• Vamos amor no puedes decir que me odias porque soy realmente encantador.
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  • Mi Dios Rao, me protegerá... Hoy y siempre..
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  • La noche caía sobre la mansión de Yūrei, y las sombras se alargaban por los pasillos como si quisieran susurrarle secretos olvidados. Sentada frente a un antiguo escritorio de madera, sus dedos rozaban con delicadeza un pergamino amarillento, repasando los nombres y rostros de aquellos que, hace años, intentaron arrebatarle lo más sagrado que poseía: sus hijos.

    Nunca había buscado venganza, ni siquiera justicia en el sentido humano. Aquellos padres que alguna vez caminaron cerca de sus hijos pensaron que podrían manipularlos, controlarlos, o incluso destruirlos. No entendían que en Yūrei convergían fuerzas que ningún mortal podía comprender: demoníacas, celestiales, yokai y espirituales. Y cuando intentaron actuar… desaparecieron. No fue un castigo sádico, sino un acto de protección, silencioso y definitivo. Los ecos de su desaparición nunca alcanzaron la tierra humana; eran secretos que ella guardaba con el mismo cuidado con el que cuidaba los latidos de sus hijos.

    Su mirada se perdió en la ventana, donde la luz de la luna iluminaba los jardines congelados en el tiempo. Cada estrella parecía recordarle la eternidad de su existencia, y el precio que había pagado por permitir que sus hijos vivieran sin cargar con su peso completo. La furia contenida en su ser podía ser devastadora, pero siempre la contuvo, siempre la canalizó para proteger sin mostrarlo.

    —Nunca entenderán… —susurró, la voz apenas un eco en la sala—. Pero ellos… ellos viven. Y eso basta.

    El silencio de la mansión parecía responderle con complicidad. Sus hijos, lejos, seguramente dormían, ajenos a la tormenta que Yūrei había contenido por ellos desde las sombras. Y aun así, no sentía culpa, sino la certeza serena de que lo imposible podía ser protegido si uno estaba dispuesto a pagar el precio.

    Y en ese instante, la madre de lo imposible volvió a cerrar los ojos, dejando que la eternidad de su existencia se entrelazara con la seguridad silenciosa de quienes más amaba.
    La noche caía sobre la mansión de Yūrei, y las sombras se alargaban por los pasillos como si quisieran susurrarle secretos olvidados. Sentada frente a un antiguo escritorio de madera, sus dedos rozaban con delicadeza un pergamino amarillento, repasando los nombres y rostros de aquellos que, hace años, intentaron arrebatarle lo más sagrado que poseía: sus hijos. Nunca había buscado venganza, ni siquiera justicia en el sentido humano. Aquellos padres que alguna vez caminaron cerca de sus hijos pensaron que podrían manipularlos, controlarlos, o incluso destruirlos. No entendían que en Yūrei convergían fuerzas que ningún mortal podía comprender: demoníacas, celestiales, yokai y espirituales. Y cuando intentaron actuar… desaparecieron. No fue un castigo sádico, sino un acto de protección, silencioso y definitivo. Los ecos de su desaparición nunca alcanzaron la tierra humana; eran secretos que ella guardaba con el mismo cuidado con el que cuidaba los latidos de sus hijos. Su mirada se perdió en la ventana, donde la luz de la luna iluminaba los jardines congelados en el tiempo. Cada estrella parecía recordarle la eternidad de su existencia, y el precio que había pagado por permitir que sus hijos vivieran sin cargar con su peso completo. La furia contenida en su ser podía ser devastadora, pero siempre la contuvo, siempre la canalizó para proteger sin mostrarlo. —Nunca entenderán… —susurró, la voz apenas un eco en la sala—. Pero ellos… ellos viven. Y eso basta. El silencio de la mansión parecía responderle con complicidad. Sus hijos, lejos, seguramente dormían, ajenos a la tormenta que Yūrei había contenido por ellos desde las sombras. Y aun así, no sentía culpa, sino la certeza serena de que lo imposible podía ser protegido si uno estaba dispuesto a pagar el precio. Y en ese instante, la madre de lo imposible volvió a cerrar los ojos, dejando que la eternidad de su existencia se entrelazara con la seguridad silenciosa de quienes más amaba.
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  • -Estaba escapando del final de una gala, ya que habían muchos paparazzis viendo a una presencia a lo lejos, mirándola fijamente sintiendo que le tiempo se detuvo, para después volver a la normalidad, regalando autógrafos, para después arrancar el auto, dándole la señal a mi conductor -

    Es hora de irnos Ricard

    -Dije tranquilamente, subiendo la ventanilla del auto, suspirando levemente sintiéndome cansado ya que llevaba horas ahi-
    -Estaba escapando del final de una gala, ya que habían muchos paparazzis viendo a una presencia a lo lejos, mirándola fijamente sintiendo que le tiempo se detuvo, para después volver a la normalidad, regalando autógrafos, para después arrancar el auto, dándole la señal a mi conductor - Es hora de irnos Ricard -Dije tranquilamente, subiendo la ventanilla del auto, suspirando levemente sintiéndome cansado ya que llevaba horas ahi-
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  • Solo un pequeño accidente, lo importante es que no me paso nada de nada.
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  • Santo dios, no deseo ver a mis hijos con sus... ¿Amantes? Eso espero, aunque sean mayores ellos siguen a mi cuidado, seguiré acostumbrándome a este mundo raro...
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  • Que bellas bugambilias

    -Dije agachándose viendo las flores, acariciando suavemente la cabeza del lobo de mi pareja-

    Kuro, vamos es hora de tu comida ya que vik está trabajando

    -Dije empezando me a ir con el lobo, tranquilamente acariciando sus orejas mientras caminábamos a casa-

    Que buen lobo eres
    Que bellas bugambilias -Dije agachándose viendo las flores, acariciando suavemente la cabeza del lobo de mi pareja- Kuro, vamos es hora de tu comida ya que vik está trabajando -Dije empezando me a ir con el lobo, tranquilamente acariciando sus orejas mientras caminábamos a casa- Que buen lobo eres
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  • Qué desperdicio. Si tan solo me permitieras hacerte un demonio...
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  • La Primera Mujer,Dios del engaño
    La primera mujer de aquel dios ~  en los principos en valhalla [Asgard] donde estaba los dioses primoriales aquellos que covernavan los serios , donde loki todos se alegaban de aquel dios ..... Ylva estaba casada con aquel dios , no por amor si no por que la obrigaron apesar de todo eso amaba vivir en Asgard con los demas dioses y valquirias entre otros pero no era feliz a lado de quien...
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  • Verás que lo que hace fuertes a las mujeres es que tenemos las agallas de ser vulnerables, tenemos la capacidad de sentir la profundidad de nuestras emociones.
    Verás que lo que hace fuertes a las mujeres es que tenemos las agallas de ser vulnerables, tenemos la capacidad de sentir la profundidad de nuestras emociones.
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