• El bar, al igual que el hall del hotel, quedaron en absoluto silencio tras la partida de Lucifer. Sólo el tintinear de los hielos contra el vidrio del vaso era audible cuando él jugaba con el mismo entre sus manos.
    Aún sentado en el taburete de aquel bar tan desolado como el hotel, había su brazo libre en la barra y recargado su rostro en su mano mientras, distraídamente, observaba el licor a medio beber en el vaso. El líquido ondeaba en círculos paralelos a los movimientos que él hacía con el recipiente en su mano. Suspiró sin darse cuenta. Su mente divagando más allá del presente. Hacia el pasado, pero no uno muy lejano. Tan solo hacía unos minutos atrás ¿Quién sabía si menos?
    Sin embargo, pronto su mente terminó recordando la melodía de un violín. El canto angelical que acompañaba una suave melodía tocada a dueto por dos armoniosos instrumentos. Un brillo dorado que había acabado por iluminar el ambiente incluso más que cualquier luz que pudo alguna vez haber visto.

    — Mmm mmm... — Pronto se encontró a sí mismo tarareando, aunque tal vez no fue del todo consciente que lo hacía. Su sombra bajo sus pies, escurriéndose en la pared a su lado, observándolo con expresión confundida y ladeando la cabeza. Intentando verle a los ojos pero él no parecía notario. Su mirada en el licor que todavía hacía girar en su vaso mientras observaba sin mirar. Su mente divagando más allá.
    La sombra insistió, pasando a estar frente a él, incluso una mano agitó en sus narices pero, otra vez él no lo notó. O tal vez sí esta segunda vez pero no le importó. Apoyó el vaso en la barra y, sin levantarse, le dio la espalda para apoyarse sutilmente en la misma. Su mirada ahora perdida en el piano y sus oídos parecieron reproducir la suave melodía. Por un momento incluso sus ojos lo engañaron con la ilusión de la magia sucedida alrededor del instrumento.

    Apoyando un brazo en la barra y recargando su rostro en el piano, volvió a pensar en silencio.
    Volvió a recordar y, poco después, dejó escapar una suave risa silenciosa.

    — My radiant beam in the night
    I don't need no light to see you
    Shine
    It's your golden hour (oh)
    You slow down tiilime
    In your golden hour (oh) —

    Comenzó a tararear en voz baja de forma distraída con suave sonrisa.
    El bar, al igual que el hall del hotel, quedaron en absoluto silencio tras la partida de Lucifer. Sólo el tintinear de los hielos contra el vidrio del vaso era audible cuando él jugaba con el mismo entre sus manos. Aún sentado en el taburete de aquel bar tan desolado como el hotel, había su brazo libre en la barra y recargado su rostro en su mano mientras, distraídamente, observaba el licor a medio beber en el vaso. El líquido ondeaba en círculos paralelos a los movimientos que él hacía con el recipiente en su mano. Suspiró sin darse cuenta. Su mente divagando más allá del presente. Hacia el pasado, pero no uno muy lejano. Tan solo hacía unos minutos atrás ¿Quién sabía si menos? Sin embargo, pronto su mente terminó recordando la melodía de un violín. El canto angelical que acompañaba una suave melodía tocada a dueto por dos armoniosos instrumentos. Un brillo dorado que había acabado por iluminar el ambiente incluso más que cualquier luz que pudo alguna vez haber visto. — Mmm mmm... — Pronto se encontró a sí mismo tarareando, aunque tal vez no fue del todo consciente que lo hacía. Su sombra bajo sus pies, escurriéndose en la pared a su lado, observándolo con expresión confundida y ladeando la cabeza. Intentando verle a los ojos pero él no parecía notario. Su mirada en el licor que todavía hacía girar en su vaso mientras observaba sin mirar. Su mente divagando más allá. La sombra insistió, pasando a estar frente a él, incluso una mano agitó en sus narices pero, otra vez él no lo notó. O tal vez sí esta segunda vez pero no le importó. Apoyó el vaso en la barra y, sin levantarse, le dio la espalda para apoyarse sutilmente en la misma. Su mirada ahora perdida en el piano y sus oídos parecieron reproducir la suave melodía. Por un momento incluso sus ojos lo engañaron con la ilusión de la magia sucedida alrededor del instrumento. Apoyando un brazo en la barra y recargando su rostro en el piano, volvió a pensar en silencio. Volvió a recordar y, poco después, dejó escapar una suave risa silenciosa. — My radiant beam in the night I don't need no light to see you Shine It's your golden hour (oh) You slow down tiilime In your golden hour (oh) — Comenzó a tararear en voz baja de forma distraída con suave sonrisa.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    El tirón no fue físico.
    Fue direccional.

    El mundo se plegó a un lado y me vi arrastrada hacia una ciudadela. Durante un instante —solo uno— mi mente proyectó un edificio imposible: cristal, luz, lujo. Un hotel que no debería existir aquí.

    Parpadeé.

    Y la visión se quebró.

    La realidad corrigió el error con violencia. El mármol se volvió piedra oscura, las lámparas se transformaron en antorchas, y el aire se llenó de hierro y disciplina. Una fortaleza. No un refugio. No un hogar.

    El tiempo me lo dijo sin palabras:
    no perteneces a este momento.

    Crucé las puertas.

    Los reclutas me rodearon, hablándome en una lengua fragmentada, áspera, llena de órdenes y jerarquías. Entendía palabras sueltas, gestos, intenciones… pero no el significado completo.

    Excepto uno.

    En mi mente, claro como una cicatriz antigua, emergió un idioma que no necesitaba traducción.

    Tharésh’Kael.

    Las voces dejaron de importarme cuando el general se acercó. Su armadura estaba marcada por campañas largas, y sus ojos no mostraban miedo, solo cálculo.

    —¿Has venido a combatir a la hija del monstruo? —preguntó—.
    ¿A Jennifer?

    Ese nombre atravesó algo en mí.

    Mis sentidos se afilaron. El pulso se aceleró. Una atracción oscura, casi obscena, se deslizó por mi pecho. No era odio. No era lealtad.

    Era deseo de combate.

    Luchar contra ella… contra mi hermana…
    la idea me sedujo más que la promesa de estabilidad, más que la urgencia de mantener este cuerpo que apenas me sostenía.

    Me giré sin responder.

    Tomé una lanza de un estante cercano. Era roma, sin historia, sin gloria. Nada especial.
    Pero cuando la golpeé contra el suelo…

    La piedra resonó.

    La magia Elunai brotó como un reflejo involuntario, clara, pura, incorrecta para este lugar y este tiempo. Las antorchas titilaron. Algunos retrocedieron.

    Mis labios se movieron por primera vez.

    —Jennifer Queen…

    El nombre no fue un reto.
    Fue una invocación.

    Y en algún punto del tiempo, lo supe:
    ella iba a sentirlo.
    El tirón no fue físico. Fue direccional. El mundo se plegó a un lado y me vi arrastrada hacia una ciudadela. Durante un instante —solo uno— mi mente proyectó un edificio imposible: cristal, luz, lujo. Un hotel que no debería existir aquí. Parpadeé. Y la visión se quebró. La realidad corrigió el error con violencia. El mármol se volvió piedra oscura, las lámparas se transformaron en antorchas, y el aire se llenó de hierro y disciplina. Una fortaleza. No un refugio. No un hogar. El tiempo me lo dijo sin palabras: no perteneces a este momento. Crucé las puertas. Los reclutas me rodearon, hablándome en una lengua fragmentada, áspera, llena de órdenes y jerarquías. Entendía palabras sueltas, gestos, intenciones… pero no el significado completo. Excepto uno. En mi mente, claro como una cicatriz antigua, emergió un idioma que no necesitaba traducción. Tharésh’Kael. Las voces dejaron de importarme cuando el general se acercó. Su armadura estaba marcada por campañas largas, y sus ojos no mostraban miedo, solo cálculo. —¿Has venido a combatir a la hija del monstruo? —preguntó—. ¿A Jennifer? Ese nombre atravesó algo en mí. Mis sentidos se afilaron. El pulso se aceleró. Una atracción oscura, casi obscena, se deslizó por mi pecho. No era odio. No era lealtad. Era deseo de combate. Luchar contra ella… contra mi hermana… la idea me sedujo más que la promesa de estabilidad, más que la urgencia de mantener este cuerpo que apenas me sostenía. Me giré sin responder. Tomé una lanza de un estante cercano. Era roma, sin historia, sin gloria. Nada especial. Pero cuando la golpeé contra el suelo… La piedra resonó. La magia Elunai brotó como un reflejo involuntario, clara, pura, incorrecta para este lugar y este tiempo. Las antorchas titilaron. Algunos retrocedieron. Mis labios se movieron por primera vez. —Jennifer Queen… El nombre no fue un reto. Fue una invocación. Y en algún punto del tiempo, lo supe: ella iba a sentirlo.
    El tirón no fue físico.
    Fue direccional.

    El mundo se plegó a un lado y me vi arrastrada hacia una ciudadela. Durante un instante —solo uno— mi mente proyectó un edificio imposible: cristal, luz, lujo. Un hotel que no debería existir aquí.

    Parpadeé.

    Y la visión se quebró.

    La realidad corrigió el error con violencia. El mármol se volvió piedra oscura, las lámparas se transformaron en antorchas, y el aire se llenó de hierro y disciplina. Una fortaleza. No un refugio. No un hogar.

    El tiempo me lo dijo sin palabras:
    no perteneces a este momento.

    Crucé las puertas.

    Los reclutas me rodearon, hablándome en una lengua fragmentada, áspera, llena de órdenes y jerarquías. Entendía palabras sueltas, gestos, intenciones… pero no el significado completo.

    Excepto uno.

    En mi mente, claro como una cicatriz antigua, emergió un idioma que no necesitaba traducción.

    Tharésh’Kael.

    Las voces dejaron de importarme cuando el general se acercó. Su armadura estaba marcada por campañas largas, y sus ojos no mostraban miedo, solo cálculo.

    —¿Has venido a combatir a la hija del monstruo? —preguntó—.
    ¿A Jennifer?

    Ese nombre atravesó algo en mí.

    Mis sentidos se afilaron. El pulso se aceleró. Una atracción oscura, casi obscena, se deslizó por mi pecho. No era odio. No era lealtad.

    Era deseo de combate.

    Luchar contra ella… contra mi hermana…
    la idea me sedujo más que la promesa de estabilidad, más que la urgencia de mantener este cuerpo que apenas me sostenía.

    Me giré sin responder.

    Tomé una lanza de un estante cercano. Era roma, sin historia, sin gloria. Nada especial.
    Pero cuando la golpeé contra el suelo…

    La piedra resonó.

    La magia Elunai brotó como un reflejo involuntario, clara, pura, incorrecta para este lugar y este tiempo. Las antorchas titilaron. Algunos retrocedieron.

    Mis labios se movieron por primera vez.

    —Jennifer Queen…

    El nombre no fue un reto.
    Fue una invocación.

    Y en algún punto del tiempo, lo supe:
    ella iba a sentirlo.
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    Tenlo en cuenta al responder.
    El tirón no fue físico.
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    El mundo se plegó a un lado y me vi arrastrada hacia una ciudadela. Durante un instante —solo uno— mi mente proyectó un edificio imposible: cristal, luz, lujo. Un hotel que no debería existir aquí.

    Parpadeé.

    Y la visión se quebró.

    La realidad corrigió el error con violencia. El mármol se volvió piedra oscura, las lámparas se transformaron en antorchas, y el aire se llenó de hierro y disciplina. Una fortaleza. No un refugio. No un hogar.

    El tiempo me lo dijo sin palabras:
    no perteneces a este momento.

    Crucé las puertas.

    Los reclutas me rodearon, hablándome en una lengua fragmentada, áspera, llena de órdenes y jerarquías. Entendía palabras sueltas, gestos, intenciones… pero no el significado completo.

    Excepto uno.

    En mi mente, claro como una cicatriz antigua, emergió un idioma que no necesitaba traducción.

    Tharésh’Kael.

    Las voces dejaron de importarme cuando el general se acercó. Su armadura estaba marcada por campañas largas, y sus ojos no mostraban miedo, solo cálculo.

    —¿Has venido a combatir a la hija del monstruo? —preguntó—.
    ¿A Jennifer?

    Ese nombre atravesó algo en mí.

    Mis sentidos se afilaron. El pulso se aceleró. Una atracción oscura, casi obscena, se deslizó por mi pecho. No era odio. No era lealtad.

    Era deseo de combate.

    Luchar contra ella… contra mi hermana…
    la idea me sedujo más que la promesa de estabilidad, más que la urgencia de mantener este cuerpo que apenas me sostenía.

    Me giré sin responder.

    Tomé una lanza de un estante cercano. Era roma, sin historia, sin gloria. Nada especial.
    Pero cuando la golpeé contra el suelo…

    La piedra resonó.

    La magia Elunai brotó como un reflejo involuntario, clara, pura, incorrecta para este lugar y este tiempo. Las antorchas titilaron. Algunos retrocedieron.

    Mis labios se movieron por primera vez.

    —Jennifer Queen…

    El nombre no fue un reto.
    Fue una invocación.

    Y en algún punto del tiempo, lo supe:
    ella iba a sentirlo.
    El tirón no fue físico. Fue direccional. El mundo se plegó a un lado y me vi arrastrada hacia una ciudadela. Durante un instante —solo uno— mi mente proyectó un edificio imposible: cristal, luz, lujo. Un hotel que no debería existir aquí. Parpadeé. Y la visión se quebró. La realidad corrigió el error con violencia. El mármol se volvió piedra oscura, las lámparas se transformaron en antorchas, y el aire se llenó de hierro y disciplina. Una fortaleza. No un refugio. No un hogar. El tiempo me lo dijo sin palabras: no perteneces a este momento. Crucé las puertas. Los reclutas me rodearon, hablándome en una lengua fragmentada, áspera, llena de órdenes y jerarquías. Entendía palabras sueltas, gestos, intenciones… pero no el significado completo. Excepto uno. En mi mente, claro como una cicatriz antigua, emergió un idioma que no necesitaba traducción. Tharésh’Kael. Las voces dejaron de importarme cuando el general se acercó. Su armadura estaba marcada por campañas largas, y sus ojos no mostraban miedo, solo cálculo. —¿Has venido a combatir a la hija del monstruo? —preguntó—. ¿A Jennifer? Ese nombre atravesó algo en mí. Mis sentidos se afilaron. El pulso se aceleró. Una atracción oscura, casi obscena, se deslizó por mi pecho. No era odio. No era lealtad. Era deseo de combate. Luchar contra ella… contra mi hermana… la idea me sedujo más que la promesa de estabilidad, más que la urgencia de mantener este cuerpo que apenas me sostenía. Me giré sin responder. Tomé una lanza de un estante cercano. Era roma, sin historia, sin gloria. Nada especial. Pero cuando la golpeé contra el suelo… La piedra resonó. La magia Elunai brotó como un reflejo involuntario, clara, pura, incorrecta para este lugar y este tiempo. Las antorchas titilaron. Algunos retrocedieron. Mis labios se movieron por primera vez. —Jennifer Queen… El nombre no fue un reto. Fue una invocación. Y en algún punto del tiempo, lo supe: ella iba a sentirlo.
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  • En el camino a casa, Ángel no había dejado de abrazar a uno de sus niños ¿Cual? Ni lo había pensado simplemente agarró uno y Husk al otro. El caso es que no lo soltó y con una mano se aferraba de paso al que llevaba su prometido, aterrado. Como si temiera que se los fueran a arrebatar.

    Nadie dijo nada en todo el camino que fueron escoltados hasta el hotel. Al llegar, se fueron directamente a la habitación, ignorando por completo el desastre por el combate en la recepción. Esa noche, los niños que seguían temblando y asustados dormirían con ellos. Esa noche y las que hicieran falta, pues estaba claro que esté iba a ser el primer gran trauma de los pequeños. Una sádica bienvenida.

    Los cuatro se metieron en la cama, sin embargo Ángel no podía dormir, era completamente incapaz no paraba de repetirse lo sucedido en su mente y peor... Lo que podría haber pasado de no ser por Alessio. En silencio se levantó sin saber si Husk estaba o no dormido y caminó hacia el balcón de su habitación, salió al exterior. En silencio se apoyó con las manos en la barandilla y se prendió un cigarro con las libres, sus manos temblaban, sus ojos se empañaban de lágrimas y si respiración no era normal. Tomó una larga calada tratando de calmarse y se llevó unas manos de la cabeza hasta la nuca sin dejar de sostenerse. Triste, estaba sintiendo después de mucho tiempo el amargo llamado de las drogas, pero no iba a ceder a ellos, no otra vez, no como cuando escapó del psiquiátrico. Esa no era la solución y aunque "se quitase de en medio" su maldita familia ya había encontrado a los niños.

    Ya no eran libres. Si, su hermano había conseguido que los dejasen de lado y protegidos pero, ya no tenían escapatoria otra vez. Otra vez cuando creía que podía elegir, que podía estar en paz con quien amaba, la realidad regresaba para recordarle donde estaba y que no tenía derecho a nada.
    En el camino a casa, Ángel no había dejado de abrazar a uno de sus niños ¿Cual? Ni lo había pensado simplemente agarró uno y [barcat75] al otro. El caso es que no lo soltó y con una mano se aferraba de paso al que llevaba su prometido, aterrado. Como si temiera que se los fueran a arrebatar. Nadie dijo nada en todo el camino que fueron escoltados hasta el hotel. Al llegar, se fueron directamente a la habitación, ignorando por completo el desastre por el combate en la recepción. Esa noche, los niños que seguían temblando y asustados dormirían con ellos. Esa noche y las que hicieran falta, pues estaba claro que esté iba a ser el primer gran trauma de los pequeños. Una sádica bienvenida. Los cuatro se metieron en la cama, sin embargo Ángel no podía dormir, era completamente incapaz no paraba de repetirse lo sucedido en su mente y peor... Lo que podría haber pasado de no ser por Alessio. En silencio se levantó sin saber si Husk estaba o no dormido y caminó hacia el balcón de su habitación, salió al exterior. En silencio se apoyó con las manos en la barandilla y se prendió un cigarro con las libres, sus manos temblaban, sus ojos se empañaban de lágrimas y si respiración no era normal. Tomó una larga calada tratando de calmarse y se llevó unas manos de la cabeza hasta la nuca sin dejar de sostenerse. Triste, estaba sintiendo después de mucho tiempo el amargo llamado de las drogas, pero no iba a ceder a ellos, no otra vez, no como cuando escapó del psiquiátrico. Esa no era la solución y aunque "se quitase de en medio" su maldita familia ya había encontrado a los niños. Ya no eran libres. Si, su hermano había conseguido que los dejasen de lado y protegidos pero, ya no tenían escapatoria otra vez. Otra vez cuando creía que podía elegir, que podía estar en paz con quien amaba, la realidad regresaba para recordarle donde estaba y que no tenía derecho a nada.
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  • Ya que no pudo quedarse en su habitación bebiendo en santa paz, terminó por salir para ir directamente al bar del hotel.
    No quería a ver a nadie, pero no tenía muchas opciones si quería un trago para relajarse, suspirando y terminando por tomar asiento.

    Ni siquiera se molestó a buscar a Husk pues le constaba su estado, incluso se preguntaba si ya habría recibido sus alas por parte de su serpiente pero prefirió mantener la distancia debido a su reciente, rojo y jodido problema.

    Tomando asiento, atrajo una botella con su magia, sirviéndose una copa y comenzando a beber con relativa calma, vigilando su alrededor para asegurarse de estar solo.
    Ya que no pudo quedarse en su habitación bebiendo en santa paz, terminó por salir para ir directamente al bar del hotel. No quería a ver a nadie, pero no tenía muchas opciones si quería un trago para relajarse, suspirando y terminando por tomar asiento. Ni siquiera se molestó a buscar a [barcat75] pues le constaba su estado, incluso se preguntaba si ya habría recibido sus alas por parte de su serpiente pero prefirió mantener la distancia debido a su reciente, rojo y jodido problema. Tomando asiento, atrajo una botella con su magia, sirviéndose una copa y comenzando a beber con relativa calma, vigilando su alrededor para asegurarse de estar solo.
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  • -Ya no me da tiempo ni de darme un baño tranquilo sin recibir avisos. Habrá que prepararse rápido.

    Siempre mantenía cerca el teléfono móvil, desechable, que usaba para que los gobernantes del que era su país natal le contactasen. Ello suponía que podían avisarle para una nueva misión en cualquier momento y si le decían que era de máxima urgencia, debía abandonar lo que estuviera haciendo y dar la mayor prioridad a su trabajo.

    Justo en ese momento le habían pillado en la habitación de hotel en la que se estaba hospedando, tomando un relajante baño. Le hubiera gustado seguir ahí más tiempo, pero el deber le llamaba y jamás se permitía hacer un trabajo mediocre.
    -Ya no me da tiempo ni de darme un baño tranquilo sin recibir avisos. Habrá que prepararse rápido. Siempre mantenía cerca el teléfono móvil, desechable, que usaba para que los gobernantes del que era su país natal le contactasen. Ello suponía que podían avisarle para una nueva misión en cualquier momento y si le decían que era de máxima urgencia, debía abandonar lo que estuviera haciendo y dar la mayor prioridad a su trabajo. Justo en ese momento le habían pillado en la habitación de hotel en la que se estaba hospedando, tomando un relajante baño. Le hubiera gustado seguir ahí más tiempo, pero el deber le llamaba y jamás se permitía hacer un trabajo mediocre.
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  • Llevaba ya cerca de dos semanas en el hotel. Dos semanas en las que había recuperado su relación de hermanos con Ángel y parte del tiempo perdido. Y en la que sus sobrinos a escondidas, aprovechaban siempre que podían oara escabullirse a interrumpirle a lo que fuera que estuviera haciendo. Pues por alguna razón se empeñaban eñ cree que si le dejaban bien claro lo mucho que lo querían de forma constante, se quedaría en el hotel, cuando ya lo tenía decidido o no habria pasado ese tiempo alli.

    Así que, aunque eñ ese momento no estaba Husk aprovechó para servirse un brandy, uno tras otro. Que tampoco eran tantos, si no Tess, lo Justo para seguir lo bastante sobrio para atender a lo que le decían y responder con coherencia, pero si bastante como para que le importase una hectárea de pepino.

    Y en eso los niños iban reclamando:

    —¿Por que no nos dejas jugar con el Tio Alessio?—preguntó Rummy mosqueado.

    -Si, sabemos que es el hermano de papi, lo hemos sabido solitos ¡Por que es igual a papi pero eñ pequeñito!—continuó Lottie, haciendo el gesto de pequeñito con los dedos casi tocándose.

    Al escuchar eso, Arackniss se atragantó, escupió la bebida y saltó a esconderse detrás de un sillón, para luego quedar medio asomado to cual gatito que sabe que ha hecho algo malo.
    Llevaba ya cerca de dos semanas en el hotel. Dos semanas en las que había recuperado su relación de hermanos con Ángel y parte del tiempo perdido. Y en la que sus sobrinos a escondidas, aprovechaban siempre que podían oara escabullirse a interrumpirle a lo que fuera que estuviera haciendo. Pues por alguna razón se empeñaban eñ cree que si le dejaban bien claro lo mucho que lo querían de forma constante, se quedaría en el hotel, cuando ya lo tenía decidido o no habria pasado ese tiempo alli. Así que, aunque eñ ese momento no estaba [barcat75] aprovechó para servirse un brandy, uno tras otro. Que tampoco eran tantos, si no Tess, lo Justo para seguir lo bastante sobrio para atender a lo que le decían y responder con coherencia, pero si bastante como para que le importase una hectárea de pepino. Y en eso los niños iban reclamando: —¿Por que no nos dejas jugar con el Tio Alessio?—preguntó Rummy mosqueado. -Si, sabemos que es el hermano de papi, lo hemos sabido solitos ¡Por que es igual a papi pero eñ pequeñito!—continuó Lottie, haciendo el gesto de pequeñito con los dedos casi tocándose. Al escuchar eso, Arackniss se atragantó, escupió la bebida y saltó a esconderse detrás de un sillón, para luego quedar medio asomado to cual gatito que sabe que ha hecho algo malo.
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  • 𝑹𝑬𝑻𝑼𝑹𝑵𝑰𝑵𝑮 𝑻𝑶 𝑯𝑶𝑮𝑾𝑨𝑹𝑻𝑺
    Fandom Harry Potter
    Categoría Acción
    Últimamente la mansión de los Malfoy parecía haberse convertido en un hotel de tantas visitas e invitados que tenían. Los únicos rostros conocidos qué Draco había visto durante el verano eran los de sus amigos y el de los padres de sus amigos.

    El resto de los invitados eran conocidos de sus padres, sobre todo de Lucius quien solía mantenerlo alejado de la sala principal de la casa cuando se reunían allí. Nunca se lo había pedido directamente, pero hacia todo lo posible para evitar que estuviera presente cuando ocurrian, incluso le compro una escoba nueva a él y a sus amigos para que se pasaran el día entero practicando y jugando quidditch lejos de la mansión.

    Al principio no le dio importancia, como hijo único, recibir atención y una extensa variedad de regalos era algo normal. Lo habían acostumbrado a eso y era lo que creía hasta que la noche previa a su regreso a clases encontro a un par de elfos domésticos hablando en un corredor sobre lo crueles que eran los magos de rostro plateado que estaban de visita esa noche, fue todo lo que pudo oír porque al acercarse fingieron estar hablando de otra cosa, tampoco le parecio sensato interrogarlos, podría meterse el problemas con su padre solo por dirigirle la palabra a la servidumbre.

    Sin embargo, esa misma noche no pudo dormir. No era imbécil pero se sintió como uno al entender, algo tarde, lo que ocurria en su casa. Los elfos habían hecho una descripción muy boba pero los había entendido, antes de que lo vieran llegar habían estado hablando sobre mortifagos que mientras él trataba de dormir, ellos estaban en la sala. Lucius le había dicho que pronto llegaría el momento en el que sería invitado a esas reuniones y que el señor tenebroso estaba ansioso por conocerlo.

    Draco esperaba que ese momento no llegase nunca, no quería ser parte de lo que fuera que estaban tramando pero su voluntad y palabra nunca habían tenido peso en su hogar. No supo en que momento amanecio o si llego a dormir si quiera que apenas tuvo tiempo de organizar su día.

    Un par de horas después estaba saludando a su madre en la puerta de la mansión, resignandose a que su padre no iba a despedirse de él.

    ──Me asegurare de que tu padre te escriba cuando tenga un descanso── Le dijo ella mientras que los elfos cargaban las pesadas maletas por la escalinata de la entrada. El menor de los Malfoy sabía que eso no iba a suceder, pero no dijo nada, solo asintió para contentar a su madre y se despidió de ella con un fugaz beso en la mejilla.

    Lo único que le agradaba de regresar a Hogwarts era la oportunidad de "huir" de su hogar, aunque eso no le aseguraba que tuviera mejor suerte que en aquel lugar. Le basto con poner un pie dentro del tren para que Blaise Zabini se le acercara corriendo con la el rostro tan desencajado que parecía haber visto el fantasma del mismísimo Salazar Slytherin.

    ──Crei que no vendrías. Pensé que ibas a pedirle a tu padre que hablara con Dumbledore... ── Se lo veía inquieto, incómodo, como si no supiera como decir lo que tenia en mente. ──Es que acabo de pasar por el vagon, allí estan todos y en vistas de que has llegado sobre la hora, te asignaron con ella. Es obvio que nadie quiere soportarla todo el camino, ni siquiera la comadreja, creo que discutieron antes pero no estoy seguro ── Zabini hablaba sin parar, apenas respiraba lo suficiente para no desmayarse por la falta de oxígeno.

    Impaciente por no comprenderlo del todo, Draco lo tomo por los hombros y lo sacudió una sola vez para hacerlo callar.

    ──¿De que diablos estas hablando? ¿Por que mi padre tendría que hablar con el lunático de Dumbledore? ── Los ojos grises del Slytherin buscaban una respuesta a todo ese parloteo pero lo único que veían era una mezcla entre asombro y desagrado. Los alumnos que subían tenían que esquivarlos, estaban ocupando el centro del corredor principal, cerca de los primeros vagones aunque aun faltaban los de primero que eran los últimos en subir.

    ──Te lo dije, tienen que cambiar de lechuza y lamento ser quien te lo diga, pero te nombraron prefecto y por si eso no fuera suficiente castigo, tienes que compartir uno de los vagones para prefectos con la sangre sucia── Lo último lo dijo en voz baja, lo que menos necesitaban en ese momento era empezar el año con algún llamado de atención.

    Malfoy se tomo un momento para procesar que lo había oído y sin más, soltó a su amigo con un empujón para quitarlo de su camino. Avanzó con su equipaje de mano por el corredor, esquivando a otros estudiantes y mirando hacia el interior de cada vagon para dar con el que le correspondía. Era uno de los últimos, un vagón especial para prefectos y el único que no tenía la cortinilla baja en el cristal de la puerta.

    Se detuvo un instante a observar a través del cristal. Sentada a un lado de la ventanilla estaba Hermione, con su clásico cabello alborotado aunque no tanto como años anteriores, y a su lado estaba ese gato naranja que la seguía a todas partes y que al verlo, le bufo enseñado los colmillos.

    Entró sin mucho ánimo, cerrando la puerta tras de si y bajando la cortina. Suponía que iba a tener que ponerse al tanto de lo que habían hablado en la reunión con los Premios Anuales y que iba a tener que esperar a llegar al colegio para exigir cualquier cambio.

    ──Sé que te la dieron a ti. Entregame la estúpida insignia y se breve con lo que tengas que decirme, Granger ── Extendió la palma de la mano en su dirección, pero antes de que pudiera recibir cualquier cosa Crookshanks, el gato mitad kneazle trato de arañarle la mano. El slytherin lo esquivo por poco, de no ser por sus reflejos como buscador en el equipo de quidditch, estaría lamentando una herida.

    ──Y controla a tu bola de pelos deforme o lo voy convertir en una exótica alfombra para el baño de prefectos.

    Hermione Granger
    Últimamente la mansión de los Malfoy parecía haberse convertido en un hotel de tantas visitas e invitados que tenían. Los únicos rostros conocidos qué Draco había visto durante el verano eran los de sus amigos y el de los padres de sus amigos. El resto de los invitados eran conocidos de sus padres, sobre todo de Lucius quien solía mantenerlo alejado de la sala principal de la casa cuando se reunían allí. Nunca se lo había pedido directamente, pero hacia todo lo posible para evitar que estuviera presente cuando ocurrian, incluso le compro una escoba nueva a él y a sus amigos para que se pasaran el día entero practicando y jugando quidditch lejos de la mansión. Al principio no le dio importancia, como hijo único, recibir atención y una extensa variedad de regalos era algo normal. Lo habían acostumbrado a eso y era lo que creía hasta que la noche previa a su regreso a clases encontro a un par de elfos domésticos hablando en un corredor sobre lo crueles que eran los magos de rostro plateado que estaban de visita esa noche, fue todo lo que pudo oír porque al acercarse fingieron estar hablando de otra cosa, tampoco le parecio sensato interrogarlos, podría meterse el problemas con su padre solo por dirigirle la palabra a la servidumbre. Sin embargo, esa misma noche no pudo dormir. No era imbécil pero se sintió como uno al entender, algo tarde, lo que ocurria en su casa. Los elfos habían hecho una descripción muy boba pero los había entendido, antes de que lo vieran llegar habían estado hablando sobre mortifagos que mientras él trataba de dormir, ellos estaban en la sala. Lucius le había dicho que pronto llegaría el momento en el que sería invitado a esas reuniones y que el señor tenebroso estaba ansioso por conocerlo. Draco esperaba que ese momento no llegase nunca, no quería ser parte de lo que fuera que estaban tramando pero su voluntad y palabra nunca habían tenido peso en su hogar. No supo en que momento amanecio o si llego a dormir si quiera que apenas tuvo tiempo de organizar su día. Un par de horas después estaba saludando a su madre en la puerta de la mansión, resignandose a que su padre no iba a despedirse de él. ──Me asegurare de que tu padre te escriba cuando tenga un descanso── Le dijo ella mientras que los elfos cargaban las pesadas maletas por la escalinata de la entrada. El menor de los Malfoy sabía que eso no iba a suceder, pero no dijo nada, solo asintió para contentar a su madre y se despidió de ella con un fugaz beso en la mejilla. Lo único que le agradaba de regresar a Hogwarts era la oportunidad de "huir" de su hogar, aunque eso no le aseguraba que tuviera mejor suerte que en aquel lugar. Le basto con poner un pie dentro del tren para que Blaise Zabini se le acercara corriendo con la el rostro tan desencajado que parecía haber visto el fantasma del mismísimo Salazar Slytherin. ──Crei que no vendrías. Pensé que ibas a pedirle a tu padre que hablara con Dumbledore... ── Se lo veía inquieto, incómodo, como si no supiera como decir lo que tenia en mente. ──Es que acabo de pasar por el vagon, allí estan todos y en vistas de que has llegado sobre la hora, te asignaron con ella. Es obvio que nadie quiere soportarla todo el camino, ni siquiera la comadreja, creo que discutieron antes pero no estoy seguro ── Zabini hablaba sin parar, apenas respiraba lo suficiente para no desmayarse por la falta de oxígeno. Impaciente por no comprenderlo del todo, Draco lo tomo por los hombros y lo sacudió una sola vez para hacerlo callar. ──¿De que diablos estas hablando? ¿Por que mi padre tendría que hablar con el lunático de Dumbledore? ── Los ojos grises del Slytherin buscaban una respuesta a todo ese parloteo pero lo único que veían era una mezcla entre asombro y desagrado. Los alumnos que subían tenían que esquivarlos, estaban ocupando el centro del corredor principal, cerca de los primeros vagones aunque aun faltaban los de primero que eran los últimos en subir. ──Te lo dije, tienen que cambiar de lechuza y lamento ser quien te lo diga, pero te nombraron prefecto y por si eso no fuera suficiente castigo, tienes que compartir uno de los vagones para prefectos con la sangre sucia── Lo último lo dijo en voz baja, lo que menos necesitaban en ese momento era empezar el año con algún llamado de atención. Malfoy se tomo un momento para procesar que lo había oído y sin más, soltó a su amigo con un empujón para quitarlo de su camino. Avanzó con su equipaje de mano por el corredor, esquivando a otros estudiantes y mirando hacia el interior de cada vagon para dar con el que le correspondía. Era uno de los últimos, un vagón especial para prefectos y el único que no tenía la cortinilla baja en el cristal de la puerta. Se detuvo un instante a observar a través del cristal. Sentada a un lado de la ventanilla estaba Hermione, con su clásico cabello alborotado aunque no tanto como años anteriores, y a su lado estaba ese gato naranja que la seguía a todas partes y que al verlo, le bufo enseñado los colmillos. Entró sin mucho ánimo, cerrando la puerta tras de si y bajando la cortina. Suponía que iba a tener que ponerse al tanto de lo que habían hablado en la reunión con los Premios Anuales y que iba a tener que esperar a llegar al colegio para exigir cualquier cambio. ──Sé que te la dieron a ti. Entregame la estúpida insignia y se breve con lo que tengas que decirme, Granger ── Extendió la palma de la mano en su dirección, pero antes de que pudiera recibir cualquier cosa Crookshanks, el gato mitad kneazle trato de arañarle la mano. El slytherin lo esquivo por poco, de no ser por sus reflejos como buscador en el equipo de quidditch, estaría lamentando una herida. ──Y controla a tu bola de pelos deforme o lo voy convertir en una exótica alfombra para el baño de prefectos. [cozygryffindor93]
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  • Aunque tenía que trabajar, se levantó algo tarde aquel día, simplemente estaba cansado. Pero, cuando lo salió lo hizo a tiempo de ver corretear a sus hijos hacia la habitación de de Arackniss, farfullando algo sobre que querían jugar con su Tio Alessio y que se quedase en el hotel.

    Ángel alzó una ceja y es que dudaba que su hermano les hubiera dicho nada. En silencio y dejando espacio los siguió y cuando los niños irrumpieron en la habitacion de Arackniss, se escuchó un gruñido y maldiciones eñ italiano. Al parecer este habia seguido dormido hasta el momento.

    Con cautela se asomó por el marco de la puerta y vió, como Lottie y Rummy ya estaban atosigando lo. El primero con muchas, muchas preguntas y toqueteando sus pertenencias, eñ su mayoría claramente de la mafia familiar, y hasta el sobrero de su Tio se había puesto. Le quedaba cómica,emte perfecto, mientras tanto Lottery, estaba subida a su espalda haciéndole peinaditos. Ángel tuvo que apretar los labios para no estallar en carcajadas al ver el panorama. Por que, por supuesto, Arackniss tenía cara de estar realmente enfadado con el mundo, pese a no oponer resistencia. Su hermano se dió cuenta y lo miró de reojo, con una cara que claramente gritaba:

    “ayúdame” señaló a los niños. Y aunque, Ángel le había dicho a Husk que su hermano no se acercaría a los niños… Técnicamente, ahora eran ellos los que se habían abalanzado sobre él, así que se encogió de hombros con una sonrisa y se fue a trabajar de un excelente humor.
    Aunque tenía que trabajar, se levantó algo tarde aquel día, simplemente estaba cansado. Pero, cuando lo salió lo hizo a tiempo de ver corretear a sus hijos hacia la habitación de de Arackniss, farfullando algo sobre que querían jugar con su Tio Alessio y que se quedase en el hotel. Ángel alzó una ceja y es que dudaba que su hermano les hubiera dicho nada. En silencio y dejando espacio los siguió y cuando los niños irrumpieron en la habitacion de Arackniss, se escuchó un gruñido y maldiciones eñ italiano. Al parecer este habia seguido dormido hasta el momento. Con cautela se asomó por el marco de la puerta y vió, como Lottie y Rummy ya estaban atosigando lo. El primero con muchas, muchas preguntas y toqueteando sus pertenencias, eñ su mayoría claramente de la mafia familiar, y hasta el sobrero de su Tio se había puesto. Le quedaba cómica,emte perfecto, mientras tanto Lottery, estaba subida a su espalda haciéndole peinaditos. Ángel tuvo que apretar los labios para no estallar en carcajadas al ver el panorama. Por que, por supuesto, Arackniss tenía cara de estar realmente enfadado con el mundo, pese a no oponer resistencia. Su hermano se dió cuenta y lo miró de reojo, con una cara que claramente gritaba: “ayúdame” señaló a los niños. Y aunque, Ángel le había dicho a Husk que su hermano no se acercaría a los niños… Técnicamente, ahora eran ellos los que se habían abalanzado sobre él, así que se encogió de hombros con una sonrisa y se fue a trabajar de un excelente humor.
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  • Segundo día en el hotel. Sus sobrinos han aprovechado que sus padres han tenido que salir, para insistirle en jugar con ellos, Lottie le ha hecho peinaditos y le ha llenado la cabeza de lacitos. En su mayoría, rosas.

    Por lo demás, está bastante tranquilo ahí. Puede que incluso aburrido.
    Segundo día en el hotel. Sus sobrinos han aprovechado que sus padres han tenido que salir, para insistirle en jugar con ellos, Lottie le ha hecho peinaditos y le ha llenado la cabeza de lacitos. En su mayoría, rosas. Por lo demás, está bastante tranquilo ahí. Puede que incluso aburrido.
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