• Una tarde tranquila tomando un poco de te .
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  • ¿Sabes? Mipha. Kass, me enseñó a tocar el acordeón. Ojalá pudieras escucharlo.
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  • —Es gracioso por qué sigue desaparecido en algún universo y aún así sigue relacionándose. Que bueno ser una de las mitades de Dios y poder hacer copias de su mismo. Aunque... Que mal, eso prueba que al no haber nadie capaz de distinguir le dé copias, realmente no importa a nadie.—
    —Es gracioso por qué sigue desaparecido en algún universo y aún así sigue relacionándose. Que bueno ser una de las mitades de Dios y poder hacer copias de su mismo. Aunque... Que mal, eso prueba que al no haber nadie capaz de distinguir le dé copias, realmente no importa a nadie.—
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  • TEMPUS FUGIT
    🌸━━━━━━━━━━━━━━━━🌙              𝐋𝐈𝐒𝐀 𝐌𝐈𝐍𝐂𝐈          ❝La Bruja de la Rosa Púrpura❞   🌙━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━🌸   ✦ 𝐈𝐧𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐆𝐞𝐧𝐞𝐫𝐚𝐥   ✧・゚: *✧・゚:* *:・゚✧*:・゚✧   Nombre Completo: Lisa Minci Alias: La Bruja de la Rosa Púrpura Edad Aproximada: 28-30 años (aparente) Fecha de...
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  • Si estas cansado, ven y descasa un poco, un guerrero debe darse su tiempo en descaso
    Si estas cansado, ven y descasa un poco, un guerrero debe darse su tiempo en descaso
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  • 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆

    -Pobre infeliz, aquel que tiene la mínima esperanza de tenerte. De tan siquiera soñar con la remota posibilidad de poder besar tus labios aterciopelados, de tocar tu piel de porcelana o de que susurres su nombre como tú cantas el mío. Lo nuestro es eterno, algo que transciende lo mundano y lo arcano. No ha habido nadie antes, no lo habrá ahora y no lo habrá en el futuro. Por qué tú, y solo tú eres lo que necesito.

    Que espere sentado aquel que crea que te irás de mi lado o que yo lo haré del tuyo. Jamás... Y lo digo sin duda, sin temor. Jamás habrá nada ni nadie que separe lo que nunca debió estar separado.-
    [Liz_bloodFlame] -Pobre infeliz, aquel que tiene la mínima esperanza de tenerte. De tan siquiera soñar con la remota posibilidad de poder besar tus labios aterciopelados, de tocar tu piel de porcelana o de que susurres su nombre como tú cantas el mío. Lo nuestro es eterno, algo que transciende lo mundano y lo arcano. No ha habido nadie antes, no lo habrá ahora y no lo habrá en el futuro. Por qué tú, y solo tú eres lo que necesito. Que espere sentado aquel que crea que te irás de mi lado o que yo lo haré del tuyo. Jamás... Y lo digo sin duda, sin temor. Jamás habrá nada ni nadie que separe lo que nunca debió estar separado.-
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  • Bien, hora de ponerse serios te derrotar y conseguiré la recompensa que das a ser derrotado.
    Bien, hora de ponerse serios te derrotar y conseguiré la recompensa que das a ser derrotado.
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  • La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus.


    Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio.

    Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior.

    Apolo (gritando al cielo):
    “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!”

    La venganza.

    Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas.

    Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia.
    • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno.
    • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida.
    • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores.

    Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza.


    Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más.

    Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina.

    La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
    La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus. Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio. Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior. Apolo (gritando al cielo): “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!” La venganza. Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas. Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia. • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno. • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida. • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores. Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza. Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más. Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina. La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
    Me entristece
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  • No creo que a mi hermano le agrade que este asi contigo... Eres el enemigo a derrotar.

    Por favor para.
    No creo que a mi hermano le agrade que este asi contigo... Eres el enemigo a derrotar. Por favor para.
    Me encocora
    Me emputece
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  • Es bueno , por algo tengo que empezar mi día ....
    Antes de seguir adelante el día
    Es bueno , por algo tengo que empezar mi día .... Antes de seguir adelante el día
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