Por Edeline Rosier, redactora del Corvus Informativo de Ravenclaw.

 

 Severus Snape no suele hablar con nadie. Esa es la regla no escrita entre los pasillos de Hogwarts. Su sombra camina siempre dos pasos por delante de su figura, como si supiera que el mundo jamás le dará el lugar que merece. Siempre fue así… hasta ahora.

Lo insólito sucedió en el ala este del castillo. Entre libros de pociones, teorías de magia antigua y comentarios mordaces, surgió una imagen que dejó a todos callados. Petunia Evans —sí, la hermana de Lily— apareció riendo junto a él. No una risa superficial. Una risa real. De esas que solo se comparten con alguien que conoce tus heridas y el color de tus noches. "¿Petunia Evans? ¿Con Snape?", susurraron las paredes como si acabaran de presenciar un fenómeno astronómico. La historia es mucho más que un simple cruce de caminos. Después del altercado entre Lily Evans y Severus —ya saben, ese en el que él pronunció palabras imperdonables en voz alta—, algo cambió. Petunia no lo juzgó. No le dio la espalda. Al contrario, fue la única que se sentó a su lado sin pedir explicaciones, porque, para ella, la palabra sangre sucia carecía de poder.

Y desde entonces, algo en ellos creció. Lo que para muchos es una amistad improbable, para ellos es una tregua constante con el mundo. Una fuente cercana nos cuenta que en una esquina del Muro de Encantamientos, alguien dejó una inscripción encantada flotando por unas horas: “Until the death do us apart.” La frase no desapareció de inmediato.

 Se dice que Severus la miró en silencio. Petunia solo sonrió. Nadie sabe quién la escribió. O quizás sí. Pero nadie se atreve a romper la magia del misterio.

 ¿Son solo amigos? ¿Es amor? ¿Es redención?

La verdad es que hay cosas que no necesitan ser explicadas. Y si los ojos de Snape ahora descansan con menos peso cuando ella está cerca, quizás Hogwarts acaba de presenciar el nacimiento de una historia que merecía contarse.