Su nueva vida era, sin duda, algo estresante, pero al mismo tiempo bastante gratificante. Danny desde luego adoraba la magia, de eso no le cabía duda, era el aspecto positivo de todo aquello. Lo que no adoraba tanto era tener que enfrentarse a demonios día sí y día no. Pero era una responsabilidad que, por algún motivo, se había propuesto cumplir. Había aprendido de Dean Winchester a estar atento a las noticias, pues cualquier detalle extraño que viese podría significar que se trataba de un demonio. Y no se equivocaba.
En las noticias empezaban a aparecer personas que habían muerto en extrañas circunstancias, pero todos presentaban la misma típica herida que se genera al ser alcanzado por un rayo. Estaba claro que era cosa de un demonio y, lo peor de todo, era que Danny sabía perfectamente de qué demonio se trataba. Pero el brujo necesitaba más información y una idea se le vino a la mente. Tenía quizá la forma perfecta de saber de qué se trataba todo aquello, exactamente: pedirle a Oliver que le consiguiera los informes de la investigación y este lo hizo sin problema. Le debía una bastante grande por eso.
Así se encontraba, al poco de recibir aquellos papeles, con estos puestos sobre el escritorio de su despacho y el Libro de las Sombras a un lado, aunque leyendo este último. Los documentos era justo lo que buscaba, pero tenía demasiadas cosas clasificadas y necesitaba descifrarlas, justo eso buscaba. Acabó levantándose para irse hacia la cocina. Tomó un mortero y comenzó a echar varias cosas allí: romero, lavanda y laurel. Comenzó a machacar estas tres, hasta conseguir una consistencia de polvo. Volvió al despacho, mortero en mano, para comenzar a soltar aquel polvo sobre los documentos.
—Revelate —dijo al mismo tiempo que lo hacía. Así los documentos se limpiaron, revelando toda la información que contenían. Comenzó a leer, con el ceño levemente fruncido. Todas las víctimas eran mujeres, todas presentaban aquella herida típica y todas ellas tenían sus cocinas plagadas de todo tipo de hierbas e ingredientes exóticos que Danny no tardó en reconocer. —Eran todas brujas… —susurró, para sí mismo, dándose cuenta de lo que estaba pasando. Comenzó a observar de nuevo los distintos informes de cada víctima, viendo puntos en común. Todas brujas, todas habiendo muerto a una hora similar, pero los lugares poco tenían que ver entre sí. Necesitaba más información aún.
Salió de casa para dirigirse al cementerio Graceland, donde ya le había dicho Luke que se solían reunir las brujas de la ciudad de vez en cuando. Parecía algo común, pues en Nueva Orleans lo hacían exactamente igual. Y llegó a este para ver que, en mitad de la noche, varias personas allí reunidas se encontraban en mitad de lo que parecía un funeral. Llevaban velas, algunos incluso cristales. Una de ellas se giró ante la llegada de Danny y suspiró con lo que parecía ser alivio. El chico no llegó a acercarse, pues la bruja en cuestión lo hizo en su lugar, separándose del resto.
—Ella sabía que vendrías —le dijo nada más llegar hasta su altura. Danny arqueó las cejas, sin entender bien a qué se refería la mujer. —Dijo que tú podrías detenerlo…
—¿Detener a quién? —preguntó de nuevo. La chica lo tomó del brazo, para alejarse un poco más del funeral en cuestión—
—Al demonio que está detrás de todo esto —casi susurraba la chica, suspirando incluso— Todas las víctimas son miembros del aquelarre. Y va a volver a atacar, no nos cabe duda… —Danny asintió, suspirando también—
—Necesito que me cuentes todo lo que sepas…
La madrugada había entrado ya, la medianoche había quedado a un par de horas, el funeral ya había terminado y las brujas del aquelarre volvían a casa. Una de ellas lo hacía caminando, por calles principales de la ciudad, pues así creía estar más segura, pero se equivocaba por completo. Mientras caminaba algo llamó su atención. Miró hacia arriba, hacia el cielo, viendo una exhibición de luces, en las nubes, que parecía fruto de la carga eléctrica de estas, a pesar de que no se esperaba tormenta alguna. A su vez parecía que esta carga se movía en una dirección en específico y eso, sumado al sentimiento de desasosiego que despertó en ella, fue suficiente para que la bruja siguiera esa misma dirección, hacia un destino incierto. Seguía aquel espectáculo con brío, cada vez más, aunque siguiendo la calle principal en todo momento. Hasta que en cierto momento giró y lo mismo hizo ella. Ante ella vio un callejón algo oscuro y, al final del mismo, a una persona tirada en el suelo, un hombre de más o menos treinta años que no parecía respirar. No tardó en acercarse, para ver si estaba herido.
—¿Te encuentras bien? —preguntó con algo de urgencia, mientras se arrodillaba a comprobar si tenía pulso. Pero nada más tocar la piel de aquel hombre este desapareció, como si nunca hubiese estado allí. —¿Qué...?
—Siempre supe que era fácil atraer a brujas simples como tú —dijo una voz a sus espaldas. Cuando se dio la vuelta para mirar a aquel tipo vio a un hombre que jugaba con pura electricidad en sus manos. La bruja, automáticamente, comenzó a recitar un conjuro, sabiendo que se trataba del demonio que había estado matando a los miembros de su aquellare. Sin embargo, el ente demoníaco en cuestión, alzó un dedo, posándolo sobre sus propios labios, chistando. La voz de la joven ya no salía de su boca, quedando muda e incapaz de terminar el conjuro. Con una sonrisa de medio lado el demonio se acercó a ella, apartando un mecjón de su pelo del rostro ajeno— No dolerá... Demasiado —dijo con una leve carcajada, antes de posar una mano en su pecho, dejando que la electricidad corriese por su cuerpo hasta matarla, dejando aquella característica herida en su piel. Y, así, se marchó del lugar, dejando el cuerpo sin vida de la mujer abandonado en mitad del callejón.