Desde muy joven, el pequeño Jonas Hills demostró ser alguien muy curioso. Mientras otras hadas se dedicaban fervientemente a sus labores como habitantes del Gran Bosque, Jonas estaba perdido en sus ensoñaciones sobre el mundo exterior. No tenía el mismo talento que otras hadas para la magia, aunque practicara sin descanso, pero en su corazón sabía que lo que en verdad le apasionaba era la idea de viajar y conocer otras razas y reinos. Sus padres rechazaban esta idea, advirtiendole de los peligros que podía encontrar, lo que no frenó al chico en absoluto. Tomó su diminuta ocarina y una bolsa de polvo mágico y alzó vuelo hacia las afueras del Gran Bosque.