• Se deja caer a sus brazos, cansandita, pero por fin con el. Bostezo plenamente con sueño.

    —Ya volví a ti, cariño mio...
    Se deja caer a sus brazos, cansandita, pero por fin con el. Bostezo plenamente con sueño. —Ya volví a ti, cariño mio...
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  • Yo toda hermosa preciosa bella espectacular y mi amiguito Mike
    Yo toda hermosa preciosa bella espectacular y mi amiguito [meteor_turquoise_zebra_848]
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  • Ella emergió del abismo del Inframundo, ya no como la joven radiante, sino como una presencia madura, una diosa que había alcanzado la serenidad de los sabios y la fuerza de los antiguos. El cielo caótico sobre ella reflejaba el tumulto del mundo mortal.

    Con firmeza, levantó sus manos hacia el firmamento, conectando su esencia con la vitalidad del mundo humano. Sintió la aflicción de las vidas humanas, las almas vacías y los corazones que aún brillaban con una chispa de esperanza, aunque casi apagada. El caos causado por la desconexión y el dolor envolvía al mundo, pero Hebe ya no era la doncella eterna. Su visión era clara y madura, y su compasión trascendía la juventud.

    —No es tiempo para que se desate el caos absoluto en el mundo mortal. No somos quienes lo causarán. El tiempo dicta algo más allá de lo que somos como dioses —dijo, alzando la mirada al cielo caótico.

    Sus ojos, antes llenos de luz juvenil, reflejaban ahora un resplandor cálido, como una antorcha en la oscuridad.

    —Hipnos, hemos yo y Morfeo restaurado cada cosa como se pudo, por favor, que no se haga este caos... El equilibrio ha caído en su lugar y… Yo he madurado. He evolucionado para ser la esperanza y luz de los perdidos.

    Con un suave susurro, sus palabras llenaron el aire de calma. El caos que rodeaba a los humanos parecía detenerse momentáneamente, como si el mundo reconociera su presencia. Ella extendió su luz hacia los mortales, sanando aquellos que aún podían recuperar su vitalidad. Las almas perdidas comenzaron a brillar tenuemente, restaurando la chispa de la vida.

    Tocó el suelo, y los recuerdos olvidados de aquellos que aún podían sostenerlos regresaron. Aunque no los devolvía a su plenitud, les ofreció la oportunidad de encontrar el equilibrio perdido. La sanación era dolorosa, pero Hebe lo hacía con la paz de quien sabe que está cumpliendo su propósito.

    —No es tiempo para la guerra entre nosotros. No soy yo quien debe desatar este caos, sino el tiempo, que dictará el destino de todo lo que existe —continuó, su voz ahora más serena que nunca.

    Con manos firmes y sabias, restauró la calma con la esperanza, en la humanidad. Hebe ya no era la diosa joven que intentaba salvarlo todo; ahora era la guardiana de los recuerdos e hilos perdidos, la diosa que había aceptado el peso sobre sus hombros.

    —Cumpliré con mi parte, pero la paz que te pido, Hipnos , es la de este día. Dejo que el futuro siga su curso. El caos está contenido por ahora, pero cuando llegue el momento, no intervendré si ese es el destino de los mortales y los nuestros.

    Ella emergió del abismo del Inframundo, ya no como la joven radiante, sino como una presencia madura, una diosa que había alcanzado la serenidad de los sabios y la fuerza de los antiguos. El cielo caótico sobre ella reflejaba el tumulto del mundo mortal. Con firmeza, levantó sus manos hacia el firmamento, conectando su esencia con la vitalidad del mundo humano. Sintió la aflicción de las vidas humanas, las almas vacías y los corazones que aún brillaban con una chispa de esperanza, aunque casi apagada. El caos causado por la desconexión y el dolor envolvía al mundo, pero Hebe ya no era la doncella eterna. Su visión era clara y madura, y su compasión trascendía la juventud. —No es tiempo para que se desate el caos absoluto en el mundo mortal. No somos quienes lo causarán. El tiempo dicta algo más allá de lo que somos como dioses —dijo, alzando la mirada al cielo caótico. Sus ojos, antes llenos de luz juvenil, reflejaban ahora un resplandor cálido, como una antorcha en la oscuridad. —Hipnos, hemos yo y Morfeo restaurado cada cosa como se pudo, por favor, que no se haga este caos... El equilibrio ha caído en su lugar y… Yo he madurado. He evolucionado para ser la esperanza y luz de los perdidos. Con un suave susurro, sus palabras llenaron el aire de calma. El caos que rodeaba a los humanos parecía detenerse momentáneamente, como si el mundo reconociera su presencia. Ella extendió su luz hacia los mortales, sanando aquellos que aún podían recuperar su vitalidad. Las almas perdidas comenzaron a brillar tenuemente, restaurando la chispa de la vida. Tocó el suelo, y los recuerdos olvidados de aquellos que aún podían sostenerlos regresaron. Aunque no los devolvía a su plenitud, les ofreció la oportunidad de encontrar el equilibrio perdido. La sanación era dolorosa, pero Hebe lo hacía con la paz de quien sabe que está cumpliendo su propósito. —No es tiempo para la guerra entre nosotros. No soy yo quien debe desatar este caos, sino el tiempo, que dictará el destino de todo lo que existe —continuó, su voz ahora más serena que nunca. Con manos firmes y sabias, restauró la calma con la esperanza, en la humanidad. Hebe ya no era la diosa joven que intentaba salvarlo todo; ahora era la guardiana de los recuerdos e hilos perdidos, la diosa que había aceptado el peso sobre sus hombros. —Cumpliré con mi parte, pero la paz que te pido, Hipnos , es la de este día. Dejo que el futuro siga su curso. El caos está contenido por ahora, pero cuando llegue el momento, no intervendré si ese es el destino de los mortales y los nuestros.
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  • Fragmento: La Luz del Equilibrio
    Ella emergió del abismo del Inframundo, no como la joven radiante que fue, sino como una presencia madura, una diosa que había alcanzado la serenidad de los sabios y la fuerza de los antiguos. El cielo, oscuro y tumultuoso, se extendía sobre ella, lleno de estrellas que apenas brillaban, opacadas por el caos que había comenzado a desatarse sobre el mundo mortal. Con...
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  • 𝑵𝒐 𝒇𝒂𝒊𝒓
    𝒀𝒐𝒖 𝒓𝒆𝒂𝒍𝒍𝒚 𝒌𝒏𝒐𝒘 𝒉𝒐𝒘 𝒕𝒐 𝒎𝒂𝒌𝒆 𝒎𝒆 𝒄𝒓𝒚
    𝑾𝒉𝒆𝒏 𝒚𝒐𝒖 𝒈𝒊𝒎𝒎𝒆 𝒕𝒉𝒐𝒔𝒆 𝒐𝒄𝒆𝒂𝒏 𝒆𝒚𝒆𝒔
    𝑰'𝒎 𝒔𝒄𝒂𝒓𝒆𝒅
    𝑰'𝒗𝒆 𝒏𝒆𝒗𝒆𝒓 𝒇𝒂𝒍𝒍𝒆𝒏 𝒇𝒓𝒐𝒎 𝒒𝒖𝒊𝒕𝒆 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒉𝒊𝒈𝒉
    𝑭𝒂𝒍𝒍𝒊𝒏' 𝒊𝒏𝒕𝒐 𝒚𝒐𝒖𝒓 𝒐𝒄𝒆𝒂𝒏 𝒆𝒚𝒆𝒔
    𝑻𝒉𝒐𝒔𝒆 𝒐𝒄𝒆𝒂𝒏 𝒆𝒚𝒆𝒔

    ⸻ 𝒪𝒸𝑒𝒶𝓃 𝑒𝓎𝑒𝓈.— 𝐵𝒾𝓁𝓁𝒾𝑒 𝐸𝒾𝓁𝒾𝓈𝒽
    𝑵𝒐 𝒇𝒂𝒊𝒓 𝒀𝒐𝒖 𝒓𝒆𝒂𝒍𝒍𝒚 𝒌𝒏𝒐𝒘 𝒉𝒐𝒘 𝒕𝒐 𝒎𝒂𝒌𝒆 𝒎𝒆 𝒄𝒓𝒚 𝑾𝒉𝒆𝒏 𝒚𝒐𝒖 𝒈𝒊𝒎𝒎𝒆 𝒕𝒉𝒐𝒔𝒆 𝒐𝒄𝒆𝒂𝒏 𝒆𝒚𝒆𝒔 𝑰'𝒎 𝒔𝒄𝒂𝒓𝒆𝒅 𝑰'𝒗𝒆 𝒏𝒆𝒗𝒆𝒓 𝒇𝒂𝒍𝒍𝒆𝒏 𝒇𝒓𝒐𝒎 𝒒𝒖𝒊𝒕𝒆 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒉𝒊𝒈𝒉 𝑭𝒂𝒍𝒍𝒊𝒏' 𝒊𝒏𝒕𝒐 𝒚𝒐𝒖𝒓 𝒐𝒄𝒆𝒂𝒏 𝒆𝒚𝒆𝒔 𝑻𝒉𝒐𝒔𝒆 𝒐𝒄𝒆𝒂𝒏 𝒆𝒚𝒆𝒔 ⸻ 𝒪𝒸𝑒𝒶𝓃 𝑒𝓎𝑒𝓈.— 𝐵𝒾𝓁𝓁𝒾𝑒 𝐸𝒾𝓁𝒾𝓈𝒽
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  • Atropos estaba sentada en su taburete habitual, el cuerpo inclinado hacia adelante, concentrada en el lienzo. El retrato a medias era poco más que un boceto, trazos duros y líneas precisas que delineaban el rostro de Asclepius. No era ternura lo que guiaba su mano, sino la costumbre de recordar aquello que, de algún modo, le había alterado el curso.

    Dejó el pincel a un lado. Se limpió las manos en el borde de su túnica sin pensar, los ojos fijos en la figura incompleta frente a ella.

    Suspiró, casi con fastidio, y alzó la voz, apenas un murmullo en la sala vacía.

    —Asclepius... En tu nombre te invoco... como lo hacen los hombres... —susurró, dejando que el anhelo impregnara cada sílaba—. Ven aquí.... Ven a este lugar donde la frialdad congela mi corazón sin tu presencia..

    No era súplica, ni anhelo. Era una invocación práctica, como quien llama a una herramienta necesaria, una fuerza útil.

    El silencio que siguió no le molestó. Atropos simplemente esperó, paciente, el vago tirón en el tejido del mundo que anunciaría su llegada. Si algo se agitó en su pecho, un eco remoto de otra vida, lo enterró sin darle importancia.

    Ella no era de las que se permitían sentir más de lo necesario. Pero sabía que con él las cosas eran diferentes, aunque temía admitirlo a ella misma.
    Atropos estaba sentada en su taburete habitual, el cuerpo inclinado hacia adelante, concentrada en el lienzo. El retrato a medias era poco más que un boceto, trazos duros y líneas precisas que delineaban el rostro de Asclepius. No era ternura lo que guiaba su mano, sino la costumbre de recordar aquello que, de algún modo, le había alterado el curso. Dejó el pincel a un lado. Se limpió las manos en el borde de su túnica sin pensar, los ojos fijos en la figura incompleta frente a ella. Suspiró, casi con fastidio, y alzó la voz, apenas un murmullo en la sala vacía. —Asclepius... En tu nombre te invoco... como lo hacen los hombres... —susurró, dejando que el anhelo impregnara cada sílaba—. Ven aquí.... Ven a este lugar donde la frialdad congela mi corazón sin tu presencia.. No era súplica, ni anhelo. Era una invocación práctica, como quien llama a una herramienta necesaria, una fuerza útil. El silencio que siguió no le molestó. Atropos simplemente esperó, paciente, el vago tirón en el tejido del mundo que anunciaría su llegada. Si algo se agitó en su pecho, un eco remoto de otra vida, lo enterró sin darle importancia. Ella no era de las que se permitían sentir más de lo necesario. Pero sabía que con él las cosas eran diferentes, aunque temía admitirlo a ella misma.
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  • Side murió cuando BlackHole escogió la extinción antes que el sometimiento que Christopher Baudelair demandó. La niña fue entonces un saco vacío de alma, lleno de carne, pero Tolek Zientek, el brujo, quien alguna vez fue su amante, se negó a dejarla partir... del todo.

    Él lo supo y recogió los restos. Él partió hacia la ciénaga olvidada, allí donde la naturaleza aún habla en susurros a quien quiera oírla.

    En medio de aquel barro espeso y rumoroso, bajo un cielo sin luna, los restos fueron sembrados, pero no descansaron. El brujo conjuró su magia, invocando la fuerza de la vida misma para despertar algo nuevo a partir de la muerte.

    La tierra bebió su hechizo.

    Una flor negra emergió del fango. Cada latido de la ciénaga hinchaba sus pétalos cerrados.

    Durante tres noches creció, fuerte y vibrante, hasta alcanzar casi un metro de ancho. Todo en ella exudaba vitalidad cruda, brutal, como si algo dentro luchara por nacer.

    Finalmente, en la cuarta madrugada, el primer pétalo bajó, abriéndose hacia el mundo. Fue entonces que toda la planta tembló como si recibiera una descarga, se contrajo sobre sí misma con violencia, y en un suspiro largo y húmedo, se hundió en el lodazal hasta desaparecer.

    Nada quedó del alma de Side, ni de la esencia de BlackHole. Solo aquellos huesos, una chispa agónica de esencia demoníaca, y los recuerdos, la obstinación y el amor de Tolek, embebiendo lo que sembró allí.

    Del lodo, flota hacia la superficie una figura: un embrión maduro, una joven mujer, pálida como la luna y de cabello oscuro como las noches. Su cuerpo pequeño recuerda vagamente a Side, pero algo diferente, algo nuevo.

    Ella flota allí, suspendida sobre el agua inmóvil, los ojos cerrados, la piel sin el más mínimo temblor. No respira. No parece viva.

    Y sin embargo, lo está.

    Algo, en lo más profundo, late, esperando ser recibida y entregada a esta nueva existencia.
    Side murió cuando BlackHole escogió la extinción antes que el sometimiento que [frost_topaz_hare_445] demandó. La niña fue entonces un saco vacío de alma, lleno de carne, pero [Tolek], el brujo, quien alguna vez fue su amante, se negó a dejarla partir... del todo. Él lo supo y recogió los restos. Él partió hacia la ciénaga olvidada, allí donde la naturaleza aún habla en susurros a quien quiera oírla. En medio de aquel barro espeso y rumoroso, bajo un cielo sin luna, los restos fueron sembrados, pero no descansaron. El brujo conjuró su magia, invocando la fuerza de la vida misma para despertar algo nuevo a partir de la muerte. La tierra bebió su hechizo. Una flor negra emergió del fango. Cada latido de la ciénaga hinchaba sus pétalos cerrados. Durante tres noches creció, fuerte y vibrante, hasta alcanzar casi un metro de ancho. Todo en ella exudaba vitalidad cruda, brutal, como si algo dentro luchara por nacer. Finalmente, en la cuarta madrugada, el primer pétalo bajó, abriéndose hacia el mundo. Fue entonces que toda la planta tembló como si recibiera una descarga, se contrajo sobre sí misma con violencia, y en un suspiro largo y húmedo, se hundió en el lodazal hasta desaparecer. Nada quedó del alma de Side, ni de la esencia de BlackHole. Solo aquellos huesos, una chispa agónica de esencia demoníaca, y los recuerdos, la obstinación y el amor de Tolek, embebiendo lo que sembró allí. Del lodo, flota hacia la superficie una figura: un embrión maduro, una joven mujer, pálida como la luna y de cabello oscuro como las noches. Su cuerpo pequeño recuerda vagamente a Side, pero algo diferente, algo nuevo. Ella flota allí, suspendida sobre el agua inmóvil, los ojos cerrados, la piel sin el más mínimo temblor. No respira. No parece viva. Y sin embargo, lo está. Algo, en lo más profundo, late, esperando ser recibida y entregada a esta nueva existencia.
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  • 𝑻𝒊𝒆𝒎𝒑𝒐 𝒅𝒆 𝒔𝒐𝒍𝒕𝒂𝒓 𝒍𝒂𝒔𝒕𝒓𝒆𝒔 𝒗𝒂𝒏𝒐𝒔,
    𝒅𝒆 𝒃𝒐𝒓𝒓𝒂𝒓 𝒉𝒖𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔, 𝒔𝒆𝒏𝒅𝒆𝒓𝒐𝒔 𝒊𝒏𝒔𝒂𝒏𝒐𝒔.
    𝑽𝒂𝒄𝒊𝒂𝒓 𝒆𝒍 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒅𝒆 𝒑𝒆𝒔𝒐 𝒎𝒖𝒆𝒓𝒕𝒐,
    𝒅𝒆 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒕𝒐𝒓𝒃𝒂, 𝒚𝒂 𝒏𝒐 𝒆𝒔 𝒄𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐.
    𝑺𝒐𝒍𝒐 𝒍𝒐 𝒆𝒔𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂𝒍, 𝒆𝒍 𝒑𝒓𝒆𝒔𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒂𝒃𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐.

    ⸻ 𝐶𝑙𝑎𝑢𝑑𝑖𝑎 𝑑𝑒 𝐿𝑖𝑜𝑛𝑐𝑜𝑢𝑟𝑡
    𝑻𝒊𝒆𝒎𝒑𝒐 𝒅𝒆 𝒔𝒐𝒍𝒕𝒂𝒓 𝒍𝒂𝒔𝒕𝒓𝒆𝒔 𝒗𝒂𝒏𝒐𝒔, 𝒅𝒆 𝒃𝒐𝒓𝒓𝒂𝒓 𝒉𝒖𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔, 𝒔𝒆𝒏𝒅𝒆𝒓𝒐𝒔 𝒊𝒏𝒔𝒂𝒏𝒐𝒔. 𝑽𝒂𝒄𝒊𝒂𝒓 𝒆𝒍 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒅𝒆 𝒑𝒆𝒔𝒐 𝒎𝒖𝒆𝒓𝒕𝒐, 𝒅𝒆 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒕𝒐𝒓𝒃𝒂, 𝒚𝒂 𝒏𝒐 𝒆𝒔 𝒄𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐. 𝑺𝒐𝒍𝒐 𝒍𝒐 𝒆𝒔𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂𝒍, 𝒆𝒍 𝒑𝒓𝒆𝒔𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒂𝒃𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐. ⸻ 𝐶𝑙𝑎𝑢𝑑𝑖𝑎 𝑑𝑒 𝐿𝑖𝑜𝑛𝑐𝑜𝑢𝑟𝑡
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  • Lo que amo tocar en publico, de vez en cuando junto a algunos fans y empiezo a cantar, esta es mi pasión descrita en canción, palabras dichas en cantos, sentimientos liberados en melodías, amo mi profesión
    Lo que amo tocar en publico, de vez en cuando junto a algunos fans y empiezo a cantar, esta es mi pasión descrita en canción, palabras dichas en cantos, sentimientos liberados en melodías, amo mi profesión
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  • Ellos... Ya saben de mi, no se pudo evitar.
    Ellos... Ya saben de mi, no se pudo evitar.
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