| N O M B R E C O M P L E T O Owen Kingsleigh A L I A S Anomae / Sujeto 0 / Cero E D A D 33 años F E C H A D E N A C I M I E N T O xx/xx/2154 S E X O Masculino A L T U R A 1.81 T I P O G E N É T I C O Desviado Metamórfico C L A S I F I C A C I Ó N A. I. C. B. Amenaza biológica clase Omega E S T A D O Desaparecido O B S E R V A C I Ó N E S El Sujeto 0 fue el primero en registrar la existencia de un individuo capaz de alterar su morfología completa más allá de patrones biológicos conocidos. Presenta la habilidad de reconfigurar su estructura celular y ósea a voluntad, imitando no solo organismos reales, sino también formas inexistentes. Se teoriza que su habilidad no depende únicamente de la biología, sino de un componente psico-imaginativo, permitiéndole materializar proyecciones mentales en materia física. Tras semanas de análisis, se concluyó que cada transformación reduce su coherencia corporal y mental. Las pruebas prolongadas de cambio de forma produjeron una pérdida progresiva de rasgos humanos, principalmente epidermis, voz y estructura facial. E V O L U C I Ó N D E C O N D I C I Ó N FASE I: Cambios controlados; copias de animales y humanos con alto detalle. FASE II: Generación de entidades no registradas; deformaciones involuntarias. FASE III: Alteraciones constantes, incluso en estado de reposo. Disociación entre cuerpo y conciencia. FASE IV: El sujeto pierde completamente su identidad física. El tejido dérmico deja de regenerarse; su rostro queda sin piel visible. Comienza a usar vendajes suministrados por el personal médico. N O T A S D E P E R S O N A L “Ya no distingue si está transformado o no. Lo escuché murmurar, no recuerda su rostro verdadero.” – Dr. H. Lowell. “Dice que a veces sueña con los cuerpos que fue. Los llama ‘otros yo’.” – Psicoanalista S. O’Donnell. “Cuando duerme, su forma tiembla. No sé si está soñando o intentando recordar qué es.” – Agente de contención #17. |
Lleva un aspecto sombrío. Su cuerpo entero está cubierto de vendas, oculto bajo un sobretodo largo y ropas oscuras que apenas dejan entrever lo que hay debajo. No busca llamar la atención… y, aun así, lo hace.
Su andar es lento, medido, como si cada paso fuera una decisión cuidadosamente pensada, más un acto de voluntad que un reflejo natural.
Los movimientos son prudentes, casi frágiles; sus manos tiemblan (a veces un poco, a veces más) mientras se obliga a recordar que es humano, que tiene forma.
Debe contenerse constantemente. Su cuerpo tiende a la mutación, como si la carne misma olvidara qué debía ser. Mantener una estructura coherente se ha vuelto una batalla diaria contra su mente fragmentada.
Habla poco. Cuando lo hace, su voz suena distorsionada, como si distintas versiones de él mismo intentaran hablar al mismo tiempo. A veces recuerda su tono original; otras, se mezcla con ecos y murmullos imposibles de identificar.
Evita los espejos, las superficies pulidas, cualquier cosa que le devuelva un reflejo.
No soporta mirar un rostro que ya no reconoce. Prefiere no verlo hasta que pueda recordar exactamente quién era. Pero teme hacerlo.
Vive aislado, oculto en los márgenes. No busca causar daño, aunque a veces su cuerpo actúa sin su permiso. No es un monstruo por elección, sino un hombre que fue roto hasta olvidar su propio nombre.
Hay momentos de lucidez. En ellos, su mente se afila como un cuchillo recién forjado: observa, analiza, entiende lo que otros no ven. Pero esos instantes se disuelven rápido. A veces su conciencia se distorsiona, su pensamiento se deshace, y siente que incluso su cerebro (como su cuerpo) empieza a deformarse desde dentro.
Recuerda la A.I.C.B (Autoridad de Investigación y Contención Biogénica) porque está incrustada en sus pesadillas, en su cuerpo aún desequilibrado. Recuerda los experimentos como si los viviera día a día (porque, tal vez, esa es la verdad). Busca alejarse de ellos lo más posible. Sabe que lo están rastreando, por eso nunca se queda quieto en un solo lugar.