• Se le ha metido a Keira a la cabeza la idea de hacer ejercicio y dejar de comer.
    ¿Cómo le explico?... Aún pesando 200 kg yo entrenaré para levantarla en mis brazos.

    Además... *tose*.... Me encantan sus rollitos, su pancita suave...*tose* y no se digan sus muslos *tose¨*

    En fin.... a entrenar para que mi conejita siga siendo feliz y suavecita.

    *Motivación restaurada /?*
    Se le ha metido a Keira a la cabeza la idea de hacer ejercicio y dejar de comer. ¿Cómo le explico?... Aún pesando 200 kg yo entrenaré para levantarla en mis brazos. Además... *tose*.... Me encantan sus rollitos, su pancita suave...*tose* y no se digan sus muslos *tose¨* En fin.... a entrenar para que mi conejita siga siendo feliz y suavecita. *Motivación restaurada /?*
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  • Aquel era un día aburrido. No tenía deberes de la universidad y tampoco tenía trabajos recientes por los cuales debiera preocuparse; tampoco había hecho planes para salir, y sus hermanas habían aprovechado el día para ir a visitar a los abuelos. ¿En qué momento había pensado que era buena idea quedarse en casa para hacer nada? Quizás en el momento que no le habían dado la opción de acompañarlas. Tanto Irina como Irisha habían dejado la residencia familiar antes de que él despertara de su segundo sueño. Nikolay había tenido problemas para dormir la noche anterior y, aunque se había despertado temprano, el sueño le había terminado de vencer haciéndolo despertarse cerca del medio día.

    Casi toda la tarde, luego del almuerzo, sea había pasado mirando su teléfono celular en búsqueda de una actividad interesante, algo que ver o que hacer para aventurarse a salir de casa. Sin embargo, mientras que bajaba en su línea de tiempo en Facebook, se encontró con un video que captó su atención: Era un drama chino, con un título un tanto largo y absurdo, que usaba una voz robótica y común de mujer para traducir a su idioma. ¿Esas eran las novelas chinas que sus hermanas ocasionalmente veían? Quizá. No sabía qué tenían de interesantes pero, conforme la historia fue avanzando, se sintió más y más metido en ella hasta que el video finalizó. Estaba incompleto, era la parte uno de dos, se había quedado en la mejor parte y ahora necesitaba entender qué había pasado y si Lin Sunsheng había logrado vengarse de su hermana por lo que le hiciera en su vida pasada.

    A pesar de entrar al perfil del dueño y revisar sus últimos videos, Nikolay no pudo encontrarlo. Era absurdo que tuviesen un montón de videos de historias similares pero que, en los primeros treinta, no estuviese la continuación de la historia que quería. Aún así, prefirió no darle demasiada atención y se metió a otra historia. ¿Por qué casi todas tocaban el mismo tema de una segunda vida para vengarse? ¿por qué muchas veces la venganza se veía tan lejana? Eran un tanto absurdos, porque los intentos de la protagonista siempre se veían forzados de alguna manera estúpida, y ni hablar de las veces en que terminaba quedándose sola sin ningún apoyo delante de los maleantes. Era una fórmula sosa, repetitiva... Y aún así era bastante adictiva.

    Nikolay había visto ya unos ocho o diez videos similares, de una duración de entre veinte a treinta minutos, se había olvidado por completo del mundo exterior hasta que su teléfono le advirtió que la batería estaba próxima a terminarse. Fue allí donde notó que el tiempo se le había ido en nada: No había buscado una actividad que hacer, no había visto algun restaurante o café para visitar y, al final del día, no había salido de casa como un adolescente de su edad.

    Y si... ¿Y si él también tenía la oportunidad de renacer, algún día, para enmendar sus errores del pasado? Nikolay suspiró y apoyó la cabeza contra el espaldar del asiento. Sin duda, muchas cosas serian diferentes, muchas otras cambiarían y, probablemente, no tendría que verse forzado a guardad silencio por el resto de su vida ante las amenazas de un familiar cercano.

    « Ojalá mi vida fuese como ese drama chino de Sunsheng. »
    Aquel era un día aburrido. No tenía deberes de la universidad y tampoco tenía trabajos recientes por los cuales debiera preocuparse; tampoco había hecho planes para salir, y sus hermanas habían aprovechado el día para ir a visitar a los abuelos. ¿En qué momento había pensado que era buena idea quedarse en casa para hacer nada? Quizás en el momento que no le habían dado la opción de acompañarlas. Tanto Irina como Irisha habían dejado la residencia familiar antes de que él despertara de su segundo sueño. Nikolay había tenido problemas para dormir la noche anterior y, aunque se había despertado temprano, el sueño le había terminado de vencer haciéndolo despertarse cerca del medio día. Casi toda la tarde, luego del almuerzo, sea había pasado mirando su teléfono celular en búsqueda de una actividad interesante, algo que ver o que hacer para aventurarse a salir de casa. Sin embargo, mientras que bajaba en su línea de tiempo en Facebook, se encontró con un video que captó su atención: Era un drama chino, con un título un tanto largo y absurdo, que usaba una voz robótica y común de mujer para traducir a su idioma. ¿Esas eran las novelas chinas que sus hermanas ocasionalmente veían? Quizá. No sabía qué tenían de interesantes pero, conforme la historia fue avanzando, se sintió más y más metido en ella hasta que el video finalizó. Estaba incompleto, era la parte uno de dos, se había quedado en la mejor parte y ahora necesitaba entender qué había pasado y si Lin Sunsheng había logrado vengarse de su hermana por lo que le hiciera en su vida pasada. A pesar de entrar al perfil del dueño y revisar sus últimos videos, Nikolay no pudo encontrarlo. Era absurdo que tuviesen un montón de videos de historias similares pero que, en los primeros treinta, no estuviese la continuación de la historia que quería. Aún así, prefirió no darle demasiada atención y se metió a otra historia. ¿Por qué casi todas tocaban el mismo tema de una segunda vida para vengarse? ¿por qué muchas veces la venganza se veía tan lejana? Eran un tanto absurdos, porque los intentos de la protagonista siempre se veían forzados de alguna manera estúpida, y ni hablar de las veces en que terminaba quedándose sola sin ningún apoyo delante de los maleantes. Era una fórmula sosa, repetitiva... Y aún así era bastante adictiva. Nikolay había visto ya unos ocho o diez videos similares, de una duración de entre veinte a treinta minutos, se había olvidado por completo del mundo exterior hasta que su teléfono le advirtió que la batería estaba próxima a terminarse. Fue allí donde notó que el tiempo se le había ido en nada: No había buscado una actividad que hacer, no había visto algun restaurante o café para visitar y, al final del día, no había salido de casa como un adolescente de su edad. Y si... ¿Y si él también tenía la oportunidad de renacer, algún día, para enmendar sus errores del pasado? Nikolay suspiró y apoyó la cabeza contra el espaldar del asiento. Sin duda, muchas cosas serian diferentes, muchas otras cambiarían y, probablemente, no tendría que verse forzado a guardad silencio por el resto de su vida ante las amenazas de un familiar cercano. « Ojalá mi vida fuese como ese drama chino de Sunsheng. »
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  • Un dia un extranjero llegó al bar, armado con su app de traducción y ganas de conocer a los locales.
    La chqrla se extendió, cuando solo estaba el extranjero y Okiko, él no pudo evitar preguntar con ayuda del traductor;

    **And what are you doing for yourself?

    When was the last time that Okiko bought an ice cream?

    When was the last time you saw something that you genuinely liked and purchased? **

    El traductor hizo lo suyo y le hizo saber aquello a la japonesa.
    Y en lugar de responder, Okiko simplemente bajó la cabeza, sabiendo que la respuesta a todas esas preguntas no era otra que... "nunca".

    **You really have a low self-esteem Okiko, I can't believe you've been living around 40 years trying to always blend and fit into a shut-down society. **

    De nuevo, Okiko solo esbozó una suave mueca de sonrisa, creando un silencio incómodo.

    No hubo más, el hombre de habla inglesa, dio las gracias y se retiró, dejando sola a Okiko, sentada en la parte detras de su restaurante, en silencio, sintiéndose rota, herida, porque sabía que era verdad.
    Todos los dias, su madre planchaba su cabello, desde la primaria hasta la preparatoria, todo para no destacar por si inusual cabello más ondulado.

    Cuando se descubrió que tenia talento y sazón para la cocina, cambió al club de arte y cuando ahi también descubrió cierto talento, se cambió al club de astronomía, donde definitivamente era un fracaso.

    Cuando su cuerpo empezó a desarrollarse, también comenzó a usar ropa mas holgada y vendaba su pecho para lucir lo más simple posible.
    Su madre una y otra vez le decía
    "Al clavo salido, siempre hay que martillarlo" y Okiko...creció tanto bajo esa imposición, que ahora le parecia extraño y grosero que tantas personas le pidieran salir de su escondite, cuando alguna persona la llamaba hermosa, Okiko creía que era por lástima o buscar una comisa gratis.
    Cuando adulan su comida, cree que lo hacen por compromiso y cuando le dan las gracias, cree de nuevo que es por culpa.

    Tal vez, algun dia ella aprenderá, que no esta bien guardar todo ese dolor. Tal vez, algun dia el vaso se desborde y sea demasiado tarde.
    Un dia un extranjero llegó al bar, armado con su app de traducción y ganas de conocer a los locales. La chqrla se extendió, cuando solo estaba el extranjero y Okiko, él no pudo evitar preguntar con ayuda del traductor; **And what are you doing for yourself? When was the last time that Okiko bought an ice cream? When was the last time you saw something that you genuinely liked and purchased? ** El traductor hizo lo suyo y le hizo saber aquello a la japonesa. Y en lugar de responder, Okiko simplemente bajó la cabeza, sabiendo que la respuesta a todas esas preguntas no era otra que... "nunca". **You really have a low self-esteem Okiko, I can't believe you've been living around 40 years trying to always blend and fit into a shut-down society. ** De nuevo, Okiko solo esbozó una suave mueca de sonrisa, creando un silencio incómodo. No hubo más, el hombre de habla inglesa, dio las gracias y se retiró, dejando sola a Okiko, sentada en la parte detras de su restaurante, en silencio, sintiéndose rota, herida, porque sabía que era verdad. Todos los dias, su madre planchaba su cabello, desde la primaria hasta la preparatoria, todo para no destacar por si inusual cabello más ondulado. Cuando se descubrió que tenia talento y sazón para la cocina, cambió al club de arte y cuando ahi también descubrió cierto talento, se cambió al club de astronomía, donde definitivamente era un fracaso. Cuando su cuerpo empezó a desarrollarse, también comenzó a usar ropa mas holgada y vendaba su pecho para lucir lo más simple posible. Su madre una y otra vez le decía "Al clavo salido, siempre hay que martillarlo" y Okiko...creció tanto bajo esa imposición, que ahora le parecia extraño y grosero que tantas personas le pidieran salir de su escondite, cuando alguna persona la llamaba hermosa, Okiko creía que era por lástima o buscar una comisa gratis. Cuando adulan su comida, cree que lo hacen por compromiso y cuando le dan las gracias, cree de nuevo que es por culpa. Tal vez, algun dia ella aprenderá, que no esta bien guardar todo ese dolor. Tal vez, algun dia el vaso se desborde y sea demasiado tarde.
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  • Ecos
    Fandom Alternative Universe
    Categoría Drama
    Rol privado: Mina Murray

    Los vestigios del tiempo siguen su curso, el hoy se vuelve ayer, esa línea crece y cuando se dió cuenta habían pasado ya varias décadas. La evolución de la cuenta y el crecimiento de la humanidad, las mejoras de sus herramientas más para un mal que para un buen siempre dejan residuos calcinados bajo sus pies.

    Nolan, quizás se ha preguntado más de una vez el porque continúa luchando para mantener esa delgada linea entre el deber y la colisión. No había nadie con quién compartir sus pensamientos, no tenía de quien agarrarse cuando el frío del pasado le nublaba el pensamiento, no tenía claro un hogar en el cual pudiera refugiarse cuando su cuerpo dolería y su cabeza estallará.

    Estaba solo más por compromiso que por devoción. La esperanza se quiebra, la búsqueda no da ningún resultado aunque es lo único que le quedaba para seguir de pie. Solo ahí en la bruma del abismo, en la soledad de las alturas podía concebir algo de perdón por sus crímenes.

    La ciudad es tan frágil más brillante como el Sol de medio día, sus habitantes en gloria o descenso de sus vidas siguen su curso ajenos a lo que se guarda en las entrañas del vacío sobre las sombras.

    De pie, contempla lo que ha protegido o al menos lo que considera que es el resultado de sus convicciones. Sus ojos vacios no demuestran más que una frágil línea que se desploma con las luces artificiales, su estructura corporal es un ancla implacable que no se mece a ningún lado, sus agudos sentidos están despiertos.

    Cada voz, cada petición de ayuda, cada escena de amor o desprecio, cualquier cosa que sucede la escucha con presión más decide ignorar por completo los recursos que no son debatibles con su misión.

    Salvó por aquello que se tiñe de negro y lo acompaña en esa sepulcral soledad. No lo vió venir, su aura es tan callada que al girar su rostro vio esa estructura femenina contemplar el mismo abismo que él.

    ⸻ ¿Piensa que este mundo vale o no la pena?. — Le cuestiona pero sin cruzar miradas.
    Rol privado: [phantom_pink_hippo_912] Los vestigios del tiempo siguen su curso, el hoy se vuelve ayer, esa línea crece y cuando se dió cuenta habían pasado ya varias décadas. La evolución de la cuenta y el crecimiento de la humanidad, las mejoras de sus herramientas más para un mal que para un buen siempre dejan residuos calcinados bajo sus pies. Nolan, quizás se ha preguntado más de una vez el porque continúa luchando para mantener esa delgada linea entre el deber y la colisión. No había nadie con quién compartir sus pensamientos, no tenía de quien agarrarse cuando el frío del pasado le nublaba el pensamiento, no tenía claro un hogar en el cual pudiera refugiarse cuando su cuerpo dolería y su cabeza estallará. Estaba solo más por compromiso que por devoción. La esperanza se quiebra, la búsqueda no da ningún resultado aunque es lo único que le quedaba para seguir de pie. Solo ahí en la bruma del abismo, en la soledad de las alturas podía concebir algo de perdón por sus crímenes. La ciudad es tan frágil más brillante como el Sol de medio día, sus habitantes en gloria o descenso de sus vidas siguen su curso ajenos a lo que se guarda en las entrañas del vacío sobre las sombras. De pie, contempla lo que ha protegido o al menos lo que considera que es el resultado de sus convicciones. Sus ojos vacios no demuestran más que una frágil línea que se desploma con las luces artificiales, su estructura corporal es un ancla implacable que no se mece a ningún lado, sus agudos sentidos están despiertos. Cada voz, cada petición de ayuda, cada escena de amor o desprecio, cualquier cosa que sucede la escucha con presión más decide ignorar por completo los recursos que no son debatibles con su misión. Salvó por aquello que se tiñe de negro y lo acompaña en esa sepulcral soledad. No lo vió venir, su aura es tan callada que al girar su rostro vio esa estructura femenina contemplar el mismo abismo que él. ⸻ ¿Piensa que este mundo vale o no la pena?. — Le cuestiona pero sin cruzar miradas.
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    Grupal
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  • — No tocarán a Phi... Ni terminarán con este mundo... Tendrán que pasar sobre mí—.

    Estaba listo. Cargaba consigo todo lo que necesitaba, aún para el peor de los extremos. Tenía una renovada convicción de restaurar su honor para consigo mismo, la fuerza para con los pocos, o tal vez la única persona que le quedaba.

    Eso... Y por la humanidad. Incluso si le costaba la vida.

    — No soy un caballero. La Noche Carmesí tampoco. Mucho menos una sombra. Soy el último de mi sangre... Y en honor a ti, padre, haré que estés orgulloso de mí una vez más si me estás viendo desde arriba—.

    Se ajustó los guantes como era de costumbre. Apretó bien sus cinturones y arremolinó la encapuchada capa negra que había usado hace mucho tiempo atrás.

    — Soy Diluc Ragnvindr...—.

    Salió entonces de aquel sótano donde guardaba sus más grandes secretos, armas, indumentaria y documentos. Se aventuró hacia la noche en una solitaria campaña. Tal vez la última, habiendo recobrado el vigor de su identidad y de quién era. Tenía cuentas que saldar, y un mundo qué proteger.
    — No tocarán a Phi... Ni terminarán con este mundo... Tendrán que pasar sobre mí—. Estaba listo. Cargaba consigo todo lo que necesitaba, aún para el peor de los extremos. Tenía una renovada convicción de restaurar su honor para consigo mismo, la fuerza para con los pocos, o tal vez la única persona que le quedaba. Eso... Y por la humanidad. Incluso si le costaba la vida. — No soy un caballero. La Noche Carmesí tampoco. Mucho menos una sombra. Soy el último de mi sangre... Y en honor a ti, padre, haré que estés orgulloso de mí una vez más si me estás viendo desde arriba—. Se ajustó los guantes como era de costumbre. Apretó bien sus cinturones y arremolinó la encapuchada capa negra que había usado hace mucho tiempo atrás. — Soy Diluc Ragnvindr...—. Salió entonces de aquel sótano donde guardaba sus más grandes secretos, armas, indumentaria y documentos. Se aventuró hacia la noche en una solitaria campaña. Tal vez la última, habiendo recobrado el vigor de su identidad y de quién era. Tenía cuentas que saldar, y un mundo qué proteger.
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  • Matsunaga Okiko (松永 沖子)

    Edad: 42 años
    Estatura: 1.55 m
    Cabello: Negro azabache, ondulado, largo hasta la mitad de la espalda. Siempre recogido.
    Ojos: Negros como tinta, serenos y profundos. Su mirada evoca nostalgia por una época a la que se le tienr añoranza.
    Vestimenta: Tradicional, yukata, kimono o vestidos bastante conservadores.

    Apariencia y Estilo:
    Okiko viste con ropas tradicionales japonesas, generalmente kimonos de algodón en tonos suaves o apagados: añil, gris, verde musgo. Siempre impecable, pero sin adornos innecesarios. Su andar es silencioso, descalza en su restaurante, como si flotara entre las mesas. No lleva perfume, pero huele a arroz recién cocido, a miso y a flores de campo.


    Personalidad: Es una mujer de la era moderna con el alma de la era Edo.
    Es extremadamente callada, pero su silencio nunca incomoda… al contrario, da paz. Habla con gestos, con acciones pequeñas: una toalla húmeda y cálida para limpiar tus manos, una taza que aparece sin que la pidas, una manta cuando te ve temblar, una servilleta doblada con esmero al lado de tus lágrimas.

    Okiko es una figura maternal universal, aunque nunca haya tenido hijos propios. Cada cliente es su hijo adoptivo sin saberlo. Se nota en cómo los observa, cómo recuerda qué le duele a cada uno sin que se lo digan.

    No alza la voz. No sermonea. Pero su presencia impone una calma tan profunda que hasta el más ruidoso guarda silencio cuando ella entra.


    Historia personal:
    Nació en una pequeña aldea de montaña, donde la pérdida y la responsabilidad llegaron temprano. Su madre murió joven, y Okiko fue hermana, hija y madre para los demás. Nunca se casó. Nunca lo necesitó. Dicen que tuvo un gran amor, pero lo enterró en su corazón sin palabras.

    Se trasladó a Tokio en silencio y abrió un restaurante pequeño, de esos que solo se encuentran si los necesitas. Y si los necesitas, ella ya lo sabe.


    》Dueña del Restaurante
    "Yoru no Haha"
    (La Madre de la Noche):

    Solo abre de noche, entre la medianoche y cierra a las 6:45 a.m.
    El restaurante no tiene cartel. Las personas que entran son almas en búsqueda: de consuelo, de hogar, de alguien que no los juzgue.

    Sus recetas son humildes, casi siempre platos de la infancia japonesa: sopa de miso con arroz, nikujaga, tamagoyaki, pescado a la parrilla. Pero cada bocado es como una caricia al alma. No cocina para impresionar… cocina para sanar.

    A veces, simplemente un gesto leve… una taza empujada suavemente hacia ti, como diciendo “te entiendo, no hables aún.”
    Matsunaga Okiko (松永 沖子) Edad: 42 años Estatura: 1.55 m Cabello: Negro azabache, ondulado, largo hasta la mitad de la espalda. Siempre recogido. Ojos: Negros como tinta, serenos y profundos. Su mirada evoca nostalgia por una época a la que se le tienr añoranza. Vestimenta: Tradicional, yukata, kimono o vestidos bastante conservadores. Apariencia y Estilo: Okiko viste con ropas tradicionales japonesas, generalmente kimonos de algodón en tonos suaves o apagados: añil, gris, verde musgo. Siempre impecable, pero sin adornos innecesarios. Su andar es silencioso, descalza en su restaurante, como si flotara entre las mesas. No lleva perfume, pero huele a arroz recién cocido, a miso y a flores de campo. Personalidad: Es una mujer de la era moderna con el alma de la era Edo. Es extremadamente callada, pero su silencio nunca incomoda… al contrario, da paz. Habla con gestos, con acciones pequeñas: una toalla húmeda y cálida para limpiar tus manos, una taza que aparece sin que la pidas, una manta cuando te ve temblar, una servilleta doblada con esmero al lado de tus lágrimas. Okiko es una figura maternal universal, aunque nunca haya tenido hijos propios. Cada cliente es su hijo adoptivo sin saberlo. Se nota en cómo los observa, cómo recuerda qué le duele a cada uno sin que se lo digan. No alza la voz. No sermonea. Pero su presencia impone una calma tan profunda que hasta el más ruidoso guarda silencio cuando ella entra. Historia personal: Nació en una pequeña aldea de montaña, donde la pérdida y la responsabilidad llegaron temprano. Su madre murió joven, y Okiko fue hermana, hija y madre para los demás. Nunca se casó. Nunca lo necesitó. Dicen que tuvo un gran amor, pero lo enterró en su corazón sin palabras. Se trasladó a Tokio en silencio y abrió un restaurante pequeño, de esos que solo se encuentran si los necesitas. Y si los necesitas, ella ya lo sabe. 》Dueña del Restaurante "Yoru no Haha" (La Madre de la Noche): Solo abre de noche, entre la medianoche y cierra a las 6:45 a.m. El restaurante no tiene cartel. Las personas que entran son almas en búsqueda: de consuelo, de hogar, de alguien que no los juzgue. Sus recetas son humildes, casi siempre platos de la infancia japonesa: sopa de miso con arroz, nikujaga, tamagoyaki, pescado a la parrilla. Pero cada bocado es como una caricia al alma. No cocina para impresionar… cocina para sanar. A veces, simplemente un gesto leve… una taza empujada suavemente hacia ti, como diciendo “te entiendo, no hables aún.”
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  • - Ya es suficiente! No voy a soportar que sigas profanando mis dominios... Esto ahora es entre tu y yo!

    *Un aura electrica se alza alrededor del can, se puede sentir que está vez si va en serio*
    - Ya es suficiente! No voy a soportar que sigas profanando mis dominios... Esto ahora es entre tu y yo! *Un aura electrica se alza alrededor del can, se puede sentir que está vez si va en serio*
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  • Me siento tan bien, tan en paz, como si el aura de aquel bonito elfo me llenara de vitalidad, y si, volví a caer en los sentimientos pero esta vez, pienso que es alguien bueno, tan bueno que hace que mi corazón se sienta cálido, quizás lo necesitaba para traer luz a mi oscura vida y eso me gusta
    Me siento tan bien, tan en paz, como si el aura de aquel bonito elfo me llenara de vitalidad, y si, volví a caer en los sentimientos pero esta vez, pienso que es alguien bueno, tan bueno que hace que mi corazón se sienta cálido, quizás lo necesitaba para traer luz a mi oscura vida y eso me gusta
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  • Invitación a comer.
    Categoría Contemporáneo
    Llegó al lugar previamente acordado entre ella y Maicol en bicicleta, sonó el timbre para quitar de su camino a algún que otro despistado y la estacionó en el área indicada para estas mismas.

    Su vestimenta como tal, tal vez no coincidía con el medio de transporte utilizado. Llevaba un vestido elegante, hasta debajo de las rodillas, de manga corta, color ciruela, el cabello alzado con una horquilla de similar color, zapatos y maquillaje combinados.

    Las horas anteriores a la cita, estuvo practicando demasiado, tenía ya las yemas de los dedos enrojecidas y en su cabeza no se dejaba de repetir la melodía que tenía que sacar tanto en piano como en violín.

    Entró al restauran y en la recepción preguntó por la mesa reservada a nombre de Maicol.
    Llegó al lugar previamente acordado entre ella y Maicol en bicicleta, sonó el timbre para quitar de su camino a algún que otro despistado y la estacionó en el área indicada para estas mismas. Su vestimenta como tal, tal vez no coincidía con el medio de transporte utilizado. Llevaba un vestido elegante, hasta debajo de las rodillas, de manga corta, color ciruela, el cabello alzado con una horquilla de similar color, zapatos y maquillaje combinados. Las horas anteriores a la cita, estuvo practicando demasiado, tenía ya las yemas de los dedos enrojecidas y en su cabeza no se dejaba de repetir la melodía que tenía que sacar tanto en piano como en violín. Entró al restauran y en la recepción preguntó por la mesa reservada a nombre de Maicol.
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    Grupal
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  • No olvidaba el "pequeño" incidente que ocurrió la noche con su esposo, juraba que era aún un humano pero lo que había visto no decía lo mismo.
    Claro, jamás le inmutó demasiado su aura al saber que gustaba de jugar con las artes oscuras como el vudú, por lo que tampoco notó el cambio tan brusco hasta que estuvieron juntos y, literalmente, intentó comérselo.

    Comenzó a buscar pequeñas pistas que pudieran responder sus dudas, aunque ni siquiera sabía por donde empezar exactamente.

    —Algo debe haber... esa apariencia... Era casi como un demonio...
    No olvidaba el "pequeño" incidente que ocurrió la noche con su esposo, juraba que era aún un humano pero lo que había visto no decía lo mismo. Claro, jamás le inmutó demasiado su aura al saber que gustaba de jugar con las artes oscuras como el vudú, por lo que tampoco notó el cambio tan brusco hasta que estuvieron juntos y, literalmente, intentó comérselo. Comenzó a buscar pequeñas pistas que pudieran responder sus dudas, aunque ni siquiera sabía por donde empezar exactamente. —Algo debe haber... esa apariencia... Era casi como un demonio...
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