• Al fin aparecí en este lugar vengo a buscar a mi hermano mayor Seiko Nura Nanao hermano cómo estás
    Al fin aparecí en este lugar vengo a buscar a mi hermano mayor [orbit_sapphire_monkey_475] hermano cómo estás
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  • Lo siento pero todos estos tesoros son míos, nadie puede atraparme, tesoro que veo, me lo llevo.
    Lo siento pero todos estos tesoros son míos, nadie puede atraparme, tesoro que veo, me lo llevo.
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  • La elegancia y la belleza vienen de la mano ♥ y debajo de esa mascara hay muchos secretos que pocos han conocido ♥
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  • - en una tarde algo lluviosa una Freya ya de 28 años estaria cocinando tranquilamente como siempre, hasta que escucho que alguien se aproximaba a ella mientras estaba algo distraída, hasta que lo vio -

    ¡Hey! Regresaste.. ¿como te fue en el trabajo?

    - se giro con una bandeja de galletas en las manos -

    Llegaste justo para la merienda..

    - suspiro un poco para sonreir -

    Espero que te guste, se que te gusta acompañarlo con algo de beber asi que.. espero que te guste cariño
    - en una tarde algo lluviosa una Freya ya de 28 años estaria cocinando tranquilamente como siempre, hasta que escucho que alguien se aproximaba a ella mientras estaba algo distraída, hasta que lo vio - ¡Hey! Regresaste.. ¿como te fue en el trabajo? - se giro con una bandeja de galletas en las manos - Llegaste justo para la merienda.. - suspiro un poco para sonreir - Espero que te guste, se que te gusta acompañarlo con algo de beber asi que.. espero que te guste cariño
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  • "Interesantes cuantas historias sobre dragones que son derrotados por un pastel envenenado."

    Termina de hojear los libros que denominan solo como compedios medievales, aunque no le entiende del todo, excepto por algunas imagenes que le dejan claro el mensaje.


    "No, no me acercare a ningun pastel..."
    Piensa mientras se queda viendo su Warframe.
    "Interesantes cuantas historias sobre dragones que son derrotados por un pastel envenenado." Termina de hojear los libros que denominan solo como compedios medievales, aunque no le entiende del todo, excepto por algunas imagenes que le dejan claro el mensaje. "No, no me acercare a ningun pastel..." Piensa mientras se queda viendo su Warframe.
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  • hay algo detras de la puerta
    eres joven apenas unos 10 años y constantemente fuiste regañado por tus padres por abrir la puerta a desconocidos lo que en una oportunidad termino en que roben la casa, esta determinado, aprendiste tu leccion y no volveras a abrir la puerta, estas solo en la sala de tu casa, y de repente todo, abosolutamente todo sonido se apaga, ya no escuchas nisiquiera el tic tac del reloj, y em medio de ese abrumador silencio escuchas como tocan la puerta.
    toc toc
    hey niñ@ podrias abrir la puerta?
    hay algo detras de la puerta eres joven apenas unos 10 años y constantemente fuiste regañado por tus padres por abrir la puerta a desconocidos lo que en una oportunidad termino en que roben la casa, esta determinado, aprendiste tu leccion y no volveras a abrir la puerta, estas solo en la sala de tu casa, y de repente todo, abosolutamente todo sonido se apaga, ya no escuchas nisiquiera el tic tac del reloj, y em medio de ese abrumador silencio escuchas como tocan la puerta. toc toc hey niñ@ podrias abrir la puerta?
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  • —La casa estara lista dentro de poco,dejaremos todo este mundo superficial y nos iremos a nuestro paraiso para ser el paraiso para nosotros..
    —La casa estara lista dentro de poco,dejaremos todo este mundo superficial y nos iremos a nuestro paraiso para ser el paraiso para nosotros..
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  • L lo siento , Minina estabas muy distrida .... y aprobeche momento Cipher .

    -Dejando de reise luego de verle asustado.-
    L lo siento , Minina estabas muy distrida .... y aprobeche momento [Cipher00] . -Dejando de reise luego de verle asustado.-
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  • —Detesto con cada fibra de mi alma tener que trabajar con todos estos idiotas,la gran mayoria son unos completos cretinos,creo que solo un par podria a llegar a tomarles afecto..
    —Detesto con cada fibra de mi alma tener que trabajar con todos estos idiotas,la gran mayoria son unos completos cretinos,creo que solo un par podria a llegar a tomarles afecto..
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  • Caída a la Tierra
    Fandom OC
    Categoría Original
    El cielo nocturno se extendía como un manto silencioso sobre el bosque, y entre las hojas húmedas y el aroma a tierra recién mojada y madera en descomposición, yacía un cuerpo que no pertenecía a ese mundo. Raphael Veyrith estaba inmóvil, su respiración apenas perceptible, mientras la bruma del amanecer empezaba a colarse entre los troncos retorcidos. Había caído hace días, quizás semanas; el tiempo carecía de sentido para él en aquel limbo de inconsciencia, donde la gravedad de la Tierra lo abrazaba con una crudeza desconocida. Sus heridas aún ardían, latigazos invisibles de los dioses recorriendo su piel, cada cicatriz un recordatorio punzante de su pasado, de su dolor y de la fragilidad de cualquier ser mortal frente a la divinidad.

    Durante esos primeros días, su cuerpo permaneció dormido, un descanso forzado por el impacto de la caída y el shock del cambio de plano. El aire estaba impregnado de la fragancia de la tierra, de la humedad de la vegetación y de algo más, un susurro de vida que él no podía comprender del todo. Su respiración era lenta, casi inexistente, y sus párpados permanecían cerrados mientras su mente flotaba entre fragmentos de luz celestial y sombras infernales, recordándole quién era y lo que había perdido. Cada instante de inconsciencia estaba poblado de murmullos antiguos, ecos del idioma de los dioses, un lenguaje que vibraba como cuerdas cósmicas: “Ælthar, Nivaur, Shyvalen…”, palabras que no tenían traducción humana, pero que llenaban su mente con significados de poder, dolor y supervivencia.

    Cuando finalmente sus sentidos comenzaron a reaccionar, no fue el sonido ni la luz lo que lo despertó: fue el hambre. Un hambre profundo, primigenio, que recorría sus entrañas y le recordaba que, aunque herido, su naturaleza no podía permanecer pasiva. Abrió los ojos lentamente, sus iris violeta y rojo reflejando el follaje entre las sombras, intentando comprender, aunque no pudiera traducir las señales humanas. Todo era extraño, desde la textura rugosa de las hojas hasta el aroma metálico de la sangre de la Tierra, y su mente, entrenada en la observación y el análisis de mundos imposibles, comenzó a descifrar patrones, movimientos y presencias.

    Su mirada se posó sobre un par de ardillas que correteaban entre las raíces y las ramas bajas. Sus pequeños cuerpos eran ágilmente humanos y animales a la vez, ignorantes de la amenaza que lo observaba desde la penumbra. Raphael inclinó la cabeza, probando mentalmente sonidos en el idioma de los dioses: “Kryv’hal, shalanth… carne, vida…”. Su instinto depredador rugió silencioso. Cada músculo de su cuerpo reaccionó; sus garras apenas perceptibles tensándose bajo la piel, su aliento saliendo en bocanadas controladas para no ahuyentar a la presa.

    Y entonces se movió. Con un silencio casi imposible para un ser de su tamaño y fuerza, se deslizó entre hojas y raíces, siguiendo el aroma y el movimiento. La ardilla, ajena a su destino, saltó entre las ramas, pero no hubo escape que Raphael no pudiera anticipar. Saltó con precisión sobrenatural, sus manos sujetando con fuerza, y su boca, antes acostumbrada a palabras divinas, ahora probaba la carne que tanto necesitaba. La sangre caliente recorrió sus labios y descendió por su barbilla mientras los órganos de la pequeña criatura cedían a su fuerza, y Raphael la devoró con un ritmo instintivo, salvaje, casi ceremonial. Cada mordisco era un recordatorio de su necesidad, de la dualidad entre la gracia angelical y la brutalidad demoníaca que corría por sus venas.

    Entre bocados y respiraciones profundas, murmuró en el idioma de los dioses, como si aquello pudiera explicar lo que hacía o recordarle su origen: “Shyvalen… fuerza… vida… krellthar…”. No había remordimiento, solo el reconocimiento de que para sobrevivir en este mundo debía adaptarse, aceptar su hambre y confiar en sus instintos. Su mirada recorría el bosque, cada sombra y cada árbol evaluado, analizado; los animales, las corrientes de aire, la humedad y el terreno, todo formaba parte de un mapa invisible que solo él podía descifrar.

    Cuando terminó, se recostó entre raíces y musgo, con la sangre aún manchando sus labios, y por primera vez percibió la magnitud del bosque, su aislamiento, y la realidad de estar extraño y solo en un mundo que no comprendía. No había palabras humanas, no había aldeanos, solo la respiración de la Tierra y el eco de los dioses en su mente. Y mientras el sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles, Raphael sintió que algo dentro de él comenzaba a despertar más allá del hambre: la conciencia de que su historia en esta tierra apenas empezaba, y que cada sombra, cada sonido, cada criatura que cruzara su camino podría ser tanto un enemigo como un alimento, o quizás un secreto que desvelaría su verdadero propósito.
    El cielo nocturno se extendía como un manto silencioso sobre el bosque, y entre las hojas húmedas y el aroma a tierra recién mojada y madera en descomposición, yacía un cuerpo que no pertenecía a ese mundo. Raphael Veyrith estaba inmóvil, su respiración apenas perceptible, mientras la bruma del amanecer empezaba a colarse entre los troncos retorcidos. Había caído hace días, quizás semanas; el tiempo carecía de sentido para él en aquel limbo de inconsciencia, donde la gravedad de la Tierra lo abrazaba con una crudeza desconocida. Sus heridas aún ardían, latigazos invisibles de los dioses recorriendo su piel, cada cicatriz un recordatorio punzante de su pasado, de su dolor y de la fragilidad de cualquier ser mortal frente a la divinidad. Durante esos primeros días, su cuerpo permaneció dormido, un descanso forzado por el impacto de la caída y el shock del cambio de plano. El aire estaba impregnado de la fragancia de la tierra, de la humedad de la vegetación y de algo más, un susurro de vida que él no podía comprender del todo. Su respiración era lenta, casi inexistente, y sus párpados permanecían cerrados mientras su mente flotaba entre fragmentos de luz celestial y sombras infernales, recordándole quién era y lo que había perdido. Cada instante de inconsciencia estaba poblado de murmullos antiguos, ecos del idioma de los dioses, un lenguaje que vibraba como cuerdas cósmicas: “Ælthar, Nivaur, Shyvalen…”, palabras que no tenían traducción humana, pero que llenaban su mente con significados de poder, dolor y supervivencia. Cuando finalmente sus sentidos comenzaron a reaccionar, no fue el sonido ni la luz lo que lo despertó: fue el hambre. Un hambre profundo, primigenio, que recorría sus entrañas y le recordaba que, aunque herido, su naturaleza no podía permanecer pasiva. Abrió los ojos lentamente, sus iris violeta y rojo reflejando el follaje entre las sombras, intentando comprender, aunque no pudiera traducir las señales humanas. Todo era extraño, desde la textura rugosa de las hojas hasta el aroma metálico de la sangre de la Tierra, y su mente, entrenada en la observación y el análisis de mundos imposibles, comenzó a descifrar patrones, movimientos y presencias. Su mirada se posó sobre un par de ardillas que correteaban entre las raíces y las ramas bajas. Sus pequeños cuerpos eran ágilmente humanos y animales a la vez, ignorantes de la amenaza que lo observaba desde la penumbra. Raphael inclinó la cabeza, probando mentalmente sonidos en el idioma de los dioses: “Kryv’hal, shalanth… carne, vida…”. Su instinto depredador rugió silencioso. Cada músculo de su cuerpo reaccionó; sus garras apenas perceptibles tensándose bajo la piel, su aliento saliendo en bocanadas controladas para no ahuyentar a la presa. Y entonces se movió. Con un silencio casi imposible para un ser de su tamaño y fuerza, se deslizó entre hojas y raíces, siguiendo el aroma y el movimiento. La ardilla, ajena a su destino, saltó entre las ramas, pero no hubo escape que Raphael no pudiera anticipar. Saltó con precisión sobrenatural, sus manos sujetando con fuerza, y su boca, antes acostumbrada a palabras divinas, ahora probaba la carne que tanto necesitaba. La sangre caliente recorrió sus labios y descendió por su barbilla mientras los órganos de la pequeña criatura cedían a su fuerza, y Raphael la devoró con un ritmo instintivo, salvaje, casi ceremonial. Cada mordisco era un recordatorio de su necesidad, de la dualidad entre la gracia angelical y la brutalidad demoníaca que corría por sus venas. Entre bocados y respiraciones profundas, murmuró en el idioma de los dioses, como si aquello pudiera explicar lo que hacía o recordarle su origen: “Shyvalen… fuerza… vida… krellthar…”. No había remordimiento, solo el reconocimiento de que para sobrevivir en este mundo debía adaptarse, aceptar su hambre y confiar en sus instintos. Su mirada recorría el bosque, cada sombra y cada árbol evaluado, analizado; los animales, las corrientes de aire, la humedad y el terreno, todo formaba parte de un mapa invisible que solo él podía descifrar. Cuando terminó, se recostó entre raíces y musgo, con la sangre aún manchando sus labios, y por primera vez percibió la magnitud del bosque, su aislamiento, y la realidad de estar extraño y solo en un mundo que no comprendía. No había palabras humanas, no había aldeanos, solo la respiración de la Tierra y el eco de los dioses en su mente. Y mientras el sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles, Raphael sintió que algo dentro de él comenzaba a despertar más allá del hambre: la conciencia de que su historia en esta tierra apenas empezaba, y que cada sombra, cada sonido, cada criatura que cruzara su camino podría ser tanto un enemigo como un alimento, o quizás un secreto que desvelaría su verdadero propósito.
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