Después de la apasionada noche que habíamos vivido Gaudy y yo, finalmente despertamos juntos en la misma cama. A medida que la luz del amanecer se filtraba por las cortinas, una avalancha de emociones y pensamientos me invadió. No podía evitar sentirme abrumada por la intensidad de lo que habíamos compartido.
Mis sentimientos eran un torbellino de felicidad, emoción y una pizca de nerviosismo. Miré a Gaudy, cuyos cabellos dorados caían con despreocupación sobre la almohada, y no pude evitar sonreír. No importaba cuántas veces lo veía, siempre había algo en su presencia que me llenaba de calma y al mismo tiempo hacía latir mi corazón con fuerza.
Me acurruqué a su lado y me aferré a él, como si temiera que en algún momento pudiera desvanecerse. Hundí mi rostro en su pecho, sintiendo el latido constante de su corazón, que parecía estar en sintonía con el mío. Era como si nuestros corazones compartieran un ritmo secreto que solo nosotros podíamos entender.
El recuerdo de los momentos compartidos durante la noche bailaba en mi mente, cada toque, cada mirada y cada palabra intercambiada. Mi piel ardía al recordar la pasión que habíamos compartido, y las mejillas me ardían al pensar en la forma en que nuestras emociones se habían entrelazado tan profundamente.
Un rubor intenso coloreó mis mejillas al rememorar la intensidad de nuestros deseos compartidos. En ese momento, los problemas mundanos y las preocupaciones parecían tan lejanos como las estrellas en el cielo. El ataque de los licántropos, que antes había ocupado mi mente, ahora parecía insignificante en comparación con la conexión que Gaudy y yo habíamos forjado.
La habitación estaba llena del aroma cálido y familiar de Gaudy, un aroma que ahora se mezclaba con los recuerdos de la noche anterior. Cerré los ojos y dejé que una sonrisa se dibujara en mis labios. Sabía que teníamos aventuras por delante, desafíos que enfrentar y misterios que resolver, pero en ese momento, en la tranquilidad de su abrazo, nada más importaba.
Con un suspiro de satisfacción, me permití sumergirme en el abrazo reconfortante de Gaudy. No sabía qué nos depararía el futuro ni cómo manejaríamos las situaciones que vendrían, pero en ese instante, estaba contenta de tenerlo a mi lado. Juntos, éramos capaces de enfrentar cualquier cosa que el mundo nos arrojara, y eso era una certeza que me llenaba de confianza y determinación.