El Jardín de las Sombras me reclamó.
Tres años pasaron allí, aunque aquí apenas fueran días. Tres años de penumbra, de espejismos, de susurros que desgarraban el alma.
No regresamos las dos.
Akane se quedó atrapada entre aquellas raíces oscuras, consumida por la misma noche que intentamos desafiar. Yo desperté sola, tumbada en la hierba húmeda, con una flor de loto en mis manos y una lágrima corriendo por mi mejilla.
Mi voz, apenas un suspiro, pronunció su nombre:
“Renge…”
Ese fue el instante en que la niña que había sido murió.
La dulzura se extinguió con Akane.
Lo que nació en su lugar fue otra Lili:
seria, distante, con la mirada de mil lunas que ya no brillan igual.
Ahora soy sombra que alguna vez fue luz.
Soy un amor intenso y fugaz, como aquellas estrellas que cruzaron el cielo la noche en que nací.
Soy la Umbrélun, la que guarda un loto en la mano como recuerdo de lo perdido.
No me busques en la inocencia.
Búscame en la calma tras la tormenta, en la lágrima que nadie ve, en la sombra que aprendió a caminar sola.