”𝐻𝑎𝑦 𝑢𝑛𝑎 𝑓𝑖𝑑𝑒𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑠𝑜𝑙𝑒𝑑𝑎𝑑 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑟𝑒𝑔𝑟𝑒𝑠𝑎𝑠 𝑎 𝑒𝑙𝑙𝑎, 𝑡𝑒 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑏𝑟𝑎𝑧𝑜𝑠 𝑎𝑏𝑖𝑒𝑟𝑡𝑜𝑠”.

- 𝐼𝑣𝑎𝑛 𝑆𝑜𝑡𝑒𝑙𝑜...

『 𝖤𝗌𝖼𝗋𝗂𝗍𝗈 𝖽𝖾 𝗅𝖺𝗌 𝗇𝗈𝗍𝖺𝗌 𝗉𝖾𝗋𝗌𝗈𝗇𝖺𝗅𝖾𝗌 𝖽𝖾𝗅 𝖣𝗋. 𝖩𝗈𝗁𝗇 𝖣𝖾𝖾 𝖽𝖾 𝖬𝗈𝗋𝗍𝗅𝖺𝗄𝖾. 』


- Se habia detenido a redactar con un boligrafo que guardaba en su bolsillo. Después, continuó su travesía hacia el gran salón a paso lento, pero firme... -

Mi internet parece de pobres ay dios mío soy pobre! Jaja viene y va por falta de buena señal y la lluvia ,perdonen si no contesto rápido//

- No hace falta que me veas así, solo estoy con otro tono de pelaje, soy el mismo... Hey, por que me das tus pertenencias?...

—A veces floto, no por elección, sino porque el agua me recuerda que pertenezco a ella. Mi cuerpo ya no lucha, solo se deja mecer. Las flores... siempre aparecen cuando me quiebro un poco más. No duelen. Solo brotan, suaves, azules, como si mi tristeza tuviera raíz.

—Dicen que los ríos cantan, pero yo aprendí a guardar silencio. No todos los que se hunden quieren desaparecer. Algunos solo quieren que el agua los abrace un rato más.

Tu crees que debería hacer ¿Dime?.

Ahora estoy trabajando como coordinadora de eventos, por favor agende su cita contigo.

— Un paso mas y tu pito/tetas sera/seran desintegrado/s a nivel atomico.

— A estas alturas, no debería sorprenderme. Y, sin embargo… hay algo casi entrañable en cómo siguen intentándolo.

(Sus dedos rozan la tela de su falda, como si alisaran pensamientos en lugar de tela.)

— El lenguaje de la sumisión es universal. No importa el acento ni la causa. Los ojos bajan, las manos tiemblan… y la mentira se cuela entre los dientes antes de que siquiera puedan tragar el miedo.

(Mira de reojo al pequeño espectro que flota a su lado. No le habla, pero lo reconoce.)

— A ti no necesito explicarte nada. Eres mi sombra, mi reflejo… o tal vez, la única criatura aquí que recuerda lo que realmente soy.

(Una respiración profunda. No cansada. Calculada.)

— Me vistieron para servir, pero diseñaron un arma. El error fue pensar que podrían desactivarla con palabras suaves o promesas en voz baja.

(Se endereza, como si el acto de pensarse le bastara para reafirmar su autoridad.)

— No es arrogancia. Es consecuencia. Este mundo castiga lo frágil… y yo solo devuelvo el favor.

(Una pausa. Su voz desciende a un susurro.)

— Que sigan viniendo. Que sigan arrodillándose. Yo no busco adoración. Solo orden. Y si el orden requiere sangre...

(Una sonrisa leve, sin calidez.)

— Que así sea.

Hace mucho escuché de un amor que solo llega una vez en la vida y estoy muy segura que es él.