Ameria se encontraba en un lugar de ensueño, un paisaje idílico bañado por los rayos dorados del sol. 

El cielo estaba teñido de tonos cálidos y el aroma a flores frescas llenaba el aire.

A lo lejos, el murmullo suave de un arroyo acompañaba la escena. Pero lo que realmente capturaba su atención era la figura de Zelgadiss, parado cerca del agua.

Con el corazón latiéndole con fuerza, Ameria se acercó a Zelgadis. Sus ojos de amatista se encontraron con los de ella, y un destello de cariño pasó entre ellos. No hacía falta palabras; sus miradas lo decían todo.

—Ameria —dijo Zelgadiss en un tono suave, —siempre estuve a tu lado, incluso en los momentos más oscuros. Nunca debí irme, ahora lo sé. Solo quiero que sepas que nunca volveré a alejarme de ti.

Ameria asintió, sintiendo cómo las lágrimas afloraban en sus ojos. 

—Zelgadiss, eso significa mucho para mí. Siempre estaré aquí para ti también, pase lo que pase.

Zelgadiss extendió su mano hacia ella, y Ameria la tomó con ternura. Juntos, caminaron hacia el arroyo, donde se reflejaban los destellos dorados del sol. Zelgadiss la atrajo hacia sí, rodeándola con un brazo mientras seguían contemplando el agua.

—Ameria, quiero que sepas que... —comenzó Zelgadiss, pero en lugar de palabras, acercó sus labios a los de ella en un beso suave y lleno de cariño.

El corazón de Ameria latía con fuerza mientras correspondía al beso de Zelgadiss con ternura y pasión. Sus labios se movían en sincronía, sellando un amor que trascendía cualquier barrera. El tiempo pareció detenerse en ese momento, y Ameria se sintió envuelta en una cálida y reconfortante sensación.

Cuando finalmente se separaron, sus frentes se rozaron mientras sus ojos seguían conectados. No hacía falta más palabras; el amor entre ellos hablaba por sí mismo.

Pero la escena comenzó a desvanecerse. Los colores se tornaron más tenues, el arroyo se desvaneció y todo a su alrededor se desdibujó en la oscuridad.

Ameria se despertó en su cama, con el latido de su corazón resonando en sus oídos. Sus mejillas estaban húmedas de las lágrimas que habían caído durante su sueño. Aunque estaba de nuevo en la realidad, el recuerdo de ese momento con Zelgadiss, el beso lleno de amor y ternura, permanecía vívido en su mente y en su corazón.

Se quedó quieta un instante, permitiendo que las emociones fluyeran a través de ella. 

Aunque había sido solo un sueño, había sido un sueño tan real, tan lleno de amor y pasión. Ameria se aferró a ese sentimiento mientras se levantaba de la cama y se preparaba para enfrentar el nuevo día. 

Sabía que tal vez nunca podría experimentar ese amor en la realidad, pero al menos en sus sueños, podía sentirlo de una manera tan intensa y hermosa.