• Tras años de servicio en el frente de combate oriental, se me ha concedido un n "descanso", me han asignado a un mundo pacifico, lejos del conflicto de las fronteras Imperiales y aunque para muchos sería una recompensa, para mí, es una situación que aún me cuesta trabajo aceptar por tan radical cambio.

    Trataré de adaptarme a esta harmonía y tranquilidad que muchos aseguran me merezco.
    Tras años de servicio en el frente de combate oriental, se me ha concedido un n "descanso", me han asignado a un mundo pacifico, lejos del conflicto de las fronteras Imperiales y aunque para muchos sería una recompensa, para mí, es una situación que aún me cuesta trabajo aceptar por tan radical cambio. Trataré de adaptarme a esta harmonía y tranquilidad que muchos aseguran me merezco.
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  • 𝒶𝓈𝒸𝑒𝓃𝒹𝒾𝓃𝑔 𝒻𝓇𝑜𝓂 𝓉𝒽𝑒 𝒹𝒶𝓇𝓀𝓃𝑒𝓈𝓈
    No sabría decir en qué instante exacto comenzó… quizás fue un suspiro mal enterrado, una sombra que no se disolvió al amanecer, o el eco de un pensamiento que no era del todo mío. Pero lo cierto es que desde entonces hay algo en mí. No camina, no habla, no grita. Solo está. Silente. Constante. Una presencia sin forma que ha hecho de...
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  • El castaño le dio un gran mordisco al panecillo caliente y se quedó inmóvil. ¡¿Era picante?! Siguió masticando con los ojos llorosos. Miró el bollo como si lo hubiera traicionado. ¿Quién le pone picante a un pan dulce? No había ningún cartel que lo indicara, suspiró y continuó comiendo, ya lo había pagado.
    El castaño le dio un gran mordisco al panecillo caliente y se quedó inmóvil. ¡¿Era picante?! Siguió masticando con los ojos llorosos. Miró el bollo como si lo hubiera traicionado. ¿Quién le pone picante a un pan dulce? No había ningún cartel que lo indicara, suspiró y continuó comiendo, ya lo había pagado.
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  • Me alegro mucho de que Anthony haya aceptado ser mi padrino, una cosa menos de la que preocuparnos relacionado con la boda
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  • —Te extraño... Te buscaré para que volvamos a estar juntas
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  • .... Para ver esas cosa, y un mejor round qué me entretuviera, mejor reviviria la flama de calentura con uno de mis ex compañeros, y si, hablo de ti Claude o Sesshomaru,... Alucard, amm.. sería incomodo ya que jamás tuvo relación con su hijo -osease mi Tora- eso si seria RARO XD
    .... Para ver esas cosa, y un mejor round qué me entretuviera, mejor reviviria la flama de calentura con uno de mis ex compañeros, y si, hablo de ti Claude o Sesshomaru,... Alucard, amm.. sería incomodo ya que jamás tuvo relación con su hijo -osease mi Tora- eso si seria RARO XD :STK-20:
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  • Donde el silencio respira

    Habían pasado dos semanas desde que Akane llegó al pueblito cerca de las montañas de las montañas, un lugar que parecía dormido en el tiempo. Las calles empedradas, las fachadas de tejas antiguas y los geranios colgando de las ventanas componían una calma que rozaba lo irreal. Era como si cada rincón exhalara dulces memorias.

    Ella vivía en un pequeño cuarto alquilado en la casa de una viuda de unos 48 años. La mujer, de manos fuertes y voz pausada, no hacía muchas preguntas; simplemente aceptó la presencia de Akane con una mezcla de curiosidad y respeto. En ese hogar silencioso, Akane encontró algo raro: estabilidad. Los ruidos eran suaves, el reloj parecía caminar más lento, y sus sueños no la despertaban tan bruscamente como antes.

    Paseaba a diario por el pueblo, y aunque su juventud destacaba entre la mayoría de los habitantes mayores, nadie la miraba con recelo. Al contrario, los rostros se iluminaban al verla pasar, le ofrecían frutas del mercado, saludos calurosos, e incluso recuerdos de otros tiempos donde el pueblo no estaba tan lleno de canas.

    Su cuerpo, tras tanto desgaste, mostraba señales de sanación. Ya no tenía que sujetarse del marco de la puerta al levantarse por la mañana. Aun así, algo dentro de ella, aquella llama que había conocido como goblina o como ogresa demonio permanecía dormida. No era ausencia, era espera.

    Su cabello ahora completamente plateado, brillaba con una luz suave, casi lunar, que parecía intensificarse bajo el cielo nocturno. Las ojeras aún teñían su mirada, pero menos profundas, como cicatrices que ya no dolían tanto, aunque no podían olvidarse.

    En este lugar detenido en el tiempo, Akane no buscaba nada. Pero quizás, sin saberlo, comenzaba a encontrar algo.
    Donde el silencio respira Habían pasado dos semanas desde que Akane llegó al pueblito cerca de las montañas de las montañas, un lugar que parecía dormido en el tiempo. Las calles empedradas, las fachadas de tejas antiguas y los geranios colgando de las ventanas componían una calma que rozaba lo irreal. Era como si cada rincón exhalara dulces memorias. Ella vivía en un pequeño cuarto alquilado en la casa de una viuda de unos 48 años. La mujer, de manos fuertes y voz pausada, no hacía muchas preguntas; simplemente aceptó la presencia de Akane con una mezcla de curiosidad y respeto. En ese hogar silencioso, Akane encontró algo raro: estabilidad. Los ruidos eran suaves, el reloj parecía caminar más lento, y sus sueños no la despertaban tan bruscamente como antes. Paseaba a diario por el pueblo, y aunque su juventud destacaba entre la mayoría de los habitantes mayores, nadie la miraba con recelo. Al contrario, los rostros se iluminaban al verla pasar, le ofrecían frutas del mercado, saludos calurosos, e incluso recuerdos de otros tiempos donde el pueblo no estaba tan lleno de canas. Su cuerpo, tras tanto desgaste, mostraba señales de sanación. Ya no tenía que sujetarse del marco de la puerta al levantarse por la mañana. Aun así, algo dentro de ella, aquella llama que había conocido como goblina o como ogresa demonio permanecía dormida. No era ausencia, era espera. Su cabello ahora completamente plateado, brillaba con una luz suave, casi lunar, que parecía intensificarse bajo el cielo nocturno. Las ojeras aún teñían su mirada, pero menos profundas, como cicatrices que ya no dolían tanto, aunque no podían olvidarse. En este lugar detenido en el tiempo, Akane no buscaba nada. Pero quizás, sin saberlo, comenzaba a encontrar algo.
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  • ∆ ¿Te gustaría averiguarlo?... ∆

    ZZ
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  • Después de tantas batallas, es bueno tomarse un descanso... ¿No lo crees?
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  • A veces, Ozen recordaba aquel día con una claridad insoportable.

    El cielo estaba tan azul que casi parecía una burla, como si realmente valiera la pena observarlo antes de que perdiera su color.

    Lyza estaba de pie junto a ella, con esa energía desbordante que parecía imposible de apagar y que tan insoportable le parecía a Ozen.

    Simplemente observaban la ciudad, como Ozen solía hacer. El viento agitaba el plumaje del sombrero de Lyza, y ella sonreía como si el mundo entero aún le perteneciera.

    Ozen no dijo nada, siempre era así. Pensó en alzar la voz, pero optó por observar y escuchar, y por esa decisión, ahora, esa escena la perseguía como un castigo.

    No por lo que se dijo, sino por todo lo que no fue dicho.

    Años después, la ciudad seguía allí, tan ruidosa y colorida como siempre, pero a Ozen le parecía hueca, sofocante, ya no había nada que le interesara aquí. No había lugar, ni deber, ni prestigio suficiente para reconstruir lo que su partida había roto.

    Y, sin embargo, debía seguir siendo La Inamovible.

    Debía mantenerse firme, sin grietas, como si esa imagen no la desgarrara por dentro. Como si no sintiera, cada vez que miraba a la ciudad, que algo esencial se había hundido para siempre.

    A veces se preguntaba si fue cobarde. Si debió decirle que no bajara. Que quedarse también era un acto de valentía. Que si alguien la juzgaba, Ozen la protegería.

    Pero no lo hizo.

    Y ahora solo le quedaba ese recuerdo, grabado en el rincón más frágil de su mente.

    Una figura con una pluma al viento. Un cielo abierto que ya no vuelve.

    Y una soledad que nunca se pudo llenar.
    A veces, Ozen recordaba aquel día con una claridad insoportable. El cielo estaba tan azul que casi parecía una burla, como si realmente valiera la pena observarlo antes de que perdiera su color. Lyza estaba de pie junto a ella, con esa energía desbordante que parecía imposible de apagar y que tan insoportable le parecía a Ozen. Simplemente observaban la ciudad, como Ozen solía hacer. El viento agitaba el plumaje del sombrero de Lyza, y ella sonreía como si el mundo entero aún le perteneciera. Ozen no dijo nada, siempre era así. Pensó en alzar la voz, pero optó por observar y escuchar, y por esa decisión, ahora, esa escena la perseguía como un castigo. No por lo que se dijo, sino por todo lo que no fue dicho. Años después, la ciudad seguía allí, tan ruidosa y colorida como siempre, pero a Ozen le parecía hueca, sofocante, ya no había nada que le interesara aquí. No había lugar, ni deber, ni prestigio suficiente para reconstruir lo que su partida había roto. Y, sin embargo, debía seguir siendo La Inamovible. Debía mantenerse firme, sin grietas, como si esa imagen no la desgarrara por dentro. Como si no sintiera, cada vez que miraba a la ciudad, que algo esencial se había hundido para siempre. A veces se preguntaba si fue cobarde. Si debió decirle que no bajara. Que quedarse también era un acto de valentía. Que si alguien la juzgaba, Ozen la protegería. Pero no lo hizo. Y ahora solo le quedaba ese recuerdo, grabado en el rincón más frágil de su mente. Una figura con una pluma al viento. Un cielo abierto que ya no vuelve. Y una soledad que nunca se pudo llenar.
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