• Sostuvo la daga entre sus dedos, notando el peso exacto del arma. No era especialmente grande ni ostentosa, pero su filo relucía bajo la luz, impecable y mortal. Giró el mango con la mano, examinando la forma en que encajaba contra su palma. No era una daga común, no para alguien como él. Había algo en ese simple objeto que le resultaba desconcertante, algo que no tenía nada que ver con el arma en sí, sino con el acto de entregarla.

    Miró el filo una vez más, como si pudiera encontrar una respuesta grabada en su superficie. Su reflejo en el metal le devolvió una mirada dura, cansada, pero lo que realmente veía era otra cosa. Un mensaje, una intención. El tipo de gesto que alguien como él no estaba acostumbrado a recibir.

    —Hmph... —Murmuró, casi para sí mismo, mientras le daba vueltas al objeto. Sus pensamientos eran un remolino de preguntas que no sabía cómo formular, y tampoco estaba seguro de querer responderlas. No era un hombre que pensara demasiado en regalos, y mucho menos en el significado detrás de ellos. Pero esto... esto tenía peso, más allá del metal.

    Giró la daga una última vez y dejó escapar un largo suspiro. La apoyó con cuidado sobre la mesa cercana, dejando que el eco metálico rompiera el silencio. No sabía cómo recibir algo así. No sabía cómo aceptarlo sin sentir que estaba tomando algo que no era suyo, algo que no merecía.

    —Es solo un arma. —Se dijo, pero no podía engañarse. No era solo un arma. Era confianza, era algo que alguien le estaba ofreciendo de manera genuina, y eso lo ponía más incómodo que cualquier pelea que hubiera tenido.

    Se pasó una mano por la nuca, mirando la daga de reojo como si pudiera morderlo. Podía haberla rechazado, devolverla, decir que no la necesitaba. Pero algo en él sabía que no sería lo correcto. Aceptarla significaba algo. Algo que él no sabía si estaba listo para cargar. Finalmente, tomó la daga de nuevo y la sostuvo frente a su rostro. El filo capturó la luz de la lámpara, enviando un destello que casi lo hizo parpadear.

    —Bien... —Murmuró, en voz apenas audible.— Supongo que alguien como yo puede hacerle justicia.

    La deslizó dentro de su chaqueta, en un lugar donde pudiera alcanzarla rápido si lo necesitaba. La sensación del metal frío contra su costado lo hizo sentir algo extrañamente familiar. No era solo el arma. Era la idea de que alguien creyera que él podría usarla, que él podría proteger algo, o a alguien.

    De espaldas a la habitación, se permitió un leve gesto: una sonrisa apenas perceptible que desapareció tan rápido como había llegado. No era un hombre de palabras dulces ni de grandes gestos, pero en ese momento decidió algo.

    —Si la uso, será para algo que importe... —dijo en voz baja. Luego, cerró los ojos por un instante, dejando que el peso de aquel inesperado regalo se asentara, no solo en su chaqueta, sino en algún rincón olvidado de su alma.
    Sostuvo la daga entre sus dedos, notando el peso exacto del arma. No era especialmente grande ni ostentosa, pero su filo relucía bajo la luz, impecable y mortal. Giró el mango con la mano, examinando la forma en que encajaba contra su palma. No era una daga común, no para alguien como él. Había algo en ese simple objeto que le resultaba desconcertante, algo que no tenía nada que ver con el arma en sí, sino con el acto de entregarla. Miró el filo una vez más, como si pudiera encontrar una respuesta grabada en su superficie. Su reflejo en el metal le devolvió una mirada dura, cansada, pero lo que realmente veía era otra cosa. Un mensaje, una intención. El tipo de gesto que alguien como él no estaba acostumbrado a recibir. —Hmph... —Murmuró, casi para sí mismo, mientras le daba vueltas al objeto. Sus pensamientos eran un remolino de preguntas que no sabía cómo formular, y tampoco estaba seguro de querer responderlas. No era un hombre que pensara demasiado en regalos, y mucho menos en el significado detrás de ellos. Pero esto... esto tenía peso, más allá del metal. Giró la daga una última vez y dejó escapar un largo suspiro. La apoyó con cuidado sobre la mesa cercana, dejando que el eco metálico rompiera el silencio. No sabía cómo recibir algo así. No sabía cómo aceptarlo sin sentir que estaba tomando algo que no era suyo, algo que no merecía. —Es solo un arma. —Se dijo, pero no podía engañarse. No era solo un arma. Era confianza, era algo que alguien le estaba ofreciendo de manera genuina, y eso lo ponía más incómodo que cualquier pelea que hubiera tenido. Se pasó una mano por la nuca, mirando la daga de reojo como si pudiera morderlo. Podía haberla rechazado, devolverla, decir que no la necesitaba. Pero algo en él sabía que no sería lo correcto. Aceptarla significaba algo. Algo que él no sabía si estaba listo para cargar. Finalmente, tomó la daga de nuevo y la sostuvo frente a su rostro. El filo capturó la luz de la lámpara, enviando un destello que casi lo hizo parpadear. —Bien... —Murmuró, en voz apenas audible.— Supongo que alguien como yo puede hacerle justicia. La deslizó dentro de su chaqueta, en un lugar donde pudiera alcanzarla rápido si lo necesitaba. La sensación del metal frío contra su costado lo hizo sentir algo extrañamente familiar. No era solo el arma. Era la idea de que alguien creyera que él podría usarla, que él podría proteger algo, o a alguien. De espaldas a la habitación, se permitió un leve gesto: una sonrisa apenas perceptible que desapareció tan rápido como había llegado. No era un hombre de palabras dulces ni de grandes gestos, pero en ese momento decidió algo. —Si la uso, será para algo que importe... —dijo en voz baja. Luego, cerró los ojos por un instante, dejando que el peso de aquel inesperado regalo se asentara, no solo en su chaqueta, sino en algún rincón olvidado de su alma.
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    ||Tengo ideas y voy a revivir esta cuenta (creo)
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    | Hola, este es un aviso a la comunidad, aunque nadie me conozca (?)

    El partner que tenía me cambió por chat gpt (?), no he tenido mucho tiempo libre y el 80% de imágenes que encuentro para esta cuenta son muy eróticas o explícitas cuando no tengo muchos deseos de rolear eso de momento, así que meh... no sé.

    Aunque no fueron muchas interacciones, le quiero agradecer y pedir disculpas a las personas que me dieron un poquito de su tiempo en los pocos días que he logrado tener actividad aquí.

    Y ya lo importante (?): tengo interés en cambiar al personaje pero no tengo ideas. Si alguien necesita que les interprete algo para sus historias o lores, me abro a propuestas. No me importa si es pj masculino, femenino o lo que sea, ni tampoco me cierro a ninguna temática, siempre y cuando no sea solo sexo. Y eso, gracias por leer.
    | Hola, este es un aviso a la comunidad, aunque nadie me conozca (?) El partner que tenía me cambió por chat gpt (?), no he tenido mucho tiempo libre y el 80% de imágenes que encuentro para esta cuenta son muy eróticas o explícitas cuando no tengo muchos deseos de rolear eso de momento, así que meh... no sé. Aunque no fueron muchas interacciones, le quiero agradecer y pedir disculpas a las personas que me dieron un poquito de su tiempo en los pocos días que he logrado tener actividad aquí. Y ya lo importante (?): tengo interés en cambiar al personaje pero no tengo ideas. Si alguien necesita que les interprete algo para sus historias o lores, me abro a propuestas. No me importa si es pj masculino, femenino o lo que sea, ni tampoco me cierro a ninguna temática, siempre y cuando no sea solo sexo. Y eso, gracias por leer.
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  • - No tengo idea de como usar una de esas, ¿PC? Que raro que no utilice componentes orgánicos para funcionar.
    - No tengo idea de como usar una de esas, ¿PC? Que raro que no utilice componentes orgánicos para funcionar.
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  • Heinrich Rosenberg

    Era un día bastante nublado por lo que Lucifer pensó que sería una buena idea llamar a Heinz y llevarlo a pasar unos días en su cabaña en el campo. Era un lugar acogedor al que el demonio no solía ir mucho ya que no era algo que disfrutara particularmente, pero ahora, con Heinz, tenía ganas de pasar unos días ellos dos solos en la cabaña, algo así como una prueba de cómo sería su vida de casados. Le envió un recado con Henry, haciéndole saber que pasaría por él muy temprano por la mañana para irse juntos a pasar unos días a solas.
    Había comprado unas botellas de vino entre otras cosas que esperaba que el menor disfrutara.
    [Heinz_Vamp] Era un día bastante nublado por lo que Lucifer pensó que sería una buena idea llamar a Heinz y llevarlo a pasar unos días en su cabaña en el campo. Era un lugar acogedor al que el demonio no solía ir mucho ya que no era algo que disfrutara particularmente, pero ahora, con Heinz, tenía ganas de pasar unos días ellos dos solos en la cabaña, algo así como una prueba de cómo sería su vida de casados. Le envió un recado con Henry, haciéndole saber que pasaría por él muy temprano por la mañana para irse juntos a pasar unos días a solas. Había comprado unas botellas de vino entre otras cosas que esperaba que el menor disfrutara.
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  • [ Rol Privado Cedric Shadowforge ]

    ~ Despues de aquel encuentro inoportuno y caótico con Cedric, la bruja se disponía a regresar a su hogar, su mente estaba llena de ideas que no podían ser procesadas, tantas preguntas y pocas respuestas.

    Los callejones de el pequeño estaban desolados, ya era tarde para que alguien estuviera caminando solo por el lugar, por fortuna el hogar de la mujer estaba cerca, no demoro mucho en llegar, se dispuso en ese momento a prepararse un té de manzanilla para calmar sus nervios, cuando estuvo listo fue directo a su estudio privado y se encerró en él, no quería saber nada de nadie, su estado de ánimo era demasiado malo en esos momentos, ¿Como es posible que no se haya dado cuenta de que él tenia aura maligna? Quizá si lo sabía pero no quería aceptarlo, se mantuvo inmersa en sus propios pensamientos mientras veía las llamas del fuego de la chimenea enfrente de ella, preguntándose que debía hacer ahora, ¿Debía hacerle caso a sus sentimientos por él hombre? O hacer su labor mágica, aniquilar a la entidad y con ella... a Cedric. ~
    [ Rol Privado [The_Magistrate] ] ~ Despues de aquel encuentro inoportuno y caótico con Cedric, la bruja se disponía a regresar a su hogar, su mente estaba llena de ideas que no podían ser procesadas, tantas preguntas y pocas respuestas. Los callejones de el pequeño estaban desolados, ya era tarde para que alguien estuviera caminando solo por el lugar, por fortuna el hogar de la mujer estaba cerca, no demoro mucho en llegar, se dispuso en ese momento a prepararse un té de manzanilla para calmar sus nervios, cuando estuvo listo fue directo a su estudio privado y se encerró en él, no quería saber nada de nadie, su estado de ánimo era demasiado malo en esos momentos, ¿Como es posible que no se haya dado cuenta de que él tenia aura maligna? Quizá si lo sabía pero no quería aceptarlo, se mantuvo inmersa en sus propios pensamientos mientras veía las llamas del fuego de la chimenea enfrente de ella, preguntándose que debía hacer ahora, ¿Debía hacerle caso a sus sentimientos por él hombre? O hacer su labor mágica, aniquilar a la entidad y con ella... a Cedric. ~
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  • —No se declara ni inocente ni culpable de haberle dado la idea a Valentino... Solo se limitará a decir que, para variar, hizo un trabajo excelente confeccionando esa prenda—



    Vox Valentino
    —No se declara ni inocente ni culpable de haberle dado la idea a Valentino... Solo se limitará a decir que, para variar, hizo un trabajo excelente confeccionando esa prenda— [myth_turquoise_shark_797] [Mothp1mp]
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    Ahora que tengo un momento libre, me gustaría escribir algo.

    Con la Navidad ya a la vuelta de la esquina, quería tomarme un momento para agradecer un poco de corazón. A pesar de ser más bien nueva, ya he tenido mis altibajos cargados a la espalda en esta pagina, aunque puedo decir que lo bueno supera a lo malo con creces. Cada palabra de ánimo, cada charla y cada idea compartida han sido un impulso enorme para seguir escribiendo, aún cuando sentía que nada de lo que hacía llegaba a algo, o alguien.

    A los que han estado ahí desde el principio: sabéis quienes sois y os lo agradezco de verdad. Vuestro apoyo ha sido como ese regalo inesperado que te alegra el día, como el pequeño canturreo de un pájaro en los días grises.

    Y, aunque suene raro, también quiero agradecer a los que hablan a mis espaldas y los que no parecían satisfechos con lo que hacía, y que siguen sin estarlo. Al final, también me han ayudado a encontrar mi musa y a esforzarme a recobrar lo que pensaba que tenía perdido: mi escritura.

    Espero seguir escribiendo, imaginando y compartiendo historias que quizá inspiren y saquen pequeñas sonrisas, ideas, o simplemente hagan volar un poco la imaginación.

    Os deseo una Navidad llena de risas, buenos momentos y mucha magia, a todos. Y que el próximo año nos traiga más aventuras para vivir, contar y plasmar con lo que mejor sabemos hacer: las palabras.

    Gracias por todo.
    Ahora que tengo un momento libre, me gustaría escribir algo. Con la Navidad ya a la vuelta de la esquina, quería tomarme un momento para agradecer un poco de corazón. A pesar de ser más bien nueva, ya he tenido mis altibajos cargados a la espalda en esta pagina, aunque puedo decir que lo bueno supera a lo malo con creces. Cada palabra de ánimo, cada charla y cada idea compartida han sido un impulso enorme para seguir escribiendo, aún cuando sentía que nada de lo que hacía llegaba a algo, o alguien. A los que han estado ahí desde el principio: sabéis quienes sois y os lo agradezco de verdad. Vuestro apoyo ha sido como ese regalo inesperado que te alegra el día, como el pequeño canturreo de un pájaro en los días grises. Y, aunque suene raro, también quiero agradecer a los que hablan a mis espaldas y los que no parecían satisfechos con lo que hacía, y que siguen sin estarlo. Al final, también me han ayudado a encontrar mi musa y a esforzarme a recobrar lo que pensaba que tenía perdido: mi escritura. Espero seguir escribiendo, imaginando y compartiendo historias que quizá inspiren y saquen pequeñas sonrisas, ideas, o simplemente hagan volar un poco la imaginación. Os deseo una Navidad llena de risas, buenos momentos y mucha magia, a todos. Y que el próximo año nos traiga más aventuras para vivir, contar y plasmar con lo que mejor sabemos hacer: las palabras. Gracias por todo.
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  • ¿Así será?
    Categoría Original
    Isidro Rubio Villa de Montemar

    Capum, capum, capum. Mi corazón no puede dejar de bombear con fuerza.

    Después de dejar a Isidro y Bruna en esa habitación, escuché a mi tía Asumi hablar con mis padres. Les había contado todo.

    ¿Por qué lo hiciste? - Pregunté, perplejo; me sentí traicionado.
    Tus padres no me agradan, pero eres un niño, y los niños deben estar con sus padres. - Contestó ella, resignada.
    - Pero ellos fueron quienes-
    - No fuiste a la Fujiyama Gakuen, ¿Verdad? Elegiste vagar con esos dos chicos.
    - ¡Eso fue porque-
    - Lo sé. Es un lugar torturoso. Yo también huí de ahí, pero era mayor de edad. Tú no. Pensé que eras obediente, pero estás empezando a desafiar las cosas. Estás en problemas.

    No pude quedarme más en casa de tía Asumi. Tenía que alejarme de Isidro, había conversado tan devastadoramente con Bruna, y ahora mis padres lo sabían todo. Evité despedirme y escapé en la madrugada.

    ...

    El taxi se detuvo. Caminé hacia la puerta, y fue Nikaido quien la abrió, con el gesto serio, antes de saludarme.
    Cada paso por el pasillo me generaba un nuevo revoltijo al estómago. Ese sonido vacío con olor a represión social y recuerdos comprados. Hasta que finalmente: Están ahí los dos, sentados en la sala con sus posturas rígidas e impasibles, y sus miradas de furia contenida y decepción.

    - Ryuna ¿Esto es lo que has decidido hacer con tu vida?. - Rompe el silencio mi madre, con su gesto inexpresivo y su voz baja y calculada.

    Mi padre, por otra parte, me contempla fijamente, con ese golpecito de sus dedos al sofá que refleja su análisis y estrés. - Ni si quiera tuviste la decencia de ir a Fujiyama Gakuen. Después de nuestra discusión inicial, decidimos no hablarnos, pero que tú cumplirías con lo tuyo ¿Crees que puedes engañarnos?

    Yo me acerco en un paso hacia ellos, queriendo participar; sin embargo, mi madre alza su mano, indicándome que me detenga. - ¿Qué clase de espectáculo deplorable es este? Llegas herido después de pasarla con dos delincuentes europeos. ¿Es esto lo que eres ahora, un vagabundo que arrastra vergüenza con extraños?

    Sus palabras me paralizan. Siento tanta impotencia: cómo se refiere a ellos, cómo se refiere a mí. Separo los labios para hablar, pero ella interviene de vuelta.
    - Siempre fuiste torpe, sí, y...diferente. Lo aceptamos porque creíamos que con suficiente disciplina podrías corregirte. Pero esto...esto no tiene justificación.

    La desesperación me recubre, es injusto, es cruel. Abro la boca otra vez. - ¡Sus reglas-

    Mi papá se levanta abrupamente, furioso. - ¡No tienes derecho a hablar de reglas cuando lo único que has hecho es huir de ellas! Te dimos una oportunidad. Te dimos un lugar en Fujiyama, donde pudiste aprender a ser decente. Pero preferiste engañar nuestro trato. ¿Y para qué? ¿Para vagar por las calles y poner en peligro nuestro nombre?

    Él se acerca un paso más, con esa voz que me agua los ojos. - ¿Sabes lo que significa que hallas sido visto con esas personas? ¿Lo que la gente murmura de nosotros? Que nuestro único hijo ha elegido vivir como un criminal, como un...degenerado.

    No obstante, no aguanto más, y con los puños apretados, pero incapaz de verle: - ¿Por qué hablas como si hubieramos hecho algún acuerdo? ¿Acaso yo tuve opinión en algo de ir a ese lugar? ¿Yo les pedí que no me hablaran más? ¡Ustedes me abandonan y luego-

    Mi mamá culmina dándome una bofetada veloz, con su gesto inqueebrantable. - No te atrevas a decir que tu familia te abandonó, Ryuna. Eso no te lo permitiré. Tus desiciones fueron erradas y punto.

    - No necesitamos tus justificaciones. - Concluye mi padre.- A partir de ahora, harás lo que decidamos. Irás a Japón, a un internado que ya está siendo preparado para tí. Lejos de aquí, lejos de esas...distracciones que te han convertido en esto.

    El aire me abandona y me arrepiento. Debí rogarle a Bruna que me dejara quedarme junto con ellos, debí pasar más rato con Isidro, o ¿debí conocer a alguien más? Algo, debí hacer algo para evitar esto. No quiero, no quiero este futuro.

    - ¿Y si no quiero? - Suelto sin más, aguantando mi propio llanto.

    - No tienes opción. Tienes 17 años. Mientras estés bajo nuestro cargo, harás lo que se te ordene. - Contesta ella.

    Mi padre me toma del mentón, mirándome fijamente. - No olvides que todo, todo, lo que tienes proviene de nosotros. Sin nosotros, tú: No eres nada.

    Así, me quedó en mi habitación, totalmente devastado. El número de Bruna está allí, pero ella dijo que sólo llamaría si había algo nuevo. Mi dibujo del hogar de Isidro y de él también lo llevo.

    De lo que no tengo idea es de lo que pasó al otro lado y de que los medios de comunicación ya han empezado a hablar.
    [isimont12] Capum, capum, capum. Mi corazón no puede dejar de bombear con fuerza. Después de dejar a Isidro y Bruna en esa habitación, escuché a mi tía Asumi hablar con mis padres. Les había contado todo. ¿Por qué lo hiciste? - Pregunté, perplejo; me sentí traicionado. Tus padres no me agradan, pero eres un niño, y los niños deben estar con sus padres. - Contestó ella, resignada. - Pero ellos fueron quienes- - No fuiste a la Fujiyama Gakuen, ¿Verdad? Elegiste vagar con esos dos chicos. - ¡Eso fue porque- - Lo sé. Es un lugar torturoso. Yo también huí de ahí, pero era mayor de edad. Tú no. Pensé que eras obediente, pero estás empezando a desafiar las cosas. Estás en problemas. No pude quedarme más en casa de tía Asumi. Tenía que alejarme de Isidro, había conversado tan devastadoramente con Bruna, y ahora mis padres lo sabían todo. Evité despedirme y escapé en la madrugada. ... El taxi se detuvo. Caminé hacia la puerta, y fue Nikaido quien la abrió, con el gesto serio, antes de saludarme. Cada paso por el pasillo me generaba un nuevo revoltijo al estómago. Ese sonido vacío con olor a represión social y recuerdos comprados. Hasta que finalmente: Están ahí los dos, sentados en la sala con sus posturas rígidas e impasibles, y sus miradas de furia contenida y decepción. - Ryuna ¿Esto es lo que has decidido hacer con tu vida?. - Rompe el silencio mi madre, con su gesto inexpresivo y su voz baja y calculada. Mi padre, por otra parte, me contempla fijamente, con ese golpecito de sus dedos al sofá que refleja su análisis y estrés. - Ni si quiera tuviste la decencia de ir a Fujiyama Gakuen. Después de nuestra discusión inicial, decidimos no hablarnos, pero que tú cumplirías con lo tuyo ¿Crees que puedes engañarnos? Yo me acerco en un paso hacia ellos, queriendo participar; sin embargo, mi madre alza su mano, indicándome que me detenga. - ¿Qué clase de espectáculo deplorable es este? Llegas herido después de pasarla con dos delincuentes europeos. ¿Es esto lo que eres ahora, un vagabundo que arrastra vergüenza con extraños? Sus palabras me paralizan. Siento tanta impotencia: cómo se refiere a ellos, cómo se refiere a mí. Separo los labios para hablar, pero ella interviene de vuelta. - Siempre fuiste torpe, sí, y...diferente. Lo aceptamos porque creíamos que con suficiente disciplina podrías corregirte. Pero esto...esto no tiene justificación. La desesperación me recubre, es injusto, es cruel. Abro la boca otra vez. - ¡Sus reglas- Mi papá se levanta abrupamente, furioso. - ¡No tienes derecho a hablar de reglas cuando lo único que has hecho es huir de ellas! Te dimos una oportunidad. Te dimos un lugar en Fujiyama, donde pudiste aprender a ser decente. Pero preferiste engañar nuestro trato. ¿Y para qué? ¿Para vagar por las calles y poner en peligro nuestro nombre? Él se acerca un paso más, con esa voz que me agua los ojos. - ¿Sabes lo que significa que hallas sido visto con esas personas? ¿Lo que la gente murmura de nosotros? Que nuestro único hijo ha elegido vivir como un criminal, como un...degenerado. No obstante, no aguanto más, y con los puños apretados, pero incapaz de verle: - ¿Por qué hablas como si hubieramos hecho algún acuerdo? ¿Acaso yo tuve opinión en algo de ir a ese lugar? ¿Yo les pedí que no me hablaran más? ¡Ustedes me abandonan y luego- Mi mamá culmina dándome una bofetada veloz, con su gesto inqueebrantable. - No te atrevas a decir que tu familia te abandonó, Ryuna. Eso no te lo permitiré. Tus desiciones fueron erradas y punto. - No necesitamos tus justificaciones. - Concluye mi padre.- A partir de ahora, harás lo que decidamos. Irás a Japón, a un internado que ya está siendo preparado para tí. Lejos de aquí, lejos de esas...distracciones que te han convertido en esto. El aire me abandona y me arrepiento. Debí rogarle a Bruna que me dejara quedarme junto con ellos, debí pasar más rato con Isidro, o ¿debí conocer a alguien más? Algo, debí hacer algo para evitar esto. No quiero, no quiero este futuro. - ¿Y si no quiero? - Suelto sin más, aguantando mi propio llanto. - No tienes opción. Tienes 17 años. Mientras estés bajo nuestro cargo, harás lo que se te ordene. - Contesta ella. Mi padre me toma del mentón, mirándome fijamente. - No olvides que todo, todo, lo que tienes proviene de nosotros. Sin nosotros, tú: No eres nada. Así, me quedó en mi habitación, totalmente devastado. El número de Bruna está allí, pero ella dijo que sólo llamaría si había algo nuevo. Mi dibujo del hogar de Isidro y de él también lo llevo. De lo que no tengo idea es de lo que pasó al otro lado y de que los medios de comunicación ya han empezado a hablar.
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  • El aire en la habitación era espeso, saturado de un calor sofocante que se mezclaba con el aroma a madera quemada. La única luz provenía del resplandor rojizo que emanaba de las antorchas y una lámpara de aceite en la esquina, llenando el espacio con un tenue brillo carmesí. Lyra estaba sentada en un rincón oscuro, sus piernas cruzadas y su capa negra cubriéndola casi por completo. Sus ojos rojos brillaban como carbones encendidos, perforando la penumbra, mientras su mente vagaba en una tormenta de pensamientos.

    El silencio en el ambiente no era completo; había un leve crujido de las paredes de madera y un susurro en el viento que se filtraba por las grietas, como si el mundo exterior intentara infiltrarse en su refugio. La elfa mantuvo una postura cerrada, con los brazos descansando sobre sus rodillas, sus dedos jugando distraídamente con los bordes de la capa. El rojo de sus ojos capturaba la luz de las llamas, otorgándoles una intensidad casi sobrenatural.

    Había algo profundamente inquietante en su quietud, como un depredador esperando en las sombras. Pero dentro de ella, la calma era una mentira; su mente era un torbellino, atrapada en recuerdos que no quería revivir por el momento. Pensaba en las cadenas que había roto, en los susurros de su conciencia, y en los rostros que habían desaparecido para siempre. Cada pensamiento la atormentaba como un aguijón punzante, pero su rostro no mostraba más que una expresión fría, una máscara bien ensayada que nadie, salvo quizá ella misma, podría desentrañar.

    La habitación era un lugar de refugio y aislamiento, un santuario que había elegido para huir de los gritos de un mundo que siempre exigía más de lo que estaba dispuesta a dar. Sus labios se curvaron en una mueca fugaz, un destello de desdén por la humanidad que parecía no dejarla en paz, incluso cuando la buscaba. Pero… ¿Era realmente el mundo el que la acosaba? ¿O era ella misma quien se condenaba a escuchar los ecos de sus propias decisiones?
    Se permitió un susurro apenas audible, un pensamiento que escapó de sus labios antes de que pudiera detenerlo.

    — Paz... —La palabra murió en el aire como una burla, un ideal que nunca había alcanzado y que quizás nunca lo haría.

    El peso de la noche recaía sobre sus hombros como una losa, y aunque la tormenta en su interior parecía crecer, no movió un solo músculo. Sus ojos continuaban ardiendo, observando el vacío, esperando... Algo. Un intruso que rompiera el silencio, una señal de que no estaba completamente sola en esa condena en la que ella misma había caído.

    El ambiente quedó suspendido, un momento que podía ser interrumpido en cualquier instante.
    El aire en la habitación era espeso, saturado de un calor sofocante que se mezclaba con el aroma a madera quemada. La única luz provenía del resplandor rojizo que emanaba de las antorchas y una lámpara de aceite en la esquina, llenando el espacio con un tenue brillo carmesí. Lyra estaba sentada en un rincón oscuro, sus piernas cruzadas y su capa negra cubriéndola casi por completo. Sus ojos rojos brillaban como carbones encendidos, perforando la penumbra, mientras su mente vagaba en una tormenta de pensamientos. El silencio en el ambiente no era completo; había un leve crujido de las paredes de madera y un susurro en el viento que se filtraba por las grietas, como si el mundo exterior intentara infiltrarse en su refugio. La elfa mantuvo una postura cerrada, con los brazos descansando sobre sus rodillas, sus dedos jugando distraídamente con los bordes de la capa. El rojo de sus ojos capturaba la luz de las llamas, otorgándoles una intensidad casi sobrenatural. Había algo profundamente inquietante en su quietud, como un depredador esperando en las sombras. Pero dentro de ella, la calma era una mentira; su mente era un torbellino, atrapada en recuerdos que no quería revivir por el momento. Pensaba en las cadenas que había roto, en los susurros de su conciencia, y en los rostros que habían desaparecido para siempre. Cada pensamiento la atormentaba como un aguijón punzante, pero su rostro no mostraba más que una expresión fría, una máscara bien ensayada que nadie, salvo quizá ella misma, podría desentrañar. La habitación era un lugar de refugio y aislamiento, un santuario que había elegido para huir de los gritos de un mundo que siempre exigía más de lo que estaba dispuesta a dar. Sus labios se curvaron en una mueca fugaz, un destello de desdén por la humanidad que parecía no dejarla en paz, incluso cuando la buscaba. Pero… ¿Era realmente el mundo el que la acosaba? ¿O era ella misma quien se condenaba a escuchar los ecos de sus propias decisiones? Se permitió un susurro apenas audible, un pensamiento que escapó de sus labios antes de que pudiera detenerlo. — Paz... —La palabra murió en el aire como una burla, un ideal que nunca había alcanzado y que quizás nunca lo haría. El peso de la noche recaía sobre sus hombros como una losa, y aunque la tormenta en su interior parecía crecer, no movió un solo músculo. Sus ojos continuaban ardiendo, observando el vacío, esperando... Algo. Un intruso que rompiera el silencio, una señal de que no estaba completamente sola en esa condena en la que ella misma había caído. El ambiente quedó suspendido, un momento que podía ser interrumpido en cualquier instante.
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