• El número 12 de Grimmauld Place-Alternative Version (con @RegulusBlack )
    Fandom Harry Potter
    Categoría Fantasía


    Lo peor de la vuelta de Quien-No-Debe-Ser-Nombrado no era tan sólo el mero hecho de esa “resurrección” milagrosa; era cómo se intentaba tapar, de la manera más burda y ridícula, por parte del Ministerio de Magia. El verano no estaba siendo cómodo para Syanna en muchos aspectos. Si bien había conseguido por fin terminar de modelar su modesto negocio (en el que empezaba además a construir su casa), éste arrancaba con dificultad. Pero la cosa no terminaba ahí, sino que gracias a los curiosos que se acercaban a ver qué era esa casa ubicada al sur del pueblo, cerca de las montañas y el bosque, relativamente alejada del pueblo (a pesar de que había algunas casas más frente a ella), había descubierto la presencia de mortífagos.
    Eran discretos, cubrían muy bien su rastro, algunos incluso habían aprendido a ocultar la marca de su piel con hechizos. Y eso... le aterraba. Sabía que, si seguía metiéndose en la cabeza de la gente para intentar identificar si era amigo o enemigo, alguien la descubriría y, cómo no, se lo haría pagar. De modo que contactó con la Orden del Fénix, a la que pertenecía desde los 17, pero de la que Minerva la había mantenido al margen por su propia seguridad, siendo citada en el número 12 de Grimmauld Place para la próxima reunión que se había programado.
    Sin embargo, Syanna ignoraba varias cosas; entre ellas, que esa ubicación de la casa de la antigua familia Black y que Sirius, el padrino de Harry, no era el único ni el último de los varones Black que quedaba con vida. Tampoco conocía mucho sobre la historia de los Black, más allá de lo que los libros de Historia de la Magia contaban.
    Pero no tardaría en descubrirlo. Pues, aunque fue de las primeras en llegar a Grimmauld Place, también ignoraba que en la casa había alguien más que se ocultaba.
    Y ese no era Sirius Black.
    Lo peor de la vuelta de Quien-No-Debe-Ser-Nombrado no era tan sólo el mero hecho de esa “resurrección” milagrosa; era cómo se intentaba tapar, de la manera más burda y ridícula, por parte del Ministerio de Magia. El verano no estaba siendo cómodo para Syanna en muchos aspectos. Si bien había conseguido por fin terminar de modelar su modesto negocio (en el que empezaba además a construir su casa), éste arrancaba con dificultad. Pero la cosa no terminaba ahí, sino que gracias a los curiosos que se acercaban a ver qué era esa casa ubicada al sur del pueblo, cerca de las montañas y el bosque, relativamente alejada del pueblo (a pesar de que había algunas casas más frente a ella), había descubierto la presencia de mortífagos. Eran discretos, cubrían muy bien su rastro, algunos incluso habían aprendido a ocultar la marca de su piel con hechizos. Y eso... le aterraba. Sabía que, si seguía metiéndose en la cabeza de la gente para intentar identificar si era amigo o enemigo, alguien la descubriría y, cómo no, se lo haría pagar. De modo que contactó con la Orden del Fénix, a la que pertenecía desde los 17, pero de la que Minerva la había mantenido al margen por su propia seguridad, siendo citada en el número 12 de Grimmauld Place para la próxima reunión que se había programado. Sin embargo, Syanna ignoraba varias cosas; entre ellas, que esa ubicación de la casa de la antigua familia Black y que Sirius, el padrino de Harry, no era el único ni el último de los varones Black que quedaba con vida. Tampoco conocía mucho sobre la historia de los Black, más allá de lo que los libros de Historia de la Magia contaban. Pero no tardaría en descubrirlo. Pues, aunque fue de las primeras en llegar a Grimmauld Place, también ignoraba que en la casa había alguien más que se ocultaba. Y ese no era Sirius Black.
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    Categoría Fantasía
    Cuando el mundo dormía era el momento perfecto de lanzarse a la caza. Ataviado en negro como la oscuridad intransigente en ausencia de estrellas, se mantenía a la espera de hallar el lugar idóneo donde comenzar a llevar a cabo su labor. Los demonios tendían a aprovechar la “Hora de las brujas”, donde el velo entre los mundos se debilitaba por cuestiones naturales y que aún no comprendía por qué seguía teniendo lugar visto el problema, para abandonar el lugar en el que moraban y lanzarse a la conquista de terreno mortal. Cada noche, un lugar diferente, a la espera de hallar el punto idóneo donde el cazador no les estuviera esperando, como sucedía desde hacía siglos.
    No obstante, no alcanzarían su ansiada excepción aquella vez. El híbrido esperaba ya a que el portal se abriera y las criaturas engendradas en lo más profundo de Inferno trataran de escapar, no solo de este, sino también el poder del demonio.
    Un bosque en mitad de Escocia, tan poco transitado como podía serlo el propio Amazonas en la época más calurosa del año, donde la naturaleza seguía su curso sin que nada ajeno a la propia Tierra pudiera perturbarlo hasta que la dimensión paralela se abrió.
    Chasqueó los nudillos y agarró a la primera de las criaturas por el pescuezo para devolverla de un lanzamiento digno de olimpiadas a los confines del lugar que jamás debió abandonar. Tuvo que teleportarse varias veces para conseguir alcanzarlas a todas porque sabían cómo esquivarle y casi todas las noches debía invertir una cantidad ridículamente ingente de energía en darles caza real. Localizaba el aura ajena al mundo mortal y la atacaba. No destruía a los demonios a no ser que no tuviera ninguna opción. Cuando el portal se cerró no le quedó más remedio que abrir uno por su cuenta para lanzar las que quedaban. Halló, entonces, una última esencia que perturbaba el normal fluir de la Tierra, y se lanzó a la caza, a pesar de su pacífica naturaleza.
    Su intención era fiera: teleportarse con el puño en alto y asestar a la criatura un golpe que la aturdiese lo suficiente como para que pudiera arrastrarla de vuelta. No obstante, tuvo que hacer acopio de todo su poder para detener la inercia del movimiento en cuando sus alarmas saltaron al ver de quién se trataba. Una cara conocida solía implicar la carencia completa de culpa. Retrocedió un paso tras un resoplido.
    — Joder, Fenrir – gruñó –. ¿Qué coño haces aquí?
    Cuando el mundo dormía era el momento perfecto de lanzarse a la caza. Ataviado en negro como la oscuridad intransigente en ausencia de estrellas, se mantenía a la espera de hallar el lugar idóneo donde comenzar a llevar a cabo su labor. Los demonios tendían a aprovechar la “Hora de las brujas”, donde el velo entre los mundos se debilitaba por cuestiones naturales y que aún no comprendía por qué seguía teniendo lugar visto el problema, para abandonar el lugar en el que moraban y lanzarse a la conquista de terreno mortal. Cada noche, un lugar diferente, a la espera de hallar el punto idóneo donde el cazador no les estuviera esperando, como sucedía desde hacía siglos. No obstante, no alcanzarían su ansiada excepción aquella vez. El híbrido esperaba ya a que el portal se abriera y las criaturas engendradas en lo más profundo de Inferno trataran de escapar, no solo de este, sino también el poder del demonio. Un bosque en mitad de Escocia, tan poco transitado como podía serlo el propio Amazonas en la época más calurosa del año, donde la naturaleza seguía su curso sin que nada ajeno a la propia Tierra pudiera perturbarlo hasta que la dimensión paralela se abrió. Chasqueó los nudillos y agarró a la primera de las criaturas por el pescuezo para devolverla de un lanzamiento digno de olimpiadas a los confines del lugar que jamás debió abandonar. Tuvo que teleportarse varias veces para conseguir alcanzarlas a todas porque sabían cómo esquivarle y casi todas las noches debía invertir una cantidad ridículamente ingente de energía en darles caza real. Localizaba el aura ajena al mundo mortal y la atacaba. No destruía a los demonios a no ser que no tuviera ninguna opción. Cuando el portal se cerró no le quedó más remedio que abrir uno por su cuenta para lanzar las que quedaban. Halló, entonces, una última esencia que perturbaba el normal fluir de la Tierra, y se lanzó a la caza, a pesar de su pacífica naturaleza. Su intención era fiera: teleportarse con el puño en alto y asestar a la criatura un golpe que la aturdiese lo suficiente como para que pudiera arrastrarla de vuelta. No obstante, tuvo que hacer acopio de todo su poder para detener la inercia del movimiento en cuando sus alarmas saltaron al ver de quién se trataba. Una cara conocida solía implicar la carencia completa de culpa. Retrocedió un paso tras un resoplido. — Joder, Fenrir – gruñó –. ¿Qué coño haces aquí?
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  • ㅤ-`ღ´- #Waifu
    ㅤ Junten energías que estamos a mitad de semana, ¡y tengan cuidado con los youkais sueltos!

    #HakureiReimu #Touhou
    https://twitter.com/NOYU23386566/status/1669909707870580736
    ㅤ-`ღ´- #Waifu ㅤ Junten energías que estamos a mitad de semana, ¡y tengan cuidado con los youkais sueltos! ㅤ #HakureiReimu #Touhou https://twitter.com/NOYU23386566/status/1669909707870580736
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  • ㅤㅤ
    ㅤㅤㅤ𝘌𝘴 𝘥𝘦 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘦𝘥𝘶𝘤𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘳 𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘥𝘢𝘮𝘢 𝘣𝘦𝘣𝘦𝘳 𝘴𝘰𝘭𝘢...
    ㅤㅤ ㅤㅤㅤ𝘌𝘴 𝘥𝘦 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘦𝘥𝘶𝘤𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘳 𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘥𝘢𝘮𝘢 𝘣𝘦𝘣𝘦𝘳 𝘴𝘰𝘭𝘢... ㅤ
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  • Nosdías a to esto ! O tardes. O lo que sea ,¡ Buenas !
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  • *Efectivamente. Va con su café fresquito. Ella y su colega la cafeína mano a mano para sobrevivir un día más.
    Se lo llegan a decir hace unos años y no se lo cree.*
    *Efectivamente. Va con su café fresquito. Ella y su colega la cafeína mano a mano para sobrevivir un día más. Se lo llegan a decir hace unos años y no se lo cree.*
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  • Ostia. Que me sigue Dumbledore !
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  • — De los Dioses Griegos, solo le tiene un poco de estima a Ares (quizá porque ha compartido bastante con él) y a Hades, por la relación laboral. A Zeus no lo puede ni ver —.
    — De los Dioses Griegos, solo le tiene un poco de estima a Ares (quizá porque ha compartido bastante con él) y a Hades, por la relación laboral. A Zeus no lo puede ni ver —.
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  • — Acaba de levantarse porque ha tenido una noche de trabajo bastante dura. Se está tomando un café en una cafetería de Harlem, en Nueva York, porque necesita que el sonido del tráfico le espabile —.
    — Acaba de levantarse porque ha tenido una noche de trabajo bastante dura. Se está tomando un café en una cafetería de Harlem, en Nueva York, porque necesita que el sonido del tráfico le espabile —.
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