• Después de meses en las sombras, Emma Müller volvió a cruzar las puertas de la UAC sin necesidad de ocultarse. Sus pasos resonaban firmes en el pasillo, aunque sus ojos oscuros aún guardaban rastros de lo que había vivido lejos de todos. Nadie sabía con exactitud a qué se había enfrentado, sólo que su ausencia había sido necesaria… y peligrosa.

    Algunos levantaron la vista sorprendidos al verla. Otros, simplemente asintieron, como si su regreso fuera parte de un plan que no necesitaba explicación. Ella, fiel a su estilo, no ofreció muchas palabras. Llevaba su chaqueta negra, su carpeta bajo el brazo y ese gesto serio que siempre la acompañaba. Pero esta vez, había algo distinto: se movía con más soltura, más segura, como si las heridas de antes ya no pesaran tanto.

    Se sentó en su escritorio, dejó su bolso a un lado y encendió el monitor. El fondo de pantalla seguía siendo el mismo: un amanecer sobre una ciudad que sólo ella reconocía. Respiró hondo.

    —Estoy de vuelta —murmuró, apenas audible, antes de sumergirse otra vez en los expedientes. Y con eso, la sombra de Emma Müller volvió a formar parte del equipo.
    Después de meses en las sombras, Emma Müller volvió a cruzar las puertas de la UAC sin necesidad de ocultarse. Sus pasos resonaban firmes en el pasillo, aunque sus ojos oscuros aún guardaban rastros de lo que había vivido lejos de todos. Nadie sabía con exactitud a qué se había enfrentado, sólo que su ausencia había sido necesaria… y peligrosa. Algunos levantaron la vista sorprendidos al verla. Otros, simplemente asintieron, como si su regreso fuera parte de un plan que no necesitaba explicación. Ella, fiel a su estilo, no ofreció muchas palabras. Llevaba su chaqueta negra, su carpeta bajo el brazo y ese gesto serio que siempre la acompañaba. Pero esta vez, había algo distinto: se movía con más soltura, más segura, como si las heridas de antes ya no pesaran tanto. Se sentó en su escritorio, dejó su bolso a un lado y encendió el monitor. El fondo de pantalla seguía siendo el mismo: un amanecer sobre una ciudad que sólo ella reconocía. Respiró hondo. —Estoy de vuelta —murmuró, apenas audible, antes de sumergirse otra vez en los expedientes. Y con eso, la sombra de Emma Müller volvió a formar parte del equipo.
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  • No sé qué me dio exactamente a las dos y cuarenta y tres de la mañana. Tal vez fue el insomnio, tal vez el antojo, o tal vez simplemente el aburrimiento. Pero en cuanto pensé en el pudín de vainilla que guardaban en el comedor, supe que no había vuelta atrás.

    Salí de la habitación sin hacer ruido, con la linterna de mi reloj iluminando apenas lo justo. Fui tocando las puertas de mis compañeros uno por uno, con una sonrisa imposible de ocultar.

    —Despierten, dormilones. Operación Pudín está en marcha.

    El primero en abrir fue Ryan, con el cabello hecho un desastre y cara de “si me matas, lo agradeceré”.

    —¿Emma? ¿Qué demonios…?

    —Pudín, Ryan. Dulce, frío, cremoso… Pudín. En el comedor. Ahora.

    En menos de diez minutos éramos cinco, caminando en fila india por los pasillos como si fuéramos parte de una operación secreta del gobierno. Nadie hablaba fuerte. Nadie quería llamar la atención. Solo se escuchaban las risitas ahogadas y el crujido de las botas deslizándose por el suelo.

    Cuando abrimos el refrigerador y vi los botes con la etiqueta “NO TOCAR – INVENTARIO”, sentí que se me iluminaba el alma.

    —Vamos a ir al infierno —murmuró Mia, mirando alrededor nerviosa.

    —Probablemente. Pero primero, vamos a ir al cielo —dije, metiendo la cuchara en el primero.

    No habíamos terminado el segundo bote cuando la maldita luz se encendió de golpe. Y ahí estaba él: el capitán Holloway. De pie, en pijama, con los brazos cruzados y esa expresión que solo significa una cosa: muerte lenta y dolorosa.

    —¿Disfrutando la cena? —preguntó, con una calma tan peligrosa que hasta el pudín se me congeló en la boca.

    Tragué. Nadie dijo nada.

    —Cinco minutos. Afuera. Uniforme completo. Los quiero empapados y corriendo antes de que se arrepientan de haber nacido.

    3:28 a.m. — Bajo la lluvia

    No sabía que podía llover así. Era como si el cielo nos castigara en sincronía con el capitán. Corrimos, saltamos, arrastramos cuerdas, cruzamos lodo, trepamos muros, y todo con el barro metido hasta en los dientes. Mis piernas ardían, mis pulmones gritaban, pero no podía dejar de reírme entre cada orden que nos ladraba.

    —¿Vale la pena? —gritó Ryan mientras se sacudía el barro.

    —Cada maldita cucharada —le grité de vuelta, empapada, temblando y feliz como una loca.

    Terminamos el castigo a las cinco y media. Exhaustos, congelados, y con la promesa de no volver a hacerlo jamás. Al menos, no hasta que vuelva a haber pudín en el refrigerador.
    No sé qué me dio exactamente a las dos y cuarenta y tres de la mañana. Tal vez fue el insomnio, tal vez el antojo, o tal vez simplemente el aburrimiento. Pero en cuanto pensé en el pudín de vainilla que guardaban en el comedor, supe que no había vuelta atrás. Salí de la habitación sin hacer ruido, con la linterna de mi reloj iluminando apenas lo justo. Fui tocando las puertas de mis compañeros uno por uno, con una sonrisa imposible de ocultar. —Despierten, dormilones. Operación Pudín está en marcha. El primero en abrir fue Ryan, con el cabello hecho un desastre y cara de “si me matas, lo agradeceré”. —¿Emma? ¿Qué demonios…? —Pudín, Ryan. Dulce, frío, cremoso… Pudín. En el comedor. Ahora. En menos de diez minutos éramos cinco, caminando en fila india por los pasillos como si fuéramos parte de una operación secreta del gobierno. Nadie hablaba fuerte. Nadie quería llamar la atención. Solo se escuchaban las risitas ahogadas y el crujido de las botas deslizándose por el suelo. Cuando abrimos el refrigerador y vi los botes con la etiqueta “NO TOCAR – INVENTARIO”, sentí que se me iluminaba el alma. —Vamos a ir al infierno —murmuró Mia, mirando alrededor nerviosa. —Probablemente. Pero primero, vamos a ir al cielo —dije, metiendo la cuchara en el primero. No habíamos terminado el segundo bote cuando la maldita luz se encendió de golpe. Y ahí estaba él: el capitán Holloway. De pie, en pijama, con los brazos cruzados y esa expresión que solo significa una cosa: muerte lenta y dolorosa. —¿Disfrutando la cena? —preguntó, con una calma tan peligrosa que hasta el pudín se me congeló en la boca. Tragué. Nadie dijo nada. —Cinco minutos. Afuera. Uniforme completo. Los quiero empapados y corriendo antes de que se arrepientan de haber nacido. 3:28 a.m. — Bajo la lluvia No sabía que podía llover así. Era como si el cielo nos castigara en sincronía con el capitán. Corrimos, saltamos, arrastramos cuerdas, cruzamos lodo, trepamos muros, y todo con el barro metido hasta en los dientes. Mis piernas ardían, mis pulmones gritaban, pero no podía dejar de reírme entre cada orden que nos ladraba. —¿Vale la pena? —gritó Ryan mientras se sacudía el barro. —Cada maldita cucharada —le grité de vuelta, empapada, temblando y feliz como una loca. Terminamos el castigo a las cinco y media. Exhaustos, congelados, y con la promesa de no volver a hacerlo jamás. Al menos, no hasta que vuelva a haber pudín en el refrigerador.
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  • —Las cuchillas silban suavemente al cortar la superficie. Mis brazos se extienden, como si pudiera volar si solo me atreviera a dejar de pensar. Todo se vuelve liviano, menos el peso que llevo dentro. Ese siempre está ahí.

    Giro. La velocidad se convierte en vértigo, pero no me detengo. Cuanto más rápido voy, menos espacio hay para los recuerdos. Para las voces. Para todo lo que me hizo querer estar sola esta noche.

    Una vuelta más. El corazón late con fuerza, no de miedo, sino de libertad. Aquí no hay juicios, ni pasados, ni futuros inciertos. Solo este momento. Solo el hielo, mi sombra alargada, y la sensación de que, al menos por ahora, soy algo más que las cicatrices que cargo.

    Me detengo, el aliento agitado dibujando nubes blancas en el aire. Sonrío, apenas. No por felicidad. Por alivio.

    Aquí soy solo Emma. Y eso, por un rato, basta.—
    —Las cuchillas silban suavemente al cortar la superficie. Mis brazos se extienden, como si pudiera volar si solo me atreviera a dejar de pensar. Todo se vuelve liviano, menos el peso que llevo dentro. Ese siempre está ahí. Giro. La velocidad se convierte en vértigo, pero no me detengo. Cuanto más rápido voy, menos espacio hay para los recuerdos. Para las voces. Para todo lo que me hizo querer estar sola esta noche. Una vuelta más. El corazón late con fuerza, no de miedo, sino de libertad. Aquí no hay juicios, ni pasados, ni futuros inciertos. Solo este momento. Solo el hielo, mi sombra alargada, y la sensación de que, al menos por ahora, soy algo más que las cicatrices que cargo. Me detengo, el aliento agitado dibujando nubes blancas en el aire. Sonrío, apenas. No por felicidad. Por alivio. Aquí soy solo Emma. Y eso, por un rato, basta.—
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  • FLASHBACK – Años atrás
    Ciudad de Nueva York – 2:17 a.m.

    Las sirenas de las patrullas cortaban la noche como cuchillas. Emma corría, su arma empuñada, el corazón latiéndole con fuerza pero su rostro inexpresivo, como si su cuerpo se moviera por inercia.

    —¡Sujeto masculino, abrigo gris, dirección norte por la 53! —gritó por la radio.

    Acababa de salir de la academia. Primera misión real con la UAC. El caso: un asesino en serie que dejaba mensajes codificados en los cuerpos. Ella había logrado descifrar la ubicación del siguiente posible ataque. Pero cuando llegaron, el caos estalló.

    Vio una figura correr. Coincidía con la descripción. El arma en su mano brillaba bajo la luz de un farol. No había tiempo para dudar.

    —¡Alto! ¡Policía! ¡Suelta el arma!

    La figura no se detuvo. Giró en seco, moviendo los brazos, y Emma disparó. Una, dos veces. El cuerpo cayó pesadamente al suelo.

    Se acercó con rapidez. El hombre yacía boca arriba. Sangre en el asfalto. El arma… no era un arma. Era un teléfono. Y sus ojos abiertos no mostraban amenaza, sino terror.

    —Mierda… —murmuró Emma, arrodillándose junto al cuerpo—. No…

    —¡Müller! —La voz de su supervisor tronó detrás de ella—. ¡¿Qué hiciste?!

    Las sirenas se apagaron. El mundo quedó en silencio. Más tarde, sabría que el verdadero sospechoso había huido en dirección opuesta. El hombre al que disparó era un civil que intentaba grabar el operativo.

    La investigación interna la exoneró. "Fue un error comprensible", dijeron. "Un malentendido en condiciones extremas". Pero Emma no olvidó el rostro de aquel hombre. Ni cómo su dedo no titubeó en el gatillo.

    Desde esa noche, algo cambió en ella. Se volvió más fría, más precisa. Y más silenciosa. Porque supo que en su mundo, un error podía costar una vida. Y ella ya había cargado con una.
    FLASHBACK – Años atrás Ciudad de Nueva York – 2:17 a.m. Las sirenas de las patrullas cortaban la noche como cuchillas. Emma corría, su arma empuñada, el corazón latiéndole con fuerza pero su rostro inexpresivo, como si su cuerpo se moviera por inercia. —¡Sujeto masculino, abrigo gris, dirección norte por la 53! —gritó por la radio. Acababa de salir de la academia. Primera misión real con la UAC. El caso: un asesino en serie que dejaba mensajes codificados en los cuerpos. Ella había logrado descifrar la ubicación del siguiente posible ataque. Pero cuando llegaron, el caos estalló. Vio una figura correr. Coincidía con la descripción. El arma en su mano brillaba bajo la luz de un farol. No había tiempo para dudar. —¡Alto! ¡Policía! ¡Suelta el arma! La figura no se detuvo. Giró en seco, moviendo los brazos, y Emma disparó. Una, dos veces. El cuerpo cayó pesadamente al suelo. Se acercó con rapidez. El hombre yacía boca arriba. Sangre en el asfalto. El arma… no era un arma. Era un teléfono. Y sus ojos abiertos no mostraban amenaza, sino terror. —Mierda… —murmuró Emma, arrodillándose junto al cuerpo—. No… —¡Müller! —La voz de su supervisor tronó detrás de ella—. ¡¿Qué hiciste?! Las sirenas se apagaron. El mundo quedó en silencio. Más tarde, sabría que el verdadero sospechoso había huido en dirección opuesta. El hombre al que disparó era un civil que intentaba grabar el operativo. La investigación interna la exoneró. "Fue un error comprensible", dijeron. "Un malentendido en condiciones extremas". Pero Emma no olvidó el rostro de aquel hombre. Ni cómo su dedo no titubeó en el gatillo. Desde esa noche, algo cambió en ella. Se volvió más fría, más precisa. Y más silenciosa. Porque supo que en su mundo, un error podía costar una vida. Y ella ya había cargado con una.
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  • La tenue luz del baño parpadeaba por momentos, reflejándose en el espejo empañado por el vapor. Emma se sostenía el borde del lavamanos con ambas manos, la piel pálida por el cansancio y el sudor frío. Con lentitud, levantó la camiseta, revelando la cicatriz que surcaba su cuerpo desde el costado hasta el abdomen. A pesar del tiempo, aún ardía como si fuese reciente. Sus dedos rozaron la piel marcada, y el temblor en sus manos fue lo último que sintió antes de que el pasado la arrastrara sin piedad.

    [FLASHBACK]

    El lugar era oscuro, húmedo, con un hedor metálico que se mezclaba con el del miedo. Las manos de Emma estaban atadas por encima de su cabeza, colgando de una viga de hierro oxidado. La sangre goteaba lentamente desde su costado, y cada respiración era un suplicio.

    —No es nada personal, preciosa. Solo quiero ver cuánto puede soportar una pequeña policía como tú, —dijo una voz masculina desde la oscuridad. Luego, el filo del cuchillo volvió a rozarle la piel, y esta vez, descendió en línea recta por su abdomen. El grito de Emma se ahogó entre dientes apretados. No le daría el gusto.

    Durante días, tal vez semanas —había perdido la noción del tiempo—, la mantuvieron ahí. Tortura física, mental. Se burlaban de ella, le hablaban al oído cosas que no quería recordar. Pero nunca se quebró. Nunca lloró frente a ellos.

    Hasta que una noche, los gritos fueron otros. Gritos de hombres, disparos. Luces cegadoras. Todo fue rápido, confuso. Unos brazos firmes la descolgaron. Voces conocidas la llamaban por su nombre.

    —Tranquila, Emma. Ya estás a salvo. Te tenemos.

    Era la Unidad de Análisis de Conducta. Un operativo de rescate que nadie esperó para alguien como ella, una simple policía de bajo rango. Ellos la sacaron de ese infierno. Pero nunca atraparon al responsable principal. El que dio la orden. El que la eligió.

    [FIN DEL FLASHBACK]

    Emma se obligó a respirar profundo mientras volvía al presente. Observó su reflejo. No con lástima. Sino con determinación. Aquella cicatriz no era solo un recuerdo. Era una promesa.

    —Por eso estás en la UAC… para encontrarlo. Y terminar con él.
    La tenue luz del baño parpadeaba por momentos, reflejándose en el espejo empañado por el vapor. Emma se sostenía el borde del lavamanos con ambas manos, la piel pálida por el cansancio y el sudor frío. Con lentitud, levantó la camiseta, revelando la cicatriz que surcaba su cuerpo desde el costado hasta el abdomen. A pesar del tiempo, aún ardía como si fuese reciente. Sus dedos rozaron la piel marcada, y el temblor en sus manos fue lo último que sintió antes de que el pasado la arrastrara sin piedad. [FLASHBACK] El lugar era oscuro, húmedo, con un hedor metálico que se mezclaba con el del miedo. Las manos de Emma estaban atadas por encima de su cabeza, colgando de una viga de hierro oxidado. La sangre goteaba lentamente desde su costado, y cada respiración era un suplicio. —No es nada personal, preciosa. Solo quiero ver cuánto puede soportar una pequeña policía como tú, —dijo una voz masculina desde la oscuridad. Luego, el filo del cuchillo volvió a rozarle la piel, y esta vez, descendió en línea recta por su abdomen. El grito de Emma se ahogó entre dientes apretados. No le daría el gusto. Durante días, tal vez semanas —había perdido la noción del tiempo—, la mantuvieron ahí. Tortura física, mental. Se burlaban de ella, le hablaban al oído cosas que no quería recordar. Pero nunca se quebró. Nunca lloró frente a ellos. Hasta que una noche, los gritos fueron otros. Gritos de hombres, disparos. Luces cegadoras. Todo fue rápido, confuso. Unos brazos firmes la descolgaron. Voces conocidas la llamaban por su nombre. —Tranquila, Emma. Ya estás a salvo. Te tenemos. Era la Unidad de Análisis de Conducta. Un operativo de rescate que nadie esperó para alguien como ella, una simple policía de bajo rango. Ellos la sacaron de ese infierno. Pero nunca atraparon al responsable principal. El que dio la orden. El que la eligió. [FIN DEL FLASHBACK] Emma se obligó a respirar profundo mientras volvía al presente. Observó su reflejo. No con lástima. Sino con determinación. Aquella cicatriz no era solo un recuerdo. Era una promesa. —Por eso estás en la UAC… para encontrarlo. Y terminar con él.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    ㅤ-`ღ´- #Waifu
    ㅤ ¿Acaso extrañaban ver waifus por aquí?

    #EmmaFrost #WhiteQueen #XMen #Marvel #Comics

    https://www.pixiv.net/en/artworks/105809382
    ㅤ ㅤ-`ღ´- #Waifu ㅤ ¿Acaso extrañaban ver waifus por aquí? #EmmaFrost #WhiteQueen #XMen #Marvel #Comics ㅤ https://www.pixiv.net/en/artworks/105809382
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  • Ni siquiera Emma era capaz de darse cuenta del influjo que Killian Jones ejercía sobre ella. No era capaz de darse cuenta del modo en que lo miraba, de la forma en que se movía al mismo compás que él.

    Incluso a pesar de haber recuperado sus recuerdos escasas horas atrás. Incluso a pesar de desconfiar de él... Pero era instintivo... Era algo que no podía controlar... Y que no quería entender.
    Ni siquiera Emma era capaz de darse cuenta del influjo que [CrocodileHunter] ejercía sobre ella. No era capaz de darse cuenta del modo en que lo miraba, de la forma en que se movía al mismo compás que él. Incluso a pesar de haber recuperado sus recuerdos escasas horas atrás. Incluso a pesar de desconfiar de él... Pero era instintivo... Era algo que no podía controlar... Y que no quería entender.
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  • 𝘚𝘩𝘢𝘥𝘰𝘸𝘴 𝘢𝘯𝘥 𝘣𝘭𝘰𝘰𝘥
    Fandom SH / ACOTAR ( crossover )
    Categoría Crossover
    Problemas era su segundo nombre, no prudente y con mente clara para tratar con los conflictos de manera inteligente.

    A solo pocos minutos de ser alertados todos los cazadores de sombras adultos sobre una reunión urgente y teniendo la opción de quedarse a esperar ser notificados sobre cualquier anomalia, decidir espiar al consejo e infiltrarse de manera ilegal en las celdas del Gard con la pequeña mano de un brujo líder de su especie con la premisa 'No tarden mucho', parecía mucho mejor idea. Aunque las protestas de Julian eran bastante persuasivas, no consiguieron desalentar al grupo de cuatro que tomaron rutas diferentes; Julian en las escaleras bien preparado para alertar sobre visitas inesperadas mientras que Ty y Kit tomaban la ruta externa para dar una ayuda de ser necesaria y sacarlos de la prisión por alguna de las celdas vacías, por si el interrogatorio salia mal. Algunos otros, permanecieron al margen, nadie quería a un grupo enorme dando vueltas en una sesión de emergencia.

    Un instinto invito a Emma a dejar a Cortana en la entrada y quedar desarmada frente al forastero; ni hada, ni ser mágico, al menos no del todo. Alas de gran magnitud y adamas en todas partes de las extremidades a excepción de las alas ¿Por desconocimiento o por preservacion? No lo sabia y tampoco es como si quisiera saberlo, pensar en tortura o cualquier desmembramiento le enfermaba, incluso para ser su propia especie.

    -Ei, tu. Tipo de las alas. -Saludo Emma en un susurro mucho mas alto de lo que ella misma espero, intentando parecer amigable o quizás comprobar si estaba despierto, los nervios y curiosidad la tenían mas inquieta que de costumbre, tal vez Julian seria mejor para estas cosa, pero perdió su oportunidad con la barita mas pequeña en el sorteo.- ¿Estas despierto?

    With: 𝕮assian  ︎ ︎ ︎ ︎
    Problemas era su segundo nombre, no prudente y con mente clara para tratar con los conflictos de manera inteligente. A solo pocos minutos de ser alertados todos los cazadores de sombras adultos sobre una reunión urgente y teniendo la opción de quedarse a esperar ser notificados sobre cualquier anomalia, decidir espiar al consejo e infiltrarse de manera ilegal en las celdas del Gard con la pequeña mano de un brujo líder de su especie con la premisa 'No tarden mucho', parecía mucho mejor idea. Aunque las protestas de Julian eran bastante persuasivas, no consiguieron desalentar al grupo de cuatro que tomaron rutas diferentes; Julian en las escaleras bien preparado para alertar sobre visitas inesperadas mientras que Ty y Kit tomaban la ruta externa para dar una ayuda de ser necesaria y sacarlos de la prisión por alguna de las celdas vacías, por si el interrogatorio salia mal. Algunos otros, permanecieron al margen, nadie quería a un grupo enorme dando vueltas en una sesión de emergencia. Un instinto invito a Emma a dejar a Cortana en la entrada y quedar desarmada frente al forastero; ni hada, ni ser mágico, al menos no del todo. Alas de gran magnitud y adamas en todas partes de las extremidades a excepción de las alas ¿Por desconocimiento o por preservacion? No lo sabia y tampoco es como si quisiera saberlo, pensar en tortura o cualquier desmembramiento le enfermaba, incluso para ser su propia especie. -Ei, tu. Tipo de las alas. -Saludo Emma en un susurro mucho mas alto de lo que ella misma espero, intentando parecer amigable o quizás comprobar si estaba despierto, los nervios y curiosidad la tenían mas inquieta que de costumbre, tal vez Julian seria mejor para estas cosa, pero perdió su oportunidad con la barita mas pequeña en el sorteo.- ¿Estas despierto? With: [General.and.Commander]
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    #Ro por culpa de tik tok me ha hecho cambiar de carrera universitaria a Emma, está en su último año de medicina legal. Será mi Silvia gringa pero hetero y con un final feliz
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  • Forse le cose dovrebbero andare così, dovrei vendicarmi o lasciarlo andare? Per me è un dilemma...

    -La rubia está en un bar bebiendo sola, ahora sabe las intenciones de Ryan, pero no le dice nada aún quiere saber hasta donde quiere llegar-
    Forse le cose dovrebbero andare così, dovrei vendicarmi o lasciarlo andare? Per me è un dilemma... -La rubia está en un bar bebiendo sola, ahora sabe las intenciones de Ryan, pero no le dice nada aún quiere saber hasta donde quiere llegar-
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