figura en la cruz que estaba en todo el centro, como si esperara algún devoto para que le rezara. Eunwoo no era devoto, pero tuvo una conversación con aquella imagen. —Hubiese sido más fácil matarme que tener que vivir de esta forma. Sé que estoy condenado… condenado a vivir solo y escondido como la especie de monstruo que tú creaste y que todos temen. Si tan solo me hubiera convertido en un asesino a sueldo, en vez de ser un caníbal al que le gusta pintar, tal vez sería más aceptado, o por lo menos por un grupo de gente que trabaja para la corrupción a gran escala sin que les importe quién se mancha las manos— Su tono y actitud eran serenos, hablaba pausado como si nada perturbara su voz, aunque sabía que dentro de él podía esconder una gran carga de ira y agresividad, desde aquel incidente no se había podido quitar la culpa de encima y fue la primera vez que se cuestionó su sangrienta naturaleza -dando inicio a una vida torturada-. Al terminar un cigarro encendía otro, años anteriores vivía un poco más en conflicto consigo mismo y con el mundo, ahora y en este punto el dolor se había convertido en ironía, por eso se escapa allí a esa capilla, uno de los pocos lugares que conocía sus secretos y ocultaba la sangre en las manchas de moho, polvo y tierra del lugar. ¿Cuántos otros pecados más estarían resguardados entre las agrietadas paredes? Tal vez su vida fuese más interesante si estuviese siendo perseguido, pero eso de ser un asesino en serie nunca se le dió, su lado artístico le tomaba una buena parte de su tiempo y su ser meticuloso, asqueado con facilidad por el resto de la raza humana, lo hacía ser tan selectivo con sus presas que aquellas desapariciones pasaban inadvertidas con el tiempo, sobretodo porque siempre buscaba personas igual de solitarias que él. O personas que deseaban morir. Si se comiera a alguien importante, su vida definitivamente correría una adrenalina inigualable, pero no estaba seguro de querer arriesgarse, tal vez más adelante cuando el poco sentido que le veía a la vida se le terminara de esfumar. —Uhm… Todavía estoy a tiempo de convertirme en uno de ellos, si me como a algunas víctimas a nadie le importaría— Seguía divagando observando el humo, dejando que las colillas cayeran sobre la vieja madera. Volteó a un costado y allí se encontraba aquel cuerpo inerte, todos esos pensamientos surgían a raíz de esa persona que yacía a unos pocos pasos a su lado, considerando todas las posibilidades. ¿A quién engañaba realmente? Sabía que había cometido un error, su descuido lo hizo tomarse del cabello y apoyar su frente del respaldo de la banca siguiente, gruñendo con frustración sin dejar que se convirtiera en un grito. Se pasó las manos por el rostro, ya no le importaba si se manchaba más de sangre, colilla y polvo, le crecía el estrés al reconocer su equivocación, pues jamás le había pasado eso. Jamás. Aún así, por más complicada que estuviese una situación, sabía mantener la calma y resolver impecablemente, así que esta vez no sería la excepción, ¿cierto…? Por primera vez en su vida no sabía a quién había asesinado.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    3
    19 turnos 1 maullido
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    El campo de entrenamiento

    El aire aquí es más frío.
    Más claro.
    Más fácil de respirar.

    Me planto en el centro, cierro los ojos y murmuro en Tharésh'Kael, dejando que el idioma del Caos fluya sin pensar:

    —Arc… ¿cómo destruimos a la sombra?

    La respuesta no es palabra.
    Es un rugido interior.

    Arc se revuelve dentro de mi alma, serpenteando alrededor de mis emociones, furiosa por algo que no entiendo.

    Arc:
    “Deja de autocompadecerte.”
    “No podemos destruir a Veythra.”
    “Es parte del legado Queen.”
    “Ni podrías aunque quisieras…”

    Abro los ojos de golpe.

    —¿Veythra…? ¿La sombra tiene nombre?

    La dragona respira dentro de mí.
    Su fuego recorre mis costillas.

    Arc:
    “A su debido tiempo, hija de Jennifer.”
    “Primero quiero ver cómo te desenvuelves en combate.”

    Siento un tirón brusco en mi cuello, como si alguien invisible me obligara a mirar. Me giro sin querer.

    Y ahí está.

    Albedo.

    De pie en la arena del campo de entrenamiento Queen.
    Inmóvil.
    Casi expectante.
    Con esa presencia fría, blanca, impecable.

    Levanto la barbilla.
    La sombra detrás de mis ojos sonríe.
    El dragón se prepara.

    —Tst…
    De acuerdo.
    Será pan comido.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El campo de entrenamiento El aire aquí es más frío. Más claro. Más fácil de respirar. Me planto en el centro, cierro los ojos y murmuro en Tharésh'Kael, dejando que el idioma del Caos fluya sin pensar: —Arc… ¿cómo destruimos a la sombra? La respuesta no es palabra. Es un rugido interior. Arc se revuelve dentro de mi alma, serpenteando alrededor de mis emociones, furiosa por algo que no entiendo. Arc: “Deja de autocompadecerte.” “No podemos destruir a Veythra.” “Es parte del legado Queen.” “Ni podrías aunque quisieras…” Abro los ojos de golpe. —¿Veythra…? ¿La sombra tiene nombre? La dragona respira dentro de mí. Su fuego recorre mis costillas. Arc: “A su debido tiempo, hija de Jennifer.” “Primero quiero ver cómo te desenvuelves en combate.” Siento un tirón brusco en mi cuello, como si alguien invisible me obligara a mirar. Me giro sin querer. Y ahí está. Albedo. De pie en la arena del campo de entrenamiento Queen. Inmóvil. Casi expectante. Con esa presencia fría, blanca, impecable. Levanto la barbilla. La sombra detrás de mis ojos sonríe. El dragón se prepara. —Tst… De acuerdo. Será pan comido.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    El campo de entrenamiento

    El aire aquí es más frío.
    Más claro.
    Más fácil de respirar.

    Me planto en el centro, cierro los ojos y murmuro en Tharésh'Kael, dejando que el idioma del Caos fluya sin pensar:

    —Arc… ¿cómo destruimos a la sombra?

    La respuesta no es palabra.
    Es un rugido interior.

    Arc se revuelve dentro de mi alma, serpenteando alrededor de mis emociones, furiosa por algo que no entiendo.

    Arc:
    “Deja de autocompadecerte.”
    “No podemos destruir a Veythra.”
    “Es parte del legado Queen.”
    “Ni podrías aunque quisieras…”

    Abro los ojos de golpe.

    —¿Veythra…? ¿La sombra tiene nombre?

    La dragona respira dentro de mí.
    Su fuego recorre mis costillas.

    Arc:
    “A su debido tiempo, hija de Jennifer.”
    “Primero quiero ver cómo te desenvuelves en combate.”

    Siento un tirón brusco en mi cuello, como si alguien invisible me obligara a mirar. Me giro sin querer.

    Y ahí está.

    Albedo.

    De pie en la arena del campo de entrenamiento Queen.
    Inmóvil.
    Casi expectante.
    Con esa presencia fría, blanca, impecable.

    Levanto la barbilla.
    La sombra detrás de mis ojos sonríe.
    El dragón se prepara.

    —Tst…
    De acuerdo.
    Será pan comido.
    Me encocora
    Me enjaja
    3
    0 comentarios 0 compartidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    El campo de entrenamiento

    El aire aquí es más frío.
    Más claro.
    Más fácil de respirar.

    Me planto en el centro, cierro los ojos y murmuro en Tharésh'Kael, dejando que el idioma del Caos fluya sin pensar:

    —Arc… ¿cómo destruimos a la sombra?

    La respuesta no es palabra.
    Es un rugido interior.

    Arc se revuelve dentro de mi alma, serpenteando alrededor de mis emociones, furiosa por algo que no entiendo.

    Arc:
    “Deja de autocompadecerte.”
    “No podemos destruir a Veythra.”
    “Es parte del legado Queen.”
    “Ni podrías aunque quisieras…”

    Abro los ojos de golpe.

    —¿Veythra…? ¿La sombra tiene nombre?

    La dragona respira dentro de mí.
    Su fuego recorre mis costillas.

    Arc:
    “A su debido tiempo, hija de Jennifer.”
    “Primero quiero ver cómo te desenvuelves en combate.”

    Siento un tirón brusco en mi cuello, como si alguien invisible me obligara a mirar. Me giro sin querer.

    Y ahí está.

    Albedo.

    De pie en la arena del campo de entrenamiento Queen.
    Inmóvil.
    Casi expectante.
    Con esa presencia fría, blanca, impecable.

    Levanto la barbilla.
    La sombra detrás de mis ojos sonríe.
    El dragón se prepara.

    —Tst…
    De acuerdo.
    Será pan comido.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El campo de entrenamiento El aire aquí es más frío. Más claro. Más fácil de respirar. Me planto en el centro, cierro los ojos y murmuro en Tharésh'Kael, dejando que el idioma del Caos fluya sin pensar: —Arc… ¿cómo destruimos a la sombra? La respuesta no es palabra. Es un rugido interior. Arc se revuelve dentro de mi alma, serpenteando alrededor de mis emociones, furiosa por algo que no entiendo. Arc: “Deja de autocompadecerte.” “No podemos destruir a Veythra.” “Es parte del legado Queen.” “Ni podrías aunque quisieras…” Abro los ojos de golpe. —¿Veythra…? ¿La sombra tiene nombre? La dragona respira dentro de mí. Su fuego recorre mis costillas. Arc: “A su debido tiempo, hija de Jennifer.” “Primero quiero ver cómo te desenvuelves en combate.” Siento un tirón brusco en mi cuello, como si alguien invisible me obligara a mirar. Me giro sin querer. Y ahí está. Albedo. De pie en la arena del campo de entrenamiento Queen. Inmóvil. Casi expectante. Con esa presencia fría, blanca, impecable. Levanto la barbilla. La sombra detrás de mis ojos sonríe. El dragón se prepara. —Tst… De acuerdo. Será pan comido.
    Me encocora
    1
    1 comentario 1 compartido
  • - Freya estaba ordenando unas cosas para que este todo impecable, pero por accidente se le cae la tele, trato de sostenerla pero ya había impactado con el piso. Trato de arreglar el desastre pero la tele ya no encendía...

    Hasta un rato después escucho la puerta detrás de ella, así que se acercó algo avergüenzada por lo sucedido -

    P-Perdon por romper la tele.. no fue mi intención

    - sus ojos parecían querer llorar de la vergüenza, estaba totalmente arrepentida de su acto no voluntario -
    - Freya estaba ordenando unas cosas para que este todo impecable, pero por accidente se le cae la tele, trato de sostenerla pero ya había impactado con el piso. Trato de arreglar el desastre pero la tele ya no encendía... Hasta un rato después escucho la puerta detrás de ella, así que se acercó algo avergüenzada por lo sucedido - P-Perdon por romper la tele.. no fue mi intención - sus ojos parecían querer llorar de la vergüenza, estaba totalmente arrepentida de su acto no voluntario -
    Me entristece
    Me encocora
    Me enjaja
    8
    16 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados