𝑴𝒐𝒏𝒐𝒓𝒓𝒐𝒍
La tarde ya estaba cayendo cuando Reena se asomó a una de las ventanas del Palacio Real.
Desde su enfrentamiento con Serpiente, [XELLOS] no quería que abandonara el castillo si no iba con él y, aunque a ella no le gustaban aquel tipo de medidas, también sabía que el poder de Serpiente era muy superior al suyo y solo Xellos podría hacerle frente.
Sin embargo, al mirar a través de los cristales de aquella ventana, observó a un hechicero de aspecto extraño y con ropajes oscuros deambulando por los jardines del Palacio Real de Saillune.
En ese instante recordó que días atrás algunos aldeanos le habían comentado que, antes de enfermar, habían visto en varias ocasiones al Principe Philionel hablando con un hechicero de aspecto extraño al que los aldeanos llamaban El Extranjero.
La Hechicera no podía quedarse con la duda, quería saber si aquel hombre que estaba por allí era El Extranjero y, si lo era, por qué había vuelto y qué buscaba.
Salió corriendo por los pasillos del Palacio Real y bajó numerosas escaleras. Finalmente logró salir al exterior y se internó entre los jardines del Palacio buscando a aquel hombre.
Sentía que cada vez se adentraba más y más en los jardines pero no había rastro de aquel hombre.
—Eres muy valiente viniendo aquí — dijo una voz a sus espaldas.
La hechicera giró sobre sí misma bruscamente y, entonces todo cambió.
Donde antes estaban los jardines del Palacio Real, hermosos y floridos bajo la dorada luz de la tarde, ahora había una extensa llanura de suelo terroso, el cielo estaba completamente oscurecido y del mismo caían poderosos relámpagos acompañados de un sonido atronador.
—Una distorsión espacial... —murmuró Reena dándose cuenta gracias a esa distorsión de que no era un hechicero, sino un Mazoku. —¿Por qué haces esto?
—Es obvio, ¿no? —rió el mazoku de forma siniestra. —Desde que tú y tu amiguito llegasteis aquí te has convertido en una enemiga para mis intereses. A [XELLOS] no puedo matarle, una cuestión de desequilibrio de poder entre él y yo —hizo una mueca de desagrado. —Pero a ti voy a matarte ahora mismo.
—¿Por qué hiciste enfermar a Philionel? —preguntó la hechicera desenvainando su espada.
Sabía que no era la mejor guerrera con la espada, jamás podría hacerle sombra a grandes espadachines como Gaudy y Zelgadiss, pero sí sabía mantener el tipo con una espada en batalla.
—Porque estorbaba. Es gracioso como puedes enloquecer la mente de un hombre poderoso haciéndole creer que hay una conspiración en su contra, así te ganas su confianza y cuando la tienes, borrarle del mapa es cuestión de tiempo... Y créeme, lo habría logrado de no haber sido por ti y tus amigos.
—¿En qué estorbaba a un Mazoku el Principe Philionel? ¿Qué quiere un Mazoku de Saillune?
—Gobernar y extender el dominio Mazoku hacia el resto de territorios bajo la Barrera Mazoku. Recuperar nuestra hegemonía en estas tierras.
—¿Y por qué empezar por Saillune?
—Porque su corona es débil desde hace muchos años. Philionel ha sabido reinar bien, pero está solo... Su hermano menor está más preocupado en llorar la muerte de su propio hijo que en ayudar a su hermano mayor, su hija Ameria está más preocupada por la salud de su padre que su reino... ¿A quién recurrirán ahora que ni Philionel ni Ameria están?
—No tienes el apoyo de nadie en Saillune. Nadie confía en ti. No lograrás ocupar la regencia.
Entonces el Mazoku esbozó una sonrisa macabra y, en un abrir y cerrar de ojos, donde debería de estar El Extrajero, ahora se encontraba Ameria.
—Eres un maldito bastardo.
—Solo soy un Demonio. Está en mi naturaleza ser como soy. Dado que te acuestas con uno de los nuestros, deberías de saberlo mejor que nadie.
Y con un movimiento rápido lanzó un ataque de magia oscura contra la Hechicera. ¿En serio la iba a obligar a luchar mientras él mantenía la apariencia de Ameria?
Reena se lanzó bruscamente contra el suelo esquivando por puro milagro el ataque.
Mientras volvía a ponerse en pie recitó rápidamente unas palabras invocando al poder del Rey Demonio Shabranigdu:
—¡FIRE BALL!
Una enorme bola de fuego brotó de las manos de la hechicera y salió lanzada hacia el Mazoku.
Este desapareció, volviendo a aparecer justo detrás de Reena. Le dio una patada en la espalda y la derribó contra el suelo.
Teniéndola en el suelo le colocó el filo de una espada en su cuello. Era una burla. Estaba insultando al poder de la Hechicera insinuándole que le bastante el arma más humana para matarla.
—Voy a ser muy afortunado al poder ver cómo se apaga la luz de tus ojos.
Reena movió su propia espada y la hizo chocar con la contraria. Logró apartar la espada del Mazoku de su cuello, aunque le quedó una pequeña herida en su garganta.
—¡FLARE ARROW!
Gritó Reena nada más que se puso en pie. Una flecha brotó de sus manos, como si sostuviera un arco invisible y la lanzó hacia el Mazoku.
El Mazoku se apartó bruscamente, esquivando el ataque, pero Reena ya contaba con que hiciera aquello.
—¡BRAKE!
La flecha se fragmentó en múltiples flechas muchas de las cuales alcanzaron al Mazoku.
Movido por el odio, con un chasquido de dedos hizo que unas gruesas cadenas de pura energía se enrollaran alrededor del cuerpo de la Hechicera.
Reena perdió el equilibrio y cayó al suelo.
Aquellas cadenas apretaban tanto que a penas podía respirar. Sus ojos se llenaron de lágrimas, ¡iba a morir y no había nadie allí para ayudarla!
Entonces vio su propia sombra en el suelo. Había un hechizo para el que no necesitaba sus manos.
—¡Dis Fang!
De su propia sombra brotó un enorme dragón de oscuridad que se abalanzó contra el Mazoku.
Aquello no lo esperaba el Mazoku, por lo que el dragón, capaz de atacar el lado astral de cualquier enemigo, le desgarró parte de un hombro y un brazo.
Con un simple hechizo de luz el Mazoku hizo desaparecer el dragón de oscuridad, pero ya estada herido, y había perdido la concentración sobre Reena, por lo que las cuerdas de energía con la que la tenía atada habían desaparecido.
Reena ya se había puesto de pie, y ya había recitado su siguiente hechizo.
—En las profundidades del bosque helado, rey que gobiernas sobre las criaturas salvajes, con vuestro colmillo que trae la destrucción, a aquellos que bloquean nuestro camino, con el poder que vos y yo poseemos, recompensémosles con la destrucción. ¡ZELAS BRID!
Con este hechizo había invocado el poder de Zelas Metallium, la creadora de Xellos.
Reena reunió el poder en su mano y lo liberó en forma de un rayo de luz. Ese rayo era capaz de destruir a cualquier Mazoku de clase media.
Al no tener tiempo para reaccionar, el Mazoku con el aspecto de Ameria recibió el impacto y quedó reducido a cenizas.
La distorsión espacial desapareció y Reena apareció de nuevo en los jardines del Palacio Real de Saillune.
Cayó en el suelo de rodillas jadeando y temblando. Sentía que había esquivado a la muerte por pura suerte.
Aquel hechizo que había destruido al Mazoku había drenado toda su energía y su cabello se había vuelto completamente blanco. No le quedaba más energía.
Elevó la mirada y miró al cielo.
—¡ENVY! —gritó cuando se dio cuenta de que, mientras luchaba con aquel Mazoku, la noche había caído y la luna llena brillaba en lo alto del cielo.
#2D #Personajes2D #Comunidad2D #Slayers 🌿🌺 𝑴𝒐𝒏𝒐𝒓𝒓𝒐𝒍 🌺🌿
La tarde ya estaba cayendo cuando Reena se asomó a una de las ventanas del Palacio Real.
Desde su enfrentamiento con Serpiente, [XELLOS] no quería que abandonara el castillo si no iba con él y, aunque a ella no le gustaban aquel tipo de medidas, también sabía que el poder de Serpiente era muy superior al suyo y solo Xellos podría hacerle frente.
Sin embargo, al mirar a través de los cristales de aquella ventana, observó a un hechicero de aspecto extraño y con ropajes oscuros deambulando por los jardines del Palacio Real de Saillune.
En ese instante recordó que días atrás algunos aldeanos le habían comentado que, antes de enfermar, habían visto en varias ocasiones al Principe Philionel hablando con un hechicero de aspecto extraño al que los aldeanos llamaban El Extranjero.
La Hechicera no podía quedarse con la duda, quería saber si aquel hombre que estaba por allí era El Extranjero y, si lo era, por qué había vuelto y qué buscaba.
Salió corriendo por los pasillos del Palacio Real y bajó numerosas escaleras. Finalmente logró salir al exterior y se internó entre los jardines del Palacio buscando a aquel hombre.
Sentía que cada vez se adentraba más y más en los jardines pero no había rastro de aquel hombre.
—Eres muy valiente viniendo aquí — dijo una voz a sus espaldas.
La hechicera giró sobre sí misma bruscamente y, entonces todo cambió.
Donde antes estaban los jardines del Palacio Real, hermosos y floridos bajo la dorada luz de la tarde, ahora había una extensa llanura de suelo terroso, el cielo estaba completamente oscurecido y del mismo caían poderosos relámpagos acompañados de un sonido atronador.
—Una distorsión espacial... —murmuró Reena dándose cuenta gracias a esa distorsión de que no era un hechicero, sino un Mazoku. —¿Por qué haces esto?
—Es obvio, ¿no? —rió el mazoku de forma siniestra. —Desde que tú y tu amiguito llegasteis aquí te has convertido en una enemiga para mis intereses. A [XELLOS] no puedo matarle, una cuestión de desequilibrio de poder entre él y yo —hizo una mueca de desagrado. —Pero a ti voy a matarte ahora mismo.
—¿Por qué hiciste enfermar a Philionel? —preguntó la hechicera desenvainando su espada.
Sabía que no era la mejor guerrera con la espada, jamás podría hacerle sombra a grandes espadachines como Gaudy y Zelgadiss, pero sí sabía mantener el tipo con una espada en batalla.
—Porque estorbaba. Es gracioso como puedes enloquecer la mente de un hombre poderoso haciéndole creer que hay una conspiración en su contra, así te ganas su confianza y cuando la tienes, borrarle del mapa es cuestión de tiempo... Y créeme, lo habría logrado de no haber sido por ti y tus amigos.
—¿En qué estorbaba a un Mazoku el Principe Philionel? ¿Qué quiere un Mazoku de Saillune?
—Gobernar y extender el dominio Mazoku hacia el resto de territorios bajo la Barrera Mazoku. Recuperar nuestra hegemonía en estas tierras.
—¿Y por qué empezar por Saillune?
—Porque su corona es débil desde hace muchos años. Philionel ha sabido reinar bien, pero está solo... Su hermano menor está más preocupado en llorar la muerte de su propio hijo que en ayudar a su hermano mayor, su hija Ameria está más preocupada por la salud de su padre que su reino... ¿A quién recurrirán ahora que ni Philionel ni Ameria están?
—No tienes el apoyo de nadie en Saillune. Nadie confía en ti. No lograrás ocupar la regencia.
Entonces el Mazoku esbozó una sonrisa macabra y, en un abrir y cerrar de ojos, donde debería de estar El Extrajero, ahora se encontraba Ameria.
—Eres un maldito bastardo.
—Solo soy un Demonio. Está en mi naturaleza ser como soy. Dado que te acuestas con uno de los nuestros, deberías de saberlo mejor que nadie.
Y con un movimiento rápido lanzó un ataque de magia oscura contra la Hechicera. ¿En serio la iba a obligar a luchar mientras él mantenía la apariencia de Ameria?
Reena se lanzó bruscamente contra el suelo esquivando por puro milagro el ataque.
Mientras volvía a ponerse en pie recitó rápidamente unas palabras invocando al poder del Rey Demonio Shabranigdu:
—¡FIRE BALL!
Una enorme bola de fuego brotó de las manos de la hechicera y salió lanzada hacia el Mazoku.
Este desapareció, volviendo a aparecer justo detrás de Reena. Le dio una patada en la espalda y la derribó contra el suelo.
Teniéndola en el suelo le colocó el filo de una espada en su cuello. Era una burla. Estaba insultando al poder de la Hechicera insinuándole que le bastante el arma más humana para matarla.
—Voy a ser muy afortunado al poder ver cómo se apaga la luz de tus ojos.
Reena movió su propia espada y la hizo chocar con la contraria. Logró apartar la espada del Mazoku de su cuello, aunque le quedó una pequeña herida en su garganta.
—¡FLARE ARROW!
Gritó Reena nada más que se puso en pie. Una flecha brotó de sus manos, como si sostuviera un arco invisible y la lanzó hacia el Mazoku.
El Mazoku se apartó bruscamente, esquivando el ataque, pero Reena ya contaba con que hiciera aquello.
—¡BRAKE!
La flecha se fragmentó en múltiples flechas muchas de las cuales alcanzaron al Mazoku.
Movido por el odio, con un chasquido de dedos hizo que unas gruesas cadenas de pura energía se enrollaran alrededor del cuerpo de la Hechicera.
Reena perdió el equilibrio y cayó al suelo.
Aquellas cadenas apretaban tanto que a penas podía respirar. Sus ojos se llenaron de lágrimas, ¡iba a morir y no había nadie allí para ayudarla!
Entonces vio su propia sombra en el suelo. Había un hechizo para el que no necesitaba sus manos.
—¡Dis Fang!
De su propia sombra brotó un enorme dragón de oscuridad que se abalanzó contra el Mazoku.
Aquello no lo esperaba el Mazoku, por lo que el dragón, capaz de atacar el lado astral de cualquier enemigo, le desgarró parte de un hombro y un brazo.
Con un simple hechizo de luz el Mazoku hizo desaparecer el dragón de oscuridad, pero ya estada herido, y había perdido la concentración sobre Reena, por lo que las cuerdas de energía con la que la tenía atada habían desaparecido.
Reena ya se había puesto de pie, y ya había recitado su siguiente hechizo.
—En las profundidades del bosque helado, rey que gobiernas sobre las criaturas salvajes, con vuestro colmillo que trae la destrucción, a aquellos que bloquean nuestro camino, con el poder que vos y yo poseemos, recompensémosles con la destrucción. ¡ZELAS BRID!
Con este hechizo había invocado el poder de Zelas Metallium, la creadora de Xellos.
Reena reunió el poder en su mano y lo liberó en forma de un rayo de luz. Ese rayo era capaz de destruir a cualquier Mazoku de clase media.
Al no tener tiempo para reaccionar, el Mazoku con el aspecto de Ameria recibió el impacto y quedó reducido a cenizas.
La distorsión espacial desapareció y Reena apareció de nuevo en los jardines del Palacio Real de Saillune.
Cayó en el suelo de rodillas jadeando y temblando. Sentía que había esquivado a la muerte por pura suerte.
Aquel hechizo que había destruido al Mazoku había drenado toda su energía y su cabello se había vuelto completamente blanco. No le quedaba más energía.
Elevó la mirada y miró al cielo.
—¡ENVY! —gritó cuando se dio cuenta de que, mientras luchaba con aquel Mazoku, la noche había caído y la luna llena brillaba en lo alto del cielo.
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