https://ficrol.com/posts/25218 — Prev. con 🔥 Khan 🔥
Frunce el ceño al notar como el Balrog pasa de la sed de sangre al estallido de ira sin evidenciar dolor ni angustia alguna pese a que su cuerpo, poco a poco, se apaga.
— Te estás congelando y no haces más que gruñir —reclama, justo antes de que vea el túnel de fuego dirigiéndose a él nuevamente.
"¿Dónde está su instinto de auto preservación?", piensa. "¿Por qué no se retira? ¿Está dispuesto a morir? ¿Por qué causa?". Las ideas echan raíces en su mente.
Renueva el escudo para contener la fuerza de la llamarada y se prestaba a llamar a un torbellino para que se hiciera cargo una vez más, pero se interrumpe al oír la advertencia de una voz femenina silenciosa, su madre, que le anuncia lo que él no puede ver al tener el fulgor directamente de frente.
El Balrog ha materializado una nueva arma y se presta a repetir el golpe, sólo que esta vez es por uno de sus costados que Tolek tiene descubiertos por estar defendiéndose de la llamarada.
Y al fin, una idea da su fruto. Una ocurrencia que no le gusta a su madre, quien le deja saber su opinión silenciosa y mentalmente, pero es bien sabido por todo su clan que Tolek tiene una tozudez infinita y muy pocas cosas le detendrían una vez se ha decidido por algo.
Desvía el escudo y alza una nueva pared de hielo primigenio, más densa que antes, para defenderse con ambos del golpe de la masa y asegurarse de que no le toque esta vez.
Por un par de segundos que se extienden como un minuto, Tolek cierra los ojos y concentra su aura fría a su alrededor. Además, realiza un sencillo hechizo de empatía con el que intentará encontrar la razón que alimenta esas llamas que prefieren consumirse y morir en lugar de menguar y prevalecer, antes de que suceda lo inevitable.
Queda descubierto y a merced del fuego que le envuelve y engulle en apenas un instante.
La tormenta ha conseguido suficiente fuerza como para apagar gran parte de las llamas que consumían la ciudad, hasta que ya no queda más que piezas de carbón congelado, envueltas por la bruma gélida que se arremolina. Donde Balrog y brujo se encuentran es el ojo, una zona de no más de un kilómetro de diámetro sin vientos, donde la temperatura ya ha descendido varias docenas de grados bajo cero. Los muros polares de la salvaje ventisca, cerrándose, ya son perfectamente distinguibles a simple vista.
Frunce el ceño al notar como el Balrog pasa de la sed de sangre al estallido de ira sin evidenciar dolor ni angustia alguna pese a que su cuerpo, poco a poco, se apaga.
— Te estás congelando y no haces más que gruñir —reclama, justo antes de que vea el túnel de fuego dirigiéndose a él nuevamente.
"¿Dónde está su instinto de auto preservación?", piensa. "¿Por qué no se retira? ¿Está dispuesto a morir? ¿Por qué causa?". Las ideas echan raíces en su mente.
Renueva el escudo para contener la fuerza de la llamarada y se prestaba a llamar a un torbellino para que se hiciera cargo una vez más, pero se interrumpe al oír la advertencia de una voz femenina silenciosa, su madre, que le anuncia lo que él no puede ver al tener el fulgor directamente de frente.
El Balrog ha materializado una nueva arma y se presta a repetir el golpe, sólo que esta vez es por uno de sus costados que Tolek tiene descubiertos por estar defendiéndose de la llamarada.
Y al fin, una idea da su fruto. Una ocurrencia que no le gusta a su madre, quien le deja saber su opinión silenciosa y mentalmente, pero es bien sabido por todo su clan que Tolek tiene una tozudez infinita y muy pocas cosas le detendrían una vez se ha decidido por algo.
Desvía el escudo y alza una nueva pared de hielo primigenio, más densa que antes, para defenderse con ambos del golpe de la masa y asegurarse de que no le toque esta vez.
Por un par de segundos que se extienden como un minuto, Tolek cierra los ojos y concentra su aura fría a su alrededor. Además, realiza un sencillo hechizo de empatía con el que intentará encontrar la razón que alimenta esas llamas que prefieren consumirse y morir en lugar de menguar y prevalecer, antes de que suceda lo inevitable.
Queda descubierto y a merced del fuego que le envuelve y engulle en apenas un instante.
La tormenta ha conseguido suficiente fuerza como para apagar gran parte de las llamas que consumían la ciudad, hasta que ya no queda más que piezas de carbón congelado, envueltas por la bruma gélida que se arremolina. Donde Balrog y brujo se encuentran es el ojo, una zona de no más de un kilómetro de diámetro sin vientos, donde la temperatura ya ha descendido varias docenas de grados bajo cero. Los muros polares de la salvaje ventisca, cerrándose, ya son perfectamente distinguibles a simple vista.
https://ficrol.com/posts/25218 — Prev. con [TheBalrog]
Frunce el ceño al notar como el Balrog pasa de la sed de sangre al estallido de ira sin evidenciar dolor ni angustia alguna pese a que su cuerpo, poco a poco, se apaga.
— Te estás congelando y no haces más que gruñir —reclama, justo antes de que vea el túnel de fuego dirigiéndose a él nuevamente.
"¿Dónde está su instinto de auto preservación?", piensa. "¿Por qué no se retira? ¿Está dispuesto a morir? ¿Por qué causa?". Las ideas echan raíces en su mente.
Renueva el escudo para contener la fuerza de la llamarada y se prestaba a llamar a un torbellino para que se hiciera cargo una vez más, pero se interrumpe al oír la advertencia de una voz femenina silenciosa, su madre, que le anuncia lo que él no puede ver al tener el fulgor directamente de frente.
El Balrog ha materializado una nueva arma y se presta a repetir el golpe, sólo que esta vez es por uno de sus costados que Tolek tiene descubiertos por estar defendiéndose de la llamarada.
Y al fin, una idea da su fruto. Una ocurrencia que no le gusta a su madre, quien le deja saber su opinión silenciosa y mentalmente, pero es bien sabido por todo su clan que Tolek tiene una tozudez infinita y muy pocas cosas le detendrían una vez se ha decidido por algo.
Desvía el escudo y alza una nueva pared de hielo primigenio, más densa que antes, para defenderse con ambos del golpe de la masa y asegurarse de que no le toque esta vez.
Por un par de segundos que se extienden como un minuto, Tolek cierra los ojos y concentra su aura fría a su alrededor. Además, realiza un sencillo hechizo de empatía con el que intentará encontrar la razón que alimenta esas llamas que prefieren consumirse y morir en lugar de menguar y prevalecer, antes de que suceda lo inevitable.
Queda descubierto y a merced del fuego que le envuelve y engulle en apenas un instante.
La tormenta ha conseguido suficiente fuerza como para apagar gran parte de las llamas que consumían la ciudad, hasta que ya no queda más que piezas de carbón congelado, envueltas por la bruma gélida que se arremolina. Donde Balrog y brujo se encuentran es el ojo, una zona de no más de un kilómetro de diámetro sin vientos, donde la temperatura ya ha descendido varias docenas de grados bajo cero. Los muros polares de la salvaje ventisca, cerrándose, ya son perfectamente distinguibles a simple vista.
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