Heinrich observaba el caos que había dejado en su salón: cajas a medio empacar, libros esparcidos por el suelo, y un par de baúles antiguos abiertos, mostrando su contenido polvoriento. Decidir qué llevar consigo y qué dejar atrás resultaba ser una tarea abrumadora, especialmente después de siglos de acumular recuerdos, muchos de los cuales no había tocado en décadas. Sin embargo, esta vez todo era diferente. Iba a mudarse. A compartir un espacio con Matsuri.
Se pasó una mano por su cabello pelirrojo, enredando los dedos entre los mechones mientras soltaba un suspiro frustrado. "¿Cómo se supone que hago esto solo?" murmuró para sí mismo, mirando su alrededor. La idea de empaquetar su vida para irse era más difícil de lo que había anticipado, y aunque nunca le había gustado pedir ayuda, en este caso… quizás sería diferente. Después de todo, ahora no estaba solo.
Con una torpeza que le era característica, Heinrich sacó su celular de uno de los bolsillos de su abrigo, ese que Matsuri le había insistido que comenzara a usar. Al principio, sus dedos temblaban un poco al deslizar por la pantalla táctil, pero tras varios intentos logró encontrar el contacto de Matsuri, marcado con un pequeño corazón que había colocado sin saber exactamente cómo.
—Vamos, vamos... solo presionar aquí... y... —murmuró, con la voz llena de concentración.
El tono de llamada comenzó a sonar, y Heinrich se quedó en silencio, su nerviosismo aumentando con cada segundo. Justo cuando estaba a punto de colgar por la vergüenza, escuchó la familiar voz de Matsuri al otro lado de la línea.
—Ehh... Matsuri... yo... —Heinrich tragó saliva, sintiéndose torpe—. Me preguntaba si... ¿podrías ayudarme a... empacar? Es que... —Miró el desastre que había hecho en la casa, y sintió que sus mejillas se encendían—. No soy muy bueno en esto. Hay tantas cosas y... no sé por dónde empezar.
Heinrich observaba el caos que había dejado en su salón: cajas a medio empacar, libros esparcidos por el suelo, y un par de baúles antiguos abiertos, mostrando su contenido polvoriento. Decidir qué llevar consigo y qué dejar atrás resultaba ser una tarea abrumadora, especialmente después de siglos de acumular recuerdos, muchos de los cuales no había tocado en décadas. Sin embargo, esta vez todo era diferente. Iba a mudarse. A compartir un espacio con Matsuri.
Se pasó una mano por su cabello pelirrojo, enredando los dedos entre los mechones mientras soltaba un suspiro frustrado. "¿Cómo se supone que hago esto solo?" murmuró para sí mismo, mirando su alrededor. La idea de empaquetar su vida para irse era más difícil de lo que había anticipado, y aunque nunca le había gustado pedir ayuda, en este caso… quizás sería diferente. Después de todo, ahora no estaba solo.
Con una torpeza que le era característica, Heinrich sacó su celular de uno de los bolsillos de su abrigo, ese que Matsuri le había insistido que comenzara a usar. Al principio, sus dedos temblaban un poco al deslizar por la pantalla táctil, pero tras varios intentos logró encontrar el contacto de Matsuri, marcado con un pequeño corazón que había colocado sin saber exactamente cómo.
—Vamos, vamos... solo presionar aquí... y... —murmuró, con la voz llena de concentración.
El tono de llamada comenzó a sonar, y Heinrich se quedó en silencio, su nerviosismo aumentando con cada segundo. Justo cuando estaba a punto de colgar por la vergüenza, escuchó la familiar voz de Matsuri al otro lado de la línea.
—Ehh... Matsuri... yo... —Heinrich tragó saliva, sintiéndose torpe—. Me preguntaba si... ¿podrías ayudarme a... empacar? Es que... —Miró el desastre que había hecho en la casa, y sintió que sus mejillas se encendían—. No soy muy bueno en esto. Hay tantas cosas y... no sé por dónde empezar.